lunes, 16 de septiembre de 2024

DIONI: CABRERO DE TODA LA VIDA.

Dionisio Prieto Cuarto (n. 1982), Dioni para los amigos, es ganadero de la localidad cacereña de Casas de Millán.
Aunque tiene vacas, cochinos, gallinas, una yegua y una burra, Dioni se dedica fundamentalmente a la cría de cabras, por lo que él se define como CABRERO y podemos decir perfectamente que es un CABRERO DE TODA LA VIDA por haber seguido la tradición familiar.

Dioni con sus cabras.

Desde niño, a Dioni siempre le apasionaron las cabras y cuidaba las de su abuela Juliana Borja Andrés, mujer recia, luchadora y trabajadora como pocas.
Precisamente fue Juliana la que regaló a Dioni sus primeras cabras para que las tuviese junto a las que ella tenía.
Cuando la abuela falleció en 2002, Dioni se quedó con todas las cabras, comenzando así su vida como "cabrero independiente".

Cabra parida.
(c) Dioni Prieto Cuarto.

Los comienzos no fueron fáciles puesto que Dioni partía prácticamente de cero con un rebaño de poco más de 20 cabras y sin apenas fincas propias ni instalaciones.
Aprovechaba terrenos que le dejaban los vecinos del pueblo pero tenía que estar constantemente pendiente de las cabras, hacer el queso y todas las tareas de la explotación.

Cabras.
(c) Dioni Prieto Cuarto.

Poco a poco, y no sin gran esfuerzo, Dioni fue prosperando criando más cabras y obteniendo así mayores beneficios que invirtió en la construcción de instalaciones adecuadas para el manejo correcto y moderno de las cabras, montando una sala de ordeño para facilitar este arduo trabajo.

Cabras en la sala de ordeño.
(c) Dioni Prieto Cuarto.

Actualmente Dioni tiene alrededor de 250 cabras que pastan en dos fincas diferentes, una de las cuales se encuentra en término municipal de Casas de Millán y otra en el vecino municipio de Serradilla.

Cabras de Dioni en la dehesa.
(c) Dioni Prieto Cuarto.

Las cabras de Dioni pertenecen al conjunto mestizo, siendo fruto de diversos cruces aunque, siguiendo la tendencia actual, Dioni procura utilizar sementales de raza Florida, raza caprina originaria de Andalucía y que a su gran rusticidad, une la gran producción leche en cantidad y calidad y la excelente producción cárnica gracias a su tamaño y prolificidad.

Cabras y sementales durante la época de cubrición.
(c) Dionisio Prieto Cuarto.

Las cabras de Dioni alcanzan unas producciones lecheras bastante elevadas y al ser tantas cabezas, el ordeño se realiza de forma mecánica lo que facilita el trabajo y garantiza en todo momento la calidad higiénico-sanitaria de la leche.

Ordeño mecánico.
(c) Dioni Prieto Cuarto.

No obstante, cuando la producción es baja o cuando se saca solamente la leche sobrante que no consumen los cabritos, Dioni ordeña manualmente a las cabras como se ha hecho de toda la vida, conociendo perfectamente esta práctica que le enseñó su abuela Juliana cuando era niño.

Cabras en la sala de ordeño dispuestas para ser ordeñadas a mano en el cubo.
(c) Dioni Prieto Cuarto.

La leche obtenida del ordeño es conservada en tanques de refrigeración donde permanece hasta que es recogida por la industria para su transformación en queso.
La venta de leche constituye para Dioni uno de los principales ingresos aunque el precio del producto fluctúa mucho de unos años a otros y el ganadero no puede hacer otra cosa que aceptar el precio que pone la industria si no quiere echar la leche a los cerdos.

Leche en el tanque de refrigeración.
(c) Dioni Prieto Cuarto.

Parte de la leche es destinada a la elaboración de quesos para el consumo familiar y para regalar alguno a los familiares y amigos.
Dioni elabora un exquisito queso fresco de manera tradicional tal y como le enseñó su abuela.
Tradicionalmente, todos los cabreros vendían algo de leche fresca a los vecinos del pueblo y el resto la transformaban en queso que también vendían a los vecinos cuando aún estaba fresco, pudiendo consumirse directamente o curarse para cuando no lo hubiese. Esta práctica, lamentablemente, está prohibida.

Quesos elaborados por Dioni.
(c) Dioni Prieto Cuarto.

La venta de cabritos constituye otro ingreso para Dioni que realiza varias parideras a lo largo del año para garantizar la producción lechera constante.
Tras alrededor de un mes de lactancia, los cabritos son vendidos para su sacrificio en mataderos especializados.
Con los cabritos pasa algo parecido a lo que ocurre con la leche. Los compradores fijan un precio por el kilo vivo en base a cabritos de 10 kilogramos y el ganadero tiene que aceptar esas condiciones.

Cabra de parto cuádruple.
(c) Dioni Prieto Cuarto.

Con el fin de mantener constante la producción de leche a lo largo del año y también con el fin de reducir un poco el trabajo y obtener el máximo beneficio posible, Dioni realiza varias parideras a lo largo del año siendo la principal la de otoño para vender los cabritos en fechas próximas a la navidad que es cuando más demanda hay y por lo tanto cuando el precio es más elevado.

Cabritos.
(c) Dioni Prieto Cuarto.

Las parideras de finales de invierno y de finales de primavera, épocas en las que el precio de los cabritos es más bajo, son fundamentales para mantener la producción de leche durante los meses veraniegos en los que, en otras ganaderías apenas se ordeña, lo que hace que el precio de la leche aumente un poco.

Cabra con sus tres cabritos.
(c) Dioni Prieto Cuarto.

Las parideras de las cabras extensivas son épocas especialmente complicadas ya que si alguna cabra pare en el campo, especialmente durante la noche, los cabritos pueden ser devorados por los zorros mientras que durante el día pueden ser atacados por las grandes rapaces. 
Dioni tiene que estar especialmente vigilante durante esas épocas, algo complicado teniendo en cuenta que el resto de cabras que no tienen que parir están produciendo leche en gran cantidad y necesitan una atención constante.
Sin embargo, si todas las cabras pariesen a la vez, sería imposible manejar la explotación.

Cabra recién parida en el campo.
(c) Dioni Prieto Cuarto.

Aunque los cabritos, al igual que las crías de los demás herbívoros salvajes y domésticos, nacen en un avanzado estado de desarrollo, en ocasiones necesitan ayuda para mamar y Dioni tiene que revisarlos uno a uno dos veces al día para asegurarse de que han mamado correctamente.

Ayudando a mamar a dos cabritos.
(c) Dioni Prieto Cuarto.

Los cabritos se ven fuertemente afectados por el frío, la lluvia y los cambios bruscos de tiempo, por lo que deben permanecer en instalaciones adecuadas para su desarrollo y recibir los cuidados adecuados, especialmente cuando, como ocurre en el caso de las cabras de Dioni, se producen muchos partos dobles, triples e incluso cuádruples.

Cabra con sus dos cabritos.
(c) Dioni Prieto Cuarto.

Lógicamente, no todos los cabritos son destinados a la venta puesto que un porcentaje variable de las hembras nacidas, son recriadas para reposición. Para ello, Dioni elige sabiamente a las hijas de las mejores cabras según su producción y morfología.
Durante el periodo de recría, las chivas son convenientemente alimentadas para que se desarrollen adecuadamente antes de ser cubiertas por primera vez.

Chivas comiendo pienso.
(c) Dioni Prieto Cuarto.

Dioni maneja sus cabras de forma extensiva, complementando su alimentación con piensos y forrajes desecados cuando el pasto escasea o las necesidades nutricionales aumentan (gestación, lactación...)
Esto hace que tanto la leche y la carne de los cabritos adquieran una calidad y sabor inigualables cumpliendo además las cabras una gran labor manteniendo el campo libre de matorrales, reduciendo así el riesgo de que se produzcan incendios forestales y favoreciendo el desarrollo de una gran biodiversidad zoológica y botánica.

Cabras en pastoreo.
(c) Dioni Prieto Cuarto.

Para poder controlarlas adecuadamente, al tenerlas en dos fincas diferentes y a considerable distancia una de la otra, Dioni tiene colocados collares GPS a algunas cabras, práctica cada vez más habitual entre los cabreros extremeños.

Cabra con collar GPS.
(c) Dioni Prieto Cuarto.

Con el fin de diversificar las producciones y no depender de una única fuente de ingresos, Dioni mantiene también alrededor de una veintena de vacas mestizas dedicadas a la cría de terneros para la producción cárnica.

Vacas en verano.
(c) Dioni Prieto Cuarto.

Las vacas de carne requieren pocos cuidados en comparación con las cabras, pudiendo quedarse solas en la finca, limitándose Dioni a echarlas un ojo a diario cuando disponen de suficiente pasto.

Vacas durante la primavera.
(c) Dioni Prieto Cuarto

Cuando el pasto se agota, las vacas deben ser alimentadas con pienso o trasladadas a otra finca. Este es el mayor trabajo que estos animales dan a Dioni pero por lo demás, como decimos, "las vacas se cuidan solas".

Cambiando las vacas de finca.
(c) Dioni Prieto Cuarto.

Junto a las vacas, y más por afición que con una finalidad productiva, Dioni tiene una yegua y una burra, animales indispensables antaño para un cabrero al utilizarlos para tareas tan importantes como el transporte de la leche, el queso o los cabritos desde las majadas a los pueblos y mercados.

La burra y la yegua de Dioni.
(c) Dioni Prieto Cuarto.

Dioni, como buen cabrero de toda la vida, tiene una piarilla de cochinos. Suele tener una cochina, un verraco y un par de cochinos que ceba para la matanza.

Cochinos de Dioni.
(c) Dioni Prieto Cuarto.

Si todo va bien, cada 5-6 meses la cochina grande pare 10 ó 12 cochinillos que llegado el momento del destete son vendidos a otros criadores, reservando un par de ellos para la matanza.
Durante el periodo de cría de los pequeños lechones, Dioni está especialmente pendiente de que todo marche bien, alimentando convenientemente a la cochina para que de abundante leche para amamantar a sus crías.

Cochina con sus cochinillos.
(c) Dioni Prieto Cuarto.

El motivo principal por el que Dioni, como los cabreros tradicionales, no puede prescindir de los cochinos es porque estos animales aprovechan de manera muy eficiente el suero sobrante de la elaboración del queso. Este líquido blanquecino obtenido al separar la parte sólida o cuajada de la líquida de la leche, contiene gran cantidad de nutrientes y es el mejor alimento que existe para los cerdos a los que les encanta.

Cochina bebiendo suero en una pila de piedra.
(c) Dioni Prieto Cuarto.

Las cochinas de cría y los verracos pueden beber todo el suero que quieran pero en el caso de los cochinos de cebo se les debe echar cada vez menos cantidad conforme se acerca la matanza e incluso dejar de darles suero 2 ó 3 meses antes de la misma porque en caso contrario, la carne tiene un sabor desagradable y los embutidos se curan mal.
Se debe entonces alimentar a los cochinos de cebo también con desperdicios de comida, pienso, higos secos, bellotas, hierba....

Cochino comiendo bellotas.
(c) Dioni Prieto Cuarto.

Dioni sabe muy bien todo esto y da a sus cochinos una alimentación sumamente variada, obteniendo así una carne de gran calidad con la que elabora excelentes embutidos para su consumo propio.

Secando los embutidos.
(c) Dioni Prieto Cuarto.

Dioni tiene numerosas gallinas y gallos para abastecerse de huevos y carne. 
Estos animales dan muy poco trabajo y poco gasto, alimentándose con algo de pienso, sobras de la comida y lo que encuentran en el campo lo que hace que su carne y sus huevos tengan un sabor excepcional.

Gallinas.
(c) Dioni Prieto Cuarto.

En lugar de comprar pollitas para renovar las gallinas viejas que hay que ir quitando cuando dejan de poner, Dioni aprovecha que al tener gallos los huevos de sus gallinas son fértiles, para criar sus propios pollitos, algo que hace de forma totalmente natural y no utilizando incubadoras.

Gallinas con sus pollitos.
(c) Dioni Prieto Cuarto.

Criar pollitos es, como bien saben todos los que tienen gallinas, una auténtica lotería y muchas veces nacen más machos que hembras y como no se pueden criar tantos gallos, Dioni destina estos pollos al consumo familiar. 

Auténticos pollos de corral.
(c) Dioni Prieto Cuarto.

Por supuesto, en una explotación ganadera extensiva donde las instalaciones se encuentran en medio del campo, no pueden faltar unos animales que, pese a ser aparentemente improductivos, son indispensables. Se trata de los gatos.

Gato descansando.
(c) Dioni Prieto Cuarto.

Estos animales campan a sus anchas por las naves de las cabras, cobertizos, corrales, sala de ordeño, almacenes... manteniéndolos libres de ratas, ratones y otros animales indeseables.
Especialmente importante es su trabajo en los almacenes en los que se guarda el pienso para alimentar a las cabras.

Gato vigilando los sacos del pienso.
(c) Dioni Prieto Cuarto.

Y en toda explotación de ganado extensivo es fundamental la labor de los perros que guardan y defienden al ganado de cualquier persona extraña o de posibles depredadores como perros asilvestrados o zorros, manteniendo Dioni cuatro mastinas.

La perra guiando a las cabras.
(c) Dioni Prieto Cuarto.

Todos los que conoce a Dioni, coinciden en describirlo como un gran trabajador como hay pocos. Desde por la mañana está haciéndose cargo de las cabras, las vacas, los cochinos, las gallinas, haciendo el queso, llevando al día todo el papeleo de la ganadería, realizando las tareas de casa...

Cabras de Dioni.
(c) Dioni Prieto Cuarto.

Aunque Dioni está soltero y no tiene hijos, cuenta de vez en cuando con la ayuda de María Esteban, hija de unos buenos amigos, que tiene muy claro que cuando sea mayor quiere ser cabrera como Dioni.

María Esteban con los cabritos.
(c) Dioni Prieto Cuarto.

Pero no todo es trabajar para Dioni, porque siempre saca tiempo para estar con sus amigos y ayudarlos en lo que sea necesario, quedando también tiempo para disfrutar de su mayor afición: los toros.
Durante el verano, Dioni se organiza de tal manera que atiende satisfactoriamente a su ganado y realiza todas las tareas habituales para tener tiempo para ir a los toros y vaquillas de todos los pueblos de alrededor.

Cartel de los toros de Casas de Millán.


En definitiva, Dioni representa a la perfección a los recios ganaderos extremeños que llevan siglos luchando por salir adelante en esta tierra y gracias a ellos, todos nosotros podemos disfrutar en nuestra mesa de productos de calidad.
Además, conservan el medio ambiente y mantienen viva la cultura tradicional no sin gran esfuerzo ante todas las trabas con las que se encuentran.

Cabras de Dioni.
(c) Dioni Prieto Cuarto.

NOTA FINAL.
Este artículo ha sido escrito a petición de Sandra Rodríguez Sánchez y José Carlos Muñoz Arias, grandes amigos de Dioni. 
Ellos, junto a su pequeña hija Gala, quieren dedicar este sencillo pero sencillo homenaje al que es un gran trabajador pero sobre todo un gran amigo.

José Carlos, Sandra y Gala.

También yo, como escritor de EL CUADERNO DE SILVESTRE, quiero dedicar este artículo a Dioni, al que no conozco en persona, que es un gran lector y colaborador desde hace tiempo, aportando desinteresadamente multitud de fotografías y datos de interés para la realización de numerosos artículos.
Siempre recordaré que en una de mis primeras conversaciones con Dioni, me dijo que el artículo del blog que más le gustaba era el de LAS CABRAS Y OVEJAS DE TÍA VICENTA LA JAMBRINA porque le recordaba mucho a su abuela Juliana. Esto fue para mí algo muy especial ya que ese artículo representa mucho para mí.
He de decir también que es para mí un gran orgullo poder escribir un artículo de un ganadero de Casas de Millán pues como expliqué en el artículo GUIJO DE JARANDILLA EN EL INTERROGATORIO DE TOMÁS LÓPEZ. AÑO 1792 algunos de mis antepasados partieron de allí con destino a mi pueblo a finales del siglo XVIII y ya bien entrado el siglo XX, mi tío Arcadio ejerció como secretario municipal de Casas de Millán durante varias décadas.

Cabras de Dioni.
(c) Dioni Prieto Cuarto.

Fdo: Silvestre de la Calle García.
Técnico forestal.

jueves, 12 de septiembre de 2024

CENTENARIO DEL NACIMIENTO DE ANTONIO LEANDRO DE LA CALLE JIMÉNEZ.

Antonio Leandro de la Calle Jiménez nació el 13 de septiembre de 1924 en Guijo de Santa Bárbara y falleció en el Hospital Campo Arañuelo de Navalmoral de la Mata (Cáceres) el 7 de septiembre de 2022.
Cartero rural, ganadero y labrador, fue uno de los principales colaboradores de EL CUADERNO DE SILVESTRE y por ello, con motivo del centenario de su nacimiento dedicamos a él in memorian este artículo y también a su familia, especialmente a su viuda Visitación Hidalgo Burcio, gran colaboradora del blog.

Antonio Leandro de la Calle Jiménez.
(c) Alonso de la Calle Hidalgo.

Días después de su fallecimiento hace dos años, se publicó en este mismo blog un artículo titulado EL VAQUERO CARTERO. HOMENAJE A ANTONIO LEANDRO DE LA CALLE JIMÉNEZ el cual puede ser consultado por el lector que lo desee y en el que se cuenta pormenorizadamente la vida de nuestro protagonista, por lo que en el presente artículo haremos un breve resumen de la misma y nos centraremos en aspectos como su relación con este blog.

Portada del artículo EL VAQUERO CARTERO.

Antonio Leandro de la Calle Jiménez fue el tercer hijo de Alonso de la Calle Jiménez (1892-1950) y de Marceliana Jiménez Esteban (1893-1985). Inicialmente, su padre era ganadero y labrador pero desde 1928 fue también cartero rural de Guijo de Santa Bárbara.
Al morir Alonso de manera repentina en 1950, Antonio continuó con los oficios que desempeñaba su padre.

Marceliana y Alonso con sus hijos Antonio y Marcelino.
(c) Familia De la Calle.

En 1951 contrajo matrimonio con Visitación Hidalgo Burcio (n.1929) con quien tuvo 4 hijos llamados Alonso (n.1952), Inmaculada (n.1954), María Antonia (n.1956) y Raquel (n. 1966).

Antonio Leandro y Visitación (1950).
(c) Familia De la Calle.

El oficio de cartero rural en los años 50 del siglo XX era verdaderamente duro pues Antonio Leandro tenía que bajar diariamente a Jarandilla a lomos de un burro para recoger el correo, subirlo a Guijo y repartirlo, recogiendo las cartas que los vecinos quisieran enviar. Como era la única persona que salía del pueblo de manera habitual, muchos vecinos le hacían encargos que debían realizar en Jarandilla.
Posteriormente, pudo comprar un coche que le facilitó enormemente el trabajo. Al ser el primer coche que hubo en el pueblo, Antonio tenía que hacer de "taxista" de manera totalmente gratuita para los vecinos del pueblo.

Subiendo de Jarandilla con el correo.
(c) Alonso de la Calle Hidalgo.

Como ganadero, Antonio comenzó haciéndose cargo de las vacas que heredó de su padre, las cuales eran de "raza negra", similares a las actuales Avileñas, aunque tuvo que cambiar el sistema de explotación trashumante seguido tradicionalmente en el pueblo por el estante, reduciendo para ello el número de vacas con el fin de poder mantenerlas durante la primavera en los prados, época en la que no estaba permitido el pastoreo de vacas en la Sierra de Jaranda.

Vacas negras.
(c) Alonso de la Calle Hidalgo.

Posteriormente, compró vacas de raza Frisona, conocidas localmente como Suizas, dedicadas a la producción de leche y terneros.

Vaca Suiza.
(c) Silvestre de la Calle García.

Con el paso del tiempo también tuvo vacas de raza Parda Alpina, conocidas localmente con el nombre de alpinas, menos lecheras que las suizas pero criadoras de mejores terneros para la venta y por lo tanto más apreciados por los carniceros.

Vaca Parda con su ternero.
Vaca de Antonio Leandro. 1980.
(c) Alonso de la Calle Hidalgo.

Antonio nunca tuvo muchas vacas puesto que eran un mero complemento a su trabajo como cartero y una forma de aprovechar la hierba de los prados. Tuvo a lo sumo 4 ó 5 animales aunque rara vez sobrepasaba las 2 vacas adultas con sus terneros y alguna novilla de reposición.

Vaca alpina y suiza de Antonio Leandro. 1980.
(c) Alonso de la Calle Hidalgo.

Manejaba este ganado de forma semiextensiva combinando el pastoreo diurno con la estabulación nocturna e invernal.
Al no poder vigilar durante el día, optó por un ingenioso y novedoso sistema en la época como fue el cercado de los prados con vallas de madera. De esta forma, las vacas podían quedarse solas y Antonio podía irse a trabajar sin miedo a que se escapasen o invadiesen los terrenos de cultivo de la finca.

Valla de madera realizada por Antonio.
(c) Alonso de la Calle Hidalgo.

Esto le permitía dividir el terreno dedicado a pastizal en pequeñas parcelas para realizar un pastoreo rotacional conforme el ganado iba consumiendo o gastando la hierba de las parcelas, reservando algunas para la siega en verde o con destino al almacenamiento de heno para el invierno.

Finca de El Risco la Guija. 1975.
Obsérvese a las vacas pastando en una pradera mientras otra se riega y otra está reservada.
(c) Alonso de la Calle Hidalgo.

La agricultura constituía una actividad complementaria para Antonio que cultivaba verduras y hortalizas para el consumo familiar, cereales y forrajeras para el consumo del ganado, árboles frutales, olivos, viñas....aunque también cultivó tabaco durante muchos años.

Antonio y su hijo Alonso con el burro cargado de tabaco. 1960.
(c) Alonso de la Calle Hidalgo.

Al jubilarse en 1989, Antonio siguió trabajando en el campo si bien vendió las vacas unos años antes debido a que tuvo que ser operado de una lesión de rodilla de la que luego se recuperó perfectamente.
Mantuvo durante años un burro para trabajar, además de tener en casa el cochino para la matanza y unas cuantas gallinas para el abastecimiento familiar de huevos.

Antonio sacando patatas.
(c) Alonso de la Calle Hidalgo.

Ya entrado el siglo XXI, Alonso de la Calle Hidalgo, hijo de Antonio Leandro, maestro y fotógrafo, se dio cuenta que muchas costumbres tradicionales estaban perdiéndose pero que su padre conservaba muchas de ellas por lo que decidió fotografiar y grabar en video todo lo que Antonio realizaba día a día en sus fincas, aprovechando también sus conocimientos y buena salud para recrear oficios ya perdidos.

Recreación de la vida de los cabreros.
(c) Alonso de la Calle Hidalgo.

Como se ha dicho, Antonio fue durante 39 años cartero rural de Guijo de Santa Bárbara, bajando a Jarandilla cada mañana con su burro blanco para recoger el correo y subirse nuevamente a Guijo para repartirlo. Esto lo estuvo haciendo durante más de 15 años, hasta que por fin compró el coche.
Por ello, se quiso recrear aquellas imágenes y el reparto del correo por las calles antiguas del pueblo.




Arriba: Antonio subiendo de Jarandilla en el burro.
Centro arriba: Antonio en su casa junto a la mesa de su oficina de correos particular.
Centro abajo: Entregando una carta a Agripina Torollo.
Abajo: Antonio en la Calle Viriato.
(c) Alonso de la Calle Hidalgo.

Al jubilarse y dedicarse al cultivo del huerto, Antonio tenía que realizar continuamente muchos trabajos y los hacía como siempre se habían hecho, sin necesidad de recrear nada.
Una de las labores que Antonio solía hacer a menudo, era la siega de la hierba en aquellos terrenos de la finca en los que, tras haber vendido las vacas y el burro que tenía, no pastaba ganado. Aunque los prados los tenía arrendados un ganadero de la familia, las zonas de árboles frutales y el huerto, estaban cercados para que no entrase el ganado.
Por ello, Antonio picaba la guadaña y segaba la hierba que, inicialmente se echaba a un montón para que se pudriese y poder utilizarla como abono pero que con el paso del tiempo sirvió para alimentar a los conejos y yeguas de los hijos y nietos de Antonio.



Arriba: Picando la guadaña.
Centro: Afilando la hoja.
Abajo: Segando.
(c) Alonso de la Calle Hidalgo.

Posteriormente, cuando su hijo Alonso tenía ya dos yeguas, era necesario realizar la siega de prados para almacenar heno para el invierno, labor que pacientemente realizaba Antonio poco a poco y sin agobiarse, contando en ocasiones con la ayuda de su amigo Bundi Torollo.



Arriba: Antonio y Bundi afilando las guadañas.
Centro: Segando.
Abajo: Comiendo en el prado.
(c) Alonso de la Calle Hidalgo.

Aprovechando los conocimientos de Antonio, Alonso decidió fotografiar y filmar todo el proceso de fabricación de un ameal, forma tradicional de almacenar y conservar el heno para el invierno cuando los prados estaban en lugares de difícil acceso o lejos de los corrales.


Arriba y abajo: Haciendo el ameal.
(c) Alonso de la Calle Hidalgo.

Una vez hecho y rematado, el ameal durará meses e incluso años y ni la lluvia ni la nieve mojarán el heno si el ameal ha sido correctamente realizado. Cuando se necesita heno para el ganado, se extrae con un pelador, que es una especie de pequeño gancho o arpón inicialmente de madera y posteriormente de hierro.


Arriba: Ameal en invierno.
Abajo: Sacando heno del ameal.
(c) Alonso de la Calle Hidalgo.

Antonio realizó siempre la vendimia y la elaboración del vino de manera totalmente tradicional y artesanal. 
Estas tareas, se iban de alguna forma mecanizando en algunas bodegas pero Antonio se mantuvo fiel a las viejas tradiciones bodegueras y vinateras heredadas de sus antepasados.





Arriba: Vendimiando.
Centro arriba: Pisando la uva.
Centro abajo: Corriendo la canilla.
Abajo: Echando el vino en la damajuana.
(c) Alonso de la Calle Hidalgo.

Antonio realizaba las tareas propias de la vendimia y la bodega vestido con la ropa que habitualmente utilizaba en su vida diaria, pero no tenía ningún problema en caracterizarse con ropa de época para recrear escenas de épocas pasadas.


Arriba: Meciendo las tinajas.
Abajo: Corriendo la canilla.
(c) Alonso de la Calle Hidalgo.

En los últimos años, la uva era cortada y transportada en cajas cargadas en coches desde las viñas hasta la bodega, pero tradicionalmente este transporte se hacía en cestos de mimbre de gran tamaño llamados "covanillos" que eran cargados en caballerías, actividad que se recreó para fotografiarse y filmarse utilizando la burra de Ángel de la Calle Vicente "Caniche" otro de los grandes actores para la filmación de actividades tradicionales.



Arriba: Covanillo con uvas.
Centro: Antonio Leandro con el covanillo al hombro.
Abajo: Llevando la burra con los covanillos.

Fabricar los cestos es una actividad compleja que deben realizar los cesteros, pero se les debe proporcionar la mimbre que Antonio cortaba de las mimbreras que crecían en su finca. Una vez cortadas, las mimbres son peladas y la piel o correa, se aprovecha para colgar el tabaco.
Esta actividad casi perdida, fue una de las que fue necesario recrear.




Arriba: Cortando las mimbres.
Centro arriba: Cargando las mimbres.
Centro abajo: Pelando las mimbres.
Abajo: Recogiendo las mimbres peladas.
(c) Alonso de la Calle Hidalgo.

Además de vino, en su bodega Antonio elaborada aguardiente con el hollejo de las uvas ya fermentadas una vez que se corría la canilla. Dicho aguardiente era fundamental para la elaboración de exquisitos licores como el de nuez, frambuesa o el más clásico de todos: la gloria.


Arriba: Antonio y Visita sacando el mosto de la tinaja.
Abajo: Haciendo la gloria con 4 litros de mosto y 1 litro de aguardiente.
(c) Alonso de la Calle Hidalgo.

En su huerto, o vergel como se dice en Guijo de Santa Bárbara, Antonio Leandro cultivaba de todo: pimientos, tomates, calabacines, judías, lechugas, cebollas...pero el cultivo principal y al que dedicaba más tiempo, cuidado y mimos, era la patata.

Regando las patatas.
(c) Alonso de la Calle Hidalgo.

Una vez recogidas, las patatas eran llevadas en sacos cargados en el coche hasta la bodega para proceder a su almacenamiento, pero tradicionalmente se utilizaba otro método para conservar las patatas tardías en el campo sin que se estropeasen. Se trataba de los hoyos de patatas, trabajo tradicional que fue recreado con Antonio y su esposa Visita y que ya estaba prácticamente olvidado.




Arriba: Base del hoyo.
Centro arriba: Echando las patatas en el hoyo.
Centro abajo: Hoyo listo para ser tapado.
Abajo: Tapando el hoyo.
(c) Alonso de la Calle Hidalgo.

Los hoyos se hacían en octubre-noviembre y cuando las patatas tempranas se agotaban, se procedía a abrir los hoyos y a llevar las patatas a la bodega de casa, lo cual solía hacerse ya a finales del invierno e incluso en primavera.




Arriba: Quitando la tierra del hoyo.
Centro arriba: Retirando los helechos.
Centro abajo: Llenando los sacos.
Abajo: Cerrando el saco.
(c) Alonso de la Calle Hidalgo.

Al tener unas cuantas gallinas para el gasto de casa, Antonio sembraba también panizos (maíz). Una vez secas, las mazorcas eran recogidas en sacos y llevadas a casa para almacenarlas en el desván. 
Cuando era necesario el grano para alimentar a las gallinas, se procedía al desgranado de las mazorcas.

Antonio y Visita desgranando las mazorcas.
(c) Alonso de la Calle Hidalgo.

Otros productos requieren menos tratamiento para su conservación como los pimientos que se enristran o la manzanilla que se cuelga en manojos.


Arriba: Haciendo las "riestras" de pimientos.
Abajo: Haciendo manojos de manzanilla.
(c) Alonso de la Calle Hidalgo.

Las labores domésticas, realizadas siempre por las mujeres, en ocasiones requerían la ayuda de los hombres. Antonio ayudaba a Visita en la engorrosa e incluso peligrosa tarea de elaborar el jabón casero utilizado para lavar la ropa, fregar los cacharros y los suelos y para lavarse.


Arriba: Haciendo el jabón.
Abajo: Cortando y colocando los "retazos" de jabón en una caja.
(c) Alonso de la Calle Hidalgo.

Tanto para hacer el jabón como muchas otras tareas que requieren el uso de fuego natural en lugar de hornilos de gas u otros medios, se necesita abundante leña que hoy puede cortarse con motosierra pero que antes tenía que ser cortada con herramientas manuales, utilizando sierras o tronzadores y hachas o sigurejas para el corte y marras y cuñas para dividir los leños en trozos más pequeños y manejables, actividad recreada con Antonio.


Arriba: Afilando la sigureja.
Abajo: Partiendo un tronco con la marra y las cuñas.
(c) Alonso de la Calle Hidalgo.

La leña, hoy se lleva a casa cargada en vehículos pero antaño todo se hacía a lomos de caballerías y con Antonio, perfecto conocedor de la técnica de carga con el uso de cargaeras, se recreó esta tarea utilizando la dócil burra de Gonzalo Vergara.



Arriba: Cargando la leña en la burra.
Centro: Burra ya cargada.
Abajo: Descargando la leña en casa.
(c) Alonso de la Calle Hidalgo.

No todo lo que se ha recreado con Antonio fueron duros trabajos pues también se realizó la recreación de la elaboración tradicional de los calvotes o castañas asadas.



Arriba: Encendiendo la lumbre.
Centro: Asando los calvotes.
Abajo: Pelando los calvotes.

Una actividad tradicional que Antonio estuvo realizando hasta pasados los 90 años fue la pesca de truchas. Los últimos años ya pescaba con cañas modernas de fibra pero en épocas pasadas lo había hecho con cañas de bambú por lo que se recreó con él esta actividad.


Arriba: Pescando con la caña.
Abajo: Con el canasto para echar las truchas.
(c) Alonso de la Calle Hidalgo.

Muchas más labores realizadas por Antonio han sido documentadas por su hijo mediante vídeos y fotografías, siendo fundamentales muchas de ellas para ilustrar los artículos de EL CUADERNO DE SILVESTRE.
Tal vez note el lector la falta de la recreación de las actividades ganaderas que Antonio realizó en su juventud pero es preciso tener en cuenta que el manejo de animales por personas extrañas es algo muy complicado y que para un hombre de avanzada edad como Antonio, aunque gozase de buena salud, entrañaban ya ciertos riesgos, motivo por el cual hubo que prescindir de realizar dichas recreaciones.

Recogiendo aceitunas.
(c) Alonso de la Calle Hidalgo.

Pero lo más importante es que gracias a la prodigiosa memoria de Antonio y a su gran capacidad para relatar todas las tradiciones y costumbres antiguas de Guijo de Santa Bárbara, se ha podido recopilar valiosa información para plasmarla en los artículos del blog y que no quede en el olvido.
Y no sólo eso, pues Antonio continuó con la tradición de su madre y sus antepasados al custodiar un archivo familiar de valor incalculable que ha sido la base para que se hayan podido escribir libros como el de ANTONIO JIMÉNEZ GARCÍA. EL ABUELO VIEJO, escrito por Silvestre de la Calle García y Alonso y Raquel de la Calle Hidalgo o LA DEHESA SIERRA DE JARANDA escrito por Silvestre de la Calle García y Alonso de la Calle Hidalgo.

Antonio Jiménez García. El Abuelo Viejo.
Tatarabuelo de Antonio Leandro de la Calle Jiménez.
(c) Retrato pintado por Francisco Martín Rivera.

Antonio Leandro de la Calle Jiménez fue un hombre sencillo, trabajador, muy alegre y al que todo el pueblo quería y respetaba.
En sus últimos años, cuando ya era el más viejo del pueblo y paseaba por la calle, todo el mundo le saludaba y conversaba un ratito con él, conscientes de su gran sabiduría y de que era uno de esos auténticos sabios de antaño que cuando nos dejan, es como si se quemase un valioso libro de valor incalculable por estar lleno de conocimientos que no aparecen en ningún otro lugar del mundo.

Antonio (95 años) y Visitación (90 años) recibiendo la visita del Padre Francisco Torres.
(c) Alonso de la Calle Hidalgo.

Aunque hace dos años que falleció, desde EL CUADERNO DE SILVESTRE y aunque sea a título póstumo, queremos dedicar este sencillo pero sincero homenaje a un gran hombre de esos que sin hacer aparentemente grandes cosas, forjan la historia de nuestros pueblos.

Antonio Leandro de la Calle Jiménez a los 97 años.
(c) Rosa María Rodríguez Leal.


A MODO DE EPÍLOGO.
Muchos lectores ya lo sabrán, pero para quienes no lo sepan diré que Antonio Leandro de la Calle Jiménez era mi abuelo paterno.
Creo que con esto no hace falta añadir más a este artículo pues un abuelo es un abuelo.

Mi abuelo y yo.
(c) Alonso de la Calle Hidalgo.

Fdo: Silvestre de la Calle García.
Cronista Oficial de la Villa de Guijo de Santa Bárbara.

DIONI: CABRERO DE TODA LA VIDA.

Dionisio Prieto Cuarto (n. 1982), Dioni para los amigos, es ganadero de la localidad cacereña de Casas de Millán. Aunque tiene vacas, cochin...