HACE FALTA MÁS GANADO
Todos los años, terribles incendios devastan miles de hectáreas de nuestros montes, bosques y serranías, como el que hace tan sólo unos días calcinaba más de 22.000 hectáreas en la abulense sierra de La Paramera y alrededores.
Cuando esto ocurre, es normal escuchar la frase que sirve de título a este artículo:
HACE FALTA MÁS GANADO.
Rebaño de cabras a las afueras de Pozanco (Ávila)
(c) Miguel Alba.
El ganado extensivo es el mejor medio para mantener el monte "limpio" controlando el crecimiento excesivo de la vegetación y reduciendo así el riesgo de que, en caso de producirse, los incendios forestales sean de escasa magnitud y fáciles de controlar y extinguir.
Pero ¿por qué se dice que hace falta más ganado? ¿no hay suficiente?
Lamentablemente no y antes sí que lo había.
Rebaño de ovejas.
(c) Miguel Alba.
En muchas zonas, también había muchas más vacas y caballos que actualmente aunque en otras regiones este ganado ha mantenido sus censos e incluso ha aumentado bastante aunque son especies con menor capacidad para controlar el crecimiento del matorral.
Vacas en la Sierra de Gredos
(c) Juan Manuel Yuste.
Además, si se trata de ganado lechero, el ganadero deberá ordeñar el ganado al amanecer, sacarlo luego a pastar y volver a encerrarlo al atardecer para, en muchos casos, volver a ordeñar.
Maribel Sánchez Vadillo ordeña sus cabras antes de sacarlas al campo.
(c) Alonso de la Calle Hidalgo.
Las vacas y los caballos, son más independientes y en determinadas épocas pueden permanecer solos en los pastaderos durante mucho tiempo con visitas esporádicas salvo en determinadas épocas del año como durante la paridera y crianza de los terneros y potros, especialmente en las zonas donde abunda el lobo.
Si se trata de vacas extensivas sometidas a ordeño, lo cual cada vez es menos frecuente, el manejo será similar al descrito para las cabras y ovejas.
Vacas Frisonas en extensivo en Aldeanueva de la Vera (Cáceres)
(c) Ana Belén Bermejo Pérez.
Pero la causa del descenso de ganado extensivo, no hay que buscarla en que su manejo requiera mucho tiempo o, como se dice en el argot ganadero, sea un trabajo "muy esclavo".
Al verdadero ganadero, poco le importa levantarse antes del amanecer y acostarse ya de madrugada por tener que estar atendiendo a sus animales.
El problema es el precio percibido por los productos generados que, aunque de una calidad inmejorable por producirse de forma natural, se pagan muchas veces a un precio que apenas supera los costes de producción.
Vaca Pirenaica con sus terneros.
(c) Leire Amundarain.
Por poner un ejemplo, el precio de los terneros ha cambiado muy poco en los últimos 20 años mientras que los costes de producción han subido muchísimo, siendo el margen de beneficio cada vez más reducido.
Además de eso, en épocas pasadas, ciertos productos como la leche, el queso o los huevos eran vendidos directamente por el ganadero al consumidor bien fuese en su casa o casa por casa o bien en ferias y mercados locales o comarcales que tenían lugar una vez por semana en los pueblos de mayor tamaño.
Tía Benigna Blázquez haciendo queso de cabra en Guisando (Ávila)
(c) Alonso de la Calle Hidalgo.
Sin duda muchos lectores recordaran aquella época en la que se iba a comprar el riquísimo queso artesano a casa de los cabreros que lo pesaban en las clásicas romanas de platillo y pilón o cuando se iba con la lechera metálica a comprar la leche a casa de los vaqueros, quienes la medían con el cuartillo.
Se aprovechaba muchas veces para comprar a estos mismos ganaderos una docena de huevos.
Cadena comercial más corta, imposible.
Cesta de huevos.
(c) Silvestre de la Calle García.
Respecto a la carne, rara vez el ganadero mataba sus animales y los despiezaba, aunque lo habitual era que se los vendiese al carnicero del pueblo que los mataba y vendía en su carnicería.
Aún así, pequeños animales como cabritos, corderos, cochinillos, conejos o pollos eran vendidos directamente por el ganadero y lo mismo ocurría con
productos de la matanza del cerdo.
productos de la matanza del cerdo.
Pero todo eso cambió y pasó a la historia. Por exigencias sanitarias y burocráticas, estas cosas se acabaron prohibiendo y el ganadero pasó a tener que vender la materia prima (leche y animales vivos) a la industria que después de diversos procesos de transformación, hacía que llegase al consumidor.
Ya había muchos intermediarios y todos querían obtener beneficio como es lógico, pero el consumidor no quería pagar precios elevados por un producto que antes costaba mucho menos.
¿Solución?
Pagar poco al ganadero para evitar que al final de la cadena, el producto fuese caro.
Cabra Azpi Gorri con su cabritillo.
(c) Ibai Menoyo.
El ganadero tenía que aceptar el precio de la industria o se quedaba sin vender el producto y, si lo vendía como se llevaba haciendo siglos, se exponía a recibir una sanción que podía arruinarle la vida.
Si el ganadero protestaba, la industria no se preocupaba. Se traía el producto de otros países donde fuese más barato y asunto arreglado.
Oveja con su cordero.
(c) Alonso de la Calle Hidalgo.
Ovejas de aptitud lechera en estabulación.
(c) Silvestre de la Calle García.
Llegamos así al punto actual. Muchas superficies de nuestros montes, que antaño sirvieron de pastizales para ovejas, cabras, vacas y demás animales, hoy están cubiertas por extensos e impenetrables matorrales que, por un lado son un auténtico peligro en caso de incendio y por otro sirven de refugio a especies salvajes como el jabalí que, si no se controlan debidamente, ocasionan grandes destrozos en la agricultura y graves accidentes de tráfico, por no hablar de las enfermedades que pueden transmitir al ganado.
¡Ojo! Que no estamos diciendo que haya que eliminar al jabalí de nuestros montes, que si está ahí, por algo será. Pero sí decimos que hay que controlar su población.
Jabalíes en el zoo de Madrid.
(c) Silvestre de la Calle García.
Por si fuera poco, a esto hay que añadir todavía más cosas. Las continuas exigencias burocráticas para que los ganaderos puedan desarrollar su actividad.
En el pasado, cualquier familia del medio rural español podía tener sin grandes problemas una reducida cabaña ganadera limitada a veces a unas cuantas gallinas, algunas cabras y algún cerdo para de esa forma autoabastecerse de huevos, carne y leche.
Hoy, esto es impensable por la gran cantidad de documentación que se exige al ganadero.
Cabras y gallinas en una pequeña explotación familiar en Navalonguilla (Ávila)
(c) Silvestre de la Calle García.
Si a cualquier ganadero se le exigen numerosos requisitos para desarrollar su actividad, al ganadero de extensivo se le exige mucho más, especialmente si hablamos de ganado trashumante que tiene que transitar a pie o en camiones por diferentes Comunidades Autónomas que, en ocasiones, tienen diferentes legislaciones.
Vacas trashumantes en la calzada romana del Puerto del Pico (Ávila)
(c) Silvestre de la Calle García.
Y aquí hemos llegado a otro problema. Si el ganado extensivo se mantiene siempre en los mismos pastizales, convertirán dichos terrenos en un auténtico desierto y además, habrá que alimentarles cuando no haya pasto con piensos y forrajes.
La trashumancia o movimiento periódico del ganado, permite la regeneración de la vegetación y no causa daños en el suelo.
Vacas Avileñas en los pastizales de verano.
(c) Juan Manuel Yuste Apausa.
Con todo esto, es normal que a la gente "se le quiten las ganas" de tener ganado. No hay en muchos casos relevo generacional porque es muy difícil vivir de la ganadería extensiva, especialmente si se trata de explotaciones pequeñas que, para ser rentables, dependen de las subvenciones de Europa, hecho que no puede permitirse.
¿Cuál es la solución real a todos estos problemas para que pueda haber más ganado en nuestros montes?
PAGAR AL GANADERO EL PRECIO JUSTO.
Piara de cabras Veratas en Robledillo de La Vera (Cáceres)
(c) Silvestre de la Calle García.
¿Y cómo podemos nosotros solucionar esto? Pues muy fácil. Tenemos la sartén por el mango realmente pues si esperamos a que los políticos tomen medidas....
Como consumidores debemos consumir productos ganaderos cuyo origen esté lo más cerca posible de nuestro lugar de residencia.
Si se puede, esos productos deberán proceder de ganadería extensiva pues de esta manera contribuiremos a que este sistema de explotación no desaparezca e incluso que, al aumentar la demanda, aumente el número de cabezas de ganado en nuestros montes, consiguiendo así la limpieza de los mismos y reduciendo el riesgo de incendios.
Cabras en pastoreo en la sierra de Guijo de Santa Bárbara (Cáceres)
(c) Silvestre de la Calle García.
Por lo tanto, queridos lectores, consumiendo carne, leche, queso... procedentes de ganado extensivo, que muchas veces cuentan con marcas de calidad de diversa índole, contribuimos al mantenimiento de un sistema de explotación tradicional, a la fijación de población en el medio rural y a la prevención de los incendios forestales en los espacios donde pasta el ganado.
Piara de cabras.
Si hubiese más cabras en nuestros montes, mejor nos iría en muchos aspectos.
(c) Cristofer Flores.
Fdo: Silvestre de la Calle García.
Técnico Forestal.
Nota: Pido perdón a los lectores si este artículo ha quedado un poco abigarrado con tantos temas y conceptos diferentes pero en definitiva relacionados.
Si tenéis cualquier duda, no dudéis en contactar conmigo a través de las diversas redes sociales y estaré encantado de aclararos cualquier asunto sobre este tema aunque yo soy más de hablar las cosas tomando un café con perrunillas.
cuanta razon tienes estimado Silvestre, sobretodo cuando veo nuestra querida sierra, que diferencia de cuando habia esas pastorias de cabras ahora....un fuerte abrazo
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