EL ZORRO Y LOS GANADEROS.

El zorro es uno de los animales más emblemáticos de nuestra fauna, siendo muy famoso por su gran astucia que es recordada en cuentos, historias y dichos populares. El medio rural, la relación entre el zorro y el hombre es muy estrecha y en cierta medida tensa, sobre todo cuando hablamos de ganaderos y especialmente de aquellos que mantienen ganado menor como aves, conejos, cabras u ovejas aunque también el ganado mayor puede sufrir ante la presencia de este animal.

Zorro común o rojo.
(c) Miguel Alba Vegas.

El zorro común o rojo es un mamífero perteneciente al orden de los carnívoros y a la familia de los cánidos al igual que los lobos o los perros domésticos pero pertenece a un género diferente pues mientras los primeros pertenecen al género Canis, el zorro pertenece al género Vulpes y a la especie Vulpes vulpes.
Esto significa que los zorros no pueden hibridarse o cruzarse con los perros y lobos.

Zorro común o rojo.
(c) Miguel Alba Vegas.

Es un mamífero de tamaño pequeño a mediano. Los zorros de la península Ibérica miden 58-77 cm de longitud más 32-48 cm de la cola y pesan entre 5 y 10 kilogramos.
A nivel mundial, la especie se distribuye ampliamente por Europa, Asia y gran parte de Norteamérica, encontrándose también en el norte de África y habiendo sido introducido en Australia por los británicos para controlar la plaga de los también introducidos conejos, lo que constituyó el mayor desastre ecológico de la Historia.

Zorro común o rojo.
(c) Miguel Alba Vegas.

En la península Ibérica está presente en todo el territorio habitando todo tipo de ambientes desde las zonas esteparias y semidesérticas hasta las zonas montañosas, pasando por bosques de todo tipo, áreas agrícolas e incluso en ambientes urbanos y suburbanos donde ha aprendido a sobrevivir y prosperar.

Zorro común o rojo.
(c) Miguel Alba Vegas.

Fundamentalmente crepuscular y nocturno, vive en parejas o en pequeños grupos de 1 macho y 3 ó 4 hembras aunque si ocurre esto, sólo suele reproducirse la hembra dominante. 
Excava madrigueras conocidas como zorreras donde cría a sus cachorros, los cuales nacen en primavera, siendo las camadas medias de 4-6 zorreznos aunque esta cifra varía dependiendo de la disponibilidad de alimento.

Zorro común o rojo.
(c) Miguel Alba Vegas.

Aunque pertenezca al orden de los carnívoros, el zorro es un animal oportunista que puede alimentarse de cualquier cosa desde roedores y conejos, que constituyen sus presas predilectas, a insectos y frutos, no desdeñando la carroña y rebuscando en la basura y los vertederos en áreas densamente humanizadas.
El que las presas fundamentales del zorro en condiciones normales sean los pequeños mamíferos es algo muy beneficioso en ocasiones puesto que así ayuda a controlar las explosiones demográficas periódicas de ciertas especies como los topillos o conejos que tanto daño causan a las cosechas en no pocas ocasiones.

Ratón.
(c) Miguel Alba Vegas.

Entre sus depredadores naturales figuran el lobo, el lince y las grandes rapaces pero la escasez de estos animales debido en gran parte a la acción humana, hacen que en muchos lugares el zorro no cuente prácticamente con enemigo alguno lo que obliga a controlar sus poblaciones para evitar la superpoblación que ocasionaría daños tanto a la propia especie y al medio natural como a las actividades humanas entre las que se encuentra la ganadería.

Lobo ibérico.
(c) Javier Bernal Corral.

Si la población de zorros fuese excesivamente elevada en un área concreta, disminuirían los recursos alimentarios por lo que los animales tendrían dificultad para encontrar comida y tendrían que arriesgar su vida para hacerlo recorriendo largas distancias o entrando en conflicto con los humanos como más adelante veremos. Además, esto produciría la muerte por inanición o hambre de muchos zorreznos y los que lograsen sobrevivir así como los adultos, estarían debilitados y podrían sufrir graves enfermedades y epidemias que acabarían diezmando su población.


Zorro rojo.
(c) Miguel Alba Vegas.

Al haber muchos zorros, cazarían muchas presas y disminuiría la biodiversidad de los ecosistemas llegando a provocar en casos extremos la extinción de algunas especies como ocurrió, tal y como señalamos anteriormente, en la isla de Australia, donde los zorros introducidos para cazar conejos, optaron por cazar presas que opusiesen menor resistencia como los marsupiales autóctonos. 
Naturalmente, esto no ocurre en nuestras latitudes porque el zorro y sus presas son autóctonos pero sí que puede notarse la influencia de los zorros al depredar sobre algunas especies en peligro de extinción e incluso de algunas que no lo están como ciertas aves que anidan en el suelo como las perdices.

Perdiz roja.
(c) Alonso de la Calle Hidalgo.

El exceso de la población de zorros, llevaría a la especie a entrar, aún más si cabe, en contacto con el hombre y ocasionando ciertos daños a actividades económicas como la caza, la agricultura y por encima de todo la ganadería, además de ser un vector de transmisión de enfermedades como la rabia. Los zorros son ya los animales de gran tamaño atropellados con mayor frecuencia en carreteras donde pueden llegar a provocar accidentes cuando los conductores intentan esquivarlos o evitar los atropellos.

Zorro en una carretera.
(c) Miguel Alba Vegas.

Como decimos, la actividad humana en la que más interfieren los zorros, es en la ganadería extensiva o semiextensiva ya que estos animales depredan con gran frecuencia sobre aves de corral, conejos y crías de diversos mamíferos domésticos como los cabritos o los corderos.

Oveja con su cordero recién nacido.
(c) Alexis Ávila Pulido.

Desde tiempo inmemorial, el hombre ha tratado de defender a su ganado de los depredadores, seleccionando para ello perros de guardia y defensa como los grandes mastines que eran capaces de enfrentarse en la península Ibérica como animales tan grandes como los osos y los lobos y que con su potente ladrido ahuyentaban a los zorros y otros pequeños carnívoros.

Pareja de mastines.
(c) Silvestre de la Calle García.

Sin embargo, y dado que estos perros eran difíciles de mantener por los pequeños ganaderos, en aquellas zonas donde los ataques de osos y lobos eran poco frecuentes o donde estas dos especies desaparecieron debido a la alteración de su hábitat y a la caza abusiva, los ganaderos mantenían junto a sus animales pequeños perros, a menudo de raza indefinida, que con sus ladrillos ahuyentaban a los zorros. También servían para esto los pequeños careas.

Careas Castellano-Manchegos.
(c) Javier Bernal Corral.

También se recurría a la construcción de refugios para los animales en pleno campo, sobre todo para las gallinas y otras aves y para los corderos y cabritos.
Utilizando los materiales del entorno tales como piedra y materia vegetal, se levantaban edificaban pequeños chozos para encerrar a los animales durante la noche e impedir la entrada de los zorros.

Pequeño chozo utilizado como gallinero.
(c) Alonso de la Calle Hidalgo.

En muchas ocasiones, los cabritos y corderos pernoctaban en el campo junto a sus madres las cuales los protegían de los zorros pero para evitar que en un descuido de las ovejas y cabras el carnívoro arrebatase alguna cría, los ganaderos dejaban a los perros durmiendo junto al ganado e incluso ellos mismos dormían al raso o en diversos refugios, a menudo portátiles, junto al rebaño.

Mampara utilizada por los pastores para dormir junto al rebaño.
(c) Silvestre de la Calle García.

Durante el día, las crías acompañaban a las madres durante el pastoreo, pero en ocasiones, especialmente cuando eran demasiado pequeños, permanecían agrupados en el lugar donde dormía el rebaño sujetados con una cuerda que por un extremo se ataba a una extremidad del animal y por otra a un clavo o palo hincado en el suelo.

Cabritos sujetados con una cuerda.
(c) Jorge Escudero.

En otros lugares, se encerraba durante la noche al ganado en construcciones más sofisticadas y las crías no salían al campo hasta que tenían el tamaño y peso suficientes para no poder ser apresadas por los zorros.

Cabritos en el interior de un corral.
(c) Alonso de la Calle Hidalgo.

Actualmente, aquellos ganaderos que mantienen el ganado de forma extensiva y tradicional, optan por ingeniosas soluciones para tratar de evitar el ataque de los zorros, especialmente en el caso de los corderos.
Una medida cada vez más extendida es colocar al cuello de los corderos un trozo de cinta de balizar con franjas blancas y rojas. El movimiento y el sonido que produce la cinta con el viento y con el propio movimiento de los corderos, ahuyenta al zorro.

Corderos con collar de cinta.
(c) Gonzalo Lorenzo Gómez.

Otros ganaderos optan por colocar a los corderos un pequeño peto fabricado con un trozo de saco. Tras cortar un trozo de saco dándole forma cuadrangular, se practica un orificio en el centro y se mete la cabeza del cordero. Actúa del mismo modo que el collar de cinta pues con su sonido, ahuyenta a los zorros.

Corderos con peto de saco.
(c) Abel Pache Gómez.

Pero algunos ganaderos, aunque manejan el ganado de forma extensiva, prefieren recurrir a encerrar tanto a las hembras como a las crías en naves, cobertizos y edificaciones a las que el zorro no puede acceder de ninguna forma.
Durante el día, las ovejas y cabras salen a pastar al campo mientras que las crías permanecen encerradas esperando la llegada de la noche para pasarla con sus madres y así poder ser amamantados.

Cabritos en un corral.
(c) Dioni Prieto Cuarto.

Sea como fuere, durante la época de paridera y si las hembras pastan en el campo aunque sólo sea durante el día, los ganaderos deben vigilar que ninguna cabra u oveja se queden atrás durante el careo o por la noche y que paran en el campo ya que en ese momento son sumamente vulnerables, especialmente en el caso de los partos dobles o múltiples.
Los zorros acuden atraídos por el olor de la sangre y la placenta y puede devorar fácilmente a un cordero o cabrito que aún no se sostenga en pie o no se mueva con suficiente soltura.

Cabra con cabritos recién nacidos.
(c) Dioni Prieto Cuarto.

Las gallinas y demás aves de corral se mantienen en pequeños recintos cercados con paredes o malla metálica y sólo se dejan sueltas en el campo durante el día si se tiene plena seguridad de que no van a ser atacadas por el zorro ni otros depredadores pues, aunque el zorro es un animal nocturno, en muchos lugares no tiene miedo al hombre y puede cazar también de día.

Gallinas en el campo.
(c) Alexis Ávila Pulido.

Si no se tiene seguridad de esto, las gallinas se dejan encerradas durante el día en los citados recintos y por la noche, para más seguridad, se las encierra en construcciones a las que ni el zorro ni otros animales pueden acceder.

Gallinas protegidas por una malla metálica.
(c) Silvestre de la Calle García.

Los animales de mayor tamaño suelen estar a salvo del zorro aunque en ocasiones algún ternero o potro recién nacidos, enfermos o débiles pueden llegar a ser atacados por los zorros si las madres están descuidadas, algo que es menos frecuente en el caso de los cerdos dada la fiereza de las cerdas reproductoras.

Vaca con su ternero.
(c) Gonzalo Lorenzo Gómez.

La población de zorros era controlada inicialmente por sus depredadores naturales como quedó expresado anteriormente, pero al eliminar el hombre a estos animales debido a que también ocasionaban daños a la ganadería, los zorros comenzaron a ser cada vez más abundantes ya que todas o gran parte de sus crías lograban llegar a la edad adulta.

Zorro común o rojo.
(c) Miguel Alba Vegas.

El hombre tuvo que asumir las propias consecuencias de su gestión y controlar la población de zorros mediante la caza utilizando diferentes métodos, la mayoría de ellos hoy prohibidos, como los cepos, los lazos, diversas e ingeniosas trampas o el terrible veneno así como las armas de fuego.
En muchas comarcas ibéricas existía la figura del alimañero que se dedicaba a cazar todo tipo de alimañas o animales "dañinos" recibió gratificaciones por parte de los vecinos e incluso de la Administración pública, llegando en algunos casos los propios Concejos o Ayuntamientos a contratar los servicios de estos profesionales.

Cepo utilizado antiguamente para cazar zorros.
(c) Silvestre de la Calle García.

Aunque la desaparición o disminución de sus depredadores naturales supuso un aumento considerable de la población del zorro, lo que más favoreció el desarrollo de esta especie fue el progresivo abandono del campo y de la ganadería tradicional que acarreó un mayor desarrollo del matorral unido a la proliferación de los basureros y vertederos mal controlados o gestionados.
Todo esto ha llevado a que el zorro, al contario que ocurre con otras especies, sea cada vez más abundante.

Las zonas de roquedo y matorral son ideales para el zorro.
(c) Dioni Prieto Cuarto.

Actualmente, el zorro es considerado oficialmente especie cinegética en toda la España peninsular, cazándose bien con armas de fuego en diversas modalidades o con perros adiestrados para cazarlo en sus madrigueras. También se colocan a menudo jaulas trampa selectivas en aquellas regiones donde los zorros causan daños o son excesivamente abundantes para proceder luego a su liberación en otras áreas.
Como en el caso de cualquier otra especie cinegética, el zorro no puede ser cazado libremente, sino que su caza debe llevarse a cabo en los periodos y terrenos autorizados por la Administración.

Zorro común o rojo.
(c) Miguel Alba Vegas.

Pese a que el zorro era considerado como un animal "dañino" también se sacaba provecho de él, especialmente de sus pieles que eran sumamente valoradas para diversos usos criándose hoy en día en algunos lugares del mundo en granjas para la producción de piel y no depender así de la caza de la especie, lo cual genera ciertas polémicas en las que no vamos a entrar.
En épocas pasadas, a menudo en tiempos de penuria, el zorro era cazado también para aprovechar su carne, considerada por muchos como una de las más exquisitas que existen y preparándose guisada o en forma de tasajos (carne adobada y secada al aire y/o al humo).

Tasajos.
(c) Óscar Nunes Pérez.

Antes de terminar, incluimos el testimonio del ganadero Juan García García (1927-2012) de la localidad cacereña de Guijo de Santa Bárbara, donde fue además durante tres décadas administrador de la Dehesa Sierra de Jaranda, finca con una gran población de zorros:

"Aquí siempre hubo muchos zorros, o zorras como decimos nosotros. Había que cazarlos porque si no hacían mucho daño sobre todo en los gallineros y los corrales de las cabras en tiempo de paridera. Como los animales no estuviesen bien cerrados, te la liaban.
Las gallinas, lo mismo en el pueblo, que en las fincas o en la sierra, se cerraban por la noche en gallineros y para los chivos se hacían chiveros de tablas en los corrales pero aún así había que vigilar que no hubiese agujeros en las paredes por donde pudieran entrar los zorros, que a veces saltaban hasta por el tejado.
Recuerdo que una vez se empicaron a los chivos de mi abuela y tuvimos que poner un lazo para cazarlos. En poco tiempo cazamos un macho, una hembras y tres zorrillos ya grandecillos. Mi abuela los desolló y guardó las pieles para vendérselas al pielero que las pagaba mejor que las de los chivos. La carne nos la comimos. Estaba muy buena. Para mí es de las mejores que he comido nunca y de carne entiendo bastante porque fue carnicero algún tiempo y además he comido hasta carne de camello cuando estaba en Melilla."

Juan García García.
(c) Alonso de la Calle Hidalgo.

"En Guijo de Santa Bárbara siempre ha habido muchos zorros pero es verdad que antes había menos que ahora porque había lobos y se encargaban de ellos. Además estaba el campo limpio y no había tanto monte ni tantos zarzales como ahora.
Como ya no hay tantas cabras y están cerradas en buenos corrales, a lo que más van es a las gallinas. En las fincas hay que tener buenas granjas de tela metálica porque hasta de día y con sol te las pueden matar como me ha pasado a mí alguna vez. De noche, hay que cerrarlas en gallineros donde no haya ningún bujero porque si no empiezan a escarbar y entran ellos o cualquier otro bicho. Por eso es mejor tener las gallinas en el pueblo y si se tienen en el campo, no tener gallo porque los gallos llaman a las zorras".

Gallo cantando.
(c) Silvestre de la Calle García.

CONCLUSIONES FINALES.
Puede pensar el lector de este artículo que tanto los ganaderos como el propio autor consideran al zorro como un animal pernicioso al que hay que eliminar a toda costa. Nada más lejos de la realidad.
Como cualquier especie animal, el zorro cumple una importante función medioambiental al ser un depredador que controla la población de otras especies que, de otro modo causarían daños importantes. Además, el zorro juega un papel como presa de otros carnívoros de mayor parte convirtiéndose en parte importante de su alimentación. 

Zorro común o rojo.
(c) Miguel Alba Vegas.

Por estos motivos, debe ser conservado pero también se debe controlar  su población cuando los daños a las actividades humanas y especialmente a la ganadería sean demasiados. No debemos olvidar que tanto animales como humanos compartimos el medio rural y que todos tenemos derecho a vivir, siendo la ganadería una actividad básica para la producción de alimento y el medio de vida de numerosas familias.

Cabra con sus cabritillos en una zona donde abundan los zorros.
(c) Dioni Prieto Cuarto.


NOTA FINAL DEL AUTOR.
Este artículo ha sido escrito por deseo de la ganadera Sandra Rodríguez Sánchez, de la localidad cacereña de Serradilla.
Durante años, Sandra y su pareja José Carlos Muñoz Arias fueron ganaderos, manteniendo un rebaño de ovejas en extensivo aunque por circunstancias de la vida tuvieron que vender su ganado para dedicarse a otras actividades.

Oveja con corderos recién nacidos.
(c) Sandra Rodríguez Sánchez.

Los ataques de los zorros al ganado, sobre todo en la época de paridera de las ovejas, eran muy frecuentes siendo especialmente vulnerables aquellos corderos nacidos de madres primerizas o nacidos en partos dobles y múltiples ya que eran animales de menor tamaño, más débiles y podían ser capturados por los astutos zorros en cualquier descuido de la madre.

Oveja con tres corderos.
(c) Sandra Rodríguez Sánchez.

Aunque actualmente no tienen ganado ovino, Sandra y José Carlos mantienen en su finca numerosas aves de corral como gallinas, pavos y patos teniendo que estar especialmente atentos durante la noche para encerrar a los animales y evitar así el ataque de los zorros.

Gallos, gallinas y pava.
(c) Sandra Rodríguez Sánchez.

Los pavos, pese a su gran tamaño, son una presa muy suculenta para los zorros que se las ingenian para cazarlos y llevárselos lejos del gallinero para alimentarse durante varios días o para alimentar a sus cachorros.

Pava y pavo.
(c) Sandra Rodríguez Sánchez.

Los pollitos de las distintas especies son especialmente vulnerables al ataque de los depredadores. Hace unos meses, Sandra y José Carlos perdieron un gran número de patitos debido a los zorros y otros depredadores como los meloncillos, de los que hablaremos en otra ocasión.

Pata con sus patitos.
(c) Sandra Rodríguez Sánchez.

Dedicamos este artículo sobre el zorro a Sandra y a José Carlos y también a la pequeña Gala, hija de ambos. Sandra y José Carlos llevan bastante tiempo colaborando de manera muy activa en este blog pues, aunque no son ganaderos en este momento y sólo mantienen aves de corral, son grandes conocedores de la ganadería y la cultura tradicional.

Gala, Sandra y José Carlos.

Agradecimientos:
A todas las personas que han colaborado en la redacción y montaje de este artículo y de una manera especial a MIGUEL ALBA VEGAS por las excepcionales fotografías de zorros incluidas en el artículo.

Fdo: Silvestre de la Calle García.
Técnico forestal.
Cronista Oficial de la Villa de Guijo de Santa Bárbara (Cáceres).

Comentarios

  1. Muy buen artículo. Muchas gracias, Silvestre. Descubrí tu cuaderno hace no mucho, pero me he vuelto lector asiduo. Enhorabuena por tu trabajo. ¡Saludos desde Soria!

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