LA REAL CABAÑA DE CARRETEROS DE GREDOS.


Durante miles de años, se han utilizado en todo el mundo animales para el transporte de cargas de todo tipo. Al principio, las cargas se transportarían a lomo o arrastradas con diversos artilugios, lo que dificultaba el transporte de grandes cargas y el recorrido de largas distancias.                                                     Desde la invención de la rueda, que sin duda fue uno de los hitos más importantes de la historia de la Humanidad, se comenzó a utilizar el carro en aquellas zonas en las que la orografía lo permitía. Para ello, tuvieron que comenzar a construirse caminos adecuados para salvar las montañas, utilizando las rutas que durante miles de años habían utilizado los herbívoros silvestres primero y los domésticos después para trasladarse por los pastizales y cruzar las grandes cordilleras.

    Lógicamente, para el tiro de grandes carros, se requerían animales de gran tamaño y que tuviesen mucha fuerza, siendo a la vez dóciles y de paso seguro. Ningún animal se adaptaba a esto mejor que la vaca. Pero las hembras tenían que criar a sus terneros y durante una parte del año no podían ser por tanto utilizadas para que descansasen durante los últimos meses de preñez y para que tras el parto gastasen la energía en producir leche para el ternero y también para el ordeño. Los toros enteros o sin castrar, solían ser muy difíciles de manejar por lo que pronto el hombre aprendió que castrando a los terneros, se convertían en animales dóciles y además crecían más que los propios toros enteros por lo que tenían mucha más fuerza y velocidad. Frente a los "paticortos" toros, los bueyes tenían unas patas mucho más largas y fuertes, sobre todo si se castraban cuando aún eran muy jóvenes. Con todo, era preciso conocer el momento idóneo de la castración pues si se hacía demasiado pronto, los animales resultaban excesivamente "patilargos" y huesudos y no tenían bien desarrollada la musculatura y si por el contrario esta práctica se llevaba a cabo demasiado tarde, el resultado sería un animal fuerte pero pequeño. Pero cuando el hombre dominó la técnica de la castración y la fabricación de los aperos idóneos, logró un verdadero hito en la historia de la ganadería y del transporte.

Manuel Yuste, de Barajas, posa junto a la yunta de vacas Avileñas de su hijo Juan Manuel en el Puerto del Pico. 
(C) Silvestre de la Calle García.

    La agreste Sierra de Gredos ha estado poblada desde el paleolítico a juzgar por los restos encontrados en diversos puntos de la zona, muy especialmente en el valle del Tormes y en concreto cerca de los actuales pueblos de El Barco y El Tejado-Medinilla. Encontramos en torno al Cerro del Berrueco, entre estas dos últimas poblaciones, restos de poblamiento correspondientes a los últimos milenios. Los primeros pobladores de la zona fueron sin duda cazadores y recolectores que aprovecharían la abundante caza de la zona pero poco a poco irían convirtiéndose en una población sedentaria dedicada a las actividades agrícolas y ganaderas aunque sin abandonar nunca la caza y la pesca, actividades vitales en esta serranía casi hasta nuestros días.

    Ya en la época romana, encontramos numerosos restos de poblamiento en la zona de El Barco. Sin duda alguna, para aquellos pobladores, la vaca fue un animal vital del que obtenían todo lo necesario para su subsistencia, complementando la ganadería con el cultivo de cereales y legumbres (lentejas, habas, garbanzos pero no las célebres judías del Barco que son de origen americano). 

La población no debía ser muy numerosa y los valles altos del Tormes y del Alberche estarían prácticamente despoblados o serían ocupados solamente durante el breve periodo estival por ganaderos "trashumantes" que aprovecharían los pastos de las áreas despejadas. Estas zonas estaban cubiertas por densos pinares y el suelo era poco apto para la agricultura, salvo para el cultivo de centeno. El riguroso invierno, obligaba a los ganaderos a trasladarse con sus animales para que no pereciesen de hambre y de frío.

Sin embargo, poco a poco, algunos de aquellos ganaderos se atrevieron a permanecer en invierno en las zonas altas, construyendo rústicos albergues que fueron el germen que daría origen a los pueblos que actualmente conocemos. Construyeron casas para ellos y casillas para encerrar al ganado durante los temporales de lluvia y nieve.

Una antigua tradicional oral transmitida de generación en generación, dice que los pueblos más antiguos sería El Barco, Navacepeda y Hoyocasero, siendo los demás pequeñas aldeas. Durante siglos, Gredos se vio en "tierra de nadie" entre los reinos cristianos al norte y los musulmanes al sur, por lo que no era un lugar seguro para vivir y prosperar. Además de eso, la sierra y sus abundantes masas boscosas eran un refugio perfecto para osos, lobos, jabalíes y todo tipo de animales que dificultaban la vida de los ganaderos y agricultores.

Una vez reconquistadas estas tierras, fueron repobladas por el conde Raimundo de Borgoña y poco a poco la población se fue asentando y aumentando.

Juan Manuel Yuste Apausa cerca de San Bartolomé de Tormes con su yunta de bueyes bardinos, antiquísima variedad de la raza Avileña-Negra Ibérica que fue muy abundante en la sierra de Gredos. Al fondo, la Sierra de Gredos. 
(C) Alonso de la Calle Hidalgo.

    A finales del siglo XV, la población en la zona debía ser ya bastante numerosa y los pueblos comenzaban a construir sus magníficas iglesias para lo que eran vitales las vacas y bueyes que arrastraban piedra y madera, necesarias para erigir esas espectaculares edificaciones como la iglesia de Navacepeda de Tormes que, posiblemente, sea una de las más antiguas del Alto Tormes si exceptuamos la imponente iglesia de El Barco.

    Los productos conseguidos de la ganadería y de la modesta agricultura cerealista, permitían a estos serranos subsistir pero prosperar poco. Pronto comprendieron que la madera de los extensos pinares era la principal solución para poder prosperar adecuadamente. Las ciudades del reino estaban en pleno crecimiento y se precisaba madera para la construcción. Además, en esas obras podían necesitar también carreteros para llevar materiales desde las canteras, por lo que los ganaderos, una vez sembrado el centeno en otoño, cargaban sus carretas de madera y salían del pueblo rumbo a Ávila, Salamanca o Toledo, regresando al año siguiente poco antes de la siega del centeno y de los prados.

En 1490, carreteros y arrieros de toda Castilla participan en la Guerra de Granada y en el Cerco de Baza aparecen ya 800 carretas con sus bueyes pertenecientes a ganaderos del Sexmo de la Sierra, en el Valle del Alto Tormes y del Alto Alberche, integrado  por los pueblos de Navarredonda y Barajas, Hoyos del Espino, San Martín del Pimpollar, Garganta del Villar y San Martín de la Vega del Alberche.

Antes de nada, aclararemos que 1 carreta estaba compuesta por 3 bueyes. 2 iban uncidos al yugo y tirando de la carreta y el otro se llevaba suelto para ir alternándose con los otros, recibiendo el nombre de buey de "revezo". De esa forma, siempre había un animal descansando. Por lo tanto, 800 carretas equivalen aproximadamente a 2400 bueyes. 

Es una cifra realmente considerable aunque se queda corta al tener en cuenta que los pueblos carreteros de Burgos-Soria alcanzaban las 6000 carretas (18000 bueyes) y pueblos como Hontoria del Pinar o Molinos de Salduero, alcanzaban casi las 800 carretas. 

Yuntas de bueyes de la Real Cabaña de Carreteros de Gredos junto a las murallas de Ávila. (C) Alonso de la Calle Hidalgo.

    En 1497, los Reyes Católicos, para reconocer la labor realizada por los carreteros del reino de Castilla en la contienda contra el Reino Nazarí de Granada transportando todo tipo de pertrechos y mantenimientos, crearon la REAL CABAÑA DE CARRETEROS, TRAJINEROS, CABAÑILES Y SUS DERRAMAS  que tuvo vigencia hasta la abolición de todos los Privilegios Reales en 1836. El funcionamiento de esta organización, que también agrupaba a los carreteros de Burgos-Soria y de la serranía de Cuenca, era semejante al del HONRADO CONCEJO DE LA MESTA, creado por orden del Rey Alfonso X.

    Los Reyes Católicos y los sucesivos monarcas, concederían numerosos privilegios a los carreteros puesto que servían a la Corona en momentos de necesidad. Para empezar, gozaban los carreteros de libertad de movimientos por todo el Reino y sus bueyes podían pastar y beber en los terrenos por los que pasaban siempre y cuando respetasen los prados de guadaña, las viñas, los panes (tierras de cereal), los huertos y olivares y las dehesas.                            También podían cortar madera para reparar las carretas y hacer fuego para calentarse y cocinar sin ser penados por ello.                                                            Los bueyes que llevasen sueltos para realizar los cambios con los otros de la carreta, quedaban exentos de pagar montazgo y portazgo siempre y cuando se llevase un sólo buey suelto por cada carreta.                                                           Estaban los jóvenes carreteros exentos de realizar servicios en la milicia puesto que su actividad era esencial para el abastecimiento de las tropas y de la Corona en caso de necesidad, por lo que ya prestaban suficientemente ducho servicio.


Los Carreteros de Gredos frente a la iglesia de San Pedro, en Ávila, con motivo del día de San Antón para bendecir a los animales. Los bueyes de Gredos fueron claves para la construcción de las iglesias, catedrales y palacios de Ávila y Salamanca.
(C) Alonso de la Calle Hidalgo.

    Los carreteros de Gredos, ya estaban plenamente organizados y durante los siglos XVI y XVII poco a poco irían cobrando importancia. No eran simples ganaderos que con una carreta se dedicaban a realizar modestos viajes, sino que se convirtieron en auténticos "empresarios del transporte". Así en 1708 encontramos que en Navarredonda y Barajas había 480 carretas y Hoyos del Espino 140. En total sumaban el 60% de las alrededor de 1000 carretas de todos los pueblos del Sexmo que se repartían entre un total de 350 carreteros. Los más poderosos eran los de Navarredonda y Barajas, donde figuraban censados 91 carreteros con una media de casi 5 carretas (15 bueyes) por carretero. 

    Unos años más tarde, en el Catastro de Ensenada, se dice que en Navarredonda-Barajas había 347 carretas tiradas por 984 bueyes y vacas. Los carreteros poseían desde media carreta el que menos (por lo tanto sólo tenía 1 buey) y 22 carretas el que más. 

    En 1787, la Corana demanda carretas para conducir 40.000 fanegas de trigo a Sevilla. Los carreteros de Gredos aportaron 600 carretas repartidas de la siguiente forma:

- Navarredonda-Barajas: 188 carretas.

- Hoyos del Espino: 123 carretas.

- San Martín del Pimpollar: 95 carretas.

- Garganta del Villar: 80 carretas..

- San Martín de la Vega del Alberche: 115 carretas.


Diego Torres con su yunta galana y el carro cargado en las eras de Barajas.
(C) Silvestre de la Calle García.

    Pero no sólo realizaban portes por encargo de la Corona. Los Carreteros de Gredos salían de sus pueblos transportando madera y carbón vegetal con destino a las grandes ciudades. Para no entrar en conflicto con los carreteros de Burgos-Soria, se dirigían hacia Extremadura y Andalucía occidental. Llegados a Sevilla con la madera, descargaban sus carros y cargaban sal en las salinas de Alcalá del Río. La sal era una mercancía estancada y se necesitaba permiso especial de la Corona para poder transportarla por el Reino. De camino a su tierra, los carreteros pasaban por los principales pueblos y ciudades de Extremadura y descargaban la sal en los alfolíes o casas de la sal, locales desde los que se distribuían la sal al vecindario al precio estipulado en cada momento por la Corona. Cerca ya de Gredos, aprovechaban para cargar vino o aceite destinado al consumo propio o para la venta en los pueblos de origen, aunque de esto solían encargarse más bien los arrieros con sus mulas.

Los carreteros de Burgos y Soria pasaban el invierno en sus pueblos de origen, dedicados a la fabricación de objetos de madera y dejaban sus pueblos en primavera, cuando el tiempo ya era bueno y las lluvias y nevadas remitían facilitando la marcha por la Meseta Norte. 

Sin embargo, los carreteros de Gredos, al dirigirse hacia el sur, funcionaban de una manera totalmente diferente. Según me contaba Manuel Yuste, había oído contar a los viejos de antaño que los carreteros marchaban de casa con los carros cargados de madera en el otoño, una vez que habían quedado labrada la tierra y sembrado el centeno. Permanecían de viaje hasta el verano, regresando a casa en fechas próximas a San Juan. Así estaban en sus pueblos de origen en la época de mayor trabajo que comenzaba con la siega y recogida del heno y seguía con la siega y trilla del centeno. Para todas estas labores, solían acudir segadores de otras regiones como las Hurdes extremeñas e incluso de León, Galicia y Portugal.
Tras la trilla, se araba nuevamente la tierra o se dejaba en barbecho pero otras zonas u hojas, eran aradas y  sembradas. Este sistema de alternancia por hojas, permitía que el ganado pastase en las tierras barbechadas y no entrase en los sembrados y a la vez, permitía el descanso de la tierra.

Cuando el centeno ya quedaba sembrado, no precisaba prácticamente cuidados salvo la constante vigilancia para que el ganado no invadiese los sembrados. Antes de que el tiempo empeorase, los carreteros partían hacia el sur. El punto más peligroso era la llegada hasta lo alto del Puerto del Pico porque si había mucho barro en algunas zonas, era preciso "encuartar" los carros, es decir, enganchar una segunda yunta para que entre los cuatro bueyes lograsen sacar el carro del barro. Ya en el Puerto del Pico comenzaba el descenso por la calzada que, aunque bien empedrada tenía algunos tramos de mucha pendiente y curvas peligrosas cuando se transportaban los pinos enteros camino de Sevilla como bien relata Alfredo González Tejado en su magnífico libro AIRES DE GREDOS en el que con bonitos dibujos salidos de su excepcional mano, muestra todos estos trabajos carreteros.

Era sin embargo precisamente el invierno la época adecuada para la corta y el aserrado de la madera que transportaban los carreteros pero al no estar en el pueblo, se tenían que valer de alguna solución. Recurrían a temporeros que desde Galicia y el norte de Portugal llegaban a Gredos para cortar los pinos y preparar los tablones y vigas que después y tras un conveniente periodo de secado y curación, serían cargados en los carros y transportados por los carreteros.


Feli Marina Jiménez da de comer a sus cabras en Navacepeda de Tormes. Imágenes como esta serían frecuentes en los tiempos carreteros cuando al no estar los hombres en el pueblo, el ganado quedaba a cargo de las mujeres. Pequeños hatajos de ovejas y cabras eran vitales para complementar la economía de las familias carretereras.
(C) Silvestre de la Calle García.


    A finales del siglo XVIII y principios del XIX, España atravesaba una gran crisis económica y social que se agravaría con la Guerra de la Independencia. Los carreteros, que a la vez eran ganaderos y agricultores, consiguieron ir subsistiendo con la venta directa de lo que producían. Un cultivo al que durante varios siglos no se había dado gran importancia, fue la verdadera solución: la patata. Los pueblos de Gredos, eran idóneos para su cultivo. Los carreteros dedicaban ahora parte de la tierra al cultivo de patatas y al cosecharlas, partían con los carros camino de las ciudades para venderlas. Había poco que comer y las patatas comenzaron a ser muy demandadas. Contaba tío Julio Chamorro que había oído decir a sus abuelos, que a comienzos del siglo XIX, mucha gente se vio obligada a alimentarse incluso de hierbas y de raíces y que hasta la implantación definitiva del cultivo de la patata, mucha gente pasó verdadera hambre.

    En 1836, la Real Cabaña de Carreteros desapareció al abolirse sus privilegios. Sin los privilegios y ante la crisis económica de la nación, la actividad carretera era imposible realizarse como hasta ese momento.

    Pero los carreteros eran expertos ganaderos. Si no podían dedicarse al transporte, se dedicarían a la crianza de ganado. En las tierras cerealistas de las Mesetas, seguían necesitando yuntas de bueyes para la labranza por lo que todo ternero nacido, salvo los mejores que se reservaban como futuros sementales, se destinaban a la venta como novillos ya castrados y a medio domar para ser empleados como bueyes. Las terneras, a excepción de las destinadas a sustituir a las vacas viejas, se vendían muy pronto para carne, proporcionando la denominada TERNERA BLANCA DE CASTILLA que era la categoría comercial cárnica más afamada del mercado español y que con el paso del tiempo daría lugar a la CARNE DE ÁVILA, primera IGP de carne fresca de Europa.


Las vacas de raza Avileña-Negra Ibérica de la Familia Torres, "Los Cerillas", ascienden por la calzada romana del Puerto del Pico camino de los pastos de agostada. Más de 15 días de marcha desde las dehesas del Guadiana hasta los pastos de Gredos. De estas vacas, se obtiene una de las mejores carnes del mundo. 
(C) Silvestre de la Calle García.

    Pero ¿Desaparecieron los bueyes de Gredos? Era poco rentable para el pequeño ganadero y labrador mantener animales de 1 tonelada de peso y que no daban rendimiento productivo apenas. Además comían muchísimo por lo que poco a poco fueron desapareciendo y se sustituyeron por vacas que, casi hasta nuestros días, han sido utilizadas de manera habitual para trabajar en la Sierra de Gredos.

    He tenido la oportunidad de conversar con algunos viejos ganaderos de Gredos que me han contado numerosas historias propias y de sus antepasados sobre el mundo carretero. Hablo a continuación de algunos de ellos y cuento historias que me contaron.

 Tío Julio Chamorro González (1904 - 2010), natural de Hoyos del Espino, se encargó de subir con su padre materiales para la construcción de los refugios de la Sierra. Él y su padre empedraron el camino de las Escaleruelas desde la Plataforma para poder subir con el carro hasta el Refugio del Rey y posteriormente, ya en la posguerra, él se encargó de subir los materiales para construir el Refugio del Club Alpino. También me contaba que en plena Guerra Civil Española, fue a Talavera a llevar carros de patatas con su yunta.

Tío Julio recordaba como a comienzos del siglo XX no había carreteras en Gredos y el transporte de mercancías tenía que hacerse necesariamente con caballerías y carros. Él mismo llevó durante años el correo desde Hoyos del Espino a Navacepeda de Tormes a pie porque no había carretera.  Recordaba también ir hasta El Barco con el carro cargado de patatas y regresar con todo lo que en el pueblo no se podía producir.

Me contaba tío Julio lo siguiente:

Aunque antiguamente hubo más yuntas y carros en Navarredonda y Barajas, en el siglo XIX y principios del XX, ya había más aquí. Por eso dice el refrán: Navarredonda la rica, Barajas la bien nombrada y en Hoyos del Espino de carreteros la fama. 

Con tío Julio Chamorro, guía de caza del Coto Nacional de Gredos. Muchísimas historias me contó sobre carreteros, ganaderos, cazadores... Sin duda alguna ha sido uno de los personajes más trascendentales de la historia de Gredos y yo tuve la inmensa suerte de conocerle y de tratarle. Me dedicó el libro que había escrito recopilando sus memorias. Me dijo también: si te gustan estas cosas, escribe de ellas para que las conozca la gente
(C) Alonso de la Calle Hidalgo.

    Maxi Rollán, natural de San Martín de la Vega del Alberche o "La Vega" como se dice en estas serranías, es conocido y querido en toda la Sierra. Es un hombre alegre y dicharachero al que le encanta contar historias de sus años como trashumante. Miembro del selecto grupo de "Los Vaqueros de la R", que servían en la mítica ganadería del Tío Regino Hernández del pueblo de La Herguijuela, propietario de las mejores vacas Avileñas de la historia. Mucho sabe de trashumancias, cordeles y carros. En "La Vega", su yunta fue una de las últimas que hubo. Maxi me ha contado lo siguiente:

Las yuntas eran necesarias para todo tipo de trabajos. Aún cuando ya existían maquinarias modernas, no siempre había dinero para comprarlas y teníamos que utilizar las vacas y los carros. Para arar los huertos, los teníamos que arar también con las vacas. Al final, ya manteníamos las yuntas ya por capricho y porque nos gustaba tenerlas y acordarnos de lo que habíamos hecho siempre. Las últimas vacas que yo tuve domadas eran una negra y otra bardina. Siempre hubo vacas bardinas en estas sierras. Yo las recuerdo de siempre.


Maxi Rollán con su yunta de vacas Avileñas en San Martín de la Vega del Alberche.
(C) Alonso de la Calle Hidalgo.

    Muy buenos ratos he pasado en "La Vega" con Maxi y su esposa Lumi, quien me contó muchos detalles de la vida de las mujeres de los trashumantes que, al igual que las mujeres de los antiguos carreteros se quedaban todo el año en el pueblo mientras sus maridos estaban en Extremadura. Ellas se hacían cargo de la casa, del cuidado de los hijos y de los mayores, de los huertos y de cuidar el ganado que por diversas razones no trashumaba. Si dura era la vida de carreteros y trashumantes recorriendo media España, dura era también la de estas heroicas mujeres que permanecían todo el año en la sierra. Lumi cuenta:

Los hombres se iban a las dehesas con el ganado y aquí quedábamos las mujeres con los muchachos. Nos teníamos que hacer cargo de la casa, de los huertos y de los animales que se quedaban aquí. Así era la vida. Los hombres en Extremadura tenían que apañarse ellos solos y aprender a cocinar y a lavarse la ropa y a todo. 

Maxi y su esposa Lumi, un matrimonio encantador. 
(C) Alonso de la Calle Hidalgo.
 

    Tío Manuel Yuste, natural de Barajas, también me contó muchísimas historias de su padre y sobre todo de su abuelo Felipe, que fue uno de los últimos carreteros de largo recorrido de la Sierra de Gredos que bajaron con sus carros por la calzada romana del Puerto del Pico. Él mismo bajó con carros, pero ya por la actual carretera camino de la zona de Candeleda e incluso hasta Villanueva de la Vera para vender patatas y subir aceite.                                       En el corral su casa de Barajas, maravilloso ejemplo de la arquitectura serrana, pasé muy buenos ratos escuchando sus explicaciones. Era sin duda un gran sabio, uno de esos viejos de antes que sabían contar muy bien sus vivencias y que disfrutaban haciéndolo. Hombre de educación exquisita y de gran religiosidad, fue uno de los primeros en felicitarme cuando publiqué mi primer libro, que leyó con gran interés.

Me contaba tío Manolo:

Antes había yuntas en todas las casas. Para todos los trabajos se usaban las vacas. Yo ya no he conocido los bueyes. Se tenían vacas porque además de trabajar criaban. Mi abuelo fue de los últimos en bajar el Puerto con la yunta. Mi padre y yo ya bajábamos por la carretera que hay hoy. Yo bajé muchos carros con patatas a toda esta parte de Candeleda y de La Vera.                                                                                                                                             Y para recoger el heno, pues también con los carros y las vacas. Antes no era como ahora. Hoy se recoge el heno sin tocarlo ni siquiera con tantas maquinarias como hay, pero entonces todo a mano. Segar con la guadaña, mover el heno con el calor para que se secase bien, recogerlo en el carro y traerlo a casa para guardarlo en los doblaos de las casillas para echárselo a las vacas cuando no había nada para comer fuera. Y no era como hoy que se dejan las vacas en los prados y se las echa allí. Se las ataba en las casillas y se las echaba el heno a pesebre y claro, había que sacarlas para que bebieran y limpiar las casillas. Un trabajo enorme pero no conocíamos otra manera de hacerlo. Así lo hizo mi abuelo y luego mi padre, y así lo hice yo desde pequeño. Ahora ya no tiene nada que ver. Mi hijo ya lo hace todo con máquinas y es la vida más cómoda y eso me gusta. Da pena a veces que se pierda lo de antes, pero en un sentido hay que avanzar en la vida. 


Tío Manuel Yuste en el corral de su casa junto a los carros.
 (C) Alonso de la Calle Hidalgo.

    Lucio Barajas Sánchez, ganadero y labrador natural de Navacepeda de Tormes, me ha contado también historias de las vacas y las yuntas utilizadas en el pueblo para realizar todo tipo de tareas y me mostró los carros que aún conserva, explicándome las piezas y el modo de uncir una yunta adecuadamente. Lucio es una de las personas más alegres y simpáticas que he conocido y siempre que voy a Navacepeda de Tormes, me gusta hacerle una visita porque siempre tiene alguna historia nueva que contar.

En mi casa teníamos ovejas y éramos varios hermanos. Yo estaba más bien con las ovejas pero me ha tocado también andar con las vacas y las yuntas. En estos últimos años, ya he trabajado con burros pero no aran igual que las vacas y aunque valen para tirar de carros chicos, no es igual. Donde se ponga una buena yunta, que se quite lo demás. Aquí había antes muchas yuntas. En todas las casas por lo menos una y los había que tenían varias. En el tiempo del heno era bonito ver las yuntas venir todas en fila desde los prados al pueblo. Se guardaba todo el heno que se podía en los doblaos de las casillas y de los casillos, pero también se hacían almeales y cuando ya se gastaba el heno, pues se traía con el carro al pueblo para las ovejas y las cabras, que aquí había mucho ganado de esas clases. De esta ribera éramos el pueblo con más cabras. Ovejas también había muchas.

Lucio Barajas junto a uno de sus antiguos carros.
(C) Alonso de la Calle Hidalgo.

    Otra de las personas con las que he conversado largo y tendido sobre yuntas, carros y demás tradiciones de Gredos es Alfredo González Tejado, maestro jubilado natural de Hoyos del Espino. Gran escritor, poeta y dibujante, conoce muy bien todo este mundo ganadero y carretero por descender de importantes familias ganaderas de Hoyos. Muchísima información de la que pongo en mis artículos y textos, ha sido facilitada por él. 
Compartimos muchas aficiones y nuestras charlas son siempre muy interesantes, contándonos ambos las historias de nuestros abuelos.

Alfredo González Tejado lee una poesía en el antiguo edificio del Portazgo, junto al Puerto del Pico. 
(C) Silvestre de la Calle García.
    
    Durante todo el siglo XX, las vacas se siguieron utilizando para trabajar en Gredos. En todas las casas había como mínimo una yunta de vacas, siendo frecuentes las casas que tenían varias vacas domadas, siendo algunas de ellas preferidas para realizar determinado tipo de trabajo. Además, cada vaca producía un ternero anual, estiércol para abonar las tierras y podía incluso ser ordeñada para atender las necesidades familiares de leche y queso.
A mediados del siglo XX podían contarse aún por varios miles las vacas domadas en Gredos pero la paulatina emigración primero y la posterior mecanización del campo, fueron provocando su paulatina desaparición.

    Llegaron algunas yuntas a trabajar en pleno siglo XXI. En 2007 conocimos mi padre y yo a Jesús Marina Jiménez y a su hermana Felicitación, de Navecepeda de Tormes. Vaqueros y cabreros, seguían trabajando con su yunta de vacas pese a tener tractor. Algunas fincas eran inaccesibles para la maquinaria moderna y no quedaba más remedio que hacer los trabajos con la yunta. Lamentablemente, y por motivos sanitarios que tanto han afectado a las ganaderías de Gredos en los últimos años, tuvieron que vender la yunta, pero a día de hoy continúan trabajando la tierra con una yunta de burras. Con Jesús y Feli, mi familia y yo tenemos más que una simple amistad pues nos consideramos realmente como de familia

Yunta de vacas de Jesús Marina Jiménez con el carro cargado de heno. Esta foto está hecha en agosto de 2007 en Navacepeda de Tormes. Aunque este ganadero disponía de tractor y empacadora, a este prado era imposible acceder con maquinaria.
(C)Alonso de la Calle Hidalgo.

    De todos los ganaderos de la Sierra de Gredos, con Jesús y Feli es con los que más horas he pasado y con los que más he hablado sobre las tradiciones y la cultura ganadera de la Sierra. Muchas noches he pasado en su casa, pues como digo, somos como de familia y hemos hablado de trashumancia, de yuntas, de cabras, de burros, de caballos.... De hecho, son de los últimos cabreros que aún quedan en el alto Tormes y mantienen una numerosa "piara" de burras de cría, además de tener yeguas de carne. Cuando yo les conocí, hace ya más de una década, tenían más de un centenar de vacas de cría con las que trashumaban en camiones a Extremadura. Los problemas sanitarios a los que he aludido antes, les obligaron a vender las vacas poco tiempo antes de jubilarse, desapareciendo así aquellas vacas domadas como la "Larguita", la "Serrana", la "Estrella".... nobles y dóciles animales que representaban los últimos vestigios de épocas pasadas, en las que una vaca no era un simple número sino un miembro más de la familia y cuya pérdida se lloraba como si de una persona se tratase.

Jesús y Feli junto a una de sus cabras. Un ejemplo de buenos ganaderos y extraordinarias personas con una gran sabiduría y con las que da gusto convivir. Fueron unos de los últimos ganaderos que pese a tener tractor y varios coches, aún seguían manteniendo yuntas de vacas por cariño, afición y para utilizarlas en las fincas a las que de otro modo no se podía acceder.
(C) Silvestre de la Calle García.

    ¿Las vacas y los bueyes de trabajo han desaparecido ya de Gredos? ¿Ya no resuenan las voces del carretero ni se hierran los bueyes en los potros que hay en todos los pueblos? Pues afortunadamente, AQUÍ SIGUEN.

    Repartidos por diversos pueblos de la geografía abulense y especialmente en Navarredonda y Barajas, aún quedan jóvenes y entusiastas ganaderos y ganaderas que se esfuerzan por mantener viva esta tradición y que no desaparezca. La Asociación Real Cabaña de Carreteros de Gredos, lleva casi una década organizando y participando en numerosas fiestas y manifestaciones folklóricas para dar a conocer esta forma de vida que merece ser recordada a todo el mundo. Mantienen excelentes yuntas de bueyes y vacas que realizan todo tipo de trabajos y que cuando van a algún pueblo congregan a grandes multitudes de curiosos.

    Actividades como la recogida del heno con el carro bajo la atenta supervisión de tío Manolo Yuste, la trilla en los distintos pueblos de Gredos, la subida anual del Puerto del Pico desde la localidad de Villarejo del Valle hasta Barajas, el traslado desde el pinar de Navarredonda del "mayo", la ruta carreteril de Santa Teresa desde Ávila a Alba de Tormes, que congregó a numerosos curiosos, el recorrido en carro por Ávila con motivo de la bendición de los animales el día de San Antón, la participación en diversas festividades y romerías a lo largo y ancho de Castilla, la demostración de arrastre de madera en la Feria de Candeleda, y un sinfín más de actividades. 

Tío Manolo Yuste asegura bien la carga de heno en el carro, enseñando a los jóvenes a realizar correctamente estas tareas. Me decía: "estos ganaderos de ahora recoger el heno sin tocarlo ni siquiera". 
(C) Silvestre de la Calle García.

    Sin duda alguna, una de las actividades que más interés despierta entre multitud de aficionados y curiosos, es la que los Carreteros de Gredos llevan a cabo en el mes de mayo: la Subida del Puerto del Pico. Por ser una de las actividades más atrayentes para el público, paso a describirla e ilustrarla con algunas fotografías aunque sin extenderme en exceso para no aburrir.

Comienza la ruta en Villarejo del Valle, junto al Monumento a los Arrieros, para recorrer en la primera jornada el camino entre esta localidad y Cuevas del Valle donde se duerme la primera noche para que los animales descansen convenientemente. Al día siguiente y antes de que apriete el calor, se preparan los bueyes y los carros y se acomete la subida al Puerto por la calzada romana.

José Andrés Torres y su hijo Diego colocan el yugo y uncen la yunta para comenzar la marcha. Es importante colocar bien el yugo para que el carro no vuelque. 
(C) Silvestre de la Calle García.

 Con las yuntas ya preparadas, comienza la subida. Resuenan las llantas de los carros sobre las piedras de la calzada. Numerosos curiosos y aficionados, acompañan a los carreteros, además de un nutrido grupo de fotógrafos profesionales y aficionados para inmortalizar estas bellas escenas con sabor a otros tiempos.

Juan Manuel Yuste abre la marcha con su yunta de vacas bociblancas uncidas al yugo pero sin llevar carro para que suban más frescas. 
(C) Silvestre de la Calle García.

Poco a poco, el pinar va dejando de ser tan denso y da lugar a matorrales, que en plena primavera están plenamente floridos. Entre "piornos" de diversas especies con sus flores blancas y amarillas y entre morados cantuesos, van avanzando las yuntas con paso lento  pero seguro. Hacer este recorrido en primavera es un paseo muy grato pero hay que ser conscientes de las penurias que pasarían a veces los antiguos carreteros para subir este Puerto cuando venían desde Sevilla con los carros cargados y los bueyes ya venían muy cansados.

Juan Manuel Yuste con su yunta de vacas bociblancas. Esta imagen podría tener cientos de años. Las auténticas vacas de Gredos, llevan miles de años recorriendo esta calzada que forma parte de la Cañada Real Leonesa Occidental. 
(C) Silvestre de la Calle García.

A paso lento pero constante y sin desfallecer, los bueyes siguen subiendo y tirando del carro guiados por los expertos carreteros. Cuando los bueyes están bien domados, el carretero puede ir tranquilo sin mirar ni siquiera a los bueyes porque sabe que no se pararán ni se desviarán del camino. Pero para llegar a este punto, ha sido necesario domarlos desde novillos y echar muchas horas para que aprendan a trabajar sin casi recibir órdenes. Una buena yunta de bueyes o vacas, era capaz de trabajar sin que el amo les hablase apenas.

Jose Andrés Torres al frente de la yunta con la ahijada en la mano para dirigir a los bueyes cuando es preciso, aunque estos dóciles animales siguen pacientemente al carretero sin desviarse del camino. 
(C) Silvestre de la Calle García.

Como ya hemos dicho, en otro tiempo la carretería era actividad de hombres. Las mujeres se quedaban en los pueblos dedicadas al cuidado de la casa, de los hijos, de los huertos y del ganado. Aún así, algunas mujeres no dudaban en coger la yunta para arar los huertos para sembrar las patatas y demás productos si el hombre no estaba en el pueblo. Hoy, entre los Carreteros de Gredos hay mujeres que son expertas en el manejo del ganado y de las yuntas, como por ejemplo Isabel López.

Isabel dirige las vacas por la calzada camino del Puerto. 
(C) Silvestre de la Calle García.

Los antiguos carreteros mantenían la calzada convenientemente empedrada pues el último tramo tenía mucha pendiente y se se embarraba, era imposible subir. Actualmente, la calzada se encuentra en un lamentable estado. El ganado trashumante suelto, sube aunque con algunas dificultades, pero para los bueyes tirando de los carros, la cosa se complica. Sin embargo estos fuertes y nobles animales, animados por sus amos, logran culminar la subida y alcanzar la cima del Puerto.

Los bueyes y los carreteros hacen un último esfuerzo para subir hasta lo alto del Puerto. 
(C) Silvestre de la Calle García.

Alcanzada ya la cima del Puerto, carreteros y acompañantes descansan, almuerzan y se hacen las fotos de rigor para inmortalizar el momento. Hacer esta ruta es algo muy costoso pero que tiene una gran importancia por rememorar una antiquísima tradición ya perdida pero que merece recordarse ya que sin el transporte carretero, la vida en Gredos habría sido muy diferente. Sin las yuntas de vacas y bueyes, el hombre no podría haberse establecido de forma permanente y prosperar en estas agrestes sierras.

Juan Manuel Yuste posa junto a su yunta de vacas a las que ya ha enganchado al carro en la cima del Puerto del Pico. Imagen que podía tener varios siglos y que es fiel reflejo de una milenaria cultura. 
(C) Silvestre de la Calle García.
    En Quintanar de la Sierra, preciosa villa burgalesa, tiene su sede una asociación semejante que colabora con los compañeros de Gredos en numerosas actividades. 
Ambas asociaciones luchan para que no se pierdan estas tradiciones y sean conocidas por todo el mundo y a la vez se preocupan de conservar las razas bovinas autóctonas de sus respectivas zonas para que los bueyes de antaño puedan seguir viéndose hoy.
Los Carreteros de Gredos siempre están dispuestos a investigar e idear nuevas actividades y por descabellado que parezca algo, con su gran tesón y con sus maravillosos animales, logran conseguirlo sea como sea. Su máxima es la de los antiguos carreteros: "Donde la yunta pone las manos, el carro sube". Si las vacas o los bueyes consiguen apoyar las patas delanteras o manos en un punto, sacarán la fuerza suficiente para subir el carro, a veces, a lugares que parecen imposibles.



Hace unos años mi padre y yo comentamos con los ganaderos y carreteros Juan Manuel Yuste Apausa y su esposa Isabel López Arrabé que había que grabar y fotografiar a una yunta de vacas bociblancas arando, para inmortalizar así una milenaria imagen de nuestra sierra. Aunque tenían una preciosa yunta de estas vacas, no estaban muy bien domadas, pero un día nos llamaron y nos dijeron: Venid para arriba, que ya está la yunta lista. Y una bonita tarde de primavera, después de comer unos magníficos platos cocinados por Isabel en la magnífica casona familiar de los Yuste y de hacer una visita obligada a su gallinero para admirar sus gallinas y gallos, grabamos y fotografiamos a la yunta arando en una huerta del pueblo.                                Ese mismo día por la mañana, habíamos grabado a Jesús Marina Jiménez, arando con su yunta de burras zamoranas en Navacepeda de Tormes. 
Las tradiciones en Gredos, nunca mueren. Hay gente mayor que se ha preocupado de mantenerlas hasta el último momento. Ahora, jóvenes y entusiastas ganaderos, trabajan por seguir con ese proyecto y cada año, algún ganadero más se anima a domar una yunta, tarea que requiere numerosas horas de trabajo pero que hacen con gran alegría e ilusión.
    

Isabel López y su esposo Juan Manuel Yuste arando un huerto con su yunta de vacas Avileñas Bociblancas. Esta imagen sería igual en el siglo XVI. Gracias a entusiastas ganaderos como estos, se conservan estas tradiciones y podemos disfrutar de ellas.
(C) Silvestre de la Calle García.

Quiero dedicar estas líneas de hoy a todos los miembros de la REAL CABAÑA DE CARRETEROS DE GREDOS por la gran labor que están realizando. Son ganaderos trashumantes y sacrifican parte de su escasísimo tiempo libre en domar y mantener estos bueyes y vacas para que todos podamos disfrutar de estas maravillosas y milenarias tradiciones de nuestra sierra. Mención especial merecen Juan Manuel Yuste, Diego Torres y Santiago JIménez, propietarios de los bueyes y vacas utilizados en todas las actividades Mantener estos animales no es precisamente barato. Un buey puede superar la tonelada de peso y un animal así come mucho.

Y a todos esos miembros que, aunque no se les vea muchas veces, están ahí siempre dispuestos a trabajar para que todas las actividades puedan realizarse satisfactoriamente.

Diego Torres, ganadero y carretero con su yunta arrastrando una segadora camino de las eras de Barajas. 
(C) Silvestre de la Calle García.

Quiero agradecer a Juanma Yuste y a Isabel López, ganaderos y carreteros de Barajas, su gran colaboración a la hora de facilitarme fotografías, datos e ideas para mis artículos, tanto ahora en EL CUADERNO DE SILVESTRE como anteriormente en los artículos de Facebook. Desde que comencé con este proyecto de dar a conocer nuestras tradiciones, Isabel y Juanma han sido dos de las personas que más se han implicado en ayudarme y les estoy profundamente agradecido.

Juan Manuel Yuste y su esposa Isabel López con su yunta de vacas bociblancas arrastrando el rulo junto a la iglesia de Barajas. Detrás de la yunta vemos el potro para herrar a los bueyes y vacas junto a la antigua fragua.
(C) Silvestre de la Calle García.

Ojalá que los Carreteros de Gredos sigan muchos años realizando todas estas actividades y luchando por la conservación de la vaca Avileña-Negra Ibérica y de sus distintas variedades como la Bociblanca (en peligro de extinción) que antaño estuvo muy extendida, y las variedades Galana y Bardina que, lamentablemente no están reconocidas de manera oficial y que corren serio peligro de desaparecer ante el deseo de mejora y uniformidad de la raza Avileña por parte de algunos colectivos sin tener en cuenta la historia y sobre todo sin hablar con esos viejos ganaderos de la sierra que son como una verdadera biblioteca viviente y con los que hay que hablar mucho antes de que nos dejen.

Isabel y Juan Manuel con su yunta de vacas avileñas de la variedad bociblanca. 
(C) Silvestre de la Calle García.

Fdo: Silvestre de la Calle García.

Técnico Forestal.

* NOTA. 

Como bibliografía consultada para este artículo, os citaré el libro ARRIEROS Y CARRETEROS POR LOS VIEJOS CAMINOS DE CASTILLA Y LEÓN. Javier Palomar y Marisa Merino. Ediciones La Horaca.

Si sois aficionados a la cultura tradicional, no os puede faltar esta maravilla de libro. Os lo recomiendo.


Comentarios

  1. Pasada de reportaje. Interesantísima.

    ResponderEliminar
  2. Interesantísimo. Tengo que volver a releerlo. Soy hijo de Mariano Arribas Moreno natural de Barajas de la Sierra.
    Resido en Madrid pero tengo que visitar esas tierras que en cuatro ocasiones lo visité pero con otra mirada a como ahora lo veré.

    ResponderEliminar
  3. Super interesante. No sabía de su existencia. Solo conocía la de Soria. Esto debería darse a conocer mucho más,algo tan bonito no se puede perder. Muy bien contado!! . Carmen Lorenzo desde Madrid y forastera asidua de la Vera.

    ResponderEliminar

Publicar un comentario

ENTRADAS MÁS VISITADAS