lunes, 25 de abril de 2022

LAS BERENGAS Y LOS BERRENGONES

La ganadería caprina ha tenido una gran importancia durante siglos e incluso podríamos decir que milenios en la Sierra de Gredos, especialmente en la abrupta vertiente sur tanto en la provincia de Ávila como en la de Cáceres.
Sin duda alguna, los primeros pobladores fueron cabreros trashumantes que subían a las zonas altas buscando los frescos pastos estivales para sus ganados.
Con el tiempo, se hicieron sedentarios y tuvieron que construir sencillas edificaciones que les sirviesen de albergue tanto a ellos como a sus animales.
Entre las construcciones destinadas a albergar el ganado, destacan las berengas y los berengones.

Berenga en Braguilla Cimera.
El Raso, Candeleda (Ávila).
(c) Alonso de la Calle Hidalgo.

Estamos ante rústicas edificaciones construidas con materiales del entorno pero absolutamente funcionales y, que aún hoy en día, pueden cumplir perfectamente su objetivo que es mantener a las cabras encerradas durante la noche y protegerlas de la lluvia y de los depredadores.
Las cabras soportan muy bien el frío y las heladas pero detestan el viento y la lluvia por lo que estas edificaciones eran un refugio ideal para ellas.

Berengón de Las Majaíllas.
Finca "Pedro Gómez".
Madrigal de la Vera (Cáceres).
(c) Alonso de la Calle Hidalgo.

Analizaremos cada tipo de edificación pues presentan algunas diferencias notables.
Antes de proseguir, es preciso aclarar la terminología usada en este artículo para designar a las edificaciones que vamos a tratar.
A menudo se utilizan los términos berenga y berengón para hablar de dos tipos de edificaciones que tienen en común la cubierta vegetal. Estos términos son muy utilizados en el Valle del Bajo Tiétar abulense (Guisando, Arenas, Candeleda y el Raso) y en la Vera Alta cacereña (Madrigal y Villanueva).
Nosotros hemos optado por la siguiente división:
- Berenga: Cubierta sencilla a un agua que vierta hacia el exterior del corral.
- Berengón: Cubierta a dos aguas con una viga central.

Detalle de un berengón.
(c) Alonso de la Calle Hidalgo.

En el resto de La Vera, en poblaciones como Losar de la Vera o Aldeanueva de la Vera así como en el Valle del Jerte, nos encontramos con términos como "chozones" o "majales".
El término "majal", nosotros preferimos reservarlo para designar corrales de piedra sin ningún tipo de cubierta mientras que el término "chozón" se emplearían para berengones de cubierta entera o prácticamente vegetal  aunque es un término que pueden generar cierta confusión con edificaciones de otras regiones españolas.

Chozón en Las Covachuelas.
Losar de la Vera (Cáceres).
(c) Alonso de la Calle Hidalgo.

Construcciones semejantes para encerrar al ganado encontramos en puntos tan dispares de la geografía española como Soria o Zamora.

Pasemos ya a describir cada tipo de construcción. 

1. BERENGA.
La berenga es un corral amplio de forma circular u ovalada, rara vez cuadrangular que tiene todo su perímetro interior o al menos una gran parte cubierta, dejando un amplio patio central descubierto.


Arriba: Vista exterior de la berenga.
Abajo: Interior de la berenga.
Braguilla Cimera.
El Raso, Candeleda (Ávila).
(c) Alonso de la Calle Hidalgo.

La cubierta está formada por una estructura de madera que consta de vigas en la parte interior del corral apoyadas sobre pilares de madera. Sobre esta viga se apoyan los tablones (también denominados rajones o rachones) que por su parte opuesta se apoya en un grueso muro de piedra de escasa altura.
La estructura debe tener bastante pendiente para evacuar correctamente el agua hacia el exterior del corral.
Sobre los tablones se coloca una gruesa capa de materia vegetal que puede ser escoba (Cytisus scoparius) o piorno serrano (Cytisus balansae) siendo más duradero el segundo.
Sobre las cubierta, en la parte de los vientos dominantes, se colocan grandes piedras para que la escoba o el piorno no se vuelen.

Vista exterior de la berenga y detalles de la cubierta.
Braguilla Cimera.
El Raso, Candeleda (Ávila).
(c) Alonso de la Calle Hidalgo.

El corral tiene una o dos entradas que permiten el acceso del ganado y que se cierran durante la noche con puertas de tablas.
El suelo se enlancha o enlosa con grandes lanchas o losas de piedra que permiten a las cabras dormir sobre suelo seco.

Detalle del suelo de una berenga.
(c) Alonso de la Calle Hidalgo.

Para evacuar el agua de la lluvia que cae en el interior del corral o patio descubierto así como para sacar el estiércol cuando es necesario, se construye en la parte baja del muro un hueco o canaleta que se cierra con unas tablas.

Canaleta o desagüe de la berenga.
(c) Alonso de la Calle Hidalgo.

Para evitar la acumulación de agua, las berengas se construían en zonas de cierta pendiente y siempre al amparo de algún cerro para evitar los vientos dominantes.

Berenga de Braguilla Cimera.
El Raso, Candeleda (Ávila).
(c) Alonso de la Calle Hidalgo.

Ocasionalmente, algunas berengas eran sumamente rudimentarias por ocuparse sólo durante los meses veraniegos, llegando en algunos caso a no tener cubierta de escobas, sirviendo para mantener al ganado controlado durante la noche.

Berenga de tipo sencillo en Aldeanueva de la Vera (Cáceres).
(c) Alonso de la Calle Hidalgo.

Aunque las berengas eran esencialmente para alojar a las cabras, podían construirse en su interior clavando tablas entre los pilares, pequeños apartados para encerrar otros animales como los burros e incluso para mantener separadas a algunas cabras más delicadas.

Apartado en un lateral de la berenga.
Las Covachuelas.
Losar de la Vera (Cáceres).
(c) Alonso de la Calle Hidalgo.


2. BERENGONES.
Se trata de edificaciones bastante más complejas, que se construían generalmente en las zonas donde el ganado pasaba gran parte del año aunque en ocasiones también se encontraban en los pastizales de altura.
La principal diferencia con las berengas es la cubierta a dos aguas. A partir de ahí, su tipología puede variar ampliamente, desde un sencillo cobertizo a un corral de grandes dimensiones semejante a los grandes corrales de berenga.

Berengón de Las Majaíllas.
Finca "Pedro Gómez".
Madrigal de la Vera (Cáceres).
(c) Alonso de la Calle Hidalgo.

2.1. BERENGONES SIMPLES.
Se trata de edificaciones de reducidas dimensiones para un pequeño número de cabras o un animal mayor como puede ser el burro.
Presenta planta rectangular con paredes de piedra en tres de sus lados, permaneciendo abierto por el otro.
La cubierta consta de una viga central sujetada o no por pilares de madera dependiendo de las dimensiones del berengón, sobre la que se apoyan los tablones que apoyan por su lado opuesto en las paredes o bien en la pared y en una viga frontal sujetada por algún pilar de madera.

Berengón simple.
La Vega del Barbellido.
Guisando (Ávila).
(c) Alonso de la Calle Hidalgo.


2.2. BERENGONES COMPLEJOS.
Se trata de edificaciones bastante sofisticadas. Suelen presentar forma circular u ovalada con un amplio corral central alrededor del cual se dispone la parte cubierta que consta de dos muros de piedra seca y una viga central sujetada por pilares de madera.
Sobre las paredes y la viga, se apoyan los tablones que posteriormente se cubren con la escoba o el piorno.
Para proteger las escobas del viento, se colocan piedras y palos sobre ellas.

Interior de un berengón.
Las Majaíllas.
Finca "Pedro Gómez".
Madrigal de la Vera (Cáceres)
(c) Alonso de la Calle Hidalgo.

En la pared o muro que da hacia el interior del corral, se abren huecos cada cierto trecho para permitir la libre salida y entrada de las cabras, así como la entrada de luz y aire para ventilar el interior. 

Detalle del corral interior y puertas de acceso.
Berengón de Las Majaíllas.
Finca "Pedro Gómez".
Madrigal de la Vera (Cáceres).
(c) Alonso de la Calle Hidalgo.


En los berengones, las cabras estaban mucho más protegidas de las inclemencias meteorológicas que en las berengas, por lo que podían pasar sin problemas los lluviosos otoños y primaveras del sur de Gredos, saliendo al corral central en las noches más cálidas.
Durante la época de la paridera, los cabritos se quedaban encerrados en el berengón mientras las cabras estaban en el campo, permaneciendo así a salvo de los depredadores. Normalmente, se construía un apartado denominado "chivero" para tener a todos los cabritos encerrados y controlados allí.

Detalle del interior del berengón.
Las Majaíllas.
Finca "Pedro Gómez".
Madrigal de la Vera (Cáceres).
(c) Alonso de la Calle Hidalgo.

Los berengones, solían construirse también en zonas de cierto declive para facilitar la salida del agua. A menudo, se construía en el corral una tramo de berengón más simple sin pared interior y se aprovechaba para ubicar la canaleta de dasagüe.

Canaleta o desagüe del berengón.
Las Majaíllas.
Finca "Pedro Gómez".
Madrigal de la Vera (Cáceres).
(c) Alonso de la Calle Hidalgo.

Ocasionalmente, aparecían tipos mixtos con un berengón en la parte más alta de la ladera y berenga alrededor de todo el corral.

Extraordinario ejemplo del tipo mixto.
Finca "La Regaera".
 Madrigal de la Vera (Cáceres).
(c) Alonso de la Calle Hidalgo.

2.3. BERENGONES VEGETALES O CHOZONES.
Se trata de un tipo muy particular de berengón que está construido casi por completo con materiales vegetales, es decir, madera y escoba o piorno. Cuenta únicamente con un muro de piedra muy bajo para apoyar los tablones y que no estén en contacto con el suelo.
A diferenciar de los otros berengones, sólo tiene una viga central sujetada por poster de madera.

Berengón vegetal o chozón.
El Matón.
Tornavacas (Cáceres).
(c) Alonso de la Calle Hidalgo.

3. EDIFICACIONES ASOCIADAS.
Berengas y berengones, no aparecían asilados en el monte. Al ser edificaciones para encerrar las cabras, aparecen junto a ellos las chozas de los cabreros, queseras,  las zahúrdas o cochineras para los cerdos, el gallinero....
Se trata siempre de edificaciones con muro de piedra y cubierta vegetal aunque pueden aparecer algunos edificios con cubierta de piedra y tierra.

3.1. CHOZAS o CHOZOS.
Sirven de morada al cabrero y a su familia.
Son construcciones circulares con un muro de piedra seca de 1-1,5 metros de altura y 0,5-0,75 m de grosor que presenta un único vano al exterior que sirve de puerta de acceso. 
Las piedras se colocan encajándolas unas con otras sin utilizar argamasa de ningún tipo. Esta técnica, que requiere grandes conocimientos, prácticamente no ha cambiado durante miles de años.

Detalle del muro ya semiderruido de una choza.
(c) Alonso de la Calle Hidalgo.

Sobre el muro, se colocan palos y tablones (rajones, rachones) formando una estructura cónica. 
Sobre esta estructura se van colocando capas de materia vegetal que puede ser escoba o piorno.
A menudo, en la parte superior o "corono" se coloca una capa de helecho y una gran piedra para evitar que entre agua y que se vuelen las escobas.

Estructura de madera y colocación de la capa de escobas.
Choza de Las Beceas.
Tornavacas (Cáceres).
(c) Alonso de la Calle Hidalgo.

Las dimensiones eran muy variables, desde pequeñas chozas con un diámetro interior de unos 2 metros y que solían ser más bien refugios temporales a otras que podían rondar los 5 metros. Dependiendo del diámetro, la cubierta adquirían también diferentes proporciones e inclinaciones.

Chozas de Las Covachuelas.
Losar de la Vera (Cáceres).
(c) Alonso de la Calle Hidalgo.

Delante de la choza solía construirse un pequeño cercado conocido como "estanza" o "rancho" que evitaba la entrada de animales y en el que se permanecía cuando estaba buen tiempo, utilizando el interior de la choza sólo para dormir.
Cuando el tiempo estaba malo, los cabreros vivían dentro del chozo.

Choza de El Melocotón.
Una de las últimas en estar habitadas en la Sierra de Gredos.
Sierra de Tornavacas (Cáceres).
(c) Alonso de la Calle Hidalgo.

3.2. CASILLAS O CHOZOS RECTANGULARES.
Se suele admitir que este tipo de construcción surge en una etapa posterior a las chozas circulares por requerir unos mayores conocimientos de arquitectura a la hora de construir las esquinas.
Se trata de edificios de planta rectangular con muros de piedra seca y cubierta a dos aguas formada por una estructura de madera con una viga central sobre la que apoyan los tablones que luego se cubren con escobas o piornos.

Choza (delante) y Casilla (detrás).
Braguilla Cimera.
El Raso, Candeleda (Ávila).
(c) Alonso de la Calle Hidalgo.

Estas casillas, conocidas como chozos, en algunos pueblos como Guijo de Santa Bárbara (Cáceres) para diferenciarlas de las chozas redondas, eran utilizadas como vivienda o almacén, e incluso para encerrar animales si eran de grandes dimensiones. Algunas de estas casilla contaban con divisiones internas de tabiques de madera para separar diversos espacios.
Uno de estos chozos, conocido como "Chozo de tía Juana", situado dentro del casco urbano de Guijo de Santa Bárbara (Cáceres) estuvo habitado de forma permanente por una familia hasta la segunda mitad del siglo XX. Lamentablemente, esta edificación ya no se conserva.

Berenga, Choza y Casilla.
Braguilla Cimera.
El Raso, Candeleda (Ávila).
(c) Alonso de la Calle Hidalgo.

3.3. QUESERAS.
Se trata de pequeñas chocitas construidas cerca del agua o sobre el mismo curso de un pequeño arroyo en las que se elaboraba y conservaba el queso para que se mantuviese fresco hasta la venta.

Quesera en Braguilla Cimera.
El Raso, Candeleda (Ávila).
(c) Alonso de la Calle Hidalgo.

3.4 ZAHÚRDA.
Son pequeñas construcciones para los cerdos. Suele ser una pequeña choza cuya cubierta puede ser vegetal o de piedra y tierra.
Cuentan con un pequeño corral descubierto.

Zahúrda de Las Majaíllas.
Finca "Pedro Gómez".
Madrigal de la Vera (Cáceres)
(c) Alonso de la Calle Hidalgo.

3.5. GALLINERO.
Pequeña choza para las gallinas. Podía ser enteramente vegetal con palos y cubierta de escobas o bien tener un pequeño muro de piedra como chozas y zahúrdas. Tenía una pequeña puerta para poder coger los huevos puestos por las gallinas y un agujero que permitía la entrada y salida de las gallinas sin necesidad de tener la puerta abierta.

Gallinero de Las Majaíllas.
Finca "Pedro Gómez".
Madrigal de la Vera (Cáceres)
(c) Alonso de la Calle Hidalgo.

3.6. CONSTRUCCIONES ENTERAMENTE DE PIEDRA.
Asociadas a las berengas y berengones aparecen a veces pequeñas construcciones de piedra como hornos para cocer el pan, gallineros, zahúrdas...
Su construcción difiere un poco de las de todas las construcciones anteriores pues, aunque cuenta con un muro de piedra, la cubierta no es de materiales vegetales sino de piedras colocadas para formar el techo, pudiendo dar lugar a una cúpula o falsa bóveda en los edificios circulares.
Estas construcciones, las estudiaremos detalladamente en otro artículo.

Horno para cocer el pan.
(c) Alonso de la Calle Hidalgo.

ORIGEN, HISTORIA Y EVOLUCIÓN DE BERENGAS Y BERENGONES.

Inicialmente, lo más probable es que los primeros ganaderos trashumantes que llegaron a estas montañas hace miles de años, construyesen pequeños y rudimentarios chozos enteramente vegetales.
El ganado permanecería al raso, durmiendo en los alrededores del chozo.

Choza vegetal.
El Tiemblo (Ávila).
(c) Alonso de la Calle Hidalgo.

En una etapa posterior, construirían chozas con muro de piedra para que fuesen más duraderas. Estas chozas serían ya similares a las actuales y puede que se comenzasen a construir hace varios milenios.
Al construirse fácilmente y con materiales del entorno y viendo que eran un buen refugio para los meses veraniegos, la técnica constructiva no se modificó.

Choza de El Postuero.
Navalperal de Tormes (Ávila).
(c) Alonso de la Calle Hidalgo.

Para mantener al ganado más controlado, comenzaron a construirse cerca de las chozas corrales con paredes de piedra de escasa altura que son conocidos como "majales".
Durante los meses veraniegos, en los que no suele llover o sólo de manera esporádica, las cabras no precisaban ningún tipo de refugio, por lo que estos majales cumplían perfectamente su función.

Choza y majales de Majacimera.
Sierra de Tornavacas (Cáceres).
(c) Alonso de la Calle Hidalgo.

Poco a poco, los cabreros se fueron volviendo más sedentarios y ya tuvieron que construir un albergue para proteger a las cabras de las lluvias de otoño y primavera. Es en ese momento cuando aparecen las berengas.
Lamentablemente, es imposible saber cuándo fue esto.

Berenga en Aldeanueva de la Vera (Cáceres).
(c) Alonso de la Calle Hidalgo.

Sin embargo, en algún momento, los cabreros decidieron que no era necesario realizar largos desplazamientos puesto que la nieve cubría sólo las zonas altas, mientras que en las zonas medias, había suficiente pasto para que las cabras se alimentasen en invierno.
Pero las constantes lluvias y vendavales, obligaron a buscar una solución para resguardar a las cabras y sobre todo a los chivos o cabritos recién nacidos. Surgen así los berengones.

Berengón de Las Covachuelas .
Losar de la Vera.
(c) Alonso de la Calle Hidalgo.

Los berengones se fueron sofisticando y dieron lugar en algunos pueblos de la zona a los denominados corrales con planta baja para alojar al ganado y desván bajo la cubierta para almacenar el heno y la paja para alimentar a los animales en invierno e incluso para servir de refugio eventual al ganadero.
Hoy en día, en la Sierra de Gredos, sólo encontramos estos corrales en la localidad abulense de Navalosa.

Corral de Navalosa (Ávila).
(c) Alonso de la Calle Hidalgo.

Con la aparición de las tejas, muchos berengones de las zonas más accesibles, se transformaron en majadas techadas como las que se han conservado hasta nuestros días.
Sin embargo, la prueba de que estas majadas o corrales, como también son conocidos, fueron de cubierta vegetal, la encontramos en Guijo de Santa Bárbara (Cáceres), donde los más viejos del lugar se siguen refiriendo a los corrales como "enramadas" en alusión a que en otro tiempo estaban cubiertas por ramas.

Cabras junto a una majada o corral de tejas.
Guijo de Santa Bárbara (Cáceres).
(c) Alonso de la Calle Hidalgo.

El último paso en la evolución han sido las modernas naves de ladrillo o bloques de hormigón y tejado de tejas o techo de chapa metálica que quedan ya totalmente fuera de este estudio.

Majada de bloques y teja y estrcutura metálica y chapa.
El Raso, Candeleda (Ávila).
(c) Alonso de la Calle Hidalgo.


ESTADO ACTUAL Y CONSERVACIÓN.
La berengas y berengones prácticamente han caído en desuso. En primer lugar, cada vez hay menos cabras y permanecen en las zonas medias y bajas de la sierra.
En segundo lugar, hay que tener en cuenta que las berengas y los berengones requieren un gran mantenimiento para que no se deterioren y el manejo del ganado es complicado en este tipo de construcciones al no poder utilizar maquinaria de ningún tipo.

Cabras de raza Guisandera en el que posiblemente haya sido uno de los últimos berengones en uso.
La Lancha.
Guisando (Ávila).
(c) Alonso de la Calle Hidalgo.

Actualmente, conscientes del valor tan importante de estas construcciones desde el punto de vista histórico y cultural, varias berengas y berengones así como las construcciones asociadas a ellos, han sido restaurados por iniciativa pública y privada.
Este es por ejemplo el caso del bellísimo conjunto de Braguilla Cimera, en el Raso, Candeleda (Ávila), situado a corta distancia del Castro Vettón del Collado del Freíllo o "Castro celta del Raso" como es conocido por los naturales.

Conjunto de Braguilla Cimera, Bragacimera o La Braguilla.
El Raso, Candeleda (Ávila).
(c) Alonso de la Calle Hidalgo.

En este enclave, encontramos una magnífica berenga, varios chozos, casillas y otras edificaciones.
Hace unos años el maestro, fotógrafo e investigador Alonso de la Calle Hidalgo, de Guijo de Santa Bárbara (Cáceres), realizó un interesante reportaje fotográfico en Braguilla Cimera. 
Con las cabras de Jaime Garro y con la colaboración de Silvestre de la Calle García, autor de este texto, se realizó una recreación histórica de la vida de los cabreros.



Distintas imágenes del reportaje fotográfico mencionado.
(c) Alonso de la Calle Hidalgo.

En fincas particulares de la provincia de Cáceres, se han reconstruido también algunas berengas y berengones como por ejemplo en el paraje de Las Majaíllas y en el paraje de La Palanca, ambos en Madrigal de La Vera.


Arriba: Berengón de Las Majaíllas.
Abajo: Berenga y berengón de La Palanca.
(c) Alonso de la Calle Hidalgo.

Las berengas y berengones se extienden actualmente por toda la vertiente sur de la Sierra de Gredos desde Guisando (Ávila) al Valle del Jerte (Cáceres), si bien en épocas pasadas estas construcciones debieron ser frecuentes en ambas vertientes.
Encontramos buenos ejemplos de estas construcciones en Candeleda y el Raso, Madrigal de La Vera, Losar de la Vera (donde son conocidos como bardos o corrales de barda(), Aldeanueva de La Vera o Tornavacas, donde los berengones son conocidos como chozones.

Cabrero con la indumentaria tradicional junto a una berenga.
(c) Alonso de la Calle Hidalgo. 

Estas edificaciones ancestrales forman parte de nuestro patrimonio histórico y cultural y deben ser preservadas para las generaciones futuras.
Ejemplos como los ya citados de berengas y berengones reconstruidos en algunas fincas y pueblos de la zona, deben servir tanto a los propietarios de estas edificaciones como a la Administración para proteger estas edificaciones ganaderas.

Recreación de la vida del cabrero en Braguilla Cimera.
(c) Alonso de la Calle Hidalgo.

Fdo: Silvestre de la Calle García.
Técnico Forestal.

Enlaces de interés.
Artículos de este blog relacionados con las cubiertas vegetales.

- Las chozas de Gredos:

- Los corrales de Navalosa:













jueves, 21 de abril de 2022

ENTRE VACAS Y CHIVOS

Guijo de Santa Bárbara es un pueblo situado en el centro de la comarca de La Vera, al noreste de la provincia de Cáceres.
Extensos bosques de roble y pastizales de alta montaña ocupan la mayor parte de su término municipal por lo que la economía de sus habitantes ha girado siempre entorno a la ganadería siendo la cabra y la vaca las especies dominantes.

En primer plano un macho cabrío castrado y detrás vacas Avileñas.
(c) Alonso de la Calle Hidalgo.

En épocas pasadas, los rebaños o piaras de cabras eran muy numerosos, llegando el censo de cabras a rondar las 4000 cabezas en algún momento. Las vacas, eran por el contrario mucho menos numerosas, no superando el medio centenar de cabezas.
Actualmente,  la situación ha cambiado mucho pues sólo hay 3 rebaños de cabras que agrupan menos de 500 cabezas en total mientras que el censo de vacas duplica esa cifra, encontrándose repartidas en algo más de una docena de ganaderías. 

Vacas en un prado de Guijo de Santa Bárbara (Cáceres).
(c) Alonso de la Calle Hidalgo.

Por ello, la vida de los guijeños ha transcurrido y transcurre todavía entre vacas y chivos. La palabra chivo no designa al macho de la cabra como ocurre en el norte de España sino que se utiliza como sinónimo de cabrito o cría de la cabra mientras mama.

Cabrero con un chivo Verato.
(c) Alonso de la Calle Hidalgo.

Durante siglos, los niños guijeños crecieron entre el ganado. Con 4 ó 5 años ya realizaban pequeñas tareas con el ganado para irse familiarizando con el ganado.
Hablemos primero de los niños cabreros.
A la edad citada, ya se les daba un pequeño cantarillo de hojalata de 1 cuartillo de capacidad (aproximadamente medio litro) para que aprendiesen a ordeñar y cada mañana mientras sus padres, abuelos y hermanos mayores ordeñaban, ellos ordeñasen a las cabras más dóciles. Cuando llenaban el cantarillo, lo vaciaban en un cántaro grande o en un cubo y según el número de cantarillos vaciados se les daba un premio. De esa forma se conseguía que empezasen a ser conscientes de la responsabilidad que tendrían en el futuro.

Ordeñando en el cantarillo.
(c) Alonso de la Calle Hidalgo.

Muchas veces oímos contar esto a Juan García García (1927-2012):

A mi me daban un cantarillo chico de un cuartillo y cuando le llenaba iba a vaciarlo en uno grande y ponía una piedrecilla al lado y luego mi abuela, según las piedrecillas que hubiese, me daba alguna cosilla. Dinero no porque entonces había poco. A lo mejor unos higos, unas nueces o un cachillo de chocolate pero así aprendíamos a trabajar. 

Juan García García.
(c) Alonso de la Calle Hidalgo.

Con 6 ó 7 años, los niños se iniciaban en el pastoreo. Se ocupaban de pastorear los chivos y las cabras que por diversas razones no podían seguir al resto de la piara. No se alejaban mucho de la majada pero eso les servía de entrenamiento para el futuro.
Alfonso Rodríguez Romero (1915 - 2009 ) nos contaba:

Con 6 ó 7 años ya nos mandaban con las chivas y las cabras cojas en el tiempo de primavera. Los padres o algún hermano más grande se iban con las cabras y los chicos nos íbamos con el ganado más chico. Lloviera, nevase o calentase el sol. Entonces no había pienso.

Alfonso Rodríguez Romero.
(c) Alonso de la Calle Hidalgo.

Con 8 ó 9 años, ya empezaban a ir con la piara de cabras adultas acompañando primero al padre, abuelo o criado pero cuando ya estaban acostumbrados al oficio, iban solos mientras que los adultos se quedaban haciendo alguna tarea en la majada o en las fincas.
Nos lo contaba así Crisantos Sánchez Vicente (1908-2010):

Con 8 o 9 años yo iba solo muchas veces con las cabras a la sierra. Y entonces no era como ahora que si está el día malo se sacan las cabras un rato y si hace falta se las echa pienso y ya está. Entonces había que estar todo el día con ellas lloviese, nevase o calentase el sol.
La sierra estaba llena de lobos y tenías que tener cuidado porque te quitaban una chiva o una cabra y ni te enterabas. Además había muchas fincas puestas de centeno y patatas y había que estar atentos para que las cabras no se metieran en ellas. 

Crisantos Sánchez Vicente.
(c) Alonso de la Calle Hidalgo.

Con 12 ó 13 años, un niño cabrero tenía ya las mismas responsabilidades que un adulto, habiéndose dado casos de niños huérfanos de 11 años que se hacían cargo totalmente solos de piaras de 70 u 80 cabras como fue el caso de Antonio Jiménez García (1810-1898) que en 1821 quedó huérfano y se hacía cargo de las cabras y del cultivo de las fincas además de ayudar a su abuela que era panadera.

Antonio Jiménez García.
Retrato pintado por Francisco Martín Rivera.
Fotografía de Alonso de la Calle Hidalgo.


Los niños vaqueros tenían una infancia un poco distinta porque era peligroso que los niños de 4 ó 5 años anduviesen entre las vacas. Sin embargo, cuando se llevaban las vacas a los prados, los niños iban con el padre o el abuelo para cuidarlas y con 6 ó 7 años ya había veces que algún adulto les acompañaba desde el corral hasta el prado pero luego se quedaban solos todo el día mientras con 8 ó 9 años, ya se encargaban ellos de sacarlas del corral, llevarlas al prado, estar con ellas todo el día y llevarlas de nuevo al corral al atardecer.
También se encargaban los niños de pastorear las chotas en el otoño una vez destetadas.

Vacas en un prado de Guijo de Santa Bárbara junto a corrales tradicionales.
(c) Alonso de la Calle Hidalgo.


Nos lo cuenta Antonio Leandro de la Calle Jiménez (nacido en 1924):

"Desde bien chicos estábamos con las vacas cuando estaban en los prados. Entonces los prados estaban abiertos y teníamos que vigilar a las vacas para que no se escapasen ni se metiesen en otros prados que se dejaban para segarlos.
Las sacábamos del corral, las llevábamos a los prados y estábamos con ellas hasta que se hacía la hora de recogerlas."

Antonio Leandro de la Calle Jiménez.
(c) Rosa María Rodríguez Leal.

Cuando se trataba de vacas lecheras, los niños de 6 ó 7 años ya aprendían a ordeñar. Ordeñaban a las vacas más tranquilas pero para evitar que les diesen alguna patada, el padre o algún adulto ataba las patas a la vaca.
Después de ordeñar, se llevaban las vacas a los prados y se pasaba el día con ellas. Al principio, los niños iban con el padre o el abuelo pero a los 8 ó 9 años realizaban esta tarea solos y ordeñaban también a cualquier vaca por recia que fuese. 

Vacas lecheras de raza Frisona, llamadas aquí Suizas.
(c) Alonso de la Calle Hidalgo.

Nos lo cuenta Daniel de la Calle Vicente (nacido en 1927):

"Con 8 ó 9 años ya ordeñábamos a las vacas y después las sacábamos de la cuadra y se las llevaba a beber a la fuente y luego al prado con ellas y por la tarde, vuelta a casa con ellas. Se las cerraba, se las echaba de comer y se las ordeñaba otra vez.
Si tenían chotos chicos, había que darles un poco de leche en un cubo. Además había que limpiar todos los días la cuadra."

Daniel de la Calle Vicente.
(c) Antonia de la Calle Vaquero.

Pero en Guijo de Santa Bárbara las VACAS y los CHIVOS no son sólo animales sino que estas palabras se utilizan para designar a dos tipos de agallas que aparecen en las ramas de los robles, árbol más abundante de la flora guijeña.

Agallas en un roble.
(c) Alonso de la Calle Hidalgo.

Las "VACAS" son agallas grandes son producidas por una especie de insecto similar a una pequeña avispa denominado Andricus quercustozae.
El insecto, al poner el huevo en las yemas de los robles, les induce a producir la agalla. La larva va creciendo dentro de la agalla hasta que está lista para salir transformada ya en adulto.
Estas agallas son redondeadas, de color marrón oscuro y que tienen una especie de corona formada por pequeños cuernecillos.


"VACAS" comparadas con una moneda de 1 €.
(c) Silvestre de la Calle García.

Los "CHIVOS" son otro tipo de agalla de menor tamaño producida por otro insecto denominado en este caso Andricus kollari.
Estas agallas son más pequeñas que las anteriores, presentando un color amarillo dorado y tienen la superficie lisa y sin cuernecillos.

"CHIVOS" comparados con una moneda de 1 €.
(c) Silvestre de la Calle García.

Pero ¿Qué relación tienen las agallas con las vacas y los chivos para llamarse así? 
Durante siglos, las agallas fueron un juguete muy apreciado por los niños guijeños para quienes las agallas grandes y con cuernos representaban a las vacas y las pequeñas y lisas a los chivos.
Quizás lo más lógico es que si las grandes se llamaban vacas, las pequeñas se llamasen chotos (terneros), pero el caso es que eran conocidas así.


Las clásicas cajas redondas de galletas, pastas o bombones eran muy buscadas por los niños para guardar sus agallas.
(c) Silvestre de la Calle García.

Los niños pequeños de 3 ó 4 años que aún no podían trabajar todavía con el ganado, se quedaban en casa siendo cuidados por las madres, las abuelas o las hermanas mayores.
Para entretenerse, jugaban en casa en el "sobrao" o en la cocina con las agallas o bien en la calle con otros niños.

Volvemos a recurrir al testimonio de Juan García García (1927-2012):

"Antiguamente, no teníamos más juguetes que las agallas. Cuando éramos chicos y todavía no podíamos ir al campo, los padres nos las traían y así nos entreteníamos en casa.
Jugábamos en el suelo. Si era en el "sobrao" o en la sala, las tablas del suelo eran los prados  o la sierra y los huecos entre las tablas eran los caminos, las trochas y las callejas. Si jugábamos en la cocina, que tenía el suelo de terrazos, cada terrazo era un prado y las líneas entre ellos los caminos.

"Vacas" en el prado con la portera cerrada.
(c) Silvestre de la Calle García.

Si estábamos en el campo, mientras los padres trabajaban, nosotros estábamos sentados y sin molestar entretenidos con las agallas haciendo corralillos con palos y piedras. Hacíamos hasta los pesebre ahuecando ramillas de caña.

"Vacas" en un clásico corral guijeño de "dos bujeros" con su "juche" para los chotos y su "majal" descubierto delante.
(c) Silvestre de la Calle García

Cuando ya éramos grandecillos y salíamos a la calle a jugar con otros niños, cada uno marcaba sus agallas con una señal para no confundirlas.
Con los "chivos" jugábamos como si fuesen bolindres (canicas). Se jugaba al "guás" haciendo un hoyo en el suelo y el que metiese más "chivos" en el hoyo ganaba y a veces se quedaba con todos los chivos que habían tirado los demás.

Los "Chivos" se utilizaban del mismo modo que las canicas en otros lugares.
(c) Silvestre de la Calle García.

Hasta los 5 ó 6 años jugábamos con las agallas. Luego ya tocaba trabajar y no había tiempo para jugar. Si nos mandaban con las chivas o las cabras, no podíamos estar jugando."

Los juegos se terminaban cuando el niño ya se convertía en zagal.
(c) Alonso de la Calle Hidalgo.

Todo esto que se cuenta aquí, puede parecer extraño, especialmente a los lectores más jóvenes.
En muchas zonas de España donde había robles, encinas, alcornoques...y otros árboles en los que se producían agallas, estas se utilizaban para jugar. Donde había pinos, se utilizaban las piñas.
Los niños de mi generación, ya jugábamos con animales de plástico y con los célebres "Playmobil" pero como aún pasábamos tiempo con nuestros abuelos, al menos en mi caso, todavía conocimos las agallas y jugamos mucho con ellas.

En mi caso, como tenía mucha imaginación de pequeño, montaba auténticas granjas con diversos apartados. Las "vacas" o agallas grandes eran vacas, yeguas, añojas... mientras que los "chivos" o agallas pequeñas eran chotos, cabras, ovejas, cerdos....

Una de mis granjas infantiles.
(c) Silvestre de la Calle García.

Ahora ya los niños no juegan ni con eso. Ya lo que no esté en la pantalla del móvil o de la tablet, no interesa a los niños. Creo que lo llaman.....¿PROGRESO?


Yo fui uno de esos niños vaqueros que creció junto a su abuelo.
(c) Alonso de la Calle Hidalgo.

Fdo: Silvestre de la Calle García.
Técnico Forestal. 




GUIJO DE SANTA BÁRBARA. EL PUEBLO DE VIRIATO.

Guijo de Santa Bárbara es un pequeño pueblo situado en la comarca de La Vera, al noreste de la provincia de Cáceres y en las estribaciones o...