lunes, 30 de agosto de 2021

LA VACA BARROSA CACEREÑA

Hoy hablaremos de una curiosa "raza" bovina extinguida. Ponemos el concepto de raza entre comillas porque realmente de lo que hablaremos es de una población mestiza que nunca llegó a tener el calificativo oficial de raza.
Nos referimos a la raza BARROSA CACEREÑA, resultado del secular mestizaje entre la Avileña y la Blanca Cacereña.

Bella estampa de una vaca Blanca Cacereña.
(c) David Bernaldo

Antes de nada, es preciso hace una aclaración. No debemos confundir a la antigua vaca Barrosa Cacereña, con la auténtica y oficial raça Barrosã de Portugal y que es una de las razas bovinas más representativas del país vecino.
La raza Barrosã portugesa, de la que hablaremos otro día, es una raza caracterizada por su capa colorada, perfil cefálico cóncavo y unos cuernos extraordinariamente largos tanto en los toros como en las vacas aunque son los bueyes, por efecto de la castración a edades tempranas, los que presentan mayores cornamentas.
Se trata de una raza esencialmente de trabajo, pero que produce una de las carnes más exquisitas del mundo y también fue apreciada en otros tiempos como lechera.

Espectaculares bueyes de raza Barrosã portuguesa.
(c) Mario Nogueira.

Hace algo más de un siglo, ciertos autores hablaron ya de una curiosa vaca de capa clara que oscilaba entre el blanco y el jabonero con algunos individuos castaños, que habitaba en el sur de Ávila (Valle del Tiétar) y en la comarca cacereña de La Vera.
La describieron con una variedad de la raza Avileña, lo cual es insostenible pues de sobra sabemos que la raza Avileña presenta mayoritariamente capas negras o negras peceñas y ocasionalmente chorreadas (bardina) y berrendas (galana/jarda).

"Altanera", bellísima vaca Avileña "de las de antes".
(c) Miguel Alba.

Aquellas vacas de color claro eran, sin duda alguna, otro tipo de bovinos. Cuando se trataba de vacas absolutamente blancas con mucosas despigmentadas, se trataba de ejemplares de raza Blanca Cacereña, autóctona de Extremadura y que en el pasado estaba muchísimo más extendida que hoy, llegando hasta el sur de Ávila.
Los individuos de capa jabonera, barrosa (color pardo) y castaña, eran los llamados "Barrosos Cacereños", fruto del mestizaje en diferente grado entre las razas Avileña y Blanca.

Vaca de capa barrosa.
Cruce de Charolesa y Avileña.
Las auténticas barrosas cacereñas debieron ser parecidas aunque algo más finas.
(c) Silvestre de la Calle García.

La Blanca Cacereña es una de las razas bovinas ibéricas más antiguas pues ha cambiado muy poco en los últimos 2000 años.
Respecto a su origen hay muchísimas teorías aunque la más aceptada es que fue introducida por los romanos para utilizarla en sacrificios rituales al dios Júpiter.
Con la llegada del Cristianismo, la tenencia de estos bovinos perdió sentido y llegó a estar mal vista por muchos, al considerar que estaba relacionada con rituales paganos.
Pero la raza consiguió subsistir gracias a sus extraordinarias cualidades como animal de trabajo, poblando intensamente el centro de Extremadura, desde donde se exportaban yuntas de bueyes y vacas a regiones agrícolas vecinas o machos castrados para utilizarlos como cabestros en ganaderías de lidia.

La raza Blanca Cacereña, símbolo de las dehesas extremeñas.
(c) David Bernaldo.

En el noreste de Cáceres y el sur de Ávila choca con la raza Avileña dando como resultado la "raza" que nos ocupa: LA BARROSA CACEREÑA.
Recibía este nombre por presentar un color semejante al barro seco y por ser más abundante en la provincia de Cáceres.
El sacerdote verato D. Francisco Timón Timón, gran estudioso de la historia y cultura de la comarca de La Vera, habló en su libro ENCICLOPEDIA DE LA VERA Y SIERRA DE GREDOS. CÁCERES Y ÁVILA. de las vacas que poblaban La Vera en la primera mitad del siglo XX y dice lo siguiente:

- Vacas Jaboneras: de color blanco hueso y muy resistentes al frío y a la intemperie.

Sin duda, el Rvdo. P. Timón, se refería a la "raza" de la que hablamos.

Blanca Cacereña
(c) David Bernaldo.

Posiblemente, el mestizaje entre ambas razas, no fuese algo planeado sino que ocurriría de forma espontánea al convivir ambas razas juntas en algunas explotaciones o en las dehesas extremeñas cuando bajaban las vacas Avileñas a pasar el invierno como aún hacen hoy muchos ganaderos abulenses.
Los toros de una raza cubrirían ocasionalmente a las de la raza contraria y, muchas veces, los ganaderos no se darían cuenta hasta que tuviese lugar el alumbramiento.
No obstante, es posible que muchas veces, algunos ganaderos o labradores adquiriesen una yunta de raza Blanca en ferias ganaderas de renombre como la de Trujillo y al trasladarlas a La Vera o el Valle del Tiétar, las cubriesen de los toros disponibles que, con total seguridad, eran Avileños.

Toro y vaca de raza Avileña-Negra Ibérica.
(c) Miguel Alba.

Pero como en otras ocasiones, acudimos al magnífico libro de D. Antonio Sánchez Belda RAZAS BOVINAS ESPAÑOLAS (1984) que, con permiso y perdón de los lectores sacerdotes y obispos que leerán estas líneas, es una auténtica "Biblia del vaquero".
En este libro, en las páginas 331 y 332, el autor habla de la raza, diciendo que sólo quedan individuos sueltos. 
Unos años más tarde, D. Miguel Ángel García Dory en su GUÍA DE CAMPO DE LAS RAZAS AUTÓCTONAS DE ESPAÑA, habló también del ganado barroso en las páginas 37 y 42 aludiendo a lo que ya dijo Sánchez Belda.

Preciosos y bien cuidados ejemplares de raza Blanca Cacereña.
(c) David Bernaldo.

Pasemos ahora a hablar de las cualidades de la vaca Barrosa Cacereña. 
Las dos razas que sirven a partir de las cuales surge el ganado barroso, tienen características funcionales muy parecidas aunque también existen entre ellas diferencias notables.
Durante siglos fueron empleadas esencialmente para el trabajo. Eran vacas rústicas, sobrias y muy resistentes.
El resultado de cruzar ambas razas fue la obtención de un animal muy semejante pero con capa o coloración diferente. No se obtenía un bovino ni mejor ni peor que las razas originales por lo que el interés real en producir una raza nueva, realmente era escaso.

Vaca Avileña Bociblanca, la variedad original de esta  raza.
(c) Silvestre de la Calle García.

Actualmente, las diferencias entre ambas razas son más evidentes, no ya por la capa sino por la morfología general.
La Avileña es una raza que, sin llegar a presentar una morfología de raza cárnica "moderna", presenta un aspecto más armónico y una conformación más depurada, dando lugar a mejores canales.
La Blanca Cacereña, sin embargo, sigue siendo exactamente igual que hace 100 años. Una raza de morfología rústica o ambiental y con canales de peor conformación que las razas cárnicas. 
Sin embargo, en su "primitivismo" reside curiosamente su futuro al ser una raza extraordinariamente rústica, sobria y resistente que gracias a su gruesa piel, logra soportar el extremo clima, valga la expresión, de las dehesas y planicies extremeñas donde vive todo el año en completa libertad.

Joven toro de raza Blanca Cacereña.
La carne de estos animales es deliciosa.
(c) David Bernaldo.

Por tanto la Barrosa Cacereña tuvo interés como bovino de labor pero con la sustitución paulatina de las yuntas de bueyes por los equinos primero y los tractores después, su crianza no tenía sentido.
Además, los ganaderos que querían criar ganado autóctono preferían razas puras y no crear una raza nueva con dos razas antiguas que no iba a ser mejor que sus predecesoras.

El autor arando en Navacepeda de Tormes (Ávila).
Yunta de vacas de Jesús y Feli Marina Jiménez.
Las yuntas barrosas serían muy semejantes.
(c) Alonso de la Calle Hidalgo.

¿Cuál es la situación de este bovino actualmente?
Que nosotros sepamos, no hay ahora mismo ningún bovino barroso cacereño porque normalmente las razas Avileña y Blanca Cacereña ya no conviven juntas y si lo hacen, es en cercados diferentes para que no se crucen puesto que la segunda está en gravísimo peligro de extinción.
No obstante, existe una explotación en la que ambas razas conviven y en la que dentro de poco asistiremos, como curiosidad extraordinaria, al nacimiento de terneros barrosos.

Avileñas y Blancas Cacereñas compartiendo un prado.
(c) David Bernaldo.

¿Tiene interés actualmente criar terneros barrosos? Realmente para la Blanca Cacereña podría ser peligroso porque sólo subsisten un millar de ejemplares (hace 35 años no llegaban a 200 reproductoras) por lo que es más interesante criar esta raza en pureza aunque, como experiencia, nada pasa por cubrir a media docena de vacas Blancas con un toro Avileño.

Semental Blanco Cacereño con una compañera de su raza.
(c) David Bernaldo.

Realizándolo a la inversa, es decir, utilizando como madres a vacas Avileñas ¡ancha es Castilla de Candeleda a Portilla! pues hay muchísimas Avileñas y no pasa nada por echar algunas a un toro Blanco o inseminarlas del mismo.
¿No se hacen mil y un cruzamientos estrambóticos con los perros? Pues puede perfectamente hacerse lo mismo con vacas para obtener una curiosa yunta de vacas o bueyes de "RAZA" BARROSA CACEREÑA.

Un buey de capa barrosa.
El resultado de las razas Avileña y Blanca, sería semejante.
Un excelente animal para el trabajo y.....con unos riquísimo chuletones.
(c) Miguel Alba.

Fdo: Silvestre de la Calle García.
Técnico forestal.


Bibliografía y fuentes consultadas:
- García Dory, M.A. : Guía de Campo de las razas autóctonas españolas. (Madrid)1990.
- Sánchez Belda, A.: Razas Bovinas Españolas. (Madrid) 1984.
- Timón Timón, F. : Enciclopedia de La Vera y Sierra de Gredos. Ávila y Cáceres. 1994.

Agradecimientos:
- A don David Bernaldo de Quirós Pablo. Criador de las razas Blanca Cacereña y Avileña.
- A don Mario Nogueira. Criador de bueyes.
- A don Miguel Alba. Fotógrafo y ganadero.
- A don Alonso de la Calle Hidalgo. Fotógrafo.
- A don Jesús y doña Feli Marina Jiménez. Ganaderos y propietarios de yuntas de vacas.




jueves, 26 de agosto de 2021

HACE FALTA MÁS GANADO

Todos los años, terribles incendios devastan miles de hectáreas de nuestros montes, bosques y serranías, como el que hace tan sólo unos días calcinaba más de 22.000 hectáreas en la abulense sierra de La Paramera y alrededores.
Cuando esto ocurre, es normal escuchar la frase que sirve de título a este artículo: 
HACE FALTA MÁS GANADO.

Rebaño de cabras a las afueras de Pozanco (Ávila)
(c) Miguel Alba.

El ganado extensivo es el mejor medio para mantener el monte "limpio" controlando el crecimiento excesivo de la vegetación y reduciendo así el riesgo de que, en caso de producirse, los incendios forestales sean de escasa magnitud y fáciles de controlar y extinguir.
Pero ¿por qué se dice que hace falta más ganado? ¿no hay suficiente?
Lamentablemente no y antes sí que lo había.

Rebaño de ovejas.
(c) Miguel Alba.

Antiguamente, había mucho más ganado en nuestros pastando en nuestros montes, especialmente ovejas y cabras que son las especies más eficaces a la hora de controlar la vegetación en zonas montañosas.
En muchas zonas, también había muchas más vacas y caballos que actualmente aunque en otras regiones este ganado ha mantenido sus censos e incluso ha aumentado bastante aunque son especies con menor capacidad para controlar el crecimiento del matorral.

Vacas en la Sierra de Gredos
(c) Juan Manuel Yuste.

El ganado extensivo requiere grandes cuidados, especialmente los rebaños de ganado menor (ovejas y cabras) que, en la mayoría de los casos tienen que ser custodiados por el ganadero durante el día para que no invadan terrenos prohibidos o para defenderlo del ataque de los depredadores.
Además, si se trata de ganado lechero, el ganadero deberá ordeñar el ganado al amanecer, sacarlo luego a pastar y volver a encerrarlo al atardecer para, en muchos casos, volver a ordeñar.

Maribel Sánchez Vadillo ordeña sus cabras antes de sacarlas al campo.
(c) Alonso de la Calle Hidalgo.

Las vacas y los caballos, son más independientes y en determinadas épocas pueden permanecer solos en los pastaderos durante mucho tiempo con visitas esporádicas salvo en determinadas épocas del año como durante la paridera y crianza de los terneros y potros, especialmente en las zonas donde abunda el lobo.
Si se trata de vacas extensivas sometidas a ordeño, lo cual cada vez es menos frecuente, el manejo será similar al descrito para las cabras y ovejas.

Vacas Frisonas en extensivo en Aldeanueva de la Vera (Cáceres)
(c) Ana Belén Bermejo Pérez.

Pero la causa del descenso de ganado extensivo, no hay que buscarla en que su manejo requiera mucho tiempo o, como se dice en el argot ganadero, sea un trabajo "muy esclavo".
Al verdadero ganadero, poco le importa levantarse antes del amanecer y acostarse ya de madrugada por tener que estar atendiendo a sus animales.
El problema es el precio percibido por los productos generados que, aunque de una calidad inmejorable por producirse de forma natural, se pagan muchas veces a un precio que apenas supera los costes de producción.

Vaca Pirenaica con sus terneros.
(c) Leire Amundarain.

Por poner un ejemplo, el precio de los terneros ha cambiado muy poco en los últimos 20 años mientras que los costes de producción han subido muchísimo, siendo el margen de beneficio cada vez más reducido.
Además de eso, en épocas pasadas, ciertos productos como la leche, el queso o los huevos eran vendidos directamente por el ganadero al consumidor bien fuese en su casa o casa por casa o bien en ferias y mercados locales o comarcales que tenían lugar una vez por semana en los pueblos de mayor tamaño.

Tía Benigna Blázquez haciendo queso de cabra en Guisando (Ávila)
(c) Alonso de la Calle Hidalgo.

Sin duda muchos lectores recordaran aquella época en la que se iba a comprar el riquísimo queso artesano a casa de los cabreros que lo pesaban en las clásicas romanas de platillo y pilón o cuando se iba con la lechera metálica a comprar la leche a casa de los vaqueros, quienes la medían con el cuartillo.
Se aprovechaba muchas veces para comprar a estos mismos ganaderos una docena de huevos.
Cadena comercial más corta, imposible.

Cesta de huevos.
(c) Silvestre de la Calle García.

Respecto a la carne, rara vez el ganadero mataba sus animales y los despiezaba, aunque lo habitual era que se los vendiese al carnicero del pueblo que los mataba y vendía en su carnicería.
Aún así, pequeños animales como cabritos, corderos, cochinillos, conejos o pollos eran vendidos directamente por el ganadero y lo mismo ocurría con
productos de la matanza del cerdo.

Cabrero camino del pueblo con dos cabritos en las alforjas.
(c) Alonso de la Calle Hidalgo.

Pero todo eso cambió y pasó a la historia. Por exigencias sanitarias y burocráticas, estas cosas se acabaron prohibiendo y el ganadero pasó a tener que vender la materia prima (leche y animales vivos) a la industria que después de diversos procesos de transformación, hacía que llegase al consumidor.
Ya había muchos intermediarios y todos querían obtener beneficio como es lógico, pero el consumidor no quería pagar precios elevados por un producto que antes costaba mucho menos.
¿Solución?
Pagar poco al ganadero para evitar que al final de la cadena, el producto fuese caro.

Cabra Azpi Gorri con su cabritillo.
(c) Ibai Menoyo.

El ganadero tenía que aceptar el precio de la industria o se quedaba sin vender el producto y, si lo vendía como se llevaba haciendo siglos, se exponía a recibir una sanción que podía arruinarle la vida.
Si el ganadero protestaba, la industria no se preocupaba. Se traía el producto de otros países donde fuese más barato y asunto arreglado.

Oveja con su cordero.
(c) Alonso de la Calle Hidalgo.

Los ganaderos tuvieron que aceptar la nueva situación aunque muchas veces perdían mucho dinero con respecto a lo que ganaban antes. La solución si querían continuar con la actividad, era aumentar el tamaño de la explotación, lo cual no siempre era posible, o bien cambiar hacia sistemas más intensivos en busca de mayores producciones, reduciendo así el tiempo de pastoreo y llegando en muchos casos a la estabulación permanente del ganado.

Ovejas de aptitud lechera en estabulación.
(c) Silvestre de la Calle García.

Llegamos así al punto actual. Muchas superficies de nuestros montes, que antaño sirvieron de pastizales para ovejas, cabras, vacas y demás animales, hoy están cubiertas por extensos e impenetrables matorrales que, por un lado son un auténtico peligro en caso de incendio y por otro sirven de refugio a especies salvajes como el jabalí que, si no se controlan debidamente, ocasionan grandes destrozos en la agricultura y graves accidentes de tráfico, por no hablar de las enfermedades que pueden transmitir al ganado.
¡Ojo! Que no estamos diciendo que haya que eliminar al jabalí de nuestros montes, que si está ahí, por algo será. Pero sí decimos que hay que controlar su población.

Jabalíes en el zoo de Madrid.
(c) Silvestre de la Calle García.

Por si fuera poco, a esto hay que añadir todavía más cosas. Las continuas exigencias burocráticas para que los ganaderos puedan desarrollar su actividad.
En el pasado, cualquier familia del medio rural español podía tener sin grandes problemas una reducida cabaña ganadera limitada a veces a unas cuantas gallinas, algunas cabras y algún cerdo para de esa forma autoabastecerse de huevos, carne y leche.
Hoy, esto es impensable por la gran cantidad de documentación que se exige al ganadero.

Cabras y gallinas en una pequeña explotación familiar en Navalonguilla (Ávila)
(c) Silvestre de la Calle García.

Si a cualquier ganadero se le exigen numerosos requisitos para desarrollar su actividad, al ganadero de extensivo se le exige mucho más, especialmente si hablamos de ganado trashumante que tiene que transitar a pie o en camiones por diferentes Comunidades Autónomas que, en ocasiones, tienen diferentes legislaciones. 

Vacas trashumantes en la calzada romana del Puerto del Pico (Ávila)
(c) Silvestre de la Calle García.

Y aquí hemos llegado a otro problema. Si el ganado extensivo se mantiene siempre en los mismos pastizales, convertirán dichos terrenos en un auténtico desierto y además, habrá que alimentarles cuando no haya pasto con piensos y forrajes.
La trashumancia o movimiento periódico del ganado, permite la regeneración de la vegetación y no causa daños en el suelo.

Vacas Avileñas en los pastizales de verano.
(c) Juan Manuel Yuste Apausa.

Con todo esto, es normal que a la gente "se le quiten las ganas" de tener ganado. No hay en muchos casos relevo generacional porque es muy difícil vivir de la ganadería extensiva, especialmente si se trata de explotaciones pequeñas que, para ser rentables, dependen de las subvenciones de Europa, hecho que no puede permitirse.
¿Cuál es la solución real a todos estos problemas para que pueda haber más ganado en nuestros montes?
PAGAR AL GANADERO EL PRECIO JUSTO.

Piara de cabras Veratas en Robledillo de La Vera (Cáceres)
(c) Silvestre de la Calle García.

¿Y cómo podemos nosotros solucionar esto? Pues muy fácil. Tenemos la sartén por el mango realmente pues si esperamos a que los políticos tomen medidas....
Como consumidores debemos consumir productos ganaderos cuyo origen esté lo más cerca posible de nuestro lugar de residencia.
Si se puede, esos productos deberán proceder de ganadería extensiva pues de esta manera contribuiremos a que este sistema de explotación no desaparezca e incluso que, al aumentar la demanda, aumente el número de cabezas de ganado en nuestros montes, consiguiendo así la limpieza de los mismos y reduciendo el riesgo de incendios.

Cabras en pastoreo en la sierra de Guijo de Santa Bárbara (Cáceres)
(c) Silvestre de la Calle García.

Por lo tanto, queridos lectores, consumiendo carne, leche, queso... procedentes de ganado extensivo, que muchas veces cuentan con marcas de calidad de diversa índole, contribuimos al mantenimiento de un sistema de explotación tradicional, a la fijación de población en el medio rural y a la prevención de los incendios forestales en los espacios donde pasta el ganado. 

Piara de cabras.
Si hubiese más cabras en nuestros montes, mejor nos iría en muchos aspectos.
(c) Cristofer Flores.

Fdo: Silvestre de la Calle García.
Técnico Forestal.

Nota: Pido perdón a los lectores si este artículo ha quedado un poco abigarrado con tantos temas y conceptos diferentes pero en definitiva relacionados.
Si tenéis cualquier duda, no dudéis en contactar conmigo a través de las diversas redes sociales y estaré encantado de aclararos cualquier asunto sobre este tema aunque yo soy más de hablar las cosas tomando un café con perrunillas.









domingo, 22 de agosto de 2021

LA AVILEÑA BOCIBLANCA

La Avileña-Negra Ibérica es, como ya hemos visto, una gran raza bovina que cuenta con diversas variedades, algunas no reconocidas oficialmente. Sin embargo, hoy hablaremos de una variedad que sí está reconocida oficialmente y que está en gravísimo peligro de extinción: LA AVILEÑA BOCIBLANCA.

Detalle de la cabeza de una vaca Avileña Bociblanca.
(c) Miguel Alba.

Antes de nada, aclaremos el nombre de este bovino. 
AVILEÑA es por pertenecer a esta raza. No significa que una raza sea exclusiva de una zona concreta por llevar el nombre de una provincia, comarca o pueblo pues la raza Avileña se extiende por gran parte de Castilla y León, Extremadura, Madrid, Castilla-La Mancha y otras Comunidades Autónomas españolas.
BOCIBLANCA, indica el color del bozo u hocico que en esta caso es de color blanco o pardo contrastando con el color más oscuro de la capa o coloración del resto del cuerpo.

Avileña Bociblanca trashumante en una dehesa extremeña.
(c) Miguel Alba.

Sin embargo, los ganaderos de muchas zonas no acepta el vocablo "bociblanca", puesto que tradicionalmente han utilizado la palabra BECIBLANCA, derivada de bezo y no de bozo. 
Realmente esto no es un problema grave sino que son meras diferencias dialécticas para referirse a lo mismo.
Por ejemplo, en algunas zonas de Extremadura, donde el bovino que nos ocupa es conocido desde antiguo, reciben el nombre de BUCERAS, corrupción de la palabra bocera que viene a designar el color del bozo.

Avileña Bociblanca en la feria de octubre de El Barco de Ávila.
(c) Silvestre de la Calle García.

Pero describamos este bello animal y dejémonos de diferencias semánticas. 
La Avileña Bociblanca es muy semejante a la Avileña "común". Se trata de un bovino de tamaño medio, perfil cefálico recto o ligeramente subcóncavo con capa negra o negra mal teñida (peceña).
Pueden aparecer pelos blancos en la ubre, bajo vientre y borlón de la cola.
Las pezuñas y las mucosas son de color negro o pizarroso apareciendo el morro contorneado por una orla completa o no de color blanco o parduzco.
En cuanto al formato es semejante al de la Avileña "común". 

Avileña bociblanca.
Nótese el tono rojizo que en ocasiones presentan estos animales.
(c) Juan Manuel Yuste Apausa.

Tradicionalmente, según muchos autores, éste sería el tipo de bovino genuino asentado a las serranías del centro peninsular, aunque es muy posible que existiesen individuos bocinegros (con hocico negro) y que los bociblancos se criasen con mayor intensidad en ciertas comarcas, hasta el punto de que algunas poblaciones llegaron a considerarse como "razas" independientes.
Es el caso de la popular vaca BARQUEÑA criada en los alrededores de El Barco de Ávila, uno de los bovinos más apreciados de España en la segunda mitad del siglo XIX y principios del XX por sus extraordinarias cualidades como animal de labor, como productora de carne exquisita e incluso como productora de leche de gran calidad.

Becerra bociblanca.
(c) Juan Manuel Yuste Apausa.

A comienzos del siglo XX, con el objetivo de mejorar la conformación de los animales y obtener mayor rendimiento cárnico, comenzaron a utilizarse como sementales mejorantes, toros de raza Negra Andaluza, conocida también en la época como Negra Campiñesa por criarse en las campiñas andaluzas.
Se trata de un bovino de gran tamaño, bocinegro, capa negra brillante y excelentes cualidades como productor de carne.
El cruzamiento con las antiguas Avileñas, con la que la Campiñesa estaba estrechamente emparentada, fue sumamente satisfactorio.
Fue D. Francisco Ramírez, ganadero de Villafranca de la Sierra (Ávila) el que primero importó este tipo de toros.
Sin embargo, algunos ganaderos se mantuvieron fieles al tipo antiguo durante bastantes años, siendo la ganadería más famosa de todas la de D. Regino Hernández de La Herguijuela (Ávila), quien en 1929 presentó en Sevilla excelentes ejemplares bociblancos.

Vaca Avileña de capa negra.
(c) Miguel Alba.

El nuevo ganado era semejante al autóctono pero con mejor conformación aunque el carácter bociblanco se fue perdiendo paulatinamente si bien no del todo, quedando algunos ejemplares en Ávila, Segovia, Madrid, Toledo y Cáceres, provincia esta última donde el bovino bociblanco fue muy común en comarcas como La Vera, existiendo testimonios fotográficos muy antiguos de su presencia.

Toro Avileño Bociblanco en Guijo de Santa Bárbara (Cáceres) en 1925.
Propiedad de D. Cipriano Jiménez Pérez.
(c) Colección Familia de la Calle.

Con todo, fue la zona de El Barco de Ávila, donde con mayor intensidad se mantuvo siempre el ganado Avileño Bociblanco o Barqueño, siendo relativamente abundante hasta bien entrado el siglo XX cuando comenzaron a utilizarse de forma masiva sementales de capa negra primero y posteriormente de razas cárnicas especializadas como la Charolesa.

Vaca bociblanca con su ternero.
Aunque autóctonas de la Sierra de Gredos, aún muchas vacadas trashuman al sur de Extremadura durante el invierno.
(c) Juan Manuel Yuste Apausa.

Actualmente, aún pueden verse ejemplares de Avileña Bociblanca en las zonas citadas, aunque son muy escasos. 
Sin embargo, no todos los bovinos negros con hocico blanco son auténticos Avileños pues existen numerosas razas emparentadas que presentan este carácter:
Caldelá (Ourense), Sayaguesa (Zamora), Serrana Negra (Sistema Ibérico), Serrana de Teruel (esta última de capas más acastañadas)....

Vaca Serrana negra con ternera mestiza de toro Pardo.
(c) Adrián Pablo Olalla.

La Serrana Negra junto con la Serrana de Teruel, formaron tradicionalmente parte de las llamadas vacas "Serranas" que en 1979 fueron agrupadas bajo el término raza Negra Ibérica.
Durante mucho tiempo, la utilización de toros procedentes de Ávila, o sea, de raza Avileña, como mejorantes de estas vacas "Serranas", hizo que las diferencias entre ambas fuesen mínimas, por lo que se decidió agrupar todos estos bovinos bajo la denominación de raza AVILEÑA-NEGRA IBÉRICA.

Yunta de vacas Serranas.
(c) Adrián Pablo Olalla.

Al ser una misma raza, el intercambio de sementales era constante por lo que mientras algunos ganaderos del Sistema Ibérica llevaba allí sementales de Ávila con el fin de mejorar la producción cárnica, otros ganaderos hacían lo contrario con el fin de mantener el carácter bociblanco que era mucho más común en el ganado "serrano" que en el "avileño", si bien nunca se llegó a perder como quieren hacer ver algunos.
Vacas bociblancas siempre ha habido en Ávila, particularmente en la Sierra de Gredos.

En la raza Serrana Negra el orlado del morro es mucho más blanco que en la Avileña y la capa es absolutamente negra.
(c) Adrián Pablo Olalla.

Pero en 1997, las razas vuelven a separarse de manera oficial. Por un lado queda la Avileña-Negra Ibérica y por otro la Serrana Negra, exigiéndose en el caso de esta última el carácter bociblanco para poder ser considerada como pura. Se segregó también la población de las serranías turolenses, dando lugar a la llamada Serrana de Teruel.
Por su parte, la Avileña, se subdividía en Avileña-Negra Ibérica considerada como raza de fomento y Avileña-Negra Ibérica variedad Bociblanca como raza en peligro de extinción.

Avileña Bociblanca en Guijo de Santa Bárbara (Cáceres)
Magnífico ejemplar de la ganadería "Los Serranos" del citado pueblo.
(c) Silvestre de la Calle García.

Actualmente, se lucha por conservar la raza Avileña Bociblanca en pureza. Existen ejemplares que jamás han recibido influencia de toros de otras razas o poblaciones bociblancas aunque, es cierto, que también existen otros que no son totalmente puros.
Los ganaderos luchan por conservar y mantener esos ejemplares puros, cubriendo o inseminando a las hembras de toros puros evitando en todo momento la consanguinidad de los animales.

Isabel López y Juan Manuel Yuste con su yunta bociblanca.
(c) Silvestre de la Calle García.

Respecto a las utilidades de la raza Avileña Bociblanca, son las mismas que las de la Avileña.
Actualmente es una raza dedicada a la producción de carne en medios difíciles presentando si cabe una rusticidad aún mayor al ser los individuos puros de esta variedad más "primitivos". 
Generalmente, estos individuos han permanecido acantonados en zonas montañosas de medio difícil por lo que a menudo son ligeramente menores y sus rendimientos son también más bajos aunque con un manejo adecuado, esto es verdaderamente imperceptible.

Avileña Bociblanca en la Sierra de Gredos (Ávila)
El ternero Avileño bociblanco nace de color rojizo para tomar poco a poco la tonalidad de los adultos.
(c) Juan Manuel Yuste Apausa.

En el pasado, era utilizada como animal de trabajo, siendo una de las mejores razas ibéricas para este fin por su fortaleza, rusticidad y sobriedad.
En zonas donde era especialmente abundante como en la Sierra de Gredos o el noreste de Extremadura se utilizaba para realizar todo tipo de trabajos desde la labranza al arrastre de piedra y madera.

Preciosa imagen de una yunta de Avileñas Bociblancas arrastrando el rulo de piedra utilizado antaño para allanar los caminos.
Junto a las vacas, sus propietarios Isabel López y Juan Manuel Yuste en Barajas de Gredos (Ávila)
(c) Silvestre de la Calle García.

También era una excelente lechera, hasta el punto de que se pensó a mediados del siglo XIX en comenzar su selección para obtener un bovino lechero ideal para las zonas frías del centro de España. Destacadas eran las vacas BARQUEÑAS al igual que fueron las míticas SORIANAS (Serrana Negra) por la producción de leche de gran contenido graso que era ideal para la elaboración de quesos y mantequilla.
Animamos al lector a leer o releer el artículo dedicado a LA LECHE GORDA en este mismo blog.

Vaca Avileña Bociblanca con ternero recién nacido (cruzado de Charolés)
Véase el buen desarrollo de la ubre.
(c) Silvestre de la Calle García.

Sirva este artículo para dar a conocer esta variedad de la raza Avileña y que sea también un sincero homenaje para sus criadores.
No puedo terminar este artículo sin mencionar al gran ganadero Manuel Yuste, de Barajas de Gredos, con el que tuve la suerte de compartir muchos ratos charlando sobre la raza Avileña en el corral de su casa. 
Tío Manolo era posiblemente uno de los mayores conocedores de la raza Avileña.
Sea este artículo un homenaje a título póstumo para este viejo vaquero de la Sierra de Gredos. 

Don Manuel Yuste García, ganadero y carretero posando junto a la yunta bociblanca de su hijo Juan Manuel en el Puerto del Pico (Ávila).
(c) Silvestre de la Calle García.

Con este artículo pretendemos dar a conocer el antiguo y genuino bovino que pobló las serranías y dehesas del centro peninsular, siendo particularmente abundante en las provincias de Ávila, Segovia, Cáceres, Toledo y Madrid principalmente hasta que paulatinamente fue desplazado por el ganado bocinegro primero y por otras razas españolas o extranjeras después.
Conservar la Avileña Bociblanca es conservar un pedacito de nuestra historia, nuestras tradiciones y la herencia que nos dejaron nuestros antepasados.

Isabel López Arrabé con una yunta de vacas Bociblancas.
(c) Silvestre de la Calle García.

Para mí, estas vacas tienen un valor especial pues más allá de su gran belleza o su importancia histórica, cultural y social en muchos pueblos de las serranías centrales españolas, son las vacas que durante siglos criaron mis antepasados en Guijo de Santa Bárbara (Cáceres).
Hasta la época de mi tatarabuelo Cipriano Jiménez Pérez (1863-1927) eran los bovinos mayoritarios en mi pueblo, siendo criados por mis tatarabuelos, sus padres, sus abuelos....
Algunos ganaderos de mi familia que criaron estos bovinos fueron:

- Santiago de la Calle Castañares. (1801 -1896) 
- Antonio Jiménez García. (1810 - 1898)
- José García de Aguilar y Domínguez. (1797 -1867)
- Benito García de Aguilar y Martín. (1822 - 1908)
- Juan Burcio García. (1873 - 1947)
- Eugenio Jiménez Ovejero. (1792 - 1872)
- Antonio Jiménez Castañares. (1825 - 1882)
- Cipriano Jiménez Pérez. (1863 - 1927)
- Francisco Jiménez Ovejero. (1897 - 1883)
- Alonso Jiménez Esteban. (1835 - 1882)
- Andrés de la Calle García. (1866 - 1943)

Antonio Jiménez García y Josefa Santos García.
Tatarabuelos de mi abuelo Antonio Leandro de la Calle Jiménez.
Ganaderos de raza Avileña Bociblanca.

Destacable fue sin lugar a dudas las ganadería de D. Emilio de la Calle Esteban (1886-1960) primo hermano de mis bisabuelos Ángel y Alonso de la Calle Jiménez, de mi tatarabuela María Visitación de la Calle Jiménez y de mi bisabuela Marceliana  Jiménez Esteban.
Las vacas de "Tío Minuto" presentaban una capa mulata (negra con degradaciones rojizas) y eran sin lugar a dudas las mejores de Guijo de Santa Bárbara en los años 30 y 40 según cuentan los ganaderos que las conocieron como mi abuelo Antonio Leandro de la Calle Jiménez (nacido en 1924).

Emilio de la Calle Esteban (Tío Minuto) y su esposa Amparo Rodríguez.
(c) Colección Emilio García de la Calle.

Por todo ello, las vacas Avileñas Bociblancas significan mucho para mí pues forman parte del pasado ganadero de mi familia.


El autor con la yunta bociblanca de Juan Manuel e Isabel en Barajas de Gredos (Ávila)
(c) Alonso de la Calle Hidalgo.

Fdo: Silvestre de la Calle García.
Técnico forestal.

Bibliografía y fuentes consultadas:
- Sánchez Belda, A. (1981). Catálogo de Razas Autóctonas. I. (Madrid). Ministerio de Agricultura.
- Sánchez Belda, A. (1983) La raza bovina Avileña-Negra Ibérica. (Madrid) Ministerio de Agricultura.
- Sánchez Belda, A. (1984) Razas Bovinas Españolas. (Madrid) Publicaciones de Extensión Agraria.
- Sánchez Belda, A. (2002) Razas Españolas Ganaderas Bovinas. (Madrid) Colección FEAGAS.
- Yanes García, J.E. (2000) Catálogo de Razas autóctonas de Castilla y León - Región Norte de Portugal. I. Especies Bovina y equina. (Salamanca) Fundación Rei Alfonso Henriques.

Agradecimientos:
- Juan Manuel Yuste Apausa.
- Isabel López Arrabé.
- Adrián Pablo Olalla.
- Miguel Alba.
- Alonso de la Calle Hidalgo.
- Emilio García de la Calle.

GUIJO DE SANTA BÁRBARA. EL PUEBLO DE VIRIATO.

Guijo de Santa Bárbara es un pequeño pueblo situado en la comarca de La Vera, al noreste de la provincia de Cáceres y en las estribaciones o...