jueves, 29 de julio de 2021

LOS TRATANTES DE GANADO

Muy relacionada con el sector ganadero, ha estado siempre la profesión de los TRATANTES DE GANADO.

Tratante en la feria de Navarredonda de Gredos (Ávila).
(c) Silvestre de la Calle García.

El tratante de ganado es aquella persona que se dedica a la compraventa de ganado. Hablando con propiedad, no podemos considerar tratante a una persona que cría y vende su ganado.
El tratante puede ser ganadero pero obtiene la mayor parte de sus ingresos del ganado que compra y no del que cría él mismo.

Camino de la feria.
(c) Alonso de la Calle Hidalgo.

Los tratantes recorrían las ferias y mercados ganaderos de toda España, realizando antaño los recorridos a pie, luego en ferrocarril y finalmente en camión debido a la continua mejora de las comunicaciones.
Actualmente, con la implantación de la telefonía fija y móvil y el uso de Internet, los tratantes van directamente a las explotaciones, sin necesidad de que el ganado pase por las ferias y mercados, aunque aún se siguen celebrando estos encuentros ganaderos.

Feria de octubre en El Barco de Ávila (Ávila), una de las más renombradas de España.
(c) Silvestre de la Calle García.

Cada tratante se especializaba generalmente en un determinado tipo de ganado.
Conocía a la perfección las ferias donde se podía comprar y vender el mejor ganado de la especie con la que trataba y el momento más adecuado para realizar las transacciones.
Así mismo, conocían a los ganaderos del área de trabajo en el que se movían.
Algunos tratantes acudían a numerosas ferias y/o mercados, pero lo normal es que se centrasen sólo en unos cuantos para controlar mejor el terreno.

Feria de ganado bovino Tudanco en Cantabria.
(c) Miguel Alba.

Así, encontrábamos diferentes tipos de tratantes siendo quizás los más famosos en épocas pasadas los tratantes de equino, porcino y bovino aunque también había tratantes de ovino y caprino e incluso de aves.

Burros en la feria de Naverredonda de Gredos (Ávila).
(c) Silvestre de la Calle García.

Los equinos (caballos, burros y mulos) eran vitales en el medio rural por utilizarse como animales de trabajo, carga y montura.
Destacaban en este campo, los tratantes de etnia gitana aunque también debemos destacar los tratantes gallegos. En este último caso, muchas veces no se trataba realmente de personas oriundas de Galicia, sino de personas de cualquier punto de España que acudían a las ferias gallegas en busca de equinos para luego venderlos en otros puntos del país.

Yeguas con potros y muletas en la feria de Navarredonda de Gredos (Ávila)
(c) Silvestre de la Calle García.

Con el tiempo, la mecanización agrícola provocó que los equinos quedasen sin utilidad en el campo, pero comenzó entonces a valorarse su producción de carne, dedicándose muchos tratantes a la compra y engorde de potros para venderlos a carniceros o exportarlos al extranjero.

Yeguas Hispano-Bretonas con sus potros en la Feria de Navarredonda de Gredos (Ávila).
(c) Silvestre de la Calle García.

Respecto a los tratantes del porcino, podíamos decir algo parecido. Todas las familias del medio rural cebaban 1 ó 2 cerdos para la matanza. En ocasiones, disponían de cerdas de cría, pero la mayoría de las veces se limitaban a comprar en las ferias y mercados los cerditos pequeños para cebarlos durante el año y realizar la matanza en el invierno.
En otras ocasiones, los compraban ya grandes, incluso listos para realizar la matanza.

Cerda Ibérica con sus lechones.
(c) Javier Bernal.

El ganado bovino o vacuno gozaba de gran importancia, principalmente como animal de trabajo.
Los tratantes compraban becerros o novillos en las ferias y en ocasiones los castraban y domaban para venderlos ya como bueyes, obteniendo así un importante beneficio.

Becerro bardino, muy cotizados en las ferias de la Sierra de Gredos tanto para su uso como bueyes como para ser dejados como sementales.
(c) Juan Manuel Yuste Apausa.

Las terneras solían ser recriadas por los ganaderos para reponer las vacas viejas pero las que no se destinaban a tal fin, eran vendidas cuando aún eran pequeñas.
Esto era muy usual en Ávila y en toda Castilla en general. De ahí surge la famosa ternera blanca de Castilla, la carne más apreciada del mercado español.

Vaca con su ternero.
(c) Juan Manuel Yuste Apausa.

Al dejar de utilizarse como animales de trabajo, los tratantes pasaron a dedicarse a la compra de terneros para engordarlos y venderlos, surgiendo así los modernos cebaderos industriales.

Becerros en la feria de El Barco de Ávila (Ávila)
(c) Silvestre de la Calle García.

Desde mediados del siglo XIX, aparecen las vacas lecheras de razas extranjeras, criadas fundamentalmente en el norte peninsular, destacando en especial Cantabria y su mercado de Torrelavega.
Con el desarrollo del ferrocarril y del transporte en camiones, este tipo de animales se convirtieron durante varias décadas en objeto de activísimo comercio.
Gracias a los vaqueros pasiegos y a los tratantes, las vacas lecheras se extendieron por toda España, particularmente las de raza Frisona.

Vaca Frisona.
(c) Silvestre de la Calle García.

Ovejas y cabras, eran también compradas y vendidas por tratantes especializados que se dedicaban tanto a la compra de cabritos y corderos como de ganado de desecho y desvieje para vendérselo a carniceros.

Corderos en la feria de Trujillo (Cáceres)
(c) Silvestre de la Calle García.

La compraventa de ganado reproductor de estas especies era menos habitual aunque en el sur peninsular fueron muy comunes los tratantes de cabras, principalmente en provincias como Málaga o Granada. Dichos tratantes, salían de sus pueblos de origen con rebaños de cabras lecheras y recorrían pueblos y ciudades vendiendo la leche y las cabras y cuando se quedaban sin animales, regresaban a su tierra y organizaban una nueva expedición.


Cabras Murciano-Granadinas en el Mercado de Talavera de la Reina (Toledo)
(c) Silvestre de la Calle García.

Los tratantes de aves, fueron más raros aunque desde el siglo XVI era frecuente en invierno la figura del "pavero" en pueblos y ciudades. Estos tratantes iban a las dehesas y adquirían bandadas de pavos, conduciéndolas a pie por los caminos hasta los centros de venta.

Bandada de pavos.
(c) Mariano Martín Ayuso.

En algunos lugares, existían tratantes de gallinas que transportaban estas aves en carros.
Sin embargo, sería ya a mediados del siglo XX cuando comenzaría a realizarse la venta de estas aves en camiones que recorrían los pueblos de toda España vendiendo gallinas, patos, pavos y otras aves.

Pollitas de raza Castellana Negra.
(c) Mariano Martín Ayuso.

Tradicionalmente, las ferias ganaderas se celebraban en fechas señaladas e importantes del ciclo ganadero: antes y después de realizar los movimientos trashumantes, al bajar el ganado de los pastos de montaña en otoño, antes de las matanzas, tras la recogida de las cosechas para facilitar el pago a los ganaderos, antes del invierno para desprenderse del ganado viejo o improductivo.....

Cabras en el mercado de Talavera de la Reina (Toledo).
(c) Silvestre de la Calle García.

Como dijimos antes, mucho ha cambiado el oficio del tratante. Aunque se siguen realizando ferias por toda España, ya la mayoría de las transacciones se realizan en la propia explotación donde acude el tratante previa llamada del ganadero.
Sin embargo, cada vez es más frecuente la venta directa sin intermediarios. El ganadero vende directamente el ganado a otros criadores o a los propios mataderos sin necesidad de tratantes.

Terneros de raza Pirenaica.
(c) Leire Amundarain.

Aún así, las ferias ganaderas siguen teniendo gran vigencia en España aunque han pasado a ser más bien exposiciones de ganado de una o varias especies e incluso dedicadas a una sola raza y como lugares de compra venta de material y productos ganaderos y de artesanía, además de tener lugar ciertas prácticas de la cultura ganadera popular.
En ocasiones, en estas ferias se exponen animales para la venta directa aunque se suele realizar mediante subastas.

Subasta de ganado Avileño en Navarredonda de Gredos (Ávila)
(c) Silvestre de la Calle García.

Atrás queda ya la clásica imagen del tratante en la feria vestido con su amplio blusón de paño de Béjar y la vara de fresno en la mano, mirando y remirando los animales y regateando con el ganadero hasta realizar "el trato" que quedaba firmado y sellado con la palabra y el apretón de manos, sin necesidad de papeles de ningún tipo.

Tratante con un burro.
(c) Alonso de la Calle Hidalgo.

Quien escribe esto, nació y vivió hasta los 12 años en una casa ganadera y conoce bien lo que aquí se describe.
Recuerdo a mi abuelo Juan, vaquero de los de toda la vida. Ya no se llevaba el ganado a las ferias, sino que los tratantes iban al corral para ver los chotos y realizar allí el trato.
No solía haber mucho regateo. Mi abuelo daba un precio y raro era que los tratantes con los que habitualmente trabajaba, regateasen mucho para llevarse los chotos (terneros) o las vacas viejas.

Juan García García, vaquero de Guijo de Santa Bárbara (Cáceres)
(c) Alonso de la Calle Hidalgo.

Fdo: Silvestre de la Calle García. 

lunes, 26 de julio de 2021

UNA ABUELA DE PUEBLO

 Hoy, 26 de Julio, se celebra el Día de los Abuelos. Mucha gente piensa que esto es algo arbitrario puesto que al fin de cuentas, cada día del año se celebra el día de tal o cuál cosa.
Sin embargo, esta celebración tiene un origen plenamente cristiano. Se celebra hoy el Día de los Abuelos por ser la festividad de San Joaquín y Santa Ana, padres de la Santísima Virgen María y por lo tanto abuelos de Jesucristo. Por ello, la Iglesia les otorgó el patrocinio sobre los abuelos.
Grande es la importancia de los abuelos y hoy, tomaremos como ejemplo a una clásica abuela de pueblo, concretamente una señora de Guijo de Santa Bárbara (Cáceres). Será nuestra protagonista hoy Doña Marceliana Jiménez Esteban (1893-1985), nacida y fallecida en Guijo, pueblo que abandonó en muy pocas ocasiones.

Marceliana Jiménez Esteban en su cocina de lumbre.
(c) Alonso de la Calle Hidalgo.

Nació Marceliana en el seno de una familia de acomodados terratenientes guijeños el 2 de junio de 1893.
Hija de Cipriano Jiménez Pérez (1863-1927) y de Josefa Esteban Jiménez (1869-1951).
Tuvo Marceliana una gran suerte, pues conoció a su abuela paterna Justa Pérez Burcio (1823-1897) y a sus abuelos paternos Pedro Esteban Rosado (1838-1916) y Trinidad Jiménez Santos (1836-1913).
No era algo común en aquella época conocer a casi todos los abuelos y poder disfrutar largos años de algunos de ellos como le ocurrió a nuestra protagonista, pero es que además, Marceliana conoció a dos bisabuelos, los padres de su abuela Trinidad: Antonio Jiménez García (1810-1898) y Josefa Santos García (1812-1896), popularmente conocidos como "Los Abuelos Viejos".

Josefa y Antonio, los "Abuelos Viejos".
Bisabuelos de Marceliana.
(c) Colección Familia de la Calle.

Marceliana tuvo la inmensa suerte de pasar su infancia con sus bisabuelos y toda su juventud con la abuela Trinidad y el abuelo "Perico". Conservó durante toda su vida, nítidos recuerdos de aquella época, recordando a la perfección la muerte de su bisabuelo Antonio el 23 de Enero de 1898 ya que en dicho momento, ella estaba sentada y sujetando la mano al "Abuelo Viejo".
Recordaba perfectamente el entierro y las primeras misas que se celebraron por el alma del difunto en la ermita de Nuestra Señora de las Angustias.

Entierro de la bisabuela de Marceliana en 1896.
(c) Colección Familia de la Calle.

Marceliana tuvo la gran suerte de poder ir a la escuela, siendo su maestra su tía abuela Felipa Jiménez Santos (1842-1913), por lo que sabía perfectamente leer, escribir y "las cuatro reglas" (sumar, restar, multiplicar y dividir). Era una caso bastante curioso en la época puesto que por aquel entonces, se consideraba que lo importante en una mujer es que fuese "buena mujer de su casa" y no que aprendiese tales cosas.
Pero el caso de Marceliana era especial, al ser descendiente de una familia acomodada, siendo además hija del Juez de Paz del pueblo.
Esto no significa sin embargo, que Marceliana no tuviese que trabajar mucho tanto en casa como en el campo, al igual que sus hermanas y hermanos.
Su padre tenía vacas y cultivaba numerosas tierras, algunas como la Cerca de Pierdelana, situadas a más de 2 horas de camino a pie del pueblo. Recordaba Marceliana en sus vejez, cuando iba con su padre a sacar las patatas a Pierdelana.
Además, su madre era panadera, por lo que de vez en cuando tenía que ayudarla en el horno.

Cipriano Jiménez Pérez (centro) en la Plaza de Toros de Guijo de Santa Bárbara.
Año 1925.
(c) Colección familia De la Calle.

Josefa Esteban Jiménez.
(c) Colección familia De la Calle.

El 4 de octubre de 1917, Marceliana contrajo matrimonio con Alonso de la Calle Jiménez (1892-1950), vaquero y descendiente de una importantísima familia del pueblo.
En aquella época, lo habitual era que las mujeres se casasen con 18 ó 20 años, por lo que casarse con 24 años era ya poco habitual. Sin embargo, este hecho se debió a que Alonso realizó el servicio militar en África, donde permaneció tres años.
Cuando regresó, comenzaron todos los preparativos de la boda, pero en aquel tiempo eso suponía varios meses e incluso años.

Alonso de la Calle Jiménez.
1915.
(c) Colección familia De la Calle.

Alonso y Marceliana tuvieron 4 hijos, pocos para aquella época, de los que sobrevivirían tres:
- Benjamín (1919-2003)
- Marcelino (1922-1996)
- Antonio Leandro (n.1924)
- Eva (1932-1933)

Marceliana y Alonso con sus hijos Antonio Leandro y Marcelino.
(c) Colección Familia de la Calle.

Benjamín, hijo mayor de Marceliana y Alonso.
(c) Colección Familia de la Calle.

Eva, la única hija de Marceliana y Alonso, fallecida con 18 meses.
Retrato pintado por Francisco Martín Rivera.


Alonso era vaquero trashumante y además agricultor. Desde 1928 hasta su muerte en 1950 fue el cartero rural de Guijo de Santa Bárbara, teniendo que bajar diariamente a Jarandilla a lomos de su caballo para recoger el correo en la oficina y repartirlo luego en el pueblo.
Después del reparto, tenía que encargarse del ganado y de las tierras, para lo que contaba con la ayuda de sus hijos.

Corral de El Toril de Arriba, uno de los que poseían Alonso y Marceliana para encerrar sus vacas.
(c) Alonso de la Calle Hidalgo.

Marceliana no podía trabajar en el campo al tener que hacerse cargo de la casa, de su madre y del abuelo Andrés, padre de Alonso.
Aún así, Marceliana iba cada mañana a la Casilla del Lavadero a ordeñar la cabra que tenían o alguna vaca para el consumo de casa. Cuando había mucha leche, hacía quesos para el consumo familiar.
También se hacía cargo de las gallinas y de los cerdos que se engordaban para la matanza.

Cerdo en periodo de cebo.
(c) Javier Bernal.

Marceliana y Alonso llevaban una vida sencilla y feliz. Ambos vieron casarse a sus dos hijos mayores y Alonso pudo conocer a algunos de sus nietos, aunque lamentablemente, falleció con 58 años.

Marceliana y Alonso.
1940.
(c) Colección familia De la Calle.

Tras la dramática muerte de Alonso el 26 de junio de 1950 mientras trabajaba en el campo, Marceliana quedó viuda, teniendo que encargarse aún de su madre que todavía vivía y era ya muy mayor.
Josefa Esteban, madre de Marceliana, murió el día de Nochebuena de 1951 a la edad de 82 años.
Además, sus dos hijos mayores ya se había casado, por lo que de vez en cuando les tenía que echar una mano con los nietos.

Hijos, nueras y nietos de Marceliana.
1952.
(c) Colección familia De la Calle.

Tras la muerte de su madre, Marceliana vivía sola en su casa de la Calle del Monje, recibiendo las visitas constantes de sus hijos y de sus nietos, siendo además visitada por su prima Modesta, que pasaba largos ratos dándole compañía.
También, durante el verano, recibía la visita de su hermana Trinidad, maestra nacional en el pueblo cacereño de Roturas.

Trinidad, Modesta y Marceliana.
(c) Colección familia De la Calle.

Marceliana era una clásica abuela de pueblo. Jamás faltaba a Misa diaria y por las noches, rezaba el Rosario con sus nietos.
La mayor parte del día, estaba en casa realizando las labores del hogar, preparando siempre la comida en su cocina de lumbre. Aún recuerdan sus nietos cómo cocinaba el cocido, que era lo que entonces se comía a diario, en un minúsculo pucherillo, ya que ella comía poco. 
En la cocina siempre estaba el bonito mortero de pie calado que le regaló tío Marianito "El Pintarruecas" cuando se casó.

Pucherillos y mortero de Marceliana.
(c) Silvestre de la Calle García.

Era una auténtica experta en realizar encanje de bolillos, conservando sus descendientes bellísimas puntillas.
Además de eso, Marceliana era muy aficionada a contar a sus nietos las "historias de antes", especialmente a sus nietos Alonso y Raquel de la Calle Hidalgo quienes la oían hablar muchas veces del mítico "Abuelo Viejo" cuando eran pequeños, por lo que ya siendo adultos preguntaron y se preocuparon de recopilar por escrito todas esas historias de la abuela, lo que les sirvió para comenzar a investigar sobre tan insigne personaje y publicar un libro sobre él en 2016, que dedicaron, como no podía ser de otra manera, a su abuela Marceliana.

Libro "El ABUELO VIEJO. ANTONIO JIMÉNEZ GARCÍA".
Biografía del bisabuelo de Marceliana.

Marceliana falleció un 20 de febrero de 1985, a los 91 años de edad pero gozando de buena salud.
Conoció a todos sus nietos y a buena parte de sus bisnietos. Todos la recuerdan con gran cariño.

Os parecerá extraño que yo, nacido en 1988, conozca a la perfección la historia de Marceliana Jiménez Esteban. El motivo es muy sencillo.

Os estoy hablando aquí de mi bisabuela pues era la madre de mi abuelo paterno Antonio Leandro de la Calle Jiménez y por ello, abuela de mi padre Alonso de la Calle Hidalgo.

Con mi abuelo Antonio Leandro, en la bodega que perteneció a mi bisabuela Marceliana.
(c) Alonso de la Calle Hidalgo.

Yo creo que en los casi 33 años que tengo, no ha pasado ni un sólo día en el que no haya escuchado a mis abuelos, a mi padre, a mi tía Raquel y a muchas otras personas de la familia, hablar de ABUELA MARCELIANA.

Por ello, en este DÍA DE LOS ABUELOS 2021, quiero dedicar estas líneas a mi bisabuela porque desde hace unos años, llevó oyendo en mi familia la siguiente frase:
"SERÍAS EL ORGULLO DE ABUELA MARCELIANA".

La verdad es que mucho de lo dicho para mi abuela Marceliana, vale para mí. Bien sabéis los que me conocéis en persona y los que me vais conociendo un poquito por leer este blog, que me gustan mucho las "historias de antes" y tampoco es secreto que soy el sacristán del pueblo por lo que soy también de Rosario diario y rezado precisamente con el misal que tenía abuela Marceliana puesto que conservo todos los libros religiosos.

Misal que utilizaba abuela Marceliana.
(c) Silvestre de la Calle García.

Así es que, va por usted, QUERIDA ABUELA MARCELIANA.

Nota: El libro de "ANTONIO JIMÉNEZ GARCÍA. EL ABUELO VIEJO" citado anteriormente, fue escrito también por mí pues aunque no oí tales historias contadas por mi bisabuela, sí que las he oído contar a mi abuelo y a mi padre.


Fdo: Silvestre de la Calle García.







jueves, 22 de julio de 2021

CABRERO DE PURA CEPA

 Juan Antonio Rodríguez Vidal (nacido en 1984) es uno de los pocos cabreros que aún quedan en Guijo de Santa Bárbara (Cáceres).
En la sierra de este pueblecito situado en la vertiente sur de la Sierra de Gredos pastaban hace años más de 4000 cabras divididas en unas 40 ó 50 pequeñas piaras o hatajos.
Actualmente, tan sólo 5 ó 6 familias del pueblo tienen cabras, siendo la de Juan Antonio una de las piaras más importantes.

Juan Antonio con una de sus primeras cabras.
(c) Alonso de la Calle Hidalgo.

    Hijo de Juan Antonio Rodríguez y Martina Vidal, nieto por línea paterna de Antonio Rodríguez y Camila López y por línea materna de Dionisio Vidal y Gregoria Guerra; podemos decir que Juan Antonio es cabrero de pura cepa.

Juan Antonio, cabrero de pura cepa.
(c) Juan Antonio Rodríguez.


    La familia de Juan Antonio siempre ha destacado por sus cabras. Sus abuelos eran grandísimos conocedores de este mundo y pastorearon durante años tanto cabras propias como cabras y ovejas de otros ganaderos pues por su gran experiencia eran muy solicitados por otros ganaderos.
Fueron incluso cabreros de cabras caseras, de las que hablaremos en otro artículo.

Tío Dionisio "El Picholito" y tío Antonio "El Niño".
Abuelos de Juan Antonio.

Aunque en un principio Juan Antonio se dedicaba a otras actividades y sólo tenía unas cuantas cabras, poco a poco decidió ir aumentando su piara para terminar por dedicarse a lo que profesionalmente le gustaba de verdad: las cabras.

Cabras de Juan Antonio en la garganta.
(c) Juan Antonio Rodríguez.

Al principio, era propietario de un pequeño hatajillo de cabras Malagueñas y poco a poco fue introduciendo algunas Veratas, raza autóctona de la zona y que era la que habían criado sus antepasados al igual que los demás cabreros del pueblo.

Aquellas primeras cabras Malagueñas...
(c) Silvestre de la Calle García.


La piara iba aumentando por lo que Juan Antonio tuvo que cambiarse de corral a Los Manzorreros, ocupando la antigua majada familiar. Atrás iban quedando las cabras Malagueñas, puesto que ya todas las chivas jóvenes y los machos eran de raza Verata, subsistiendo sólo alguna vieja Malagueña.

Las cabras en el majal del corral de Los Manzorreros.
(c) Silvestre de la Calle García.

Actualmente, Juan Antonio posee una excelente piara compuesta enteramente por ejemplares de raza Verata. El manejo es extensivo tradicional, con salida al pastoreo siempre que es posible.

Las cabras en la sierra.
Aún se pueden ver en esta foto algunas Malagueñas.
(c) Juan Antonio Rodríguez.

Las cabras recorren los bonitos pastizales de la sierra, variando el recorrido o "careo" dependiendo de la época del año con el objetivo de aprovechar mejor los recursos que la naturaleza ofrece en cada momento.

Las cabras camino de la majada custodiadas por Juan Antonio Rodríguez López.
(c) Alonso de la Calle Hidalgo.

Recorre Juan Antonio con su piara durante los meses invernales, las zonas más bajas del término municipal, cubierto por extensos bosques de robles. Aquí las cabras se alimentan del pasto, de los matorrales, de las hojas tiernas de los robles en primavera y de las abundantes bellotas en el otoño....

Cabras en zona baja.
(c) Juan Antonio Rodríguez.

Poco a poco, conforme avanza el año, las cabras suben a cotas más altas para ir aprovechando los pastizales de altura y recursos como las flores de escoba y carabón (piorno serrano) que son un alimento extraordinario para este ganado.

Cabras comiendo flor.
(c) Juan Antonio Rodríguez.

Consumen también las cabras en finísimo pasto de los regajos, compuesto principalmente por el cervuno. Con este tipo de alimentación, la producción de leche disminuye sensiblemente pero la calidad aumenta hasta límites increíbles, dando como resultado un queso exquisito.

La piara en pastoreo.
(c) Juan Antonio Rodríguez.

Las cabras aprovecharán las pastos de montaña hasta bien entrado el otoño. Incluso en pleno invierno subirán de vez en cuando a las zonas altas antes de que se cubran de nieve, pues aún en pleno invierno, en las zonas húmedas crecen  apetecibles pastos para las cabras y las fuentes y arroyos se llenan de la pamplina, tierna hierba muy buscada por el ganado.

Imagen verdaderamente icónica para cualquier guijeño.
Las cabras pastando a los pies de la Capilla-Refugio de Nuestra Señora de las Nieves.
(c) Juan Antonio Rodríguez.

Las cabras siempre van acompañadas de Juan Antonio y de sus fieles perros, que le ayudan en todo momento a guiar y defender la piara.

Los perros cuidando la piara.
(c) Juan Antonio Rodríguez.

Para un cabrero, un buen perro es vital en zonas de sierra o en zonas de cultivo donde hay que vigilar al ganado constantemente, evitando largos desplazamientos.
Además, en zonas loberas, los perros son muy eficaces para ahuyentar al lobo.

La mastina, defensora contra los depredadores.
(c) Juan Antonio Rodríguez.

Un método eficaz de controlar a las cabras en zonas de espesos matorrales, es el uso de los clásicos cencerros o campanillos. Juan Antonio es muy aficionado al uso de este ancestral instrumento y sabe perfectamente el tipo de campanillo que debe llevar cada cabra en cada momento, pues varía mucho a lo largo del año.
Desde los cascabelillos de las chivas a las enormes zumbas de los machos capones, el colocar campanillos es un auténtico arte.

El macho con la zumba.
(c) Juan Antonio Rodríguez.

La Verata es una raza de aptitud mixta carne-leche. Frente a otras razas de alta producción lechera y otras de producción eminentemente cárnica, la Verata compagina como pocas razas ambas producciones, adaptándose además a sistemas de explotación extensivos en zonas montañosas y de dehesa donde pocos animales pueden adaptarse y dar tan elevado rendimiento.

Cabra verata de capa cárdena carrillera oriscana.
(c) Juan Antonio Rodríguez

En el caso de las cabras de Juan Antonio, tras la paridera, las madres alimentan a las crías durante 30-45 días o hasta que alcanzan el peso deseado, próximo a 10 kilos, para ser vendidos.
La carne del cabrito Verato criado según el sistema tradicional, es realmente exquisita. Un asado o una caldereta de cabrito, son auténticos manjares.

Cabra con sus cabritillos.
(c) Juan Antonio Rodríguez.

Terminado ese periodo de amamantamiento, se comienza a realizar el ordeño. 
En algunas ganaderías de gran dimensión, el ordeño se realiza de forma mecánica pero dado que Juan Antonio tiene una piara relativamente pequeña y que cuenta con la ayuda de su padre en algunas ocasiones, el ordeño se realiza de forma manual como se ha hecho toda la vida.
Terminado el ordeño, la leche se entrega a la industria quesera.
Con la leche de cabra Verata, se elaboran exquisitos quesos que, tanto frescos como curados, son una delicia.

Juan Antonio Rodríguez López ordeñando a mano.
(c) Juan Antonio Rodríguez.

Juan Antonio mantiene vive la tradición de sus antepasados. Muchos días sube con su piara hasta el paraje de El Biezo, donde sus abuelos Antonio y Camilia pasaron muchos veranos con su piara hasta su jubilación.

La choza del Biezo.
(c) Juan Antonio Rodríguez.

Juan Antonio cuida con grandísimo mimo a sus animales. 
Es una auténtica alegría verle al frente de su preciosa piara que como dicen los viejos del pueblo, es una piara de "las de antes", haciendo referencia a que está integrada por ejemplares de la auténtica raza Verata, la de toda la vida.

Juan Antonio y sus veratas.
Imagen de la felicidad plena.
(c) Juan Antoni Rodríguez.

Es un orgullo para todos los guijeños encontrarse al pasear por la sierra con esta bonita piara de cabras o escuchar desde el pueblo el alegre "campanilleo" cuando las cabras salen del corral por la mañana o cuando regresan al atardecer tras pasar todo el día en la sierra.

Las cabras camino del corral.
(c) Alonso de la Calle Hidalgo.

Sirvan estas líneas de sencillo pero sincero homenaje a este joven cabrero guijeño.
Aunque no me gusta mucho hablar de temas personales, hoy tengo que terminar este artículo diciendo que me une a Juan Antonio Rodríguez Vidal una grandísima amistad desde hace muchísimos años y sé lo que le ha costado tener lo que tiene hoy.
Nadie le ha regalado nada. Todo lo que ha conseguido es gracias a su trabajo y a que, a parte de ser una gran persona, es un vivo ejemplo de lucha, esfuerzo y superación.

Muchísima suerte para seguir adelante, amigo.

Las cabras de Juan Antonio.
Auténticas Veratas en la sierra de Guijo de Santa Bárbara.
(c) Juan Antonio Rodríguez.

Fdo: Silvestre de la Calle García.
Técnico Forestal.



GUIJO DE SANTA BÁRBARA. EL PUEBLO DE VIRIATO.

Guijo de Santa Bárbara es un pequeño pueblo situado en la comarca de La Vera, al noreste de la provincia de Cáceres y en las estribaciones o...