viernes, 29 de octubre de 2021

LA CASTAÑA EN GUIJO DE SANTA BÁRBARA

El cultivo del castaño ha tenido tradicionalmente una gran importancia en Guijo de Santa Bárbara, un pequeño pueblo situado al noreste de la provincia de Cáceres, en el centro de la comarca de La Vera.

Cesta de castañas.
(c) Alonso de la Calle Hidalgo.

El castaño (Castanea sativa) es un árbol de gran tamaño propio de climas fríos y húmedos, siendo muy abundante en el norte de España mientras que conforme descendemos hacia el sur se refugia en las zonas montañosas en busca de condiciones climáticas más acordes.
Abunda más en la zona oeste de la Península, ya que prefiere los terrenos graníticos.
Los botánicos coinciden en que no se trata de una especie autóctona, sino que fue introducida en épocas remotas desde los Balcanes y el Mediterráneo oriental.

Castaño en época de floración.
(c) Silvestre de la Calle García.

En Extremadura abunda en el norte de la provincia de Cáceres siendo también abundante en la zona de Las Villuercas-Ibores y en zonas del sur de Badajoz.
Crece normalmente en terrenos que en el pasado estuvieron poblados de forma natural por robles, que fueron talados y sustituidos por el castaño debido a su mayor productividad.
En comarcas como La Vera, el Valle del Jerte, el Valle del Ambroz, las Hurdes o la Sierra de Gata, el cultivo del castaño ha tenido durante siglos una enorme importancia.


Guijo de Santa Bárbara, pueblo rodeado de castaños y robles.
(c) Silvestre de la Calle García.

En Guijo de Santa Bárbara, se cultiva este árbol desde tiempos remotos, si bien las primeras menciones escritas datan de mediados del siglo XVIII.
Concretamente, en 1752 se redactan las Ordenanzas de la Cofradía de Santa Bárbara donde leemos que cada cofrade debía de contribuir con media fanega (23 kilogramos) de castañas verdes para que con su venta pudiesen sufragarse los gastos de dicha Cofradía.
Con el paso del tiempo, esta práctica se sustituyó por el pago en metálico.

Presbiterio de la parroquia de Nuestra Señora del Socorro.
A la derecha, la imagen de Santa Bárbara, patrona de la localidad.
(c) Alonso de la Calle Hidalgo.

Años más tarde, a finales del siglo mencionado, el geógrafo Tomás López realizó un Interrogatorio y para recabar información de cada pueblo, envió cartas a los párrocos por ser las personas que sabían leer y escribir a la perfección en cada pueblo.
En el caso de Guijo, que por entonces se llamaba Guijo de Jarandilla y era un barrio de la villa de Jarandilla, el párroco Pedro Rosado escribió lo siguiente:

Los principales frutos del lugar son las castañas. Se recogen al año 300 fanegas de castaña blanca, necesitándose tres de verdes para obtener una de blancas.

Sequero de castañas de La Cerquilla.
(c) Alonso de la Calle Hidalgo.

Para obtener las mencionadas 300 fanegas de castañas secas, que equivalían aproximadamente a 13.800 kilogramos, eran necesarias 900 fanegas o 41.400 kilogramos de castañas verdes pues durante el proceso de secado, la castaña pierde 2/3 de su peso.
Posiblemente, unas décadas antes, la producción fuese bastante mayor debido a que desde mediados del siglo XVIII, una epidemia denominada tinta del castaño, estaba causando una gran mortandad en los castaños de la zona.
Debido a este hecho, los guijeños comenzaron a diversificar las producciones agropecuarias pues hasta entonces sólo se producían en el pueblo centeno, castañas y queso de cabra.
A raíz de la epidemia, se comenzó a prestar gran atención a otros cultivos hortofrutícolas como el manzano, la judía (alubia) y la patata.

El cultivo del manzano comenzó a tener gran importancia en el siglo XVIII.
(c) Alonso de la Calle Hidalgo.

A mediados del siglo XIX se redacta el llamado Manuscrito del Seminario. Sobre Guijo de Santa Bárbara podemos leer que se producían unas 500 fanegas de castañas peladas, las cuales eran llevadas a Madrid por arrieros de La Mancha.
El castaño, junto con otros frutales, ocupaba una superficie estimada de 40 fanegas (unas 25 hectáreas).
Recordemos que para producir 500 fanegas de castaña blanca, eran necesarias el triple de fanegas, es decir, 1.500 fanegas o 69.000 kilogramos.

Bosque de castaños en Guijo de Santa Bárbara.
(c) Alonso de la Calle Hidalgo.

A lo largo de los siglos XVIII, XIX y principios del XX, el cultivo de la patata fue ganando importancia por su facilidad de almacenamiento y comercialización si bien el castaño siguió siendo un cultivo de gran importancia dado que, aunque la recolección y procesamiento eran complicados, el cultivo del castaño no requería excesivos cuidados y el beneficio final compensaba el trabajo realizado.
Las castañas se cosechaban cuando comenzaban a abrirse los "erizos" o envoltura protectora de las castañas y éstas caían al suelo.

Castañas dentro de los erizos.
(c) Alonso de la Calle Hidalgo.

Se recogían en cestas y después se echaban en sacos para llevarlos con las caballerías hasta los sequeros que eran edificios situados en las fincas para proceder al secado.
Los sequeros de castañas eran pequeños edificios construidos con piedra seca y tejado a dos aguas. Se utilizaban tanto para el secado de las castañas como para almacenar herramientas, como vivienda temporal durante la época de recogida de las castañas e incluso como corral para el ganado.

Sequero de castaña en La Somera.
Guijo de Santa Bárbara.
(c) Alonso de la Calle Hidalgo.

Estos edificios, contaban con dos plantas. En la planta baja se encendía el fuego para secar las castañas que se extendían en la planta superior. El techo de la planta inferior estaba formado por listones de madera conocidos como "cintas" que dejaban entre sí una pequeña separación para permitir la salida del humo generado por el fuego de la planta inferior y que era lo que secaba las castañas.
El sistema de secado de las castañas, era idéntico al que se realiza aún hoy en día para secar los pimientos para la producción del famoso pimentón de La Vera.

Detalle de las cintas del sequero.
(c) Alonso de la Calle Hidalgo.

Desde que comenzaba la campaña de recogida, cada día se echaban las castañas en el sequero por lo que había que darlas la vuelta regularmente para que todas fuesen secándose por igual durante varias semanas. Dependiendo de la humedad ambiental, tardaban más o menos tiempo en secarse.
El dar la vuelta a las castañas diariamente, era un trabajo muy pesado e incómodo debido al humo que subía desde la planta inferior del sequero.

Planta superior de un sequero.
Obsérvese el ahumado de las paredes.
(c) Alonso de la Calle Hidalgo.

Cuando la cantidad de castañas era reducida, se secaban de un modo parecido en las casas del pueblo en las cuales la cocina se situaba en la planta superior y sobre la misma, se hallaba el sequero, con la misma estructura de listones descrita anteriormente.

Cocina guijeña tradicional.
(c) Alonso de la Calle Hidalgo.

Cuando las castañas ya estaban secas, tanto en los sequeros como en las casas del pueblo, se llevaba a cabo la operación del pelado o "pilado".
Para ello, se metían las castañas secas en sacos de tela fuerte denominados costales. Los costales eran sujetados por los extremos por dos personas que los golpeaban fuertemente sobre un tronco grueso colocado en posición vertical, de aproximadamente un metro de altura, que recibía el nombre de "pilón". Tras golpear varias veces el costal contra el pilón, se abría y se veía si las castañas estaban listas.
Cuando estaban ya peladas, se sacaban del saco y se terminaban de pelar a mano, quedando listas para su venta o almacenamiento.

Casa tradicional de un productor de castañas pilongas.
En la planta baja estaban la cuadra y la bodega y en la superior la vivienda. 
En el desván, se encontraba el sequero de las castañas.
(c) Alonso de la Calle Hidalgo.

La producción de castañas ha fluctuado mucho durante el siglo XX al introducirse cultivos muy lucrativos como el tabaco o la frambuesa y a que muchos castaños fueron cortados para aprovechar su madera y los terrenos se dedicaron posteriormente a prados para las vacas, pero actualmente está recuperando importancia y se recolectan anualmente más de 50.000 kilogramos.
Ya no se secan en los sequeros, sino que se comercializan frescas a través de la Sociedad Cooperativa Virgen de las Nieves.

Castaño "cargado".
(c) Enrique Pérez Santos.

Actualmente, se plantan variedades tempranas que producen frutos de mayor tamaño o calibre y se comercializan mejor que las castañas tradicionales.
Se trata de castañas muy apreciadas por la industria confitera para elaborar productos como el famoso "marrón glacé".
También se elaboran todo tipo de productos como crema de castaña, bombones, dulces e incluso harina.
Sirven además las castañas para preparaciones saladas, combinando muy bien con las carnes de caza o aves como el pavo.

Castañas de la variedad Bouche de Betizac.
(c) Enrique Pérez Santos.

Pero la castaña autóctona tradicional, aún se sigue recolectando tanto para su comercialización como para el consumo familiar.
Se trata de castañas de menor tamaño pero de un sabor excelente, siendo muy apreciadas para consumirlas asadas.
En Guijo de Santa Bárbara era tradicional ver en el otoño a las mujeres sentadas junto a la puerta de sus casas con un saco de castañas y la romana para pesarlas y venderlas a los turistas.
Lamentablemente, esta tradición ya ha desaparecido.

Castañas de "las de antes"
(c) Alonso de la Calle Hidalgo.

Podemos distinguir entre dos tipos fundamentales de castaño: el revoldo y el injertado.
Realmente, se trata de la misma especie pero se diferencian por su producción, siendo el primero más apto para el aprovechamiento maderero y el segundo para la producción de castañas.
Los castaños revoldos, nacen y crecen de manera natural. Tradicionalmente, sus castañas se recolectaban y se destinaban a la alimentación animal e incluso al consumo humano, aunque por lo general se pelan mal y tienen peor sabor que las castañas injertas.

Bosque de castaños.
(c) Alonso de la Calle Hidalgo.

El castaño injerto se obtiene injertando sobre un castaño revoldo una rama de un castaño ya injerto y que produzca buenas castañas. 
Esta operación debe realizarse en invierno, cuando los árboles se encuentran en parada vegetativa.
Tradicionalmente se hacía esta operación en luna menguante durante los meses de enero a marzo.

Realizando el injertado de un castaño.
(c) Alonso de la Calle Hidalgo.

Hablaremos a continuación del consumo tradicional de las castañas en Guijo de Santa Bárbara.
Las castañas blancas, secas o pilongas fueron durante muchos siglos la base de la dieta guijeña. 
Las castañas secas se cocían en agua y se machaban para hacer una especie de pasta o puré a la que se agregaba aceite o grasa. Este contundente plato era conocido como "castañas empringás".

Patatas revolconas, un plato similar a las "castañas empringás".
(c) Alonso de la Calle Hidalgo.

Al ser un plato tradicional, en cada casa se preparaba según el gusto de la cocinera. 
Nosotros vamos a explicar a continuación el modo según el cual preparaba este plato Justina Vicente Burcio (1902-1971).
Tras cocer las castañas secas en un puchero con agua y sal, se machaban hasta obtener una pasta.
En una sartén al fuego se derretían chicharrones (residuo sólido obtenido al preparar la manteca de cerdo). Con la grasa resultante, se hacía un sofrito con pimentón y ajos machacados que se vertían sobre las castañas, removiendo bien hasta que perdiesen todo el líquido.
Las castañas "empringás" se echaban en una cazuela de barro y se servían bien calientes.

Justina Vicente Burcio (1902-1971)
Una de las últimas guijeñas en elaborar las castañas "empringás".
(c) Colección Familia de la Calle.

Otro plato muy popular eran las castañas con leche. Se trataba simplemente de castañas cocidas. Solía endulzarse la leche con miel o azúcar.
Nicolasa Sánchez García (1922-2012) nos contaba que este plato se preparaba muy a menudo para la cena o como postre, siendo una receta muy popular por su sencillez y por no necesitar aceite para su elaboración, ya que este último producto era sumamente valorado y se destinaba a la venta, gastando en casa la mínima cantidad posible.

Nicolasa Sánchez García (1922-2012)
La información dada por ella hace años, ha sido clave para la realización de este artículo.
(c) Alonso de la Calle Hidalgo.

También se consumían castañas frescas cocidas o asadas durante la temporada de recogida. Si no se consumen relativamente pronto, aunque no se pongan a secar al humo, las castañas pierden su frescura y se "avellanan".
Para evitar esto y conservarlas durante todo el invierno, se procedía de formas diferentes.
Podían conservarse en una tinaja de barro de pequeñas dimensiones intercalando capas de arena y castañas hasta llenar el recipiente, terminando con una gruesa capa de arena.
Así se conservaban durante meses, sacando una pequeña cantidad cada vez que era necesario y volviendo a tapar las castañas con arena.
Esta práctica era realizada por muchos guijeños como por ejemplo Anastasio García García (1896-1974)

Anastasio García García (1896-1974).
Uno de los principales productores de castañas pilongas durante el siglo XX.
(c) Colección Familia de la Calle.

Otra forma de conservar las castañas, era realizando pequeños hoyos semejantes a los realizados para conservar las patatas.
Se cavaba un pequeño hoyo en el suelo y se ponía una gruesa capa o "cama" de helechos secos, sobre la que se colocaban las castañas cubriéndolas con otra capa de helechos secos. Se terminaba cubriendo con una capa de tierra apisonada.
De esta forma, las castañas podían conservarse en perfecto estado hasta bien entrada la primavera.

Un hoyo de patatas.
Las castañas podían conservarse del mismo modo.
(c) Alonso de la Calle Hidalgo.

Las castañas frescas podían consumirse crudas, aunque era más frecuente comerlas cocidas. 
Para cocer las castañas basta con ponerlas tal cual (con piel) en un puchero con agua junto al fuego. Había quien añadía una pizca de sal y un chorrito de anís.
Era muy popular cocerlas por la mañana y que los niños se las llevasen a la escuela para merendar en el recreo.
El consumo de estas castañas, dio lugar a una coplilla que se cantaba en las tradicionales rondas veratas:

Abre la puerta María
que te traigo el aguinaldo,
unas castañas "cocías"
sopla que vienen quemando.

Los tradicionales pucherrillos de "porcelana colorá" utilizados para cocer las castañas.
(c) Silvestre de la Calle García.

Pero sin lugar a dudas, una de las formas más populares de consumir las castañas frescas tanto en el pasado como actualmente, es asándolas. Las castañas asadas, son conocidas con multitud de nombres en función del área geográfica, pero en Guijo de Santa Bárbara son conocidas como CALVOTES o CALBOTES.

Castañas asadas o CALVOTES/CALBOTES.
(c) Alonso de la Calle Hidalgo.

La forma tradicional de asarlas era en un caldero colgado sobre la lumbre, removiéndolas de vez en cuando para que se asasen por igual.
Era muy típico que en los días lluviosos del invierno, los abuelos que ya no podían ir a trabajar al campo ni a la sierra con el ganado, aprovechasen para quedarse junto a la lumbre asando las castañas en el caldero para luego dárselas a los nietos cuando regresaban de la escuela o del campo.

Asando las castañas en el caldero.
(c) Alonso de la Calle Hidalgo.

Antes de asarlas, se hace un pequeño corte a las castañas para evitar que estallen al asarse. 
Una vez hecho esto, se las echa en la sartén y se pone esta sobre el fuego. 
La sartén utilizada tradicionalmente, era una sartén grande de hierro a la que se le habían practicado unos orificios en el fondo para facilitar el asado.
Para no tener que estar sujetándola todo el rato, se dispone la leña de forma que pueda apoyarse la sartén o se utilizan unas trébedes, especie de trípode de metal.
De vez en cuando se mueve la sartén para remover las castañas. Esto se hace con un movimiento de muñeca y recibe el nombre de "chaquear" las castañas.

Tía Visita y tío Antonio asando los calvotes.
(c) Alonso de la Calle Hidalgo.

Cuando ya están asadas, se echan en un recipiente y se les coloca un trapo húmedo para que se se enfríen un poco antes de pelarlas. Esto contribuye además a que se pelen con mayor facilidad. Se conoce a esta operación como "recalar".
Cuando las castañas ya se han enfriado un poco, se pelan y quedan listas para consumir, aunque conviene esperar a que se enfríen bien.

Tío Antonio y tía Visita pelando los calvotes.
(c) Alonso de la Calle Hidalgo.

No obstante, es difícil resistir la tentación de comer las castañas asadas o calvotes calentitos, costumbre que dio lugar a una graciosa coplilla muy popular en la comarca cacereña de La Vera.


Las mocitas de La Vera
bonitas pero sin dientes,
de beber el agua fría
y los calvotes calientes.

En Guijo de Santa Bárbara, es tradicional comer los calvotes acompañados de la gloria, licor elaborado con mosto y aguardiente.

Tía Visita llenando botellas de Gloria para acompañar los calvotes.
(c) Alonso de la Calle Hidalgo.

El día 1 de Noviembre, festividad de Todos los Santos, era costumbre que los niños y jóvenes fuesen al campo a asar los calvotes y pasar el día.
Esta costumbre no era ni mucho menos exclusiva de Guijo de Santa Bárbara, sino que era típica de toda Extremadura.
Para asar las castañas en el campo, no se llevaba caldero ni sartén, sino que se asaban directamente en la lumbre.
El proceso era sencillo. Se colocaba una capa de escobas en el suelo y se ponían las castañas encima, cubriéndolas con otra capa de escobas. Se encendía la lumbre y cuando se apagaba, se daba la vuelta a las castañas y se repetía el proceso.
Una vez asadas, se cubrían con tomillo fresco para que se "recalasen" un poco antes de pelarlas y comerlas.
Para acompañar las castañas asadas o calvotes, como ya dijimos que se llaman en Guijo de Santa Bárbara, era común que los niños y jóvenes llevasen una botellita de gloria y algunas frutas otoñales como uvas o granadas.

Tía Visita cortando uvas para acompañar los calvotes.
(c) Alonso de la Calle Hidalgo

El asar las castañas tenía en el pasado un componente social más allá del meramente alimenticio.
Las castañas se asaban en familia o con los amigos. Las asaban los abuelos por las tardes cuando regresaban los niños de la escuela, cuando se reunían los vecinos por la noche en alguna casa para realizar alguna tarea como desgranar mazorcas de maíz....
Mientras se asaban, pelaban y comían los calvotes, se charlaba, se cantaba o se contaban historias.

Tío Antonio y tía Visita pelando calvotes y comentando la actualidad del día.
(c) Alonso de la Calle Hidalgo.

Aún hoy en día, son frecuentes en La Vera las reuniones de familiares y amigos para asar los calvotes aunque cada vez menos debido a eso que llaman....¿PROGRESO?

Queridos lectores de EL CUADERNO DE SILVESTRE. 
Aprovechemos estos días para asar las castañas con nuestros familiares y amigos y a inculcar a nuestros niños y jóvenes esta tradición tan nuestra en lugar de otras fiestas y tradiciones venidas de otros lugares.
Bien sabéis a lo que me refiero.....


Sugerencia para este lluvioso puente:
Pasar la tarde con la familia y los amigos y asar un calvotes.
(c) Silvestre de la Calle García.

Fdo: Silvestre de la Calle García.
Técnico Forestal.

Agradecimientos:
- Alonso de la Calle Hidalgo.
- Vicenta García de la Calle.
- Antonio Leandro de la Calle Jiménez.
- Visitación Hidalgo Burcio.
- Enrique Pérez Santos.
- Carlos Santos García.
- Rvdo. P. Marco Antonio Santos.
- Nicolasa Sánchez García.

* Nota: Pedimos perdón a los lectores por no haber podido ilustrar con fotografías todo el proceso de elaboración de las castañas pilongas pero, lamentablemente, hace décadas que no se realiza en Guijo de Santa Bárbara.

sábado, 23 de octubre de 2021

LA PATATA EN GUIJO DE SANTA BÁRBARA

Guijo de Santa Bárbara es un pueblecito situado en la comarca cacereña de La Vera. La economía de este pueblo se ha basado tradicionalmente en la ganadería y en la agricultura, siendo la patata uno de los cultivos principales desde el siglo XVIII.

Tío Antonio sacando patatas.
(c) Alonso de la Calle Hidalgo.

La patata es una planta originaria de América donde ya era cultivada en zonas de gran altitud donde otros cultivos no podían desarrollarse.
Se trataba de una planta un poco diferente a la actual, puesto que producían unos tubérculos de menor tamaño.
Pronto comenzó a cultivarse en España y en toda Europa si bien al principio su cultivo se limitaba al de planta ornamental por su bella flor o como forrajera para el ganado.

Flor de la patata.
(c) Alonso de la Calle Hidalgo.

Hasta mediados del siglo XVIII, el principal cultivo guijeño, fue el castaño pero 
una terrible epidemia conocida como tinta del castaño que es provocada por el hongo Phytophthora cinnamomi causó la muerte de gran parte de los castaños del municipio, por lo que hubo que buscar un cultivo alternativo.
La patata fue la solución.

Patatas.
(c) Alonso de la Calle Hidalgo.

La primera referencia escrita del cultivo de patatas en Guijo, la encontramos en 1798 cuando el Rvdo. P. Pedro Rosado, natural de Casas de Millán (Cáceres) y párroco del por entonces llamado Guijo de Jarandilla entre 1789 y 1810, en respuesta al Interrogatorio de Tomás López, dijo que se recolectaban unas 1500 arrobas (17520 kilogramos) de patatas.

Naves, bancales o terrazas dedicados en otro tiempo al cultivo de patatas.
(c) Alonso de la Calle Hidalgo.

La patata era fácil de cultivar, tenía un gran rendimiento por hectárea y era fácil de almacenar por lo que a lo largo del siglo XIX, los guijeños fueron talando los castaños secos para sembrar cada vez más patatas.
A finales del siglo XIX, según los datos recogidos por el médico del pueblo D. José González Castro en su obra ESTUDIO DE LA FIEBRE TIFOIDEA (1899), se producían en Guijo de Santa Bárbara unas 50000 arrobas (575000 kilogramos) de patatas, exportándose gran parte de ellas.

Patatas recién sacadas de la tierra.
(c) Alonso de la Calle Hidalgo.

Durante el siglo XX, la patata se convirtió en el cultivo principal de Guijo de Santa Bárbara. Las mejores tierras del término municipal y con mayores facilidades para el riego, se destinaban al cultivo de patatas, mientras que las tierras de menor fertilidad se dedicaban a cultivos de secano como los cereales (centeno, cebada y trigo), el olivo y el viñedo.

Los Paraeros, una de las fincas más altas del pueblo, dedicada tradicionalmente al cultivo de centeno.
(c) Alonso de la Calle Hidalgo.

Tradicionalmente, se han producido dos cosechas de patatas al año:

- PATATA TEMPRANA.
Sembrada en marzo/abril y recogida en julio/agosto. Se cultivaba en las tierras bajas de clima más templado. 

- PATATA TARDÍA.
Sembrada en junio y recogida a finales de octubre o principios de noviembre. Se cultivaba en las tierras altas, particularmente en El Toril, La Cuerda y El Helechar. 


Las naves del Helechar o Los Helechares.
Por ser una zona muy fría, era ideal para el cultivo de patata tardía.
(c) Alonso de la Calle Hidalgo.

El cultivo de la patata es, como ya dijimos, muy sencillo y no requiere grandes cuidados.
En primer lugar, había que abonar la tierra. Para ello se utilizaba el estiércol que durante los fríos y lluviosos meses invernales se acumulaba en los corrales del ganado. 
Para ello se cubría el suelo del corral con una abundante capa de hojas de roble, helechos o paja que iban pudriéndose con las deyecciones y orina del ganado.

Vaca con su ternero en una cuadra con cama de hojas de roble.
(c) Silvestre de la Calle García.

También era muy apreciado el estiércol seco, pisoteado y reducido a polvo que se acumulaba en los corrales y majales utilizados por las cabras. Este tipo de estiércol, era conocido como poliso.

Cabras en un corral.
(c) Alonso de la Calle Hidalgo.

Para llevar el estiércol o el poliso desde los corrales a las tierras de cultivo, se utilizaban bestias. El estiércol podía llevarse en serones, cajones o en sacos si era poliso.

Ángel de la Calle Vicente transportando estiércol con su burro.
(c) Olga de la Calle Santos.

Otras veces, se procedía a estercolar la tierra mediante la técnica del redileo, consiste en emplear rebaños de ovejas, abundantes en otro tiempo en el Guijo que cada noche se encerraban en un redil o corral de red que se iba cambiando por la superficie de cultivo cada día con el fin de abonarla.
Los rediles, actualmente se suelen hacer con teleras o cancillas metálicas, si bien en Guijo esta práctica no se realiza por no haber ya ovejas.

Rebaño de ovejas.
(c) Silvestre de la Calle García.

Cuando la tierra estaba abonada o estercolada, se araba. Para ello, hasta las primeras décadas del siglo XX era habitual utilizar tanto yuntas de vacas como bestias (caballos, burros y mulos). Las bestias podían utilizarse solas o en yunta.
Se utilizaba el tradicional arado de madera o arado romano. En caso de arar con yunta, se colocaba timón y yugo a los animales, tanto bestias como vacas, mientras que si se araba con una sola bestia se colocaba horcón y horcate.

Arando la tierra con una yunta de burros y arado romano.
(c) Silvestre de la Calle García.

En los años 20 del siglo XX desparecieron las últimas yuntas de vacas y aunque ocasionalmente se araba con yuntas de bestias, lo habitual era arar con un sólo animal.
El arado romano fue sustituido ya bien entrada la segunda mitad del siglo XX por el arado de vertedera metálico.
Actualmente, pocos son ya los que aran con bestias, siendo la mayoría de las tierras labradas con motocultores e incluso con tractores.

Tío Antonio arando con el burro y el arado de vertedera.
(c) Alonso de la Calle Hidalgo.

Con la tierra ya arada, se hacían los surcos, lo cual se realizaba normalmente con la azada.
Antes se sembrar las patatas, se daba un riego a los surcos para que pudieran sembrarse con mayor facilidad.
Para la siembra se utilizaban las patatas más pequeñas de la cosecha anterior, siempre y cuando tuviesen yemas que era imprescindible para que naciesen. Si eran muy gordas, se partían en trozos.
En ocasiones, se compraban patatas de siembra en los pueblos del suroeste de Ávila como Gilgarcía.
Las patatas se colocaban en la parte baja del surco (caño) y se tapaban con la tierra de la parte alta (lomo).

Tío Antonio tapando las patatas.
(c) Silvestre de la Calle García.

Una vez sembradas, se esperaba a que brotasen y comenzasen a crecer, momento en el que se las aterraba, labor consistente en levantar la tierra del fondo del surco hacia el tallo de la planta para que creciese con mayor vigor. Hecho esto, se comenzaban a regar las patatas, generalmente una vez por semana.

Tío Antonio regando las patatas.
(c) Alonso de la Calle Hidalgo.

Cuando los tallos se secaban, las patatas dejaban de regarse y una semana después del último riego se las sacaba.
Se arrancaban las patateras a mano y después se cavaba con la azada para sacar las patatas que estaban bajo la tierra.

Tío Antonio sacando las patatas con la azada.
(c) Alonso de la Calle Hidalgo.

Las patatas tempranas, se recolectaban y almacenaban en las bodegas situadas en la zona baja de las casas. Dado que Guijo de Santa Bárbara es un pueblo con gran desnivel, las plantas  bajas de la mayoría de las casas solían estar semienterradas en la ladera, por lo que eran muy frescas.
Las patatas se extendían en la bodega y se vigilaba que no se pudriesen, retirando cada día las que se estropeaban. Esto ocurría los primeros días, pues una vez secas, ya no se estropeaban.

Patatas almacenadas en una bodega.
(c) Alonso de la Calle Hidalgo.

Las patatas tardías, se almacenaban del mismo modo siempre y cuando hubiese suficiente espacio en la bodega. 
Como las casas antiguas solían ser pequeñas, a veces era imposible hacer esto, por lo que se optaba por una solución de almacenaje muy común en La Vera y en los pueblos de la Sierra de Gredos: LOS HOYOS DE PATATAS.

Hoyo de patatas.
(c) Alonso de la Calle Hidalgo.

El hoyo consistía en una pequeña depresión en el terreno en la cual se apisona bien la tierra. 
Sobre el suelo, se ponía una gruesa capa de helechos o paja, siendo especialmente buscada la paja de centeno o "bálago".
Hecho esto, se comenzaban a colocar las patatas encima en forma de cono.


Arriba: Tía Visita echando patatas en el hoyo.
Abajo: Hoyo dispuesto para ser tapado.

Una vez que se habían colocado cuidadosamente todas las patatas, se cubrían con una capa de helechos o paja que, a su vez, se cubría con una capa de tierra bien apisonada para que escurriese el agua y no penetrase dentro del hoyo.

Tío Antonio tapando el hoyo con tierra.
(c) Alonso de la Calle Hidalgo.

Alrededor del hoyo, se cavaba una pequeña reguera para conducir lejos el agua de lluvia y preservar así las patatas.
Cuando se terminaban las patatas tempranas almacenadas en casa, se deshacía el hoyo y se llevaban las patatas a la bodega. Estas patatas se conservaban todo el año, hasta que se sacaban las patatas tempranas.
Por ello, había que calcular muy bien para no quedarse sin ellas. 



Tío Antonio y tía Visita recogiendo las patatas del hoyo después del invierno.
(c) Alonso de la Calle Hidalgo.

Actualmente, es muy poco frecuente la "construcción" de los hoyos de las patatas. En Guijo de Santa Bárbara es muy raro poder encontrarlos ya en las fincas debido por un lado al descenso del cultivo de patatas y por otro a la mayor dimensión de las casas o al abandono de las cuadras de las casas viejas, que son ahora utilizadas como bodegas y almacenes.
Pero el mayor peligro que tendrían los hoyos de patatas en las fincas serían los jabalíes y tejones, que hoy en día son abundantísimos y causarían graves destrozos.

El jabalí, enemigo de los cultivos.
(c) Silvestre de la Calle García.

Las patatas han sido durante mucho tiempo un alimento básico para los guijeños. Existen multitud de platos en los que se emplean las patatas como ingrediente principal o secundario, pero dos de ellos son los más famosos: las sopas de patatas y las patatas triscás.
Las sopas de patatas tienen como ingrediente básico las patatas y el pan. Además de eso, llevan aceite de oliva, pimiento rojo y verde, tomate, laurel, ajo, cebolla (opcional) y por supuesto pimentón de La Vera y sal. 

Ingredientes para las sopas de patatas.
(c) Alonso de la Calle Hidalgo.

Era tradicional, prepararlas para cenar pues de esa forma, los hombres que habían estado todo el día en el campo trabajando o con el ganado y habían comido "a seco", podían comer un plato caliente.
Se servían las sopas en una cazuela de barro que se ponía en el centro de la mesa y de la que comían todos los comensales con su cuchara.
Como acompañamiento se servían, dependiendo de la época del año, pimientos rojos secos fritos o pimientos "charrascones", aceitunas, pimientos en vinagre, torreznos de tocino o panceta, e incluso fruta fresca como higos y uvas.

Sopas de patatas acompañadas de aceitunas y pimientos "charrascones".
(c) Alonso de la Calle Hidalgo.

Las patatas triscás, son las famosísimas patatas revolconas de otros lugares. 
El ingrediente básico de esta sencillísimo plato, son las patatas guisadas con un sofrito de aceite o grasa de freír los torreznos que servirán de acompañamiento, ajo y pimentón de La Vera. Cuando las patatas están debidamente cocidas, se reducen a un puré con una cuchara de madera.

Ingredientes para las patatas triscás.
(c) Alonso de la Calle Hidalgo.

Se sirven acompañadas de pimientos "charrascones" y torreznos de tocino. Generalmente, este plato era de consumo más limitado que las sopas de patatas debido a que se gastaban más patatas y si había pocas, había que "condurarlas" para no quedarse sin provisiones.

Patatas triscás acompañadas con torreznos y pimientos "charrascones"
(c) Alonso de la Calle Hidalgo.

Por supuesto, se preparaban también otros platos con patatas muy conocidos en toda España como la tortilla o los huevos fritos con patatas fritas, plato reservado a los domingos y días de fiesta por necesitarse mucho aceite para su elaboración.
Sin embargo, siempre se decía que en una cocina guijeña no podían faltar los huevos, las patatas y el aceite, porque de esa forma se podía preparar rápidamente una sustanciosa comida en poco tiempo para agasajar a algún invitado imprevisto.

Friendo patatas en un caldero sobre la lumbre.
(c) Alonso de la Calle Hidalgo.

Las patatas servían también de alimento a los animales, especialmente a los cochinos o cerdos. 
Las patatas más pequeñas o "menúas" se cocían y se aplastaban, mezclándolas con harina de cebada o centeno o con moyuelo (salvado) para formar una pasta denominada "brebajo" que era el alimento principal de los cerdos.
También las bestias y las vacas comían las patatas, pero en el caso de estas últimas había que tener cuidado porque podían atragantarse si eran gordas.

En las cuadras guijeñas no faltaban los camellones de piedra para echar el brebajo a los cochinos.
(c) Alonso de la Calle Hidalgo.

Actualmente, la situación ha cambiado mucho. Aunque la patata sigue cultivándose en Guijo de Santa Bárbara y es un alimento muy apreciado, no constituye ya un alimento básico. 
Tampoco se ceban ya cerdos, por lo que se necesitan muchas menos patatas.
Tierras dedicadas antaño al cultivo de patatas, se dedican hoy al cultivo de otros productos entre los que, paradójicamente, sobresale el castaño.
Las tierras altas, apreciadísimas para el cultivo de patata tardía hace unas décadas, ahora se encuentran abandonadas o destinadas a pastizales para las numerosas vacas, pilar fundamental de la economía guijeña.

La Cuerda, finca dedicada antiguamente al cultivo de patatas.
(c) Alonso de la Calle Hidalgo.

Quiero dedicar este artículo a mis abuelos paternos Antonio Leandro de la Calle Jiménez (97 años) y Visitación Hidalgo Burcio (91 años).
Mis abuelos, como todos los guijeños de su generación, se dedicaron a la agricultura y la ganadería, aunque mi abuelo fue también cartero durante 39 años.
Hasta los 90 años, mi abuelo estuvo sembrando patatas en su finca de El Risco la Guija.
Mi abuela, sigue a sus casi 92 años, cocinando como siempre las recetas tradicionales siendo uno de sus platos preferidos las sopas de patatas con torreznos de tocino.

Con mis abuelos.
20 de octubre de 2021.
(c) Alonso de la Calle Hidalgo.

Fdo: Silvestre de la Calle García.
Técnico Forestal.

Agradecimientos:
- Antonio Leandro de la Calle Jiménez.
- Visitación Hidalgo Burcio.
- Alonso de la Calle Hidalgo.
- Vicenta García de la Calle.














GUIJO DE SANTA BÁRBARA. EL PUEBLO DE VIRIATO.

Guijo de Santa Bárbara es un pequeño pueblo situado en la comarca de La Vera, al noreste de la provincia de Cáceres y en las estribaciones o...