EL CENCERRO
VA AL CAMPO Y NO COME
VA AL RÍO Y NO BEBE
DANDO VOCES
SE MANTIENE
Con esta bonita adivinanza que oímos muchas veces a tío Crisantos "El Zorrita" (1908 - 2010), cabrero de Guijo de Santa Bárbara (Cáceres), comenzamos este artículo dedicado a uno de los útiles más necesarios para el ganadero durante siglos.
Para quienes no hayan conseguido averiguar de qué se trata, nos referimos al CENCERRO o CAMPANILLO como se le conoce en el pueblo citado anteriormente.
El cencerro consiste en un tubo de metal abierto por la sección inferior y dentro del cual se coloca un badajo de diferente material que es lo que hace que suene al moverse y golpear las paredes del mismo.
Tradicionalmente, el badajo de los cencerros más grandes se hace de madera, prefiriendo a cualquier otra la de corazón de encina.
Para los badajos de cencerros pequeños, solía emplearse el hueso aunque cada vez es más común el uso de madera.
Rara vez, se usaba el metal para hacer badajos, sólo en el caso de cencerros pequeñitos.
En la parte superior, lleva una tira de metal a modo de asa por donde se pasa el collar de cuero que sirve para colgar el cencerro en el cuello del animal. Dicho collar, se abrocha utilizando diferentes métodos, desde pasadores de madera a hebillas metálicas de diferente tipo.
Las hebillas metálicas de los cencerros eran símbolo de prestigio pues eran mucho más caras que los pasadores de madera.
Hay una grandísima variedad de cencerros que se clasifican en función de su tamaño, forma y sonido. Sus nombres son variadísimos y cambian de unas regiones a otras dado que este utensilio es empleado por ganaderos de toda España y de otros países europeos, así como en diversas regiones del mundo.
El cencerro no se utilizaba o colocaba al ganado por puro capricho o como adorno, sino que era necesario su uso para controlar al ganado en la distancia o cuando no había contacto visual así como para guiar al resto del rebaño puesto que no se colocaban cencerros a todos los animales.
Cada ganadero conocía perfectamente el sonido o "voz" de sus cencerros y el conjunto de ese sonido recibía el nombre de "alambre".
De esa forma, el propio ganadero conocía a sus animales en la distancia y también los de los ganaderos vecinos.
Incluso, los propios animales, si se perdían, sabían volver a su rebaño escuchando el sonido de los cencerros.
Para conseguir esta afinación, era preciso "golpear" los cencerros en un yunque, labor que exigía una enorme pericia y que, por desgracia, pocos dominan ya.
Dionisio Galán Fraile, uno de los pocos que todavía dominan a la perfección la técnica de golpear los cencerros.
(c) Alonso de la Calle Hidalgo.
No bastaba con tener los cencerros bien afinados, sino que había que colocarlos adecuadamente para conseguir un buen "alambre".
Los ganaderos conocían perfectamente las características y el comportamiento individual de cada animal y sabían perfectamente el cencerro que tenían que colocarle.
Las cabras son animales muy especiales para llevar cencerros porque los hacen sonar con mayor "alegría" que otras especies.
(c) Silvestre de la Calle García.
Por ejemplo, en un rebaño trashumante de ovejas, se colocaban cencerros aproximadamente a un 10% del rebaño comenzando por colocar los cencerros más grandes denominados "zumbas" a los mansos o carneros castrados y a los machos cabríos castrados que iban siempre en cabeza. Después se colocaban los cencerros a las cabras que tienen el paso más rápido que las ovejas y por último, se colocaban cencerros a las ovejas más rápidas. Jamás se colocaban cencerros a las ovejas más lentas.
En los rebaños merinos trashumantes, siempre había cabras para llevar los cencerros más grandes.
(c) Miguel Alba.
Del mismo modo, se procedía con los rebaños formados exclusivamente por cabras y también en las vacadas trashumantes.
En el caso de las cabras, se colocaban cencerros a las más fuertes para que guiasen al resto y también a las cabras machorras y machos castrados puesto que el cencerro les hacía aminorar en parte la marcha.
Si una cabra estaba "horra", se la colocaba un buen cencerro para guiar a sus compañeras.
(c) Silvestre de la Calle García.
En el caso de las vacas trashumantes, los cencerros más grandes, conocidos como "zumbas", se colocaban siempre a las vacas viejas o a las que tenían mejor paso y también a las "horras" o vacas que no llevaban ternero por ser las que andaban más deprisa e iban a la cabeza de la vacada.
También en el ganado bravo es muy importante el uso de cencerros, siendo en este caso portados por los mansos, toros castrados y domados para guiar a al ganado bravo en los desplazamientos dentro de la finca e incluso en los recorridos trashumantes que aún realizan algunas ganaderías.
De sobre es conocida la imagen de los cabestros berrendos guiando a los toros en encierros o en el campo.
(c) Baldesca Samper.
Los pequeños ganaderos que mantenían el ganado en fincas propias o que pastoreaban pequeños rebaños, no necesitaban utilizar cencerros aunque en ocasiones colocaban pequeños campanos o esquilas por capricho al ganado.
Aunque las vacas estuviesen en prados cercados, era común ponerlas cencerro.
(c) Silvestre de la Calle García.
A lo largo del año, se cambian los cencerros en función del estado de los animales, de la zona donde pasten o para los desplazamientos trashumantes puesto que algunos cencerros dificultarían la vida del animal en determinados entornos o situaciones.
En muchas regiones de España, los machos cabríos castrados, también conocidos como castrones o chotos, son muy utilizados para colocarles cencerros y guiar a rebaños de ovejas y cabras.
(c) Juan Antonio Rodríguez Vidal.
Con motivo de fiestas o ferias, se colocan al ganado cencerros especiales, particularmente en el norte de España y especialmente en Cantabria, donde se colocan a las vacas Tudancas cuando bajan de los puertos de montaña hacia los valles en el otoño cruzando los pueblos ante la mirada de gran número de personas que acuden para ver el espectáculo.
Actualmente, pese a que muchas fincas se encuentran cercadas y a que se dispone de gps para controlar al ganado, los cencerros siguen siendo vitales en zonas de montaña o en áreas cubiertas de bosques y matorrales donde en ocasiones el ganadero no puede ver a los animales con facilidad.
También en días de niebla, los cencerros son de gran ayuda.
Muchos montes están llenos de maleza y en ellos el ganado puede perderse si una buena parte de los animales del rebaño no lleva cencerro.
(c) Silvestre de la Calle García.
Además de eso, el cencerro cumple una función "social" para el ganado pues su sonido aporta tranquilidad durante el pastoreo al saberse los animales acompañados por el resto de la manada sin necesidad de estar levantando la cabeza a cada momento para ver si los demás están ahí en caso de peligro.
A los animales jóvenes se les colocan cencerros pequeños para que se acostumbren poco a poco a su sonido.
(c) Miguel Alba.
La concepción del cencerro es, sin embargo, muy distinta para los diferentes grupos humanos.
Los ganaderos saben que para ellos es una herramienta de trabajo insustituible pese a los avances tecnológicos para el control y localización del ganado.
Las yeguas manejadas en extensivo, son un ganado que tiende a caminar mucho, por lo que a la hora de localizarlas, el cencerro es muy necesario.
(c) Miguel Alba.
La gente de los pueblos que, por diversas razones, no cría ganado pero proviene de familias ganaderas, conocen también el uso del cencerro y para ellos también es necesario porque de esa forma saben si hay ganado desplazándose por alguna carretera, camino o calle del pueblo para poder apartarse y no entorpecer el paso.
El problema surge cuando llegan a los pueblos visitantes a pasar el fin de semana o las vacaciones. Muchos comprenden la necesidad de utilizar los cencerros pero para otros, ese "ruido ensordecedor" y moleste les causa grandes problemas y les impide descansar y dormir.
Los cencerros llevan siglos utilizándose y la gente de los pueblos no se ha quejado nunca pero en fin. Será que en Madrid no hay ruidos.....
Vacas Tudancas camino de los puertos.
(c) Miguel Alba.
Sin embargo, querido lector, en los pueblos nos gustan mucho ciertas cosas ruidosas como el reloj de la Villa, las campanas de la iglesia, los cencerros del ganado y por encima de todo, los gallos, habiendo quien llega a juntar varias de estas cosas en una y pone un cencerro a un gallo.
No ha sido esta gran idea propia de quien esto escribe, pero no dudaría yo en hacerlo e incluso dar una vuelta más que, quienes me conocen bien, ya saben lo que sería.....
Y para terminar, pondré mi opinión personal sobre los cencerros o campanillos como se conocen en mi pueblo.
Cuando yo escucho los campanillos del ganado, me cuesta no comenzar a llorar por acordarme de mi infancia como vaquerillo en casa de mi abuela Marce, recordando las historias que contaban mi abuelo Juan o mi tía Nicolasa cuando eran cabreros y borregueros y siempre llevaban la piara bien provista de campanillos.
Para mí, y supongo que para otros muchos, el sonido de los campanillos es como escuchar la voz de los antepasados.
Piara de cabras con sus cencerros.
(c) Cristofer Flores.
Fdo: Silvestre de la Calle García.
Técnico Forestal.
Muy bien explicado, ahora por esta tierras los llamamos changarros.
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