viernes, 21 de octubre de 2022

LA PARIDERA DE LAS CABRAS

La paridera de las cabras es la temporada en la que nacen los cabritos. Se trata de una época de gran importancia para el ganadero pues de una paridera planificada adecuadamente dependen en gran medida los ingresos y el futuro de la explotación.

Cabra de raza Verata con sus dos cabritos recién nacidos.
(c) Alonso de la Calle Hidalgo.

Las cabras autóctonas españolas son poliéstricas permanentes, es decir, que pueden entrar en gestación y parir en cualquier época del año lo que permite al ganadero escoger el momento idóneo para que tenga lugar la paridera según las características particulares de cada explotación.

Cabra de raza Guisandera amamantando a su cabrito.
(c) Silvestre de la Calle García.

Las cabras manejadas en sistemas extensivos que basan su alimentación fundamentalmente en el pasto, tienen un comportamiento reproductivo similar al de los herbívoros salvajes, entrando en celo en otoño y pariendo tras 5 meses de gestación a finales del invierno y comienzos de la primavera, época en la que el campo dispone de mayor abundancia de alimento para cubrir las necesidades nutricionales de las cabras en los momentos finales de la gestación y al comienzo de la lactación.

Cabra de raza Azpi Gorri con su cabrito en primavera.
(c) Leire Amundarain Ganadutegia.

Cuando las cabras son manejadas en explotaciones intensivas, semiextensivas o simplemente extensivas mejoradas en las que tienen las necesidades nutricionales plenamente cubiertas durante todo el año, pueden entrar en celo en cualquier época del año lo que permite al ganadero por fijar la paridera o parideras en las épocas del año que más le interesen para favorecer la venta de los productos.

Cabra de raza Guisandera con su cabrito en verano.
(c) Silvestre de la Calle García.

A la hora de organizar la paridera es preciso tener muy en cuenta el intervalo entre partos. 
Tradicionalmente, las cabras parían una vez al año, sistema que se sigue manteniendo en buena parte de las explotaciones de aptitud cárnica y en explotaciones lecheras donde las cabras alcanzan gran rendimiento pues, en este segundo caso, las cabras producen leche durante unos 10 meses al año pero necesitan como mínimo 2 meses de descanso al final de la gestación para recuperarse y destinar toda la energía al desarrollo de los fetos.

Cabras de raza Murciana-Granadina.
(c) Silvestre de la Calle García.

En estas explotaciones lecheras, pese a que las cabras tienen las necesidades alimentarias plenamente satisfechas a lo largo de todo el año al explotarse de manera intensiva o suplementándose la alimentación, el intervalo entre partos podría acortarse pero en este caso disminuiría la producción lechera de las cabras ya que la producción lechera de una cabra comienza a disminuir en cuanto se queda preñada por lo que es conveniente que esté alrededor de 6 ó 7 meses "vacía" o sin preñar para que pueda dar leche en abundancia.
Se conocen casos de cabras que son capaces de dar leche durante periodos muy superiores al año si no se quedan preñadas nuevamente aunque en tales casos la producción de cabritos disminuye y lo ideal es combinar ambas producciones.

Cabras de raza Murciana-Granadina.
Esta variedad de capa cárdena no está reconocida oficialmente.
(c) Silvestre de la Calle García.

Esto no significa que se organice una sola paridera en la explotación, a no ser que se trate de explotaciones muy pequeñas.
Lo habitual es establecer una paridera principal en la que paren las cabras de segundo y sucesivos partos y otra secundaria en la que paren las chivas o cabras de primer parto y las que por diversas razones no lo hicieron en la paridera principal.
Este sistema es muy común en España, realizándose la primera paridera en los meses de octubre-noviembre, conocida con el nombre de "paridera temprana" con el objetivo de destetar y comercializar los cabritos en fechas próximas a Navidad que es cuando alcanzan mayores precios en el mercado y una segunda paridera en los meses de marzo-abril conocida como "tardía".

Cabritos de raza Verata.
(c) Silvestre de la Calle García.

El sistema descrito es válido para todo tipo de explotaciones pero dificulta el abastecimiento constante de leche para la industria quesera, motivo por el cual en grandes explotaciones lecheras se organizan varios lotes de cabras para realizar parideras a lo largo de todo el año.
Organizando 3-4 parideras anuales, separadas 2-3 meses entre sí, se garantiza absolutamente el abastecimiento de leche prácticamente de forma constante y con escasas fluctuaciones.

Cabras de raza Verata de alta producción en ordeño,
(c) Alonso de la Calle Hidalgo.

Hoy en día, numerosas explotaciones tienden a reducir el intervalo entre partos con el fin de obtener mayor número de cabritos. 
El intervalo entre partos en estas explotaciones ha pasado de 12 a 8 meses, lo que permite obtener 3 partos en 2 años, aumentando la rentabilidad de aquellas explotaciones destinadas exclusivamente a la producción de carne o en las que, aunque se someta a las cabras a ordeño, no se alcancen elevadas producciones lecheras.

Cabra de raza Verata.
(c) Silvestre de la Calle García.

Para controlar el momento en el que tendrán lugar las distintas parideras, el ganadero debe mantener controlados a los machos y separarlos de las cabras en recintos independientes para que no se apareen hasta que llegue el momento oportuno.

Machos de raza Verata separados de las hembras.
(c) Silvestre de la Calle García.

Tradicionalmente, se recurría a diversos métodos para impedir que los machos cubriesen a las cabras como atarles las patas de diversas formas o "enmandilarles", práctica consistente en colocarles un pieza de tela, cuero, esparto o lona a modo de mandil.

Macho enmandilado.
(c) Silvestre de la Calle García.

Algunos ganaderos mantienen a los machos con las cabras todo el año, por lo que los partos se producen a lo largo de todo el año aunque tienden a concentrarse a finales del invierno.
Este sistema suele practicarse en rebaños de pequeña dimensión o en rebaños manejados de forma plenamente extensiva.

Macho y cabra de raza Guisandera.
(c) Fede Jiménez.

Las cabras pueden entrar por primera vez en celo hacia los 7 u 8 meses de vida, por lo que su primer parto tendrá lugar a los 12 ó 13 meses.
Se dan casos de cabras en explotaciones con un esmerado manejo que pueden parir por primera vez entre los 10 y 12 meses e incluso antes.
Todo dependerá del desarrollo del animal, que deberá haber alcanzado al menos el 65% del peso que tendrá cuando sea adulto en el momento de la cubrición.

Cabrita de primer parto de 8 meses de edad.
(c) Isidro Pérez Jiménez.

A partir de este momento, el intervalo entre partos dependerá de factores como el objetivo productivo, la cantidad de leche producida, el sistema de manejo aplicado....
Podrán reproducirse hasta edades avanzadas siempre que estén en buen estado de salud, no siendo raro en cabras destinadas a la producción cárnica o que tengan lactaciones cortas, que se acerquen o superen incluso los 20 años.

Cabra de 15 años con su cabrito
(c) Silvestre de la Calle García.

Por su parte, los machos son fértiles ya a los 5 meses de vida si bien es conveniente esperar hasta los 7 meses para que comiencen su carrera reproductiva ya que es precisamente entre los 5 y los 7 meses cuando se produce el mayor desarrollo testicular.
Los machos pueden reproducirse también hasta edades bastante avanzadas aunque a partir de los 4-5 años su fertilidad comienza a disminuir.

Macho de raza Verata.
(c) Alonso de la Calle Hidalgo.

Las cabras españolas se caracterizan por su buena fertilidad, que se mide según el porcentaje de cabras paridas con respecto a las cabras puestas en cubrición.
En épocas favorables puede alcanzar el 95% reduciéndose hasta el 70% si las condiciones no son las más adecuadas.
Pese a ser poliéstricas permanentes, la fertilidad aumenta en las cubriciones de otoño.

Macho de raza Guisandera con las cabras.
(c) Silvestre de la Calle García.

La prolificidad o número de cabritos nacidos por cada 100 partos, es elevada en el caso de las cabras españolas, llegando en algunas razas a partir del segundo parto al 200%, pudiendo llegar a superar este porcentaje en el caso de cabras lecheras explotadas en sistemas altamente intensivos.

Cabra de raza Malagueña con dos cabritos.
(c) Silvestre de la Calle García.

Las cabras de primer parto o aquellas manejadas de forma más extensiva, suelen tener partos simples en los que nace un solo cabrito.
En explotaciones de aptitud cárnica donde las cabras reciben poca o nula suplementación alimentaria, esto es lo más adecuado debido a la baja producción lechera de las cabras.

Cabra Azpi Gorri con cabrito recién nacido.
(c) Ibai Menoyo Aguirre.

Las cabras de segundo y sucesivos partos, especialmente aquellas dedicadas a la producción lechera y/o sometidas a un buen manejo sobre todo en lo relativo a la alimentación, tienen por regla general partos dobles, hasta el punto de que en ocasiones es lo más habitual para determinadas razas.

Cabra de raza Del Asón con dos cabritos.
(c) Gaspar Guas Fernández.

Los partos triples son relativamente frecuentes en el caso de cabras lecheras manejadas en sistemas intensivos y semiextensivos pero en las cabras extensivas son más raros.

Cabra Malagueña con trillizos.
(c) Isidro Pérez Jiménez.

Los partos cuádruples e incluso de más cabritos, son más raros pero ocasionalmente se producen en el caso de las cabras de explotación intensiva aunque sorprenden mucho cuando tienen lugar en explotaciones extensivas.

Cabra de raza Verata con cuatrillizos.
(c) Alonso de la Calle Hidalgo.

Las cabras paren normalmente sin ayuda, en ocasiones mientras están pastando en el campo. En este último caso, el ganadero deberá trasladar los cabritos hasta la explotación ya que aunque pueden caminar a los pocos minutos de nacer, no pueden realizar largos desplazamientos.

Cabra de raza Verata con sus cabritos nacidos en pleno campo.
(c) Jesús Carreras Delgado.

Hoy en día, siempre y cuando sea posible, se recurre al uso de coches para su traslado pero cuando esto no es posible, se emplean caballerías debidamente aparejadas o bien se traslada a los jóvenes animales en mochilas.
Tradicionalmente, esto se hacía con alforjas.

Cabrero con los cabritos en las alforjas.
(c) Alonso de la Calle Hidalgo.

Para facilitar el parto a las cabras, es mejor mantenerlas estabuladas durante la época de partos o al menos cuando se ve que el parto es inminente.
Si es posible, se dejará a la cabra en un recinto independiente donde parirá tranquila sin ser molestada.

Cabra de raza Guisandera con su cabrito recién nacido.
(c) Silvestre de la Calle García.

El cabrero deberá vigilar en todo momento el parto por si la cabra necesita ayuda.
Es conveniente observar pero no intervenir si no es necesario. Generalmente en partos simples e incluso dobles, las cabras paren solas sin ninguna dificultad siempre y cuando los cabritos estén bien colocados, pero en partos de más cabritos es habitual que precisen ayuda del ganadero e incluso de un veterinario.






Magnífica secuencia fotográfica del parto de una cabra Azpi Gorri.
En este caso, el ganadero observó que la cabra había parido un cabrito pero que tenía dificultades para parir el segundo, por lo que tuvo que ayudarla un poco.
(c) Ibai Menoyo Aguirre.

Tras el parto, los cabritos deben consumir durante 2-3 días el calostro materno que asegura el desarrollo de su sistema digestivo e inmunológico.
La cabra lame a los cabritos nada más nacer y a los pocos minutos, se ponen de pie y buscan instintivamente la ubre de la madre.
En ocasiones, puede que necesiten ayuda para mamar por lo que el cabrero deberá ayudarles.

Ayudando a mamar a los cabritos.
(c) Alonso de la Calle Hidalgo.

Pasado ese periodo, los cabritos de cabras de alta producción lechera pasan generalmente a recintos donde son alimentados mediante lactancia artificial mientras que cuando se trata de cabras con baja producción lechera o destinadas exclusivamente a la producción de carne, amamantan a sus cabritos hasta que están listos para la venta.

Cabritos de raza Verata listos para la venta.
(c) Juan Antonio Rodríguez Vidal.

Los cabritos que no se venden y se destinan a la reproducción del rebaño, maman durante mucho más tiempo. Cuando el ganadero quiere destetarlos, les separa en recintos independientes si bien en muchas explotaciones se sigue realizando el destete tradicional colocando un bozo o "betijo" a los cabritos, artilugio formado por un palito que se introduce en la boca del animal y que atado por sus dos extremos se ataba a los cuernos y cabeza.
Esto les impide mamar pero no comer y beber.

Chiva de raza Guisandera con el bozo.
(c) Silvestre de la Calle García

Cuando el ganadero estima oportuno y según el desarrollo de estos animales, los integra en el rebaño reproductor para comenzar todo el proceso ya descrito a lo largo de este artículo.

Chivas de raza Guisandera listas para la primera cubrición.
(c) Silvestre de la Calle García.

Como podemos ver, el manejo reproductivo de las cabras es bastante complejo y requiere una serie de conocimientos que no están al alcance de cualquiera, transmitiéndose muchas veces de generación en generación y aprendiéndose a partir de la observación directa y de las conversaciones con los abuelos al lado de la lumbre.
Un ejemplo de esto es por ejemplo el caso de Alejandro Torralvo Gutiérrez (n.1998), joven cabrero de Guijo de Santa Bárbara (Cáceres) que tiene una explotación de 300 cabras Veratas. En esta explotación se realiza el ordeño de forma mecánica y las cabras salen diariamente a pastar en zonas de alta montaña, siendo controladas mediante el uso de collares gps, pero a la hora de programar la reproducción, Alejandro sigue poniendo en práctica los conocimientos aprendidos de su abuelo "Pivo", Primitivo Torralvo García (1927-2020)

Alejandro Torralvo Gutiérrez con un semental de raza Verata.
(c) Alonso de la Calle Hidalgo.

Fdo: Silvestre de la Calle García.
Técnico forestal.

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