CEBILLAS Y TRASHUMANCIA: LAS VACAS EN INVIERNO.
El ganado vacuno extensivo necesita cuidados durante todo el año pero especialmente durante el invierno cuando dependiendo de la zona en la que viva, debe ser estabulado o trasladado a otras zonas para protegerlo de las inclemencias meteorológicas y para garantizar su adecuada alimentación.
Las vacas domésticas descienden del uro, bovino salvaje que se distribuyó por gran parte de Europa, Asia y el norte de África. Durante los periodos glaciales, habitaba en las extensas y frías estepas pero poco a poco se tuvo que adaptar a los cambios climáticos y a vivir en otro tipo de terrenos ante la creciente expansión de las actividades humanas. El último ejemplar fue una hembra que murió en 1627 en un bosque de Polonia.
Los uros, cuando sus movimientos eran plenamente libres, realizaban largas migraciones en busca de pastos frescos siendo seguidos de cerca por sus depredadores, entre los que se encontraba el hombre.
Precisamente de esta forma nacería poco a poco el sistema trashumante que hoy se mantiene, aunque lógicamente con algunas diferencias, en muchos lugares de España y del mundo.
Vacas trashumantes.
Esta imagen podría ser de uros de hace 10 ó 12.000 años.
(c) Silvestre de la Calle García.
Las vacas se han adaptado a todo tipo de entornos y climas, desde las frías montañas a las regiones tropicales, pero prefieren aquellas zonas de clima relativamente húmedo y con temperaturas suaves.
El ganado vacuno explotado en sistemas intensivos tiene la alimentación asegurada pero el ganado extensivo depende en gran medida del clima como ocurría con los uros salvajes.
Nos centraremos en hablar de los distintos sistemas de explotación seguidos por el ganado vacuno extensivo durante los meses invernales en España, donde la vaca tiene una gran importancia histórica, social y económica, habiendo dado lugar a una gran variedad de razas destinadas secularmente al trabajo agrícola, la producción de carne y leche y a su uso en los tradicionales festejos taurinos que tanta fama a dado a nuestro país.
Comenzaremos por el norte de España, la denominada por muchos "España verde" por presentar un clima suave y con abundantes precipitaciones que facilitan el crecimiento de los pastos durante la mayor parte del año y el cultivo de plantas forrajeras destinadas a la alimentación del ganado.
Es precisamente en esta región que se extiende desde Galicia a Cataluña, la que durante siglos tuvo una especial importancia para la explotación del ganado vacuno, si bien hoy, dada la disponibilidad de piensos y forrajes, este hecho ha cambiado notablemente.
Tradicionalmente, en esta amplia región que abarca por completo las Comunidades Autónomas de Galicia, Asturias, Cantabria y Euskadi así como el norte de las de Castilla y León, Navarra, Aragón y Cataluña, los bovinos eran criados en pequeñas explotaciones familiares que contaban con un reducido número de vacas, que pastaban durante la mayor parte del año en prados particulares, montes municipales o comunales y en los pastizales de montaña o puertos durante el verano, siendo estabuladas durante el invierno en cuadras tradicionales.
En algunos casos, cuando se trataba de vacas domadas para el trabajo o sometidas a ordeño, eran llevadas a pastar durante el día a prados particulares o a terrenos comunales formando las denominadas "veceras", sistema mediante el cual se agrupaba todo el ganado de un pueblo o aldea y eran pastoreado por sistema de turno en función del ganado que poseía cada vecino o familia, siendo estabuladas durante la noche para complementar su alimentación y facilitar su manejo.
Las cuadras tradicionales se encontraban a menudo asociadas a la vivienda de los propietarios, desde las arcaicas pallozas de Los Ancares, donde vacas y animales compartían la misma planta separadas por sencillos tabiques de madera o muros de piedra a las cabañas pasiegas y los caserías vascos en los que las vacas ocupaban la planta baja y la familia la superior, generándose así una relación vital que, quien no ha convivido con vacas es incapaz de comprender, convirtiéndose las vacas en algo más que simples animales.
Las cuadras solían ser de planta rectangular, ligeramente ovalada o semicircular en el caso de algunas las pallozas, y con suelo de tierra o losas de piedra con una leve inclinación para facilitar la evacuación de la orina de los animales, recogida a menudo mediante un pequeño canal para conducirla al exterior.
En una de las paredes longitudinales o en ambas si el edificio era lo suficientemente ancho, se colocaban los pesebres que podían estar hechos con sencillos entretejidos vegetales (xebes o sebes), con tablas o formando estructuras más complejas.
En los pesebres, se depositaba la hierba seca recogida durante el verano y almacenada en el pajar, que solía estar en la planta superior de la cuadra en el caso de tratarse de edificios complejos como las cabañas pasiegas e incluso en el desván en el caso de los grandes caseríos vascos o bien en un espacio situado entre la cuadra y la cubierta del edificio como ocurría en las pallozas o cabañas de teito.
Ternero atado junto al pesebre con hierba seca.
(c) Miguel Alba Vegas.
Normalmente, las vacas no permanecían sueltas sino atadas mediante diversos sistemas, desde una simple cuerda atada por un extremo alrededor de los cuernos del animal y por otro a la pared de la cuadra o al pesebre hasta las sofisticadas cebillas propias de Cantabria.
Tomaremos como ejemplo de los distintos sistemas para prender, amarrar o atar a las vacas, las singulares cebillas cántabras que, pese a parecer rústicas y sencillas, son un modo tan eficaz de sujetar a las vacas y otros animales, que aún hoy se utilizan.
La cebilla es un collar de madera en forma de U que se coloca en la parte inferior de la garganta del animal y que se cierra por su parte superior con un pasador.
La cebilla va unida a una cadena que se sujeta al pesebre. Tradicionalmente, esta cadena conocida como peal estaba formada por entretejidos vegetales y los eslabones eran conocidos como velortos, si bien hace bastante tiempo que se sustituyeron por cadenas metálicas más duraderas y fáciles de conseguir.
Carlos Fidel Vejo, ganadero de la localidad cántabra de Caloca, nos describe las cebillas de la siguiente manera:
La cebilla tiene muchísimos sinónimos: collar, collera, perseja, presoria...., depende de la comarca o zona en la que se encuentre. En Liébana, por ejemplo, sin salirnos de la comarca, en unos sitios le llaman presoria, en otros presea y en otros collar.
Se suelen hacer de fresno y las llaves de avellano o de espino. Hace pocos años empezaron a hacerlas de plástico negro, que es el plástico de las tuberías de riego y van muy bien.
Las cebillas se utilizaban y utilizan para sujetar a todos los bovinos e incluso a otros animales más pequeños como las cabras. Una buena cebilla puede sujetar sin problema alguno al más recio de los sementales.
Para ello es fundamental que el animal se acostumbre desde pequeño, siendo amarrado a las pocas horas de nacer. De esta forma, cuando sea adulto, será fácil colocar la cebilla y permanecerá tranquilo sin problemas.
Tradicionalmente, las cuadras no disponían de agua corriente por lo que cada día había que llevar a las vacas a beber hasta la fuente del pueblo o algún curso de agua cercano.
Este hecho hacía muy complicado el manejo y limitaba grandemente el número de vacas que se podían tener.
El estiércol o cuchu debía ser retirado a diario para que las vacas estuviesen sobre suelo seco y no sufriesen problemas en las pezuñas debido a la reclusión que podía durar varias semanas o meses.
Actualmente, el sistema ha cambiado muy poco aunque se han introducido algunos cambios.
Para empezar, todas las cuadras cuentan agua corriente lo que permite la instalación de distintos tipos de bebederos desde sencillos abrevaderos situados entre dos vacas que lo comparten hasta pequeños bebederos automáticos.
Aunque siguen existiendo las cuadras tradicionales en las que se pueden atar sólo unas cuantas vacas, desde 3 ó 4 en las más pequeñas a una veintena en las más grandes, muchos ganaderos cuentan ya con modernas y sofisticadas naves que pueden albergar más de 100 animales y a las que se puede acceder con tractores para distribuir la comida a los animales.
Las modernas naves actuales se dividen longitudinalmente en tres secciones. En las dos laterales, se amarra al ganado mientras que la central, que suele ser más ancha para facilitar el paso de tractores y maquinaria se destina a menudo a almacén del alimento.
Para evitar la humedad y facilitar la distribución de la comida a los animales, la sección central suele estar ligeramente elevada con respecto a las laterales.
Vacas Pirenaicas estabuladas en una nave moderna.
(c) Leire Amundarain Ganadutegia.
Los pesebres, que en ocasiones ni siquiera existen como tal, se disponen a ambos lados de la sección central por lo que las vacas están frente a frente, al contrario de lo que ocurría en las cuadras tradicionales que, como ya vimos, tenían los pesebres contra las paredes y uno o o dos canales en el centro para recoger el estiércol.
Detrás del lugar donde se amarran las vacas, aparece el canal para la recogida del estiércol y la orina, así como un pasillo ancho que permite el paso cómodo y seguro al ganadero para revisar el ganado y realizar la limpieza.
Canal de recogida del estiércol.
(c) Carlos Fidel Vejo.
A menudo, los terneros son amarrados en este pasillo para ser soltados dos veces al día para que mamen. De esta forma, se evita que deambulen entre las vacas con el consiguiente riesgo de recibir alguna patada que podría resultar mortal.
En cuanto al amarre, sigue realizándose con las cebillas en muchas explotaciones, incluso en las de gran efectivo, por considerar que son el método más eficaz y seguro para mantener controlados a los animales durante la estabulación.
Otras veces se recurre a amarres metálicos o a cadenas que se colocan a modo de collar alrededor del cuello del animal.
Los pesebres siguen siendo similares a los antiguos si bien en ocasiones se construyen de forma más sofisticada para que los animales no desperdicien nada de alimento, colocando pequeños tabiques de separación entre los animales, especialmente entre aquellos que presentan más carácter.
Ya no se suministra únicamente hierba seca a las vacas, sino que se complementa su alimentación con otros forrajes desecados o ensilados y también con piensos comerciales, especialmente cuando se trata de animales de cebo.
Cuando se trata de cuadras tradicionales, para facilitar la disposición de la hierba seca, se coloca sobre los pesebres un artilugio denominado escalera por ser idéntico a una escalera de mano que se coloca adosada a la pared y con la parte superior levemente inclinada.
Vacas Pardas de Montaña en cuadra con pesebre, escalera y bebederos automáticos.
(c) José Sánchez Erice.
Pasado el invierno, el ganado regresa a los pastos, aprovechando primero los de las zonas bajas y ascendiendo poco a poco hasta los pastizales de montaña o puertos a comienzos del verano, realizando el mismo movimiento de forma inversa en el otoño hasta que la nieve obliga al ganadero a recoger al ganado.
Vacas Pardas de Montaña en el puerto.
(c) Ganadería Almirante.
No podemos abandonar esta región sin hablar de la trasterminancia y la trashumancia llevada a cabo en algunas zonas tanto actualmente como en el pasado.
La trasterminancia consiste en realizar movimientos desplazamientos de 100 kilómetros y entre diferentes términos municipales de una misma provincia.
Fue una actividad muy común en Asturias donde los famosos vaqueiros de alzada, pasaban el invierno en las zonas bajas de la región, a menudo cercanas a la costa, para ascender en verano a los pastos de altura. Toda la familia hacía el recorrido con las vacas.
Vacas Asturianas de los Valles camino de los pastos de verano.
(c) Ceferino Fernández.
En Cantabria, este movimiento era realizado por los vaqueros pasiegos que se trasladaban varias veces al año estableciéndose en las tradicionales cabañas rodeadas de prados. Durante el invierno permanecían en la parte baja de los valles y poco a poco iban subiendo hasta las zonas más altas, realizando posteriormente el movimiento en sentido inverso. Es lo que se conocía como muda.
Las familias se establecían con sus vacas en una cabaña rodeada de varios prados y cuando la hierba se acababa, se trasladaban a otra.
Vacas Pasiegas.
(c) Sergio Canales García.
En todo el área del norte de España, se realizaba como hemos dicho la subida a los puertos en verano, que puede considerarse como trasterminancia siempre y cuando el ganado recorra varios términos municipales.
Vacas Pirenaicas en los pastos de altura.
(c) Leire Amundarain Ganadutegia.
Sin embargo, la verdadera trashumancia, que consiste en recorrer más de 100 kilómetros o en rebasar los límites provinciales, era poco común en el norte salvo algunos vaqueiros de alzada que en verano pasaban a las zonas altas de León y vaqueros pasiegos que pasaban al norte de Burgos.
Pero a lo largo del siglo XX en algunas zonas de Asturias y sobre todo de León, comenzó a realizarse trashumancia con vacas de carne a Extremadura durante los meses de invierno y primavera, realizando el recorrido en camión.
Nos trasladamos ahora al Sistema Central, región destacada durante siglos por la cría de ovinos y caprinos y donde el ganado bovino era criado esencialmente como animal de trabajo.
Serían los terrenos comprendidos entre el sur de Salamanca, el norte de Cáceres, Ávila, Segovia, Madrid, Guadalajara y Soria.
Sin embargo, con la abolición de los privilegios del Honrado Concejo de la Mesta por un lado y de los privilegios de la Real Cabaña de Carreteros por otro, se produjo un cambio sustancial y las ovejas fueron sustituidas en su mayoría por vacas de aptitud cárnica, antepasadas de la actual raza Avileña-Negra Ibérica.
Tradicionalmente, en las serranías centrales ibéricas, las explotaciones de ganado vacuno eran muy similares a las descritas en el norte peninsular e incluso más pequeñas, contando en ocasiones solamente con 2 ó 3 vacas utilizadas para el trabajo y la recría.
Las explotaciones de 10 o más cabezas eran sumamente raras salvo en áreas de gran altitud donde la agricultura era una actividad muy secundaria.
Yunta con el arado.
Clásica imagen de las serranías centrales en otro tiempo.
(c) Silvestre de la Calle García.
Estos bovinos seguían un sistema de explotación basado en el pastoreo diurno durante las horas en las que no trabajaban y siendo recluidas en los corrales de las casas durante la noche, a menudo sin más resguardo que sencillos cobertizos, tenadas o tinaos construidos con pilares de piedra y cubierta vegetal, posteriormente de teja, con una pared para proteger a los animales de los vientos dominantes.
Estos cobertizos servían a menudo para guardar el carro y aperos de labranza por lo que se encontraban en los corrales situados junto a las viviendas.
Tinado en Navadijos (Ávila)
(c) Silvestre de la Calle García.
Con el fin de proteger más al ganado, se construían cuadras situadas en un edificio contiguo a la vivienda o en la planta baja de la misma. En este último caso, eran pequeñas cuadras para un reducido número de animales.
Otras veces, se construían en lugares alejados de los núcleos urbanos las edificaciones más sofisticadas conocidas con diferentes nombres: casas de ganado, casillas, majadas, corrales....
Estos edificios constaban de una planta baja en la que se alojaban las vacas y una planta superior que servía como pajar pero no como vivienda a diferencia de lo que ocurría en el norte.
La disposición interior era idéntica a la de las cuadras del norte, por lo que no vamos a repetir su descripción.
Aunque el ganado vacuno siguió utilizándose durante mucho tiempo para el trabajo agrícola, las explotaciones comenzaron a dedicarse poco a pco a la producción de carne, aumentando el número de cabezas lo que imposibilitaba estabular a todas las vacas durante el invierno, obligando a los ganaderos a seguir un régimen trashumante, pasando el verano en los pastizales de montaña y el invierno en las dehesas del sur.
Aquellos antiguos pastores de ovejas y carreteros, conocían perfectamente las cañadas, cordeles y veredas que comunicaban las montañas del norte peninsular con las tierras del sur, atravesando el Sistema Central por diversos puertos.
Estos caminos, que en su origen fueron antiguas rutas migratorias de herbívoros salvajes, se convirtieron después en caminos trashumantes que los romanos aprovecharon para hacer sus famosas calzadas que se convertirían en las Cañadas Reales de la Mesta y en los caminos utilizados por la Real Cabaña de Carreteros.
Hoy en día, estos caminos ganaderos siguen siendo decisivos para el desplazamiento del ganado.
Vacas bajando por la calzada romana del Puerto del Pico (Ávila)
(c) Silvestre de la Calle García.
Aunque los ganaderos de estas serranías disponían frecuentemente de reservas de heno para alimentar a un buen numero de vacas durante el invierno, si tenían más vacas de las que podían alojar en cuadras y corrales durante el invierno, no les quedaba más remedio que trashumar.
Debemos tener en cuenta que durante mucho tiempo, los prados de siega que hoy vemos, fueron tierras de cultivo dedicadas a la siembra de cereales como el centeno, de patatas o de lino por lo que la reserva de heno era menor a la actual.
Recogida del heno.
(c) Alonso de la Calle Hidalgo.
Por ello, desde hace casi 200 años, en las serranías centrales de España existe un muy bien organizado sistema trashumante.
Antaño era habitual que varios vaqueros reuniesen su ganado para hacer el viaje juntos y alquilar entre todos una dehesa en Extremadura, Castilla-La Mancha o Andalucía.
Cada propietario tenía entre 20 y 30 vacas y su cuidado se organizaba por turnos en función de las vacas que poseía cada uno o se contrataba un vaquero asalariado pagado por todos los propietarios.
Vacas Avileñas en la dehesa.
(c) Miguel Alba Vegas.
Hoy en día, dado que las explotaciones son de mayor tamaño, superando con creces el centenar de cabezas, los ganaderos realizan la trashumancia de manera independiente en la mayoría de los casos, unas veces a pie y otras en camión aunque la organización sigue siendo la misma.
Las vacas aprovechan los pastizales serranos durante el verano y cuando la nieve y el frío cubren el terreno son trasladas a prados bajos cercanos a los pueblos para alimentarlas con heno y pienso durante un tiempo o son trasladadas directamente a las dehesas.
Vacas Avileñas en la nieve.
(c) Juan Manuel Yuste Apausa.
Los ganaderos recorren entre 200 y 300 kilómetros o incluso más para llevar el ganado a las dehesas, donde permanecerán hasta finales de la primavera o principios del verano.
Mientras las sierras están dominadas por el frío invierno, en las dehesas las vacas disfrutan de una auténtica primavera con temperaturas más suaves y abundante alimento.
Vacas Avileñas en la dehesa.
(c) David Bernaldo de Quirós Pablo.
En ocasiones, los recorridos son más cortos y dentro de la misma provincia, por lo que hablaríamos de trasterminancia, sistema muy común en la provincia de Cáceres por su gran extensión y diversidad de ambientes desde las dehesas del sur de la provincia a los pastizales de altura en la cara sur del Sistema Central.
Sin embargo, deben los ganaderos estar preparados para hacer frente a inviernos excesivamente secos en los que ante la ausencia de lluvias otoñales el pasto escasea, siendo necesaria la suplementación del ganado con heno, paja y pienso.
En las dehesas situadas cerca de las montañas, las heladas pueden prolongarse algunas veces durante varios meses e incluso se puede producir alguna nevada excepcional.
Vacas Avileñas en la dehesa durante el invierno.
(c) Miguel Alba Vegas.
Como las vacas son animales sumamente resistentes al frío, la nieve y la lluvia, algunos ganaderos que disponen de grandes fincas propias o arrendadas en las zonas bajas de las serranías centrales ibéricas, mantienen al ganado en sistema extensivo estante sin realizar movimientos o realizando cortos desplazamientos entre las zonas altas y bajas conocidos como trasterminancia.
Avileña-Negra Ibérica bociblanca.
El bovino autóctono de las serranías centrales.
(c) Roberto García Carreño.
El ganado es a menudo trasladado a fincas cercanas a los pueblos y a las que sea fácil acceder con tractores y remolques para poder distribuir el alimento a las vacas.
Respecto al mantenimiento de las vacas atadas en cuadras tradicionales o en edificios más modernos durante el invierno, es hoy en día algo meramente anecdótico en las montañas centrales.
Tradicionalmente, las vacas se ataban con los denominados "corniles" consistentes en una cuerda que se ataba a un orificio practicado en el pesebre o a un trozo de madera en forma de arco empotrado en la pared y que por el otro lado se pasaba alrededor de los cuernos del animal. Este sistema, permitía conducir a las vacas cuando se las llevaba a beber a la fuente o a pastar al prado, así como para prepararlas para el trabajo.
Vaca Avileña bociblanca atada al carro.
El mismo sistema se utilizaba para amarrarlas en las cuadras.
(c) Silvestre de la Calle García.
Posteriormente, comenzaron a utilizarse las cadenas metálicas. Hasta hace unas décadas, cuando los pueblos de la zona contaban con un significativo censo de vacas lecheras distribuidas en multitud de pequeñas explotaciones, era común la estabulación nocturna e invernal, atando a los animales con estas cadenas, pero hoy es algo difícil de ver puesto que prácticamente todo el ganado vacuno es extensivo de aptitud cárnica y permanece todo el año aire libre.
Nos referimos a los terrenos comprendidos por la Comunidad Autónoma de La Rioja y las provincias de Soria, Guadalajara, Cuenca, Teruel, Castellón, Valencia, Albacete y algunas zonas de Jaén (Sierra de Cazorla) y Murcia.
El ganado ovino y caprino trashumante y los bovinos de trabajo dieron paso a los bovinos de aptitud lechera en provincias como Soria y al bovino de carne y lidia en zonas más sureñas como Cuenca o Teruel.
Quedaron núcleos de antiguas razas de trabajo que poco a poco se destinaron exclusivamente a la producción de carne, pasando de pequeñas explotaciones que sólo tenían unas cuantas reproductoras a vacadas de gran tamaño.
Vacada en los pastizales serranos del Sistema Ibérico.
(c) Juan Martorell Gargallo.
Durante el verano, las vacas pastan en las zonas altas pero en invierno son trasladas a dehesas de Castilla-La Mancha y Andalucía o bien a zonas bajas del valle del Ebro y la Comunidad Valenciana.
A veces, las nevadas tempranas sorprenden al ganado en las zonas altas y si no es posible realizar el traslado con rapidez, se recurre a la suplementación con heno y paja de cereal.
Vacas alimentándose en la nieve.
(c) Juan Martorell Gargallo.
Sin embargo, en cuanto es posible, se traslada al ganado a zonas bajas. Cuando descienden hacia el Valle del Ebro, la distancia recorrida suele ser más corta pero aquellos ganaderos que se trasladan hacia las dehesas manchegas y andaluzas recorren grandes distancias similares a las de los ganaderos del Sistema Central.
Vacas en los pastos de invierno.
(c) Juan Martorell Gargallo.
En Andalucía, el ganado bovino también realiza movimientos trasterminantes entre las zonas bajas y las serranías cercanas así como la singular trashumancia horizontal realizada entre Sierra Morena y Sierra Nevada, pasando el ganado el invierno en las dehesas de Sierra Morena y el verano en los altos pastos de Sierra Nevada.
Para el ganado de estas zonas, el invierno es la mejor época del año porque es en la que el campo tiene mayor disponibilidad de pastos y recursos alimenticios extras como las bellotas y el ramón procedente de la poda de las encinas.
Vacas retintas en la dehesa extremeña.
(c) Silvestre de la Calle García.
El duro verano sureño.
(c) Juan Fernández González.
La estabulación invernal en el sur, dada la benignidad climática, se lleva a cabo únicamente con el ganado de trabajo que se utiliza principalmente para el tiro de carretas en romerías aunque quedan algunas yuntas dedicadas al laboreo.
En estos casos, se recurre a la estabulación libre o bien se ata a los animales al pesebre mediante cadenas o cuerdas que se pasan alrededor de los cuernos.
A MODO DE EPÍLOGO.
Como vemos, el ganado vacuno tiene hoy en día gran importancia en toda España y no sólo en el norte como en épocas pasadas pero mientras que en el sur se han producido grandes cambios en el sistema de explotación, en el norte se mantienen en gran medida los sistemas tradicionales sin apenas cambios, lo cual es digno de alabanza.
DEDICATORIA
Este artículo va dedicado a todos los vaqueros que desde distintos puntos de España colaboran activamente en la realización de los artículos de EL CUADERNO DE SILVESTRE, aportando desinteresadamente sus fotografías, conocimientos y vivencias.
Pero quiero dedicarlo especialmente a la memoria de una persona muy especial: Teresa Callejo Fernández (1980-2022), fallecida el 28 de diciembre de 2022.
Ganadera de las de toda la vida, Teresa mantenía el sistema de explotación tradicional, atando a sus más de 100 Tudancas en cuadras antiguas.
Muchas de las vacas que aparecen en este artículo, en las fotografías realizadas por Miguel Alba Vegas, eran de Teresina.
Con ella hablé sobre la posibilidad de realizar este artículo en octubre de 2022 y acordamos que en invierno, lo realizaríamos entre los dos aunque esto no fue posible.
Aún así, aunque no lo hayamos podido escribir juntos...
VA POR TI, TERE.
NOTA FINAL.
En EL CUADERNO DE SILVESTRE, podrá el lector encontrar numerosos artículos sobre trashumancia y manejo del ganado bovino.
Basta con pinchar en el siguiente enlace y consultar las etiquetas que hay en el lateral de la página:
Fdo: Silvestre de la Calle García.
Técnico Forestal.
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