LA MUJER RURAL

El 15 de octubre se celebra el DÍA INTERNACIONAL DE LA MUJER RURAL. 
Podemos definir como mujer rural a aquella que vive en pequeños pueblos donde trabaja como ama de casa, como ganadera y/o agricultora y en otros muchos trabajos.
La importancia de la mujer en el medio rural ha sido decisiva como sostén de la familia desde antiguos, aunque en el pasado su labor era escasamente valorada, cosa que afortunadamente no ocurre hoy.

Arrida de izquierda a derecha: Visitación Hidalgo, Áurea Quintial y Leire Amundarain.
Abajo de izquierda a derecha: Enara Menoyo, Raquel Cayón y Pilar Domínuez.
MUJERES RURALES DE AYER Y HOY.

Tradicionalmente, las mujeres del medio rural se encargaban de las tareas domésticas, del cuidado de niños y mayores y, ocasionalmente, trabajaban fuera de casa aunque esto último sólo era habitual en el caso de las mujeres solteras o viudas. También ayudaban, según su estado civil, a sus padres, hermanos, maridos o hijos en las distintas tareas agropecuarias cuando era necesario.

Toñi Santos deshojando tabaco.
Guijo de Santa Bárbara (Cáceres).
(c) Alonso de la Calle Hidalgo.

En los documentos oficiales de épocas antiguas, siempre aparecía la profesión de la persona pero esto sólo ocurría en el caso de los varones, pues en el caso de las mujeres sólo aparecía "sin profesión especial".
Era el caso, por ejemplo, del matrimonio de Guijo de Santa Bárbara (Cáceres), formado por don Antonio Jiménez García (1810-1898) de profesión "propietario" (labrador y ganadero con tierras propias) y su esposa JOSEFA SANTOS GARCÍA (1812-1896) que pese a trabajar en casa, en el campo, con el ganado y como panadera, no tenía profesión especial.

Antonio Jiménez García y su esposa Josefa Santos García.
Guijo de Santa Bárbara (Cáceres). 1870.
(c) Familia De la Calle.

Únicamente se reflejaba la profesión de las mujeres en el caso de que fuesen maestras o profesoras. Este era, por ejemplo, el caso de doña FELIPA JIMÉNEZ SANTOS (1842-1913), hija de los anteriores, que fue maestra de niñas en Guijo de Santa Bárbara donde su esposo Quintín Moreno Poblador (1845-1898) era maestro de niños. En un caso como este, el marido debía dar su consentimiento para que la mujer trabajase fuera de casa.

Felipa Jiménez Santos y su esposo Quintín Moreno Poblador. 1885.
(c) Familia De la Calle.

Posteriormente, comenzó a figurar en los documentos de las mujeres que no tenían un trabajo fuera de casa, expresiones tan curiosas como "dedicada a las labores de su sexo" o "de profesión sus labores".
Se daba así a entender que la mujer se dedicaba "a lo que se tenía que dedicar". En el medio rural era frecuente escuchar a los padres y a las madres de las jóvenes que las muchachas no tenían que aprender a leer y a escribir sino a ser el día de mañana "buenas mujeres de su casa".
Nos sirve como ejemplo el caso de JOSEFA ESTEBAN JIMÉNEZ (1869-1951)

Josefa Esteban Jiménez. (1869-1951)
Guijo de Santa Bárbara (Cáceres)
(c) Familia De la Calle.

VISITACIÓN HIDALGO BURCIO (n.1929), natural de Navalmoral de la Mata pero vecina de Guijo de Santa Bárbara (Cáceres) desde 1937, nos contará, a sus casi 94 años, cómo era la vida de las mujeres de su pueblo en los años 40, 50 y 60.
Su relato puede servir perfectamente para ilustrar la vida de una mujer en cualquier pueblecito de la España rural de aquellos años.

Visitación Hidalgo Burcio a punto de cumplir 94 años de edad.
(c) Alonso de la Calle Hidalgo.

"Antes se decía que las mujeres nos dedicábamos a nuestras labores. De los hombres se decía que eran labradores, ganaderos, carteros, zapateros o a lo que cada uno se dedicase, pero de nosotras se decía eso.
Los hombres de los pueblos, trabajaban muchísimo en el campo y con el ganado además de en otros oficios muchas veces, pero las mujeres trabajábamos mucho más que ellos, porque además de ayudar en el campo o con el ganado, teníamos que hacernos cargo de la casa, de los niños y de los abuelos y entonces eso era mucho más trabajo que ahora porque no había tantos adelantos.

Tía Visita camino de la fuente.
(c) Alonso de la Calle Hidalgo.

Las niñas, empezábamos a trabajar con 5 ó 6 años ayudando a nuestras madres en casa y a nuestros padres en el campo.
Algunas tuvimos la suerte de poder ir a la escuela hasta los 14 años, pero no siempre era así. En la escuela, aunque aprendíamos a leer, a escribir y otras cosas, también nos enseñaban labores del hogar porque no se pensaba que tuviésemos que estudiar en el futuro sino que debíamos ser " buenas mujeres de su casa"

Visitación y su hermano Pepe.
(c) Familia De la Calle.

Desde que dejábamos la escuela a los 14 años y hasta que nos casábamos y teníamos casa propia, nos dedicábamos a seguir ayudando en casa. Yo me casé en 1951 con Antonio Leandro de la Calle Jiménez (1924-2022) que era el cartero del pueblo pero como entonces los carteros cobraban poco, tenía también vacas y trabajaba en el campo, así es que a mí me tocó hacerme cargo de la casa y ayudar en el campo y con el ganado cuando hacía falta.

Antonio Leandro y Visitación.
(c) Familia De la Calle.

Antes en las casas no había agua corriente y aunque había luz, no había ningún aparato eléctrico.
Por la mañana, nada más levantarnos, las mujeres teníamos que hacer la lumbre para poder calentar el desayuno, calentar agua, preparar la comida, calentar la casa en el invierno...
La lumbre daba mucho trabajo y ensuciaba mucho. Normalmente, las cocinas estaban en la planta alta de la casa y había que subir la leña desde el patio aunque luego ya se empezaron a hacer cocinas más pequeñas en las plantas bajas y las altas quedaron sólo para la época de las matanzas.
En invierno, se estaba bien cuando había que hacer algo al lado de la lumbre, pero en verano te asabas viva.

Tía Visita haciendo la comida en la lumbre.
(c) Alonso de la Calle Hidalgo.

Después de hacer la lumbre, había que ir a la fuente a por el agua con los cántaros de barro. Pesaban mucho vacíos así es que llenos costaba mucho trabajo moverlos y subir con ellos hasta la cocina, por lo que muchas veces se colocaba una tinaja grande en el patio que se llenaba con 2 ó 3 cántaros de agua para el gasto del día.
El agua que se llevaba en los cántaros y se echaba en la tinaja, se usaba para cocinar, fregar, hacer la limpieza... pero el agua para beber, se llevaba desde la fuente en el barril (botijo).

Tía Visita cogiendo agua con el cántaro en la Fuente de Tía Josefa.
(c) Alonso de la Calle Hidalgo.

También había que barrer la puerta y limpiar la casa. La puerta se barría todos los días porque por las calles pasaban por las mañanas y por las tardes las caballerías, los cochinos, las cabras...y lo ensuciaban todo y si no se barría, al entrar en casa podías ensuciarlo todo.

Barriendo la calle.
(c) Alonso de la Calle Hidalgo.

En casa no se hacía la limpieza todos los días pero sí una vez a la semana por lo menos. Varias veces al año se fregaban los suelos de madera con cepillo y sosa para que las tablas estuviesen blancas y tuviesen buen aspecto.

Segunda Vergara fregando el suelo.
(c) Alonso de la Calle Hidalgo.

Cuando ya se había ido a por el agua y se había barrido la puerta, se hacía la comida. Entonces eran comidas sencillas, de las de toda la vida y con lo que se tenía en casa.
Para comer a mediodía, casi todos los días se hacía cocido con garbanzos, tocino y carne de cabra. Algunos días se hacían patatas triscás o migas y los domingos y días de fiesta, patatas fritas y huevos fritos.
Por las noches casi siempre se cenaban sopas para que los hombres que habían estado todo el día en el campo y habían comido "a seco", pudieran comer algo caliente. Se hacían sopas de muchas maneras, pero las que más se hacían eran las sopas de patata que, si sobraban, se comían al día siguiente para desayunar.

Sopas de patata.
(c) Alonso de la Calle Hidalgo.

Un alimento muy importante era el pan. En los años 50 y 60 ya casi todas las familias compraban el pan en las tahonas o panaderías del pueblo pero antes de esa época, se hacía el pan en casa y si no se tenía horno en el huerto o en el desván, se llevaba a cocer a los hornos de las panaderías.
Si se hacía o "masaba" el pan en casa, se hacía cada 8 ó 15 días porque daba muchísimo trabajo.

María Rodríguez Jiménez "Mariqui" sacando el pan del horno.
(c) Alonso de la Calle Hidalgo.

La ropa no se lavaba todos los días porque la gente se cambiaba o "mudaba" de ropa una vez a la semana. 
Toda la ropa de la casa se echaba en un cesto de mimbre para llevarla hasta el pilón. A veces, si era mucha ropa, se llevaba en dos cestos. Uno se ponía en la cabeza y otro se llevaba apoyado en la cadera.

Tía Visita con el cesto de la ropa.
(c) Alonso de la Calle Hidalgo.

En lavadero, la ropa se lavaba muy bien porque había buenas piedras para restregar la ropa pero pasaba al revés que con la lumbre. En verano cuando hacía calor, se agradecía meter las manos en el agua fresca pero en invierno el agua estaba muy fría y entre eso y lo que tenías que restregar para que la ropa quedase bien limpia, llegabas a casa con las manos en carne viva.

Tía Visita lavando en el pilón.
(c) Alonso de la Calle Hidalgo.

A la garganta se solía ir a lavar en el verano o cuando había que lavar muchas sábanas y demás. Se elegía buenos charcos donde hubiese piedras buenas para poder restregar la ropa y aunque no estaba tan bien como en el lavadero, no se lavaba mal. Lo malo era tener que ir cargada con los cestos y después de lavar toda la ropa, tener que volver al pueblo.

Tía Visita lavando en la garganta.
(c) Alonso de la Calle Hidalgo.

En algunas casas y huertos, había pilas pequeñas y hasta lavaderos donde se lavaba cuando no había que lavar mucha ropa. Esto venía muy bien cuando se tenían uno o varios niños chicos porque como los pañales eran de tela, había que lavarlos cuando se cambiaban y no podías estar yendo y viniendo al pilón tantas veces.
Cuando eran pilas y pilones bajos, había que ponerse de rodillas para lavar y para no estar en el suelo, se colocaba una tajuela de madera para estar más "cómoda".

Tía Visita lavando en la pila de su huerto y arrodillada en la tajuela.
(c) Alonso de la Calle Hidalgo.

La ropa se lavaba con jabón que hacíamos las mujeres en casa. Se hacía con aceite y grasas, sosa y agua. En un puchero se iban echando el aceite usado, grasa y sebo de los animales, tocino rancio...y cuando se llenaba, se compraba la sosa y se hacía el jabón en un caldero, cociéndolo a la lumbre y moviendo para que se mezclase bien y no se cortara. Después se echaba en cajones de madera y cuando se enfriaba se cortaba.
Este jabón, se utilizaba también para fregar los cacharros y para lavarse.

Tía Visita cogiendo un trozo o retazo de jabón.
(c) Alonso de la Calle Hidalgo.

Además de estas cosas que se hacían en cualquier casa, las mujeres teníamos que cuidar a los niños y a veces también a los abuelos. Muchas veces, las familias eran muy numerosas y entonces había más trabajo. No era raro que una mujer estuviese embarazada y tuviese dos o tres niños todavía pequeños que necesitaban muchos cuidados, por lo que si no había hermanos mayores que los cuidasen, las mujeres tenía que estar pendientes de ellos además de hacer todas las cosas que ya he dicho antes.
Una de las familias más numerosas que yo recuerdo fue la de tío Ángel y tía Justina que tenían 10 hijos, llevándose algunos menos de dos años entre ellos.

Ángel de la Calle Jiménez y Justina Vicente Burcio con 9 de sus 10 hijos. 1942.
(c) Alonso de la Calle Hidalgo.

Los abuelos vivían en sus casas mientras se pudieran valer por sí mismos aunque necesitasen ayuda para algunas cosas.
Antes con 50 ó 60 años, la gente ya era vieja y no podía trabajar en el campo. Las mujeres seguían haciendo las cosillas de casa pero algunas tareas más fuertes como lavar la ropa, las tenían que hacer las hijas, las nueras o las nietas.
La verdad es que las pobres no daban calda porque se pasaban el día haciendo ganchillo o punto y sentadas al lado de la lumbre.
Mientras podían, las mujeres estaban en su casa aunque se quedasen viudas y algún nieto fuese a dormir con ellas para darlas compañía pero si un hombre se quedaba viudo, se iba a vivir con los hijos "a meses".

Tía Marceliana, suegra de tía Visita.
(c) Alonso de la Calle Hidalgo.

Pero las mujeres no sólo trabajábamos en casa. También lo hacíamos en el campo y con el ganado.
Todas las familias ponían (sembraban) patatas. Daban bastante trabajo y solían ser los hombres los que se encargaban de aterrarlas y regarlas, pero las mujeres íbamos cuando se ponían y cuando se sacaban.
Se cogían dos cosechas de patatas: las tempranas en verano que se guardaban en las bodegas de las casas y las tardías en otoño que se almacenaban en el campo montones u hoyos tapadas con helechos y tierra.

Tía Visita recogiendo las patatas del hoyo.
(c) Alonso de la Calle Hidalgo.

Aunque las patatas solían ser para el gasto de casa, también se vendían. Unas veces se vendían por sacos pero otras veces se vendían en las casas a los vecinos que compraban a lo mejor una o dos cestas y entonces había que pesarlas con la romana y luego echar la cuenta.
Los hombres se encargaban de la venta del ganado o de grandes cantidades de cosas, pero la venta de patatas, granos (alubias), huevos, queso, cosas de la matanza...eran cosa de las mujeres.

Tía Visita pesando patatas en la romana.
(c) Alonso de la Calle Hidalgo.

También se ponía el vergel para el gasto de casa: tomates, pimientos, cebollas, granos (alubias), calabacines, coles....
También se tenían árboles frutales como cerezos, manzanos, melocotoneros...
Todas estas cosas se iban cogiendo según iban madurando pero cuando se juntaba mucha cantidad, había que hacer cosas para conservarlas como los orejones de manzana y melocotón, las "riestras" de pimientos, los tomates secos...

Tía Visita haciendo "riestras" de pimientos.
(c) Alonso de la Calle Hidalgo.

También se ponían muchas cosas para alimentar a los animales: Centeno, cebada, panizos (maíz), remolachas, nabos... Trigo se ponía poco porque aquí no se da muy bien.
El centeno también se usaba para hacer pan pero no gustaba mucho porque se comía más bien en tiempos de hambre.
A finales de la primavera, los hombres segaban y llevaban la cebada y el centeno a las eras para trillar la cebada y machar el centeno.
Una vez que se había hecho esto y el grano estaba separado de la paja, las mujeres lo cribábamos con los harneros para dejarlo totalmente limpio y guardarlo así en los sacos. Era una tarea bastante pesada.

Juan Pérez y Teodora Castañares en la era del Llano.
(c) Alonso de la Calle Hidalgo.

Los panizos eran muy trabajosos también. Cuando se recogían, se traía a casa y había que desgranarlos. A  veces se  juntaba toda la familia por las noches para desgranar panizos pero si no, lo íbamos haciendo las mujeres cuando hacían falta para las gallinas, los cochinos, las bestias...

Desgranando panizos.
(c) Alonso de la Calle Hidalgo.

También se tenían muchos árboles frutales y la fruta se recogía cuando iba madurando.
Las cerezas se cogían bien porque no hacía calor todavía aunque era bastante peligroso porque los cerezos eran muy grandes y había que subirse a ellos por lo que muchas veces eso lo hacían los hombres y las mujeres cogíamos las ramas más bajas.
Los higos secos había que cogerlos del suelo y cuando hacía calor. Una vez que se los tenía en casa, había que extenderlos para que se secaran bien del todo y después, había que escogerlos para separar los malos de los buenos que eran los que se vendían. Los mejores, se dejaban para el gasto de casa pero había que caparlos (sobarlos) para que no echasen bichos y durasen todo el año.

Tía Visita capando y escogiendo higos.
(c) Alonso de la Calle Hidalgo.

Con las castañas, ya se empezaba a pasar frío. Había que ir abriendo los erizos con el pie y tener cuidado para no pincharse. Nosotras ya teníamos zapatos pero las mujeres de antes, hacían esto descalzas.
Una vez recogidas, las castañas se secaban antes de "pilarlas" (pelarlas) para venderlas. Se secaban al humo en los sequeros que había en el campo o en la cocina de las casas, teniendo que darlas la vuelta todos los días.
Algunas castañas, se comían cuando estaban frescas cocidas o asadas que aquí se llaman calbotes.

Pelando los calbotes.
(c) Alonso de la Calle Hidalgo.

Las aceitunas se cogían dos veces. La primera vez era en el otoño cuando estaban verdes y se las llamaba "aceitunas pa agua" porque eran para endulzarlas, con sosa o cambiándolas el agua, y luego guisarlas y comerlas en casa.

Tía Visita cogiendo aceitunas pa agua.
(c) Alonso de la Calle Hidalgo.

Las aceitunas para aceite, se cogían cuando estaban negras y empezaban a caer del árbol. Entonces, los hombres las vareaban y las mujeres las íbamos cogiendo del suelo una a una para echarlas a las cestas y luego a los sacos, que los hombres cargaban en las bestias para llevarlas a la prensa.
Lo peor de coger aceitunas no era el trabajo. Era el frío que se pasaba porque no se cogían hasta el mes de enero.

Cogiendo aceitunas para aceite.
(c) Alonso de la Calle Hidalgo.

Un trabajo importante era la vendimia. 
Cuando las uvas estaban ya maduras, había que cortarlas todas el mismo día para que no se estropeasen si llovía. Solían hacerlo los hombres, que se encargaban también de cargar la uva en las caballerías, de llevarla hasta la bodega y de pisarla. A las mujeres nos tocaba ir echando el mosto en las tinajas y cuando se acababa la tarea y los hombres se retiraban a descansar, teníamos que fregar los cestos, las ceranda, el suelo del patio y de la bodega...

Cestos y ceranda secándose al sol.
(c) Alonso de la Calle Hidalgo.

Al día siguiente, hacíamos el licor de gloria con mosto y aguardiente. Esto, igual que la elaboración de otros tipos de licores, era también tarea de las mujeres y rara vez de los hombres.
Cuando se "corría la canilla" y se sacaba el vino de las tinajas, a las mujeres nos tocaba fregar las tinajas por dentro y por fuera, fregar todos los cacharros y fregar el suelo de la bodega.
El vino era para que lo bebieran los hombres, pero la vendimia nos daba más trabajo a nosotras que a ellos.

Tía Visita preparando el licor de gloria.
(c) Alonso de la Calle Hidalgo.

Pero lo más trabajoso del campo en este pueblo, era el tabaco. Daba mucho dinero pero muchísimo trabajo y siempre había peligro de que se estropeara por alguna tormenta.
A principios de la primavera se preparaban las eras y se echaba la semilla del tabaco. Muchas veces, las eras se ponían en los huertos de las casas porque no había topos. Cuando iban saliendo las plantas, había que arrancar la hierba, cosa que solíamos hacer las mujeres.
Los hombres preparaban la tierra y por el mes de abril o mayo, se ponía el tabaco en la tierra. Esto lo hacíamos hombres y mujeres.

Juani Díaz poniendo tabaco.
(c) Alonso de la Calle Hidalgo.

Después había que binar, pasar el cultivador, regar todas las semanas durante varios meses...pero estas tareas las solían hacer los hombres.
Cuando las tabaqueras ya habían crecido, las mujeres íbamos a "estoñar" y a cortar las flores para que las plantas acabasen de desarrollarse.

Juani Díaz cortando flores de tabaco.
(c) Alonso de la Calle Hidalgo.

Cuando el tabaco empezaba a amarillear, se cortaba. Los hombres lo cortaban y acarreaban con las caballerías hasta los secaderos o los casas donde se colgaba a secar.
Las mujeres atábamos las tabaqueras con correas hechas de la piel de las mimbres y las colgábamos en púas que había clavadas en los cuartones del techo.

Atando una tabaquera con la correa.
(c) Alonso de la Calle Hidalgo.

Ya que hablamos de mimbres, diré que ese era un trabajo muy importante. Los hombres cortaban las mimbres y las traían cargadas en las caballerías al pueblo. Nos juntábamos varias mujeres para pelarlas y luego se vendían. La piel o correa se secaba y se guardaba y cuando llegaba el tiempo de colgar el tabaco, se remojaba y se usaba como si fuese una cuerda.

Pelando mimbres.
(c) Alonso de la Calle Hidalgo.

Cuando el tabaco se secaba después de varias semanas, había que deshojarlo. Había que hacerlo con mucho cuidado para que las hojas no se rompiesen y después poder preparar las manillas y los fardos para venderlo.

Juani Díaz deshojando tabaco.
(c) Alonso de la Calle Hidalgo.

También se trabajaba mucho con el ganado. Es verdad que los hombres se solían hacer cargo del ganado más veces que las mujeres y eran pocas las que iban a guardar (cuidar) las cabras, las borregas (ovejas) o las vacas a la sierra, aunque algunas lo hacían, pero otras tareas como ordeñar, las hacían tanto las mujeres como los hombres, sobre todo las familias que tenían muchas cabras.
Yo fui cabrera de niña y de moza. Esto lo sabe poca gente, porque como ya soy muy vieja, me conocieron siendo vaquera.

Las vacas de tía Visita.
(c) Alonso de la Calle Hidalgo.

Muchas veces los hombres se encargaban de ordeñar para que las mujeres pudiéramos hacer las cosas de casa y atender a los muchachos, pero si se tenía mucho ganado, a toda la gente de casa le tocaba ordeñar, desde los niños a los viejos. Esto pasaba sobre todo en las casas donde había muchas cabras.

Puri Castañares ordeñando una cabra.
Guijo de Santa Bárbara (Cáceres).
(c) Familia Pérez Castañares.

Pero aunque muchas mujeres no fuésemos a ordeñar o sólo algunos días, nos tocaba muchas veces ir con el burro o el mulo a por la leche al corral para traerla al pueblo. Antiguamente, toda la leche era para hacer queso pero luego ya empezaron a venir camiones que la recogían para la venta. También se vendía leche en casa para los vecinos y se hacía queso y mantequilla para el gasto de casa.
La leche de vaca se vendía casi toda pero con la de cabra se hacía mucho queso que se vendía y tenía mucha fama,

Haciendo el queso.
(c) Alonso de la Calle Hidalgo.

Aunque ya he dicho que los hombres se hacían cargo del ganado, las vacas suizas (Frisonas) sí que las cuidaban muchas veces las mujeres cuando estaban en los prados porque entonces la mayoría de las fincas estaban sin cerrar. Cuando se estaba con las vacas se aprovechaba para hacer alguna labor de costura.
Esto se hacía cuando los hombres tenían que ir a regar a alguna finca o a la sierra y no podían vigilar a las vacas. Normalmente, se encargaban de ellas los niños o los abuelos, pero si no podían, pues tenían que ir las mujeres.

Vacas suizas en un prado.
(c) Alonso de la Calle Hidalgo.

Para que las vacas pudieran comer en invierno, había que recoger mucho heno en los desvanes de los corrales. Los hombres segaban la hierba con las guadañas y después íbamos las mujeres a moverlo con la horca para que se secase bien y recogerlo a los dos o tres días. Para recoger el heno, se hacían cargas o se arrastraba con las caballerías y se llevaba hasta los corrales. Muchas veces, las encargadas de colocar el heno en los corrales y de pisarlo para que entrase más cantidad, eran las mujeres. Este era un trabajo penoso por el polvo del heno.
También había que rastrear el heno que quedaba en los prados al hacer las cargas para recogerlo todo.

Recogiendo heno.
(c) Alonso de la Calle Hidalgo.

Del ganado que siempre nos encargábamos las mujeres era de los cochinos y de las gallinas. Estos animales casi nunca se tenían en el campo. 
Los cochinos se tenían en cuadras que estaban en la propia casa o al lado y las gallinas en gallineros que estaban en el patio de casa debajo de las escaleras o en algún huerto cerca de casa.
A las afueras del pueblo, estaba "El Corral de los Cochinos" donde pasaban el día los cochinos revolcándose en el barro y recogiéndose por la noche en las cuadras.

Juliana de la Calle recogiendo el cochino.
(c) Familia Leal de la Calle.

Lo primero que había que hacer para los cochinos, era prepararles el brebajo que se hacía cociendo patatas y mondajas (piel de las patatas) y centeno. Cuando todo había cocido y espesado, se echaba en un cubo y se llevaba a la cuadra donde se echaba en un camellón de piedra o de madera para que comiera el cochino, aprovechando mientras para limpiar la cuadra. Esto se hacía dos veces al día.
También se iba después de comer, sobre todo en el verano a echarles algunas sobras de la comida como las cáscaras de las sandías.

Camellón de piedra.
(c) Alonso de la Calle Hidalgo.

El cochino se engordaba para hacer la matanza en el invierno que era uno de los principales trabajos del año.

Días antes de la matanza, había que empezar a preparar todas las cosas y esto era tarea de las mujeres: comprar tripas, cuerdas, pimentón, sal, ajos...
1 ó 2 días antes, se pelaba, picaba y cocía la calabaza para hacer las morcillas. En esta tarea colaboraban los hombres, porque pelar la calabaza costaba bastante trabajo.

Ángel de la Calle y Toñi Santos pelando y picando la calabaza.
(c) Alonso de la Calle Hidalgo.

El día de la matanza, las mujeres nos levantábamos muy temprano para tenerlo todo listo y que cuando llegasen los hombres pudieran desayunar las migas.
Después, los hombres mataban, socarraban (chamuscaban) y aviaban (despiezaban) el cochino. Todo esto lo hacían ellos porque eran cosas para que las se necesitaba gente con mucha fuerza. Las mujeres lo que sí hacíamos era recoger la sangre del cochino en un caldero para hacer las morcillas frescas.

Tía Visita recogiendo la sangre del cochino.
(c) Alonso de la Calle Hidalgo.

Mientras los hombres picaban la carne con la máquina, las mujeres teníamos que lavar el vientre en la fuente o en la garganta. Esto era algo muy engorroso pero era fundamental para poder aprovechar las tripas para hacer los salchichones, los chofes y demás.

Neni de la Calle y Toñi Santos lavando el vientre.
(c) Alonso de la Calle Hidalgo.

Después se guisaban los distintos embutidos y se hacían las pruebas para ver si les faltaba algo. Por la tarde, se hacían los distintos embutidos. Un hombre, daba la manivela de la máquina aunque esto a veces lo hacíamos también las mujeres, aunque nosotras nos solíamos encargar de meter las tripas en el embudo, pincharlas para que saliese el aire y atarlas bien para colgarlas.
Todo esto ya en tiempos más o menos modernos, porque de antes se picaba la carne a cuchillo y se llenaban los embutidos con embudos.

Llenando salchichones en la matanza de Juani Díaz.
(c) Alonso de la Calle Hidalgo.

Después de la matanza, tocaba fregarlo todo y durante varios días había que seguir haciendo cosas como adobar carne, deshacer las mantecas, salar los jamones, hacer los lomos... y estar pendiente de que todo se curase bien.

Secando la matanza.
(c) Alonso de la Calle Hidalgo.

Como he dicho, también nos hacíamos cargo de las gallinas pero estas daban poco trabajo. Había que abrirlas por la mañana, echarlas de comer, coger los huevos y cerrarlas por la noche sobre todo si estaban en algún huerto en las afueras del pueblo.
Las gallinas se tenían para que pusiesen huevos para el gasto de casa, pero muchas veces se vendían y esto era cosa de las mujeres. Siempre hubo en el pueblo mujeres muy vendedoras que vendían leche, queso, huevos, patatas, granos, castañas y todo lo que tuvieran.

Cesta de huevos.
(c) Silvestre de la Calle Hidalgo.

Antiguamente se tenían las gallinas sueltas por la calle pero luego ya con los coches, era un peligro y se empezaron a hacer granjas (cercados de malla metálica) en los huertos de las casas.
Cuando se tenían sueltas y entraban y salían de casa por el patio, lo ensuciaban muchísimo y había que estar barriendo y fregando todo el día, así es que el hacer las granjas fue un acierto.
Las gallinas dan bastante trabajo pero son muy entretenidas para los mayores. Yo he tenido gallinas en el huerto de casa hasta los 90 años.

Las últimas gallinas de tía Visita.
(c) Silvestre de la Calle García.

Además de todo esto, algunas mujeres trabajaban fuera de casa y del campo como criadas y peonas, horneras (panaderas), cocineras...
Ese era por ejemplo el caso de mi madre, Benigna Burcio de la Calle, que era cocinera y guisaba en las bodas y otros eventos del pueblo, cobrando por el trabajo que hacía.

Benigna Burcio de la Calle haciendo flores.
(c) Alonso de la Calle Hidalgo.

Aunque teníamos que hacer tantísimas cosas como he dicho y más que no he contado, si nos quedaba algún rato libre, aprovechábamos para hacer labores de costura como ganchillo, punto, bolillos , "deshilao" o coser a la máquina.
Esto no era sólo un entretenimiento sino que se hacía también porque se necesitaba hacer sábanas, colchas, ropa...y cosas para casa. Algunas mujeres, sobre todo las mozas, hacían manteles de "deshilao" para venderlos y sacarse unas perrillas.

Tía Visita cosiendo a la máquina.
(c) Alonso de la Calle Hidalgo.

Y así era nuestra vida antiguamente. Para que digan que las mujeres de antes no trabajábamos.
Hoy en día ha cambiado todo mucho porque ya hay muchos adelantos y el trabajo en casa es más fácil. Ya hay luz como es debido, agua corriente, gas, lavadora...
En el campo han cambiado también las cosas aunque muchas siguen siendo poco más o menos iguales.
Pero lo que más ha cambiado es que ya muchos hombres ayudan a las mujeres o hacen ellos las cosas de casa y eso antes ni se pensaba.

Tía Visita cocinando.
(c) Silvestre de la Calle García.

Nuestra vida era dura pero nosotras éramos felices. 
Hacíamos lo que habíamos visto hacer a nuestras madres y ellas a las suyas. Trabajábamos mucho pero hoy en día podemos decir que sacamos adelante a nuestros hijos y que han podido tener una buena vida y eso es el mejor premio a todo el trabajo que hicimos nosotras cuando éramos jóvenes".

Tía Visita sentada junto a la fuente de Tía Josefa y recordando su vida.
(c) Alonso de la Calle Hidalgo.

LA MUJER RURAL HOY EN DÍA.
Después de este largo pero exhaustivo análisis que tía Visita nos hace sobre la mujer rural en épocas pasadas y que, sinceramente, creo que vale la pena leer, veamos la situación de la mujer rural hoy en día.
Pasados ya aquellos años en los que se decía que la mujer que trabajaba en casa "no tenía trabajo", se empezó a considerar su dedicación y a referirse a ellas como amas de casa.
Las amas de casa rurales siguen desempeñando las tareas descritas por tía Visita aunque ya con las comodidades propias de los nuevos tiempos.

VICENTA GARCÍA DE LA CALLE (n.1955) ha sido ama de casa toda la vida. Durante años, su marido Alonso de la Calle Hidalgo, fue agricultor, cultivando frambuesas, y también apicultor. En esos años, Vicenta, se hacía cargo de las labores domésticas y de trabajar con su marido en el campo.

Vicenta García de la Calle cogiendo frambuesas.
(c) Alonso de la Calle Hidalgo.

Posteriormente, Alonso aprobó las oposiciones de Magisterio, siendo maestro de Educación Física durante 25 años. Vicenta se dedicó durante todo ese tiempo a las labores domésticas y al cuidado de sus hijos y de sus padres, que eran mayores y ya podían valerse por sí mismos.

Vicenta con sus hijos.
(c) Alonso de la Calle Hidalgo.

Hoy en día, tras la jubilación de su marido, Vicenta sigue siendo ama de casa, además de cultivar un magnífico huerto para el consumo familiar y de desempeñar el cargo de sacristana del pueblo junto a su hijo.

Vicenta García de la Calle preparando mazapanes caseros.
(c) Alonso de la Calle Hidalgo.

Otras mujeres, han llevado una vida similar a la de aquellas mujeres de los tiempos de tía Visita pero compaginando el trabajo doméstico y la ayuda a los maridos en el campo y con el ganado con el trabajo fuera del hogar.

OLGA DE LA CALLE SANTOS (n. 1970), de Guijo de Santa Bárbara (Cáceres), es ama de casa y durante muchos años ha trabajado en la farmacia del pueblo, ayudando a su marido José Miguel Jiménez Díaz con las tareas relacionadas con el manejo de las vacas y el cultivo del tabaco.

Olga de la Calle Santos con sus vacas

Hoy en día, Olga ya no trabaja en la farmacia y tampoco ponen tabaco, por lo que se dedican sólo a las vacas de carne, teniendo una buena piara de más de 100 vacas. Echarlas de comer, abrirlas y cerrarlas en los corrales para llevarlas a los prados...son tareas diarias propias de Olga, además de hacerse cargo de la casa. Trabaja mucho también durante la temporada de la siega. Por suerte, Miguel y ella cuenta ya con la ayuda de su hijo Miguel y su hija Saray, una futura mujer rural.

Saray y su padre con las vacas.
(c) Olga de la Calle Santos

Pero hay muchas mujeres, afortunadamente cada vez más, que son las titulares de las explotaciones agropecuarias.
SILVIA DE LA CALLE LEAL (n.1977) es ganadera y empresaria. Es titular de una explotación dedicada exclusivamente al cebo de terneros para la producción de carne. Compagina esta actividad con las labores domésticas y ayudando a su marido Luis Fernando Leal Vicente con la empresa de transporte de paja y cereales que tienen entre los dos, encargándose ella de toda la gestión administrativa.

Silvia de la Calle Leal con sus chotos.
(c) Familia Leal de la Calle.

La de Silvia es una explotación ganadera familiar y su marido Luis Fernando y sus hijos Álex e Iván ayudan siempre que es necesario pues los chotos, nombre que reciben los terneros de Guijo de Santa Bárbara, dan bastante trabajo durante el periodo de cebo que se prolonga durante varios meses desde su compra tras el destete a otros ganaderos hasta que son enviados al matadero. Muchas tareas pueden realizarse con maquinaria, pero otras deben hacerse de forma manual y toda ayuda es poca.

Álex, Luis Fernando e Iván con los chotos.
(c) Silvia de la Calle Leal.

ÁUREA QUINTIAL ORTIZ (n. es una ganadera de Riaño, Solórzano (Cantabria) cuyo trabajo durante las últimas décadas ha sido decisivo para la conservación y reconocimiento oficial de la raza bovina Pasiega, en peligro de extinción, manteniendo además perros Loberos Cántabros y gallinas Pedresas.

Áurea Quintial Ortiz.
(c) Ganadería Áurea y Juan Quintial.

En las montañas cántabras Áurea es dueña de una de las pocas explotaciones de vacas Pasiegas, única raza bovina especializada en la producción de leche autóctona de la Península Ibérica.
Sus vacas son mantenidas en régimen extensivo ecológico lo que se refleja en la calidad de la leche producida.
No en vano, en 2014, esta entusiasta ganadera recibió el PREMIO "PRODUCTOR DE BIODIVERSIDAD" con su iniciativa "Pasiegas, el valor de una raza".

Vaca Pasiega.
(c) Ganadería Áurea y Juan Quintial.

Aunque es una mujer decidida y trabajadora como pocas, Áurea necesita a veces ayuda en la explotación y cuenta con la ayuda de sus hijos Juan y Rafa y de su nieto Neizan, futuros vaqueros pasiegos que han tenido siempre un referente a seguir en Áurea.

Áurea con su hijo Juan y su nieto Neizan, acompañados de los Loberos Cántabros.
(c) Ganadería Áurea y Juan Quintial.

RAQUEL CAYÓN CAMPUZANO (n.1990) es una joven ganadera de Ruente (Cantabria) que pese a ser maestra, trabaja como comercial y compagina esta actividad con una de sus grandes pasiones: la ganadería, siendo propietaria de una excelente manada de yeguas Hispano-Bretonas.

Raquel Cayón Campuzano con sus yeguas.

El caballo Hispano-Bretón es una raza de gran tamaño que se encuentra en peligro de extinción. Cantabria alberga un censo muy importante de la raza, que se agrupa en manadas que en invierno pastan en zonas bajas y en verano realizan la tradicional "muda" a los puertos, donde ganaderas como Raquel deben subir diariamente para controlar a los animales y comprobar si el lobo ha causado algún daño.
Tradicionalmente empleados como animales de trabajo y para la producción de mulas, hoy se crían fundamentalmente para la producción de carne.

Yegua Hispano-Bretona con su potrillo.
(c) Raquel Cayón Campuzano.

LEIRE AMUNDARAIN GANADUTEGIA (n.1974) es la titular de una importante explotación dedicada a la cría de ganado vacuno de raza Pirenaica en la localidad de Orozko (Bizkaia). Esta ganadería tiene una merecidísima fama por haber recibido numerosos premios y reconocimientos en importantes concursos y exposiciones dedicados a la raza citada.

Leire Amundarain Ganadutegia.
(c) Ganadería Amundarain.

La raza Pirenaica, extendida fundamentalmente por Euskadi y Navarra, encontrándose además en diversos puntos de la geografía española, se caracteriza por su tamaño grande, capa rubia y excelente morfología carnicera, proporcionando en sistemas extensivos y semiextensivos una carne de gran calidad.
Esta raza, que hoy es considerada de fomento, estuvo en grave peligro de extinción pero gracias a ganaderos como Leire que han luchado y luchan incansablemente por su selección, mejora y difusión, podemos seguir disfrutando de ella.

Vaca Pirenaica.
(c) Ganadería Amundarain.

PILAR DOMÍNGUEZ CASTELLANO (n.1977) es ganadera en la localidad de Brozas (Cáceres) donde es titular de una explotación que cuenta con vacas de raza Limusina, Frisona y alguna mestiza y de ovejas de raza Ile de France y Suffolk.

Pilar Domínguez Castellano con sus ovejas.

Pilar ha apostado por la cría de razas seleccionadas para la producción de carne en países como Francia (Limusina e Ile de France) o Reino Unido (Suffolk) y que cada vez son más populares en España y en todo el mundo.
Además, Pilar mantiene algunas vacas de raza Frisona, conocidas en Extremadura como "Suizas" que utiliza para criar a terneros huérfanos de otras vacas.

Las vacas de Pilar.
(c) Pilar Domínguez Castellano.

Otras mujeres comparte la titularidad de la explotación junto a algún otro miembro de la familia como puede ser su marido.
ISABEL LÓPEZ ARRABÉ (n.1967) y su marido JUAN MANUEL YUSTE APAUSA de Navarredonda y Barajas de Gredos (Ávila), son propietarios de una importante explotación de ganado vacuno extensivo y trashumante de raza Avileña Negra Ibérica de las variedades Negra, Bociblanca y Bardina.

Isabel y Juan Manuel con su yunta de vacas Avileñas beciblancas.
(c) Silvestre de la Calle García.

La raza Avileña-Negra Ibérica, muy conocida a nivel nacional e internacional, se caracteriza por su buen tamaño y la extraordinaria calidad de su carne. Existen cuatro variedades, dos reconocidas (Negra y Bociblanca) y dos aún sin reconocer (Galana y Bardina).


Vaca bociblanca y terneros bardinos.
(c) Juan Manuel Yuste Apausa.

Salvo la Negra, considerada como de fomento por su gran censo, las otras tres variedades se encuentran en grave peligro de extinción siendo decisiva la labor de ganaderos como Isabel y Juan Manuel para la conservación de estas vacas, especialmente la Bardina.

Isabel con una de sus vacas bardinas.
(c) Juan Manuel Yuste Apausa.

Isabel y Juan Manuel son además miembros de la Cabaña de Carreteros de Gredos, asociación que reivindica la importancia que tuvo en el reino de Castilla la Real Cabaña de Carreteros desde su creación por parte de los Reyes Católicos en 1497 hasta su abolición en 1836.
Junto a otros ganaderos como Diego Torres, mantienen varias yuntas de bueyes Avileños.

Isabel y Juan Manuel, miembros de la Real Cabaña de Carreteros de Gredos con su yunta de bueyes bardinos.
(c) Alonso de la Calle Hidalgo.

ENARA MENOYO AGUIRRE (n. 1988) residente en Arrigoriaga (Bizkaia), es propietaria junto a su hermano Ibai de una explotación ganadera dedicada a la cría de ganado caprino de raza Azpigorri en Zaratamo.

Enara Menoyo Aguirre con sus cabras.

La Azpigorri, que se encuentra en grave peligro de extinción, es una cabra de tamaño medio y color negro con la parte inferior del cuerpo de color rojo. Se cría de forma extensiva para la producción de cabritos y rara vez se ordeña, aunque tiene buenas cualidades lecheras.

Ibai dando de comer a las cabras.

Enara compagina su trabajo como profesora de matemáticas con el de cabrera, además de ser madre de una preciosa niña llamada Elaia, de apenas 1 año de edad, que desde su nacimiento está viviendo entre azpigorris junto a sus primos Oinatz y Udane, hijos de Ibai. 

Enara con su hija Elaila e Ibai con sus hijos Udane y Oinatz.


Pero las mujeres rurales no tienen que trabajar necesariamente en el campo pues muchas lo hacen en los más diversos oficios como el servicio doméstico, la hostelería, el comercio, la enseñanza, la medicina, la Administración Pública o de empresas privadas y un largo etcétera.

ROCÍO DE LA CALLE GARCÍA (n.1989) es de Guijo de Santa Bárbara (Cáceres) pero es maestra de inglés en el CEIP Luis Chamizo de la localidad de Pinofranqueado (Cáceres).
Rocío nos cuenta que es una privilegiada por poder vivir en el medio rural y trabajar en lo que le gusta pero que en la enseñanza en los colegios rurales es a veces complicada por la falta de recursos económicos, el aumento de la ratio de niños por clase y el aumento del número de niños con necesidades especiales y que no pueden recibir una atención adecuada por esa falta de recursos ya mencionada. También nos cuenta que en los colegios rurales todos los maestros son como una familia, algo que en los colegios de las grandes ciudades es casi imposible.

Rocío de la Calle García.

A MODO DE EPÍLOGO.
Como vemos en este extenso artículo, la importancia de la mujer ha sido, es y será siempre decisiva en el medio rural.
Este artículo se ha escrito con la intención de rendir un homenaje a todas las mujeres del medio rural y para ello hemos seleccionado a algunas de las muchísimas lectoras y colaboradoras de EL CUADERNO DE SILVESTRE.
Imposible es aquí mencionarlas a todas o explicar su vida, pero este artículo se ha escrito pensando en todas ellas.

Con Maribel Sánchez Vadillo.
(c) Alonso de la Calle Hidalgo.

Me vais a permitir, que os cuente una anécdota que bien puede relacionarse con el día de hoy.
El año pasado tuve la suerte de participar en el I Encuentro de Razas Amenazadas de Cantabria donde intervine como presentador y como ponente, tocándome al final del acto entregar un diploma de agradecimiento y un ramo de flores a la gran ÁUREA QUINTIAL ORTIZ, de quien hemos hablado más arriba y que se merecía ese reconocimiento por ser una gran mujer rural.
Aunque físicamente sea imposible, quiero que hoy, todas las mujeres rurales que leáis este artículo o cuyo testimonio se ha reflejado en él, os identifiquéis con esta imagen pues si pudiera, os entregaría un ramo así a todas.

Con Áurea Quintial Ortiz.
(c) Alonso de la Calle Hidalgo.

No puedo terminar este artículo sin dedicárselo a una mujer que para mí es el mejor ejemplo posible de MUJER RURAL. Me refiero a mi abuela VISITACIÓN HIDALGO BURCIO. 
Quiero que este artículo sea un homenaje para todas las mujeres rurales pero especialmente para mi abuela.

Con mi abuela Visitación Hidalgo Burcio.
(c) Alonso de la Calle Hidalgo.

Fdo: Silvestre de la Calle García.
Cronista oficial de la Villa de Guijo de Santa Bárbara.

Comentarios

  1. Olé y olé,magnífico👏👏

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  2. Ole a los ganaderos jóvenes, tendría que haber mas

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    1. El sector ganadero atraviesa una dura crisis por los bajos precios de los productos y los altos costes de producción unidos a otros factores externos. Si a eso le sumamos la dureza del oficio y las dificultades para conciliar vida laboral y familiar, especialmente para las mujeres, es complicado que los jóvenes se animen a seguir. Necesitan el apoyo de tod la sociedad pero también de l Administración. Un saludo 🙋🏼‍♂️

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  3. Muchiiisimas gracias por tus felicitaciones, por tus palabras, por todo lo que haces, que es valiosísimo 😘😘

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  4. Gracias por este homenaje a las agricultores y ganaderas

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  5. Gracias por Recordarnos quienes Somos; esas son las mujeres rurales desaparecidas las que están reencarnadas y evolucionadas en las que elegimos CAMPO / VIDA/ CUIDADO Y FORMACION. Somos especie en extinción. PAISANAJE

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