LA CABRA MONTÉS DE GREDOS

Si hay un animal al que se asocia inmediatamente con la Sierra de Gredos, es sin lugar a dudas la cabra montés, herbívoro que estuvo al borde de la extinción pero que constituye un maravilloso ejemplo del éxito la conservación y buena gestión llevada a cabo por guardas, cazadores y pastores.
Hoy en día, la cabra montés constituye un auténtico recurso natural renovable y aprovechable para la Sierra de Gredos del que se benefician los propietarios de los terrenos gracias a su caza y los pueblos del entorno gracias al turismo que llega para admirar a estos bellos animales en su entorno, el cual debe ser también conservado para que la especie siga existiendo.

Machos monteses en Gredos Central. Al fondo, el Almanzor, cumbre más alta de la Cordillera Carpetovetónica (Sistema Central).
(C) Alonso de la Calle Hidalgo.

La cabra montés ibérica (Capra pyrenaica), es un mamífero artiodáctilo (de pezuña partida) perteneciente a la familia de los bóvidos y a la subfamilia de los caprinos. 
Se trata de un mamífero de tamaño medio alcanzando las hembras un peso variable entre 35-45 kilos mientras que los machos alcanzan los 80-90 kilos, pudiendo superar los 100.
El pelaje es pardo homogéneo en la hembra, presentando en el caso de los machos manchas negras características.
Sin duda alguna, la característica más sobresaliente de la especie, son sus cuernos. Las hembras presentan unos pequeños cuernos finos y rectos que con el paso de la edad se van curvando levemente hacia atrás. Rara vez superan los 20 cm de longitud.
En los machos, los cuernos son mucho más grandes y gruesos, adquiriendo formas variables según la zona, aunque el macho montés de Gredos, presenta una preciosa cuerna en forma de lira con un perímetro en la base de unos 25 cm y una longitud que puede llegar al metro.

Macho montés de Gredos occidental.
Sierra de Guijo de Santa Bárbara.
(C) Alonso de la Calle Hidalgo.

La especie ocupa generalmente zonas montañosas por encima del límite arbóreo, aunque en invierno suele descender a cotas bajas en busca de pastos.
Machos y hembras forman rebaños (piaras en la Sierra de Gredos) independientes durante la mayor parte del año, juntándose sólo en la época de celo que tiene lugar a finales de otoño y principios de invierno. Tras el celo, vuelven a separarse.


En la época de celo, los machos pelean por el control de las hembras. En este caso, dos jóvenes machos pelean jugando para entrenarse para las auténticas peleas.
(C) Alonso de la Calle Hidalgo.

Tras unos 5 meses de gestación, la hembra pare generalmente un sólo chivo, aunque ocasionalmente se observan partos dobles en algunas ocasiones. A los pocos minutos de nacer, la cría se sostiene en pie y comienza a mamar. En unos días, es capaz de seguir a la madre y saltar por los canchales con increíble agilidad.
Los cabritos maman hasta los 6 meses aproximadamente y permanecen con la madre hasta el año de vida. Los machos abandonan los rebaños de cabras a los 2 ó 3 años mientras que las hembras permanecen toda la vida en el mismo rebaño.


Cabra y chivillo. La foto nos sirve para ver dos de las principales plantas que sirven de alimento a las monteses de Gredos: el piorno serrano (con flores amarillas) y el enebro rastrero (parte inferior izquierda de la imagen)
(C) Alonso de la Calle Hidalgo.

Los enemigos naturales de esta especie son el lobo, el oso y ocasionalmente el zorro. Sin embargo, el más peligroso es el águila real, que en ciertas zonas basa su dieta en los chivos monteses haciendo coincidir el nacimiento de su polluelo con la época de paridera de las cabras.

A comienzos del siglo XX, el naturalista Ángel Cabrera, describió las siguientes subespecies:

1. Capra pyrenaica pyrenaica. Conocida popularmente como bucardo, habitaba en Los Pirineos. Se extinguió en el año 2000.

2. Capra pyrenaica lusitanica. Habitaba en la cordillera Cantábrica y el norte de Portugal. Se extinguió a finales del siglo XIX.

3. Capra pyrenaica hispanica. Habita en las sierras del sur y levante peninsular. Era abundante en aquella época y lo sigue siendo aún hoy.

4. Capra pyrenaica victoriae. La cabra montés de Gredos. Recibió el nombre de victoriae en honor a la Reina Victoria Eugenia de Battenberg, esposa de Alfonso XIII.
Aunque en el momento en el fue estudiada ya sólo habitaba en la Sierra de Gredos, apenas 50 años antes, se la podía encontrar en los Montes de Toledo, en la Peña de Francia y en la Sierra de Béjar, donde los últimos ejemplares subsistieron hasta finales del siglo XIX.

Tío Isidoro Blázquez, Guarda Mayor, con un macho y una cabra que fueron cazados para llevarlos a Madrid y que sirvieron al naturalista Ángel Cabrera para estudiar a estos singulares animales.
(C) Fotografía cedida por Eusebio.

Cabrera basó sus estudios en la forma de la cornamenta y sobre todo en la distribución de las marcas del pelaje.

Sin embargo, los modernos autores ponen en duda esta teoría y hoy se consideraría que la cabra montés ibérica (Capra pyrenaica) carecería de subespecies propiamente dichas.
Algunos autores opinan que la segunda de las subespecies citadas sería una especie independiente.

Sea como fuere, hablaremos hoy de la cabra montés de Gredos y de su larga historia.
Esta cabra habitó la Sierra de Gredos desde tiempos inmemoriales pero también todo el Sistema Central y los Montes de Toledo.

    En 1667, el historiador jarandillano Gabriel Azedo de la Berrueza y Porras en su obra Amenidades, recreos y florestas de la provincia de la Vera alta y baja en la Extremadura nos dice al hablar de la caza:

Abundan estos montes de muchos jabalíes, corzos, cabras monteses, liebres, conejos y famosas perdices grandes y buenas.

Por ello, sabemos que en los montes de La Vera, esta especie estaba presente y que sería objeto de caza por parte de los lugareños utilizando rudimentarios métodos entre los que ni por asomo figuraban las armas de fuego. 

LOS MACHOS MONTESES. 
Óleo del pintor guijeño José Luis Hidalgo Burcio.
(C) Alonso de la Calle Hidalgo.

Algo más de un siglo más tarde, en 1798, el sacerdote Pedro Rosado, natural de Casas de Millán pero párroco del entonces barrio del Guijo de Jarandilla, hoy villa de Guijo de Santa Bárbara, escribió respondiendo a las preguntas del Interrogatorio del geógrafo Tomás López lo siguiente:

Respuesta 13.
Las enfermedades que más comúnmente se padecen son algunas tercianas, dolores reumáticos, de tarde en tarde algunos dolores de costado, para los que hay el remedio más singular en esta sierra, la sangre de los machos monteses o silvestres que en lo más inculto y agrio de esta sierra se crían, cuia sangre es el disolvente más específico que tiene el arte de la medicina, que si en otras naciones la tuvieran fuera tan ponderada, que sacaran a los españoles un doblón de a ocho por cada onza.

En otras muchas regiones se encuentran testimonios parecidos sobre la sangre de estos animales. Desconocemos si esto tiene alguna base de verdad o si era uno más de los habituales y extraños remedios populares que se aplicaban en el medio rural español para curar las más diversas enfermedades.

Pero lo que nos interesa a nosotros es que en esa fecha, la especie estaba presente en esta zona occidental de la Sierra de Gredos.


Grupo de machos monteses adultos.
(C) Alonso de la Calle Hidalgo.

A mediados del siglo XIX, se escribe el Manuscrito del Seminario de Plasencia y al hablar de la caza en Guijo de Santa Bárbara, se dice lo siguiente:

Hay caza de perdices, corzas lobos, zorras, jabalíes y cabras monteses. 

    En 1876 tiene lugar un hecho histórico de importancia trascendental, que fue recogido por Isidoro Muñoz en su obra Riquezas Patrias (1918)
El citado año, un grupo de Príncipes de Baviera llegaron hasta la Sierra de Gredos, concretamente a la villa de Bohoyo, con el objetivo de conseguir abatir algún macho montés.
Podríamos considerar que éste fue el inicio de la caza "profesional" en Gredos, pues a esta cacería, le seguirían muchísimas más.

    En 1899, el médico de Guijo de Santa Bárbara don José González Castro, escribió una magnífica obra titulada Estudio clínico de la epidemia de fiebre tifoidea acaecida en Guijo de Santa Bárbara (Cáceres) en 1899. 
Esta obra fue premiada en público certamen por las Reales Academias de medicina de Madrid y Barcelona.
El estudio iba precedido de lo que el Dr. Castro denominó Topografía médica de esta villa. 

Realizó un exhaustivo estudio en cual, entre otras muchas cosas, analizó la fauna del pueblo y dice lo siguiente acerca de la cabra montés:

En grandes piaras se les ve cruzar la sierra en vertiginosa carrera saltando de roca en roca con agilidad y seguridad pasmosas. Su carne es exquisita y no tiene rival en su clase.

Nos sirve esto para demostrar la presencia de la especie en esta parte occidental de la Sierra de Gredos.

Isidoro Blázquez, primer Guarda Mayor del Coto Real de Gredos. 1905.
(C) Fotografía cedida por Eusebio.

En 1905, la situación de la cabra montés en el macizo central de Gredos, es decir, en el Almanzor y zonas aledañas, era absolutamente dramática. Muchos eran los cazadores que tras estar días y días en la sierra buscando a las cabras, no consideraban dar con ellas. La especie estaba prácticamente extinguida en la zona.
Por ello, los Marqueses de Viana, Villaviciosa de Asturias y don Manuel González de Amezúa, experto montañero, pusieron en alerta al rey Alfonso XIII para que tomase medidas.

Se decidió crear un Coto Real para proteger a los últimos ejemplares de toda la Sierra de Gredos, según creían los señores citados. Para ello, se realizaron las gestiones pertinentes para acotar los siguientes terrenos:

Vertiente Norte:
- Las Hoyuelas: Propiedad de la Sra. Viuda de Sánchez de la Peña.
- Gredos: Propiedad de D. Emilio Martín Blázquez.
- Prao Puerto, La Covacha, El Jabalí, Zalduero, y El Hecho: Propiedad de la Sra. Marquesa de Valdeolmos.

Vertiente sur del macizo central de Gredos.
(C) Alonso de la Calle Hidalgo.

Vertiente Sur:
Terrenos municipales de Candeleda, Arenas de San Pedro, Guisando y El Hornillo. 

Los propietarios de los terrenos cedieron en 1905 los derechos de caza de sus fincas al rey Alfonso. 

El Rey Alfonso XIII, responsable fundamental de la conservación de la cabra montés de Gredos

Para vigilar el Coto Real, se creó un cuerpo de guardas poniendo como Guarda Mayor a don Isidoro Blázquez, natural de Guisando. Tío Isidoro era experto cazador de monteses y era el que más conocía la especie, por lo que era el más apto para conservarla.
La familia Blázquez ha estado vinculada desde entonces a la guardería del Coto Real, después del Coto Nacional y después de la Reserva Nacional de Caza. 
Nombres como Domingo Blázquez o el gran Isidoro Blázquez, cabrero y guarda, han estado vinculados a las monteses y sin ellos no hubiese sido posible su conservación.
Como muy bien nos cuenta Eusebio, yerno de Mauricio, para ellos la cabra montés es algo más que un simple animal. Es parte de la historia familiar porque han luchado por ella para que hoy siga en esas sierras.

Tío Mauricio Blázquez, guarda y cabrero.
(C) Fotografía cedida por Eusebio.

Como el Coto era muy grande, se decidió que Isidoro y sus hijos y nietos se encargasen de la guardería en la vertiente sur mientras que en la norte de se nombró Guarda Mayor a Antonio Núñez de Navacepeda de Tormes quien con el pasó de los años sería sucedido primero por su hijo José y posteriormente por su nieto Ricardo.

José Núñez y Julio Chamorro
(C) Fotografía cedida por Julio Chamorro

Durante los primeros seis años y con el objetivo de que la especie se recuperase, pues en el primer censo que se realizó quedaban una docena de animales en todo el Coto (es posible que hubiese más pero no muchos), no se realizó ninguna cacería.
Los días 6, 7 y 8 de julio de 1911, se realizó la primera Cacería Real. En ella, el Rey mató 4 machos. El infante D. Carlos mató otros 2 y los marqueses de Viana y Villaviciosa, uno cada uno.

Julio Chamorro González (1904-2010), fue posiblemente el mayor conocedor de la cabra montés de Gredos y en su libro Gredos, un siglo entre piornales y roquedos, recogió de manera exhaustiva todas y cada una de las grandes cacerías realizadas en los primeros años de existencia del Coto Nacional.

Lógicamente, en la primera cacería y dado que contaba con tan sólo 7 años, no participó. Sin embargo conservaba recuerdos de aquellos días. El Rey subió a la Sierra desde Candeleda y bajó por Hoyos del Espino para regresar a Madrid.

En la siguiente cacería, que tuvo lugar en 1916, sí que participó ya de manera activa. Se encargó junto a su padre de construir la calzada de Las Escaleruelas, para poder subir con carros tirados por vacas hasta el campamento de la cacería. 
Tenía que bajar todos los días hasta el pueblo para reparar las herramientas, realizando el recorrido en burro. Además, se llevó una vaca al campamento para abastecer al Rey de leche fresca y Julio era quien la ordeñaba. 

Hubo nuevas cacerías en 1919 y 1920 en las que Julio Chamorro también trabajó. En 1926 se realizó otra a la que Julio no asistió por encontrarse en África realizando el servicio militar.


La Guardería del Coto Real en 1929
(C) Fotografía cedida por Eusebio.

En 1929 se organizó una gran cacería, pero debido a la convulsa situación política, el Rey no asistió, cediendo su puesto al infante Don Alfonso de Borbón. Esta cacería fue organizada por el excelentísimo Marques de Valdueza Don Alonso Álvarez de Toledo y Samaniego, a cuyas órdenes trabajó Julio Chamorro y con el que entabló una gran amistad.
Participaron en dicha cacería personalidades como el Príncipe Rainiero de Mónaco, el Conde de Belcreck, el Duque de Airón, el Conde de Villa Gonzalo, don Manuel González de Amezúa, el Vizconde de Armería y el propio Marqués de Valdueza, cobrándose en total unas 115 reses.

Durante la convulsa década de los años 30, el Coto Real pasó a denominarse Coto Nacional. Según me contaba Julio Chamorro, esta época fue complicada para el Coto pues la gente se vio obligada a cazar de manera furtiva para poder subsistir.

En 1940, se realizó una nueva cacería, bajo el mandato de Francisco Franco. Fue una cacería enorme. Según Julio Chamorro, el primer día se abatieron 105 reses y él, preocupado por la situación dijo:
- Mi general, a este paso nos cargamos el Coto.
Franco no dijo nada, pero al día siguiente dijo que quien hubiese cazado ya, sólo podría abatir un ejemplar y quien no lo hubiese hecho, podría matar dos.

La gran cacería de 1940. Francisco Franco posa con Julio Chamorro, los guardes del Coto y algunos de los ojeadores de la cacería.
(C) Fotografía cedida por Eusebio.

Durante unos años más, continuarían las grandes cacerías. Pero Julio Chamorro, cansado ya de organizar aquellas enormes cacerías que requerían la participación de mucha gente para que todo saliese bien, sugirió a Franco que probase a cazar en la Sierra de Cazorla, que tenía gran abundancia de caza y era más cómoda. Así en 1956, Francisco Franco dejó Gredos y comenzó a cazar en Cazorla.

Con el paso del tiempo, el Coto Nacional pasó a convertirse en Reserva Nacional de Caza siendo eficientemente gestionado por la Junta de Castilla y León. Hoy por hoy, es uno de los principales espacios cinegéticos de España y del mundo. El binomio Gredos-Cabra Montés es sinónimo de calidad cinegética.

Tío Julio Chamorro siempre cazó con grandes personalidades, incluyendo al por entonces Príncipe Juan Carlos de Borbón, con quien mantuvo hasta su muerte una relación de estrecha amistad.
(C) Fotografía cedida por Julio Chamorro.

Pero ¿Qué pasa fuera de los límites del Coto? ¿Acaso se extinguió la cabra montés?
No. Afortunadamente, aunque en corto número, la especie se ha conseguido mantener desde el Puerto de Mijares por el Este hasta el Puerto de Tornavacas al Oste.

Entre los puertos del Pico y Serranillos, se localizan los célebres Riscos de Villarejo, gestionados eficientemente por los Marqueses de Valdueza, que consiguieron mantener una población estable y viable de la especie en esta zona de la vertiente sur de Gredos.

Hay que reconocer a don Alonso Álvarez de Toledo y Urquijo, actual Marqués de Villanueva de Valdueza, la conservación de la cabra montés en esta zona y también en la vertiente norte en los terrenos cinegéticos que gestiona en las Sierras de Navalonguilla y Nava del Barco. 
La verdad es que de don Alonso Álvarez de Toledo y Urquijo se podrían escribir muchísimos artículos de los temas que abordamos habitualmente en este Blog de EL CUADERNO DE SILVESTRE.
Además de cazador y conservador de la cabra montés, en la Sierra de San Pedro es propietario de la Encomienda de Azagala, finca que sirvió de refugio a los venados plenamente salvajes cuando en muchas zonas de España estaba extinguidos o eran mantenidos ya en grandes fincas cercadas.
A eso hay que añadir la selección del recientemente reconocido PERRO VALDUEZA, precioso perro de caza seleccionado por esta familia de monteros.
¿Y qué decir de la raza Avileña-Negra Ibérica? Como bien dice mi buen amigo Máximo Rollán de San Martín de la Vega del Alberche, "las Valduezas están entre las mejores vacas de raza Avileña".

Gran reconocimiento por su labor cinegética, conservacionista y ganadera merece sin duda alguna don Alonso Álvarez de Toledo.

Su Majestad el Rey Juan Carlos I y don Alonso Álvarez de Toledo y Urquijo.

En la zona extremeña de la vertiente sur de Gredos, encontramos numerosos cotos privados en los que la cabra montés ha sido celosamente preservada por sus propietarios y donde a día de hoy, se cobran excelentes trofeos.
En una de estas fincas, ha sido guarda durante muchísimos años Ángel Galán Fraile, de la mítica familia de "Los Guáchares", expertos cabreros y excelentes guitarreros. Para Ángel, sobrino del mítico tío Mauricio Blázquez antes citado. Ángel es un perfecto conocedor de la cabra montés y de la naturaleza de Gredos en general.
A pocas personas he oído hablar con tantísimo respeto y cariño de la sierra. A él le dedicaremos otro día algún artículo exclusivo puesto que es una persona que tiene muchas historias que contar.

Ángel Galán Fraile, guarda de caza. Una de las personas que mejor conocen a la cabra montés y que más aman a la Sierra de Gredos.
(C) Alonso de la Calle Hidalgo.

Por último, nos encontramos con la parte occidental de la vertiente sur de la Sierra de Gredos, donde se ha conservado una excelente población de monteses en los terrenos ocupados hoy por la Reserva de Caza La Sierra, que abarca parte de los términos municipales de Viandar de la Vera, Losar de la Vera, Jarandilla de la Vera y Tornavacas, así como todo el término municipal de Guijo de Santa Bárbara.

En esta zona, a lo largo del siglo XX, nunca faltaron las monteses, tal y como nos contaba el centenario cabrero guijeño Crisantos Sánchez Vicente (1908-2010):

En vida mía, siempre he conocido monteses y desde los 7 años he estado en la sierra con las cabras y las he visto muchas veces aunque había pocas. 
No eran fáciles de ver si tenías mala vista, porque son de color de las piedras y si se quedan quietas no se las ve así como así. Además, pocos bichos hay tan listos. Sabía los careos de todas las piaras de cabras y se estaban en los peores sitios, donde sabía que los cabreros no íbamos mucho. En Las Baldosillas, en el Galayo y sitios así como muchos chaparros. De día se estaban echadas en esos sitios y de noche salían a comer a los regajos.
Los lobos y las águilas chiveras las castigan mucho y encima se las cazaba. Me acuerdo yo de aquellas escopetas que se cargaban con la pólvora por arriba pero claro, había que estar cerca para no fallar el tiro.

Crisantos Sánchez Vicente, tío Zorrita, cabrero de Guijo de Santa Bárbara.
(C) Alonso de la Calle Hidalgo.

En 1985 se realizó un censo en los terrenos de la Reserva antes citada, y se vio que sólo quedaban unos 35 ejemplares, por lo que siguiendo el ejemplo llevado a cabo en Gredos Central, se acotó la zona y se creó una Zona de Caza Controlada para poder cazar otras especies pero no las monteses que lograron recuperarse muy bien.
A comienzos del siglo XXI, dado que el censo de la especie rondaba los 3000 ejemplares, se declaró la zona Reserva de Caza y se comenzó a realizar el aprovechamiento cinegético de la especie, siendo a día de hoy uno de los mejores cazaderos de la especie, donde se obtienen trofeos de gran calidad, belleza y elevada puntuación.

Macho montés a comienzos del verano, cuando la sierra se viste de amarillo con la flor del piorno.
(C) Alonso de la Calle Hidalgo.

Esta Reserva, que es un espacio natural de primer orden al encontrarse dentro del Lugar de Importancia Comunitaria de la Sierra de Gredos y Valle del Tiétar, cuenta además con el reconocimiento WILDLIFE ESTATES/COTO FAUNÍSTICO por la combinación de los valores naturales con la caza y conservación de la cabra montés.

Para conocer detalladamente la cabra montés de Gredos, lo mejor es visitar el Centro de Interpretación de la Reserva de Caza La Sierra, situado en Guijo de Santa Bárbara (Cáceres), magnífico museo de la naturaleza en el que este altivo mamífero es el protagonista.

Detalle del interior del Centro de Interpretación de Caza de la Reserva de Caza La Sierra, donde además de encontrar un macho disecado, encontramos una magnífica colección de fotografías de Alonso de la Calle Hidalgo y paneles con textos explicativos sobre la cultura tradicional escritos por Silvestre de la Calle García.
(C) Alonso de la Calle Hidalgo.

Terminaremos hablando de los diferentes métodos de caza a lo largo de la historia. 
Posiblemente, los primeros cazadores de monteses en la zona, fuesen grupos nómadas de cazadores-recolectores, no necesariamente humanos modernos, que atraídos por la riqueza cinegética, piscícola y forestal, llegarían a estas sierras buscando las codiciadas monteses de preciada carne y valiosas pieles. Poco o nada les importarían los cuernos aunque a lo mejor valoraban de alguna manera la caza de los grandes machos.

Cazarían seguramente con lanzas de madera y flechas con punta de sílex puesto que de cuando en cuando se encuentran estas pequeñas puntas pulimentadas que los cabreros conocen con el nombre popular de piedras rayo y las conservan como valiosos amuletos para protegerse de los rayos durante las temibles tormentas.

Hasta el reinado de Felipe II no se autorizó a utilizar armas de fuego para cazar pero aún así, como bien decía Julio Chamorro, aquellos antiguos trabucos fallaban cuando el blanco estaba a más de 10 ó 15 metros, por lo que era muy difícil cazar así a las monteses.
Poco a poco irían apareciendo armas más sofisticadas hasta llegar a los modernos rifles.

Morralito de caza para guardar la pólvora. 
La medida, para echar la pólvora (cuerno pequeñito de la izquierda) está hecha de cuerno de chivo montés.
(C) Fotografía: Alonso de la Calle Hidalgo.

Sin embargo, posiblemente haya un método de caza más antiguo que haya llegado hasta el siglo XX y que aunque ya no se practique, era sorprendentemente efectivo. Nos lo relata el guarda Ángel Galán Fraile de la siguiente manera:

En Madrigal de la Vera vivía tío Manco. Posiblemente haya sido uno de los hombres más brutos de estas sierras. Cazaba monteses " a lancha".
Se hacía gorros con pieles de cabra montés que representaban a la perfección la cabeza de un chivo. Acercándose pacientemente a gatas entre las escobas y las piedras, medio arrastrándose por el suelo, conseguía situarse muy cerca de las monteses, que al ver la piel, pensaban que era realmente un chivo.
Entonces, tío Manco lanzaba con gran habilidad una lancha o piedra grande y desde una considerable distancia, lograba abatir a las monteses.

Métodos semejantes eran utilizados en Guijo de Santa Bárbara donde en ocasiones entre unos cuantos cabreros, lograban acorralar a alguna montés y obligarla a saltar por algún precipicio. Incluso en ocasiones, llegaron algunos guijeños a capturar cabras vivas que sufrían alguna enfermedad como la popularmente conocida como "modorra", una encefalopatía que ocasionaba al animal grandes dificultades de movimiento.

Cabra montés capturada viva en los años 80 por el ganadero guijeño Basilio Santos
(C) Fotografía: Alonso de la Calle Hidalgo.

Quiero dedicar este artículo a la memoria del gran Julio Chamorro González (1904-2009) con el que tuve la suerte de compartir animadas charlas sobre nuestra querida Sierra de Gredos y sobre la especie reina de nuestras montañas:
LA CABRA MONTÉS.

El autor junto a Julio Chamorro en 2008.
(c) Alonso de la Calle Hidalgo.

Fdo: Silvestre de la Calle García.
Técnico forestal.

Comentarios

  1. otra opera d´arte como dirian los italianos, supongo que habras visto disecada la cabeza de la chivarra que cogio Basili...mil gracias otra vez por este maravilloso trabajo

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  2. Muchísimas gracias Excelentísimo Señor Duque del Campanario.
    Tal vez otro día dediqué unas líneas a la familia de los Granizos y sus cabras o tío Santiago y su guitarra...

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  3. Buenos días, soy Sonia García de Navalonguilla. Muy buen artículo.

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  4. Me gusta el artículo, me da pena que no lo pueda ver mi padre ,

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  5. Muy buen artículo ....las fotos una pasada

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  6. Muy buen articulo Silvestre, muy bien documentado y mejor contado. A los que nos gusta la naturaleza nos haces vibrar con estos artículos. Muchas gracias y a por otro.

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  7. Buenas tardes
    Soy nacido en Candeleda hijo de Angl y Maria,hija de Santiaga Blazquez a su vez hija de Isidoro Blazquez el de las fotos del coto Real.
    No se si sera que la cabrá tira al monte,pero desde los 9 años no pare de recorrer el monte,desde Alardos a la sierra los galayos.
    Alguien me sabría decir donde estaba el puesto de verano de Isidoro?
    Yo lo sé y como se llama el sitio,pero me gustaría oír opiniones.
    Una pista.....una prenda de vestir.
    A ver esos cabreros serranos de Alardos,Tejea,Chilla,Sta Maria,Gta Blanca(mi favorita)etc.
    Viva mi sierra

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