miércoles, 17 de febrero de 2021

LA PESCA EN LA SIERRA DE GREDOS

En numerosos artículos de este CUADERNO DE SILVESTRE, estamos hablando de la importancia de la ganadería en la Sierra de Gredos, pero también otras actividades económicas tenían y tienen gran importancia: la agricultura (con productos tan afamados como la Judía del Barco, la Cereza del Jerte o el Pimentón de la Vera), la artesanía y por supuesto la caza y la pesca.
Hoy en día, concebimos la caza y la pesca como actividades deportivas y lúdicas pero a lo largo de la Historia, estas actividades han tenido una importancia vital para el Ser Humano, primero como medio indispensable de subsistencia y posteriormente como complemento de la dieta y de la actividad económica principal, especialmente en zonas montañosas como estas.

Truchas pescadas en la Garganta Jaranda de Guijo de Santa Bárbara (Cáceres)
(C)Foto: Alonso de la Calle Hidalgo.

Los principales pobladores de estas agrestes serranías, fueron sin duda grupos nómadas de cazadores y recolectores que acudirían durante la época veraniega atraídos por las altivas cabras monteses que habitaban en los riscos y las truchas que bullían en las frías y rápidas aguas de las gargantas.
Ya establecidos como ganaderos y agricultores, la caza y la pesca siguieron constituyendo actividades importantes para complementar la dieta y como actividad económica que permitía complementar los ingresos obtenidos de otras actividades.

En la Sierra de Gredos, los peces se dividen en tres grandes grupos, tanto en la vertiente sur como en la norte.
Nos servirá para ilustrar esto, lo que escribió a finales del siglo XVIII el párroco de Guijo de Santa Bárbara Rvdo. P. Pedro Rosado, natural de Casas de Millán y fallecido en Guijo en 1811:

En la garganta Jaranda abundan por lo alto truchas y por lo bajo peces y enguilas.

- Trucha: Se trata de la trucha de río, pez que habita en aguas frías, rápidas y bien oxigenadas, exentas de cualquier tipo de contaminación. 

- "Enguilas": Se refería a la anguila, pez de aspecto serpentiforme que nace en el Mar de los Sargazos, en el Caribe y mediante las corrientes marinas llega hasta las costas europeas donde recibe el nombre de angula en su primera fase de vida. Tras permanecer una temporada en los estuarios adaptándose poco a poco al agua dulce, remonta los ríos hasta los tramos bajos y medios donde vivirá hasta que alcance la edad adulta, momento en el que desciende el río para dirigirse al mar, desovar y morir allí. La construcción de presas en los ríos, impide su ascenso, lo que ha ocasionado su extinción en buena parte de los ríos del interior.

La anguila es un pez con aspecto de culebra y muy agresivo. Es un carnívoro muy voraz
(C) Foto: Silvestre de la Calle García.


- "Peces": Todo pez que no sea ni trucha ni anguila, es simple y llanamente un pez y punto. Entran aquí los barbos, las bogas, los cachos, las tencas....

Tío Julio Chamorro González (1904-2010), famoso guía de caza de Gredos, era más directo a la hora de clasificar la pesca de Gredos:

- Pesca fina: Trucha.
- Pesca basta: Todo lo demás.

Ciertamente, la trucha es el pez más exquisito de los que se crían en nuestra Sierra, abundando en los ríos Tormes y Alberche y en todos sus afluentes de la zona serrana, así como en los "ríos" y gargantas del Valle del Tiétar y La Vera que afluyen al río Tiétar. En el río Jerte y sus afluentes, también viven las truchas.
Por supuesto, en la zona de la sierra de Béjar es también abundante, así como en la Sierra de Francia.

Desde hace siglos, los Concejos de la sierra de Gredos recogían en sus Ordenanzas el aprovechamiento de la pesca y severas multas para quien infringiese dichas Ordenanzas. Las anguilas y peces no era objeto la mayoría de las veces de protección alguna pero las truchas eran valoradas y protegidas con gran celo.

Castillo de Valdecorneja, en El Barco de Ávila (Ávila), villa que siempre protegió muchísimo a la trucha imponiendo graves penas a quienes incumpliesen las Ordenanzas de la Villa.
(C) Foto: Silvestre de la Calle García.


Las Ordenanzas de la Villa de Barco de Ávila eran muy severas:

- Se prohibía sacar truchas de la villa y quien lo hiciese, perdería las truchas, la bestia en las que las llevase y pagaría 60 maravedíes de multa; si el guardador o guardadores, encubrieren a alguien que hiciese esto, se les darían 60 azotes en la plaza.

- El 11 de diciembre de 1513, el Duque Don Fadrique, ordena que a quien compre truchas y perdices para volverlas a vender, se le castigue con 100 azotes.

- Quien pescase truchas en época de "fresón" (desove), perdería las truchas y pagaría 200 maravedíes de multa la primera vez, el doble la segunda y el doble la tercera.

- Quien "diese baño de sal a las truchas", pagaría 300 maravedíes la primera vez, 600 la segunda y la tercera sería traído ante la vergüenza y perdería las truchas.

- Quien "embarvascase" o envenenase las aguas, 2000 maravedíes de multa cada vez y si no los puede pagar, 50 azotes.

- El que pesque con candil, 300 reales.

- El Concejo tendrá un marco para pedir las redes de pescar truchas.

- Que ninguna persona de la Villa de fuera de ella sea osado de echar hierba de cualquier calidad en el agua para matar y tomar truchas, barbos, anguilas y peces ni otros pescados grandes o chicos. Quien lo hiciese, sea Señor de río, molino, presa, charco o garganta, sea caballero, escudero, villano o clérigo, pague 1000 maravedíes y si lo hiciere por nombre de otro, pague 300 maravedíes y le den públicamente 20 azotes o esté preso en la cárcel 40 días. 

Como vemos, tanto el Duque de Alba y Señor de Valdecorneja como el propio Concejo, era muy rigurosos para proteger a las truchas y demás peces.

Por las Respuestas Generales del Catastro de Ensenada, realizadas en 1752, sabemos que la pesca era una actividad de grandísima importancia en El Barco de Ávila. Se reseñan los siguientes pescadores (*conservamos la grafía del texto original):
- Juan Rodríguez Herrón.
- Juan León.
- Lorenzo Guillermo.
- Melchor Guillermo.
- Esteban Idalgo.
- Juan Garzía Tremendo.
- Joseph González.
- Isidro Moreno.
- Antonio Comedor.
- Phelipe Moreno.
- Joseph Camacho.
- Pedro Blanco.

Estos pescadores, trabajaban de media 180 días anuales y obtenían un beneficio de 3 reales diarios, medio real más que un jornalero de azada, por lo que era una actividad bastante lucrativa.

Además, el vecino Joseph Silva, que era sastre, se dedicaba también al oficio de tratante de truchas frescas y escabechadas, actividad que le reportaba la respetable cifra de 1100 reales. 
Ya hablamos en el artículo dedicado a los arrieros en este mismo CUADERNO sobre el tema de las truchas del Barco. Remitimos al lector que lo desee a dicho artículo para no repetir aquí el tema.

En el primer cuarto del siglo XX, D. Nicolás de la Fuente Arrimadas, ex rector de Universidad de Valladolid, escribió en su magnífica obra FISIOGRAFÍA E HISTORIA DEL BARCO DE ÁVILA, libro que os recomiendo adquirir sí o sí, que la piscicultura debidamente organizada y gestionada, tal como se hacía en aquella época ya en el Monasterio de Piedra, podría ser una de las riquezas más lucrativas de la zona de Gredos.
Lástima que no se hiciese caso a este gran sabio. 

El viejo puente de Las Aceñas sobre el río Aravalle justo antes de la confluencia de este con el Tormes. Al fondo, el Castillo de Valdecorneja.
(C) Foto: Silvestre de la Calle García.

    Otra villa con una gran riqueza piscícola, fue Tornavacas, en la cabecera del río Jerte. En sus Ordenanzas redactadas en 1560, se prohíbe la pesca de las truchas con redes pequeñas que impidiesen escapar a las truchas de pequeño tamaño, siendo penado quien las utilizase y quien las tuviese en su casa. Tampoco podía pescarse entre septiembre y diciembre por considerarse que era la época en la que las truchas "huevan". Además, ciertas gargantas y la parte alta del río Jerte, se acotaban para que sirviesen de refugio y área de cría a las truchas, que así podrían ser pescadas en el resto del curso del río.

    En Jarandilla de la Vera, el historiador Gabriel Azedo de la Berrueza y Porras, en su libro AMENIDADES, RECREOS Y FLORESTAS DE LA PROVINCIA DE LA VERA... (1667) habla también de la abundancia de truchas, asegurándose que en las gargantas veratas se pescaban anualmente más de 12000 libras (alrededor de 5400 kilogramos). 
Este autor, asegura que se cogió en un charco junto a la villa de Jarandilla se pescó una trucha de 27 libras ( 12 kilos y 420 gramos). Nosotros nos mostramos escépticos ante esta afirmación y, aunque fuese escrita por un clérigo, nos hace dudar bastante porque no se pescan en las gargantas veratas truchas semejantes ni tan siquiera en los tramos más bajos donde en ocasiones se encuentran grandes ejemplares que llegan a superar el kilo de peso.

No obstante, en el río Tormes, donde hay grandes charcos de tranquilas aguas o "tablas", se han pescado truchas de hasta 5 kilos e incluso se citan algunas de mayor peso, pero una trucha de más de una arroba de peso en nuestros gargantas.....suena raro.

El precioso puente de Tormellas. En tramos de ríos y gargantas como este y particularmente en el verano, se pescaba a mano con gran facilidad. 
(C)Foto: Silvestre de la Calle García.

    Realizado este recorrido por la historia y las ordenanzas sobre la pesca en algunos pueblos gredenses, hablaremos de los métodos de pesca tradicionales y modernos.

El sistema más arcaico y primitivo era pescar "maneando" o "a maneo". Consistía en recorrer el río o garganta introduciendo las manos entre los huecos de las piedras para localizar a los peces. Si en el hueco había un pez, se le acariciaba suavemente (se le hacían cosquillas) y luego se le sacaban. Esto permitía coger al pez vivo y si era pequeño, se le podía devolver al agua.
El principal riesgo de este método es que en el hueco hubiese una anguila y diese un terrible mordisco al pescador.

Hemos hablado de "redes". Durante mucho tiempo, en los ríos y zonas con cierta profundidad y gran abundancia de peces (peces y truchas), se utilizaba una red denominada "trasmallo". 
Con este sistema, se podía capturar una gran cantidad de peces y si no se regulaba su uso, un curso de agua podía quedar "limpio" en pocos años. Por ello, el trasmallo debía ser ancho para permitir que los peces más pequeños escapasen y pudieran alcanzar la madurez y reproducirse. 
Con este método se pescaban truchas y peces pero las listas anguilas que permanecían ocultas entre los huecos de las piedras, no solían caer.

La Garganta de los Caballeros, Navalonguilla (Ávila), siempre tuvo excelentes truchas.
(C) Foto: Silvestre de la Calle García.

La pesca de la anguila era más compleja. Había que colocar un anzuelo en la punta de una cuerda y poner algo de cebo como una lombriz, un pececillo o un trozo de carne. La voraz anguila picaba y el pescador al sentir que el animal estaba enganchado, tiraba de la cuerda y obtenía el preciado pez pues dicho sea de paso, la anguila es exquisita.

Semejante método se utilizaba ya en el pasado para pescar la trucha pero colocando en el anzuelo una colorida pluma de gallo. No se trataba estrictamente de pesca con mosca, con elaboradísimos y magníficos señuelos fabricados desde hace siglos con paciencia y mimo por los pescadores leoneses con la pluma de los gallos Pardo e Indio de León, razas avícolas autóctonas del valle leonés del Curueño y que se crían exclusivamente para tal fin.

Puente Viejo del Barco. Aquí siempre abundaron las anguilas y los peces, pero tampoco eran raras las truchas aunque se consideraba que las de las Gargantas y las Lagunas eran más finas y sabrosas al ser más pequeñas.
(C) Foto: Silvestre de la Calle García.

Un curiosísimo método que no podemos dejar de reseñar por lo insólito que era aunque poco habitual, era la pesca "a cesto". Cuando en las gargantas de la Vera las truchas eran abundantísimas, las mujeres y especialmente las cabreras, pescaban gran cantidad de truchas cuando iban a lavar la ropa o los cacharros de hacer el queso. Colocaban un cesto sumergido en un charco y echaba de comer a los peces, que acudían en masa. Las mujeres esperaban pacientemente y cuando había bastantes peces sobre el cesto sumergido, le elevaban de golpe y capturaban a los peces.
En ocasiones, las cabreras mantenían en charquillos cercanos a las chozas y debidamente cerrados con piedras para que no pudiesen escapar, algunas truchas a las que "engordaban" para luego cogerlas cuando hacía falta.

Método parecido era el de "carear" a los peces por los canales de riego desde el río o garganta hasta alguna chorrerilla donde se colocaba un saco para coger a los despistados peces. En ocasiones, el pescador iba tan feliz con su "piara" de truchas por el canal y en un momento dado, éstas se daban la vuelta y remontaban rápidamente el canal para tornar al río.

También hemos hablado de "sal" y plantas. Era común utilizar diversos productos químicos y plantas como el gordolobo o el torvisco que tras ser machacadas se añadían en la parte superior de los charcos con poca corriente. Esto hacía que el agua se quedase sin oxígeno y que los peces muriesen por asfixia, saliendo a la superficie. Este horrible método, ocasionaba la muerte a los peces de todos los tamaños.
En tiempos relativamente modernos, se llegaba a pescar incluso con lejía, lo que era un auténtico atentado ecológico.

Puente del Pozo de las Paredes, sobre el río Barbellido, en Navacepeda de Tormes. Aquí abundaron siempre las truchas aunque hoy ya se pueden encontrar también algunos peces.
(C) Foto: Silvestre de la Calle García.


Pero ¿y la pesca con caña? Es hoy sin lugar a dudas pero en el pasado era muy raro. Para empezar, es un método lento si lo que se quiere es pescar para vender los peces o para comer. No olvidemos, que la mayoría de los pescadores eran ganaderos o agricultores y no podían andar perdiendo el tiempo con estos métodos.
Ciertamente, la pesca con caña era y es el método más selectivo. Tanto si picaba una especie que no interesaba como un pez demasiado pequeño, podía devolverse fácilmente al río.
El pescar con caña era cosa de los grandes señores y reyes, siempre que su salud fuese mala porque si estaban en plenas facultades, preferían la caza y la cetrería.
Así, el Emperador Carlos, durante su estancia en Jarandilla, pescaba truchas y peces en el estanque que el Conde de Oropesa tenía junto a su castillo. Durante su retiro en el Monasterio de Yuste, mandó el César Carlos que le construyesen un estanque para poder pescar truchas y tencas, en ocasiones con una larga caña desde sus aposentos.
Este estanque, y no la gula desmedida como muchos piensan, fue la causa de la muerte del hombre más poderoso del mundo, que murió víctima del paludismo o malaria debido a los mosquitos que habitaban en el estanque durante el estío.

Busto del rey Carlos I de España.
(c) Alonso de la Calle Hidalgo.

Sin embargo, con el paso del tiempo, el uso de cañas sería cada vez más habitual porque era bastante cómodo y divertido. Se utilizaban cañas vegetales previamente secadas de hasta 4 ó 5 metros de longitud a las que se ataba una cuerda fina o un sedal. En el extremo del sedal, se el anzuelo y un trocito de plomo que permitía precisamente que el anzuelo se hundiese. Como cebo, se colocaba una lombriz viva. Este método era realmente efectivo y como hemos dicho selectivo.
Con el paso del tiempo, las cañas "enterizas" se sustituyeron por cañas de bambú de tres cuerpos cortos que se encajaban unos en otros para formar una caña larga. De esta forma se facilitaba el transporte.
Posteriormente, llegarían las modernas cañas de fibra y modernos materiales, que son muy ligeras y manejables. Se utilizan ya otro tipo de cebos y no la clásica lombriz de tierra. Las cucharillas y las moscas artificiales, son los señuelos más comunes para atraer a las truchas.

En Guijo de Santa Bárbara (Cáceres), existió una gran afición a la pesca con caña. Los pescadores más renombrados han sido Antonio Leandro de la Calle Jiménez, Ángel  Emilio del Río, Maximín Pobre, Jacinto Rodríguez, Gabriel Vidal o Alonso de la Calle entre otros. 


Arriba: Antonio Leandro de la Calle Jiménez pescando con la caña antigua.
Abajo: Metiendo la trucha en el canasto de mimbre.
(C) Fotos: Alonso de la Calle Hidalgo.

Pero ¿en qué situación están ahora los peces en la Sierra de Gredos y zonas aledañas? La trucha autóctona, sigue poblando nuestras gargantas aunque, lamentablemente, su población ha decrecido mucho en las últimas décadas y no por la pesca abusiva puesto que está estrictamente regulada, sino por la llegada a nuestras gargantas del temible visón americano, animalito que se criaba en enormes granjas para satisfacer la demanda de pieles de gran valor comercial. Los visones estaban muy bien en esas granjas pero en ocasiones, grupos "ecologistas" que estaban preocupados por la explotación y las "penosas" condiciones en las que vivían estos pobres animales, no se les ocurrió otra cosa que atacar a las granjas y liberar a los pobres visones en la naturaleza para que pudiesen sobrevivir. Lógicamente, al ser animales "alóctonos" (no autóctonos o no nativos de estas tierras), muchos murieron al no poder adaptarse. Sin embargo algunos sobrevivieron y al no tener enemigos naturales ni existir parásitos en la zona que pudiesen atacarles, se convirtieron rápido en una terrible plaga que ha invado todos los cursos de agua de Gredos desplazando a la nutria, que sí era autóctona y nunca ocasionó problemas a las truchas, al cazar sólo a las más grandes puesto que las pequeñas se refugiaban entre las rocas. El visón, mucho más pequeño y feroz, logra entrar en los pequeños agujeros y devorar a esas pequeñas truchas.

Por si fuera poco, se introdujo en algunas zonas la trucha arcoiris o americana, que desplaza a la autóctona. En los pantanos y tramos bajos de los ríos se introdujeron todo tipo de peces: carpas, siluros, black-bass, lucios...que obligaron a remontar los ríos a los peces autóctonos (barbos, bogas, cachuelos...). Estos peces a su vez, han ido desplazando a las truchas hacia los tramos superiores de aguas más frías, donde ellos no pueden sobrevivir pero donde las truchas viven y prosperan sin problema. 

Además de esto, pescadores del Guijo de Santa Bárbara señalan un relación estrecha entre el descenso del ganado caprino en la sierra con la menor abundancia de truchas. Antaño, los mejores ejemplares se pescaban siempre en los charcos cercanos a los "majales" de verano de la sierra. Cuando llovía, las corrientes arrastraban parte del estiércol seco o poliso y los insectos y pequeños animalillos que vivían en él hasta los charcos y servían de alimento a las truchas.

Debemos luchar para que nuestra trucha, la de toda la vida, no se extinga y fomentar la creación de piscifactorías dedicadas exclusivamente a la cría de este pez tanto con destino a la producción de animales para suelta y repoblación de las gargantas y tramos altos de los ríos como para su posible comercialización para el consumo, pues es un pez exquisito.

Plato de truchas frescas y destripadas listas para ser fritas. Este exquisito pescado, precisa poca preparación.
(C) Foto: Alonso de la Calle Hidalgo.


    En el terreno gastronómico, cómo se cocinan la trucha y los demás peces en nuestra sierra.
La trucha no precisa grandes preparaciones. La ideal es la trucha "cuarteronera", que pesa alrededor de un cuarterón, antigua medida castellana que equivale a 1/4 de libra (la libra son aproximadamente 460 gramos por lo que el cuarterón vendrían a ser 115 gramos). 
Esta trucha "cuarteronera" se destripa y se fríe en aceite de oliva, siendo realmente deliciosa.
Cuando ya tiene mayor tamaño y peso, la trucha es un pez bastante graso, por lo que se presta más al escabechado, siendo un auténtico manjar. Se fríen ligeramente en aceite. Seguidamente se colocan en una cazuela, a poder ser de barro y se añaden el aceite sobrante de freírlas y la tercera parte de vinagre. De esta forma, se conservan bastantes días. Este escabeche puede variarse mucho si se sofríen en el aceite ajo, cebolla, pimiento....pero en tal caso, dura menos días.
No obstante, también se puede preparar de muchas otras formas. Por ejemplo, rellenas con jamón y fritas son también deliciosas.

Con los "peces", puede procederse de la misma manera. Los peces pequeños (ñiscos como les llaman en la Sierra de Francia), pueden comerse simplemente fritos pero si son más grandes pueden escabecharse del mismo modo que las truchas.
En el pueblo salmantino de Sotoserrano, desde donde muchas personas leen este Blog, era común en el pasado que muchos hombres se dedicasen a la pesca y venta de peces o "ñiscos" frescos y escabechados (en moje) por toda la Sierra de Francia, motivo por el que eran denominados popularmente como "ñisqueros", nombre con el que aún se conoce a los habitantes de este bello pueblo.

Los vaqueros trashumantes de la Sierra de Gredos, aprovechaban las tencas de las lagunas de las dehesas para hacer escabeche durante los meses primaverales. También se escabechaba en las dehesas las abundantísima caza, en particular las perdices y conejos para conservarlos largo tiempo.

La rica anguila, hoy extinguida debido a la construcción de los pantanos, se preparaba igual que las truchas. Si era pequeña, era exquisita frita aunque es algo más grasa que la trucha mientras que si es más grande, se puede preparar con ella un escabeche exquisito, tal y como hacía en Guijo de Santa Bárbara tía Vicenta García Díaz (1874-1955) todos los años al llegar la Semana Santa. Su escabeche de anguilas era una delicia según nos han contado quienes lo probaron.

Vicenta García Díaz.
(c) Familia De la Calle.

Truchas, anguilas y peces, se vendían antaño por los pueblos. En la vertiente sur de Gredos era habitual venderlos frescos mientras que al norte de la sierra, era más común venderlos escabechados, aunque en El Barco, las mujeres de los pescadores iban casa por casa con los peces frescos recién pescados por sus maridos en el río Tormes.

    Como vemos, la pesca constituyó siempre una forma de complementar la dieta y también un ingreso extra.
Adecuadamente gestionada, la pesca en aguas dulces puede constituir un recurso económico renovable de primer orden, siempre que se respeten las normativas sanitarias pertinentes y se cumplan estrictamente los periodos de veda.

Actualmente y dada su escasez, se reducen ostensiblemente los permisos de pesca a unos cuantos días durante la primavera, poniendo además un cupo de capturas por pescador ya que antes se podían pescar todas las que se quisiesen dada su gran abundancia.
Se establece una medida mínima o "marca" para que las truchas pequeñas sean liberadas en el acto.

También se prohíbe la pesca en algunas gargantas y ríos de forma permanente o en años determinados para que sirvan de refugio y zona de reproducción natural a las truchas.

Existen los llamados tramos de pesca sin muerte, en los que se puede pescar pero deben devolverse al agua todos los peces sin excepción.

Nuestra trucha autóctona. Puede ser más o menos oscura pero siempre debe tener las pintitas rojas. Como dicen nuestros viejos pescadores: la trucha buena, pinta colorá.
(C) Foto: Alonso de la Calle Hidalgo.


Anécdotas y curiosidades:
Numerosos habéis sido los lectores que me habéis manifestado vuestro interés por las curiosidades y anécdotas que habitualmente acompañan a estos artículos por lo que hoy, para terminar con la pesca de truchas, anguilas y "peces", os pondré algunas que sin duda os gustarán.

- LA SANTA PESCADORA.
En Gredos, como en muchas zonas de Ávila, decir "la Santa" sin más, es referirse a Santa Teresa de Jesús, que es por antonomasia nuestra Santa. Pero hoy os hablaré de una de sus Hijas, una religiosa carmelita del siglo XX que hoy es Santa. Me refiero a Santa Maravillas de Jesús.
Esta religiosa y que fundó numerosos conventos en toda España e incluso en lugares tan alejados como La India, siempre buscaba alguna actividad que en cada convento permitiese a las hermanas poder subsitir.
En el Valle de Batuecas, en la Sierra de Francia (Salamanca), Santa Maravillas fundó un convento donde antes había estado el Convento de los Carmelitas Descalzos. Junto a la cerca que rodeaba el convento, corre el río Batuecas, de limpísimas aguas en las que la Madre Maravillas vio que había muchas truchas.
Cuando abandonó el convento para fundar otros, aconsejó a las hermanas que hiciesen dentro de la cerca un criadero de truchas, tanto para el consumo de la casa como para venderlas. Sin embargo, el proyecto no se llevó a cabo aunque podría haber sido algo magnífico.
No acaba aquí la relación de la Madre Maravillas con el aprovechamiento del agua, pues cuando fundó un convento en Arenas de San Pedro (Ávila), donde también abundaba el agua, montó una granja de patas de puesta que dio numerosos beneficios a la Orden Carmelita.

Santa Maravillas de Jesús.

- DON GREGORIO Y LAS TRUCHAS.
De una monja, pasamos ahora a un cura. Don Gregorio María Cruz Aparicio (Jerte 1885- Aldeanueva de la Vera 1977) fue párroco de Guijo de Santa Bárbara (1913-1929) y de Losar de la Vera y Robledillo (1929-1960). Amante de la caza y del buen comer y beber, donde Gregorio aseguraba que era capaz de distinguir por su sabor, las truchas de la Garganta de Jaranda (Guijo) de las de la Garganta de Cuartos (Losar).
No creía la gente al sacerdote, pero decidieron hacer la prueba. Sirvieron a don Gregorio platos de truchas convenientemente guisadas y él, tras degustarlos todos, fue diciendo uno por uno de qué garganta procedían las truchas sin equivocarse nunca y eso que le sirvieron un considerable número de ellas.

Don Gregorio Mª Cruz Aparicio.

- CÁNTAROS DE TRUCHAS.
Los pescadores de todas las gargantas de Gredos se preocupaban por la conservación de las truchas y se encargaban de repoblar periódicamente las gargantas así como de fijar nuevas poblaciones en lugares donde no habitaban o se habían extinguido por diferentes causas naturales. En ocasiones, una lluvia torrencial podía generar una crecida y muchas truchas morían golpeadas contra las rocas por la fuerza del agua. 
Esto ocurrió por ejemplo en 1971 cuando según tío Julio Chamorro González (1904-2010), murieron el 95% de las truchas del Tormes desde Navalperal hacia arriba Se pensó que dejando acotado el río unos años, las pocas truchas que habían quedado lograrían por sí solas recuperar la población. Pero se siguieron dando permisos para pescar y los vertidos de los pueblos al río no facilitaban tampoco la labor de la naturaleza. Se criticó mucho a la Administración y a los guardas, pero como el 27 de agosto de 2009 nos contaba tío Julio:

Con unos cántaros, unas cañas y acotando el río unos cuantos años, hoy habría las  mismas truchas que antiguamente. Muchas veces, la Administración hace las cosas sin tener en cuenta a los que realmente sabemos por haber vivido aquí toda la vida.

En tales circunstancias, los propios pescadores optaban por una sencilla solución. Bien fuese a mano, con trasmallo o con cañas, capturaban truchas vivas en un punto de la garganta o río donde fuesen especialmente abundantes y las echaban en cántaros de hojalata con agua para que no se asfixiasen. Después las llevaban hasta el punto deseado. El trayecto se hacía siguiendo un curso de agua puesto que el agua de los cántaros debía ser renovada a menudo para no quedarse sin oxígeno, permitiendo así que las truchas sobrevivieran al traslado. 
Por poner un ejemplo, esto se ha hecho en lugares tan icónicos como la Laguna Grande de Gredos, donde hasta 1935 no hubo truchas porque no podían remontar la Peña del Rayo.
Buscaron para ello al mejor pescador de la zona, tío Roque de Navalperal de Tormes que fue el que se encargó de dirigir la operación para capturar 120 ó 130 truchas que fueron soltadas tanto en la Laguna como en el tramo que hay entre ésta y la Peña del Rayo.

El autor junto al gran Julio Chamorro.
(c) Alonso de la Calle Hidalgo.

El Raso, Florentino Sánchez Chinarro "El Gato", fue un gran pescador y se encargó de repoblar gargantas utilizando el procedimiento del cántaro.

En Guijo de Santa Bárbara, muchos cabreros hacían esto y tanto en la Garganta Jaranda como en sus afluentes, las truchas eran abundantísimas.
Sin embargo, fue el pescador Antonio Leandro de la Calle Jiménez (n.1924) el que más se preocupó de realizar esta tarea, encargándose fundamentalmente de repoblar y fijar una población reproductora y perfectamente viable de truchas en la gargantilla del Toril, junto a la finca en la que pastaban sus vacas. Sin embargo, posteriormente, el uso de plaguicidas y productos químicos en la zona, acabó con estas truchas.
Posteriormente Alonso de la Calle, Gabriel Vidal y Maximín Pobre hicieron lo mismo repoblando gargantillas como El Gargantón o La Ciguta. 

Pontón de Jernagil, en El Gargantón.
(c) Alonso de la Calle Hidalgo.

Terminamos este artículo con una fotografía en la que vemos a tío Antonio Leandro de la Calle Jiménez, que fue pescador de truchas hasta los 90 años.
Dedicamos este artículo a todos los pescadores, pero especialmente a tío Antonio.

Tío Antonio Leandro de la Calle Jiménez.
(C) Foto: Alonso de la Calle Hidalgo.

Fdo: Silvestre de la Calle García.
Técnico Forestal.

2 comentarios:

  1. Muy interesante, enhorabuena y adelante

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  2. Me gusta ésta lectura tan bien documentada, muy correcta en todo lo descrito, solo añadir en mi opinión, las garzas desplazadas y los corvoranes que también están afectando a las truchas en las gargantas y ríos. Añado a la mala administración por parte de sus dirigentes que no saben nada de la pesca,cargos políticos llenándose su cestera de dinero ....
    "No conozco un río o garganta que se esquilme o se agote por la acción de pesca con caña".... Necesitamos cuidar nuestro medio ambiente, de vertidos y de las especies no autóctonas, gracias y un saludo.

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Dionisio Prieto Cuarto (n. 1982), Dioni para los amigos, es ganadero de la localidad cacereña de Casas de Millán. Aunque tiene vacas, cochin...