LA TRASHUMANCIA EN LA SIERRA DE GREDOS

Dentro del rico  panorama ganadero español, la Sierra de Gredos ha sido siempre una región destacada por el gran censo de ovejas, cabras y vacas.

Hasta el siglo XIX, la especie dominante sin lugar a dudas fueron la oveja y la cabra. La primera predominaba en la vertiente norte y la segunda en la sur aunque tampoco escaseaba en la norte. Las vacas, presentes en ambas vertientes, eran más escasas y estaban repartidas en multitud de pequeñas explotaciones reducidas a menudo a una simple yunta de vacas para realizar los trabajos del campo.
Poco a poco esta situación irá cambiando. Las ovejas y las cabras irán despareciendo y su lugar será paulatinamente ocupado por las vacas. Sin embargo, la evolución en ambas vertientes ha sido diferente:

Calzada romana del Puerto del Pico, en la Cañada Real Leonesa occidental.
(C) Silvestre de la Calle García.


VERTIENTE NORTE.

Los rebaños de ovejas pastaban durante la época estival en los altos pastizales de la sierra. Estos rebaños podían ser de un sólo propietario o estar integrados por pequeños hatajos de todos los ganaderos de un pueblo que los cuidaban por turno o que contrataban un pastor. 

En el primer caso, cuando el frío impedía el crecimiento del pasto, los rebaños trashumaban  a Extremadura donde permanecerían en las dehesas hasta el verano siguiente.

El el segundo caso, durante los meses invernales, cada ganadero se encargaba de su pequeño hatajo de ovejas, pastando en las fincas particulares y en los alrededores de los pueblos. Cuando la nieve lo impedía, se encerraban en casillas y se las alimentaba con heno, vainas de alubias o "poleo" (hojas de nabo), además de con ramas tiernas de árboles cortadas durante el verano y conservadas en los "payos" o plantas superiores de las casillas.
Si eran muy pocas ovejas, se las encerraba en alojamientos aún más pequeños llamados casillos.

Existía finalmente un curioso sistema de explotación consistente en que los ganaderos que tenían pocas ovejas, se las daba a otro gran ganadero para que su pastor las cuidase. Recibían estas ovejas el nombre de "aparceras" y en el contrato se establecía que una parte de la producción era para el dueño de la oveja y otra para el ganadero que la recibía. Normalmente, el estiércol quedaba para el ganadero, el cordero para el propietario de la oveja y la lana podía ser repartida entre ambos o ser para el ganadero.

La lana tuvo gran importancia en la Sierra de Gredos. Servía para fabricar paños entrefinos y bastos (El Barco, Tornavacas) o los de villa cercana de Santa María del Berrocal, aunque si era merina de buena calidad, era enviada a Béjar para fabricar con ella el renombradísimo paño de Béjar.

    La supresión de los privilegios de la Mesta en 1836, provocó la paulatina desaparición de los rebaños de ovejas.

Existieron buenos rebaños de ovejas en Navarredonda de Gredos, Hoyos del Espino, Navacepeda de Tormes, Bohoyo, Navalonguilla y en todos los pueblos del Aravalle. También en la zona de Candelario y Béjar había bastantes ovejas.
Actualmente, se encuentran pequeños rebaños en algunos pueblos.

Rebaño de ovejas pastando en las cercanías de Navalonguilla.
(C)  Silvestre de la Calle García.

Las cabras se criaban en multitud de pequeñas "ganaderías". Lo normal era que en todos los pueblos cada familia tuviese entre 1 y 3 cabras para abastecerse de leche. En algunos pueblos se tenían pequeños hatajos de 15-20 cabras siendo raros los que pasaban de esta cifra. Todas las cabras del pueblo se agrupaban en un rebaño comunal que era pastoreado por turno en función de las cabras que cada uno tenía o bien se contrataba un pastor asalariado, aunque esto era menos frecuente. 
En la parte oriental de la Sierra, existieron en otro tiempo grandes piaras de cabras. Pueblos como el Tiemblo, Navaluenga, Burgohondo o Navalosa, contaron siempre con mucho y buen ganado caprino.
Actualmente en esta zona, salvo en El Barraco, quedan pocas cabras. En Navalosa aún pueden verse pequeños hatajos pastando en los alrededores del pueblo, siendo fácil ver a "Tía Juana" con sus cabrillas a la entrada del pueblo.

Tía Juana, cabrera de Navalosa
(C) Silvestre de la Calle García.

En Algunos pueblos de la zona central de la Sierra como Navacepeda de Tormes, Bohoyo o Navalonguilla, existieron grandes piaras de cabras que durante el invierno eran bajadas a Extremadura, aunque algunos cabreros permanecían todo el invierno en las cercanías de los pueblos donde las cabras eran capaces de alimentarse de zarzas y todo tipo de matorrales sin necesidad de trashumar.
En estos pueblos, ya apenas quedan cabras. Se ven algunas en Navacepeda y Navalperal y aún hay alguna en Navalonguilla. En el Barco, queda una explotación que, aunque pequeña, cuenta con un excelente ganado y muy buenas instalaciones.

Cabras en El Barco de Ávila. Estos animales soportan muy bien el frío y los pequeños rebaños no necesitan trashumar.
(C) Óscar Martín.


Respecto a las vacas, el cambio ha sido espectacular. Ya hablamos un poco de este tema en artículos precios como el de la REAL CABAÑA DE CARRETEROS o el de LA VACA AVILEÑA, a los que remitimos al lector interesado.
Diremos simplemente que de las pequeñas explotaciones de 2 ó 3 hembras reproductoras y 14 ó 15 bueyes (en casos muy raros hasta 50 ó 60), se pasa a una completa desaparición de los bueyes y a un progresivo aumento del censo de reproductoras. En la primera mitad del siglo XX, eran frecuentes las explotaciones que contaban con 40 ó 50 vacas adultas, permaneciendo en verano en la sierra y trashumando después a las dehesas de Extremadura. 

Yunta de vacas Avileñas bociblancas en Barajas. Estas vacas son las autóctonas de la Sierra de Gredos.
(C) Silvestre de la Calle García

Conocían bien los ganaderos la red de caminos, cañadas, cordeles y veredas para trashumar, puesto que muchos habían sido antes carreteros o habían realizado la trashumancia con ovejas.

Aunque algunos permanecían en la provincia de Cáceres, las mejores dehesas se encontraban en la provincia de Badajoz. Decían los viejos vaqueros que para estar bien, las vacas se tenían que "mojar las patas en el Guadiana", expresando que al sur de dicho río se encontraban las mejores dehesas de la región.

Durante el siglo XX, el aumento del número de vacas por explotación se dispara, sobre todo a partir de la concesión de subvenciones por parte de la actual Unión Europea con el objetivo de favorecer el aumento de vacas de carne frente al aumento del ganado lechero que era más abundante en otros países de la UE.
Así se van formando paulatinamente las grandes ganaderías actuales con más de un centenar de cabezas y que en ocasiones pueden llegar a superar las 500. 

Extraordinario ejemplar perteneciente a la ganadería de la Familia Torres de Navarredonda de Gredos.
(C) Silvestre de la Calle García.


Respecto a la identidad racial de las vacas criadas, en principio eran todas de tipo Avileño, distinguiéndose en la zona del Barco por su mayor corpulencia y formas más depuradas la llamada vaca Barqueña, que intentó seleccionarse para la producción lechera, aunque esto terminaría con la introducción de la raza Frisona, conocida en Gredos como "Suiza".

El motivo de este nombre, se debe a que las primeras vacas lecheras importadas en España a mediados del siglo XIX fueron las de raza Friburguesa de Suiza, de aspecto tosco y fortachón y capa berrenda en negro. Al introducirse las Frisonas procedentes de Holanda, a los ganaderos les parecieron iguales y empezaron a llamarlas también "suizas", denominación que persiste aún hoy.
Las vacas "suizas" fueron especialmente abundantes en pueblos como La Carrera.

Vaca "Suiza" en San Martín de la Vega del Alberche.
(C) Silvestre de la Calle García.

A finales del siglo XIX y principios del XX, la raza Frisona se extienden por toda España y la Sierra de Gredos no se libra. Se cruzó con la Avileña, dando lugar a las vacas mixtas, que eran buenas lecheras pero tan resistentes como las Avieñas. Las Frisonas o "suizas", se criaban en corto número en todas las casas, sobre todo cuando se establecieron los circuitos de recogida de leche. Sin embargo, nunca hicieron temblar a la Avileña que seguía tranquilamente realizando la trashumancia y aprovechando los pastizales de la sierra.
En las zonas cercanas a Ávila capital, el censo de ganado frisón era enorme, desplazando casi por completo a la Avileña de dicha zona.

Poco después, se introduciría la raza Parda Alpina, de origen suizo y aptitud mixta carne-leche. Sus toros, cruzados con las vacas Avileñas, daban lugar a excelentes terneros con mejor conformación que los avileños aunque la carne no tuviese tanta calidad. Fueron profusamente usados y en algunos pueblos sí que consiguieron bastardear mucho la cabaña sobre todo en las áreas más bajas.

Vaca Serrana Negra, raza muy similar a la Avileña Bociblanca, con su ternera hija de semental Pardo.
(C) Foto: Adrián Pablo Olalla

En Gredos, siempre había existido la costumbre de los llamados "Toros del Concejo" que eran de propiedad comunal y cubrían a todas las vacas que por distintas razones no trashumaban a Extremadura. Hasta bien entrado el siglo XX, los toros eran Avileños pero poco a poco se van introduciendo los Pardos que ocasionarán un continuo mestizaje al dejar para reproductoras hijas cruzadas.
Algunos han querido ver en este cruzamiento de vacas Avileñas con toros Pardos el origen de la famosa VACA AVILEÑA BARDINA, cuando estas vacas son conocidas perfectamente en la zona desde mucho antes de la aparición de la raza Parda.

Vaca Avileña Bardina de Juan Manuel Yuste. Estas vacas son conocidas en Gredos desde hace siglos tanto en la vertiente norte como en la sur.
(C) Isabel López Arrabé.

Posteriormente, ya de forma particular, los ganaderos apuestan por comprar toros de razas cárnicas especializadas como la Charolesa y la Limusina, ambas de origen francés. Hoy existen excelentes ganaderías de estas razas en toda España, e incluso en la propia Sierra de Gredos, pero en el pasado, no era así y muchos ganaderos importaron toros directamente de Francia acudiendo a las mejores ganaderías. Esta práctica, aunque menos frecuente, se sigue realizando.

Actualmente se compran toros de otras razas o se recurre a la inseminación artificial. Razas como  la Blonda de Aquitania, la Azul Belga, la Asturiana de los Valles o la Angus, son frecuentemente utilizadas.

No obstante, se siguen manteniendo excelentes sementales de pura raza Avileña para no perder la raza y criar las terneras necesarias para la reposición de la propia explotación e incluso para la venta a otras explotaciones.

Muchas ganaderías de esta vertiente de la Sierra, siguen realizando la trashumancia de larga distancia a pie o en camión desde los pastizales de verano a las dehesas de invierno. En verano, todas las ganaderías regresan en fechas próximas a San Juan (24 de Junio) como era costumbre tradicional. Se celebran fiestas para recibir a los trashumantes a su llegada al Puerto del Pico, donde se congregan multitud de curiosos para ver el gran espectáculo de la subida de las vacas por la Calzada Romana. 
Este tramo de la Cañada Real Leonesa Occidental, que comunica las dehesas del sur de Badajoz con los pastizales del norte de León, es quizás el más conocido por toda la gente al hablar de trashumancia, porque aparece en numerosas publicaciones al ser una imagen realmente espectacular.
Los ganaderos llegan tras 15 ó 20 días de marcha desde las dehesas. El ganado, cansado por el largo viaje, va subiendo despacio la calzada hasta llegar al amplio descansadero donde toman un respiro tanto animales como ganaderos para continuar la marcha. Aún les quedan a algunos varios días de camino hasta llegar a los pastos de verano situados en las Sierras de Gredos, la Serrota o la Paramera.

Vacas trashumantes en el descansadero del Puerto del Pico
(C) Silvestre de la Calle García.

Esta vía es utilizada principalmente por los ganaderos de la zona central del Macizo de Gredos y zonas aledañas: San Martín del Pimpollar, Hoyos de Miguel Muñoz, Navarredonda de Gredos, Barajas, Hoyos del Espino, Navacepeda de Tormes, La Herguijuela, San Martín de la Vega del Alberche, Navadijos, Garganta del Villar, Cepeda de la Mora.....

Las ganaderías situadas en la zona de El Barco de Ávila, realizan ya mayoritariamente la trashumancia en camiones aunque algunas "piaras" suben por el Cordel del Valle, atravesando la Sierra por el Puerto de Tornavacas. Algunas se quedarán en los pueblos de la zona y otras seguirán hasta los pastizales de la zona del valle del Corneja, que acoge aún buenas ganaderías.

En la zona más occidental de la provincia de Ávila (alrededores de Becedas) así como en Candelario y zonas cercanas de Béjar, la trashumancia se realizaba atravesando la sierra por los puertos de La Garganta y Béjar, para dirigirse a las dehesas del Valle del Ambroz y la Tierra de Granadilla, aunque algunas bajaban más al sur.
Hoy ya, casi todos los ganaderos de estas zonas, trashuman en camiones o son estantes.


VERTIENTE SUR

Por ser mucho más abrupta que la norte, la reina y señora de esta región fue la cabra. No en vano estamos en la cuna de origen de la célebre raza Verata, que comparte el espacio con la actualmente casi extinta Guisandera y en otros tiempos con la Cabra del Guadarrama, llamada popularmente "cabra churra" en el Este de la Sierra.

Cabras Veratas de Juan Antonio Rodríguez Vidal en Guijo de Santa Bárbara (Cáceres).
 (C) Silvestre de la Calle García.

Los rebaños de cabras del sur de Gredos, siguieron en el pasado un sistema trashumante de corto recorrido. En invierno permanecían en las dehesas de la Vera y del Valle del Tiértar, generalmente sin cruzar hacia el sur este río.
También en el Valle del Jerte había una gran cantidad de cabras que en invierno bajaban a los alrededores de la ciudad de Plasencia.

Algunas piaras, particularmente de las zonas de Candeleda y Guisando, subían en verano a la vertiente norte, ocupando los pastizales de Navarredonda, Hoyos del Espino y Navacepeda entre junio y agosto y trasladándose luego a los robledales de Navacepeda de Tormes o Navalperal de Tormes, llegando algunas hasta Villafranca de la Sierra. En invierno, regresaban a la vertiente sur.

Las principales producciones de estas piaras eran la leche, con la que se elaboraba un exquisito queso, y la carne siendo los cabritos y chivos muy demandados. También se aprovechaba a veces para comprar cabras viejas antes de que se bajasen los "veratos" para matarlas en las cachuelas o matanzas y hacer tasajos.

Sin embargo, muchas piaras de cabras llevaban un sistema extensivo pero estante. Permanecían todo el año en los pueblos, pastando en invierno en las zonas bajas y ascendiendo en verano a los pastizales de esta vertiente de la sierra. Remitimos al lector al artículo de TÍO PAULINO escrito en este mismo blog hace unos días para conocer la vida de los cabreros.

Será en los años 30 y 40 del siglo XX cuando se alcancen los mayores censos de caprino en esta zona. Por poner algunos ejemplos, Guijo de Santa Bárbara contaba con más de 4000 cabras, Losar de la Vera con 8000 y Candeleda, el pueblo más cabrero de todos, pasaba de 50000 cabezas.
En épocas pasadas, el pueblo cabrero por excelencia había sido Guisando, pero debido a las continuas repoblaciones con pinos, los cabreros tuvieron que emigrar principalmente a Candeleda.

Poco a poco el sistema de explotación va cambiando y los ganaderos dejan de subir a la sierra y de trashumar a la vertiente norte. Aparecen nuevas razas como la Malagueña, la Murciano-Granadina o la Florida, que son más aptas para las zonas bajas. Se instala además el ordeño mecánico en buena parte de las explotaciones, por lo que las cabras no pueden alejarse mucho de las instalaciones por lo que la práctica de la trashumancia se puede dar por desaparecida.

No obstante, la raza Verata sigue siendo conservada por entusiastas ganaderos como María Isabel Sánchez Vadillo (El Raso), Juan Antonio Rodríguez Vidal (Guijo de Santa Bárbara) o Alejandro Torralvo Gutiérrez quien a sus 22 años es propietario de una excelente ganadería Verata con las últimas tecnologías del sector: ordeño mecánico, gps para controlar al ganado...

Alejandro Torralvo Gutiérrez, de Guijo de Santa Bárbara, con un excelente macho de raza Verata. 
(C) Alonso de la Calle Hidalgo.


En cuanto al ganado ovino, siempre fue menos numeroso. Generalmente, pastaba en las zonas bajas, donde se aprovechaba fundamentalmente para abonar las tierras de cultivo mediante el redileo. No obstante, siempre fueron bastante abundantes en el Valle del Tiértar, pues la lana de las ovejas de la zona era la materia prima indispensable para la confección de las famosas mantas de Pedro Bernardo.

Quedan todavía bastantes rebaños en las zonas bajas, algunos de hasta 4000 cabezas. Algunos ganaderos suben sus ovejas a la sierra y se las puede ver pastando a más de 2000 metros de altitud con una agilidad comparable a las cabras.

Siempre se criaron ovejas de tipo entrefino, fruto del cruce entre las merinas y los sementales talaveranos, aunque en el pasado hubo muchos rebaños talaveranos puros, raza que hoy está en peligro de extinción pese a sus buenas cualidades productivas y a su gran belleza.

Se seguía el mismo sistema que con las cabras. Se realizaban cortos recorridos trashumantes de 2-3 jornadas como mucho.

Pastor verato cuidando su rebaño.
(C) Alonso de la Calle Hidalgo.

El ganado vacuno siempre fue muy minoritario en la vertiente sur. Aunque se utilizaba para el trabajo, por el abrupto relieve que limitaba mucho el uso de carros, se preferían los equinos, abundando mucho los burros y mulos.
No obstante, siempre hubo vacas que realizaban cortas trashumancias entre los pastizales de la sierra y las dehesas.

Sin embargo, como en la vertiente norte, se introdujeron las vacas lecheras que tuvieron una grandísima importancia, sobre todo los pueblos del Valle del Tiétar por su gran cercanía a a Madrid y Talavera, siendo muy fácil la recogida de la leche. Hubo grandes ganaderías y aún quedan algunas aunque dado el bajo precio de la leche, cada vez su rentabilidad es menor.

En la Vera, el pueblo con mayor donde mayor importancia tuvo el ganado lechero fue Guijo de Santa Bárbara, no por el gran censo sino porque gran parte de las familias vivían de este tipo de ganado. Las explotaciones en este pueblo eran pequeñas, contando generalmente con entre 5 y 10 reproductoras, siendo raras las que pasaban de esa cifra aunque algunas superaron las 15-20 reproductoras.

Vacas Frisonas de Jesús García Sánchez, de Aldeanueva de la Vera (Cáceres)
(C) Alonso de la Calle Hidalgo.

En la vertiente sur, ocurrió exactamente lo mismo que en la norte. De pequeñas explotaciones en el siglo XIX, se ha ido pasando poco a poco a explotaciones más grandes y competitivas aunque sin alcanzar los censos de los ganaderos de la vertiente norte.

En cuanto a la identidad racial del ganado, podemos decir lo mismo que en la vertiente norte. De ganado de tipo Avileño de aptitud mixta trabajo-carne y eventualmente leche, se va pasando primero a la vaca "suiza" y posteriormente se empiezan los cruzamientos con la Avileña.
La única diferencia, es que en el sur de la Sierra, la raza Parda tuvo escasa importancia. Se utilizaron primero los toros de raza Hereford inglesa, cuya influencia aunque muy antigua, aún se nota en las vacas con cara blanca. Sin embargo, esta raza no daba un resultado mucho mejor que el ganado autóctono por lo que el ganadero del Valle del Tiétar y de la Vera, apuesta también por las razas Charolesa y Limusina, introduciéndose después la Asturiana y siendo más rara la Blonda de Aquitania, aunque también se va viendo ya.

"Benjamín", precioso toro de raza Charolesa de la ganadería Hermanos Alba de La Adrada (Ávila).
(C) Miguel Alba Vegas.


También existen en las zonas bajas de la sierra, algunas ganaderías de raza de Lidia.

En esta zona, los ganaderos fueron menos cuidadosos a la hora de seleccionar el recrío y el ganado Avileño autóctono prácticamente desapareció como ocurrió con el curioso Barroso Cacereño del que ya hablamos en el artículo de LA VACA AVILEÑA.

Actualmente asistimos a un renacer de la vieja raza, preocupándose muchos ganaderos de la zona por recuperarla.

No se puede hablar realmente de trashumancia estrictamente. El ganado vacuno permanece en verano en la sierra y en invierno baja a las dehesas cercanas. 1-2 días de marcha suele ser lo habitual que en casos excepcionales se alarga a 4 ó 5 días, nada que ver con los 15-20 días de los ganaderos norteños que llegan en ocasiones con sus reses casi hasta Andalucía.


    Terminado este recorrido por la ganadería de Gredos en los últimos tiempos, mencionaré el caso de Guijo de Santa Bárbara (Cáceres) para que nos sirva de ejemplo.

En 1850, según el MANUSCRITO DEL SEMINARIO DE PLASENCIA, este pueblecito ganadero contaba con 80 vecinos o familias y 340 habitantes. El censo ganadero era el siguiente:

- 1000 cabras.
- 80 vacas.
- 10 jumentos (burros).
- 6 mulos.
- 5 jacas (la palabra jaca designa a caballos menores de 147 cm de alzada).

Desconocemos lamentablemente el nombre de los ganaderos pero tenemos la inmensa suerte de que en el archivo de la Parroquia de Nuestra Señora del Socorro, contamos con una lista de los propietarios de vacas de esa época:

- Santiago de la Calle.
- Francisco Bucio.
- Antonio Jiménez.
- Francisco Jiménez
- Eugenio Jiménez.
- José García de Aguilar.
- Cándido García de Aguilar.
- Román Castañares.

De todos estos vaqueros, descienden la inmensa mayoría de los actuales vaqueros de Guijo de Santa Bárbara

Aproximadamente 100 años más tarde, el pueblo contaba con 1000 habitantes y  el censo ganadero ascendía a 3700 cabras y  450 vacas.

Actualmente, Guijo de Santa Bárbara cuenta con algo más de 400 habitantes y unas 450 cabras pero el censo de ganado vacuno ronda el millar de cabezas.

En un principio, el ganado bovino guijeño era de tipo "Avileño". Se trataba de vacas muy semejantes a las actuales de raza Avileña-Negra Ibérica aunque algo más pequeñas y finas, de grandes cornamentas y de coloraciones negras, oscuras (mulatas), berrendas (jardas) o bardinas (atigradas).
Se utilizaban para el trabajo y para criar terneros para carne que eran vendidos una vez destetados. Eventualmente, se las ordeñaba para cubrir las necesidades familiares de leche y queso.

Vaca de la ganadería de Teodoro Pérez y Samuel Pérez, LOS SERRANOS. Según el viejo ganadero Antonio Leandro de la Calle Jiménez, de 96 años, esta vaca muy semejante a las que había en Guijo de Santa Bárbara hace 80 ó 90 años, cuando aún no se conocían en el pueblo otras razas bovinas.
(C) Silvestre de la Calle García.


Las ganaderías eran pequeñas, contando a los sumo con 10 ó 12 reproductoras y el toro. Se explotaban en régimen extensivo, pastando en verano en la sierra y en otoño en los prados particulares y zonas bajas de la sierra. En invierno se las encerraba en los corrales o casillas, donde se las alimentaba con heno.
Durante el tiempo de estabulación, daban muchísimo trabajo. Había que echarlas el heno en los pesebres todos los días, echarlas cama de hojas de roble para que estuviese el suelo seco, sacarlas a beber...
Cuando se acaba el heno almacenado en los desvanes de los corrales y las casillas o en los ameales, se trasladaban las vacas a las dehesas.

Al los ganaderos también labradores, no podían irse con las vacas a las dehesas, por lo que se contrataban "criados" o vaqueros para que se fuesen con ellas a la dehesa y poder así los propietarios dedicarse a la labranza.
Otras veces, los dueños se iban a la dehesa durante la primavera y las tierras quedaban al cargo de los "medieros" quienes al final de la campaña, entregaban la mitad de la cosecha a los dueños de la tierra.

Esta situación fue común hasta mediados del siglo XX, aunque se produjo un paulatino aumento del número de reproductoras por explotación, siendo frecuentes las ganaderías de 30 ó 40 vacas. Destacaron a lo largo de la primera mitad del siglo XX ganaderos como Lope de la Calle, Andrés de la Calle, José de la Calle, Benito Jiménez, Juan Burcio, Gregorio Pobre, David Rodríguez, Constantino Jiménez (padre), Eloy Pobre, Evaristo Pobre .... entre otros muchos.

Por esta época, se introduce la raza Frisona, que como ya dijimos antes, es conocida como "suiza". En Guijo llegó a adquirir gran importancia y hubo ganaderos que mantuvieron ambos tipos de ganado.
También apareció la vaca Parda, aunque nunca fue muy numerosa en Guijo.
Como vaqueros de "suizas" a lo largo de la segunda mitad del siglo XX y principios del XXI, podemos destacar a Ángel de la Calle Jiménez (fue el primero), Constante Hidalgo, Braulio de la Calle, Germán Rodríguez, Antonio Leandro de la Calle, Juan García, Simón Jiménez, Jesús Jiménez (que tuvo unas 20 vacas), Cipriano Jiménez (unas 15 vacas), Constantino Jiménez, Ángel de la Calle Vicente y Toribio Santos Vicente (el último en tenerlas) entre otros muchísimos que tuvieron estas vacas.

Ángel de la Calle Vicente (Caniche), ordeñando a mano a su vaca "Estrella".
(C)  Alonso de la Calle Hidalgo.

Durante los años 50, 60 y 70, había vaqueros especializados en las suizas, vaqueros especializados en las negras y vaqueros que tenían ambos tipos.

Las ganaderías más renombradas de esta época fueron las de Custodio Jiménez, Argimiro Jiménez, Felipe de la Calle, José Luis Hidalgo...

Ya en esta época, las "piaras" de negras contaban con entre 30 y 50 reproductoras. En los años 70, los toros negros eran ya raros, comenzando los ganaderos a comprar toros de raza Charolesa.
Influyeron bastante en la cabaña Guijeña, los toros Hereford que tuvo el Marqués de Comillas. 

En los años 80 y 90 irán apareciendo también los toros de raza Limusina y posteriormente, alguno de raza Asturiana de los Valles y Blonda de Aquitania.

En los años 80, comienza además el lento pero inexorable declive de las vacas lecheras que fueron cruzadas con toros de carne o simplemente vendidas.

Actualmente, las casi 1000 vacas reproductoras de Guijo de Santa Bárbara, son de tipo cruzado en su gran mayoría, empleándose toros de las razas antes mencionadas para producir excelentes terneros.

No obstante, algunos ganaderos han apostado por recuperar la raza Avileña-Negra Ibérica, autóctona de estas sierras. Existen dos excelentes ganaderías, la de Estanislao Castañares Toret  y su hijo Javier Castañares Jiménez, quienes además son los panaderos del pueblo y elaboran el riquísimo pan de leña que tanta fama ha dado a nuestro pueblo, y la ganadería de Teodoro Pérez Vidal y Purificación Castañares Vidal y su hijo Samuel Pérez Castañares, conocidos como "Los Serranos".


Arriba: Excelente vaca Avileña de la ganadería de Los Serranos.
Abajo: Teodoro Pérez, conocido como "Serrano" por haber nacido en una choza en la sierra, enseña las vacas a su nieto Miguel.
(C) Familia Pérez.


Pero muchas son las ganaderías de Guijo de Santa Bárbara que merecen ser mencionadas en este artículo como las de la familia de Los Siguerillas:
- José y Jesús Vicente Jiménez.
- Cipriano Jiménez Castañares y Carlos Jiménez Hidalgo.
- Simón Jiménez Castañares y Miguel Jiménez de la Calle.


Las vacas de Simón y Miguel bajan de la sierra para marchar hacia la dehesa.
(C) Alonso de la Calle Hidalgo.

Destacable es la gran ganadería de José Miguel Jiménez Díaz y Olga de la Calle Santos, integrada por excelentes vacas de variopintos pelajes.

José Miguel Jiménez Díaz, atraviesa el río Tiétar con sus vacas. 
(C) Alonso de la Calle Hidalgo.

Otras ganaderías destacables por su importancia histórica son las siguientes:

- Jesús María Jiménez Bermejo.
- José María Sánchez Pobre.
- Hermanos Florián y Ángel Torralvo Sánchez.
- Félix Vaquero García.


El ganado vacuno guijeño sigue realizando la trashumancia a pie entre las dehesas de invierno y los pastizales de la sierra en verano.
En el verano, todas las ganaderías suben el mismo día, generalmente el primer o segundo fin de semana de julio, siendo un auténtico espectáculo que congrega a vecinos y visitantes para admirar las distintas "piaras" cuando atraviesan el pueblo portando los sonoros "campanillos" o cencerros, camino de la sierra, haciendo parada obligada en la Plaza de Toros, donde se aprovecha para realizar diversas labores de manejo.


Puri Castañares Vidal, "la Serrana", vive cada año con especial ilusión la fiesta de la trashumancia. Aquí la vemos junto con su macho capado "Jony" que acompañaba a las vacas con un enorme cencerro o "zumba". 
(C) Foto: Silvestre de la Calle García. 


Olga de la Calle Santos, otra de las entusiastas ganaderas de Guijo de Santa Bárbara
(C) Foto: Familia Jiménez de la Calle.


Además de las citadas explotaciones de cría, existe un moderno cebadero de terneros propiedad de Luis Fernando Leal Vicente y Silvia de la Calle Leal, donde los terneros son engordados en amplios corrales, alimentándolos con paja y cereales de la mejor calidad, dando como resultado unas carnes exquisitas.

Es un orgullo ver como este pueblecito extremeño mantiene viva la tradición trashumante y como muchas ganaderías tienen su origen en aquellos vaqueros del siglo XIX que antes se mencionaban.

Para quien esto escribe, descendiente de los vaqueros de mediados del siglo XIX es un auténtico privilegio poder tratar este tema que quiero dedicar a todos los ganaderos de la sierra de Gredos y muy especialmente a los de Guijo de Santa Bárbara. 

Fdo: Silvestre de la Calle García.
Técnico Forestal.
Guijo de Santa Bárbara. 

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