LAS FUENTES DEL PUEBLO
El agua. Sin lugar a dudas la fuente de la vida. Sin agua ni nosotros ni ninguna otra especie puede sobrevivir pues hasta los míticos camellos que pueden pasar muchos días sin beber, tarde o temprano tienen que hacerlo.
Ahora valoramos el agua pero no tanto como deberíamos dado que en nuestra sociedad occidental, no tenemos que hacer esfuerzo alguno para conseguirla y además con sobreabundancia, lo que muchas veces lleva a malgastarla.
Nos levantamos y lo primero que hacemos es dar el grifo sabiendo que en ese mismo instante tendremos allí el agua y, si acaso esto no ocurre por cualquier problema en la red de abastecimiento debido a alguna avería o cualquier incidencia, parece que se acaba el mundo.
(c) Alonso de la Calle Hidalgo.
No se nos viene en ese momento a la cabeza, lo que ocurre en otras partes del mundo donde la gente tiene que caminar durante largas distancias en terrenos poblados de leones y leopardos dispuestos a atacar para llegar a un río en el que coger agua y regresar a la aldea, eso si los cocodrilos o los hipopótamos que viven en el río no atacan....
En fin. Mejor no hablar de ciertos temas.
Como decíamos, hoy damos el grifo y sale agua al momento. Me pregunto qué opinarían sobre este asunto gente como mi tatarabuela Visitación de la Calle Jiménez (1876-1929) que durante muchos años pasaba gran parte del año con sus vacas en un pueblo extremeño que no tenía fuentes y en el que para conseguir agua había que sacarla con gran trabajo de los pozos o ir hasta el río Tiétar situado a varios kilómetros del pueblo.
Ya de por sí le chocaba a mi tatarabuela que en aquel pueblo no tuviesen fuentes cuando en mi pueblo hay más que de sobra.
Tener una fuente cerca de casa, era una auténtica bendición.
Fuente en el huerto de tía Marceliana. Guijo de Santa Bárbara.
(c) Guijo de Santa Bárbara.
En Guijo de Santa Bárbara, un pequeño pueblecito de la provincia de Cáceres, que nos servirá de ejemplo para explicar la importancia que tuvieron las fuentes en el pasado, tenemos la suerte de disponer de muchas y buenas fuentes dentro del casco urbano.
En 1899, D. José González Castro (Fermoselle, Zamora 1860 - Béjar, Salamanca 1923), médico titular de Guijo de Santa Bárbara escribió una magistral obra que fue premiada por las academias de medicina de Madrid y Barcelona y que llevaba por título Estudio de la epidemia de fiebre tifoidea acaecida en Guijo de Santa Bárbara (Cáceres) en 1899.
Habla el Doctor González es su obra de las fuentes que tenía la villa en aquel momento:
- 1º. La fuente de El Llano, en lo más alto de la villa, al N.O., con dos caños.
- 2º. La fuente del Monge, que emerge al S. de la población y atraviesa terrenos dedicados sólo al cultivo.
- 3º. La del Ejido, con tres caños, también al S. (Desaparecida actualmente)
- 4º. La denominada de La Chorrera, al N. en el centro de la villa y muy próxima al antiguo cementerio, por cuyos terrenos pasa de E. a O.
(c) Alonso de la Calle Hidalgo.
- 5º. La fuente de La Plaza, también en el centro, a unos 100 metros por debajo de la de La Chorrera, de corriente subterránea de E. a O. y que sale al exterior por cuatro grandes caños.
(c) Alonso de la Calle Hidalgo.
Sumando el caudal de estas cinco fuentes, dan por término medio unos 250 litros por minuto o sea 360 000 litros en las 24 horas.
Siendo 850 el número de habitantes del pueblo, corresponden a cada uno 423 litros diarios.
El agua de los diversos manantiales del Guijo posee idénticos caracteres, pues uno mismo es su origen.
Son perfectamente limpias, incoloras, transparentes e insípidas las del Llano, Ejido y Monge.
En cambio las de La Chorrera y La Plaza, están fuertemente recargadas de materias orgánicas, que arrastran a su paso por el cementerio viejo (actual atrio de la iglesia) quedando por tal motivo privadas de las condiciones de potabilidad.
Por encontrarse en la parte más alta del pueblo y no haber hasta hace pocos años casas por encima, la Fuente de El Llano siempre fue considerada como la mejor de todas para beber aunque era muy costoso subir hasta allí a por el agua, motivo por el cual fue durante muchos años utilizada principalmente como bebedero de ganado y lavadero.
(c) Alonso de la Calle Hidalgo.
Los tres lavaderos públicos tienen como único defecto el estar descubiertos, pues por lo demás, están bien construidos y el agua se renueva constantemente, pues están todos situados inmediatamente debajo de las fuentes que emergen en las afueras de la urbe.
El Lavadero de Abajo o de El Charcón, que actualmente está techado. Este lavadero se encuentra en pleno uso y es fácil encontrar a mujeres lavando en él.
(c) Alonso de la Calle Hidalgo.
Este lavadero presenta una curiosa característica. El desagüe del mismo, conduce el agua hasta un charcón situado justo debajo que es utilizado para el regadío de las fincas colindantes. Por tanto, la suciedad que pueda generarse en dicho lavadero, no afecta a otras fuentes de las que puedan beber personas y/o animales.
Es por ello por lo que en el invierno, es utilizado para lavar los vientres de los cerdos en las matanzas tradicionales.
Neni de la Calle y Toñi Santos lavando el vientre de la matanza de Juani Díaz en el Lavadero de Abajo o de El Charcón.
(c) Alonso de la Calle Hidalgo.
Como vemos, hace ya más de 130 años, Guijo de Santa Bárbara era un pueblo en el que sobraba el agua.
Las fuentes y lavaderos tenían, además de una finalidad funcional, una función social de vital importancia, al ser centros de reunión obligada de todos los vecinos.
Las fuentes abastecían de agua a personas y animales y los lavaderos eran utilizados para lavar pequeñas prendas de ropa pues para lavar las sábanas, se prefería ir a la garganta.
A día de hoy, pese a que todas las casas de Guijo de Santa Bárbara disponen de agua corriente, las fuentes siguen utilizándose para beber y los lavaderos aún están en uso, generalmente para lavar prendas que no pueden meterse en la lavadora.
(c) Alonso de la Calle Hidalgo.
Los primeros que acudían al rayar el día, eran los hombres con sus caballerías para que bebiesen tras haber pasado la noche en la cuadra y antes de encaminarse a la sierra o al campo para trabajar.
Los caballos y las vacas son animales poco exigentes y beben en cualquier sitio, pero los burros y las cabras, requieren agua muy fresca y limpia por lo que no bebían en cualquier fuente.
Algunos burros eran sumamente reacios a beber en los pilones.
Silvestre de la Calle García, ataviado con el "traje de quintos", llevando a beber a la fuente a la burra de Andrés Jiménez y Martina Vicente.
(c) Alonso de la Calle Hidalgo.
Por la mañana y por la tarde, también se llevaban las cabras caseras para que bebiesen. Mucha gente tenía 1 ó 2 cabras para abastecerse de leche y durante la noche las encerraban en la cuadra situada en la planta baja de la casa. Por las mañanas, un cabrero las recogía y las llevaba al campo pero antes de irse tenían que beber y por la tarde lo mismo.
El cabrero iba recorriendo las calles recogiendo las cabras pero muchas veces, los vecinos de una determinada calle, las juntaban a todas al lado de la fuente en espera de la llegada del cabrero.
Así, de paso se aprovechaba para mostrar con orgullo las cabras propias y de paso "goler" sobre el estado de las cabras de los demás.
Las cabras caseras junto a la Fuente de Tía Josefa, donde un grupo de mujeres espera para coger agua. Sujeta a sus dos cabras tío Manuel Sánchez, conocido como "El Corzo".
(c) Colección Familia Sánchez Jiménez.
Acudían después las mujeres con sus cántaros para tener en casa el agua necesaria para todos los usos cotidianos. El agua se recogía en cántaros de barro y después se echaba en tinajas de barro "alvedriao" (vidriadas) por dentro que estaban situadas en los patios de las casas para mantener el agua fresca. Cuando la tinaja se iba vaciando, las mujeres volvían a la fuente.
Para tener siempre agua caliente, sobre la lumbre se tenía un caldero siempre lleno de agua.
Al ir a coger agua, solían juntarse varias mujeres en las cercanías de la fuente y mientras que una llenaba los cántaros, las otras aprovechaban para comentar los sucesos del día. Como acudían mujeres de diferentes calles, allí se enteraban de lo que pasaba en todo el pueblo sin necesidad de andar recorriendo calles.
Barriles o botijos, cántaro y calabaza. Para llevar el agua fresca al campo, se solían utilizar las calabazas por pesar mucho menos que los cacharros de barro. Aunque en Guijo sobre el agua en el campo, había quien prefería el agua fresca de las fuentes del pueblo.
(c) Alonso de la Calle Hidalgo.
También se iba a la fuente con el barril, llamado en otros sitios botijo, para tener agua fresca para beber. Aunque el agua se conservaba fresca sin problema en el barril, lo normal era ir a llenarlo antes de comer.
Tía Pilar va a la fuente para coger agua fresca con su barril, llamado en otros sitios botijo.
(c) Alonso de la Calle Hidalgo.
Como cerca de las fuentes siempre había varios poyos para sentarse, siempre había gente. Los viejos aprovechaban cuando salían a darse el paseo para sentarse junto a la fuente a "descansar". En realidad lo hacían por "goler" y enterarse de los chismes del pueblo.
Las fuentes eran un lugar muy bueno para conocer los "amoríos" de la juventud pues a veces coincidían la moza con el cántaro y el mozo que volvía del campo con la caballería para beber. A veces la conversación se alargaba a veces y los viejos que había por allí cerca, ya empezaban a cuchichear diciendo que la hija de Fulano habla con el hijo de Mengano.
Además de las fuentes públicas, en algunos huertos particulares situados dentro del pueblo, había pequeñas fuentes que incluso tenían lavaderos. En la foto inferior, vemos la fuente del huerto de tía Marceliana, que se abastece del mismo manantial que la fuente de Tía Josefa.
Tía Visita arrodillada en la tajuela y lavando con el retazo de jabón casero que ella misma elabora.
(c) Alonso de la Calle Hidalgo.
También en "Los Güertos" que durante el siglo XIX fue una finca de gran extensión perteneciente a Alonso Jiménez Esteban (1823-1877) y su esposa Isabel Pobre Esteban (1835-1883) encontramos una fuente con un precioso lavadero.
Pilón de "Los Güertos"
(c) Alonso de la Calle Hidalgo.
En este pilón, utilizado también para el regadío, aún siguen lavando las descendientes del matrimonio anterior y otras vecinas del barrio, aún siguen lavando en este pilón que se encuentra justo debajo de la casa de Martina Vicente Hernández.
(c) Alonso de la Calle Hidalgo.
Todas las fuentes tienen numerosas historias y anécdotas. Nos llevaría mucho tiempo relatar todas las anécdotas de las fuentes del Guijo de Santa Bárbara por lo que sólo mencionaremos un par de anécdotas de dos de las fuentes antes citadas y que, curiosamente, estuvieron protagonizadas por el mismo matrimonio: Cipriano Jiménez Pérez (1863-1927) y Josefa Esteban Jiménez (1869-1951)
Casados en 1888 y padres de 8 hijos llamados María de la Paz, Félix, Marceliana, Trinidad, María Esperanza, María del Amparo, Antonio y Agapito (llegaron todos a la edad adulta menos Félix que murió con un mes de vida), Cipriano y Josefa se dedicaban a la ganadería y a la agricultura, siendo además propietarios de una tahona.
Con sombrero y blusa vemos a tío Cipriano, dueño del toro de la fotografía.
Esta fotografía está tomada el 9 de septiembre de 1925 en la plaza de toros de Guijo de Santa Bárbara.
(c) Alonso de la Calle Hidalgo.
Como las vacas de tío Cipriano era algo bravías, avisaba siempre a las mujeres que estaban lavando en el pilón, sobre todo si soltaba a la más brava de todas que llevaba el nombre de SERRANA. Con su peculiar voz, pues el pobre hombre era algo tartamudo, decía: ¡Que va la Serrana!. Las mujeres, se alejaban rápido del pilón por el gran miedo que tenían a aquella enorme vaca negra y beciblanca.
Vaca Avileña beciblanca o bociblanca propiedad de Juan Manuel Yuste Apausa, de Barajas de Gredos (Ávila).
Las vacas de tío Cipriano eran muy semejantes a esta.
(c) Silvestre de la Calle García.
Pero tío Cipriano, que era además el juez de paz del pueblo, era un hombre muy bromista y a veces decía que soltaba a la Serrana y cuando las mujeres habían dejado los cestos con la ropa y habían corrido lejos del pilón decía:
- Bueno, mejor la suelto cuando os vayáis.
Pero cuando las mujeres estaban tranquilamente lavando de nuevo, soltaba a la vaca y decía:
- ¡Ahora sí que va! Es que me tengo que ir a arreglar un pleito.
Las cosas de tío Cipriano.
La Fuente de El Llano con sus pilas y pilón o lavadero, donde tío Cipriano llevaba sus vacas para que bebiesen durante los fríos días de invierno.
(c) Alonso de la Calle Hidalgo.
Por su parte, tía Josefa se hacía cargo de la tahona familiar, de la casa, de su nutrida prole y de los viejos de la familia. Tenía su tahona justo enfrente de la Fuente del Monge. Había sido de su abuelo Antonio Jiménez García (1810-1898), más conocido como el "Agüelo Viejo" pero ahora era de su propiedad.
Se pasaba el día cogiendo cántaros de agua en la fuente para amasar el pan y para fregar los cacharros de hacer los dulces por lo que cada vez que iba alguien a por agua a la fuente, allí estaba tía Josefa.
La gente empezó a decir:
- Esta parece ya la FUENTE DE TÍA JOSEFA.
Y lo que empezó como chascarrillo gracioso, se convirtió en realidad, olvidándose el nombre original de la fuente y pasando a ser conocida desde principios del siglo XX con el nombre de esta buena mujer.
Aún hoy, todos los guijeños conocemos esta fuente con ese nombre, aunque junto a ella, lamentablemente, no haya colocada una plaquita conmemorativa que recuerde a esta mujer y que permita sobre todo a los turistas que visitan nuestro bello pueblo conocer un retazo de nuestra milenaria historia.
Josefa Esteban Jiménez (Sentada) junto a su hija Trinidad Jiménez Esteban, maestra nacional.
(c) Alonso de la Calle Hidalgo.
Tía Josefa merece ser recordada entre otras cosas porque fue ella la que cuando fallecieron sus abuelos Antonio y Josefa, más conocidos como los "Agüelos Viejos", amasó, coció y regaló pan para los pobres de Guijo de Santa Bárbara y de Jarandilla de la Vera. Sus abuelos siempre le habían comentado ese deseo y ella se encargó de cumplirlo.
A lo largo de los años que tuvo abierta la tahona, hasta la muerte de su marido en 1927, tía Josefa repartió mucho pan a los vecinos del pueblo y cuando no podían pagarlo, se lo daba sin ningún problema, especialmente si tenían niños pequeños.
Era un ejemplo de mujer de pueblo. Trabajadora en casa y en el campo, esposa y madre ejemplar y una profunda cristiana vieja que dejaba lo que estaba haciendo por ir a Misa todos los días.
Sentada en el suelo y vestida de negro a la derecha de esta fotografía, vemos a TÍA JOSEFA, acompañada de algunas de sus hijas y nietas y de numerosos familiares. Era una mujer muy querida por todos sus familiares, que venían a verla desde otros pueblos como Oropesa (Toledo).
En la parte superior derecha de la imagen, podemos ver la torre de la iglesia.
Fotografía realizada en 1933.
(c) Alonso de la Calle Hidalgo.
Sin duda, una de las grandes mujeres de la historia guijeña y que, lamentablemente, es poco recordada ya.
Sirva este artículo sobre las fuentes, de particular homenaje a la buena de TÍA JOSEFA.
(c) Alonso de la Calle Hidalgo.
Actualmente, el Guijo cuenta con muchas otras fuentes además de las citadas. Veamos algunas de ellas.
- Fuente del Médico o de Don Marino.
Situada al principio de la Calle Carretera Nueva, recibe este nombre por encontrarse frente a la casa en la que vivió Don Marino, médico del pueblo.
Fuente del Médico o de Don Marino.
(c) Alonso de la Calle Hidalgo.
El agua que rebosa de esta fuente, permite llenar un precioso pilón (aunque la entrada y salida del agua dejen mucho que desear estéticamente hablando) que consiste en una pila tallada en piedra que, a juicio del sacerdote D. Marco Antonio Santos García, bien pudiera ser un antiguo sarcófago o tumba visigoda.
Los pilones ya apenas tienen uso, pero antiguamente eran fundamentales para el numeroso ganado que recorría las calles del pueblo.
- Fuente de La Plazolilla.
Situada en la Plazuela de Santa Bárbara o Plazolilla, fue reconstruida hace pocos años. Arriba vemos su aspecto actual y abajo su aspecto original.
Aspecto actual
(c) Alonso de la Calle Hidalgo.
Aspecto original.
(c) Alonso de la Calle Hidalgo.
- Fuente de El Pueblo.
Situada en el centro del pueblo, de ahí su nombre. Es y ha sido desde hace muchos años la fuente más utilizada para coger agua para beber.
Realmente, podemos considerar que es la Fuente de La Plaza de la que hablaba el Doctor Castro en 1899 puesto que es el resultado del encauzamiento de ese y otros manantiales cercanos.
A día de hoy es aún un importante centro de reunión pues junto a ella hay cómodos poyos para sentarse.
Al encontrarse actualmente cerca de la tienda, de la panadería y de la farmacia, es uno de los lugares del pueblo más concurridos por las mañanas.
Los caños del pilón ya son de agua de la red de abastecimiento pero el caño pequeño sigue siendo de manantial y su agua es exquisita. Cada día mucha es la gente que va con sus barriles o botijos (cada vez menos) o con garrafas a coger agua fresca para beber, viendo incluso gente de pueblos cercanos.
(c) Alonso de la Calle Hidalgo.
En el invierno de 1947 a 1948 una terrible sequía azotó el pueblo. Apenas llovió y las temperaturas fueron asombrosamente altas hasta el punto de que la lana de las ovejas, por entonces muy numerosas en el pueblo, apenas creció.
La Fuente de El Pueblo manaba muy poco y se organizaban grandes colas coger agua.
Las mujeres aprovechaban los ratos de espera para comentar los sucesos del día y para lamentarse una y otra vez por la penosa situación.
(c) Alonso de la Calle Hidalgo.
- Fuente de La Plaza de los Corredores.
En Guijo de Santa Bárbara, la palabra corredor o "correor" designa al balcón que ocupa toda la fachada pero sin producirse retranqueo del muro, pues en ese caso sería una solana.
La Plaza de los Corredores recibe este nombre por el corredor que había en el edificio de las antiguas escuelas, donde hoy se encuentra el ayuntamiento y que consta de dos maravillosos corredores.
Esta fuente consta de un pilón principal y de una serie de pequeñas pilas que van desembocando unas en otras.
En otro tiempo fue una de las fuentes más utilizadas por encontrarse frente a la casa de Ángel de la Calle Jiménez (1896-1975) y su esposa Justina Vicente Burcio (1902-1971) propietarios de un bar y de una fábrica de gaseosas.
Al encontrarse cerca de la escuela, los niños bebían de ella durante el recreo.
Al fondo la Fuente de los Corredores.
(c) Daniel de la Calle Vicente.
El agua que rebosa de la fuente anterior, es encauzada y llevada hasta este otro pilón, situado frente a la casilla de Pepe Hidalgo. Esta fuente tenía un larguísimo pilón que fue remodelado hace algunos años.
Hoy carece de importancia, pero por encontrarse en una zona donde antaño había muchísimas cuadras, fue hasta unos años muy utilizada por el ganado, en particular por las vacas lecheras que bebían en ella todas las tardes al regresar al pueblo de los prados cercanos.
- El Lavadero o Lavadero de Arriba.
Situado al final de la calle homónima, cuenta con un par de pilas y un pilón utilizado como lavadero.
Posiblemente, y dado que se llama simplemente El Lavadero y sin otro nombre, se trate del más antiguo de los existentes en el pueblo.
Existía ya en 1816 cuando el pueblo se independizó de Jarandilla. Entre los vecinos de esta calle en aquel momento, figuraban Alonso Jiménez Ovejero y su esposa Francisca García Jiménez, padres de Antonio Jiménez García, que sería "Abuelo Viejo".
(c) Alonso de la Calle Hidalgo.
Aspecto de El Lavadero de Arriba.
(c) Alonso de la Calle Hidalgo.
Este lavadero, pese a encontrarse en una zona con pocos vecinos, sigue siendo aún utilizado para lavar la ropa pues está muy bien conservado y sus aguas son muy limpias aunque a veces excesivamente frías.
Tía Visita con el cesto de la ropa en el Lavadero de Arriba.
(c) Alonso de la Calle Hidalgo.
- Fuente de la Plaza de Don Antonio o del Abuelo Viejo.
Situada en la antigua Plaza del Tejar, hoy de don Antonio, dedicada a don Antonio Jiménez García (1810-1898).
Este pastor que fue además escribiente, secretario municipal, alcalde, diputado provincial y caballero de la Real Orden de Carlos III, construyó en 1878 el edificio de las escuelas, biblioteca y casa de los maestros, en el emplazamiento que ocupa el ayuntamiento actual. Por ese motivo, la plaza lleva su nombre.
Antonio Jiménez García "el Agüelo Viejo" que, entre otras muchas cosas se preocupó por solucionar el todo momento los problemas de aprovechamiento y regulación de las aguas del municipio.
Retrato pintado por Francisco Martín Rivera.
En 2016, con motivo del bicentenario de la Independencia de Guijo de Santa Bárbara, hasta ese momento llamado barrio del Guijo de Jarandilla y perteneciente a la villa de Jarandilla de la Vera, se colocó sobre la fuente una escultura obra del artista local Carlos Díaz Fernández.
Esta fuente es relativamente moderna y tiene más bien un fin decorativo aunque hasta hace unos años, las mujeres que vivían en esta plaza, hoy prácticamente deshabitada por desgracia, solían llenar los cubos de agua en el pilón de la fuente para regar las flores y para la limpieza de la casa.
Fuente de la Plaza de Don Antonio.
(c) Alonso de la Calle Hidalgo.
Terminamos este artículo con una fotografía de tía Visita cogiendo agua en el barril en la fuente de TÍA JOSEFA. Fuente de manantial que tiene un agua muy fresquita.
La Fuente de tía Josefa.
(c) Alonso de la Calle Hidalgo.
Supongo que muchos os estaréis preguntando si yo tengo algo que ver con tía Josefa y tía Visita para hablar tanto de ellas en este artículo. Habéis acertado.
Tía Josefa era mi tatarabuela. Era la abuela de mi abuelo paterno Antonio Leandro de la Calle Jiménez (nacido en 1924) que, a su vez es el marido de mi abuela Visitación Hidalgo Burcio (nacida en 1927).
Llevan casados desde el 12 de abril de 1951 y desde 1966 han bebido todos los días de esta fuente.
Viven en la casa que fuera de la abuela Josefa y raro es el día que no nos hablan de ella.
Espero que este artículo os haya gustado y haya traído a vuestra memoria recuerdos de las fuentes del Guijo o de los pueblos desde donde leáis esto.
Mi abuela Visita camino de la fuente con el barril y el cántaro.
(c) Alonso de la Calle Hidalgo.
Fdo: Silvestre de la Calle García.
Guijo de Santa Bárbara.
Bibliografía y fuentes consultadas:
González Castro, José (1902). Estudio clínico de la epidemia de fiebre Tifoidea.
De la Calle García, Silvestre; de la Calle Hidalgo, Raquel; de la Calle Hidalgo, Alonso (2016). El Abuelo Viejo. Antonio Jiménez García.
Interesante y muy completo este artículo, Silver! Da gusto leerte
ResponderEliminarBuenos recuerdo de mis primero cántaros de agua dela plazolilla y dela de tía Josefa por vivir en el medio delas dos en la calle portugra
ResponderEliminarGracias por este momento que he pasado con estas fotos
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