lunes, 5 de abril de 2021

LA APICULTURA TRADICIONAL

 La apicultura es la actividad dedicada a la cría y cuidado de las abejas con el fin de obtener diversos productos. Aunque el principal producto apícola es la miel, también se obtienen cera, polen, jalea real y otros productos.

Abeja en una flor
(c) Alonso de la Calle Hidalgo.

Las abejas melíferas habitan en estado silvestre en toda la península Ibérica, fijando sus panales en grandes huecos de árboles y en hendiduras de las rocas. 
Desde la más remota antigüedad, el hombre ha aprovechado la miel de estas "colmenas" silvestres. Sin embargo, las abejas defienden ferozmente su colmena por lo que el hombre debía de valerse del ingenio para conseguir la preciada miel, algo complicado teniendo en cuenta que las abejas se refugiaban en lugares de difícil acceso para protegerse de los depredadores terrestres. Descubrieron aquellos primitivos recolectores que valiéndose del humo podían ahuyentar y adormecer a las abejas y coger los panales para extraer luego la preciada miel.

Detalle de una colmena de abejas silvestres en el interior de un tronco.
(c) Carlos Sánchez Burdiel.

Al principio, se limitaría a lamer simplemente los trozos de panal por lo que la miel sería un alimento estacional muy apreciado. Aún hoy culturas primitivas del mundo entero, consiguen miel de esta manera.
Inventados recipientes de piel o de cerámica, la miel podía ser conservada ya para consumirla en otros momentos.
Con la conservación de la miel en recipientes se produjo además un hecho trascendental para la historia humana: la invención de la primera bebida alcohólica conocida.
Nos referimos al hidromiel o aguamiel, bebida obtenida por fermentación de la miel mezclada con agua.

Ya en el neolítico encontramos pinturas rupestres de esta actividad pero no puede considerarse como apicultura puesto que el hombre se limitaba a "cosechar" un recurso natural sin proporcionar ningún cuidado a las abejas. Como mucho, defenderían con celo los lugares donde sabían que las abejas tenían sus escondites para evitar que otros recogiesen la miel o que se acercasen animales salvajes por allí.

Enjambre de abejas en un árbol, imagen frecuente en primavera cerca de cualquier colmenar.
(c) Santiago Álvarez Bartolomé.

La apicultura tal y como la conocemos, nace cuando el hombre inventa la primera colmena. No sabemos cómo fueron aquellas primeras colmenas aunque posiblemente fuesen troncos ahuecados como los "truébanos" asturianos. Ya que las abejas fijaban su residencia en huecos de grandes árboles, si se colocaban cerca de los emplazamientos de las abejas silvestres troncos huecos, ¿por qué no se iban a refugiar en ellos de manera natural? 
Esto ocurría a veces pero no siempre por lo que, aquel hombre que venció al miedo y cogió el primer enjambre y lo metió en una colmena, fue el "primer apicultor".

Se inventaron otros tipos de colmena como las de fibras vegetales o las de cerámica o barro dependiendo de las zonas.
En el norte de España se siguen utilizando las colmenas de tronco ahuecado ("truébanos", "cuezos"...) mientras que en el sur, se utilizan las tradicionales colmenas de corcho, fabricadas a partir de una lámina del revestimiento del alcornoque.
También se utilizan en determinadas zonas colmenas de fibras vegetales recubiertas de barro.



Arriba: colmena de tronco ahuecado, también conocido como "truébano", "cuezo".
Centro: colmena de corcho.
Abajo: Sección de una colmena de corcho.
(c) Fotografías de Alonso de la Calle Hidalgo de dibujos realizados a lápiz por Silvestre de la Calle García.

Durante miles de años, los apicultores ibéricos tuvieron un gran enemigo que les obligaba a proteger sus colmenas. Nos referimos al oso pardo.
Hoy, encontramos este gran mamífero en zonas del norte peninsular donde es muy escaso, pero en tiempos pasados se encontraba extendido por toda la península Ibérica como leemos en el célebre Libro de la Montería escrito por el rey Alfonso XI de Castilla en el siglo XIV. 
Narra el monarca sus aventuras cinegéticas en lugares como las sierras cercanas al Monasterio de Santa María de Guadalupe (actual provincia de Cáceres) donde en un sólo día avistó 10 osos, aunque sólo pudo dar caza a cuatro de ellos.
Los osos eran abundantísimos en todos los pueblos que rodean la Sierra de Gredos, donde estuvieron presentes hasta finales del siglo XVI aunque algunos pudieron sobrevivir hasta el siglo siguiente.
Hasta la autorización del uso de armas de fuego para la caza en el siglo XVI, no comenzaron a disminuir las poblaciones oseras. 


Arriba: Oso pardo.
Abajo: Jabalíes.
(c) Silvestre de la Calle García.


Los apicultores tenían que construir cercados para proteger las colmenas. Surgen así los colmenares, corrales de colmenas o cortines, recintos circulares con muros de piedra seca y una pequeña puerta que impedían la entrada de osos y jabalíes, otro gran destructor de colmenas.

Colmenar, corral de colmenas o cortín.
(c) Fotografía de Alonso de la Calle Hidalgo de un dibujo realizado a lápiz por Silvestre de la Calle García.


En el Noreste peninsular, en zonas como Burgos, Soria, Navarra o Aragón, se construían colmenares mucho más sofisticados. Se trataba de pequeños edificios de planta rectangular con cubierta de tejas o de material vegetal en cuyo interior se colocaban las colmenas en varias hileras en posición perpendicular a la línea de la fachada y en una estructura de madera que facilitaba el trabajo al apicultor. 
Estos colmenares, abejares u "ornos" (sin h), eran inexpugnables para los animales salvajes.
El nombre de "orno" deriva de arna o colmena.




Arriba: Colmenar u orno en la localidad soriana de Judes. (c) Santiago Álvarez Bartolomé.
Centro: Colmenar con cubierta vegetal.
Abajo: Colmena de barro típica del País Vasco y Navarra para colocar dentro de los colmenares. (c) Javier Bernal.

Los colmenares de ambos tipos presentan ventajas e inconvenientes. Los del primer tipo, que podríamos definir como "a cielo abierto", presentan la ventaja de poder manejar muy fácilmente las colmenas y realizar con ellas la trashumancia, actividad realmente importante en algunas regiones como la comarca cacereña de Las Hurdes.
Sin embargo, en los colmenares "techados", las abejas están más protegidas de las inclemencias meteorológicas.

Actualmente, la mayoría de las explotaciones apícolas actuales, sean profesionales o simplemente para consumo propio, utilizan modernas colmenas comerciales de forma cuadrada y fabricadas con madera y tapa protegida por una chapa que son muy fáciles de manejar y seguras para las abejas.
Los colmenares se protegen con vallas metálicas.

La trashumancia de colmenas es una actividad muy extendida que no sólo beneficia a los apicultores y a sus abejas sino que también beneficia a los agricultores y ganaderos por la importante labor polinizadora de las abejas.





Arriba: Colmenas modernas.
Centro: Colmenas modernas cuyas tapas están aseguradas con piedras, algo importante para proteger a las abejas si hay animales en la zona.
Abajo: Núcleos artesanales para cazar enjambres.
(c) Santiago Álvarez Bartolomé.

Como decíamos antes, de las abejas se obtienen diferentes productos pero nosotros nos centraremos en la miel y la cera por ser los más representativos.


Tarro de miel de flores producida en El Barco de Ávila.
(c) Carlos Sánchez Burdiel.

La miel es una sustancia dulce producida por las abejas a partir del néctar de las flores. Las abejas recogen, transforman, depositan y almacenan la miel en sus colmenas para que madure.
Podemos dividir las mieles en dos grandes categorías:
- Miel monofloral.
- Miel multifloral o "miel de flores".
En el primer caso, las abejas elaboran la miel a partir de un tipo concreto de flor: miel de brezo, de jara, de tomillo, de romero, de eucalipto, de encina...
En el segundo caso, la miel es elaborada a partir de una amplia gama de especies botánicas por lo que su sabor y propiedades pueden variar mucho.

Detalle del interior de un orno en  un colmenar tradicional. Judes (Soria). 
(c) Santiago Álvarez Bartolomé.


La miel es un alimento muy valorado desde antiguo. Para las sociedades primitivas sigue siendo muy importante la recolección de miel silvestre. 
Para las primeras sociedades neolíticas que, a menudo vivían de forma nómada y dedicadas principalmente al pastoreo, la recolección de la miel era un acontecimiento anual de gran importancia y puesto que su dieta se basaba fundamentalmente en productos ganaderos, la miel les aportaba una serie de nutrientes y vitaminas imprescindibles al consumir pocos vegetales. Esto lo vemos muy bien incluso en La Biblia las múltiples ocasiones en las que se habla de la Tierra Prometida diciendo que es una tierra que mana leche y miel, alimento básico de aquellos pastores.

Además de sus cualidades como edulcorante e ingrediente de repostería y cocina en general, la miel posee numerosas virtudes medicinales conocidas y apreciadas desde la antigüedad para tratar afecciones respiratorias y de otro tipo.

Extrayendo la miel.
(c) Santiago Álvarez Bartolomé.



La cera es una sustancia grasa que segregan las abejas y que mezclan con polen y propóleos para construir sus panales.
Un panal de abejas es una auténtica "obra de ingeniería" absolutamente perfecta, compuesta por miles de celdillas hexagonales absolutamente idénticas en las que las abejas almacenan la miel y donde la abeja reina pone los huevos para que se desarrollen las larvas que se convertirán en futuras abejas obreras, zánganos (machos) y nuevas reinas.

Cuadro tipo Layens que facilita el trabajo de abejas y apicultores.
(c) Santiago Álvarez Bartolomé.

Utilizada para diversos fines desde antiguo, el principal uso de la cera a lo largo de la historia ha sido la producción de velas para la iluminación. Cualquier sustancia grasa es susceptible de ser utilizada para el alumbrado pero la cera tiene la ventaja de producir una llama clara y limpia, sin apenas humo y sin malos olores, algo muy importante en el pasado cuando las velas se utilizaban para iluminar espacios interiores muy oscuros en los que había que utilizar un gran número de velas.
Fue durante la Edad Media cuando la demanda de cera aumentó en nuestra Península al construirse los grandes castillos y especialmente los enormes monasterios en los que los monjes necesitaban mucha luz para escribir.

Aunque a nivel civil, la invención de la electricidad acabó con el uso de las velas de cera, en la liturgia católica aún se siguen empleando. Precisamente este pasado fin de semana, con motivo de la celebración de la Pascua, se han bendecido en todas las parroquias del mundo los Cirios Pascuales que necesariamente tienen que ser de cera de abeja pues si no, el magnífico canto del Pregón Pascual perdería su sentido.

Una vez obtenida la miel, la cera se funde y se purifica. Se deja enfriar para formar grandes tortas de cera que facilitan su conservación y almacenamiento hasta el momento de su uso.
(c) Santiago Álvarez Bartolomé.


Hoy la cera se utiliza además en la industria de los cosméticos y para la fabricación de diversos productos para el tratamiento de maderas. 

LA APICULTURA EN LA SIERRA DE GREDOS.

En la Sierra de Gredos, que como sabéis muchos es desde donde se escribe este blog, la apicultura ha sido a lo largo de la historia una actividad de subsistencia que, salvo raras excepciones, no ha servido más que como complemento económico de otras actividades agropecuarias dada la gran diversidad de recursos que ofrece nuestra Sierra.

Colmenas de corcho, muy comunes en el sur de España.
(c) Javier Bernal.


Aquí no se cumple ese refrán tan popular de la cercana comarca de Las Hurdes: Quién en Las Hurdes quiera habitar, en cabras y colmenas ha de tratar.
En otro tiempo, Las Hurdes eran una zona de difícil acceso y su abrupto relieve hacía que las actividades más rentables fuesen la cría de cabras y la apicultura. 
Este dicho puede aplicarse a otras regiones españolas como La Alcarria (Guadalajara-Cuenca), las Villuercas-Ibores (Cáceres), la Cabrera (León)....

Hoy, esto ha cambiado totalmente. La comarca de Las Hurdes tiene una maravillosa red de carreteras y, aunque las cabras han desaparecido casi por completo, la apicultura es una actividad de grandísima importancia y de la que dependen muchas familias hurdanas como nos cuenta la maestra de Nuñomoral doña Rocío de la Calle García, quien lleva ya media década en esta comarca cacereña ejerciendo su magisterio.

Piara de cabras cerca del Chorro de la Meancera, en el Gasco (Nuñomoral), uno de los lugares más bellos de la comarca de Las Hurdes y que es una visita obligada para los turistas.
(c) Silvestre de la Calle García.

Aquí en Gredos tenemos la Vaca Avileña, la cabra Verata, la Judía del Barco, la Cereza del Valle del Jerte y de El Hornillo, el Pimentón de La Vera y de Candeleda, el Aceite del Barranco de las Cinco Villas, los Higos de Poyales y Madrigal de la Vera, las Castañas de Cuevas del Valle.... y por supuestísimo la abundante caza en la que la cabra montés de Gredos es la reina y señora.
Con semejante variedad de recursos, las pobres abejas han sido siempre las grandes olvidadas.

Vaca Avileña, la principal fuente de riqueza de la Sierra de Gredos.
(c) Juan Manuel Yuste Apausa.

No obstante, contamos con valiosos testimonios escritos de su explotación en el pasado. Hemos elegido para que nos sirva de ejemplo el Catastro del Marqués de la Ensenada, de 1752 y en concreto las preguntas correspondientes a la noble villa de El Barco de Ávila.

El Castillo de Valdecorneja se yergue sobre una colina que controla el río Tormes y la Sierra de Gredos en la localidad de El Barco de Ávila (Ávila)
(c) Silvestre de la Calle García.



19º Si hay Colmenas en el Término, quántas y a quién pertenecen.

A la diez y nueve respondieron, que en el término desta Villa hay veinte y siete colmenas:
Las diez y nueve de Manuel Martín Bautista.
Dos de Bernardino Antonio González Talavera.
Dos de Joseph Trigueros
Y las quatro restantes de Lucas Garzía Álvarez, vezino de esta Villa.

32º Si en el Pueblo hay algún Tendero de Paños, Ropas de Oro, Plata y Seda, LIenzos, Especiería u otras Mercadurías, Médicos, Cirujanos, Boticarios, Excrivanos, Arrieros, etc...y qué ganancias se regula pueden tener cada uno al año.
....

Que hay un zerero al qual por su oficio, le regulan de utilidad quinientos reales, el cual es Manuel Alphonso Urueña. 

    Lo que leemos en estas dos preguntas del Catastro, nos sirve para ilustrar la situación de todos los pueblos de Gredos. Las colmenas era un complemento económico. 

La Puerta del Ahorcado, monumento icónico de la villa de El Barco de Ávila
(c) Silvestre de la Calle García.

Por ejemplo Manuel Martín Bautista, pese a tener 19 colmenas, centraba su actividad en el ganado vacuno, siendo propietario de 33 vacas, pero además de eso era administrador de la renta del tabaco por lo cual, cobraba 3300 reales anuales, y además era administrador de la pólvora y munición, por lo que cobraba otros 60 reales.

Bernardino Antonio González Talavera era escribano de número y rentas, por lo que recibía 5000 reales anuales más otros 208 reales por la administración de diversas capellanías.

Joseph Trigueros era en cambio una persona humilde para quien sus dos colmenas sí que debieron tener cierta importancia.

Lucas Garczía Álvarez era uno de los grandes ricos del pueblo. Recibía las siguientes utilidades:
- Por fabricante de paños: 696 reales.
- Por tratante de lanas: 19500 reales.
- Por la administración de Mayorazgos: 600 reales.
Total: 20796 reales.
Tenía además 5 cabras. 

Respecto al cerero Manuel Alphonso Urueña, su actividad era también un complemento más puesto que recibía también utilidades o beneficios por los siguientes conceptos:
- Por ser regidor perpetuo: 310 reales.
- Por la administración de 12 mayorazgos y capellanías: 1988 reales.
- Por la venta de naipes: 26 reales.
- Por su oficio de cerero: 500 reales.
Total: 2824 reales. 

Como vemos, tanto los apicultores, quizás a excepción de Joseph Trigueros, como el cerero de la villa barcense, no vivían directamente de las abejas. 

Esto mismo puede hacerse extensible antes y ahora a todos los pueblos de la Sierra, donde la apicultura es una actividad de recreo o un complemento de actividades agropecuarias diversas.

La gran riqueza botánica de la Sierra de Gredos, la convierte en una región apícola de gran interés aunque lamentablemente no se aproveche esta situación.
Alrededores de El Tremedal, Solana de Ávila.
(c) Silvestre de la Calle García.


LA APICULTURA EN GUIJO DE SANTA BÁRBARA

Añadiremos ya para terminar, unas breves anotaciones sobre la apicultura en mi pueblo. 
Aquí hemos sito tradicionalmente como aquellos recolectores del neolítico. Pondré como ejemplo lo que hacían dos tatarabuelos míos: Juan García Hernández (Nava del Barco 1864 - Guijo de Santa Bárbara 1927) y Esteban García Castañares (Guijo de Santa Bárbara 1873 - Jarandilla de la Vera 1952).
Ambos eran cabreros y cuando iban de careo con sus piaras de cabras por la sierra, se fijaban en todos los árboles y canchales en cuya cercanía revoloteaban las abejas. Localizado el panal y rezando para que jabalíes y tejones no lo encontrasen, esperaban el momento propio para ir con un puchero y recoger unos trozos de panal sin "esquilmar" (dejar sin nada) a las abejas para que pudieran alimentarse.
A veces, la colmena estaba en el tronco hueco de algún roble o encina por lo que había que hacer unos cortes con la "sigureja" (hacha pequeña) para poder extraer el panal.

Detalle de los cortes realizados en la base de un roble en el paraje guijeño de Las Estajuelas. 
(c) Silvestre de la Calle García.


Ya en casa, los trozos de panal se metían en un "talego" (bolsa de tela) y se apretaba poco a poco para que la miel fuese escurriendo a una cazuela de barro desde la que se pasaba a una tinajilla sobre la que se había colocado una "manga" (colador de tela) para eliminar cualquier impureza.

Con un procedimiento semejante al que se ve en la fotografía, obtenían mis tatarabuelas la miel de los trozos de panal que sus maridos cogían en la sierra.
(c) Javier Bernal.

El proceso se repetía varias veces hasta tratar de llenar la tinajilla, que se colocaba en un lugar alto de la casa para que estuviese protegida del depredador más temible de la miel en una casa: el niño.
No siempre conseguían esto, porque a veces aún colgando las tinajillas con fuertes cuerdas en el techo, mi abuelo conseguía romper la tinajilla y comerse la miel con la consiguiente bronca de las abuelas Vicenta y Quintina.

"Tinajilla de la miel", vasija típica de todas las casas guijeñas
(c) Silvestre de la Calle García.

En cuanto a las colmenas propiamente dichas, se limitaban a algún corcho para el consumo familiar, pero era algo muy raro.

Sin embargo, en los años 80 del pasado siglo sí que existió una explotación apícola de cierta importancia con unas 60 colmenas perteneciente a los socios Alonso de la Calle Hidalgo, Gabriel Vidal Bermejo y José Rodríguez Durán, quienes comercializaban la miel bajo el slogan: "Se vende güena miel".

En mi pueblo, además de utilizarse para endulzar la miel o el café (que sólo era bebido por los ricos), se empleaba como ingrediente del jarabe de los catarros, consistente en un cocimiento de higos secos, laurel y tomillo, que se toma tres veces al día endulzado con miel y es infalible para cualquier catarro.

Pero además, es el ingrediente básico de una de las joyas de la gastronomía guijeña: el ALFAJOR. 
Se trata de una especie de turrón elaborado con miel, azúcar, nueces (puede llevar también almendras y/o avellanas), pan tostado, zumo de naranja, canela y agua. La masa resultante se calienta al fuego sin que cueza mucho para que no se oscurezca en exceso y después se extiende sobre obleas que se tapan con otra oblea.
Se consume en Navidad aunque puede conservarse todo el año. 
Pese a que cada vez hay más dulces en Navidad, en ninguna casa guijeña se deja de elaborar el alfajor, reuniéndose toda la familia durante varios días para ir machando las nueces y recordando historias de otras navidades.




Tía Visita Hidalgo y su nuera Vicenta García elaboran el tradicional alfajor guijeño.
(c) Silvestre de la Calle García.


A MODO DE EPÍLOGO
Valoramos a la laboriosa abeja por sus producciones pero no hemos hablado aún de lo más importante.
La abeja no es un mero animal de producción sino que es un eslabón vital de toda cadena alimenticia puesto que es el principal polinizador de las plantas, lo que permite la supervivencia de las mismas y por lo tanto que sirvan de alimento a los herbívoros, entre ellos nosotros.
Está científicamente comprobado que cualquier cultivo produce más si hay abejas cerca, debido a que la polinización se realiza de manera más satisfactoria, lo cual es particularmente importante en los frutales, a excepción de las higueras, pero eso es otro cantar.

La abeja es un polinizador de grandísima importancia.
(c) Alonso de la Calle Hidalgo.

Pongamos un ejemplo: LA DEHESA.
La dehesa es un sistema agrosilvopastoral en el que se combinan la producción agrícola (cereales, leguminosas...), silvícola (madera, corcho, leña..) y ganadero (pastos, bellotas, ramón...)
Pero es que además de eso, es un verdadero ecosistema en el que encontramos una gran biodiversidad.
La base de todo este sistema son los árboles, fundamentalmente especies del género Quercus como la encina, el alcornoque, el quejigo, el roble melojo...
Pero estas especies necesitan ser polinizadas siendo clave la acción de las abejas. Una buena polinización supondrá una buena producción de bellotas que alimentarán tanto a animales domésticos como salvajes que contribuirán al abonado del terreno permitiendo el crecimiento de pastos que les sirven de alimento y el ciclo se va repitiendo una y otra vez.
Las abejas producen en las dehesas un gran beneficio a todas las especies y además, producen miel de encina entre otras.

Fijaos en la importancia de la pequeña abeja pues de su labor depende hasta que nos comamos un buen jamón ibérico o un chuletón de retinto.

Las encinas de una dehesa con abejas, tendrán mayor producción de bellotas, lo que serán excelente para los cerdos y otros animales.
(c) Miguel Alba.


Fdo: Silvestre de la Calle García
Técnico Forestal
Guijo de Santa Bárbara

Bibliografía y fuentes consultadas.

- Alfonso XI de Castilla (siglo XIV): Libro de la Montería. (Edición de Argote de Molina, Gonzalo. 1582).

- Hernández Pierna, Juan (1997). El Barco de Ávila en el siglo XVIII. Población y urbanismo. Institución Gran Duque de Alba.

- Entrevistas realizadas a Nicolasa Sánchez y Juan García, ganaderos de Guijo de Santa Bárbara.

Agradecimientos:
- Alonso de la Calle Hidalgo.
- Santiago Álvarez Bartolomé.
- Carlos Sánchez Burdiel.
- Javier Bernal.
- Juan Manuel Yuste Apausa.
- Miguel Alba.






2 comentarios:

PRADOS Y DEHESAS: LAS VACAS EN PRIMAVERA

La primavera es una época de gran esplendor en nuestras latitudes, especialmente para los mamíferos herbívoros que, gracias a la abundancia ...