LAS CABALLERÍAS DE LABOR
Durante
siglos, los caballos, burros y mulos han sido fundamentales para la realización
de los diferentes trabajos agrícolas así como para el transporte de personas y
mercancías.
En la Sierra
de Gredos, las caballerías mayores (caballos y mulos) y menores (burros),
conocidas a menudo con el genérico nombre de “bestias”, eran muy abundantes.
En
todas las casas había como mínimo una caballería, siendo muchas las familias
que tenían 2 ó más, siendo frecuente la convivencia de 2 e incluso de las tres especies citadas.
Si se tenía que trabajar mucho, se preferían los mulos y si tenían que manejarlos mujeres, niños y ancianos, se preferían los burros.
Los caballos, a menudo se reservaban como animales de montura y las yeguas se destinaban a la crianza.
En muchas zonas, las cargas sólo pueden transportarse con caballerías.
Antonio Leandro de la Calle Jiménez en el Camino de Santonuncio.
Guijo de Santa Bárbara (Cáceres)
(c) Alonso de la Calle Hidalgo.
Gonzalo Vicente Rodríguez trillando cebada en la Era de Abajo del Llano.
Guijo de Santa Bárbara (Cáceres)
(c) Alonso de la Calle Hidalgo.
José Miguel Jiménez Díaz arando con su caballo.
Guijo de Santa Bárbara (Cáceres).
Antes de que las carreteras comunicasen los pueblos y aún después de que ocurriera este hecho y se generalizase el uso de vehículos a motor, la forma más eficaz y rápida de desplazarse y transportar poca carga, era a lomos de caballos, burros y mulos.
Sin embargo, con las carreteras ya podían circular con facilidad los carros tirados por bueyes y, en mucha menor medida, por mulos y burros.
Los carros tirados por una sola caballería, fueron prácticamente desconocidos en Gredos, salvo contadas excepciones.
Simón Jiménez Jiménez con su caballo cargado.
Guijo de Santa Bárbara (Cáceres)
(c) Alonso de la Calle Hidalgo.
Las
caballerías de labor tenían el mismo valor que puede tener hoy un coche, e
incluso más si hablamos de yeguas y burras puesto que además de trabajar,
proporcionaban anualmente una cría cuya venta generaba importantes ingresos
para la familia. Era frecuente cubrir a las yeguas y burras de “el contrario”,
es decir, de burro o caballo respectivamente para así obtener los mulos, que
eran muy valorados.
Las cuadras
para las caballerías estaban situadas al lado o en el interior de la propia
vivienda, con el fin de tener vigilados a los animales y poder atenderlos
adecuadamente durante la noche cuando hacía mal tiempo o estaban enfermos.
En las cuadras, junto al cerdo de la matanza, la cabra o vaca de leche y las gallinas, pasaba la noche la caballería de la familia.
Las cuadras se encontraban muchas veces en la planta baja de las casas, por lo que las puertas solían ser muy anchas.
Puerta de la casa tía Antonia Vidal Santos.
Guijo de Santa Bárbara (Cáceres).
(c) Silvestre de la Calle García.
La
abundancia de caballerías, generaba una serie de puestos de trabajo asociados a
estos animales: herreros y herradores, albarderos, esquiladores… puesto que
todo buen ganadero o labrador se preocupaba de mantener en perfecto estado a
sus animales.
Podríamos decir, que estos trabajadores equivalían en aquella época a los talleres automovilísticos de hoy.
Cuando se esquilaban las bestias en primavera, se aprovechaba para hacer vistosos dibujos con la tijera en el pelo.
(c) Javier Bernal.
Cuando los
caballos, burros y mulos se tenían en las casas y cuadras dentro de los pueblos,
en aquella época en las que las calles no estaban asfaltadas o cementadas sino que
el pavimento era de piedras, cada mañana resonaban las herraduras de las
bestias camino del campo, sirviendo de despertador al vecindario. Se conocía a
la perfección quién iba por la calle porque cada caballería tenía un paso
particular e inconfundible.
Pero poco a
poco las carreteras fueron llegando a los pueblos y las callejas que
comunicaban las pequeñas parcelas de cultivo, se convirtieron en caminos aptos
para vehículos y maquinarias. También la emigración a las ciudades provocó un
descenso espectacular del número de caballerías.
No obstante, la gente más mayor o aquellos que tenían fincas a las que no se podía acceder con vehículos, mantuvieron las caballerías de labor.
Juan García García con su yegua cargada de tabaco.
Guijo de Santa Bárbara (Cáceres)
(c) Alonso de la Calle Hidalgo.
Las
caballerías dejaron de utilizarse. Los mulos fueron los más afectados al ser
animales “improductivos” en cuanto a reproducción se refiere. Yeguas y burras
consiguieron resistir aunque el precio de las crías era cada vez menor, lo que
motivó que muchos ganaderos dejasen de criar.
Ángel de la Calle Vicente arrastrando madera con su mulo.
Guijo de Santa Bárbara (Cáceres)
(c) Silvestre de la Calle García.
Los vaqueros
trashumantes se convirtieron en los defensores del caballo, al utilizarlo como
medio de transporte. Ya no eran necesarios para desplazarse a las dehesas, pero
sí eran necesarios durante los recorridos trashumantes y para desplazarse por
la sierra y subir comida al ganado.
Felipe de la Calle Vicente, vaquero trashumante, con su caballo.
Guijo de Santa Bárbara (Cáceres)
(c) Alonso de la Calle Hidalgo.
Miguel Jiménez de la Calle, vaquero trashumante de Guijo de Santa Bárbara (Cáceres)
(c) Olga de la Calle Santos.
Algunos
ganaderos optaron por seguir criando potros pero ya no para vida sino para la
producción de carne. Se importaron sementales de razas especializadas y también
yeguas selectas. Tradicionalmente, en la Sierra de Gredos, la carne de caballo,
burro y mulo se consumía sólo de manera esporádica cuando algún animal se
accidentaba y había que sacrificarlo, aunque ocasionalmente, algún ganadero
acomodado sacrificaba algún buche (burro joven) para consumir su exquisita
carne.
Yeguas y potros de carne en la feria de Navarredonda de Gredos (Ávila).
(c) Silvestre de la Calle García.
Actualmente,
quedan bastantes caballos en la Sierra de Gredos, utilizándose como montura
tanto en el ámbito particular como para realizar rutas ecuestres por parte de empresas especializadas.
Los ganaderos aún los siguen utilizando para subir a la sierra durante el verano y para realizar algunos trabajos.
Teodoro Pérez Vidal "Serrano" con su caballo cargado de leña.
Guijo de Santa Bárbara (Cáceres).
(c) Puri Castañares Vidal.
Los burros son mantenidos por gente mayor y algún labrador o
ganadero joven que los utiliza para trabajar y evitar que se pierdan las antiguas tradiciones.
Víctor Jiménez Candeleda arando con su yunta de burros.
Navacepeda de Tormes (Ávila).
(c) Silvestre de la Calle García.
Yunta de burros con carro de leña.
Casas del Puerto de Villatoro (Ávila)
(c) Alexis Hernández Llorente.
Los mulos, finalmente, son cada vez más difíciles de ver aunque todavía quedan entusiastas defensores de este animal quienes lo utilizan para trabajar o como montura.
Raúl Jiménez Jiménez, arriero de Guijo de Santa Bárbara, a lomos de su mulo.
(c) Alonso de la Calle Hidalgo.
Aunque ya no son necesarias para el trabajo, las caballerías merecen un reconocimiento por haber formado parte fundamental de la vida de nuestros antepasados.
Afortunadamente son muchos los que las siguen manteniendo e incluso utilizando para realizar diversos trabajos o como animales de montura y compañía.
Ojalá nunca dejen de resonar en nuestros pueblos los relinchos y los rebuznos de las caballerías y que de vez en cuando se alegren nuestras calles con el resonar de las herraduras.
Terminamos con este maravilloso vídeo grabado por Javier Bernal y que tanto gusta a los seguidores del blog.
Fdo: Silvestre de la Calle García.
Técnico Forestal.
Guijo de Santa Bárbara (Cáceres).
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