LOS SENAGÜILLAS: UNA FAMILIA GANADERA
Hoy en EL CUADERNO DE SILVESTRE rendiremos homenaje a una familia muy especial de Guijo de Santa Bárbara (Cáceres). Una familia de cabreros, vaqueros y empresarios, cuyos patriarcas fueron ejemplo de lucha y superación.
Nos referimos a la mítica familia de LOS SENAGÜILLAS.
Os animo a leer este artículo tanto si sois de Guijo de Santa Bárbara como si lo leéis desde cualquier otro lugar de España y del mundo, porque es clave para entender ciertos aspectos de la historia y la cultura de este pueblecito extremeño.
Arriba a la izquierda: Tía Justina y tío Ángel.
Arriba a la derecha: Tío Ángel y tía Justina con sus hijos en 1942.
Abajo: cabras (izquierda) y vaca suiza (derecha).
Surge esta importante familia del matrimonio formado por Ángel de la Calle Jiménez (1896-1975) y Justina Vicente Burcio (1902-1971), conocidos respectivamente como "El Senagüillas" y "La Galleguina".
Ambos descendían de importantes familias guijeñas propietarias de extensas tierras de cultivo y de grandes piaras de ganado, ocupando además cargos en el gobierno municipal, en la Administración de la Sierra e incluso en la iglesia parroquial, al haber sido varios de sus miembros sacristanes.
Doña Juana García de Aguilar y Martín.
Una de las mujeres más influyentes de la historia del Guijo.
Esta ilustre mujer, era hermana María Asución (abuela de Ángel) y de Benito (bisabuelo de Justina).
Retrato pintado por Francisco Martín Rivera, primo político de Ángel.
Ángel de la Calle Jiménez nació el 23 de noviembre de 1896, siendo hijo de Andrés de la Calle y García de Aguilar (1866-1943) y de Marcelina Jiménez Pobre (1871-1899), la cual falleció víctima de una de las terribles epidemias de fiebre tifoidea que asolaban la población.
Ángel era nieto por línea paterna de Antonio Marcos de la Calle Rosado (1825-1914) y de María Asunción García de Aguilar y Martín (1825-1907) y por línea materna de Alonso Jiménez Esteban (1823-1877) y de Isabel Pobre Esteban (1835-1883).
Todos ellos eran naturales de Guijo de Santa Bárbara. Los hombres figura en los registros de profesiones de la época como "propietarios", hacendados acomodados que poseían tierras y ganados en abundancia.
Las mujeres, como era habitual antiguamente, figuraban como "de profesión: sus labores".
Una muestra del "poderío" de los antepasados de Ángel.
Dintel de la puerta de casa de su bisabuelo, padre de su abuela Isabel.
(c) Alonso de la Calle Hidalgo.
El mote de Ángel, se debe a que de niño siempre estaba con sus hermanas y primas, lo que popularmente se decía "estar entre "senaguas" por la prenda femenina denominada enaguas y por ello, comenzaron a llamarle "Senagüillas" pese a que el mote de su padre era "Magüillo".
Antonio de la Calle Rosado, abuelo paterno de Ángel junto a su nieto Santiago.
(c) Colección Familia de la Calle.
Justina Vicente Burcio nació el 1 de enero de 1902, siendo hija de Daniel Vicente Santos (1878-1905) y de Martina Burcio y García de Aguilar (1879-1905). Ambos fallecieron en el transcurso de 24 horas a causa de una neumonía.
Justina era nieta por línea paterna de Manuel Vicente Alonso (1835-1903) y de Amalia Santos Rodríguez (1848-1909) y por línea materna de Higinio Burcio de Arriba (1847-1913) y Quintina García de Aguilar y Jiménez (1849-1914).
Todos eran naturales del Guijo, a excepción de Juan Manuel Vicente que era natural de O Rosal, en la provincia de Pontevedra. Por este motivo, los descendientes de Juan Manuel eran conocidos como "Los Galleguines".
Al igual que en el caso de la familia de Ángel, encontramos a los hombres como "propietarios" y a las mujeres dedicadas a "sus labores", a excepción de Juan Vicente que era "albañil", aunque para ser más precisos debemos decir que fue picapedrero o cantero.
Doña Josefa Santos García.
Hermana de Isidro Santos, bisabuelo de Justina.
Retrato pintado por Francisco Martín Rivera.
Como vemos, ambos quedaron huérfanos siendo muy pequeños. El padre de Ángel quedó viudo y con 5 niños a su cargo: Aurora (9 años), Alonso (7 años), Nicolasa (5 años), Ángel (2 años) y Antonio (1 año). Siguiendo la costumbre de la época se casó muy pronto con Eugenia Martín Mateos (1871-1929) con quien tuvo una hija llamada María.
Eugenia, natural del pueblo abulense de Gil-García, fue una auténtica madre para Ángel y sus hermanos, tratándolos siempre con gran cariño.
Durante su infancia, Ángel fue víctima de una enfermedad muy común entonces denominada carbunco, que le causó la pérdida del párpado de un ojo.
El caso de Justina fue aún más dramático. Quedó huérfana de padre y madre a los 3 años y su hermano Manuel apenas tenía 1 año. Ambos vivieron con sus abuelos maternos Higinio y Quintina, hasta que fallecieron en 1913 y 1914 respectivamente,
Sin embargo, se decidió que el tutor de Justina y Manuel fuese su tío materno Juan Burcio.
Pese a vivir con su abuela materna, tanto la familia materna como la paterna estuvieron siempre pendientes de ellos, especialmente Ángela Custodia Burcio, hermana de la madre de Justina.
Ángela Custodia Burcio, fue una verdadera madre para su sobrina Justina desde el dramático fallecimiento de su hermana Martina.
Sin embargo, Custodia murió en 1914 a causa de la extracción de una muela, lo que le provocó una grave infección.
Juan Burcio García de Aguilar.
Tío y tutor legal de Justina.
(c) Rvdo. P. Marco Antonio Santos García.
El 18 de diciembre de 1920, se celebró el matrimonio de Ángel y Justina en la parroquia de Nuestra Señora del Socorro de Guijo de Santa Bárbara.
Ofició la ceremonia el párroco don Gregorio María Cruz Aparicio siendo testigos Victorio Burcio (tío de Justina) en representación de la familia de la novia y Alonso de la Calle (hermano de Ángel), en representación de la familia del novio.
Surgían dos problemas a la hora de realizar el enlace:
En primer lugar, Justina no había cumplido los 23 años, por lo que era menor de edad y para casarse necesitaba el consentimiento paterno. Al haber fallecido sus padres, el consentimiento tuvo que ser firmado por el tutor legal de Justina, su tío Juan.
En segundo lugar, estaba el problema de la extrema consanguinidad de los contrayentes, al estar emparentados por múltiples vías. El párroco tuvo que realizar las gestiones pertinentes para obtener la dispensa eclesiástica y poder celebrar así el matrimonio.
Don Gregorio María Cruz Aparicio, párroco del Guijo entre 1913 y 1929.
(c) Colección Familia de la Calle.
Ángel y Justina se establecieron en una casa recién construida en un solar que Justina había heredado de sus padres.
Dado que ambos procedían de familias sumamente acomodadas, desde el principio pudieron vivir de manera independiente y sin ninguna preocupación.
Con motivo de la boda, distintos familiares les regalaron cabezas de ganado, particularmente Eugenia Vicente Santos, tía paterna de Justina quien pese a que la joven se había criado con la familia materna, siempre estuvo pendiente de ella.
Desde el principio, el joven matrimonio contó con una buena piara de cabras que, aunque no era muy grande, proporcionaba unos enormes rendimientos.
En la finca de El Toril, Ángel contaba con un buen corral para encerrar a sus cabras durante la noche.
Junto al corral, había prados en los que recoger heno para el invierno y tierras de cultivo para sembrar patatas, centeno, cebada, maíz... que durante el frío invierno servían para complementar la dieta de las cabras.
Detalle del corral del Toril.
El corral original, fue ampliado por Felipe, hijo de Ángel.
(c) Alonso de la Calle Hidalgo.
Las cabras salían todos los días a pastar, siendo cuidadas por un cabrero que Ángel y Justina tenían contratado. El cabrero, vivía en casa de los jefes o "amos", siendo un miembro más de la familia que se encargaba de su manutención y alojamiento, en lugar de pagar un sueldo en metálico.
Esto nos puede extrañar hoy, pero era la costumbre en la época.
Ángel iba cada mañana a ayudar al cabrero con las labores del ordeño y limpieza del corral para regresar luego al pueblo con la leche, que servía para elaborar queso destinado a la venta.
Un cabrero con su cabras, imagen común en la vida de nuestros protagonistas.
(c) Alonso de la Calle Hidalgo.
La enorme casa de Ángel y Justina, que aún se conserva tal y como fue, era muy adecuada para montar algún negocio.
Este matrimonio inquieto y emprendedor, creó un negocio nunca antes visto en el pueblo: un bar, salón de baile y "sala de café".
Hasta entonces, no había bares como hoy los conocemos, sino que eran pequeñas tabernas en las que sólo se vendía el vino que el propietario producía a partir de sus propias parras.
El baile, se hacía a la intemperie o en salas de las casas más grandes.
Respecto al café, era una bebida casi desconocida y muy poco usual.
Casa de Ángel y Justina.
Conserva el mismo aspecto que cuando se construyó.
(c) Alonso de la Calle Hidalgo.
Ángel viajaba mucho desde niño con su padre a El Barco de Ávila, población de la provincia de Ávila donde se celebraban importantísimas ferias de ganado. La relación de la familia de Ángel y también de la Justina con El Barco y sus pueblos aledaños, se remontaba a varias generaciones atrás pues sus antepasados descendían de poblaciones como Becedas, Palacios, Lancharejo...
En El Barco existían modernísimos establecimientos de ocio y pudieron servir de idea a Ángel y a Justina para montar su negocio.
Castillo de Valdecorneja, en El Barco de Ávila (Ávila).
Esta población fue muy visitada por Ángel y sus antepasados.
(c) Silvestre de la Calle García.
Pronto comenzaron a llegar los hijos. La primogénita fue Martina, nacida el 7 de octubre de 1921. El nacimiento de su primera hija fue una gran alegría para el matrimonio aunque lamentablemente, falleció el 10 de junio de 1923.
Sin embargo, pronto llegaría otra niña que recibió también el nombre de Martina y que vino al mundo el 26 de septiembre de 1924.
Le siguió un niño llamado Daniel, que nació el 25 de julio de 1926 y falleció el 22 de diciembre del mismo año.
Siguieron Daniel (n.1927), Marcelina (1930-2009) y los mellizos Ándres y Custodia, nacidos en 1931. Lamentablemente Custodia, falleció el 20 de agosto de 1933.
Como vemos, los hijos mayores llevaban por nombre el mismo que los abuelos, práctica muy habitual en la época, sobre todo si éstos habían fallecido.
Pero la cosa no paró. Siguieron viniendo al mundo nuevos retoños: Felisa (n.1935), Justino (1936-2011), Ángel (n.1938), Felipe (n.1940) y Jesús (1942-2020).
Hasta esto momento, habían nacido 12 criaturas y sobrevivían 9, habiendo sufrido Justina un aborto en 1928.
Muy contentos estaban Ángel y Justina con su numerosa familia y ya se conformaban con eso, pero 6 años más tarde vino al mundo Agapito.
En total 13 hijos nacidos vivos de los que sobrevivieron 10, llegando todos a la edad adulta y formando sus familias a excepción de Martina que ha permanecido soltera.
Con semejante plantilla de trabajadores, era fácil llevar a cabo todas las tareas de la casa, del negocio, del ganado y del campo, siguiendo un riguroso sistema de turnos y conociendo cada uno su cometido y sabiendo desempeñarlo satisfactoriamente para que todo funcionase bien.
Con las cabras, lo que cultivaban en sus tierras, la matanza y las gallinas, y lo obtenido del negocio, Ángel y Justina conseguían mantener sin problema alguno a tan numerosa familia.
Sin embargo, el nacimiento de Andrés y Custodia supuso un antes y un después no sólo para la familia que nos ocupa sino para todo el Guijo de Santa Bárbara pues fue lo que motivó el hecho más trascendental de la historia ganadera de este pueblo extremeño: la introducción de las vacas "suizas".
Un parto suponía en aquella época un enorme riesgo, pero un parto de mellizos podía salir muy mal.
Justina se quedó muy débil y no tuvo leche para amantar a los niños por lo que siguiendo las costumbres de la época, buscaron mujeres para dar de mamar a las criaturas.
A Andrés no le sentaba bien ninguna leche y probaron con la leche de cabra rebajada con agua pero tampoco. El médico recomendó para el niño leche de burra.
Ángel compró dos burras para dar la leche al niño que salió adelante sin problema alguno. Pero ordeñar a las burras era complicado. Aunque dan mucha leche, había que ordeñarlas muy a menudo dado que la ubre es muy pequeña y no puede acumular mucha leche. Había además que tener a las crías apartadas para que no mamasen pero tampoco se las podía vender porque la burra dejaría de dar leche inmediatamente.
Ángel y Justina decidieron comprar dos vacas lecheras de raza Frisona, "suizas" como se las conoce en el Guijo.
Los demás vaqueros del pueblo, acostumbrados a las recias vacas negras (Avileñas) de toda la vida, tomaron a Ángel por loco, diciendo que era imposible criar animales semejantes en el Guijo por sus andares torpones. Sin embargo, pronto se dieron cuenta de que su cría podía ser rentable y que podían dar suficiente leche para mantener a una familia.
Muchos fueron los que pidieron ayuda a Ángel para poder comprar vacas de esa raza pues cuando iban a alguna feria o mercado y las veían, no sabían si eran buenas o malas, por lo que el consejo de Ángel era fundamental.
La introducción de las vacas "suizas" supuso un hito trascendental en la historia de la ganadería guijeña, puesto que durante varias décadas, muchas familias tuvieron su principal fuente de ingresos en la venta de leche de vaca.
Además, sirvió a los ganaderos para ir modificando el sistema tradicional de explotación netamente extensivo para llegar hasta los sistemas actuales dedicados a la crianza de vacuno de carne, principal medio de vida de numerosas familias guijeñas.
El resultado de la introducción de las vacas suizas, fue el germen de la mejora de la cría de vacas en el Guijo.
Vacas de Marcelina de la Calle Vicente, hija de Ángel y Justina.
(c) Alonso de la Calle Hidalgo.
Ángel y Justina seguían innovando y mejorando su negocio. Seguían con el bar, la sala del café y el baile.
Este último había ido mejorando. Al principio, se encargaba de la música tío Jacinto Antero "El Pintamonas", sacristán parroquial, quien tocaba con un pequeño organillo las músicas de moda en la época.
Posteriormente, adquirieron un tocadiscos que era manejado por Martina, la hija mayor del matrimonio.
En el baile se forjaban en aquella época los romances y noviazgos entre la mocedad. Muchos guijeños aún recuerdan hoy con cariño el viejo baile de los "Senagüillas" porque allí comenzaron sus historias de amor.
La juventud guijeña junto a la puerta del baile.
(c) Colección Familia de la Calle.
Pero las mayores innovaciones del negocio familiar fueron la apertura del cine y de la fábrica de gaseosas.
El cine se encontraba en el mismo local que el baile y contaba con una modernísima maquinaria. Las películas se estrenaban en Madrid y una semana después podían verse ya en el Guijo como en cualquier otro pueblo de España.
La fábrica de gaseosas, se instaló en las bodegas de la casa y contaba con un equipo muy sofisticado. Se producía gaseosa "natural" y con diferentes sabores, haciendo las delicias de los clientes del bar.
Vista lateral de la casa.
En la planta baja se encontraban el bar, el baile y el cine.
En la planta superior, la vivienda. Por las escaleras laterales se accedía directamente a la sala del café.
(c) Alonso de la Calle Hidalgo.
En esta planta se encontraban además las bodegas y la fábrica de gaseosas.
(c) Alonso de la Calle Hidalgo.
El tiempo pasaba y aunque Ángel y Justina gozaban de muy buena salud, la edad no perdonaba. Conseguían mantener a la perfección sus negocios pero las cabras daban mucho trabajo.
Aunque tenían un cabrero para cuidarlas, cada día algún miembro de la familia tenía que encargarse de ir hasta el corral con las caballerías para recoger la leche. Se perdían 2 horas en ir y volver hasta el corral del Toril.
El Toril y sus alrededores.
Una excelente zona de pastoreo para vacas y cabras.
(c)Alonso de la Calle Hidalgo.
Ángel quería que alguno de sus hijos se quedase las cabra, pero sabía que era complicado, por lo que decidió dejar las cabras hasta que se casase el primero de sus hijos o hijas para regalarle las cabras.
En 1951 su hija Marcelina anunció que en breve se casaría con su novio Juan García, siendo la primera de los hermanos en contraer matrimonio. Sin embargo, Juan era borreguero, por lo que Marce no se podía quedar con las 60 ó 70 cabras de su padre y unirlas a las 200 ovejas que poseía la familia de su marido.
Ángel decidió vender las cabras a finales de 1951 y reservar una docena de chivas para la comida del día de la boda de su hija, que tuvo lugar el 27 de marzo de 1952.
Marcelina con sus hijos José, Ángela y Vicenta. Detrás, su hermano Agapito.
(c) Colección Familia de la Calle.
En la década de los 50 y principios de los 60 tuvo lugar el cambio más espectacular del negocio familiar. Ángel y Justina compraron instrumentos para que sus hijos formasen una orquesta y tocasen en el baile familiar.
Con el paso del tiempo, los hermanos de la Calle tuvieron una charanga que alegró durante décadas las fiestas de los pueblos veratos.
Felipe, Andrés, Justino y Ángel.
(c) Colección Familia de la Calle.
Los músicos y algunos familiares más, entre ellos (con sombrero y chaqueta), Miguel y Modesto, cuñados de Ángel.
(c) Colección Familia de la Calle.
Al casarse Justino con Justa Leal en 1961 decidió quedarse con el bar y el baile.
Ángel iba camino de los 65 y Justina acaba de cumplir 59. Aunque la vitalidad y la energía de este matrimonio era proverbial, sobre todo de Ángel, ya iban estando cansados de tanto trabajar.
Bastante tenía con sus vacas suizas, que para ellos eran un símbolo de su triunfo como ganaderos. Ahora, ya era el momento de que sus hijos tomasen el relevo del bar.
Los últimos años de Ángel y Justina fueron muy felices y tranquilos. Llegó la época de ir casando a los hijos para dejarlos "recogidos" a todos.
Al llevarse pocos años entre sí, las bodas eran muy seguidas.
Los Senagüillas en la boda de Felipe y Carmen. 1963
(c) Colección familia de la Calle.
Por supuesto, después de eso, comenzaron a llegar los nietos. Al haber tenido 10 hijos, era normal que nuestros protagonistas tuviesen muchos nietos, aunque a algunos no llegaron a conocerlos.
De los 10 hijos del matrimonio, 9 se casaron y tuvieron entre 2 y 5 hijos cada uno.
En ocasiones nacían unos cuantos de nietos en el año, e incluso en menos de 24 horas como ocurrió en diciembre de 1961 cuando nacieron Ángela (hija de Marcelina) y Estrella (hija de Justino).
José y Vicenta, hijos de Marcelina.
(c) Colección Familia de la Calle.
Ángela y José (hijos de Marcelina) y Estrella (hija de Justino).
(c) Colección Familia de la Calle.
(c) Colección Familia de la Calle.
Ángel pasaba el tiempo con sus queridas vacas suizas y con una curiosa afición para un viejo ganadero de un pequeño pueblo extremeño: los deportes. Le encantaba ver en la televisión partidos de fútbol y baloncesto y le apasionaban los combates de boxeo.
Llegaba a levantarse por la noche para ver deportes en la televisión aunque tuviese que madrugar para ordeñar las vacas.
Pero al día siguiente, no estaba cansado y se iba con las vacas o al campo sin problema alguno pues hasta el final de su vida fue un "rejeteje", pequeño y nervioso pajarito conocido en castellano como herrerillo.
Ángel con sus vacas suizas.
(c) Colección Familia de la Calle.
Entre ellas estaban las sobrinas más mayores de Ángel (Marcelina, Dolores, Asunción y Angelines) que eran hijas de Aurora la hermana mayor de Ángel y que tenían casi la misma edad que Justina.
También formaban parte del mismo grupo otras mujeres como su querida prima Benigna Burcio de la Calle.
Justina con sus sobrinas y su prima Benigna (sentada)
(c) Colección Familia de la Calle.
Sin embargo, todo se acaba. Aunque no padecieron ninguna enfermedad de consideración, pronto dejaron a sus hijos y nietos.
Justina falleció el 12 de octubre de 1971 a los 69 años y Ángel falleció el 2 de enero de 1975 poco después de cumplir los 78 años.
Sin embargo, su recuerdo quedó grabado en la memoria de sus hijos y nietos y en la de todo el pueblo.
Pero ¿Y los negocios? ¿Qué pasó con el "imperio" de Ángel y Justina?.
De los 10 hijos de Ángel y Justina, 4 se marcharon del pueblo y el resto se quedaron en el pueblo.
Daniel, se estableció en Plasencia (Cáceres), donde regentó un bar y una pensión.
Felisa y Agapito marcharon a Madrid y Andrés acabó estableciéndose en Sagunto (Valencia).
En el pueblo permanecieron Martina, Marcelina, Justino, Ángel, Felipe y Jesús. Marcelina, Ángel y Felipe fueron vaqueros y Jesús fue cabrero.
Por su parte, Justino, aunque tenía el bar, tuvo vacas y algunas cabras.
Juan García García, esposo de Marcelina de la Calle Vicente, con una de sus chotas.
(c) Alonso de la Calle Hidalgo.
Jesús de la Calle Vicente, cabrero.
(c) Alonso de la Calle Hidalgo.
Actualmente, dos nietas de Ángel y Justina son ganaderas: Olga de la Calle Santos (hija de Ángel) y Silvia de la Calle Leal (hija de Justino).
Olga tiene una excelente piara de vacas trashumantes de aptitud cárnica y Silvia es propietaria de un cebadero de terneros magníficamente montado.
Las vacas trashumantes de Olga de la Calle Santos atravesando el río Tiétar camino de la sierra del Guijo.
(c) Alonso de la Calle Hidalgo.
Chotos de Silvia de la Calle Leal en periodo de cebo.
(c) Silvestre de la Calle García.
Algunos bisnietos de Ángel y Justina sienten verdadera pasión por el mundo ganadero, por lo que es muy posible que surja una nueva generación de Senagüillas ganaderos, continuando así con la tradición familiar.
Miguel Jiménez de la Calle, hijo de Olga, nieto de Ángel y bisnieto de Ángel y Justina.
Posiblemente, aquí tengamos a uno de los grandes vaqueros del siglo XXI.
(c) Olga de la Calle Santos.
Respecto al bar-baile, aún sigue abierto. Ahora es el BAR NAKOBA y se encuentra situado en la Calle Carretera Nueva, siendo propiedad de Ángel Pascual de la Calle Leal, hijo de Justino y nieto de Ángel y Justina.
Esto significa que el bar que abrieron Ángel y Justina hace justo 100 años, aún sigue abierto a día de hoy, constituyendo un lugar de reunión para guijeños de todas las edades.
El "bar de Yiyi" es uno de los símbolos del Guijo de Santa Bárbara.
Justino, dueño del bar durante décadas.
(c) Alonso de la Calle Hidalgo.
Aspecto actual del Bar Nakoba, conocido por todos como "EL BAR DE YIYI"
(c) Silvestre de la Calle García.
Además, otro nieto de nuestro protagonistas regenta un chiringuito de gran fama, "El Cachapo", propiedad de Ángel hijo de Felipe y nieto de Ángel y Justina.
Este chiringuito se encuentra junto a la Garganta Jaranda, en el paraje conocido como Puente de La Máquina. El primer puente, fue construido en este lugar siendo alcalde D. Santiago de la Calle Castañares (1801-1896), bisabuelo de Ángel.
Piedra situada junto al puente La Máquina.
En ella leemos el nombre del bisabuelo de Ángel.
(c) Silvestre de la Calle García.
Sin embargo, el tesoro más valioso que Ángel y Justina legaron a sus descendientes, no fue algo material. Fue el amor a la familia.
Justina y Ángel disfrutaban viendo su casa llena por sus hijos y nietos y sus descendientes heredaron eso. Mientras vivieron y pudieron, los 10 hermanos se juntaban todos con sus respectivos consortes al menos una vez al año. Además, siempre se ayudaban unos a otros en tareas como la matanza.
Martina, que pese a ser soltera asumió el papel de matriarca de la familia, hacía todos los años una gran celebración con motivo de su cumpleaños para juntar a todos los sobrinos.
Hoy, esa sentimiento de unión familiar se percibe fácilmente al conocer a todos sus descendientes que, en lenguaje guijeño, son "gente de piara" a los que les gusta reunirse para celebrar cualquier cosa o para tomarse un café en el bar de la familia.
Dejemos que ahora sean tres de los tres hijos mayores de Ángel y Justina hablen de la historia familiar.
Martina, a sus 96 años, nos cuenta:
"Todos aprendimos a trabajar desde chicos. Yo me encargaba de lavar la ropa y de ayudar a mi madre con mis hermanos pequeños. Antes los pañales eran de tela y con tantos niños pequeños, había que estar todo el día yendo al lavadero y además de eso, hacer el resto de oficios de casa, atender el bar y si hacía falta ir al campo."
Martina de la Calle Vicente, nacida en 1924.
Daniel, con 93 años, nos cuenta:
"Las mujeres trabajaban en casa y los hombres íbamos al campo y al ganado. Unos días tocaba ir a las cabras porque, aunque teníamos cabrero para cuidarlas, había que ir a por la leche al Toril con las bestias y se tardaba una hora en ir y otra en volver. Otros días, tocaba encargarse de las suizas y otros ir al campo. Nos íbamos turnando para poder ir a la escuela. Como yo era el mayor de los hombres, pues me tocó trabajar mucho.".
Marcelina, falleció en 2009 a los 79 años de edad, pero fue la que más historias nos contó:
"Yo me encargaba de coser y hacer la ropa para todos con la máquina de coser y también de la cocina junto con mi madre.
A mediodía casi siempre se comía cocido con un trozo de carne de cabra. Para engañar a mis hermanos pequeños y que creyesen que había más carne, hacía rellenos con miga de pan y huevo.
Por la noche, siempre sopas de patatas. Cada día tenía que pelar una cesta de una arroba para hacer las sopas.
En casa de mi madre siempre había sitio para uno más a la hora de comer o cenar. Mucha gente iba al bar y se quedaban a cenar porque decían que ver a tanta gente junta "abría el hambre".
Pero nunca jamás pasamos hambre. No nos faltaba la matanza, teníamos la leche y el queso, las gallinas...."
Quiero que este artículo sirva de homenaje a Ángel y a Justina y a toda su familia.
Aunque no conocí a este matrimonio, habéis visto ya, queridos lectores, que conozco bastante de su vida.
¿El motivo?
Muy sencillo: Soy hijo de Vicenta García de la Calle, nieto de Marcelina de la Calle Vicente y bisnieto de Ángel de la Calle Jiménez y Justina Vicente Burcio.
Soy por lo tanto, SILVESTRE "EL SENAGÜILLAS".
Arriba, mis bisabuelos Justina y Ángel.
Abajo, de izquierda a derecha, mi abuela Marce, mi madre y yo.
Fdo: Silvestre de la Calle García.
guenos ratos con tio Angel viendole ordeñar en la casilla con su mandil, y muchas risas con tia Justina...
ResponderEliminarImpresionante Silver.¡¡¡¡Enhorabuena!!!
ResponderEliminarFantástico artículo ....conocí a muchos de tu familia....siempre me impactó lo trabajadores que eran y los valores tan importantes adquiridos en toda la familia... Creo que eran muy religiosos y eso les mantenía siempre muy unidos....
ResponderEliminarBonita historia de emprendedores esto da para un largometraje
ResponderEliminarMuy y buena historia FELICITACIONES Silvestre Gracias por hacernos conocer esas historias de familias Gracias Gracias UN abrazo grande para toda la familia SALUDOS DESDE MONTEVIDEO URUGUAY
ResponderEliminarMuy bonito ,lo de los músicos y el bar ,me han llevado a mi infancia,mis padres regentaban el bar del salón del baile y mi padre ,mi abuelo y mis tíos eran los músicos ,mi abuelo tocaba la acordeón, mi padre el saxofón, uno de mis tíos la batería y el otro también el saxofón
ResponderEliminarHermosa foto de Familia besos Tita FELICITACIONES por el hermoso hijo que nos cuenta esas hermosas historias y los que estamos.lejos deleitarnos
ResponderEliminarGracias,(Tita)😘
EliminarBonita istoria me encanta
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