EL CAREA CASTELLANO-MANCHEGO

Los perros son insustituibles para el manejo del ganado. El CAREA CASTELLANO-MANCHEGO es un perro que recibe su nombre por su actividad principal, el careo, y por criarse fundamentalmente en Castilla-La Mancha, concretamente en la provincia de Toledo aunque secularmente ocupaba otras provincias cercanas como Madrid, Ávila y Cáceres.

Careas Castellano-Manchegos.
(c) Javier Bernal Corral.

Este perro está encuadrado por la Federación Cinológica Internacional (F.C.I.) y por la Real Sociedad Canina de España (R.S.C.E.) dentro del Grupo 1: Perros de pastor y perros boyeros (excepto Boyeros Suizos), en su sección 1, la referida exclusivamente a perros de pastor.

Carea cuidando a un cordero.
(c) Javier Bernal Corral.

Se trata de un perro de tamaño mediano con una alzada que oscila entre los 43 y 49 cm en los machos y los 42 y 48 en las hembras, con un peso de 12 a 18 kilogramos y de 10 a 16 kilogramos respectivamente.
La capa es variada aunque predominan los de color negro con manchas de color crema en extremidades, región perineal, zona de la cola, reverso de las orejas y en buena parte de la cara, garganta y hocico.

Capa típica de la raza.
(c) Javier Bernal.

Existen ejemplares que presentan pelos de color blanco y/o gris entre los negros, siendo denominados "piñanos" o "cenizos" mientras que si esos pelos fuesen de color canela, darían lugar al tipo "atabacado".
En ocasiones el color marrón chocolate puede sustituir al negro, pudiendo aparecer también ejemplares monocolores con pigmentaciones que varían del crema al canela. 

Ejemplares de diferentes capas.
(c) Javier Bernal Corral.

Se trata de un perro de aspecto rústico, tamaño medio y morfología proporcionada aunque ligeramente longilínea, resultado un poco más largos que altos.

Carea que cumple perfectamente el prototipo de la raza.
(c) Javier Bernal Corral.

La distribución abarca fundamentalmente la provincia de Toledo, aunque desde tiempo inmemorial, estos perros son conocidos en zonas de Madrid, Ávila y Cáceres. 
Podríamos decir que esta raza formaría parte de una "trilogía autóctona" junto con la oveja Talaverana y la gallina Pintazarada, al coexistir las tres razas en la misma zona y ser poco comunes fuera de ella.

Carea vigilando desde una roca.
(c) Javier Bernal Corral.

Desde la domesticación de los herbívoros salvajes hace más de 10.000 años, el hombre se ha valido de la inestimable ayuda del perro para defender al ganado del ataque de los depredadores.
Durante miles de años, se utilizaron perros de gran tamaño cuya finalidad era defender al ganado pero la conducción de los animales era tarea del pastor que lo dirigía mediante silbidos, voces o lanzando piedras bien con la mano o con la honda, así como mediante el uso de los tradicionales "mansos", machos castrados a los que se les colocaban enormes cencerros con cuyo sonido guiaban al resto del rebaño.

Mastín español cuidando un rebaño de ovejas
(c) Miguel Alba.

Ya en plena Edad Media, aparece en las islas del Atlántico Norte (Islandia, Islas Feroe, Islas Shetland...) un tipo de perro de tamaño pequeño dedicado al manejo del ganado ovino. 
En estos territorios, no había lobos ni otros mamíferos depredadores. Sólo grandes rapaces como el pigargo europeo podían atacar a los corderos pequeños.
El ganado pastaba en extensas llanuras o en valles montañosos a menudo en estado de semilibertad por lo que se necesitaban perros veloces que fuesen capaces de reunir al ganado cuando fuese necesario.

Detalle de la cabeza de una Carea.
(c) Javier Bernal Corral.

Poco a poco estos perros se extenderán también a las islas británicas donde ya no quedaban osos y los lobos eran muy escasos, acabando por desaparecer en torno al siglo XVII. No se precisaban ya grandes perros y los pequeños perros para el manejo de las ovejas, proliferaron rápidamente.
Desde allí, comenzarían a extenderse al resto de Europa, donde se estaba produciendo un rápido cambio en el medio agrícola. Los extensos pastizales y bosques estaban dando paso a tierras de cultivo. Osos y lobos estaban siendo cazados hasta relegarlos a las zonas más abruptas por lo que los perros de gran talla no eran necesarios.
Sin embargo, los pequeños perros venidos de las islas atlánticas se hicieron muy necesarios para manejar al ganado en las regiones de cultivo y evitar que invadiesen los sembrados.

Carea descansando
(c) Javier Bernal Corral.

En España la situación era bastante diferente a la del resto de Europa.
La trashumancia de largo recorrido con grandes rebaños de ovejas fue durante siglos la mayor fuente de riquezas para los reinos cristianos ibéricos.
Ya en 1218 se creó en Aragón la Casa de Ganaderos de Zaragoza, bajo el reinado de Jaime I mientras que en Castilla se creó en 1273 el Honrado Concejo de la Mesta.
Estas organizaciones otorgaban privilegios a los ganaderos trashumantes para desplazarse entre los pastos de montaña donde pasaban el verano y las dehesas y pastos de zonas bajas donde pasaban el invierno, realizando dichos desplazamientos por las cañadas reales.

Ovejas trashumantes.
(c) Miguel Alba

Estos grandes rebaños se movían con gran libertad, si bien debían respetar las "cinco cosas vedadas" (panes, viñas, huertas, dehesas y prados) durante sus desplazamientos pero durante su estancia en los pastizales, los pastores tenían que preocuparse más de proteger al ganado del ataque de grandes depredadores como el oso y el lobo, por lo que en lugar de utilizar pequeños perros, necesitaban grandes perros molosos: el Mastín Español en Castilla y el Mastín del Pirineo en Aragón.


Mastín con el cuello protegido por la carlanca.
(c) Miguel Alba.

Todo esto puede sorprender hoy cuando los osos se distribuyen actualmente sólo por la Cordillera Cantábrica y los Pirineos y los lobos, hasta hace poco, sólo eran comunes en ciertas zonas del cuadrante noroccidental de la Península Ibérica, pero hasta hace unos pocos cientos de años estos carnívoros fueron abundantísimos.
En el siglo XV, por poner un ejemplo, el oso pardo era abundante en los montes de Candeleda (Ávila) donde hoy pastan rebaños de ovejas y cabras custodiados por mastines y conducidos por careas como veremos después.

El oso pardo recorrió los montes donde hoy vive el Carea Castellano-Manchego hasta bien entrado el siglo XVI.
(c) Silvestre de la Calle García.

A mediados del siglo XVIII comienzan a realizarse roturaciones de grandes terrenos dedicados antaño al pastoreo y transformarlos en tierras de cultivo. Pero el gran cambio llegará en el siglo XIX cuando los privilegios del ganado trashumante sean abolidos.
La importancia de la trashumancia decreció y comenzó a manejarse el ganado de forma estante (sin realizar desplazamientos) o trasterminante (realizando cortos desplazamientos estacionales) teniendo los pastores que coexistir con los agricultores. También muchos ganaderos se vieron obligados a ocupar zonas montañosas poco aptas para la agricultura.

Rebaño de ovejas pastando a gran altitud en Candeleda (Ávila).
Estos terrenos, imposibles de aprovechar para el cultivo, se convirtieron en refugios para el ganado.
(c) Jesús Carreras Delgado.

En ese momento, empieza a seleccionarse un nuevo tipo de perro más pequeño y veloz llegado de Europa, apareciendo paulatinamente por toda España razas como el Gos d´Atura (Cataluña), Can de Chira (Aragón), Euskal Artzain Txakurra (País Vasco), Perro Leonés de Pastor o el Carea Castellano-Manchego entre otros.

Cachorro de Carea
(c) Javier Bernal Corral.

Llegamos así al origen de nuestra raza, un perro que se hizo muy necesario y popular a lo largo del siglo XIX y primera mitad del XX ocupando un extenso territorio de las provincias de Toledo, Madrid, Ávila y Cáceres, dedicándose al pastoreo de ovejas y cabras.
Los pastores y cabreros de estas regiones criaron y defendieron este tipo de perros porque eran fáciles de mantener y no necesitaban un adiestramiento especial.

Perra carea con sus cachorros.
(c) Jesús Carreras Delgado.

Hasta mediados del siglo XX cuando se comenzó a generalizar el cerramiento de las parcelas de cultivo y las dehesas dedicadas al pastoreo con alambradas, los Careas fueron indispensables para el manejo del ganado.
Actualmente, siguen siendo necesarios cuando el ganado pasta en terrenos abiertos o en zonas montañosas, evitando largos desplazamientos al pastor para mantener al rebaño agrupado.

Careas guiando un rebaño de ovejas en Candeleda (Ávila)
Jesús Carreras Delgado.

Como hemos dicho anteriormente, la función del Carea es la de guiar al rebaño. Se trata de perros rústicos, de carácter noble y equilibrado, siendo muy obedientes e intuitivos, pudiendo ser algo reservados con los extraños pero nunca agresivos.
Trabajan sin dar saltos ni cabriolas, permaneciendo en todo momento atentos al pastor y a los órdenes que éste les de mediante silbidos, gestos y palabras sencillas. 
Generalmente, se utiliza para el manejo de ovejas y cabras hacia las que siente una atracción innata.

Careas trabajando con un rebaño de cabras en Candeleda (Ávila).
Jesús Carreras Delgado.

Estos perros trabajan solos o en pareja pues al ser perros muy activos les gusta estar trabajando constantemente y si hay mayor número de ejemplares, pueden llegar a descordinarse e incluso a aburrirse. 
Los careas no reciben ningún adiestramiento especial sino que suelen comenzar a trabajar a los 5-6 meses y aprenden imitando a un perro de más edad.

Cachorro de Carea.
(c) Jesús Carreras Delgado.

Los careas permanecen en todo momento atentos al pastor que los dirige con silbidos, gestos y órdenes precisas.
En ocasiones, los careas llegan a trabajar sin necesidad de recibir órdenes del pastor que puede incluso dejar la conducción del ganado a los perros, que se ocuparán de llevar al ganado al campo por los recorridos o careos habituales y de devolverlo a la majada al final del día.

Careas con ovejas en Candeleda (Ávila)
Jesús Carreras Delgado.

En ocasiones, puede combinarse a la perfección en un rebaño el trabajo de los careas y el de los mastines ya que cumplen, como se dijo anteriormente, funciones totalmente distintas. Los primeros se encargan de la conducción del ganado y los segundos de defenderlo valientemente ante cualquier amenaza.

Careas y mastines cuidando un rebaño de ovejas en Candeleda (Ávila).
(c) Jesús Carreras Delgado.


En las últimas décadas hemos asistido a un alarmante descenso de los Careas. En primer lugar debido a su menor utilización en el pastoreo y al descenso generalizado de la cabaña ovicaprina extensiva y en segundo lugar a la caprichosa introducción de razas caninas foráneas.
Por suerte, encontramos muchos aficionados que crían estos perros por simple placer y para participar en concursos y exposiciones de la raza como es el caso de Javier Bernal Corral y Andrea Cebadera Casillas.


Arriba: Javier Bernal Corral.
Abajo: Andrea Cebadera Casillas.

La Asociación de Criadores del Carea Castellano-Manchego organiza concursos y exposición para fomentar la cría entre los ganaderos y aficionados a esta raza y para darla a conocer a todas las personas amamantes de los perros.

Fede, presidente de la Asociación de Criadores y Javier, criador de la raza.
(c) Javier Bernal Corral.


Los concursos y exposiciones permiten la relación entre los distintos criadores para intercambiar conocimientos e impresiones y así trabajar todos juntos para conservar esta singular raza canina.

Concurso de Careas
(c) Javier Bernal Corral.

Perros con Miki y Karina, propiedad de Javier Bernal, son miembros destacados de la raza. 
Fruto de su unión, vinieron al mundo 11 preciosos cachorros de los cuales en el Campeonato Nacional de Perros Carea 3 resultaron premiados con un primer, segundo y tercer premios.

Karina con sus cachorros.
(c) Javier Bernal Corral.

El Carea Castellano-Manchego ha sido fundamental para el manejo del ganado durante mucho tiempo y por eso merece ser respetado y conservado para que las generaciones futuras puedan seguir disfrutando de él, tanto para utilizarlo como perro pastor o simplemente como mascota.

Carea Castellano oteando el horizonte.
Al fondo, los Picos de Gredos.
(c) Jesús Carreras.

Por fortuna, el Carea Castellano-Manchego cuenta con jóvenes defensores como Andrea Cebadera Casillas que con gran ilusión se preocupan por conservar esta raza canina que forma parte de la cultura y las tradiciones de las regiones en las que habita. Con gente como ella, el Carea Castellano-Manchego tiene el futuro asegurado.

Andrea Cebadera Casillas.
(c) Javier Bernal Corral.

Bibliografía:

- Echevarría Sesé, Gustavo (2021) España a través de sus razas caninas. Origen, historia y funcionalidad. Real Sociedad Canina de España. Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación.


Si os gustan los perros, os recomiendo este magnífico libro.

Agradecimientos:
- Javier Bernal Corral.
- Miguel Alba.
- Jesús Carreras Delgado.







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