ENTRE CABRAS E HIGUERAS: HOMENAJE A TÍA ROSA

HOMENAJE A ROSA GÓMEZ CHOZAS
(31/03/1922 - 14/11/2021)
Madrigal de La Vera (Cáceres)



El 31 de marzo de 1922 nació en Madrigal de La Vera (Cáceres) Rosa Gómez Chozas, hija de Segundo Gómez Martín y Ascensión Chozas del Collado.
Tío Segundo "El Tripa" era cabrero y carnicero.

Rosa Gómez Chozas
(c) Alonso de la Calle Hidalgo.

Tío Segundo compraba y mataba cabras para su carnicería. Por entonces, la carne fresca más consumida en La Vera y prácticamente la única que se comercializaba en las carnicerías era la de cabra.
En algunas ocasiones, tío Segundo iba a comprar cabras hasta la zona de la Garganta de Chilla, en Candeleda, regresando a Madrigal con las cabras atadas con una cuerda.

Piara de cabras Veratas en Candeleda (Ávila)
(c) Alonso de la Calle Hidalgo.

Rosa se casó con Vicente García Hernández, (5/4/1919 - 27/7-1994) hijo de Agapito García Blázquez y Juana Hernández Martín.
Tío Agapito era conocido como Agapo el "Senaguas" y era cabrero.

Vicente García Hernández.
(c) Foto cedida por Vicente García Gómez.

La madre de tío Agapito, Casimira Blázquez Jara (1872-1961) fue una de tantos cabreros del pueblo abulense de Guisando que se vieron obligados a emigrar con sus piaras de cabras cuando los montes del pueblo fueron repoblados con pinos resineros, prohibiéndose el pastoreo.
Tía Casimira se instaló en Madrigal de la Vera, dedicándose al oficio de cabrera y a la recolección de higos y castañas.
Mujer dura como todas las de aquellos tiempos,  abrían los erizos de los castaños con los talones y luego bajaba las castañas al pueblo, bajando la mayor parte de la carga a cuesta para no cargar en exceso a la yegua y evitar así que abortase.

Casimira Blázquez Jara
(c) Foto cedida por Vicente García Gómez.


A tío Vicente "Senaguas" como a todos los nacidos en los años 1917, 18 y 19 les tocó realizar el servicio militar en los tiempos de la Guerra Civil Española por lo que tuvieron que permanecer 3 años combatiendo y otros 3 de Servicio Militar Obligatorio.
Al regresar al pueblo, se casó con Rosa y siguió con el oficio familiar. 
Eran años duros en los que los maquis campaban por la sierra escondiéndose de la guardia civil. Lograban sobrevivir gracias a la "generosidad" de los cabreros quienes les daban leche, queso, cabritos... de manera voluntaria o "voluntaria".
Pero una noche, se presentaron los maquis en la Majada del Burreño para secuestrar a Vicente y a su hermano y poder pedir un rescate.
Rosa no se amedrentó y dijo que si secuestraban a su marido, la tenían que secuestrar a ella también.

Juana Hernández Martín y Agapito García Blázquez.
En el centro, su hija Máxima que murió por la caída de un rayo en la Choza de La Linterna.
(c) Foto cedida por Vicente García Gómez.

Los maquis pidieron un rescate de 60.000 pesetas, una auténtica fortuna para la época.
Tío Agapito reunió el dinero para entregárselo a los maquis y salvar de esa manera a su hijo y a su nuera.
Cuando tuvo el dinero, metió la mitad en los zapatos y la otra mitad se la entregó a los secuestradores diciendo que no tenía más dinero, pero éstos le dijeron detalladamente que podía conseguir el dinero que faltaba porque tenía que cobrar los chivos, los higos, las castañas.... lo que significaba que sabían perfectamente la situación económica de la familia.

Detalle de un dintel en la finca de El Burreño.
(c) Alonso de la Calle Hidalgo.

Tras aquel episodio, Vicente y Rosa pudieron seguir con su vida de cabreros criando a sus hijos Rosi, Vicentín y Hermi gracias a las cabras y los higos.
La familia mantenía sus cabras según el sistema tradicional, pasando el invierno en las zonas bajas cercanas a la majada de El Burreño y subiendo en verano a los puestos altos de la sierra como El Sotillo (El Chorro) y las Vivillas (La Canal)

Puesto de El Sotillo.
El Chorro. Villanueva de La Vera
(c) Alonso de la Calle Hidalgo.

Tío Vicente y  tía Rosa tuvieron entre 250 y 350 cabras de raza Verata, autóctona de la zona. 
Se trata de una raza famosa por la calidad de sus cabritos y por su leche, con la que se elaboran excelentes quesos cuya venta constituía en el pasado el sustento económico de  las familias cabreras veratas.

Piara de cabras Veratas.
(c) Alonso de la Calle Hidalgo.

En 1967 tío Vicente y tía Rosa vendieron las cabras para dedicarse por completo al cultivo de la higuera, que tenía y tiene una gran importancia en Madrigal de la Vera y pueblos vecinos, donde la venta del higo seco constituye el principal ingreso para muchas familias.
Aún así, se quedaron un hatajillo de unas 15 ó 20 cabras para atender las necesidades familiares y como complemento de su actividad agrícola. Hoy puede parecernos poco, pero en el pasado, con un hatajo de 20 cabras bien cuidadas, una familia podía llegar a sacar mucho dinero con la venta directa del queso y de los cabritos.

Quesos frescos de cabra.
(c) Alonso de la Calle Hidalgo.

La higuera es un árbol que crece en terrenos secos de clima cálido donde otros frutales no pueden prosperar aunque agradece también el riego.
En su finca de El Burreño, tío Vicente y tía Rosa tenían numerosas higueras y buenas instalaciones y edificios para escoger, secar y almacenar los higos hasta la venta.
A día de hoy, Vicentín sigue recogiendo los higos de las viejas higueras de sus padres.



Arriba: Vicentín vareando las higueras.
Centro: Higos secándose al sol.
Abajo: Higos almacenados.
(c) Alonso de la Calle Hidalgo.

Tía Rosa, continuó ayudando a su hijo con los higos mientras la salud se lo permitió.
Quienes la conocimos, la recordamos bien frente a la casa de El Burreño escogiendo enormes cantidades de higos con asombrosa rapidez y habilidad.
Esa habilidad manual de tía Rosa, se veía también en las labores de costura que tanto gustaban a las mujeres veratas y que, por desgracia, van quedando en el olvido.
Bajo estas líneas, podemos ver un juego de toallas con puntillas que tía Rosa hizo y regaló a Vicenta García "La Senagüillas", de Guijo de Santa Bárbara (Cáceres) quien, pese a compartir nombre, apellido y apodo con el hijo de tía Rosa, no tiene nada en común con la familia salvo una gran amistad.



Toallas con puntillas realizadas por tía Rosa.
(c) Alonso de la Calle Hidalgo.

Tía Rosa fue siempre una mujer muy alegre y cariñosa. 
Sus últimos años los pasó en la residencia de mayores de Madrigal de la Vera.
Le encantaba la música. No en vano, su hijo Vicentín ha sido integrante de varios grupos de la comarca y es considerado por todos los aficionados al folklore de La Vera como uno de los mejores, por no decir el mejor, cantaor de jotas y rondeñas de esta tierra.

Vicentín García Gómez.
(c) Alonso de la Calle Hidalgo.

Con motivo de las diversas fiestas que se celebraban en la residencia y especialmente el día del cumpleaños de tía Rosa, el 31 de marzo, siempre acudían Vicentín y Alonso de la Calle Hidalgo para cantar a tía Rosa que les recibía con gran alegría e ilusión.

Vicentín y Rosi junto a su madre, acompañados por Alonso de la Calle con su guitarra.

En los últimos años, la salud de tía Rosa se deterioró muchísimo pero ella nunca perdía la sonrisa y aunque no conociese a muchas de las personas que iban a visitarla, siempre les dedicaba alguna muestra de cariño y una palabra amable.
El pasado 14 de noviembre nos dejaba tía Rosa a los 99 años. Todos los que la conocimos, recordaremos siempre su alegría y su cariño.


Tía Rosa con sus hijos Hermi, Vicentín y Rosi en su último cumpleaños.
(c) Foto cedida por Vicente García Gómez.

Tristes nos quedamos todos los que la conocimos por su pérdida, pero siempre recordaremos su cariño, su amabilidad, su alegría y por encima de todo su eterna sonrisa.

¡HASTA SIEMPRE, TÍA ROSA!

Fdo: Silvestre de la Calle García.



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