LA VACA DE SANTA BÁRBARA

Guijo de Santa Bárbara es un pequeño pueblecito de la comarca cacereña de La Vera. Sus habitantes han vivido siempre dedicados a la ganadería y la agricultura.
El pueblo lleva unido a su nombre el de su patrona, la gloriosa virgen y mártir Santa Bárbara cuya festividad se celebra el 4 de diciembre.
De las fiestas en honor a Santa Bárbara, además de la Santa Misa, centro verdadero de la celebración, destacan las procesiones en las que los danzantes bailan delante de la imagen de la Santa por las empinadas y tortuosas calles de este pueblecito serrano.
Pero nuestro objetivo hoy es recordar una antiquísima tradición ya perdida y evitar que caiga en el más absoluto de los olvidos. Nos referimos a LA VACA DE SANTA BÁRBARA.

Vaca Avileña (izquierda), Santa Bárbara (derecha arriba) y danzantes (derecha abajo)
(c) Alonso de la Calle Hidalgo.

Antes de explicar esta curiosa tradición, analicemos brevemente la historia de Santa Bárbara en este pueblecito que, como dijimos antes, se encuentra bajo su patronazgo.
Es preciso decir en primer lugar, que durante mucho tiempo, el pueblo fue simplemente conocido como El Guijo o Barrio del Guijo. En 1708 cuando se independizó por primera vez de la villa de Jarandilla, pasó a denominarse Guijo de la Vera, nombre que perdió unos meses más tarde cuando en 1709 perdió su independencia.
Hasta 1816 fue conocido como Guijo de Jarandilla (Xarandilla según la grafía de la época) pero tras su independencia definitiva el 27 de agosto de 1816 pasó a denominarse oficialmente como GUIJO DE SANTA BÁRBARA.


Guijo de Santa Bárbara.
(c) Silvestre de la Calle García.

En 1560 se produjo una terrible tormenta. Un rayo impactó en una de las casas del pueblo, desatándose inmediatamente un pavoroso incendio. Los habitantes de la casa lograron salir pero dos niños de corta edad quedaron atrapados sin que se pudiese entrar a salvarlos.
La familia y los vecinos comenzaron a rezar a Santa Bárbara para que intercediese ante Dios y el incendio se apagase y los niños pudieran salvarse.
Milagrosamente, el fuego se apagó en el acto y, entre las ruinas de la casa, los niños fueron encontrados sanos y salvos.

Guijo de Santa Bárbara
Pintura de Félix Perancho Castañares.

El milagro de Santa Bárbara resonó por todos los pueblos de la zona. No tardaron los guijeños en pedir licencia para construir una ermita dedicada a la Santa en la que cada 4 de diciembre pudiesen celebrar la fiesta.
La ermita se edificó en el lugar que actualmente ocupa la iglesia parroquial de Nuestra Señora del Socorro, que fue edificada entre 1776 y 1778.

Iglesia parroquial de Nuestra Señora del Socorro.
Construida sobre la antigua ermita.
(c) Silvestre de la Calle García.

En 1580 se fundó la Cofradía de Santa Bárbara. No se sabe muy bien a ciencia cierta cómo ni de qué manera, el hecho fue conocido por el papa Benedicto XIII (1724-1730) pero en 1725 este pontífice otorgó a la Cofradía de Santa Bárbara cinco jubileos o indulgencias a todos aquellos fieles que, previamente confesados, visitasen el templo para venerar a Santa Bárbara y rezar por el Papa. Dichas indulgencias se concedía y siguen concediendo en las siguientes fechas:
- 4 de diciembre. Santa Bárbara.
- 25 de diciembre. Natividad del Señor.
- 6 de enero. Epifanía.
- 25 de marzo. Encarnación del Señor.
- 8 de septiembre. Natividad de la Virgen María.

Imagen de Santa Bárbara.
(c) Alonso de la Calle Hidalgo.

En 1762 se redactaron las Ordenanzas de la Cofradía y en las que se describen todos los derechos y deberes de los cofrades que integraban dicha cofradía.
Los cofrades se debían de encargar de sufragar los gastos que tuviese la cofradía.
Para tal fin, debían aportar media fanega de castaña verde injerta de buena calidad, es decir, alrededor de 23 kilogramos actuales de castañas frescas. 

Castañas verdes enjertas.
Hoy decimos simplemente castaña injerta o del país.
(c) Alonso de la Calle Hidalgo.

Pero en esa fecha, los guijeños vivían con miedo debido a que los castañares se estaban perdiendo. Los castaños se estaban viendo afectados por la epidemia de la tinta que ocasionaba la progresiva pérdida de producción y la muerte de los árboles.
Se decidió por ello que si no era posible entregar la media fanega de castañas verdes, se pagasen 4 reales o su equivalente en grano de centeno ya que el cultivo de este cereal, se realizaba sin ningún tipo de problema incluso en las tierras de peor calidad y  en aquellas fincas situadas a mayor altitud.

La Cerca Praocartas.
Finca situada a mayor altitud de todo el término municipal.
(c) Alonso de la Calle Hidalgo.

En la ordenanza nona o novena se dice que es tradición desde tiempo inmemorial que cada año los cofrades compren UNA VACA y cierta cantidad de vino para repartir a cada cofrade 4 libras de carne y 2 azumbres (unos 2 litros) de vino.
No sabemos si las 4 libras se referían a libras ordinarias (453 gramos) o a libras carniceras (1,25 kilogramos) porque el documento no lo especifica.
Si realizado el reparto sobraba carne de la vaca, era vendida junto con la piel, la mitad del vientre, los menudos y los despojos, destinando el importe obtenido a otros gastos que pudiese tener la Cofradía.

Vaca Avileña Bociblanca.
Las vacas de Santa Bárbara eran muy semejantes.
(c) Silvestre de la Calle García.

Todos los cofrades estaban obligados a contribuir a la compra de la vaca y del vino. Para ello debían aportar otra media fanega de castañas verdes o su equivalente en grano de centeno, independiente de la cantidad ya aportada por el hecho de ser cofrades.
Dicho de otro modo, cada cofrade debía aportar 46 kilogramos de castañas verdes de buena calidad o su equivalente en grano de centeno aunque existía la opción de pagar 4 reales como "cuota de cofrade" por utilizar términos actuales y aportar luego media fanega de castañas (23 kilogramos) para la compra de la vaca y del vino.
Si eran extraordinariamente pobres y el cabildo o directiva de la Cofradía juzgaba que algunos cofrades no pudiesen aportar castañas ni centeno, serían eximidos de tal contribución, pero tampoco participarían en el reparto de la carne ni del vino.

Bodega guijeña tradicional.
Si un cofrade no pagaba, se quedaría sin recibir el vino de Santa Bárbara.
(c) Alonso de la Calle Hidalgo.

Puede resultarnos curioso hoy en día el asunto de la vaca, pero en aquella época el consumo de carne era más limitado, reduciéndose a los productos de la matanza del cerdo y a la carne fresca de cabra vieja que se vendía en las carnicerías del pueblo y que, dada la pobreza de algunos vecinos, no podía ser comprada todos los días.
La mayoría de los vecinos pasaba el año alimentándose con los embutidos, el tocino salado y con suerte con tasajos de cabra. Todo eso se complementaban con las castañas, el centeno, la leche y el queso, siendo las patatas consumidas en aquella época sólo por la gente más pobre.

La carne más consumida era la de las cabras viejas.
(c) Silvestre de la Calle García.

La carne de vaca era consumida sólo de manera excepcional. Las vacas eran por un lado muy escasas y por otro muy valiosas por lo que ningún ganadero podía permitirse su sacrificio para el consumo.
Sólo cuando las vacas sufrían algún accidente y tenían que ser sacrificadas, se vendía su carne en el pueblo. Todo el mundo compraba la carne para ayudar a la familia que había perdido la vaca para que pudiesen comprar otra.
Por ello, el que un cofrade recibiese esta carne con motivo de la festividad de la Patrona, era todo un lujo recibido con gran alegría e ilusión en la casa, donde en los días sucesivos se comería cocido con carne de vaca.

Vacas en la Plaza de Toros de Guijo de Santa Bárbara
(c) Alonso de la Calle Hidalgo.

No tenemos datos sobre la compra de la vaca hasta 1828, fecha en la que comienzan a ser apuntados en el Libro de Fábrica de la parroquia por el párroco Fray Pedro Merchán Vidal y el sacristán Don José García de Aguilar y Domínguez.
En dicho año, la vaca fue comprada a Santiago de la Calle (1801-1896) por 440 reales. Este ganadero vendería vacas a la Cofradía en numerosas ocasiones pues era uno de los vaqueros más importantes del pueblo.

Antonio de la Calle Rosado, hijo de Santiago de la Calle.
1908.
(c) Colección Familia De la Calle.

Sin embargo, en esa fecha había muy pocas vacas en el pueblo. Las ganaderías eran muy pequeñas y sólo se vendían las vacas viejas que ya no servían para trabajar en el campo ni para criar por lo que no siempre disponían los ganaderos de alguna vaca adecuada para vender, lo que obligaba a los cofrades a ir a los pueblos vecinos como Losar o Jarandilla para comprar la vaca.
Por ejemplo en 1830 se compró una vaca de Lucas Casado, vecino de Jarandilla, por 446 reales mientras que en 1834 se compró una de Miguel Cano, vecino de Losar, por 350 reales.

Yunta de vacas Avileñas.
(c) Silvestre de la Calle García.

A partir de 1847, todas las vacas a excepción de la comprada en 1857, eran de ganaderos guijeños.
En el citado año, había en Guijo 80 vacas y la de ese año fue comprada a don Eugenio Jiménez Ovejero (1792-1872) por la cantidad de 525 reales. Como curiosidad diremos que este ganadero fue mayordomo aquel año.
La familia Jiménez Ovejero, la familia De la Calle y la familia García de Aguilar, eran los propietarios de la mayor parte de las vacas del Guijo mientras que el resto de vecinos se repartían de forma muy desigual las 1000 cabras que había censadas en el pueblo.

Cipriano Jiménez Pérez (centro) nieto de Eugenio Jiménez Ovejero.
1925.
(c) Colección Familia De la Calle.

En los siguientes años, ganaderos como Don Antonio Jiménez García (1810-1898), Francisco Jiménez Ovejero (1798-1883), el sacristán José García de Aguilar y Domínguez (1797-1667), Alonso Jiménez Esteban (1823-1877) o Román Castañares Pobre (1820-1905) fueron algunos de los ganaderos que vendieron vacas a la Cofradía.
Algunos de estos ganaderos, eran también propietarios de ovejas y cabras y poseían numerosas tierras de cultivo que araban con sus yuntas de vacas ya que en 1847 sólo había en Guijo 21 "bestias" (10 burros, 6 mulos y 5 caballos) que eran utilizados principalmente como animales de carga.

Don Antonio Jiménez García y su esposa Josefa Santos García.
1890.
(c) Colección Familia de la Calle.

El precio de la vaca había ido subiendo año tras año. La vaca más cara se compró en 1865 a Francisco Jiménez Ovejero por 975 reales. 
Comenzó a preocupar al párroco, al cabildo de la Cofradía y a los propios cofrades el gasto tan elevado que suponía la compra de la vaca.
Aún así, en 1866 se compró la vaca a Santiago de la Calle por 900 reales y en 1867 a Cándido García de Aguilar y Martín por 775 reales, siendo la última vaca de Santa Bárbara.

Antonio Leandro de la Calle Jiménez y Martina de la Calle Vicente.
Tataranietos de Francisco Jiménez Ovejero.
A sus 97 años, ambos son los descendientes vivos más mayores de este ganadero guijeño del siglo XIX.

El excesivo gasto que suponía para los cofrades la compra de la vaca, motivó que desde 1868 en adelante, no se comprasen más vacas, terminando así la tradición de la vaca de Santa Bárbara.
A partir de ese momento, el dinero destinado tradicionalmente a la compra de la vaca, comenzó a dedicarse a los gastos propios de la organización de la fiesta.
La Cofradía de Santa Bárbara sigue existiendo actualmente. Los cofrades pagan cada año una cuota para sufragar los gastos de la fiesta. Todos los años el día 3 de diciembre se hace un chocolate con buñuelos para todos los vecinos y los días 4 y 5 de diciembre, antes de la Santa Misa, tiene lugar la procesión en la que los danzantes bailan delante de Santa Bárbara.

Los danzantes bailando ante la imagen de Santa Bárbara
(c) Alonso de la Calle Hidalgo.

La tradición de los danzantes es relativamente moderna pues data de 1959 cuando el Rvdo. P. Ascensio Gorostidi Altuna (Amezketa, Guipuzkoa, 1923 - Guijo de Santa Bárbara, Cáceres, 1966) introdujo esta peculiar danza semejante a la de otros pueblos veratos pero con ciertas características diferenciales.
Esto nos permite ver que la Pontificia Cofradía de Santa Bárbara es algo vivo y no estático que pese a perder algunas tradiciones como la de las castañas o la de la vaca, ha incorporado otras como la de los danzantes.

Los danzantes en la Era del Llano.
(c) Alonso de la Calle Hidalgo.

El objetivo del presente artículo es recuperar del olvido esta antiquísima tradición para que sea conocida y recordada por todos los guijeños del presente y del futuro, especialmente para los descendientes de aquellos vaqueros del siglo XIX que vendieron alguna o varias vacas a la Cofradía de Santa Bárbara.

El autor con una vaca y un ternero en 1999.
Quién sabe si esta podría haber sido una vaca de Santa Bárbara en los tiempos modernos
(c) Alonso de la Calle Hidalgo.

Nota final del autor:
Escribir este artículo sobre una antiquísima tradición guijeña ya perdida, es muy especial para mí pues soy descendiente directo de muchos de aquellos vaqueros que entre 1828 y 1867 vendieron vacas a la Cofradía de Santa Bárbara.
Y entre vacas nací y viví hasta que por avatares del destino, mis abuelos maternos Juan y Marcelina tuvieron que vender sus vacas el 28 de junio de 2000.

Mi abuelo Juan García García y yo con una ternera en 1999.
Mi abuelo era tataranieto de Román Castañares Pobre, que vendió la vaca de Santa Bárbara en 1862 por 780 reales.
(c) Alonso de la Calle Hidalgo.

Fdo: Silvestre de la Calle García.


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