lunes, 10 de enero de 2022

EL GATO: UN ANTIGUO ALIADO

El gato es uno de los principales animales domésticos y uno de los que lleva más tiempo conviviendo con nosotros.
Ha pasado de ser un animal de trabajo vital para controlar las poblaciones de ratones y otros animales dañinos, a convertirse en un animal de compañía.
Lamentablemente, también se ha convertido en ocasiones en una auténtica plaga que causa graves problemas.

El gato. Un antiguo aliado.
(c) Miguel Alba Vegas.

Cuando el hombre deja de ser cazador y recolector y se convierte en agricultor y ganadero, se hace sedentario y tiene que conservar y almacenar los productos obtenidos para poder subsistir durante el invierno sin necesidad de abandonar sus poblados.
Esta abundancia de alimento concentrado en un mismo lugar, atraía a los roedores y otros animales que veían una inagotable fuente de recursos y un lugar seguro para reproducirse.
En los poblados humanos del neolítico, los roedores comenzaron a reproducirse exponencialmente, lo cual no pasó desapercibido a los depredadores, entre los que estaban los gatos monteses o silvestres.

Gato con aspecto similar al silvestre.
(c) Fran Romero López.

Los agricultores y ganaderos vieron en el gato un gran aliado para librarse de los molestos roedores y permitieron que habitase en los poblados.
El hombre no vio necesario intervenir mucho en esta relación. No necesitaba un animal más fuerte, con más carne, productor de leche ni nada por el estilo. Lo que quería era un animal que mantuviese a los ratones a raya.
Por ello, durante varios miles de años, los gatos domésticos se diferenciaron morfológicamente poco de los gatos salvajes. Además, al llevar una vida en semilibertad, se apareaban a menudo entre sí.
Con el tiempo, el hombre iría ejerciendo su influencia y quedándose con los gatos de aspecto más llamativo dando lugar a poblaciones diferenciadas.

Poco a poco los gatos domésticos se fueron diferenciando de los salvajes.
(c) Carlos Sánchez Burdiel.

No se sabe a ciencia cierta dónde ni cuándo fue domesticado, o mejor dicho tolerado, el gato por primera vez.
Tradicionalmente, se pensó en el Antiguo Egipto como primer lugar de domesticación, dado que para esta cultura politeísta, el gato fue uno más de los animales asociados a las divinidades, en concreto a la diosa Bastet que se representaba como una mujer con cabeza de gato o con una estatuilla de un gato. Tal fue el aprecio que los egipcios sintieron por sus gatos, que llegaron incluso a momificarlos.
No debe sorprendernos esto, pues es bien sabido que Egipto era un lugar de economía esencialmente agrícola y por ello el gato era muy necesario para controlar los animales que invadían los graneros.

El gato fue un animal vital para los egipcios.
(c) Víctor Manuel Carretero

No obstante, actualmente se piensa que los gatos fueron domesticados por primera vez en el llamado Creciente Fértil al igual que otros muchos animales. Desde allí se habrían extendido paulatinamente por Asia Menor, llegando también a Egipto.
Sea como fuere, el gato acabó extendiéndose por todo el Viejo Mundo, llegando a Europa occidental posiblemente como compañero de los navegantes fenicios que lo utilizarían para mantener las embarcaciones libres de roedores.

El gato no tuvo problema para adaptarse a vivir en cualquier lugar a donde era llevado.
(c) Silvestre de la Calle García.

El gato se iría extendiendo por toda Europa. En la Edad Media comenzó a asociarse este animal con cultos paganos y con la brujería por lo que fue muy poco apreciado y perseguido.
Se consideraba que los gatos, especialmente los negros, daban mala suerte y eran animales "demoniacos" por lo que se les eliminó del campo y de la ciudad.
Esto provocó un enorme crecimiento de las poblaciones de ratones y ratas cuyas pulgas se convirtieron en transmisoras de terribles epidemias como la Peste.
Afortunadamente, el gato volvió a ocupar el lugar de épocas anteriores al comprobarse que era el animal más efectivo para el control de las plagas de roedores.

Gato en busca de ratones.
(c) Esther Rodríguez Jiménez.

Tal importancia 
ha tenido el gato en el medio rural español durante los últimos siglos, que a la hora de construir las casas se tenía en cuenta la presencia de los gatos.
En la parte inferior de las puertas de madera que daban acceso a las viviendas, se practicaba un pequeño orificio en la parte inferior denominado "gatera" que permitiese el paso de los gatos aunque la puerta estuviese cerrada.
No se permitía el libre acceso ni la estancia dentro de la vivienda de otros animales, salvo en la cuadra. Sin embargo, los gatos recorrían toda la vivienda pues la mantenían limpia de roedores y otros animales.

Casa antigua con "gatera" en la parte inferior de la puerta.
Los Narros, Solana de Ávila (Ávila).
(c) Silvestre de la Calle García.

Los gatos recorrían las bodegas, cuartos de almacenaje, los desvanes, las despensas e incluso las cocinas, por ser lugares donde se almacenaban los distintos tipos de alimentos y donde los ratones podían causar auténticos destrozos.
Era frecuente en cualquier casa de pueblo, ver gatos en la cocina calentándose junto a la lumbre.

Imagen que muchos tendrán en su memoria.
Mientras la abuela hace punto, la gata se calienta junto al fuego.
(c) Alonso de la Calle Hidalgo.

En las casas de campo, molinos y edificaciones destinadas al albergue del ganado, los gatos desempeñaban y aún siguen desempeñando actualmente en muchos casos, un papel fundamental.
En estos lugares se almacenaba grano y otros productos para alimentar a los animales, así como heno y paja que eran un cálido refugio ideal para que los ratones criasen sus numerosísimas camadas.
Además de alimentarse de la comida del ganado, los roedores fueron siempre transmisores de enfermedades y podían, en el caso de las ratas, llegar a causar daños atacando a los pollitos de diversas aves de granja.
Por ello, no faltaban jamás los gatos en tales lugares.

Gata en un corral
(c) Alonso de la calle Hidalgo.

Para que los gatos cumpliesen adecuadamente con su cometido cazador tanto en las viviendas como en el campo, se limitaba mucho su alimentación.
Se les daba algún desperdicio de la comida o un poco de pan con leche para que siempre sintiesen ganas de volver al lugar donde eran alimentados en caso de no encontrar roedores.
En las explotaciones ganaderas, contaban con alimento extra durante la época de paridera, alimentándose de las placentas de los animales.

Cabra recién parida con las "pares" (placenta) colgando.
Los trozos de carne de las "pares" eran buscados por los gatos que, en ocasiones se llevaban algún topetazo de las cabras.
(c) Alonso de la Calle Hidalgo.

Se prefería tener gatas a gatos, porque éstos eran más érraticos y a menudo abandonaban la casa o la majada en busca de hembras en celo mientras que las gatas no se movían nunca del lugar en el que nacían. Además, cuando las gatas tenían gatitos, su instinto cazador se agudizaba y buscaban roedores con más atención para poder alimentar a sus gatitos.
No se controlaba la reproducción de las gatas si bien, en ciertas ocasiones y por duro que parezca, se eliminaban algunos para evitar la superpoblación.

Gata con sus gatitos.
(c) Mariano Martín Ayuso.

Con el paso del tiempo, el abandono del campo y la construcción de edificaciones a las que no podían entrar los ratones, los gatos dejaron de ser necesarios como cazadores.
En las ciudades comenzaron a ser mantenidos como mascotas o animales de compañía. Se les comenzó a atender adecuadamente y se seleccionaron ejemplares con características particulares para dar lugar a una gran variedad de razas para participar con ellas en concursos y exposiciones.

Bonito gato de compañía.
Aunque estos gatos conservan su instinto, no sirven para cazar.
(c) Fran Romero López.

Sin embargo, para quienes viven y trabajan en el campo actualmente, el gato sigue manteniendo su función.
Ciertamente, existen trampas, venenos y diversos métodos para erradicar a los ratones pero es más efectivo y natural mantener un gato que, al mismo tiempo, siempre dará compañía al ganadero o al agricultor.

Gato de compañía pero con buena morfología cazadora.
(c) Carlos Sánchez Burdiel.

Pero no debemos olvidar nunca una cosa fundamental: ¡LOS GATOS NO SON JUGUETES!
A menudo nos decidimos a comprar, criar o adoptar un gatito como mascota o como regalo para los niños.
Un pequeño gatito al que le damos el biberón, le hacemos mimos y se convierte en uno más de la familia hasta que crece y hace alguna trastada o nos aburrimos de él y tomamos la decisión de que abandone nuestro hogar.
Pero como no encontramos nadie que lo quiera y tampoco queremos sacrificarlo, tomamos la decisión de liberarlo en la calle donde vivan otros gatos o en la naturaleza para que pueda vivir en el campo.
GRAVÍSIMO ERROR.

Gato en el campo.
(c) Alonso de la Calle Hidalgo.

Los gatos se adaptan fácilmente a la vida salvaje pues su instinto cazador les permite sobrevivir. Sin embargo, son animales muy inteligentes y en lugar de trasladarse a vivir al campo, si los liberamos cerca de un pueblo buscarán sitio para vivir junto a otros gatos formando colonias que en ocasiones llegan a ser inmensas.
En los pueblos y ciudades encuentran alimento seguro husmeando en los contenedores de basura y cazando en parques y jardines, llegando a afectar a las poblaciones de aves urbanas como el gorrión.

Los gatos callejeros cazan fácilmente polluelos y jóvenes ejemplares de aves urbanas.
(c) Carlos Sánchez Burdiel

Mucha gente, por pena, decide alimentarles para que no mueran de hambre lo cual es otro error muy grave pues al estar en perfecto estado de salud, se favorece su reproducción, pariendo las gatas camadas más numerosas y de gatitos más fuertes que no harán más que aumentar las colonias.

Gatos callejeros.
(c) Carlos Sánchez Burdiel.

Los gatos callejeros viven sin ninguna clase de control veterinario por lo que pueden transmitir enfermedades a los humanos, a las mascotas y a otros animales domésticos.
Además, pueden causar daños en el mobiliario urbano, en parques y jardines públicos o privados en incluso en los coches, casas y jardines particulares.
En ocasiones, llegan a dormir incluso dentro de los motores de los coches buscando calor.

Gato subido en un coche.
(c) Carlos Sánchez Burdiel.

La solución no pasa por dejar abandonados a su suerte a los gatos callejeros. Deben ser capturados por las autoridades competentes para ser castrados y evitar que se sigan reproduciendo.
Lo más adecuado una vez castrados, desparasitados y vacunados es darlos en adopción a personas que los cuiden adecuadamente y les den un hogar digno.

Evitemos tener que contemplar estas imágenes en nuestros pueblos.
(c) Carlos Sánchez Burdiel.

Pero ¿Y si abandonamos el gato en el campo? Así no causará daños y podrá llevar una vida salvaje sin dar problemas a nadie. PEOR TODAVÍA.
Los llamados gatos asilvestrados o cimarrones, se comportan como verdaderos animales salvajes siendo eficaces depredadores que pueden afectar a las poblaciones de diversos animales como pequeños micromamíferos (roedores e insectívoros), aves de pequeño tamaño, anfibios, reptiles, peces e incluso insectos.
Ejemplos de este problema los encontramos a lo largo y ancho del mundo desde las Islas Canarias donde los gatos han supuesto un problema para las poblaciones de reptiles autóctonos hasta islas de Nueva Zelanda donde han llegado a extinguir poblaciones enteras de aves como el pequeño Chochín de Stephens, ave que fue exterminada por ¡un solo gato! en el siglo XIX.

Petirrojo, ave muy común en España que puede ser presa de los gatos.
(c) Alonso de la Calle Hidalgo.

Además de eso, en los montes españoles, habita el gato montés. Este felino autóctono, similar a un gran gato atigrado grisáceo, sufre las consecuencias del cruzamiento con los gatos asilvestrados, con la pérdida de pureza genética que ello conlleva.
Algunos autores llegan a dudar sobre la existencia de gatos monteses genéticamente puros en la mayoría de los montes españoles.

Los gatos de campo presentan a veces un aspecto muy "montesino", recordando claramente a los gatos silvestres.
(c) Miguel Alba Vegas.

Pero ¿debemos entonces eliminar al gato de nuestro mundo como en la Edad Media casi estuvo a punto de suceder?
ROTUNDAMENTE NO.
Los gatos llevan miles de años, posiblemente 10 Milenios o más, con nosotros y durante ese tiempo nos han defendido de los temibles roedores y lo siguen haciendo en el medio rural.
Ya sea en las antiguas cuadras o en las modernas naves ganaderas, los ratones están ahí aunque no se los vea y un gato o varios, serán fundamentales para mantener a raya a roedores y otros animales para evitar que se coman el alimento del ganado o que puedan ser transmisores de enfermedades.

Los corrales son un paraíso para los ratones.
Típico corral de vacas en Guijo de Santa Bárbara.
(c) Alonso de la Calle Hidalgo.

Quienes vivan en casas antiguas, tengan casas de campo o simplemente un jardín o pequeña huerta, harán bien en tener algún gato porque en estos lugares, siempre suele haber también ratones.

Gato subido en la chimenea de una antigua casa.
Navecepeda de Tormes (Ávila)
(c) Silvestre de la Calle García.

Si vivimos en una casa moderna o en un piso, ya sea en el campo o en la ciudad, y queremos tener un gato como mascota, será una buena decisión.
Debemos tener presente ciertas normas pues, aunque el gato es un animal bastante independiente, necesita unos cuidados mínimos.

El gato es una buena mascota para tener en casa.
(c) Fran Romero López.

Para empezar, debemos ser especialmente cuidadosos con su alimentación e higiene.
Antiguamente, a los gatos no se les daba de comer para mantener, como ya hemos dicho, su instinto cazador. Como mucho, se les echaba algún desperdicio de la comida o un poco de pan mojado con leche en las casas ganaderas, pero los gatos de hoy en día no pueden alimentarse de este modo.
Necesitan un alimento específico para ellos y tener también agua fresca y limpia. Deberán comer siempre dentro de casa.
Los gatos no necesitan bañarse. Ellos mismos se lamen para limpiarse pero los gatos de pelo largo necesitan ser cepillados a menudo.
Para hacer sus necesidades, hay que tener preparado un cajón con arena que deberemos limpiar a menudo.

Debemos tener cuidado con los gatos en cocinas y despensas.
Se alimentarán de cualquier cosa que esté a su alcance y puede hacerles daño.
(c) Felicita López Damaso.

Respecto a su salud, deberemos estar muy pendientes de vacunarlos y desparasitarlos y llevarlos al veterinario siempre que sea necesario.
Como todos los animales, los gatos pueden contraer enfermedades que son peligrosas para ellos y pueden ser transmitidas al hombre, como por ejemplo la temida toxoplasmosis.

Los gatos deben estar bien cuidados.
(c) Felicita López Damaso.

Los gatos pasan la mayor parte del tiempo durmiendo o descansando por lo que deberemos tener una cama confortable en algún rincón tranquilo de la casa.
Si pueden, intentarán dormir en el sofá o en la cama. Esto ya son cuestiones personales de cada propietario, pero lo ideal es que tengan un lugar exclusivo para ellos.

Gato dormido en el sofá.
(c) Felicita López Damaso.

Son animales bastante caseros pero si disponemos de un jardín donde puedan salir a tomar el sol lo agradecerán. Como son animales ágiles, deberemos procurar que no escapen del jardín pues pueden sufrir algún accidente o causar daños a otras personas.

Gato tomando el sol.
(c) Esther Rodríguez Jiménez.

Podemos sacarlos a pasear con un arnés adecuado o con una correa. Si se acostumbran desde pequeñitos a esto, se comportarán igual que un perro.
De esta forma, nuestro gato hará ejercicio, tomará el sol, disfrutará del aire fresco y estará controlado en todo momento.

Gato paseando.
(c) Alicia Fraile de Arriba.

Si nuestro gato es macho, será adecuado castrarlo para evitar que marque el territorio y también para controlarlo mejor y que no se escape en cuanto tenga ocasión para buscar hembras en celo.
Si tenemos una gata, deberemos mantenerla siempre encerrada en casa si no queremos tener gatitos pero si sale de casa o se escapa, será mejor que esté castrada también.

Haremos bien en castrar a nuestro gato si sale a la calle.
(c) Carlos Sánchez Burdiel.

Por lo demás, el gato es un animal muy cariñoso, sobre todo si lo criamos nosotros desde pequeñito pues se acostumbrará a nosotros y será una gran mascota.

El gato, una excelente mascota.
(c) Esther Rodríguez Jiménez.

Así es que, queridos lectores, si queréis tener un gato, pensarlo muy bien antes y cuando lo hayáis decidido, adoptad un gatito pequeño y educadlo y cuidadlo como se merece para que se convierta en un miembro más de la familia.

Alicia Fraile de Arriba con su gato.
Sobran las palabras. Cuando un gato es tan cariñoso, por algo será.

A MODO DE CONCLUSIÓN.

El gato doméstico ha sido uno de los animales más importantes para el Ser Humano pues aunque no haya sido una especie ganadera y de renta, es decir, que jamás ha generado beneficio económico alguno, ha mantenido libres nuestras moradas de ratones para que no atacasen nuestras despensas y que de esa manera nuestro alimento estuviese asegurado.
Por ello, merecen un reconocimiento y debemos cuidar de él como se merece.
Si queremos tener un gato, debemos pensarlo muy bien y si con el tiempo nos aburrimos de él, jamás deberemos abandonarlo sino buscarle un hogar adecuado.
El problema de los gatos callejeros y asilvestrados es algo que nos afecta a todos pero el mayor perjudicado es el propio animal.

Cuidemos del gato como se merece.
(c) Esther Rodríguez Jiménez.

Terminamos este artículo con el testimonio de Jesús Carreras Delgado, ganadero de ovino y caprino de el Raso, Candeleda (Ávila), nos cuenta lo siguiente:

En las majadas no pueden faltar los gatos porque si no se llena todo de ratones y bichos. 
Los ratones se meten entre la paja y crían allí pero lo recorren todo y hay veces que hasta roen el pelo y los cuernos de los chivos.
Yo siempre tengo unos cuantos sueltos por la majada. Aparecen por la mañana en cuento nos ponemos a ordeñar porque siempre se los echa algo para comer y  así se les anima a que no se vayan.
Las gatas con cría son mejores para cazar.
Los gatos han ayudado siempre y siguen ayudando a los ganaderos.

El autor (izquierda) junto a Jesús Carreras Delgado (derecha) en la majada.
En estos lugares nunca deben faltar los gatos.

Fdo: Silvestre de la Calle García.
Técnico Forestal.

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