UN PASTOR ENTRE REINAS Y PAPAS

Antonio Jiménez García (1810-1898), conocido popularmente por sus vecinos, familiares y descendientes como el "Agüelo Viejo", ha sido sin lugar a dudas el personaje más importante de la historia de Guijo de Santa Bárbara.
Durante su larga vida, fue muchas cosas pero cuando le preguntaban por su profesión siempre contestaba lo mismo: SOY PASTOR.

Entre reinas y papas.
Antonio Jiménez García (centro), Isabel II (izda) y León XIII (dcha).

Sí, queridos lectores. Este hombre era pastor de ovejas pero tenía trato con reinas y papas.
Os animo a leer este interesante artículo que, con el fin de poder explicar mejor los detalles de la vida del protagonista, dividiremos en varios apartados para hacer más cómoda su lectura.

Antonio Jiménez García retratado por Francisco Martín Rivera.

1. NACIMIENTO E INFANCIA.

Antonio nació en 1810 en lo que por entonces era la aldea o barrio del Guijo de Jarandilla, siendo el hijo mayor de Alonso Jiménez Ovejero y Francisca García Jiménez, él natural del Guijo y ella de Navalmoral de la Mata.
Residían en la calle de El Lavadero, en una casa construida en 1807 donde Alonso Jiménez había vivido con su primera y difunta esposa Fabiana, que murió de parto en 1809 junto con el hijo que esperaban.


Aspecto actual de la casa natal de Antonio.
(c) Alonso de la Calle Hidalgo.

No sabemos a ciencia cierta el día en que nació Antonio pues pese a que el Archivo Parroquial está impecablemente conservado, falta en él el Libro nº2 de Bautismos que abarcaba desde 1739 a 1830.
Sabemos por un índice realizado de este libro en la década de 1910 por el párroco Gregorio María Cruz Aparicio, que la partida de bautismo de Antonio hijo de Alonso y Francisca, estaba inscrita en dicho libro en el folio nº 160   .

Pila bautismal en la que fue bautizado Antonio.
(c) Silvestre de la Calle García.

Uno de los primeros recuerdos que conservaba Antonio de su infancia era la independencia del pueblo, cuando el barrio del Guijo pasó a ser una villa independiente con el nombre de Guijo de Santa Bárbara.
Recordaba bien aquellos días y cómo construyeron el rollo o picota frente al horno de su abuela paterna María Teresa Ovejero, natural de Aldeanueva de la Vera, y que se encontraba en la actual plaza de la Fuente.

Guijo de Santa Bárbara.
Pintura de Félix Perancho Castañares.

Desde su más tierna infancia, Antonio estuvo vinculado a la ganadería. Su padre, como la mayoría de hombres del pueblo, era ganadero y labrador.
Antonio tenía que ayudarle con las cabras, las ovejas y las vacas que componían la ganadería familiar.

Vacas Avileñas.
La familia de Antonio destacó siempre por la cría de vacas.
(c) Silvestre de la Calle García.

Aunque eran una familia acomodada que tenía contratados "criados", Antonio al ser el mayor de los hermanos, tenía que ir con el ganado al campo cuando su padre y los criados tenían que hacer alguna tarea en el campo.
Las ovejas eran la base de la economía familiar y por eso Antonio utilizaba siempre la palabra PASTOR que en Guijo de Santa Bárbara se utiliza exclusivamente para referirse a los cuidadores de ovejas distinguiendo entre pastor y borreguero.
Pastor: Encargado de cuidar las ovejas.
Borreguero: Dueño de las ovejas o borregas como son llamadas en Guijo.

Ovejas o borregas.
(c) Silvestre de la Calle García.

Aunque Antonio podía haber dicho que era borreguero por ser las ovejas de su padre primero y luego suyas, siempre usaba la palabra pastor porque era más fácil de entender por la gente de fuera del pueblo y además porque realmente él mismo fue pastor al ir con las ovejas al campo.
Muchas noches tuvo que dormir en la mampara, caseta portátil de madera, para cuidar las ovejas durante la noche cuando estaban estercolando las fincas y evitar así que fuesen atacadas por los lobos.

Mampara utilizada por los borregueros.
(c) Silvestre de la Calle García.

La infancia de Antonio terminó bruscamente el día 11 de septiembre de 1822 cuando su padre falleció a la edad de 36 años.
Desde ese momento tuvo que hacerse cargo de su madre, de sus hermanos Claudio, José, Andrés y Cándida, así como de su abuela María Teresa Ovejero que era viuda y tenía ya 58 años, edad avanzada en aquella época.

Una de las múltiples tareas de Antonio, era ayudar a su abuela en el horno.
(c) Alonso de la Calle Hidalgo.

2. VIDA FAMILIAR.

Al morir su padre, Antonio se convirtió con tan sólo 12 años en el cabeza de familia, teniendo que hacerse cargo del ganado y de las fincas. Su abuela era propietaria de una finca llamada La Viruela en la que había olivos, vides, higueras y terreno para el cultivo de cereales y de patatas.
La mayoría de los días, Antonio iba al campo con el ganado, siendo sustituido por sus hermanos cuando había que hacer algún trabajo especial en la finca como arar con la yunta de vacas.

Yunta de vacas Avileñas.
(c) Silvestre de la Calle García.

Además de eso, Antonio iba a clase por las noches con el sacerdote encargado de la parroquia, el Rvdo. Fray Pedro Merchán Vidal, religioso franciscano del convento de Santo Domingo de Guzmán de Jarandilla, que le enseñó a leer, a escribir y las cuatro reglas aritméticas, así como cultura general y doctrina cristiana.
Antonio, al igual que su padre y todos sus antepasados era muy devoto de San Francisco de Asís, por lo que para él era muy especial que un religioso franciscano se hiciese cargo de su educación.

Cuadro de San Francisco de Asís.
Parroquia de Nuestra Señora del Socorro. Guijo de Santa Bárbara.
(c) Silvestre de la Calle García.

El 8 de abril de 1826 Francisca García, la madre de Antonio, contrajo matrimonio con José de Arriba, pasando de esa forma a ser éste el cabeza de familia. 
Sin embargo, Antonio no vivía ya en la casa familiar pues se había trasladado de forma definitiva a vivir con su abuela María Teresa para cuidarla.

Antonio pasó su infancia y juventud entre ovejas y cabras.
(c) Alonso de la Calle Hidalgo.

El 12 de marzo de 1829, cuando sólo contaba con 19 años, Antonio contrajo matrimonio con Josefa Lorencia Santos García, de 17 años, hija de José y Dionisia.

Josefa Santos García retratada por Francisco Martín Rivera.

Antonio y Josefa tuvieron 10 hijos: Antonio Modesto, Rufina, Casimira, Trinidad, María Asunción Micaela, Felipa, Manuel, Víctor, Decoroso Valentín y Aniceta Elvira.
Salvo Rufina y Decoroso Valentín que murieron con 1 mes y una semana de vida respectivamente, el resto llegaron a la edad adulta aunque Manuel y Aniceta Elvira fallecieron antes que sus padres.

Antonio Modesto Jiménez Santos, primogénito de Antonio y Josefa, retratado por Francisco Martín Rivera.


3. ECONOMÍA FAMILIAR.

Al igual que todos sus antepasados y el resto de la familia, Antonio fue ganadero y labrador pero desde joven trabajó primero como escribiente municipal redactando todo tipo de documentos, siendo nombrado posteriormente secretario municipal, hasta que en 1833 fue nombrado alcalde con tan sólo 23 años, pero de eso hablaremos en otro capítulo.
Centrémonos en el trabajo de Antonio como ganadero y agricultor.
Al fallecer su abuela el 15 de Noviembre de 1831, Antonio heredó la finca de La Viruela, de 79 áreas de superficie. En ella había olivos y vides suficientes para obtener aceite y vino tanto para el consumo familiar como para la venta.

Antonio Leandro de la Calle Jiménez en la bodega de su tatarueblo Antonio Jiménez García.
(c) Alonso de la Calle Hidalgo.

Antonio vendía el queso que hacía su esposa y los cabritos en el pueblo y en ocasiones también en pueblos cercanos como Jarandilla, Losar y Aldeanueva. 
En estas localidades Antonio contaba con numerosos familiares y contactos pues sus suegros descendían de Losar y Jarandilla y su abuela María era natural de Aldeanueva como dijimos anteriormente.
El queso guijeño tenía gran fama y Josefa hacía un queso excelente pues llevaba haciéndolo desde pequeña. Sus padres eran ganaderos y como tenían nada menos que 12 hijos y Josefa era de los mayores, le tocó trabajar mucho para ayudar a su madre, siendo su principal cometido la elaboración y venta del queso, lo cual siguió realizando al casarse con Antonio.

Queso fresco de cabra.
(c) Alonso de la Calle Hidalgo.

Los corderos, que tenían poco aprecio en El Guijo, los vendía en los mercados y ferias de Jarandilla de la Vera y Navalmoral de la Mata, población en la que tenía numerosos contactos por ser su madre de allí.
La lana de las ovejas, era muy apreciada y se vendía a tratantes forasteros que acudían al Guijo a comprarla.
Sin embargo, lo más valioso de las ovejas era el estiércol pues se decía que las fincas producían más cuando estaban abonadas por las ovejas, especialmente las dedicadas al cultivo de cereal y patatas.

Oveja con su cordero.
(c) Alonso de la Calle Hidalgo.

Las vacas de Antonio eran "negras", semejantes a las actuales Avileñas. Se trataba de vacas destinadas a la cría de terneros y al trabajo.
Antonio vendía terneros al destete pero también novillos y eralas para yunta. Vendía algunos de estos animales en Jarandilla o Navalmoral, pero prefería sin lugar a dudas acudir a la famosa Feria de Octubre de El Barco de Ávila.

Feria de Octubre. 2013.
(c) Silvestre de la Calle García.

En aquella zona, Antonio tenía numerosos contactos y amistades pues su bisabuelo José García-Ovejero de la Calle era natural de Palacios de Becedas y su tía Manuela Canalejo era natural de Lancharejo, anejo de La Carrera.
Aprovechaba Antonio su viaje al Barco para subir con algunas caballerías cargadas de vino y aceite, productos que allí no se producían y tenían venta asegurada. El viaje de regreso lo realizaba con las caballerías cargadas de judías, garbanzos y patatas para la siembra.

Iglesia Parroquial de la Inmaculada Concepción de Becedas (Ávila).
En ella fue bautizado en 1730 José García-Ovejero de la Calle.
(c) Silvestre de la Calle García.

Además de ese ganado, Antonio vendía algunos potros y muletos pues también tenía varias yeguas.
Pero uno de sus negocios más lucrativos era la venta de productos de la matanza. Todos los años, mataba dos o tres cerdos y vendía los jamones y los lomos a gente de Navalmoral y otras grandes poblaciones. Con el tiempo, cebaría muchos más cerdos y vendería los jamones incluso en Cáceres.

Curando la matanza.
(c) Alonso de la Calle Hidalgo.

Con los beneficios obtenidos del ganado y de la venta de aceite y vino, Antonio fue poco a poco aumentando su patrimonio, lo que le permitió en 1838 adquirir la finca denominada Huerta del Monge, terreno que había pertenecido a la Parroquia hasta la Desamortización de Mendizábal.
Se trataba de una magnífica finca situada junto al pueblo y con gran abundancia de agua, lo que la convertía en sumamente fértil además de estar poblada de manzanos, perales y otros árboles frutales.

En los terrenos de la Huerta del Monge, aún se sigue cultivando.
(c) Silvestre de la Calle García.

Años más tarde, en 1843, Antonio compró una nueva finca rústica en el término municipal de Jarandilla: El Convento.
Se trataba de los terrenos que hasta la Desamortización de Mendizábal, habían pertenecido al convento franciscano de Santo Domingo de Guzmán.
Extensos olivares, viñedos, terreno de regadío y prados componían la finca.
Más allá del valor económico de esta finca, para Antonio tenía un importante valor sentimental por haber pertenecido a los franciscanos.

Ruinas del convento franciscano de Santo Domingo de Guzmán.
(c) Alonso de la Calle Hidalgo.

Aún así, la base económica de Antonio y su familia seguía siendo la ganadería. Vacas, cabras y ovejas eran la principal riqueza de nuestro protagonista. Mientras que el ganado menor pastaba todo el año en el pueblo, las vacas eran llevadas en primavera a las dehesas del Campo Arañuelo. Antonio llevaba las vacas con su tío Eugenio y sus primos a la dehesa de Macarra, en Toril.

Las ovejas de Antonio pastaban todo el año en El Guijo, al igual que las cabras.
(c) Alonso de la Calle Hidalgo.

Sin embargo esta dehesa estaba bastante lejos de casa, por lo que Antonio se decidió a buscar una dehesa más cercana al Guijo y encontró libre El Centenillo, en Talayuela.
Se enteró que aquella dehesa de algo más de 2.000 hectáreas estaba en venta por lo que se decidió a comprarla.
Tras la compra, la dividió en cuatro partes o "cuartos" y vendió dos ellos, quedándose él con el Cuarto de Los Rodeos y el de Las Barcas. 
De esta forma, se aseguraba pasto gratis para sus vacas durante la primavera y podía alquilar los pastos sobrantes a otros ganaderos.
En verano, las vacas regresaban al pueblo.

Vacas Avileñas trashumantes en Guijo de Santa Bárbara.
(c) Alonso de la Calle Hidalgo.

Comprada ya la dehesa, llegó a sus oídos que cerca de ella se vendía un magnífico terreno de regadío denominado La Barca. Se trataba de una gran finca de 38 hectáreas con una casa y secaderos de pimiento así como una máquina o rueda hidráulica para elevar el agua del río Tiétar y poder regalarla.
Antonio cultivaba esta finca en régimen de "aparcería" o "mediería". Los medieros se encargaban de cultivarla y al final del año, pagaban o entregaban parte del producto obtenido a Antonio.
Antonio aconsejaba a los medieros para que cultivasen pimiento para pimentón, de forma que así se aseguraba que éstos le entregasen al final del año parte del pimentón obtenido y comprándoles a menudo él mismo el resto de la cosecha para vender llevar cargas de pimentón a El Barco de Ávila cuando iba a las ferias de ganado.

El famoso pimentón de La Vera.
(c) Alonso de la Calle Hidalgo.

Al lado opuesto del río, en el término de Valverde de la Vera, Antonio conocía la existencia de un bonito molino harinero denominado Molino del Pozo, por estar situado junto al charco conocido como Pozo del Rey.
Un molino era un negocio rentabilísimo en aquella época pues en toda La Vera se cultivaban enormes extensiones de cereal tanto de secano (trigo, cebada y centeno) como de regadío (maíz).
Antonio adquirió el molino y como era costumbre, contrató un molinero experto. El molino funcionaba en régimen de "maquila", consistente en que las personas que llevaban el cereal tenían que entregar como pago una determinada cantidad de grano o harina.
La mitad de la maquila era para el molinero y la otra mitad para el dueño del molino.
El molino tenía dos ruedas o piedras, una dedicada a moler harina fina y otra a moler pienso.

Aspecto actual del Molino del Pozo.
(c) Alonso de la Calle Hidalgo.

Antonio dispuso a partir de entonces de una enorme cantidad de harina y pienso para sus animales. Propuso a su esposa montar un negocio en Guijo que sería dirigido por ella: una tahona o panadería.
Josefa accedió encantada.
Antonio conocía perfectamente el negocio panadero y, en cierta manera, montar una panadería servía para homenajear a su difunta abuela María.
La Casa-Horno de Antonio y Josefa, situada frente a la llamada Fuente del Monge y junto a la casa donde ellos vivían, se convirtió en un próspero negocio.

Casa de Antonio y Josefa (derecha) y Casa-Horno (izquierda).
(c) Silvestre de la Calle García.

Josefa se encargó de contratar una hornera que amasase y cociese pan para la venta con la harina que obtenían del molino del Pozo, pero además en el horno se cocía el pan de los vecinos que lo hacían en sus casas y no disponían de horno para cocerlo. Por cada tablero de pan que llevasen al horno, debían pagar una libra de masa de pan.
La mitad de las libras de masa eran para la hornera y la mitad para el ama del horno.

Horno tradicional.
(c) Alonso de la Calle Hidalgo.

Como vemos Antonio y Josefa pasaron de ser ganaderos y labradores a auténticos empresarios. Podían haber prescindido perfectamente del ganado pero era su seña de identidad y jamás se deshicieron de él.
Aún le quedaba a Antonio una finca por comprar que fue la más importante de todas: EL BALDÍO DE JARANDA.
Se trataba de un antiguo baldío perteneciente al extinguido Sexmo de Plasencia. Tenía una extensión de unas 965 hectáreas y ocupaba la parte alta del término municipal.
Con la Desamortización de Madoz, salió a subasta al considerarse que estaba en manos muertas por pertenecer a los llamados Bienes de Propios del Ayuntamiento de Guijo de Santa Bárbara.

Pimesaíllo, poblado de chozas situado dentro del Baldío de Jaranda.
Numerosas familias de cabreros pasaban el verano en esta zona con sus piaras de cabras.
(c) Alonso de la Calle Hidalgo.

Considerada por los peritos como un terreno improductivo, fue tasada en 13500 reales. 
Los vecinos del Guijo, conocían sin embargo el inmenso valor de la finca pues era vital para que pastase el ganado durante el verano, especialmente las cabras y las ovejas por lo que a Antonio también le afectaba la posibilidad de que la finca fuese adquirida por algún extraño que prohibiese el pastoreo o cobrase una cantidad abusiva por el arriendo de la finca.

Las cabras, principal riqueza del Guijo, dependía de los pastos veraniegos del Baldío para sobrevivir.
(c) Alonso de la Calle Hidalgo.

Antonio no se lo pensó dos veces y acudió a la subasta, comprando la finca el día 10 de diciembre de 1859 por 45100 reales a pagar en 10 plazos.
Una vez comprada, dividió la finca en 45 acciones valoradas en 1000 reales cada una y ofreció a los vecinos del pueblo la posibilidad de comprar 41 de esas acciones, reservándose él 4 de ellas.
22 vecinos del pueblo compraron entre 0,5 y 3,5 acciones cada uno.
De esa forma, gracias a Antonio, se consiguió salvar esta finca que posteriormente se unió a otras compradas por un consuegro y un hijo de Antonio, conformando lo que hoy se conoce como DEHESA SIERRA DE JARANDA y que es propiedad de numerosos vecinos del Guijo.

Antonio de la Calle Rosado.
Uno de los accionistas del Baldío.
(c) Colección Jesús Leal de la Calle.

Antonio siguió siendo ganadero mientras que pudo. Sus hijos se casaron y tuvieron su propio ganado, pero él siguió teniendo algunas vacas y cabras y por supuesto su rebañito de ovejas que en 1872 estaba formado por unas 100 hembras reproductoras.
Puede parecer un rebaño pequeño en estos tiempos, pero en aquella época era complicado manejar un rebaño de mayor tamaño debido a que en las zonas de pastoreo había intercaladas numerosas parcelas dedicadas al cultivo de cereal y patatas y era necesario respetar las lindes.
Además, la sierra estaba llena de lobos.

Ovejas entrefinas semejantes a las criadas por Antonio.
(c) Alonso de la Calle Hidalgo.

Por otra parte, Antonio y Josefa con todos sus hijos ya casados, no necesitaban mucho para vivir. Con lo que sacaban de las ovejas, del horno y del alquiler de sus fincas, tenían más que suficiente para llevar una vida tranquila.
En sus últimos años como borreguero y pastor, Antonio tenía las ovejas en su corral de Las Dueñas.

El autor de este artículo junto al corral de Las Dueñas.
(c) Alonso de la Calle Hidalgo.


4. POLÍTICA.
La relación de Antonio con la política comenzó muy pronto, pues como ya dijimos antes, a los 23 años fue elegido alcalde.
En aquella época la elección de alcalde era sencilla. Se reunían los mayores contribuyentes del pueblo mayores de edad y elegían al que consideraban como más capacitado.
Antonio sabía leer, escribir y "hacer cuentas" por lo que sin lugar a dudas era el mejor alcalde posible y había demostrado su eficiencia como secretario municipal.

Firma de Antonio.
(c) Silvestre de la Calle García.

Entre sus gestiones al frente de la alcaldía, estuvo la construcción del edificio del ayuntamiento en 1841, que constaba de un amplio portal y dos salas en la planta baja, una dedicada a cárcel y otra a matadero municipal. En la segunda planta, se encontraban las dependencias municipales y una vivienda para el secretario o para alguna familia desamparada.
Además se construyó una torre para el reloj. 

Antiguo Ayuntamiento de Guijo de Santa Bárbara.
(c) Alonso de la Calle Hidalgo.

Otra de sus gestiones como político local y posiblemente la más importante de todas, fue la redacción de un acuerdo de uso del agua de las gargantas de Jaranda y Jarandilleja por parte de los vecinos de Guijo y Jarandilla.
Este asunto ocasionaba graves disputas entre ambas localidades y Antonio, como propietario de fincas de regadío en ambos pueblos, se encontraba siempre entre la espada y la pared por lo que consiguió que los regantes de las dos poblaciones llegasen a un acuerdo satisfactorio para todos.

El agua era una fuente de conflictos.
Regadío tradicional en Guijo de Santa Bárbara.
(c) Alonso de la Calle Hidalgo.

Aunque en 1845 Antonio dejó de ser alcalde, siguió formando parte del Ayuntamiento como concejal o regidor pues todos confiaban mucho en su experiencia y criterio.
Con el paso del tiempo, fue elegido diputado provincial por el partido judicial de Jarandilla, cargo que ostentó entre 1864 y 1866. 
El día 2 de enero de 1864 fue elegido miembro de la Comisión de Hacienda de la Diputación.
Por sus intervenciones en las sesiones de la Diputación, conocemos perfectamente sus principales inquietudes: la educación y la mejora de las comunicaciones.
Así, el 3 de enero de 1864, junto a otros diputados solicitó que se hiciese un presupuesto para mejorar los caminos vecinales pues en muchos casos no eran aptos para el uso de carros ni coches de caballos y sólo podían transitar por ellos caballerías y no sin grandes dificultades.

Las vías de comunicación en el pasado eran precarias.
El burro era un animal fundamental para el transporte.
(c) Alonso de la Calle Hidalgo.

El 4 de enero de 1864 propuso que se realizasen mejoras en el Hospital Provincial y establecimientos de beneficencia así como la mejora de la Escuela Normal de Magisterio de Cáceres para formar adecuadamente a los maestros.
Le preocupaba mucho la educación de los niños y las necesidades de los maestros que, muchas veces se veían obligados a impartir clases en locales alquilados y en casas particulares por no contar los pueblos con edificios exclusivos para tal fin.
El 19 de febrero de 1865, propuso que fuesen inspeccionadas regularmente las Escuelas de Educación Primaria, las Escuelas de Maestros y las Bibliotecas, solicitando partidas de 4000, 3500 y 3000 reales para cada partido judicial de la provincia según su población y que el inspector visita las escuelas en enero, mayo y septiembre de cada año.

Quintín Moreno y Poblador junto a su esposa Felipa Jiménez Santos (hija de Antonio).
Maestros de Instrucción Primaria.
(c) Colección Modesta Sánchez Moreno.

En 1865 sus intervenciones volvieron a centrarse en las comunicaciones manifestando en la sesión del 20 de septiembre que era fundamental construir una vía férrea en la comarca de La Vera para dar salida a la riqueza agrícola y ganadera de la misma.
Su última intervención en la diputación tuvo lugar el 10 de enero de 1866, en la cual solicitó al Gobierno 9 millones de reales para la construcción de vías férreas. 

La cabra, base de la riqueza verata durante milenios.
(c) Alonso de la Calle Hidalgo.

Viajar desde Guijo de Santa Bárbara a Cáceres, era sumamente complicado en la época.
Antonio tenía que bajar en caballería hasta Jarandilla para coger allí un coche de caballos que le llevase hasta el río Tiétar que, al no tener puente, había que cruzar en barca para continuar nuevamente el viaje en coche de caballos hasta Navalmoral y desde allí hasta Cáceres.
Al tener que pasar varios días en Cáceres, Antonio llevaba sus pertenencias en un baúl de viaje que aún se conserva.

Baúl de viaje de Antonio con sus iniciales.
(c) Alonso de la Calle Hidalgo.

Antonio no cambió sus costumbres "pueblerinas" pese a ser diputado provincial y vestía como cualquier hombre guijeño de la época con calzón de paño, camisa de lienzo, chaleco de paño, sombrero de paño, medias de lana y botas de cuero en invierno y albarcas en verano.
Por ese motivo, era conocido como el diputado de los calzones.
También era conocido como el diputado de los pies descalzos porque cuando regresaba de sus viajes, nada más llegar a Jarandilla, se quitaba el calzado y subía hasta el Guijo descalzo porque estaba cansado de aguantar las botas. 
Aunque retirado ya de la política, en el pueblo confiaban mucho en su criterio y le pedían asesoramiento, como ocurrió en 1871 al tener que revisarse el deslinde con el término municipal de Losar de la Vera, justo en la zona donde él tenía las ovejas.

El Canchal de las Cruceras o de "Las Letras".
Límite de las jurisdicciones de Jarandilla y Losar (1714).
Límite de las jurisdicciones de Guijo y Losar (1828 y 1871).
En el último deslinde, Antonio estuvo presente.

5. DOS GRANDES LOGROS: LA ESCUELA Y LA CARRETERA.

En el Guijo había maestro pero no había escuela y Antonio quería que los niños tuviesen un lugar digno para asistir a clase por lo que con su propio dinero y en una parte de su finca de la Huerta del Monge, comenzó a construir en 1878 un magnífico edificio que en la planta baja con tres aulas: una para los párvulos, otra para las niñas y otra para los niños en la que se encontraba además la biblioteca pública. En la planta superior construyó viviendas para los maestros.

El "correor" o balcón de la vivienda de los maestros.
Piso superior de las escuelas.
(c) Colección Familia de la Calle.

Para abaratar costes, pidió ayuda y colaboración a las vecinos para que con sus yuntas de vacas y caballerías llevasen la piedra y madera necesaria para la construcción ya que era un bien social. 
El edificio quedó concluido en 1880, colocándose una placa conmemorativa.

Placa conmemorativa de la inauguración de las escuelas.
(c) Alonso de la Calle Hidalgo.

Además de servir como escuela y biblioteca, el edificio servía como lugar de tertulia y de intercambio de información comercial entre los vecinos, creándose también una especie de banco hipotecario para que con los intereses de los préstamos, se pudiesen sufragar los gastos de la escuela.
Para que el banco hipotecario comenzase a funcionar, Antonio donó 1000 duros. Los vecinos podían solicitar préstamos de hasta 500 reales al 8% de interés, amortizables en un plazo de 10 años. Tenían preferencia para recibir los préstamos las familias en situación desfavorable y los jóvenes recién casados.

Tomás Bermejo junto a su esposa Isabel Jiménez (prima de Antonio) y su hija Catalina.
Las familias guijeñas de finales del siglo XIX podían acudir al banco hipotecario fundado por Antonio en caso de necesidad.
(c) Colección Valentina Bermejo de la Calle.

En 1886 y después de numerosísimas gestiones, la carretera llegó por fin a Guijo de Santa Bárbara. El acontecimiento fue celebrado con gran alegría por todos los vecinos.
Ya se podía llegar hasta el pueblo cómodamente en carro o coche de caballos y no sólo en caballería como hasta el momento.
En 1890, Emilio Castelar visitó el pueblo siendo recibido por Antonio. Éste, se quitó el sombrero e hizo una reverencia a Castelar que dijo:

- Soy yo el que tiene que descubrirse y hacer una reverencia ante usted por ser caballero cubierto ante el Rey.

Emilio Castelar retratado por José Nin Tudó.

6. CABALLERO DE LA ORDEN DE CARLOS III.

Por Real Decreto de 29 de Noviembre de 1864, la Reina Isabel II otorgó a Antonio el título de Caballero de la Real y Distinguida orden de Carlos III, orden que había sido fundada por dicho monarca en 1771.
La Orden premiaba y distinguía a aquellos sujetos beneméritos y adeptos al Rey.

Carlos III de España retratado por Anton Raphael Mengs.

Los caballeros juraban vivir y morir en la fe católica, servir fielmente al Rey como jefe y soberano de la Orden y cumplir las constituciones y estatutos que comprendían la defensa del Misterio de la Inmaculada Concepción.

La Orden fue aprobada por el Papa Clemente XIV mediante Bula el 21 de febrero de 1772

El Papa Clemente XIV retratado por Giovanni Domenico Porta.

En un principio, la Orden contaba con los grados de Caballeros de Gran Cruz y Caballeros pensionados pero por Real Decreto de 26 de julio de 1847 se establecieron los siguientes grados:
- Caballeros de Gran Cruz.
- Comendadores de número.
- Comendadores.
- Caballeros.

Antonio era defensor de la Monarquía, un profundísimo cristiano como luego veremos y llevaba toda su vida luchando por la mejora de la vida de sus conciudadanos. Por ello, la Reina Isabel tuvo a bien otorgarle esta distinción.

La reina Isabel II de España retratada por J. Laurent.

7. RELIGIOSIDAD.

Antonio creció en una familia profundamente religiosa. Prueba de ello son los testamentos de su padres, abuelos, bisabuelos... que dotaron a la Parroquia de grandes cantidades de dinero para la época. 
Durante toda su vida ayudó siempre económicamente a la Parroquia. 
En 1863 restituyó la desaparecida Cofradía del Santísimo Sacramento y Pasión, que había sido fundada en 1674 pero lamentablemente había desaparecido. Lamentablemente, pese a los esfuerzos de Antonio, la refundada cofradía terminó desapareciendo por falta de interés de los vecinos en 1885.

Iglesia Parroquial de Nuestra Señora del Socorro.
(c) Silvestre de la Calle García.

En 1868, Antonio colaboró económicamente con el arreglo de la sacristía, construyendo un desván que sirviese como pósito de grano. 
Los pósitos eran locales administrados por el párroco en los que los agricultores del pueblo depositaban anualmente una determinada cantidad de grano para que pudiese ser adquirida por los pobres del pueblo por un módico precio para sembrar o para alimentarse. Asimismo, en caso de los agricultores tuviesen una mala cosecha y no dispusiesen de semilla para el año siguiente, podían acudir al pósito.

Local del pósito de grano, situado en la parte trasera de la iglesia.
(c) Silvestre de la Calle García.

En 1881 Antonio construyó una pequeña capilla junto al Cementerio Parroquial, regalando a la Parroquia una preciosa imagen de Nuestra Señora de las Angustias.
Como la capilla era muy pequeña, se amplió en 1894 para darle su aspecto actual.

Inauguración de la ermita de Nuestra Señora de las Angustias.
(c) Colección Modesta Sánchez Moreno.

En 1890 Antonio cedió a la Parroquia las 4 acciones que poseía en el Baldío de Jaranda y que estaban valoradas en 1250 pesetas. El objetivo de esta cesión fue que fundar una Memoria para que se realizase el culto al Santísimo Sacramento y a las Ánimas Benditas del Purgatorio, así como para que se celebrasen misas por el alma del difunto, de sus sucesores y demás difuntos del pueblo.
En 1892, aportó 3000 reales para la restauración del retablo de la Pasión, acordando con el párroco que la mitad de ese dinero se destinase a la ampliación de la ermita de las Angustias que, como hemos dicho antes, se realizó en 1894.

Aspecto actual del interior de la Iglesia Parroquial de Nuestra Señora del Socorro.
(c) Silvestre de la Calle García.

Todo esto llegó a oídos del mismísimo Papa León XIII que el 19 de agosto de 1894 otorgó a Antonio una Indulgencia Plenaria Perpetua para el perdón de sus pecados y los de sus descendientes hasta la tercera generación.

Indulgencia Plenaria concedida por el Papa León XIII a Antonio.
(c) Alonso de la Calle Hidalgo.

8. ÚLTIMOS AÑOS.
Desde 1866, fecha en la que dejó de ser Diputado, Antonio se tomó la vida con más tranquilidad. Aunque siguió realizando gestiones y teniendo las ovejas durante bastantes años, poco a poco fue dejando la administración de su patrimonio en manos de sus hijos y nietos, dedicándose de esa forma a pasar tiempo con su esposa y  a descansar.
Le apasionaba sentarse a leer en el huerto de su casa mientras su esposa se entretenía con labores textiles como hacer punto, ganchillo, encaje de bolillos...

Antonio y su esposa Josefa en el huerto de su casa.
(c) Colección Modesta Sánchez Moreno.

A partir de 1892, Antonio se va retirando poco a poco de la vida pública para dedicarse a descansar. A sus 82 años, era ya uno de los hombres más viejos del pueblo, superado sólo por Santiago de la Calle Castañares, que era 9 años mayor que él.
Antonio vivía tranquilamente con su esposa Josefa, disfrutando de sus hijos, nietos y bisnietos que en 1896 eran nada menos que 24.
Por ser el matrimonio más viejo del pueblo y por tener tantos nietos y bisnietos, en el pueblo se conocía a Antonio y a Josefa como "los Agüelos Viejos".
Josefa falleció el 5 de abril de 1896 y fue enterrada en la ermita de Nuestra Señora de las Angustias.

Antonio y Josefa en 1890.
(c) Colección Familia de la Calle García.

Justamente un mes después, falleció el mencionado Santiago de la Calle y Antonio se convirtió en el hombre más viejo del pueblo. Esto le hizo pensar mucho y quiso dar a sus hijos las directrices para su entierro y sepultura. Reunió a sus hijos y les dijo:

- Soy ya muy viejo y me queda poco tiempo. Así es que quiero que sepáis lo que tenéis que hacer el día que me muera.
Quiero que se me entierre en la Ermita como a vuestra madre. No habrá pega ninguna porque ya don Juan está al tanto de todo.
En mi lápida tenéis que poner que FUI PASTOR y luego ya ponéis lo que queráis. 
El día de mi entierro, tenéis que cocer en el horno pan para repartírselo a los pobres.

El 23 de enero de 1898, Antonio falleció. En el momento de su muerte, ya estaba en la cama sin apenas poder moverse. Su bisnieta Marceliana lo acompañaba sujetándole la mano hasta que falleció.

Como era costumbre, nada más morir avisaron al sacristán para que doblase. Al enterarse la gente de que había muerto el Agüelo Viejo, muchos fueron los que dijeron: Ha muerto un santo.

Lápida de Antonio Jiménez García.
(c) Alonso de la Calle Hidalgo.

9. LEGADO.

A comienzos de la última década del siglo XIX, Antonio había emprendido su último proyecto. 
Consistía en realizar una serie de conferencias en la escuela destinadas a todos los vecinos del pueblo. Tenían lugar al anochecer, para que la gente ya hubiese vuelto del campo y pudiesen asistir. Los ponentes, eran el párroco don Juan Mateos Muñoz, el secretario Hipólito Parrón Mateos, el médico don José González Castro y el maestro don César Sánchez Mariscal.

Hipólito Parrón, José González y César Sánchez.
Continuadores de la labor de Antonio Jiménez García.
(c) Alonso de la Calle Hidalgo.

Las conferencias fueron muy bien acogidas por todo el vecindario, acudiendo cada vez que se realizaba alguna lo cual daba gran satisfacción a los ponentes y al promotor de la iniciativa. Antonio, al final de sus días, animó a los ponentes a que continuasen realizando de vez en cuando conferencias aunque él muriese.

Página de la Revista Nuevo Mundo.
En este artículo se alaba la labor de Antonio y sus continuadores.
(c) Alonso de la Calle Hidalgo.

Así, en 1902 apareció publicada en el periódico EL IMPARCIAL la noticia de que en el Guijo de Santa Bárbara se estaban llevando a cabo una serie de conferencias populares.

José Canalejas, Ministro de Agricultura, Industria, Comercio y Obras Públicas, alabó esta iniciativa en su discurso de clausura de una sesión de la Asamblea de Enseñanza, haciéndose eco de lo escrito por Ramiro de Maeztu poniendo al Guijo como "ejemplo de existencia humana, higiénica, culta y dichosa", mencionando "a los señores Mateos, Parrón, González y Sánchez como continuadores de la labor del filántropo Antonio Jiménez García".

También Álvaro Figueroa y Torres, I Conde de Romanones y Diputado a Cortes por la Restauración, alabó "La labor de don Antonio JIménez García y sus continuadores como ejemplo de civismo y orgullo moral para El Guijo".

Por todo ello, la Reina Regente María Cristina de Habsburgo-Lorena concedió un reconocimiento mediante Real Decreto de 31 de enero de 1902 al Guijo por la labor de don Antonio Jiménez García y sus sucesores.

Página del Diario Liberal.
En ella aparece el Real Decreto en el que se reconoce la labor de Antonio y suscontinuadores.
(c) Alonso de la Calle Hidalgo.

Los hijos de Antonio que aún vivían en esa fecha (Trinidad, María, Felipa y Víctor), sus nietos y bisnietos junto a los continuadores de la labor de Antonio y sus familiares y todo el pueblo de Guijo de Santa Bárbara, celebraron el reconocimiento otorgado por la Reina con gran alegría.

La Reina María Cristina de Habsburgo-Lorena.

10. EPÍLOGO Y ACTUALIDAD.

En Guijo de Santa Bárbara siempre se recordó al Agüelo Viejo. Al estar enterrado en la Ermita de Nuestra Señora de las Angustias, todo el mundo ha podido leer siempre en su lápida quién fue aquel hombre, de forma que incluso quienes ya no le conocieron, sabían de quién se trataba.
Sin lugar a dudas, la que más se preocupó por recordar y hablar a sus descendientes del Agüelo Viejo, fue Marceliana Jiménez Esteban (1893-1985) quien pese a tener solamente 5 años, recordaba perfectamente el día que falleció su bisabuelo.

Marceliana Jiménez Esteban en 1983.
(c) Alonso de la Calle Hidalgo.

Marceliana habló mucho con su abuela Trinidad y con sus tías sobre el Agüelo Viejo.
Con el pasó del tiempo, habló a sus hijos y a sus nietos de tan insigne personaje. Particularmente fueron sus nietos Alonso y Raquel de la Calle Hidalgo quienes más se interesaron por aquellas historias que contaba la abuela Marceliana.
En 1998, con motivo del centenario de la muerte de Antonio Jiménez García, Alonso y Raquel se preocuparon para que se le rindiese un homenaje.

Página de la Revista La Comarca de la Vera donde apareció la noticia del homenaje realizado a Antonio con motivo del centenario de su muerte.
(c) Alonso de la Calle Hidalgo.

Si bien poco después de su muerte se puso su nombre a la plaza situada junto a la escuela (actual Ayuntamiento), en la placa indicativa ponía simplemente PLAZA DE DON ANTONIO, por lo que se solicitó que se colocase una placa nueva y más descriptiva como así se hizo.

Placa conmemorativa del primer centenario de la muerte de Antonio.
(c) Alonso de la Calle Hidalgo.

Alonso y Raquel comenzaron a investigar todo lo posible sobre la vida de Antonio Jiménez García con la idea de escribir un libro y publicarlo en 2010 con motivo del segundo centenario del nacimiento de este personaje. Y así lo hicieron, aunque dicho libro no pudo ser publicado hasta 2016.
Aunque ellos se encargaron de realizar la mayor parte de la investigación, con el paso del tiempo me incorporé yo, Silvestre de la Calle García, al proyecto y entre los tres publicamos el libro titulado EL ABUELO VIEJO. ANTONIO JIMÉNEZ GARCÍA.

Libro sobre la vida de Antonio Jiménez García.
Escrito por Alonso y Raquel de la Calle Hidalgo y Silvestre de la Calle García


Nota final del autor:
Como veréis, soy descendiente de Antonio Jiménez García, para nosotros el Agüelo Viejo, siguiendo la siguiente línea sucesoria:

- Antonio Jiménez García.
- Trinidad Jiménez Santos.
- Josefa Esteban Jiménez.
- Marceliana Jiménez Esteban.
- Antonio Leandro de la Calle Jiménez.
- Alonso de la Calle Hidalgo.
- Silvestre de la Calle García.

No conocí, obviamente, a Antonio pues murió 90 años antes de nacer yo. Tampoco conocí a Trinidad (fallecida en 1913), a Josefa (fallecida en 1951) ni a Marceliana (fallecida en 1985), pero sí a mi abuelo Antonio Leandro que, a sus casi 98 años es el descendiente vivo más viejo del Agüelo Viejo.

Con mis abuelos Antonio y Visita.
(c) Alonso de la Calle Hidalgo.

Recuerdo que de niño escuchaba hablar a mi abuelo, a mi padre y a mi tía Raquel del mítico Agüelo Viejo, pero no fue hasta aquel 23 de enero de 1998, cuando nos llevaron a los niños de la escuela al homenaje que se hacía a este personaje en el Ayuntamiento, cuando comencé a darme cuenta de la importancia que tenía tanto para el pueblo como para mi familia.

A día de hoy, puedo decir que me siento profundamente orgulloso de mi antepasado y de todo lo que hizo en su vida. Lo que aquí os he relatado es la pura verdad y no una novela.

Pero como el propio Antonio Jiménez García decía, de lo que más orgulloso me siento es de descender de alguien que FUE ALGÚN TIEMPO PASTOR.

FUE ALGÚN  TIEMPO PASTOR.
(c) Alonso de la Calle Hidalgo.

Dedicado a mi abuelo Antonio Leandro de la calle Jiménez, a mi padre Alonso de la Calle Hidalgo y a mi tía Raquel de la Calle Hidalgo.


El Agüelo Viejo y el autor de este artículo.

Fdo: Silvestre de la Calle García.

La bibliografía utilizada para este artículo, está clara.





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