LA CABRA: DE DESTRUCTORA A DEFENSORA

Con la llegada del verano, tienen lugar cada año en los bosques, montes y sierras de la Península Ibérica los temibles incendios forestales. Naturales pocas veces, y provocados por el hombre en la mayoría de los casos, estos incendios arrasan cada año miles de hectáreas y convierten lo que era un hervidero de vida en un desierto de cenizas.
En estos casos, todo el mundo se acuerda de ella. Considerada en otros tiempos destructora del bosque, ahora es ensalzada como su mayor defensora. Nos referimos a LA CABRA.

Cabra del Asón.
(c) Gaspar Guas Fernández.

Hace alrededor de 80 años, terminada la Guerra Civil, había en España más de 6 millones de cabras que para mucha gente supusieron la diferencia entre la vida y la muerte. Las cabras alimentaban a gran parte de la población del medio rural con su leche y su carne, vestía a las gentes más humildes con sus pieles, aportaba estiércol para abonar los campos....
Rara era la familia campesina que no tenía por lo menos 1 ó 2 cabras para abastecerse de leche fresca y poder comer de cuando en cuando un rico cabrito o venderlo para sacar algo de dinero, si bien numerosas familias se dedicaban profesionalmente a la cría de cabras de manera casi exclusiva con rebaños de 50-100 cabezas o más.

Rebaño o piara de cabras Veratas.
(c) Silvestre de la Calle García.

Las cabras se alimentaban fundamentalmente en pastoreo con todo lo que encontraban en el campo. En aquellas regiones donde eran especialmente abundantes, llegaban a provocar daños por sobrepastoreo en el monte pero si se las controlaba debidamente, podían ser aliadas del bosque al consumir la vegetación arbustiva que competía con los árboles.
Los árboles autóctonos habían evolucionado entre herbívoros y se valían de diversos mecanismos como hojas amargas o pinchudas para evitar ser comidos.

Cabra alimentándose de una encina.
Este árbol desarrolla hojas dentadas en los brotes principales para evitar la voracidad de las cabras.
(c) Silvestre de la Calle García.

Las cabras solían habitar en regiones donde otros ganados, a excepción de las abejas (sí, insectos y no herbívoros lanudos), podían subsistir.
Eran comunes refranes como:
Quien en Las Hurdes quiera habitar en cabras y en colmenas a de tratar.
Ponemos de ejemplo esta bellísima comarca cacereña en la que durante miles de años las cabras y las abejas fueron el principal sustento de sus habitantes.

Cabras en Las Hurdes.
(c) Silvestre de la Calle García.

Se trataba de zonas montañosas, aisladas, con fuertes pendientes y suelos pobres donde crecían algunos árboles autóctonos especialmente resistentes como encinas y alcornoques pero donde las especies dominantes eran los arbustos como el brezo, la jara, las retamas, los lentiscos, los madroños....

Cabras Guisanderas en una zona de matorral.
(c) Silvestre de la Calle García.

En tales regiones, numerosas familias vivían de las cabras y de las abejas, realizando desplazamientos periódicos para aprovechar la vegetación de distintas áreas en el momento idóneo, dando lugar así a una verdadera trashumancia de cabras y abejas.

Teodoro Pérez "SERRANO"  y su hijo Samuel ordeñando las cabras.
Guijo de Santa Bárbara (Cáceres).
(c) Puri Castañares Vidal.

Pero muchos expertos de la época, estimaron que tales montes eran improductivos y que había que mejorar su rentabilidad repoblando esos montes que en otro tiempo, a su juicio, debieron ser los famosos bosques por los que la ardilla de Estrabón cruzaba Hispania de rama en rama.
Grandes extensiones de monte fueron limpiadas de matorral y preparadas para la plantación de especies arbóreas de rápido crecimiento sin importar mucho que fuesen autóctonas o no.
En la mayoría de los montes, la especie elegida fue el pino resinero (Pinus Pinaster) aunque en zonas altas fue sustituido por el pino silvestre (Pinus Sylvrestis).

Pinar de pinos resineros.
Guisando (Ávila).
(c) Silvestre de la Calle García.

Pero para favorecer el crecimiento de los pinos era fundamental eliminar de la escena a la destructiva cabra.
Los nuevos pinares fueron acotados durante un periodo mínimo de 10-15 años para evitar que las cabras dañasen a los pinos jóvenes.
Los cabreros se vivieron obligados a asentarse en aquellas zonas que no habían sido repobladas y que generalmente eran peñascales o zonas alejadas de los pueblos.
En muchos aspectos, esto supuso retroceder a una vida de épocas pasadas y muchos se negaron, prefiriendo vender las cabras o trasladarse a otras zonas más bajas y mantenerlas en estabulación.

Muchos cabreros se vieron obligados a vivir en la sierra, por encima de los bosques.
Cabras de TÍO PAULINO GARGANTILLA SERRANO en el Majal del Melocotón.
Tornavacas (Cáceres).
(c) Alonso de la Calle Hidalgo.

Nos servirá de ejemplo de todo esto, el bellísimo pueblo de Guisando (Ávila). Rodeado en otros tiempos de bosques de robles y de castaños que servían de zona de pasto a un gran número de cabras de la raza autóctona Guisandera (Guisandesa para algunos autores), sus montes fueron repoblados con pinos resineros, lo que obligó a decenas de cabreros a emigrar del pueblo con sus rebaños hacia zonas libres de pinos como Candeleda, Madrigal de la Vera o Villanueva de la Vera.
Algunos, se quedaron cerca y con el paso del tiempo han vuelto al pueblo pero en los pinares, las cabras encuentran muy poco sustento.

Cabras de raza Guisandera atravesando el pueblo de Guisando (Ávila)
(c) Silvestre de la Calle García.

A la prohibición de que las cabras pastasen en muchas zonas repobladas, se sumó una mejora de las comunicaciones por carretera y la explotación masiva de vacas lecheras lo que permitió la llegada de la leche de vaca al último rincón de nuestro país. 
Ya no era necesario tener cabras para abastecerse de leche y quienes seguían viviendo en el campo y querían leche fresca y natural preferían tener una vaca que era más fácil de manejar y que daba más leche.

Vaca de raza Frisona, "Suiza" en muchas zonas de España.
(c) Pilar Domínguez Castellano.

Sólo en algunas zonas excesivamente secas y calurosas del sur peninsular, en algunas áreas montañosas especialmente abruptas y en las islas Canarias, las cabras no sólo siguieron siendo abundantes sino que aumentaron de manera exponencial en busca de rentabilizar las explotaciones.
Aún así, a día de hoy, el censo caprino ronda solamente los 3 millones de cabezas.

Rebaño de cabras en Canarias.
(c) Pedro Antonio González Carrillo.

En muchas zonas, los montes libres de repoblación, los bosques autóctonos y los bosques "artificiales" creados tras las repoblaciones, comenzaron a llenarse de arbustos y en pocos años se convirtieron en selvas impenetrables y, ahora sí, realmente improductivas.
Sólo servían de morada diurna a los jabalíes que sin competencia alguna y sin depredadores naturales comenzaron a reproducirse exponencialmente.

Donde antes había cabras limpiando el monte, hoy hay jabalíes.
(c) Silvestre de la Calle García.

Y así llegamos a la situación actual. Los montes llenos de matorral y jabalíes que salen de ellos por las noches y causan daños a la agricultura y otros sectores, además de ser un foco de infección para el poco ganado que queda y un riesgo para el tráfico rodado.
Junto al jabalí han empezado a vivir otros animales forestales como el corzo, el lobo, el zorro, el meloncillo.... especies que están experimentando también un crecimiento exponencial y ocasionando en daños a la agricultura y la ganadería.

El lobo ibérico se está extendiendo por los espesos bosques ibéricos.
Lobo en la montaña de Riaño.
(c) Javier Bernal Corral.

El problema ya es mayúsculo en muchos aspectos. Queda por aparecer en escena el elemento más peligroso de todos: EL FUEGO.
En unos montes con gran cantidad de arbustos por la falta de herbívoros salvajes y domésticos y con los árboles muy concentrados por la falta de gestión forestal adecuado, si se produce un incendio, es como si comenzasen a arder un almacén de pólvora.
En el caso de los pinares de repoblación, especialmente aquellos de pino resinero, el fuego tiene unos efectos aún mayores debido a que la madera de pino por ser muy resinosa, arde con suma facilidad y las piñas secas son igualmente un combustible extraordinario.
Entonces, nos llevamos las manos a la cabeza  y decimos: ¡SI HUBIESE MÁS CABRAS....!

Rebaño de cabras Azpigorris.
(c) Leire Amundarain Ganadutegia.

Pero la solución no está en comprar cabras y soltarlas en el monte. Incluso el facilitar a los jóvenes que se incorporen a la actividad agraria con rebaños extensivos de cabras, muchas veces no es la solución, porque en muchos montes las cabras no pueden ni entrar.
Nos explica todo esto Alejandro Torralvo Gutiérrez, joven cabrero de 24 años de Guijo de Santa Bárbara (Cáceres) que ha sabido conjugar como pocos la tradición familiar y la tecnología más vanguardista. 
En su explotación de unas 300 cabras de raza Verata, el ordeño se realiza de forma mecanizada y algunas cabras portan collares GPS para controlar su posición en el monte.

Cabra Verata de Alejandro Torralvo con collar GPS.
(c) Alejandro Torralvo Gutiérrez.

Alejandro nos cuenta lo siguiente mientras revisa a sus animales:

"Como esto siga así, no sé lo que va a pasar. El monte está lleno de mierda y si no se invierte en limpiarlo, cada año habrá más fuegos y serán más grandes y difíciles de apagar.
¿La solución son las cabras? Pues sí, porque las cabras mantienen el monte limpio pero antes hay que limpiar algunos montes porque las cabras no pueden entrar en ellos.
Lo decía siempre mi abuelo, que fue cabrero toda su vida. La cabra no come leña. La cabra come el rebrote de las matas pero llega un punto en el que no se las come y el monte se acaba cerrando.
Hay que facilitar la incorporación de los jóvenes al medio rural sin tantas trabas como hay ahora pero lo principal es invertir en limpiar el monte.

Alejandro Torralvo Gutiérrez.
(c) Alonso de la Calle Hidalgo.

Otro joven cabrero de 33 años es Jonatan Rodríguez Seara, que tiene sus cabras en Muñogalindo (Ávila) y nos cuenta lo siguiente:

"En el monte se necesitan cabras porque las vacas no rompen en el monte. Pastan al lado de los regatos y no son capaces de meterse entre los matorrales mientras que las cabras sí y aunque hay en sitios que ni siquiera ellas pueden.
El problema es que la vida del cabrero es sacrificada y los precios no animan a la gente.
La leche y los cabritos tienen el mismo precio que hace 20 años y los precios del pienso, de los gastos propios de una explotación y el coste de la vida en general, no hacen más que subir.
Así es imposible que haya cabras y habrá incendios como el de Ávila de 2021 o el de Las Hurdes de 2022, zonas en las que antes había muchísimas cabras y donde ahora prácticamente no hay ninguna.".

Cabras del Guadarrama.
(c) Ganadería Caprina San Adrián T.C./ Jonatan Rodríguez Seara.

CONCLUSIÓN
Nuestros montes se mueren devorados por las llamas. ¿Debemos ver esto sin hacer nada? No.
Todos tenemos que colaborar para evitar estos incendios.
Quienes tienen responsabilidades en los despachos, deben conocer de primera mano la situación de nuestros montes hablando con los que día a día están en ellos.

Pinar debidamente gestionado.
Hoyocasero (Ávila).
(c) Silvestre de la Calle García.

Los ciudadanos de a pie debemos extremar las precauciones en el monte para que no se produzcan incendios de manera accidental. Una simple colilla mal apagada y arrojada desde el coche, puede convertirse en el inicio de un infierno.
Sin embargo, podemos contribuir de una manera más sencilla para que disminuya el riesgo de incendios forestales:

COMPRANDO Y COMIENDO

Sí, queridos lectores. Comprando productos como quesos de cabra y cabrito contribuimos a mantener los rebaños de cabras en nuestros montes y de esa forma conseguiremos que estén limpios y que si se producen los temidos incendios, tengan poco poder o sean fáciles de apagar.

Quesos de cabra.
(c) Silvestre de la Calle García.


A MODO DE EPÍLOGO
Mezclamos en este artículo varios conceptos y quizás se difumine un poco la idea central.
Montes "mal" gestionados, incendios provocados, falta de limpieza en el monte, bajos precios que obligan al abandono del ganado...
Retomemos pues el título del artículo y veamos en la cabra una herramienta fundamental para la adecuada gestión forestal, realizando un pastoreo controlado conociendo en todo momento la carga ganadera (número de animales por hectárea) que puede soportar cada terreno y durante cuánto tiempo, moviendo el ganado a distintas zonas para permitir la regeneración del suelo (trashumancia, ganadería regenerativa)....
Confiemos en la cabra porque si tras la Guerra Civil Española "quitó mucha hambre", ahora puede evitar muchos problemas.

Cabras Azpigorri en una zona de matorral.
(c) Ibai Menoyo Aguirre.

*Nota final del autor.
En el presente artículo se ha hablado mucho de las cabras como grandes defensoras del monte al limpiar la maleza pero no por ello nos olvidamos de la importante labor que realizan también ovejas, vacas, yeguas, burros, cerdos ...
Todos los herbívoros domésticos, manejados en pastoreo extensivo de una manera eficiente y racional, cumple una función fundamental en la preservación de los ecosistemas pues una vez desaparecidos los herbívoros salvajes es, en muchos casos, imposible reintroducirlos y el ganado doméstico debe ocupar el lugar que otrora ocuparon bisontes, caballos, uros, cabras monteses, cérvidos...

Vacas Pirenaicas.
(c) Leire Amundarain Ganadutegia.

Fdo: Silvestre de la Calle García.
Técnico Forestal.





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