LOS CONTADORES DE CABRAS
La economía de los guijeños, habitantes del pueblecito extremeño de Guijo de Santa Bárbara, en la comarca cacereña de La Vera, se basó durante siglos en la ganadería caprina extensiva.
La raza criada, como no podía ser de otro modo, fue la Verata, cabra de doble aptitud leche-carne y perfectamente adaptada a las condiciones orográficas y climáticas del lugar, aunque posteriormente fue sustituida por razas más productivas. Recientemente, los ganaderos han vuelto a fijarse en la vieja raza autóctona y están llevando a cabo un increíble programa de recuperación de la misma.
La mayor parte del término municipal de Guijo de Santa Bárbara, de unas 3500 hectáreas de superficie, está ocupado por una dehesa serrana de alrededor de 3000 hectáreas y que es conocida como Dehesa Sierra de Jaranda por la garganta que la atraviesa de norte a sur.
Esta Dehesa, que está dividida en acciones proindivisas y que es propiedad de numerosos accionistas, tiene su origen en la compra de diversas propiedades al Estado en la segunda mitad del siglo XIX que en 1896 se unificaron para formar la finca que hoy conocemos y que es clave para la ganadería guijeña.
Durante todo el año, las cabras del municipio pastan en esta dehesa serrana ideal para estos montaraces animales y en la que también pastan durante buena parte del año numerosas vacas y algunos caballos.
Para poder pastar en la finca, dado que es una propiedad privada, los ganaderos deben pagar un arriendo que, en el caso de las cabras es de 7 € por animal y año.
El pago no se realiza de una vez, puesto que el año se divide en 3 periodos o estaciones:
- Invierno.
- Primavera.
- Agostadero (verano + otoño).
Los cabreros deben pagar 1 € por cabra en invierno, 2,5 € en primavera y 4 € en agostadero, mientras que las vacas, según una secular costumbre, pagan 6 veces más puesto que se dice que "en la huella de una vaca, caben seis de una cabra".
Pezuña de una chiva.
6 huellas de cabra entra en la huella de una vaca.
(c) Alonso de la Calle Hidalgo.
Para realizar todas las gestiones pertinentes, la Dehesa Sierra de Jaranda cuenta con una Administración o Directiva cuyos miembros se encargan de realizar el censo del ganado que pastará en la sierra durante cada estación. El censo, denominado localmente como "cuento", se realiza en los primeros días de cada estación.
Antonio Modesto Jiménez Santos.
Uno de los primeros administradores de la Sierra.
Retrato pintado por Francisco Martín Rivera.
(c) Alonso de la Calle Hidalgo.
Tradicionalmente, había contadores que se encargaban de realizar el cuento del ganado.
Entre 1867 y 1963 eran nombrados anualmente 4 contadores: 2 para las cabras y 2 para las vacas.
No formaban parte de la Administración de la Sierra pero asistían a las reuniones con voz pero sin voto.
Sin embargo, a partir de 1963, se decidió que los contadores formasen parte de la Administración, reduciéndose su número a 2.
Tenían que ser expertos conocedores del ganado pues no todos los animales de una especie pagan el mismo precio.
Por ejemplo, en el caso de las cabras, los ejemplares menores de 1 año, no pagan.
Hoy en día con los crotales y cartillas ganaderas, es muy fácil averiguar la edad de un animal sin que pueda haber duda alguna, pero en el pasado esto no era así.
Dada la penuria económica, era frecuente que muchos ganaderos pretendiesen que una cabra poco desarrollada pasase por chiva para no pagar los pastos o "yerbas" como se solía decir, de la estación correspondiente.
Por este motivo, los contadores debían saber diferenciar bien un animal de otro ya que en caso de duda, su criterio era el que prevalecía.
Florián Torralvo y su hijo Alejandro con sus cabras, chivas y machos.
(c) Alonso de la Calle Hidalgo.
El sistema de cuento en épocas pasadas era el siguiente.
Los contadores, al comenzar la estación, recorrían los corrales al amanecer para contar el ganado antes de que saliese al campo. Iban siempre sin avisar al ganadero para evitar que éste tuviese la tentación de esconder algún animal.
Si el ganadero estaba en el corral, se contaba el ganado con él y si no era así, los contadores realizaban el cuento, apuntaban la cantidad y hablaban después con el ganadero.
Se intentaba contar a las cabras cuando estaban tumbadas y tranquilas en el interior del corral, lo que no siempre era fácil puesto que las cabras de algunas piaras eran muy esquivas y ante la presencia de extraños comenzaban a moverse y era difícil contarlas.
Entonces, los contadores optaban por diferentes soluciones en función de las características del corral.
Los clásicos corrales de cabras eran sencillas edificaciones de una sola planta que contaban con dos partes: una cubierta o techada, que se denominaba "corral" o "enramada" y otra descubierta y rodeada por una alta pared que se denominaba "majal". Para que el ganado pudiese pasar libremente de una a otra, se hacían en la pared vanos sin puerta que recibían el nombre de "bujeros". Un corral podía tener uno o más "buejeros".
Si el corral disponía de un sólo "bujero", se metían las cabras dentro y conforme iban saliendo las cabras al "majal", se iban contando.
Si había alguna duda, podían meterse las cabras de nuevo y volver a contarse o bien hacerlo cuando ya saliesen al campo por la puerta ubicada en una de las paredes laterales del "majal" o del "corral".
Si había varios "bujeros", se obligaba a las cabras a pasar sólo por uno de ellos, colocándose una persona en cada bujero. También se podía colocar un contador en cada "bujero", si sólo había dos, y contar las cabras de forma individual y luego sumarlas con las del compañero.
Terminado el cuento, se rellenaba la papeleta de pastoreo, especie de pequeño contrato en el que se especificaba la estación, el número de cabezas y el precio por cabeza.
El ganadero firmaba una copia que se quedaba para los contadores, entregando estos otra copia sellada al ganadero.
Al terminar la estación, el ganadero realizaba el pago en metálico en casa del tesorero, que era otro de los administradores de la Sierra.
Como curiosidad, si el ganadero tenía más de 100 cabras, se le descontaban 2 como "premio" por mantener tantos animales y generar un cuantioso beneficio a los accionistas propietarios de la finca.
En épocas pasadas, las piaras mayores de 100 cabras eran poco frecuentes. Lo normal eran piaras de 70 u 80 cabras adultas más el recrío y los machos.
La mayor piara conocida fue la de Vicenta García Díaz (1874-1955) que en 1936 tenía 714 cabras reproductoras.
Había también pequeños hatajos de 50 ó 60 cabezas como el de Ángel de la Calle Jiménez (1896-1975).
El "cuento" de las cabras duraba en el pasado varios días pues había numerosas piaras. En 1872 había 36 cabreros que sumaban algo más de 2500 cabezas mientras que en 1957 el censo ascendía a 3777 cabezas repartidas entre medio centenar de ganaderos en número sumamente desigual, desde algunos que tenían una sola cabra hasta algunos que superaban el centenar de cabras adultas.
La abundancia de cabras contribuía a la limpieza de la sierra.
Pimesaíllo, poblado de chozas en el que habitaban los cabreros guijeños en verano.
(c) Alonso de la Calle Hidalgo.
A partir de esta última fecha, debido a factores como la emigración y la sustitución de las cabras por vacas lecheras primero y de carne después, el censo comenzó a descender paulatinamente, superando ligeramente las 1000 cabezas a comienzos del siglo XXI.
Dos décadas después, quedan menos de 400 cabras distribuidas desigualmente entre media docena de ganaderos.
Pese a la identificación del ganado mediante crotales y a la inscripción de los animales en las cartillas, el ganado se sigue contando como se hizo siempre para no perder esta bonita tradición.
No podemos terminar este artículo sin el testimonio de algunos administradores y contadores de la Dehesa Sierra de Jaranda.
Juan García García (1927-2012), desempeñó entre 1963 y 1992 los cargos de presidente y contador:
"Antes había muchas cabras y muchas piaras porque eran piarillas y hatajos chicos.
Se contaba tres veces al año y tardábamos varios días porque al tener que contar por la mañana antes de que las cabras saliesen de los corrales, daba tiempo a contar 5 ó 6 piaras cada día.
A veces, por acelerar la cosa, contábamos todos los Administradores y en tiempos yo me acuerdo que las contaban hasta familiares de los administradores para terminar antes, sobretodo en agostadero cuando los cabreros se tenían que subir a la sierra.
Cuando yo empecé de administrador, había más de 3000 cabras pero cuando me retiré ya no llegaban a 2000 y después han seguido bajando porque muchos cabreros se han jubilado y los hijos no han seguido el oficio porque la cabra es muy esclava".
Alonso de la Calle Hidalgo (n.1952), uno de los actuales directivos o administradores de la Sierra y encargado de realizar los cuentos de cabras y vacas, nos cuenta la situación actual:
"Yo empecé en 1996 como secretario de la Sierra pero al tener que hacer la lista de pago con los datos que me pasaban los contadores, siempre he tenido sabido el censo que teníamos en la finca.
Por ejemplo, en 1998 había 17 cabreros y 1299 cabras pero ya en 2005 sólo quedaban 3 cabreros y 251 cabras.
Después se han recuperado un poco y hay actualmente pastando en la finca 420 cabras de 5 cabreros.
Uno de los cabreros tiene menos de 30 años y otro menos de 40 por lo que en cierta medida, está asegurada la continuación del oficio de cabrero en nuestra Sierra".
CONCLUSIÓN.
El oficio del cabrero, tan necesario para el monte como estamos comprobando actualmente ante los incendios forestales que en este verano de 2022 están asolando amplias zonas de España, merece ser reconocido y conservado.
Los ganaderos tienen muchas trabas para continuar debido a la gran cantidad de documentación exigida por la Administración, a las duras campañas de saneamiento ganadero y a la baja rentabilidad ante la subida de los costes de producción y el mantenimiento del precio de la leche y los cabritos que valen lo mismo que hace 20 años.
Alejandro Torralvo Gutiérrez.
Uno de los principales cabreros de Guijo de Santa Bárbara.
(c) Alonso de la Calle Hidalgo.
En el caso concreto de Guijo de Santa Bárbara, la cabra tiene un importante papel histórico, social, cultural y medioambiental y por ello debe ser protegida.
Parte de esa cultura cabrera es también el oficio de CONTADOR que aunque no sea ya estrictamente necesario, debe ser conservado como parte del legado de nuestros antepasados.
Nota del autor.
Quiero agradecer a la Familia Torralvo y a Juan Antonio Rodríguez Vidal, cabreros de Guijo de Santa Bárbara su desinteresada colaboración cada vez que publico un artículo sobre cabras en EL CUADERNO DE SILVESTRE.
Siempre están dispuestos a colaborar con fotografías e información para escribir los artículos.
También quiero agradecer la inestimable colaboración de mi padre, Alonso de la Calle Hidalgo, que aporta la mayor parte de las fotografías que aparecen en mis artículos pero más aún en este artículo y en otros que hablan de la Dehesa Sierra de Jaranda, finca de la que es administrador desde hace más de 25 años.
Hace años, mi padre y yo publicamos un libro titulado LA DEHESA SIERRA DE JARANDA que sirve como bibliografía para muchos artículos del blog.
Fdo: Silvestre de la Calle García.
Técnico Forestal.
*Nota: El autor es nieto de Juan García García e hijo de Alonso de la Calle Hidalgo.
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