LA ERMITA DEL PASTOR
Según la tradición popular, Guijo de Santa Bárbara (Cáceres) fue fundado por pastores que llegaron hasta estas sierras en busca de pastos frescos para sus rebaños y que poco a poco se preocuparon de ir construyendo casas y una ermita que posteriormente transformaron en iglesia, hasta que por fin pudieron ser una villa independiente y tener también ayuntamiento y escuela.
Sin embargo, aunque tenían todo lo que un pueblo podía desear, un PASTOR quiso construir una ermita a la entrada del pueblo y así surgió la ermita de Nuestra Señora de las Angustias.
Antonio Jiménez García (1810 - 1898), conocido cariñosamente como "El Abuelo Viejo" debido a su larga vida y a que cuando murió tenía la asombrosa cifra de 28 bisnietos, fue un hombre sumamente polifacético y trabajador.
Fue escribiente del ayuntamiento, secretario municipal, alcalde y diputado provincial de Cáceres por el partido judicial de Jarandilla de la Vera, siendo además nombrado caballero de la Real y Distinguida Orden de Carlos III por la reina Isabel II.
Antonio Jiménez García.
"El Abuelo Viejo".
Retrato pintado por Francisco Martín Rivera.
(c) Alonso de la Calle Hidalgo.
Sin embargo, profesionalmente fue toda la vida ganadero y labrador aunque a él mismo le gustaba decir que era PASTOR para que la gente con la que trataba en la diputación y otros organismos oficiales, entendiese más fácilmente a qué se dedicaba.
Realmente, en Guijo de Santa Bárbara, la palabra pastor no es sinónimo de ganadero sino que se usa para designar a los encargados de pastorear las ovejas mientras que los dueños de las mismas son conocidos como borregueros.
Los propietarios de cabras y vacas así como sus cuidadores, eran conocidos como cabreros y vaqueros.
Antonio comenzó su vida pastoril como todos los niños del pueblo a la edad de 5 ó 6 años, ayudando a su padre en las tareas más sencillas como echar de comer a los chivos, ordeñar, barrer el corral...para ir poco a poco llevando a las cabras al campo acompañando a su padre o al cabrero que tenían contratado.
Sin embargo, cuando Antonio tenía apenas 12 años, su padre falleció y él tuvo que hacerse cargo de todo.
Además del ganado, tenía que encargarse del cultivo de la finca de La Viruela poblada de olivos, higueras, parras y en la que la familia cultivaba lo necesario para el consumo.
Con gran soltura Antonio araba la tierra con la yunta de vacas que heredó de su padre mientras que en la naves estrechas donde no podían entrar las dos vacas, araba con el burro o cavaba con la azada.
Arando con la yunta.
(c) Alonso de la Calle Hidalgo.
Con tan sólo 19 años, Antonio se casó con Josefa Santos García (1812 - 1896), con quien tuvo 10 hijos llamados Antonio Modesto, Rufina, Casimira, Trinidad, María, Felipa, Manuel, Víctor, Decoroso Valentín y Aniceta Elvira.
Rufina y Decoroso murieron con tan sólo 1 mes de vida mientras que Manuel y Aniceta Elvira fallecieron ya casados pero sin sucesión y antes que sus padres.
Josefa Santos García.
"La Abuela Vieja".
Retrato pintado por Francisco Martín Rivera.
(c) Alonso de la Calle Hidalgo.
La economía familiar desde los primeros momentos, giró en torno a la ganadería y la agricultura procediendo los principales ingresos de la venta de quesos, cabritos, aceite, higos secos y vino.
El queso fresco de cabra, producto que llevaba siendo la base de la economía familiar durante siglos, se vendía en los pueblos cercanos al igual que los cabritos, mientras que el aceite y el vino se llevaban a vender a los pueblos de la comarca de El Barco de Ávila, donde Antonio tenía muchos contactos gracias a su tía Manuela Castañares Canalejo, cuya madre era natural de Lancharejo, anejo del pueblo de La Carrera.
También tenía muchos contactos gracias a familiares de su abuela María Teresa que era natural de Becedas.
Poco a poco, Antonio fue diversificando su economía con la compra de vacas, caballerías, cerdos y ovejas, dedicándose de esta forma también a la venta de terneros, potros, mulos, cochinillos y productos chacineros, corderos y lana.
La chacinería llegaría a convertirse en uno de los principales ingresos para la familia.
Los terneros, potros y mulos eran vendidos en las famosas ferias de El Barco de Ávila, especialmente en la Feria de Octubre, a la que Antonio nunca faltaba con sus animales.
En 1838, Antonio compró en subasta pública la finca conocida como "Huerta del Monge" (monge en "guijeño" significa musgo), fértil terreno de regadío situado junto al pueblo y que había pertenecido a la Parroquia y fue desamortizado.
Esta finca le permitió cultivar todo tipo de frutales, especialmente manzanos y "camuesos" (variedad de manzano) , patatas y granos (alubias), destinando gran parte de la producción a la venta.
En 1843 compró en subasta pública los terrenos que habían pertenecido al Convento franciscano de Santo Domingo de Guzmán, en término de Jarandilla de La Vera pero a apenas 1 km de distancia de Guijo.
Se trataba de una serie de olivares, viñedos, tierras de secano y regadío así como fértiles prados para el ganado.
La adquisición de esta finca fue determinante para dar el impulso económico definitivo a Antonio.
Ruinas del Convento franciscano de Santo Domingo de Guzmán.
Jarandilla de la Vera.
(c) Alonso de la Calle Hidalgo.
Poco después, Antonio compró la extensa finca de El Centenillo, en término de Talayuela (Cáceres), magnífica dehesa ideal para que pastasen sus vacas durante el invierno y la primavera. Como era una finca demasiado grande, vendió la mitad a un vecino de Losar de la Vera y destinó el dinero a la compra de un terreno de regadío de 38 hectáreas contiguo a la dehesa conocido como La Barca. Esta propiedad contaba con casas y secaderos de pimiento para pimentón, por lo que Antonio se dedicó desde entonces al cultivo y venta de este famoso producto.
Cerca del Centenillo y La Barca, pero a la orilla opuesta del río, se encontraba el molino del Pozo del Rey, en término de Valverde de la Vera. Era un molino harinero de dos muelas o piedras para transformar el cereal en harina y pienso para el ganado.
Antonio molía allí sin coste alguno sus propios cereales y además el cereal de todos los agricultores que quisieran llevarlo, cobrando una determinada cantidad de grano, conocida como "maquila", por el uso del molino. Lógicamente contrató un molinero para hacerse cargo del molino, repartiendo con él el grano procedente del maquileo.
Al disponer de tanta harina, Antonio montó una tahona o panadería en Guijo. Con la harina procedente del molino del Pozo, se hacían pan y dulces para la venta pero también se daba la posibilidad a los vecinos que lo deseasen y no tuvieran horno propio, de poder cocer el pan pagando dos libretas de pan (920 gramos de masa de pan) por cada tablero de pan que se llevase a cocer.
Con el pienso disponible, Antonio aumentó su cabaña ganadera, incidiendo especialmente en la cría y engorde de cerdos, cuyos jamones vendía en Cáceres donde tenían una gran aceptación.
Ya a partir de 1855, los hijos de Antonio empezaron a contraer matrimonio y decidió entregarles en vida parte del ganado, casas y algunas fincas de pequeña extensión para que pudiesen "empezar a vivir".
Sin embargo, él siguió conservando hasta su muerte la dehesa del Centenillo, el terreno de La Barca, el molino del Pozo y la finca del Convento.
Tampoco se desprendió mientras pudo, de su rebaño o piara de ovejas que es lo que le hacían ser PASTOR.
Sin embargo, Antonio seguía teniendo un problema. No disponía de pastos propios para mantener el ganado durante el verano y el otoño, viéndose obligado como todos los vecinos del Guijo a alquilar los pastos de la dehesa de Propios del pueblo o bien los del Baldío de Jaranda, propiedad de la Comunidad de Pueblos de Plasencia.
En principio, esto no supuso problema para él porque era una cantidad mínima la que había que pagar por cada cabeza que pastase en esos terrenos, pero con la desamortización de Madoz, se creó una gran incertidumbre en el pueblo y antes de que algún forastero comprase los terrenos que fueron sacados a subasta, Antonio adquirió en 1859 el denominado Baldío de Jaranda por la cantidad de 45100 reales.
De esta forma, Antonio compró una finca de más de 900 hectáreas con excelentes pastos durante el verano. Sin embargo, se dio cuenta de que no era justo reservarse ese lujo para él y decidió dividir la finca en 45 acciones, cediendo 41 a diversos ganaderos del pueblo y quedándose él con las 4 restantes.
Emulando esta gran gesta de Antonio, José García de Aguilar y Domínguez y su yerno Antonio Modesto Jiménez Santos (hijo de Antonio) compraron las diversas propiedades en las que se dividió y subastó la antigua Dehesa de Propios del Guijo. Así, José compró Los Guatechos, Las Umbrías y La Lanchuela y Antonio Modesto compró Las Arguijuelas y El Cuchillar.
Decidieron unir estas fincas en una sola y dividirla en 222 acciones para cedérselas a los vecinos, lo cual ante la repentina muerte de José, hicieron Antonio Modesto y su esposa Juana en 1867.
Antonio Modesto Jiménez Santos.
Retrato pintado por Francisco Martín Rivera.
(c) Alonso de la Calle Hidalgo.
Pese a su ajetreada vida como hombre de campo, Antonio jamás olvidó sus deberes religiosos pues había sido educado en el seno de una familia profundamente cristiana por sus padres Alonso Jiménez Ovejero (1888-1822) y Francisca Jiménez García (1890-1864), natural de Navalmoral de la Mata (Cáceres) y especialmente por su abuela María Teresa Ovejero Gómez (1764 - 1831) que era originaria de la villa abulense de Becedas.
Durante toda su vida estuvo muy vinculado a la Iglesia, colaborando activamente en la parroquia.
En 1863 restituyó la Cofradía del Santísimo Sacramento y Pasión, que había sido fundada en 1874 cuando la primitiva ermita de Santa Bárbara, construida en 1560, fue erigida en parroquia.
Antonio se esforzó por recuperarla y mantenerla pero finalmente terminaría desapareciendo nuevamente.
En 1868, colaboró en el arreglo de la sacristía y construyó un desván sobre la misma para que sirviese de pósito de grano en el que poder almacenar grano en los años de abundancia y que pudiese ser vendido a módicos precios a los vecinos más pobres para que pudiesen subsistir o que en años de carestía estuviese a disposición de los labradores para poder sembrarlo.
En 1881, cuando ya contaba con 71 años que era una edad avanzada para la época, Antonio quiso construir una ermita junto al cementerio. Al párroco le pareció una buena idea.
Antonio construyó una pequeña capillita y compró una bellísima imagen de Nuestra Señora de las Angustias pues sentía una profunda devoción hacia esta advocación mariana heredada de su abuela paterna y de su madre.
La ermita era muy sencilla y sólo cabía en ella la imagen de la Virgen y un pequeño altar para que el sacerdote celebrase la Santa Misa.
En el tejado de la ermita, había un sencillo campanil con una pequeña campana o esquilín de bronce que se conserva hoy en día en el campanario de la iglesia del pueblo.
La bellísima imagen de Nuestra Señora de las Angustias.
Madre de los guijeños.
(c) Prado Rodríguez Vergara.
Para Antonio, fue una inmensa alegría poder construir esta ermita y dedicársela a su abuela y a su madre.
Cada día, su esposa y él daban un paseo hasta la ermita para rezar.
Antonio hacía memoria de sus logros pues además de la ermita, en 1878 había construido en su "Huerta del Monge" una escuela para los niños del pueblo.
Sin embargo, aún le quedaba una cosa por hacer y era conseguir que llegase una carretera digna hasta el pueblo pues había que bajar hasta Jarandilla por un empinado camino que en época de lluvias era intransitable para carros, teniendo que utilizarse las caballerías que lograban bajar con facilidad pero que tenían problemas para subir cargadas.
En 1886, Antonio consiguió que la carretera llegase al pueblo.
En 1890 Antonio decidió ceder a perpetuidad las 4 acciones que poseía en el Baldío de Jaranda con el fin de que con el importe procedente de los beneficios obtenidos cada año, se mantuviese siempre el culto al Santísimo en la parroquia, se dijesen Misas a las Ánimas Benditas del Purgatorio y se dijesen también Misas por el eterno descanso de Antonio y sus familiares cuando él falleciese.
En 1894, se vio que la Ermita necesitaba algunos arreglos y como ya había una gran devoción a la Virgen de las Angustias en el pueblo, Antonio propuso al párroco la posibilidad de ampliar la ermita.
Como se iban a necesitar muchos permisos y habría que viajar con relativa frecuencia hasta Plasencia para tratar el asunto en el Obispado de Plasencia, Antonio decidió delegar en su hijo Antonio Modesto, aunque se comprometió a costear los gastos de la obra.
Los gastos fueron bastante superiores a lo previsto en el presupuesto inicial por lo que se dio la oportunidad a los vecinos de aportar limosnas para la obra, aportando Antonio Modesto y su esposa Juana una importante suma.
Todo esto, llegó a oídos del Papa León XIII. Que un anciano y sencillo pastor de un pueblecito extremeño hubiese pasado toda su vida colaborando con la Iglesia y que cuando ya estaba próximo a finalizar su vida terrena construyese una ermita dedicada a la Santísima Virgen María, causó gran emoción al Sumo Pontífice, que tuvo a bien otorgar a Antonio una indulgencia plenaria perpetua para el perdón de sus pecados y de sus descendientes hasta la tercera generación.
El 5 de abril de 1896, falleció Josefa Santos García y fue sepultada en el interior de la ermita.
Dos años más tarde, el 23 de enero de 1898, Antonio falleció y fue también sepultado en la ermita. Antes de morir dijo a sus hijos que podían mandar que se pusiese en su lápida lo que considerasen oportuno, pero que antes de nada debía poner que FUE ALGÚN TIEMPO PASTOR.
Hoy en día, la Ermita de Nuestra Señora de las Angustias sigue en pie y recordando a todos los guijeños que fue construida por un humilde pastor.
En ella reposan sus restos, los de su esposa, los de dos de sus hijas y uno de sus yernos y los del esposo de una de sus nietas.
En el pequeño y sencillo retablo, flaqueada por las imágenes del Sagrado Corazón de Jesús y del Inmaculado Corazón de María, se encuentra la imagen de Nuestra Señora de las Angustias.
Desde sus inicios, la fiesta de Nuestra Señora de las Angustias fue celebrada con gran devoción por todos los guijeños. Aunque la Iglesia fija como fecha de celebración de la VIRGEN DE LOS DOLORES o advocaciones similares el 15 de septiembre, en Guijo siempre se ha celebrado el 9 de septiembre, celebrándose antiguamente el día 8 la Virgen del Socorro, que hoy se celebra el 15 de agosto.
9 días antes de la fiesta, se comenzaba a rezar en la ermita la tradicional novena y el día 7 por la tarde, se trasladaba la imagen de la Virgen en procesión hasta la iglesia.
El día 9, la Virgen regresaba a su ermita y se celebraba la Misa.
Procesión de Nuestra Señora de las Angustias en 1951.
(c) Colección Familia de la Calle.
Por la tarde, tenía lugar la tradicional "corrida del toro", llevando a la Plaza de Toros al toro más "bravo" del pueblo y tras dejar que el animal corriese un poco en la plaza, era devuelto al dueño sin sufrir ningún daño, siendo un orgullo para los vaqueros que su toro fuese elegido para el festejo.
Hoy en día, esta tradición se ha perdido aunque teniendo en cuenta que Guijo de Santa Bárbara destaca por su gran cabaña bovina, bien podría organizarse un concurso de toros o algo similar con los sementales de las diferentes ganaderías locales.
Toro de Cipriano Jiménez Pérez (centro), nieto político de Antonio. 1925.
(c) Colección Familia de la Calle.
Actualmente, para mayor comodidad de los vecinos y especialmente pensando en los ancianos e inválidos del pueblo, la novena se celebra en la iglesia, trasladando la imagen de la Virgen el primer día de la novena y devolviéndola a la ermita el día 9 de septiembre donde con gran solemnidad se celebra la Santa Misa.
Los guijeños visitan con gran regularidad la ermita por encontrarse cerca del pueblo y junto al viejo cementerio, aprovechando para ver a la Virgen y rezar una oración recordando con cariño al fundador de la misma: ANTONIO JIMÉNEZ GARCÍA QUE FUE ALGÚN TIEMPO PASTOR.
Fdo: Silvestre de la Calle García.
Muy interesante el relato, como todos los que publicas. Sólo observo un detalle. En la lápida de su tumba aparece su apellido como GIMENA, no como GIMENEZ.
ResponderEliminarEl anterior comentario no pertenece a AnteCabre. Es de mi cosecha, José Luis Antero.
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