lunes, 28 de noviembre de 2022

VACA, TAMBORIL Y RAMO: SANTA BÁRBARA EN 1828

El día 4 de diciembre la Iglesia celebra la festividad de Santa Bárbara, virgen y martír. Nacida en Nicomedia, actual Turquía, a finales del siglo III y martirizada a comienzos del IV, es la patrona de numerosos colectivos como los mineros o los artilleros.
Pero para los guijeños, habitantes del municipio cacereño de Guijo de Santa Bárbara, la gloriosa virgen y mártir Santa Bárbara, es su patrona desde 1560.

Vaca, tamboril y ramo.
Santa Bárbara en 1828.
(c) Montaje: Silvestre de la Calle García.

En 1560, Guijo era un barrio perteneciente a la villa de Jarandilla. Sus habitantes vivían dedicados fundamentalmente a la ganadería conservándose un antiguo documento de 1468 en el que los guijeños pidieron al señor de Jarandilla que les señalase un coto de pastos para sus ganados independiente del utilizado por los ganaderos jarandillanos.
El pueblo fue siempre famoso por la elaboración de exquisitos productos lácteos como el queso y la mantequilla como escribió en 1667  en su libro Amenidades, recreos y florestas de La Vera el historiador jarandillano Gabriel Azedo de la Berrueza y Porras.
La ganadería estaba integrada fundamentalmente por cabras, aunque se criaban también vacas utilizadas para la cría y la labranza, así como algunas caballerías, cerdos y gallinas.

El queso fresco, producto estrella de Guijo de Santa Bárbara.
(c) Alonso de la Calle Hidalgo.

En la fecha citada, hubo una terrible tormenta. Un rayo impactó sobre una de las casas de la pequeña aldea que por estar construidas a base de piedra, adobes y sobre todo madera, eran altamente inflamables.
Todos los habitantes de la casa lograron salir, a excepción de dos niños pequeños que quedaron atrapados sin que sus padres ni vecinos pudiesen entrar a rescatarlos antes de que la casa quedase reducida a cenizas.
Familiares y vecinos comenzaron a rezar con gran fervor a Santa Bárbara, la abogada contra las tempestades y, milagrosamente, el fuego se apagó y pudieron rebuscar entre los escombros para encontrar los cuerpos inertes de los niños y darles cristiana sepultura.
Pero el milagro fue mayúsculo al encontrar absolutamente ilesos a los dos infantes.

Tormenta.
(c) Alonso de la Calle Hidalgo.

Con motivo de este hecho, los vecinos decidieron construir una ermita dedicada a Santa Bárbara posiblemente en el solar ocupado por la casa calcinada.
Lo que sí sabemos con certeza, es que en 1580 existía ya una cofradía y que en esa fecha se comenzó a escribir el Libro Primero de la Cofradía como atestiguó en 1922 el párroco D. Gregorio María Cruz Aparicio al empezar a escribir el Libro Cuarto de la Cofradía y que está actualmente en uso.
Lamentablemente, los dos primeros libros, que abarcaban entre 1580 y 1828 no se conservan en el archivo parroquial.

Casa típica guijeña situada junto a la iglesia.
(c) Alonso de la Calle Hidalgo.

La pequeña ermita de Santa Bárbara fue con el paso del tiempo erigida en parroquia adquiriendo como no podía ser de otro modo, el nombre de Parroquia de Santa Bárbara, lo cual ocurrió el 11 de octubre de 1674.
En esa fecha se colocó la pila bautismal.
Pese a tener parroquia, los guijeños no consiguieron tener cura propio hasta 1695 aunque ante la férrea oposición de la villa de Jarandilla, el cura no pudo tomar posesión hasta 1698.

Pila bautismal de Guijo de Santa Bárbara.
(c) Silvestre de la Calle García.

En 1725 el Papa Benedicto XIII, otorga una bula a la Pontificia Cofradía de Santa Bárbara.
Se trataba de una cofradía mixta de hombres y mujeres, algo sumamente novedoso en la época, y a la que el Papa concedió cinco jubileos anuales:

- 4 de diciembre, Santa Bárbara.
- 25 de diciembre, Natividad del Señor.
- 6 de enero, Epifanía del Señor.
- 25 de marzo, Encarnación del Señor.
- 8 de septiembre, Natividad de Nuestra Señora.

Documento de traducción de la Bula Pontificia.
(c) Silvestre de la Calle García.

Para ganar el jubileo en los días citados y recibir la indulgencia plenaria, los cofrades y devotos debían asistir a Misa los días citados, estar debidamente confesados para poder comulgar y rezar por el Sumo Pontífice a la sazón reinante en cada momento.
Este insólito hecho, no ha podido ser explicado aún. Es sumamente curioso que en el siglo XVIII el Papa concediese a la Cofradía de una pequeña aldea de las montañas extremeñas habitada fundamentalmente por humildes cabreros una Gracia semejante y de la que disfrutan pocos lugares en todo el mundo.

El Papa León XIII.
A él le rezaban los guijeños de finales del siglo XIX y principios del XX.
Imagen de la Indulgencia Plenaria otorgada por este pontífice en 1894 al guijeño Antonio Jiménez García "El Abuelo Viejo".
(c) Colección Familia de la Calle.

Años más tarde en 1762 se redactaron unas rigurosas Ordenanzas para recoger por escrito todo lo que se venía realizando con motivo de la fiesta de Santa Bárbara desde tiempo inmemorial para que, al quedar por escrito, no pudiese quedar olvidado.
Las Ordenanzas se conservan en el archivo parroquial en magnífico estado, pudiendo ser admiradas por todos los guijeños, quienes desde niños conocemos la existencia de tan valioso documento.

Ordenanzas de la Cofradía de Santa Bárbara.
(c) Silvestre de la Calle García.

En 1778 se terminó la construcción del actual templo parroquial que siguió llevando el nombre de Santa Bárbara hasta que, en 1838 y siguiendo la costumbre imperante en la época, pasó a denominarse Parroquia de Nuestra Señora del Socorro, nombre que aún conserva.

Parroquia de Nuestra Señora del Socorro.
(c) Silvestre de la Calle García.

Como hemos dicho, los dos primeros Libros de la Cofradía no se conservan por lo que solamente conocemos cómo se celebraba la fiesta por lo que dicen las ordenanzas.
En 1828 se empieza a escribir el Tercer Libro de la Cofradía de Santa Bárbara, el cual se conserva en magnífico estado en el cuidado archivo parroquial de Nuestra Señora del Socorro.

Detalle de una página del Libro Tercero de la Cofradía.
(c) Silvestre de la Calle García.

A partir de esta fecha, conocemos perfectamente cómo se celebraba la fiesta en honor a la patrona del municipio al quedar perfectamente detallados todos los ingresos y gastos que tenía la cofradía.
En cuanto a los ingresos o "cargos", figuraban el cobro del dinero para cera, el cobro de pechas, la venta de despojos de la vaca sacrificada para la fiesta, los ingresos obtenidos en el ofertorio y petitorio y el dinero aportado por cada nuevo cofrade.

Callos de vaca.
Curiosa fuente de ingresos de la Cofradía.
(c) Javier Bernal Corral.

La cera tenía una gran importancia para iluminar el templo durante las celebraciones litúrgicas, aportando cada cofrade doce cuartos, resultado en 1828 una cantidad total de 151 reales y dos maravedíes. 

Colmenar tradicional.
(c) Javier Bernal Corral.

Cada año, los cofrades debían aportar una determinada cantidad por ser miembros de la cofradía. Cuando se redactaron las ordenanzas, dada la suma pobreza de muchos cofrades, se permitía realizar el pago con media fanega (23 kilogramos) de castaña verde "enjerta" de buena calidad o una fanega (46 kilogramos) de centeno o su equivalente en dinero. Con el pasto del tiempo, se fijó un precio, cuota o pecha en dinero. En 1828 se ingresaron en total por este concepto 432 reales.

Castañas, método de pago en épocas de penuria.
(c) Alonso de la Calle Hidalgo.

Los despojos de la vaca hacían referencia a las entrañas, cabeza, patas y piel de la vaca que se sacrificaba cada año para la fiesta como veremos a su debido tiempo.
Productos como el hígado de la vaca o los callos eran alimentos muy codiciados mientras que las tripas, debidamente lavadas y secas serían utilizadas posteriormente en las matanzas para hacer los embutidos tradicionales del Guijo como los chorizos, las morcillas de calabaza y las morcillas de verano ya que los salchichones y chofes se llenaban en las tripas del propio cerdo.
En 1828 se obtuvieron 261 reales y cuatro maravedíes por la venta de los despojos de la vaca sacrificada en 1827.

Cociendo callos de vaca.
(c) Javier Bernal Corral.

Se realizaba también un ofertorio y petitorio en el los vecinos ofrecían diversos bienes que luego eran subastados o aportaban dinero, recaudándose en 1828 la cantidad de 176 reales.
En el caso de la fiesta de Santa Bárbara, la propia cofradía se encargaba de ofrecer el Ramo, como explicaremos más adelante.
No obstante, los vecinos aportarían dulces, huevos, productos del campo e incluso algún chivo (cabrito) o pollo.

Las roscas o "frutas de sartén" eran un producto fundamental en el ofertorio.
(c) Silvestre de la Calle García.

En 1828 ingresaron en la cofradía tres nuevos hermanos que pagaron un total de 12 reales.
Tras su entrada, los cofrades pagaban cada año la cantidad estipulada por el cabildo de la cofradía para la compra de la vaca y de la cera.

Medalla de los Cofrades de Santa Bárbara.
(c) Silvestre de la Calle García.

Los ingresos totales ascendieron a 1123 reales y cuatro maravedíes.

Los gastos o "data" estaban relacionados con los derechos parroquiales, la cera comprada, el tamborilero contratado para la fiesta y su manutención, la compra de la vaca y su sacrificio y reparto, la preparación del Ramo y otros gastos corrientes.
Los derechos parroquiales en 1828 fueron los siguientes:
- Para el señor cura. 29 reales.
- Para el señor cura por el sermón. 30 reales.
- Por misas de cofrades vivos y difuntos. 80 reales.
- Por la misa de un cofrade difunto. 20 reales.
- Derechos del Sacristán por Misa y demás. 25 reales y ocho maravedíes.
- Al sacristán por asistir al ofertorio. 5 reales.
- Al señor cura por asistir al ofertorio. 20 reales.

En esta fecha, era cura ecónomo de Guijo Fray Pedro Merchán Vidal, religioso observante del convento franciscano de Santo Domingo de Guzmán de Jarandilla de La Vera mientras que su sobrino José García de Aguilar y Domínguez era el sacristán.

Silvestre de la Calle García y el Rvdo. P. Francisco Torres Ruiz.
Actuales sacristán y párroco de Guijo de Santa Bárbara.
(c) Alonso de la Calle Hidalgo.

Al tamborilero contratado para las fiestas, se le pagaron 23 reales y además se pagaron 90 reales al Mayordomo en concepto de manutención del tamborilero. Hasta tiempos relativamente recientes, no hubo tamborileros en Guijo, por lo que tenían que venir desde los pueblos vecinos y alojarse en casa del Mayordomo.
El tamboril y la flauta, instrumentos de gran tradición en Castilla y Extremadura eran poco habituales en Guijo, donde durante siglos, los instrumentos musicales más utilizados fueron el rabel que fabricaban los propios cabreros y el almirez.
Sin embargo, al ser la fiesta de Santa Bárbara la más importante del pueblo, se traía un tamborilero.
Hoy en día, Guijo de Santa Bárbara cuenta con tamborilero propio: Jesús Santos García.

Jesús Santos García.
Actual tamborilero de Guijo de Santa Bárbara.
(c) Alonso de la Calle Hidalgo.

La cera comprada para iluminar el templo durante la celebración de la Misa, generó unos gastos de 160 reales.
En Guijo no hubo colmenas hasta tiempos muy recientes, puesto que los cabreros se abastecían de miel cogiendo los panales que las abejas silvestres hacían en los huecos de los árboles.
Por ello, había que salir fuera del pueblo para adquirir la cera en forma de velas ya listas para su uso colocadas en candelabros o en los antiguos "hacheros" de madera.

Algunos de los candelabros utilizados en la Parroquia.
(c) Silvestre de la Calle García.

Sin embargo, el gasto más importante era la compra de la vaca. Desde tiempo inmemorial, tal y como recogen las ordenanzas de 1762, existía la costumbre de comprar una vaca y sacrificarla con motivo de las fiestas para repartir la carne a razón de 4 libras (1,8 kilogramos) para cada cofrade. Los despojos que citábamos antes (cabeza, patas, entrañas y piel) eran vendidos, así como la carne que sobrase, quedando el dinero a disposición de la cofradía para los gastos que hubiese.

La compra de la vaca tenía una gran importancia.
(c) Silvestre de la Calle García.

En 1828, se compró una vaca por 465 reales a Santiago de la Calle Castañares (1801 - 1896) vecino de Guijo y miembro del cabildo de la cofradía.
Además, se pagaron 15 reales al oficial de la toza que era aquel que, mediante subasta, se había quedado con la carnicería municipal y que se encargaba de sacrificar, despiezar y pesar la carne de la vaca.

Antonio de la Calle Rosado, hijo de Santiago de la Calle Castañares.
(c) Colección Familia de la Calle.

Nos vamos a detener un poco en este asunto de la vaca. 
Hoy en día, nos puede parecer algo sumamente raro y hasta "gracioso" el que para los cofrades de Santa Bárbara de hace doscientos años, fuese de vital importancia la compra de una vaca para las fiestas y posiblemente pensarían que "sin vaca, no habría fiesta".
En aquella época, el consumo de carne se limitaba a los embutidos procedentes de la matanza del cerdo y a la carne de cabra vieja y, ocasionalmente, de chivarras o cabras machorras que podía comprarse en la carnicería si es que se disponía de dinero.

Vieja cabra de raza Verata.
(c) Silvestre de la Cale García.

La carne de vacuno, sólo se consumía cuando algún animal se despeñaba en la sierra, moría por alguna otra causa (parto) o tenía que ser sacrificado de urgencia. En estos casos, al considerarse una auténtica desgracia la muerte de un animal tan valioso, la carne era vendida por el ganadero y comprada por todos los vecinos. Sólo en tales ocasiones, era posible comer tal manjar.
Pero Santa Bárbara era la patrona y su fiesta había que celebrarla "por todo lo alto" y por ello, se hacía un gran esfuerzo para comprar una vaca y repartirla entre todos los cofrades como buenos hermanos, pudiendo comer así la familia algo especial durante las fiestas como una caldereta de vaca o simplemente un cocido especial en el que la dura y seca carne de cabra era sustituida por la de vaca.

Vaca Avileña-Negra Ibérica.
(c) Silvestre de la Calle García.

Hoy en día hay muchísimas vacas en Guijo de Santa Bárbara, hasta el punto de triplicar el número de habitantes del pueblo, pero en 1828 había muchas menos vacas. Se conserva un censo ganadero de 1845 en el que había en Guijo 1000 cabras, 80 VACAS, diez jumentos (burros), seis mulos y cinco jacas (caballos).
Las vacas eran utilizadas para la crianza de terneros y eventualmente para la producción lechera para el consumo familiar, además de utilizarse como animales de trabajo, lo que persistiría hasta bien entrado el siglo XX.
Se trataba de vacas "moruchas" semejantes a las actuales Avileñas aunque de menor tamaño y formas más recogidas.

Yunta de vacas Avileñas.
(c) Silvestre de la Calle García.

La costumbre de sacrificar anualmente la vaca para las fiestas, aunque conocida desde tiempo inmemorial y recogida en las Ordenanzas, desapareció en 1867. El continuo incremento del precio de la vaca, que en 1866 supuso un desembolso de 975 reales, obligó a terminar con tal costumbre ante el peligro de que la Cofradía se arruinase si no se subía la cuota o pecha que debían pagar los cofrades que, pese a las mejoras económicas, seguían siendo humildes ganaderos.

Vacas en Guijo de Santa Bárbara
(c) Alonso de la Calle Hidalgo.

Pero volvamos a la fiesta de Santa Bárbara en 1828.
Existía una costumbre ancestral que, curiosamente no fue reflejada en las ordenanzas, que era el ofrecimiento del Ramo.
Consistía esta tradición en ofrecer la rama de un árbol con hojas verdes (acebo o tejo) debidamente decorada con cintas de tela de vivos colores, roscas de pan y "frutas de sartén" (rosquillas).
En 1828 la confección del ramo y la compra de los productos necesarios para hacer los dulces que lo engalanaban supuso un gasto de 63 reales y 10 maravedíes.

Tejo.
Este árbol era idóneo para hacer el Ramo por ser de hoja peremne.
(c) Silvestre de la Calle García.

La costumbre de ofrecer el Ramo en las fiestas, se conserva en multitud de pueblos de España.
Se trata de un rito de origen pagano que posiblemente se remonte a la época prerromana. En principio, se trataba de una simple rama de árbol que poco a poco iría adornándose cada vez más con cintas de colores, panes de formas especiales, dulces, frutas...
En las regiones montañosas, se trataba siempre de un ramo de tejo, árbol sagrado para las culturas paganas de influencia celta, mientras que en otros lugares se sustituía por acebo, madroño... o bien se formaba un armazón de madera que era forrado con hiedra antes de ser decorado.
El tejo, es un árbol en grave peligro de extinción y del que quedan muy pocos ejemplares. En Guijo de Santa Bárbara, a juzgar por una descripción de la flora de la zona de 1667 realizada por Gabriel Azedo, autor al que hemos citado anteriormente, debieron ser unos árboles abundantes pero su preciada madera hizo que fuesen talados, subsistiendo hoy en día solamente un ejemplar en la sierra guijeña.

Tejo en Guijo de Santa Bárbara (Cáceres)
(c) Alonso de la Calle Hidalgo.

Aún se conserva en muchos pueblos de Extremadura como por ejemplo en Jerte y Tornavacas así como en pueblos de la cara norte de Gredos donde fue una costumbre muy arraigada en épocas pasadas como cuenta en su magna obra Fisiografía e Historia del Barco el escritor barcense Nicolás de la Fuente Arrimadas.
En pueblos abulenses como Becedas, San Bartolomé de Béjar, Medinilla, Gilbuena... que pertenecían antaño a la diócesis de Plasencia al igual que pertenece hoy Guijo, se conserva la costumbre del Ramo como bien pudo comprobar el sacerdote guijeño D. Marco Antonio Santos García cuando fue párroco de Sorihuela (Salamanca).
Esto es muy importante en nuestro estudio sobre la fiesta de Santa Bárbara pues en Guijo vivía aún en 1828 María Teresa Ovejero Gómez (1759-1831) cuyo padre era natural de Palacios de Becedas, población de la que descendía Santiago de la Calle Castañares (1801-1896), presidente del cabildo en 1828 y familiar de la citada señora Ovejero. Posiblemente, ambos lucharon con energía para conservar la tradición del Ramo en estas tierras.

Antonio Jiménez García "El Abuelo Viejo".
Nieto de María Teresa Ovejero Gómez.
Retrato pintado por Francisco Martín Rivera.
(c) Alonso de la Calle Hidalgo.

En el caso de Guijo, no se vuelve a mencionar la palabra Ramo en los libros de Santa Bárbara desde 1828 aunque hasta 1835 se menciona la elaboración de roscas y "frutas de sartén", productos que adornaban tradicionalmente el ramo, por lo que suponemos que hasta esa fecha se ofreció el ramo a Santa Bárbara.
Curiosamente, en 1959 cuando fue mayordomo de Santa Bárbara Modesto de la Calle Jiménez (1899-1986) se ofreció un Ramo a Santa Bárbara.
Posiblemente, don Ascensio hubiese leído la existencia de esta antigua costumbre en el Libro III de la Cofradía y quiso recuperarla. 

Tío Modesto con su nieta Neni y los danzantes.
Detrás puede verse claramente el Ramo.
(c) Colección Familia de la Calle.

Además hay que sumar otros gastos menores como los 26 reales que costó el libro nuevo en el que se escribió todo esto y una chapa para el arca en el que se guardaba la cera que costó 5 reales.
En total, los gastos de las fiestas en 1828 ascendieron a 1056 reales y 24 maravedíes por lo que teniendo en cuenta que los ingresos fueron de 1123 reales y 4 maravedíes, dejaron un beneficio final para las arcas de la cofradía de 67 reales y 20 maravedíes. 

Firmaron el acta en el que se recogieron todos estos datos, el cura ecónomo fray Pedro Merchán Vidal y el representante del cabildo Santiago de la Calle.

Firmas de Fray Pedro Merchán y Santiago de la Calle.
(c) Silvestre de la Calle García.

Con el paso del tiempo, la celebración de la fiesta fue cambiando paulatinamente.
Tomando en cuenta la fiesta de 1828, lo primero que desapareció fue el ofrecimiento y subasta del Ramo en 1836 no quedando ya ni siquiera en la memoria de los más viejos del lugar.
Años más tarde, en 1868, desapareció la costumbre de sacrificar la vaca y repartir la carne entre los cofrades.
El cambio mayor llegó en 1959 cuando el sacerdote Ascensio Gorostidi Altuna (1923-1966), párroco de Guijo desde 1951 hasta su muerte, introdujo una nueva costumbre: LOS DANZANTES DE SANTA BÁRBARA.

Los Danzantes de Santa Bárbara. 1959.
(c) Colección Alonso de la Calle Hidalgo.

A semejanza de los existentes en otros pueblos veratos desde hacía siglos, Don Ascensió creó un grupo de danzantes para bailar en la procesión de Santa Bárbara.
Sin embargo, existe una gran diferencia entre los danzantes guijeños y los de otros pueblos: la indumentaria.
Recuerda claramente a la indumentaria de los danzantes de ciertas zonas del País Vasco y Navarra ya que don Ascensio era natural de la localidad de Amézketa (Guipuzkoa).
Este sacerdote realizó otro cambio sustancial en la celebración de la fiesta. Hasta entonces, sólo había un día de fiesta con su correspondiente víspera, pero desde 1959 se comenzó a celebrar casi con la misma solemnidad, también el día 5 aunque para diferenciarlo del día 4 que es cuando se celebra auténticamente la memoria de Santa Bárbara, comenzó a conocerse como día de "Santa Bárbara la Chica".

Los danzantes de Santa Bárbara.
(c) Alonso de la Calle Hidalgo.

El número de mayordomos ha variado a lo largo de los tiempos. Al principio era sólo uno, y como solían serlo ya a edad avanzada (60-70 años), muchos eran los que morían sin poder serlo por lo que ante el aumento de población y del número de cofrades, se decidió que fuesen 2 y posteriormente 4 para quedar definitivamente en 2 desde los años 80 del pasado siglo.
Los mayordomos hacían un convite en su casa el día 3 por la tarde consistente en chocolate con dulces como buñuelos y flores guijeñas, diferentes a las de otros pueblos. A este convite sólo asistían los cofrades.
Si las mujeres de la familia de los mayordomos controlaban del tema, se encargaban de hacer los dulces para el convite pero lo más habitual era contratar a una guisandera profesional, siendo la más renombrada durante décadas Benigna Burcio de la Calle (1904-1992).
Posteriormente, el convite comenzó a ser organizado por la cofradía, pudiendo asistir a él todos los vecinos del pueblo.

Benigna Burcio de la Calle haciendo las flores para los mayordomos. 1980.
(c) Alonso de la Calle Hidalgo.

Una de las reformas más recientes es la recuperación y lectura de la bula pontificia de Benedicto XIII. Durante mucho tiempo, permaneció en el más lamentable y absoluto de los olvidos hasta que en 2018 el Rvdo. P. Francisco Torres Ruiz, comenzó a leerla cada año el día 4 de diciembre y otorgando las indulgencias expresadas en ella.

Imagen de Santa Bárbara y documento de la Bula.
(c) Silvestre de la Calle García.

La fiesta de Santa Bárbara es celebrada con gran fervor por los guijeños que durante 9 días, del 25 de noviembre al 3 de diciembre, se preparan para ella con el rezo de la Santa Novena para que, llegados los días grandes, la celebración sea perfecta.
Como vemos, la fiesta está muy viva y aparecen y desaparecen costumbres "de toda la vida" de modo que quienes vivieron aquella solemne fiesta de Santa Bárbara en 1828, quizás no conociesen bien hoy en día la fiesta por faltar cosas que para ellos eran fundamentales y lo mismo nos ocurriría a nosotros si viajásemos en el tiempo.
Sea como sea...

¡VIVA SANTA BÁRBARA! ¡VIVA NUESTRA PATRONA!.

Santa Bárbara.
Patrona de Guijo de Santa Bárbara.
(c) Alonso de la Calle Hidalgo.

Agradecimientos:
- Al Rvdo. P. Francisco Torres Ruiz, párroco de Guijo de Santa Bárbara.
- Al Rvdo. P. Marco Antonio Santos García, sacerdote natural de Guijo de Santa Bárbara.
- A Alonso de la Calle Hidalgo, maestro, fotógrafo e investigador de Guijo de Santa Bárbara.
- A Javier Bernal Corral, ganadero, cocinero y gran colaborador de este blog.

Fdo: Silvestre de la Calle García.
Sacristán de la Parroquia de Nuestra Señora del Socorro y Cofrade de Santa Bárbara.

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