LA PARIDERA DE LAS VACAS

La paridera, parición o época de partos es uno de los momentos más importantes del año en toda explotación ganadera y de ella depende, en gran medida la buena marcha de la misma.
El ganado vacuno no es una excepción y tanto si se trata de vacas de leche, de carne o de lidia, e incluso de trabajo allí donde los bovinos aún se utilizan para este fin, la paridera es uno de los momentos clave en el calendario ganadero.

Vaca Parda de Montaña recién parida.
(c) Ganadería Almirante.

Todas las razas de vacas domésticas descienden del uro o auroch (Bos primigenius primigenius o Bos taurus primigenius) bovino de gran tamaño que habitó durante miles de años las estepas y márgenes de los bosques de buena parte de Europa, Asia y el norte de África.
Tras ser domesticado durante el neolítico en diversas partes del mundo entre el año 11.000 y 8.000 antes de Cristo, la población de uros salvajes fue descendiendo debido a la alteración de su hábitat y a la caza abusiva, extinguiéndose definitivamente en 1667 en un bosque de Polonia.

Vaca Serrana Negra.
Esta es una de las razas más parecidas al uro que existen.
(c) Iván Ureta.

Los uros, como otros herbívoros salvajes, tenían su época de celo a finales del verano o principios del otoño, con el fin de que las crías naciesen en primavera tras unos 9 meses de gestación. De esta manera, la abundancia de pastos hacía posible que las hembras produjesen suficiente leche para amantar a sus crías y que éstas pudiesen comenzar pronto a alimentarse de pasto.
Como otros animales similares, los uros formaban rebaños separados formados por hembras y sus crías por un lado y de machos por otro, juntándose sólo durante la época de celo en la que los machos competían por las hembras peleando entre ellos.

Jóvenes toros Serranos peleando.
(c) Iván Ureta.

Una vez que el macho dominante había expulsado a los posibles competidores iba cubriendo a las vacas conforme éstas entraban en celo para lo cual tenía que estar atento día y noche hasta que llegara el momento óptimo en el que la hembra se dejase cubrir y repitiendo el proceso varias veces para asegurar que la hembra quedase preñada. Durante los días posteriores, el macho seguía vigilando a las hembras para que ningún otro macho osase cubrirlas.
Terminada la temporada, el macho se retiraba.

Cópula de toro y vaca de raza Serrana.
Imágenes semejantes serían protagonizadas por los uros hace miles de años.
(c) Iván Ureta.

Tras alrededor de 9 meses de gestación, ya en primavera o incluso principios del verano, las hembras se apartaban del rebaño durante unos días para parir en un lugar seguro y tranquilo.
El alumbramiento, similar al de cualquier bovino actual de cría extensiva, era rápido y generalmente por la noche para evitar la localización por parte de los numerosos depredadores.
Durante unos días, la cría permanecía escondido entre la vegetación, pasando desapercibido gracias a su pelaje de color rojizo, acudiendo la madre a amantarla.

Vaca Serrana con su ternero recién nacido.
(c) Iván Ureta.

Pasados unos días, madre y cría se integraban en el rebaño. Si la cría era una hembra, viviría toda su vida en el rebaño materno mientras que si se trataba de un macho, al alcanzar la pubertad, sería expulsado por las propias vacas del rebaño junto con el resto de machos, formando grupos de solteros hasta que estuviesen listos para combatir con los toros adultos por el favor de las hembras.

Joven semental Serrano.
(c) Iván Ureta.

Poco, prácticamente nada, cambiaría esto con la domesticación. Los animales permanecerían en semilibertad y su alimentación se basaría en gran medida en los recursos de la naturaleza por lo que su ciclo vital se ajustaría en gran medida a las estaciones. 
Aún hoy en día, para el ganado manejado de forma muy extensiva, este sistema reproductivo sigue plenamente vigente, especialmente si los sementales permanecen todo el año con el rebaño de vacas.

Vacas Retintas con sus terneros y el semental.
(c) Silvestre de la Calle García.

Con la mejora del manejo especialmente en lo referente a la alimentación y a la propia selección llevada a cabo por los ganaderos, se consiguió romper el ciclo natural y conseguir que las vacas pudiesen salir en celo y consiguientemente parir en cualquier época del año, adaptando la paridera a los intereses particulares del ganadero en función de las características de cada territorio y del objetivo u objetivos productivos de la explotación.

Vaca con su ternero nacido en pleno invierno.
(c) Juan Martorell Gargallo.

Durante miles de años tras su domesticación en Egipto, el Creciente Fértil y La India, los bovinos fueron esencialmente animales de tiro y trabajo.
Las vacas no podían realizar grandes trabajos durante todo el año ya que durante las últimas semanas de gestación y las primeras tras el parto, necesitaban un cierto descanso para poder parir y amamantar sin problemas a sus crías.
Esto motivó que se comenzasen a usar los machos o toros, pero su temperamento dificultaba la doma por lo que comenzaron a castrase para producir bueyes.

Yunta de bueyes.
(c) Juan Manuel Yuste Apausa.

Al estar castrados y no poder reproducirse, los bueyes eran animales en cierta medida "improductivos" por lo que era necesario seguir manteniendo vacas para la crianza y que en aquellos lugares más pobres donde mantener bueyes para el trabajo resultaba demasiado caro o donde había que realizar solamente trabajos menores y esporádicos, las vacas eran utilizadas para trabajar haciendo coincidir el parto con las épocas de menor o nulo trabajo en el campo como solía ser el invierno.

Vacas Tudancas.
(c) Miguel Alba Vegas.

En los meses invernales, las vacas de labor permanecían en las cuadras para poder ser atendidas convenientemente y de esta forma podían criar a sus terneros tranquilamente y cuando comenzaban a trabajar en primavera, los terneros estaban listos para el destete o para la venta.

Vaca Tudanca en la cuadra con su ternero recién nacido.
(c) Miguel Alba Vegas.

También había vacas que se destinaban exclusivamente a la cría de terneros y que no se utilizaban para el trabajo pero adelantando el parto al invierno, se conseguía que los terneros estuviesen listos para poder aprovechar los pastos primaverales y ser vendidos o sacrificados al final del verano cuando presentaban el mejor estado de carnes. Con antiguos métodos como la salazón, el ahumado, el adobado, el embutido...se podía conservar fácilmente la carne de estos terneros para todo el año.

Vaca Casina con su ternero al final del verano.
(c) Carlos Fidel Vejo.

La mejora de la alimentación favorecería también un cambio trascendental que, con la posterior y rigurosa selección, daría lugar a la principal aptitud de la vaca en tiempos modernos: la producción lechera.
Al principio, se ordeñaba sólo la leche sobrante de la alimentación de los terneros pero poco a poco se consiguió que las vacas diesen más leche y se pudiesen ordeñar durante más tiempo.
Al depender en gran medida del pasto para alimentarse, era necesario que las vacas lecheras realizasen el parto en la época de mayor disponibilidad de pasto con el fin de que, complementando un poco su alimentación, llegasen a alcanzar elevadas producciones.

Vaca Pasiega.
Raza lechera por excelencia.
(c) Ganadería Áurea y Juan Quintial.

Pero ¿Cómo es posible controlar el momento en el que las vacas entran en celo y se cubren para que el parto tenga lugar en el momento más oportuno y deseado por el ganadero?
La clave es el manejo de los toros que, como es lógico, son la otra pieza fundamental del puzle.
En condiciones normales, las vacas domésticas bien manejadas y que no están preñadas lógicamente, entran en gestación cada 21 días.
Si el ganadero dispone de toro, tiene dos opciones.
Si no le preocupa el momento exacto en el que las vacas realicen el parto, algo frecuente en explotaciones de escaso efectivo, puede dejar al toro permanentemente con las vacas y cuando éstas entren en celo y estén en disposición de ser cubiertas, el animal se encargará de todo y las cubrirá conforme vayan saliendo en celo.

Toro, vaca y ternero de raza Casina.
(c) Carlos Fidel Vejo.

Si por el contrario el ganadero quiere que todas las vacas de la explotación realicen el parto en una época determinada en función de diversos factores, deberá mantener el semental o sementales separados de las vacas y juntarlos con ellas 9 meses antes del momento en el que se estime oportuno que comience la paridera.
Dada la gran fortaleza de estos animales y el temperamento de algunas razas, deberán construirse un recinto o cercado con una buena pared o valla que impida que los animales se escapen en busca de las vacas. Por ello, es ideal que permanezcan lejos de éstas para que no puedan verlas ni olerlas.

Toro Charolés en periodo de descanso.
(c) David Bernal de Quirós Pablos.

El toro olfatea el aire y sabe detectar a las hembras que se encuentran en celo o próximas a él.
Las sigue pacientemente pero manteniendo la distancia, especialmente si la vaca tiene cerca a su ternero porque en tal caso puede comportarse de manera arisca y embestir al toro indicándole que rechaza sus "servicios". El animal no perderá la paciencia y permanecerá cerca de la hembra hasta que llegue el momento.

Toro Avileño Bardino olfateando a una vaca Avileña Bociblanca.
(c) Juan Manuel Yuste Apausa.

Cuando la vaca esté en disposición de ser cubierta por el semental, permanecerá quieta para que el toro la olfatee varias veces y si no se mueve, éste sabrá que es el momento.
La cópula en sí es bastante rápida, pero el cortejo puede durar varias horas.

Vaca y toro de raza Blanca Cacereña.
(c) David Bernaldo de Quirós Pablo.

También puede ocurrir que, aún tenido semental propio, el ganadero lo mantenga siempre separado de las hembras y que lleve a estas al lugar donde esté el toro para que se cubran en el momento deseado.
Este método era tradicionalmente muy utilizado en las explotaciones de vacuno lechero con el fin de controlar absolutamente el momento en el que debían parir las vacas para garantizar la producción continuada de leche.

Vacas Frisonas.
(c) Alonso de la Calle Hidalgo.

En el pasado existían muchas explotaciones de pequeño tamaño, a menudo compuestas por menos de 5 vacas utilizadas para el trabajo o la producción de leche. Para estos pequeños ganaderos era impensable mantener un toro por lo que utilizaban algún añojo que estuviesen cebando o llevaban a las vacas a paradas o establecimientos en los que se mantenían toros cubrir a las vacas cuando los ganaderos lo desean y previo pago de un precio determinado.
También había ganaderos que mantenían toros y dejaban a los familiares y vecinos que llevasen a sus vacas para cubrirse.

Toro Pirenaico.
(c) Leire Amundarain Ganadutegia.

En muchos pueblos existían toros de propiedad comunal, conocidos como toros de concejo, que pertenecían a todos los propietarios de vacas del pueblo y que se destinaban a cubrir las vacas de labor o lecheras que hubiese en el municipio.
Los toros de concejo disponían de una cuadra de propiedad municipal y prados para pastar o para recoger el heno para alimentarlos durante el invierno. Eran cuidados por todos los vecinos o mediante un sistema de turno. Cada vez que cubrían una vaca, el propietaria abonaba una pequeña cantidad para cuando fuese necesario comprar un toro joven que sería más caro que el viejo vendido.
Este sistema era muy habitual en Castilla, especialmente en zonas donde abundaban las vacas de labor.

Vaca y toro de raza Avileña.
(c) Miguel Alba Vegas.

Pero ¿Cómo saber que una vaca estaba en celo? Para esto, el ganadero debía observar a los animales y llevar un control del ciclo estral de cada vaca. Una vaca en celo se muestra nerviosa, muge con gran frecuencia y si está suelta con otras vacas, las monta o se dejan montar por otras. Al ver esto, el ganadero llevaba la vaca al toro atándola con una cuerda o utilizando una anilla que se colocaba en el morro del animal y que luego era retirada.

Anilla utilizada para conducir las vacas.
(c) Silvestre de la Calle García.

Hoy en día, en las grandes explotaciones extensivas, se cuenta con sementales propios mientras que en las explotaciones intensivas, la reproducción se realiza a menudo mediante inseminación artificial con el fin de seleccionar las razas y facilitar el manejo.
Para este fin, los sementales son mantenidos en corrales independientes y se les extrae el semen, inseminando a las vacas cuando llega el momento.

Sementales de raza Blanca Cacereña.
(c) David Bernaldo de Quirós Pablo.

Queda ya claro cómo se quedan preñadas o gestantes las vacas, si bien hay que añadir que se debe vigilar que pasados 21 días tras la cubrición, monta o inseminación, no vuelva a presentarse un nuevo celo pues significará que el animal sigue "vacío" y habrá que repetir el proceso. Si el toro permanece con las vacas, no habrá mayores problemas pero si se siguen otros sistemas, habrá que llevar nuevamente la vaca al toro o inseminarla de nuevo.

Toro de raza Casina.
(c) Carlos Fidel Vejo.

Si la vaca queda preñada, habrá que esperar 9 meses aproximadamente para que llegue el momento del parto. Durante estos meses, hay que prestar atención al animal para vigilar en todo momento su estado de salud pero sin llegar nunca a la sobrealimentación, puesto que las vacas demasiado gordas pueden presentar problemas a la hora de parir.
En el caso de que se trate de vacas de aptitud lechera, deberá suprimirse el ordeño como mínimo 2 meses antes del parto para dar descanso al aparato mamario y al propio animal.
También deberá hacerse esto en el caso de las hembras de aptitud cárnica su los terneros continúan mamando, lo cual no es habitual.

Vaca Avileña preñada.
(c) Miguel Alba Vegas.

Llegado el momento del parto, el ganadero deberá estar atento. Normalmente las vacas, como el resto de los animales, paren solas y sin complicaciones de ningún tipo.
Las vacas de cría extensiva mantienen en gran medida el comportamiento descrito para los uros, apartándose del resto del rebaño y buscando un lugar tranquilo donde parir. Cuando nace el ternero, la madre lo lame instintivamente.

Vaca Parda de montaña con su ternero.
(c) Ganadería Almirante.

A los pocos minutos, el ternero ya intenta levantarse y en cuanto lo consigue, busca la ubre de la madre para comenzar a mamar el nutritivo calostro, leche extraordinariamente rica en vitaminas, grasa y proteína cuyo consumo es fundamental para el correcto desarrollo inmunológico e intestinal del recién nacido.

Ternero recién nacido buscando la ubre.
(c) Ganadería Almirante.

Hay que mencionar que los calostros son un postre muy popular entre los ganaderos, pudiendo prepararse de multitud de formas entre las que sobresalen los calostros cocidos, exquisito plato semejante a las natillas que hace las delicias de los habitantes de tierras vaqueras.

Tazón de calostros cocidos.
(c) Alonso de la Calle Hidalgo.

Mientras tanto, la vaca expulsa la placenta y movida por un instinto primitivo, se la come para eliminar cualquier resto del parto que pueda atraer a los depredadores. Al mismo tiempo, este hecho sirve para que la vaca recupere la energía perdida tras el parto.
Como curiosidad, diremos que en el pasado era muy frecuente en algunos lugares de España, recoger la placenta de las vacas y tras lavarla convenientemente, destinarla a la alimentación humana.

Vaca Parda de Montaña comiéndose la placenta.
(c) Ganadería Almirante.

Muchos ganaderos prefieren que las vacas realicen el parto en la seguridad de las naves y cuadras con el fin de poder atenderlas si surge cualquier complicación y para mantener a los terneros a salvo de las inclemencias meteorológicas y de los depredadores. Este hecho tiene especial importancia en aquellas zonas donde abundan los lobos o los buitres ya que durante el parto la vaca es sumamente vulnerable y tanto ella como la cría pueden ser víctimas de estos animales.

Vaca con ternero recién nacido en el interior de una cuadra.
(c) Ganadería Almirante.

Los partos suelen ocurrir de la manera aquí descrita pero en ocasiones pueden ocurrir complicaciones que requieran la ayuda del ganadero o de un veterinario e incluso la realización de cesáreas.
Todo esto dependerá de múltiples factores como el número de parto, el tamaño de la vaca y, muy especialmente, de la raza del padre.
Algunas vacas presentan una gran facilidad de parto tanto si el padre del ternero es de su misma raza como si se trata de un toro de otra raza en el caso de que se realicen cruzamientos para mejorar las cualidades carniceras del recién nacido.
Deberá el ganadero tener en cuenta todos estos factores si quiere que sus vacas realicen el parto solas o con ayuda mínima.

Vaca Limusina con su ternero.
Esta raza tiene una facilidad de parto excepcional.
(c) Diego Ceballos San Miguel.

Pero las mayores dificultades pueden presentarse en los partos múltiples que, en el ganado vacuno, son raros. Dependiendo de la raza, pueden oscilar entre el 1 y 8% frente al casi 100% de partos múltiples de ciertas ovejas y cabras.
Dentro de los partos múltiples el parto doble es, con grandísima diferencia, el más habitual siendo los partos triples muy raros y los cuádruples extraordinarios.
Los partos de más de cuatro terneros son prácticamente inexistentes.
A menudo, estas gestaciones múltiples finalizan en abortos.

Vaca Charolesa con mellizos.
En esta raza, el parto doble es relativamente habitual.
(c) Alonso de la Calle Hidalgo.

En este tipo de partos, es común que uno de los terneros esté mal colocado y que la vaca sea incapaz de parirlo sola, cosa que también puede ocurrir a veces en partos en los que nace un solo ternero.
Sin embargo, no todos los partos múltiples son problemáticos y en la mayoría de los casos, las vacas consiguen parir sin ayuda.

Vaca Parda de Montaña con mellizos.
(c) Ganadería Almirante.

Pero mientras que en ovinos y caprinos el parto múltiple es deseado y en muchos casos se realiza una selección del ganado para favorecer este hecho, en el bovino es algo poco deseable debido a que cuando en el mismo parto nacen una hembra y un macho, se produce el llamado síndrome de freemartin que provoca la esterilidad de la hembra en la mayoría de los casos (92%).
Estas terneras mellizas suelen presentar anomalías en el aparato reproductor que hace que al llegar a la edad adulta no puedan reproducirse, llegando en algunos casos a tener un sistema reproductor infantilizado e incluso a carecer de él.
Son conocidas en el argot popular como "machorras". Su nacimiento en aquellas explotaciones pequeñas que practican la recría, supone en ocasiones una pérdida económica considerable.

Vaca Pasiega con parto gemelar de ternero y ternera.
(c) Sergio Canales García.

Algunos ganaderos venden estas terneras para carne cuando las destetan pero en ocasiones, son cebadas hasta alcanzar la edad adulta comercial (48 meses) y son vendidas para carne. Las vacas machorras, que en ocasiones presentan un aspecto físico similar al de los machos castrados o bueyes, proporcionan una de las carne bovinas más exquisitas que existen.

Vaca Casina machorra.
(c) Carlos Fidel Vejo.

Los machos mellizos son siempre fértiles del mismo modo que lo son dos terneras nacidas en el mismo parto, pudiendo dejarse sin problema como reproductoras aunque se corre el riesgo de que al llegar a adultas, tengan algún parto doble y traigan al mundo una "machorra".

Terneras Pasiegas mellizas.
(c) Ganadería Áurea y Juan Quintial.

Tras el nacimiento, los terneros de cualquier raza permanecen unos días con la madre para nutrirse de los calostros como ya dijimos antes y posteriormente su destino dependerá si son hijos de vacas lecheras o de carne. 
En el primer caso, serán separados de la madre para poder ordeñarla y se los criará con leche natural o reconstituida suministrada en cubos.
En el segundo caso, los terneros permanecerán con la madre hasta que llegue el momento del destete con edades variables que suelen oscilar entre los 5 y 7 meses.

Vaca Avileña amamantando a sus terneros.
(c) Juan Manuel Yuste Apausa.

Una vez parida, la vaca deberá descansar unos meses para recuperar su tono fisiológico. En ocasiones, a los 21 días de haber parido, ya presentan un nuevo celo pero conviene esperar al menos hasta el siguiente para que se cubran.
Lo ideal es que se cubran a partir de los 2 ó 3 meses tras el parto con el fin de que el intervalo entre partos sea de 11 ó 12 meses.
En el caso de las vacas lecheras de alto rendimiento, la cubrición o inseminación suele retrasarse aún más pues cuando las vacas se quedan preñadas, su producción lechera comienza a decrecer paulatinamente puesto que tienen que gastar energía en nutrir al feto. De hecho, existen casos de vacas lecheras que al no quedarse preñadas llegan a producir leche durante años.

Vaca Frisona.
(c) Pilar Domínguez Castellano.

Si el ganado no es sometido a un manejo adecuado, puede ocurrir que las vacas tarden muchos meses en salir en celo, aumentando ostensiblemente el intervalo entre partos, lo que puede reducir la rentabilidad de la explotación.
En el pasado, en ciertas razas manejadas en semilibertad, los partos tenían lugar en años alternos, algo infrecuente hoy debido a la suplementación de la alimentación en los momentos adecuados.

Vaca Monchina.
Habitualmente, el intervalo entre partos en esta raza era amplísimo.
(c) José Antonio Velasco Crespo.

Tras el destete, los terneros y terneras elegidos como futuros reproductores, son separados de los adultos en espera de que alcancen la edad adecuada para reproducirse.
Los terneros alcanzan la madurez sexual entre los 6 y los 12 meses pero es conveniente esperar como mínimo a los 12-18 meses para que empiecen a cubrir a las vacas con el fin de que se desarrollen adecuadamente.

Futuro semental de raza Tudanca.
(c) Miguel Alba Vegas.

Las hembras pueden presentar su primer celo a partir de los 9 meses pero es conveniente esperar como mínimo hasta los 15 ó 20 meses e incluso más para realizar la primera cubrición con el fin de que se desarrollen adecuadamente y no presenten problemas reproductivos en el futuro.

Joven hembra de raza Parda de Montaña.
(c) José Sánchez Erice.

Comenzada la vida reproductiva, los sementales podrán cubrir o ser destinados a la extracción de semen hasta edades próximas a los 8-10 años. La decisión de retirarlos, dependerá de factores como su peso, la tenencia en la explotación de muchas hijas de ellos, las dificultades de manejo...

Semental de raza Pasiega.
(c) Sergio Canales García.

Las vacas pueden reproducirse hasta edades muy avanzadas. Las vacas lecheras de alto rendimiento, son eliminadas cuando han realizado 4 ó 5 partos y tienen edades de 6 ó 7 años mientras que muchas vacas de carne pueden parir hasta los 20 e incluso más años, aunque conforme aumenta la edad tiende a aumentar el intervalo entre partos.

Vaca Avileña-Negra Ibérica con su ternera.
(c) Silvestre de la Calle Hidalgo.


CONCLUSIÓN FINAL.
Como vemos, la reproducción y paridera de las vacas tienen gran importancia para cualquier explotación y los vaqueros necesitan tener multitud de conocimientos que, en la mayoría de los casos no se encuentran en los libros, sino que han sido transmitidos oralmente de generación en generación pero como en estos tiempos se habla cada vez menos con los viejos de nuestros pueblos, es bueno escribir estas cosas porque como dijo la gran vaquera criadora de vacas de raza Pasiega Matilde Arnáiz: LO ESCRITO, SE LEE.

Manuel Yuste, uno de los mayores expertos en vacas de la Sierra de Gredos.
(c) Silvestre de la Calle García.

Nota final del autor.
Todo lo escrito en este artículo, lo aprendí en gran medida de mi abuelo materno JUAN GARCÍA GARCÍA (1927-2012), vaquero durante 40 años y con el que pasé muchos ratos.
A su memoria dedico este artículo.

Mi abuelo y yo en 1999.
(c) Alonso de la Calle Hidalgo.

Fdo: Silvestre de la Calle García.
Técnico forestal.

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