sábado, 15 de julio de 2023

LOS CONTADORES DE VACAS

Guijo de Santa Bárbara es un pequeño pueblo de montaña situado en el centro de la comarca de La Vera, al noreste de Cáceres y en las estribaciones occidentales de la vertiente sur de la Sierra de Gredos.
La economía de los guijeños ha girado siempre en torno a la ganadería y la agricultura siendo hoy en día la cría de ganado vacuno de aptitud cárnica uno de los principales medios de vida del municipio.

Vacas en Guijo de Santa Bárbara.
(c) Alonso de la Calle Hidalgo.

El ganado vacuno de Guijo de Santa Bárbara se explota de manera extensiva y trashumante, pasando el verano y el otoño en la sierra del municipio, el invierno en las zonas cercanas al pueblo así como en los prados particulares y corrales donde, en caso de ser necesario se complementa su alimentación, y siendo traslado en primavera a las dehesas de otros pueblos de La Vera y el Campo Arañuelo donde permanecerán hasta comienzos del verano.
Algunas ganaderías marchan del término municipal hacia las dehesas en invierno e incluso a finales del otoño.

Vacas subiendo a la sierra.
(c) Alonso de la Calle Hidalgo.

La mayor parte del término municipal de algo más de 3.500 hectáreas, está ocupado por la Dehesa Sierra de Jaranda, una dehesa serranía dedicada al aprovechamiento ganadero, cinegético y forestal que ocupa casi 3.000 hectáreas.
El origen de esta propiedad que se encuentra dividida en acciones proindivisas pertenecientes a numerosos propietarios, hay que buscarlo en la Desamortización de Madoz que sacó a pública subasta dos grandes propiedades guijeñas denominadas Baldío de Jaranda y Dehesa Boyal que fueron compradas entre 1859 y 1866 por tres ganaderos guijeños para luego dividirlas en acciones que cedieron a numerosos vecinos del pueblo.

Vacas en la Dehesa Sierra de Jaranda.
(c) Alonso de la Calle Hidalgo.

El Baldío de Jaranda fue adquirido en 1859 por D. Antonio Jiménez García mientras que la Dehesa Boyal se dividió en cinco fincas más pequeñas denominadas Los Guatechos, Las Umbrías, La Lanchuela, Las Arguijuelas y El Cuchillar,  comprando las 3 primeras en 1865 D. José García de Aguilar y Domínguez y las 2 restantes en 1866 D. Antonio Modesto Jiménez Santos, hijo del primero y yerno del segundo.
Antonio Modesto y su suegro unificaron sus fincas antes de dividirlas en acciones para cedérselas a los vecinos denominando a la nueva finca como Dehesa Sierra de Jaranda la cual se fusionó con el Baldío de Jaranda para formar la finca que citábamos al principio y que es clave para el pastoreo de vacas.

Antonio Jiménez García y Antonio Modesto Jiménez Santos.
(c) Retratos pintados por Francisco Martín Rivera.

El ganado vacuno de los vecinos de Guijo de Santa Bárbara tiene derecho a pastar en los terrenos de la Dehesa Sierra de Jaranda siempre y cuando sea previamente contado por LOS CONTADORES quienes rellenarán y entregarán al ganadero la denominada papeleta de pastoreo, sencillo contrato en el que se hacen constar el nombre del ganadero, las cabezas de ganado que tendrá en la finca, la especie y la estación del año, así como el precio que deberá abonar por cada cabeza al final de la estación.
La papeleta tiene dos partes: una queda para la Administración y otra es entregada al ganadero.

Papeleta de pastoreo.
(c) Silvestre de la Calle Hidalgo.

Actualmente, el año se divide en tres estaciones y el pago se hace al final de cada estación, comunicando a la Administración durante las últimas semanas de la estación si en dicho periodo ha muerto alguna vaca, en cuyo caso es descontada para ayudar de alguna manera al ganadero.
Las estaciones son las siguientes:
- Invierno: 21 de diciembre - 21 de marzo.
- Primavera: 21 de marzo - Subida de las vacas.
- Agostadero (verano + otoño): Subida de las vacas - 21 de diciembre.

Vacas junto a corrales tradicionales.
(c) Alonso de la Calle Hidalgo.

Tradicionalmente, el final de la estación de primavera y el comienzo del agostadero tenía lugar siempre el día de San Juan (24 de junio) pero hoy en día los ganaderos se reúnen a finales de junio para fijar el día en el que todas las vacas subirán a La Sierra. Generalmente, se elige el primer o segundo fin de semana de julio.
La decisión se toma en función de factores como la disponibilidad de pastos y agua en las dehesas y en La Sierra.

Reunión de vaqueros guijeños. 2017.
(c) Alonso de la Calle Hidalgo.

En cada estación, los ganaderos pagan una determinada cantidad por cada cabeza de ganado que "echen a La Sierra":
- Invierno: 5 €.
- Primavera: 3 €.
- Agostadero: 24 €.

Estas cantidades no se eligen aleatoriamente sino que son el resultado de multiplicar por 6 lo que paga una cabra en el mismo periodo. Según los ganaderos guijeños antiguos "en una huella de vaca caben seis huellas de cabra" y por eso tienen que pagar con arreglo a esa proporción.

Pezuña de una chiva.
(c) Alonso de la Calle Hidalgo.

Desde 1867 la Dehesa Sierra de Jaranda es gestionada por una Administración o Directiva que se encarga de velar por los intereses de la finca y de realizar todas las gestiones pertinentes.
Tradicionalmente estaba formada por un presidente, un vicepresidente, un depositario, un secretario y dos vicesecretarios.
Estos se encargaban de nombrar anualmente cuatro contadores para contar todo el ganado que pastase en la finca, labor que realizaban al comienzo de cada estación y por la que recibían un jornal.
Se nombraban dos contadores de cabras y dos de vacas.

Antonio de la Calle Rosado, uno de los primeros contadores.
En la fotografía lo vemos con su nieto Santiago. 1907.
(c) Colección Familia de la Calle.

El sistema se mantuvo inalterable hasta 1963 cuando se decidió que los contadores formasen parte de la Administración puesto que hasta ese momento acudían a las reuniones con voz pero sin voto.
No se nombraban contadores como tal, sino que cualquier Administrador podía hacerlo.
Sin embargo, en 1969 se consideró que los contadores debían ser expertos conocedores del ganado, nombrando como primeros contadores y a la vez accionistas a Braulio de la Calle de la Calle y a Juan García García.

Braulio de la Calle de la Calle y Juan García García.
(c) Alonso de la Calle Hidalgo.

Los últimos en ostentar el puesto de contadores como tal dentro de la Administración de la Dehesa Sierra de Jaranda fueron José Jiménez Jiménez y Félix Vaquero García quienes por jubilación dejaron sus cargos en 2013, contando desde ese momento el ganado el resto de los Administradores.

José Jiménez Jiménez y Félix Vaquero García.
(c) Alonso de la Calle Hidalgo.

El modo de contar el ganado, sigue siendo hoy el mismo que en épocas pasadas.
En los cuentos de invierno y primavera, los contadores acuden a las zonas bajas de la sierra, a las fincas o a los corrales donde los ganaderos tienen sus vacas generalmente a la hora en la que el ganadero esté presente y aviando a las vacas.
Como en invierno y primavera muchas vacas se quedan en los prados y no "se echan" a La Sierra, no se realiza un cuento propiamente dicho, sino que los contadores preguntan al ganadero las vacas que tendrá sueltas y rellenan la papeleta de pastoreo correspondiente a la estación.

José Miguel Jiménez Díaz aviando las vacas.
(c) Alonso de la Calle Hidalgo.

Tradicionalmente, las vacas tenían prohibido pastar en El Baldío durante los meses de primavera con el fin de reservar los pastos para el verano, medida que después fue tomada también en 1877por los propietario de la Dehesa Sierra de Jaranda, permitiéndose únicamente la suelta de vacas de yunta que eran aquellas que estaban domadas para realizar trabajos agrícolas.

Yunta de vacas.
(c) Alonso de la Calle Hidalgo.

Las vacas no domadas o "cerriles", debían ser mantenidas en los prados particulares o en El Coto, terreno municipal situado alrededor del pueblo, pero era difícil que no entrasen en La Sierra.
Quien tenían pocas vacas y muchos prados para segar y almacenar suficiente heno, no tenía grandes problemas para mantener a las vacas durante la primavera, pero los ganaderos que poseían un mayor número de cabezas, tenían que trasladarse a las dehesas de pueblos cercanos.

Vacas en la dehesa.
(c) Alonso de la Calle Hidalgo.

La norma estuvo vigente hasta los años 30 del siglo XX, cuando las últimas vacas domadas fueron sustituidas por caballerías.
Ante la petición de algunos ganaderos, comenzó a permitirse el pastoreo de algunas vacas en La Sierra durante la primavera siempre y cuando no fuesen muchas, pero pagando una cantidad elevada.
Debían respetar en todo momento LA RAYA, línea que desde Poniente a Saliente limitaba las zonas de pasto, no pudiendo ninguna vaca ni caballería pastar al norte de dicha línea bajo pena o multa por parte del guarda de la Sierra.

Placa del guarda de la Sierra
(c) Alonso de la Calle Hidalgo.

Posteriormente, a partir de la década de 1950, se produce un gran aumento del censo de ganado vacuno de raza Frisona, aquí llamada "Suiza", vacas que por su constitución y por tener que ordeñarse a diario, no podía llevarse a las dehesas. 
Se permitió su pastoreo en La Sierra pero respetando la raya tradicional que podía variar de unos años a otros. 
En los años 80, las vacas Suizas comenzaron a desaparecer y las últimas que pastaron en la Sierra desaparecieron en la primera década del siglo XXI.

Ángel de la Calle Vicente ordeñando una vaca suiza.
(c) Alonso de la Calle Hidalgo.

Actualmente, pastan en primavera algunas vacas que, por diversos motivos, no pueden ser bajadas a las dehesas pero deben respetar en todo momento la raya lo cual es complicado si los ganaderos no las vigilan durante el día y las encierran por la noche en prados, cercas o corrales pues a finales de primavera, cuando comienza a hacer calor, las vacas tienden a subirse hacia las zonas altas de forma natural.

Vaca con ternero.
(c) Alonso de la Calle Hidalgo.

El cuento de agostadero se realizaba de manera mucho más organizada y en el propio pueblo, cuando las vacas lo cruzan al volver de las dehesas camino de La Sierra.
Tradicionalmente, las vacas entraban al término municipal por el llamado Cordel o Camino de Losar y por el Camino del Llano de La Parra llegaban hasta el pueblo hasta que en 1886 se construyó la Carretera Jarandilla-Guijo siendo muchas las vacas que desde ese momento llegaban hasta el Hoyo de la Dehesa por un cordel ganadero y recorrían un tramo de carretera hasta llegar al pueblo.

Vacas llegando al pueblo.
(c) Alonso de la Calle Hidalgo.

Al llegar al pueblo, las vacas que se dirigían a la parte este de la Sierra, subían por la Barrera del Egido, continuaban por la Calle del Monje hasta La Plazolilla, bordeaban la Iglesia y por la Barrera del Llano llegaban hasta la Plaza los Toros. Continuaban subiendo hasta la era de Abajo del Llano y desde allí ya se dirgían a la Sierra.
Los contadores se colocaban al inicio de la Calle del Monge a ambos lados de la calle para poder contar correctamente las vacas.

Calle de la Iglesia, por la que antaño subían las vacas.
(c) Silvestre de la Calle García.

Sin embargo, ante la dificultad que planteaba cruzar con las vacas por las estrechas calles del pueblo, se trazó una vía alternativa abriendo en 1938 la calle Camino del Curato.
Esta idea fue planteada por Alonso de la Calle Jiménez (1892-1950), uno de los principales ganaderos de la época quien cedió de manera desinteresada terreno en su finca de El Lavadero para que pudiese construirse la nueva calle lo cual fue todo un logro y algo que benefició y sigue beneficiando a todos los vecinos del Guijo en general y a los ganaderos en particular.

Alonso de la Calle Jiménez.
(c) Colección Familia de la Calle.

Sin embargo, las vacas que seguían el curso de la garganta Jaranda para ir al oeste y al norte de la sierra, atravesaban el pueblo por la Calle de El Tejar, Plaza de la Fuente y Calle de La Mata.
A partir de 1932, cuando se abrió la Carretera Nueva, algunos ganaderos cruzaban por ella para evitar la estrecha y concurrida calle de El Tejar.
Al llegar al final del pueblo, las vacas tenían dos opciones: seguir el camino de Castilla hacia el norte o bajar y cruzar la garganta por el Puente de La Maquina para subir en dirección a La Nava, Praocartas...
Los contadores se colocaban en la Calle del Tejar o al inicio de la Carretera Nueva para realizar el cuento aunque a veces también lo hacían al final del pueblo.

Final del pueblo y camino de la garganta.
(c) Alonso de la Calle Hidalgo.

Hoy en día, las vacas llegan por la Carretera de Jarandilla, suben por la Barrera del Egido, la Calle Camino del Curato, pasan por la Plaza de los Toros y finalmente se dirigen a la Sierra pasando antes por la Calle de La Era.
Ya fuera del pueblo, unas se dirigen hacia la zona oriental del término municipal a parajes como Regajolengo, los Regajos Altos, El Hornillo, El Sobrellano, el Regajo los Mulos....

Vacas pasando junto a la Era de Abajo del Llano.
(c) Alonso de la Calle Hidalgo.

Otras continuan siguiendo el curso de la Garganta Jaranda para dirigirse a La Cayá, Pimesaíllo, El Horco, El Guindal, el Regajo Las Alforjas...
Al contrario que las anteriores que utilizan modernas pistas forestales y estrechos caminos y trochas, estas vacas recorren el antiguo Camino de Castilla, importante vía de comunicación que comunicaba La Vera con la zona del Aravalle y El Barco de Ávila (Ávila).
Para cruzar la garganta Jaranda y sus afluentes o gargantillas, las vacas lo hacen utilizando numerosos puentes construidos por la propia Administración de la Sierra o con dinero procedente de la Reserva de Caza "La Sierra" en la que se encuentra incluida la finca.

Vacas cruzando el Puente de La Estaca.
(c) Alonso de la Calle Hidalgo.

Aunque hoy en día el sistema para contar las vacas en agostadero ha cambiado un poco como luego veremos, describiremos el modo tradicional de hacerlo.
En el recorrido por el pueblo, los contadores aprovechaban algún sitio estrecho y donde el ganado caminase despacio debido a las cuestas, de forma que fuese más fácil contar.
Podemos pensar que era una tarea sencilla pero realmente se precisaban grandes conocimientos para distinguir entre cabezas y medias cabezas.
Las cabezas son aquellas reses de más de dos años mientras que las medias son las que tienen entre 1 y 2 años y pagan la mitad.
En épocas pasadas se contaban también los chotos o terneros que pagaban la tercera parte de una cabeza, si bien esta costumbre hoy no se conserva.

Vacas y ternero.
(c) Alonso de la Calle Hidalgo.

Los contadores debían estar muy atentos para distinguir bien a los animales, fijándose en detalles como la pérdida de la "porrilla" o bellota del cuerno y la formación de tirabuzones en el rabo, señal inequívoca que un animal es ya erala (cabeza) y no añoja (media cabeza).
Finalmente, se hacía la cuenta total y los contadores decían al ganadero el número total de animales o picos que habían contado y las cabezas que había teniendo en cuenta el número de añojas.
Normalmente, no había discrepancias entre contadores y ganadero pero en caso de duda, el Reglamento era claro: prevalecía el criterio de los contadores.

Carlos Jiménez Hidalgo cruzando el pueblo con sus vacas.
(c) Alonso de la Calle Hidalgo.

Al no existir ningún tipo de documento en el que se consignase la identificación y edad de cada animal, el cuento era vital para poder llevar a cabo un riguroso control del número de cabezas que tenía cada ganadero.
Debemos comprender que algunos ganaderos, dada la difícil situación económica de épocas pasadas tratasen de "engañar" a los contadores y administradores para pagar menos, pero estos eran casos meramente anecdóticos y generalmente no había conflictos puesto que los ganaderos sabían perfectamente que los contadores eran expertos conocedores del ganado.

José Vicente Jiménez con sus vacas.
(c) Alonso de la Calle Hidalgo.

Cuando la cuenta estaba ya clara, se rellenaba la papeleta aunque en ocasiones era necesario descontar algunos animales como los toros de mayor tamaño, algunas vacas que estaban criando y otras que por diversos motivos no subían a La Sierra o lo harían más tarde.
En la papeleta se apuntaban también los caballos, si los había, que el ganadero tuviese con las vacas, algo frecuente teniendo en cuenta que estos animales eran fundamentales para desplazarse por la sierra.
Un caballo paga hoy en día lo mismo que una vaca, pero en el pasado había diferentes categorías.

Miguel Jiménez de la Calle montado en su caballo.
(c) Alonso de la Calle Hidalgo.

Cuando el ganadero ya tenía su papeleta, los contadores se despedían de él diciéndole frases como "que bajen todas las que suben" , lo que significa que ninguna sufra percance alguno durante su estancia en la finca ya que en ocasiones algunas morían despeñadas o por la caída de algún rayo.
En otros tiempos, bastantes vacas eran atacadas por los lobos muriendo o sufriendo graves heridas que obligaban a sacrificarlas.
Los lobos desaparecieron de estas sierras en los años 60 del siglo XX pero no tardarán mucho en aparecer nuevamente dada la clara expansión de la especie.

Javier Castañares Jiménez tras cruzar el pueblo con sus vacas.
(c) Alonso de la Calle Hidalgo.

Hoy en día, el cuento de agostadero no se realiza como en épocas pasadas puesto que los ganaderos entregan a la Administración de la Sierra la guía de desplazamiento del ganado donde aparecen consignados todos los ejemplares que han subido de la dehesa.
Sin embargo, no todo el ganado que aparece consignado en la guía, tiene necesariamente que subir a la Sierra pues algunos ejemplares como los sementales, vacas más delicadas, vacas que están criando, terneras destetadas... permanecen en los prados particulares mientras que otros animales que han estado en primavera en los prados, sí que subirán a la sierra.

Toro Avileño bardino.
(c) Alonso de la Calle Hidalgo.

Por todo ello, aunque el ganado no se cuente, al menos un Administrador debe estar presente para rellenar las papeletas y aclarar las cuentas con cada ganadero.
En 2023 el encargado de realizar el cuento de agostadero la pasada semana ha sido Alonso de la Calle Hidalgo, uno administrador de la Dehesa Sierra de Jaranda desde hace 25 años.

Alonso de la Calle Hidalgo.

Antiguamente y también hoy en día, es frecuente que muchos ganaderos realicen una "parada técnica" en la Plaza Los Toros, situada en la parte alta del pueblo.
Esto se hace para separar los animales que irán a distintos puntos de la sierra o que serán llevadas a prados particulares durante algún tiempo con el fin de dispensarles atenciones especiales para que acaben de criar a los terneros antes de subir a la sierra.

Vacas en la Plaza Los Toros.
(c) Alonso de la Calle Hidalgo.

Para ello, los ganaderos van separando las vacas que están en la Plaza y van encerrando en un pequeño recinto denominado toril, aquellas que no quieren que salga, soltando después a las demás.

Emilio de la Calle y José Vicente apartando vacas.
(c) Alonso de la Calle Hidalgo.

Puesto que el toril cuenta con un cepo o potro, se aprovecha para inmovilizar a algunas vacas un poco "recias" y cambiarles los cencerros o campanillos, sustituyendo las grandes zumbas que han traído durante el recorrido desde la Dehesa por otros campanillos de menor tamaño que llevarán a la sierra.

José Miguel Jiménez Díaz cambiando cencerros a las vacas.
(c) Alonso de la Calle Hidalgo.

Tras todo esto, las vacas se dirigen a La Sierra donde permanecerán hasta que el ganadero lo estime oportuno en función de la disponibilidad de pastos.
Tienen derecho a estar hasta el 21 de diciembre tal y como se expresa en la papeleta pero algunos abandonan La Sierra antes, aunque la mayoría esperan hasta esa fecha.
En invierno, algunos ganaderos se bajan ya a las dehesas pero otros aguantan algunos meses más debiendo comunicar el 21 de diciembre y el 21 de marzo si quedarán ganado en la finca o no para que se les entregue una nueva papeleta.

Vacas camino de la sierra.
(c) Alonso de la Calle Hidalgo.


EVOLUCIÓN DEL CENSO DE VACAS.
Alonso de la Calle Hidalgo, a quien ya hemos mencionado antes como Administrador de la Dehesa Sierra de Jaranda, es además un gran investigador sobre la historia de esta finca habiendo escrito junto a su hijo un libro sobre la misma que fue publicado en 2018.
Como experto conocedor de todo lo relacionado a los cuentos del ganado, nos dice lo siguiente:

"Antiguamente había menos vacas que hoy pero había muchos más vaqueros pues eran propietarios de piaras muy pequeñas.
Por ejemplo, hoy contar a mi abuela Marceliana Jiménez Esteban (1893-1985) que su padre Cipriano Jiménez Pérez fue uno de los principales vaqueros del pueblo a principios del siglo XX y tenía 11 vacas y un toro.

Toro de Cipriano Jiménez Pérez. 1925.
(c) Alonso de la Calle Hidalgo.

En los años 40 y 50 comenzaron a aumentar de tamaño y había ya ganaderías que superaban las 25-30 cabezas y algunas como las de mi bisabuelo Juan Burcio García de Aguilar (1872-1948) superaban las 40.
Ganaderos como mi padre Antonio Leandro de la Calle Jiménez (1924-2022) y contadores como mi suegro Juan García García (1927-2012) recordaban que a partir de 1950 va aumentando poco a poco el número de vacas, especialmente suizas, mientras que a lo largo de los años 70 y 80 van desapareciendo muchas piaras y dedicándose los ganaderos exclusivamente a la producción de carne, aumentando el número de vacas por piara.

Ignacio de la Calle García con sus vacas.
(c) Alonso de la Calle Hidalgo.

Cuando yo comencé como administrador en 1998 había 23 vaqueros y un total de 720,5 vacas mientras que en 2022 hubo 16 vaqueros y 806,5 cabezas. 
El año que hubo más vacas fue en 2012 cuando había 19 vaqueros y 823,5 cabezas.
Es preciso tener en cuenta que algunos ganaderos del pueblo dejan parte de sus vacas en las dehesas durante todo el año estimándose que en total, entre las que suben y las que no, habrá alrededor de 1000 cabezas, cifra considerable en un pueblo de 300 habitantes".

Vacas en la Plaza Los Toros.
(c) Alonso de la Calle Hidalgo.

CONCLUSIONES FINALES.
Como podemos ver, la ganadería vacuna o bovina ha tenido siempre una gran importancia en Guijo de Santa Bárbara, formando parte fundamental de la cultura tradicional de este municipio serrano.
La subida del ganado de las dehesas o día de la trashumancia es una auténtica fiesta para los vecinos del pueblo que, aún no siendo vaqueros, se colocan a lo largo del recorrido o en las proximidades de la Plaza Los Toros para ver pasar a las vacas.

Viendo las vacas en la Plaza Los Toros.
(c) Alonso de la Calle Hidalgo.

Aunque la tradición de contar el ganado vacuno se ha modificado sensiblemente, aún se conserva la esencia y por eso hemos querido recogerla en EL CUADERNO DE SILVESTRE que, como todos los lectores habituales ya saben, es un blog dedicado a la ganadería y la cultura tradicional asociada.
Esperemos que con este artículo pueda ser recordada y conocida la figura de LOS CONTADORES DE VACAS.

Vacas cruzando Guijo de Santa Bárbara.
(c) Alonso de la Calle Hidalgo.

Nota final del autor:
Como bibliografía para escribir este artículo, se ha utilizado el libro LA DEHESA SIERRA DE JARANDA, escrito por Alonso de la Calle Hidalgo y por Silvestre de la Calle García, autor de este artículo.
Por si alguien no lo sabe, somos mi padre y yo.

Alonso de la Calle y Silvestre de la Calle.

Fdo: Silvestre de la Calle García.
Técnico forestal.

8 comentarios:

  1. Un artículo muy interesante, enhorabuena. Al leerlo me han surgido dos dudas. Pensaba que en esa zona la raza avileña era la única autóctona o por lo menos casi la única pero se ven algunas cabezas de berrendo y de morucha si no estoy equivocado. La segunda duda es si no hay mujeres en esa zona que sean titulares de explotaciones ganaderas. En la zona de Salamanca donde yo vivo si hay bastantes, bien de forma individual, bien con su pareja.

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  2. Muchísimas gracias.
    A la primera pregunta, decirle que efectivamente la raza Avileña-Negra Ibérica es la autóctona de la zona pero actualmente es minoritaria, perteneciendo la mayor parte del ganado vacuno de la localidad al Conjunto Mestizo y existiendo también ejemplares de otras razas como la Morucha o la Berrenda en Colorado, de la que existen bastantes ejemplares.
    Respecto a la segunda pregunta, de las 16 ganaderías en extensivo que hay actualmente, sólo una de ellas cuenta con una mujer como titular.

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    Respuestas
    1. Muchas gracias por la información y por la amabilidad.

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  3. Muy largo pero bonito comentario

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  4. Enhorabuena muy interesante como siempre

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