LA CABRA: LA VACA DEL POBRE.
LA VACA DEL POBRE es una forma muy popular de referirse a la cabra en muchas zonas de España debido a que estos rústicos, sobrios y productivos animales han sido criados tradicionalmente en aquellos lugares donde las vacas y ovejas no podían sobrevivir o donde aunque lo hiciesen, la gente más modesta no podía permitirse mantenerlas.
La cabra doméstica desciende de diversas especies de caprinos salvajes que aún habitan en las montañas asiáticas, siendo la principal de ellas la cabra de bezoar (Capra aegagrus) que fue domesticada por primera vez en los Montes Zagros, actual Irak, hacia el año 10.000 a.C. desde donde se extendió paulatinamente al resto del mundo, llegando a la península Ibérica hacia el V Milenio a.C. tanto por vía terrestre atravesando los Pirineos como por vía marítima cruzando el estrecho de Gibraltar acompañando en ambos casos a las poblaciones humanas que se iban desplazando en busca de nuevos territorios en los que asentarse.
Al ser sus antepasados directos originarios de zonas montañosas de clima seco y temperaturas extremadas con veranos calurosos e inviernos muy fríos, las cabras domésticas se adaptan a cualquier lugar que tenga condiciones semejantes, aunque al llevar varios miles de años junto al hombre, se ha conseguido adaptar a otro tipo de ambientes.
España siempre fue un país cabrero, que en la década de 1940 contaba con más de 6 millones de cabras que hoy se reducen a la mitad.
El 80% de la población caprina española se encuentra en las islas Canarias y la mitad meridional de la península Ibérica. Estos territorios se caracterizan por su clima seco, con inviernos cortos y suaves y veranos largos y calurosos presentando un régimen escaso de precipitaciones que hace que los suelos sean pobres y que sólo prospere en ellos vegetación arbórea y arbustiva adaptada a tales condiciones así como pastos escasos y ralos.
Las vacas y las ovejas tienen serios problemas para sobrevivir en estos ambientes, sobre todo las primeras que prefieren los climas más húmedos y con abundantes pastos aunque en el cuadrante suroccidental de la península Ibérica han evolucionado algunas razas bovinas muy adaptadas a vivir en condiciones adversas.
Por su parte, las ovejas se adaptan a los terrenos secos y de clima caluroso pero prefieren las zonas relativamente llanas, dejando las altas y pedregosas laderas de las montañas a las cabras. Además, las ovejas son más dadas a pastar que a ramonear como hacen las cabras.
Por todo ello, muchas familias del sur de España han subsistido a lo largo de los siglos e incluso milenios gracias a las cabras que les proporcionaban leche y productos lácteos, carne, piel, estiércol... productos fundamentales para su supervivencia y para la venta o intercambio por otros productos.
Eran muchas las familias que vivían principal o exclusivamente de la cría de cabras manteniendo rebaños de 50-100 e incluso más cabezas.
Pero en el resto del país, donde sí que se criaban ovejas y vacas con mayor facilidad, las cabras ocupaban un lugar importante en la subsistencia y la economía de sus propietarios al constituir un complemento vital.
Era frecuente que aunque las familias de estas zonas se dedicasen a la cría de ganado de otras especies e incluso a otras actividades como la agricultura, tuviesen algunas cabras.
Pero veamos ese papel de la cabra como LA VACA DEL POBRE.
Tanto en el sur peninsular y en las Islas Canarias, zonas cabreras por excelencia, como en el resto del país donde la cabra tenía menor importancia, muchas familias humildes que no disponían de recursos suficientes como tierras e "instalaciones" para tener un elevado número de cabras o ganado de otro tipo, solían tener un reducido número de cabras que oscilaba entre 1 y 5 cabezas.
El objetivo principal de estos "mini rebaños" era proporcionar leche para el consumo familiar.
La leche de cabra, que hasta bien entrado el siglo XX fue la más consumida en muchas zonas del medio rural español. era un alimento muy apreciado que se reservaba para los niños y los ancianos siendo empleada también para cocinar platos tan populares en la cultura pastoril como las sopas canas o las gachas.
Si se disponía de varias cabras, se podían elaborar algunos quesos para el consumo familiar en fresco e incluso para la venta y obtener así unos ingresos fundamentales para la modesta economía familiar.
Otras veces, los quesos se curaban y se comían a lo largo del año o se conservaban en ollas de barro con aceite de oliva.
Los cabritos, siempre muy apreciados, solían venderse a carniceros locales y así obtener dinero para comprar otros productos.
Ocasionalmente, se reservaba alguno para comerlo con motivo de alguna celebración especial pero esto no era ni mucho menos algo habitual.
Las cabras proporcionaban también valioso estiércol, imprescindible para el abonado de los pequeños huertos donde las familias del medio rural sembraban algunas verduras y hortalizas para su consumo.
Como los propietarios de estas cabras no solían tener tierras propias o sólo algún pequeño huerto, las llevaban a pastar a terrenos de propiedad comunal o municipal.
En la mayoría de los pueblos de España, se tenía en cuenta este hecho y en los alrededores de núcleo de población se marcaba un terreno en el que podía pastar el ganado de todos los vecinos sin coste alguno respetando en ocasiones algunas normativas.
Para ello, solía formarse un rebaño con todas las cabras del pueblo pertenecientes a estos humildes cabreros que se llevaba a pastorear cada mañana a los terrenos antes citados, regresando cada tarde al pueblo.
Estos rebaños comunales recibían diversos nombres: dulas, veceras, viceras, cabradas, cabriadas ...
A menudo eran pastoreados por un riguroso sistema de turno o vez en función de las cabras que poseía cada ganadero mientras que otras veces se contrataba un cabrero asalariado para cuidarlas.
Durante la noche, las cabras se alojaban en una cuadra situada junto a la vivienda e incluso dentro de la misma, siendo frecuente que las cabras y otros animales domésticos como los cerdos, las caballerías de labor y las gallinas ocupasen la planta baja del edificio mientras que la familia vivía en la superior llegando en algunas regiones muy pobres a convivir personas y animales en un mismo habitáculo.
De esta forma el ganado estaba protegido de los depredadores y a la vez podía ser atendido convenientemente, además de constituir un sistema de calefacción natural durante el frío invierno.
Pero poco a poco todo esto fue cambiando en primer lugar debido a la emigración que dejó muchos pueblos casi vacíos seguida de la mejora de las vías de comunicación, las condiciones de vida y cambios en el propio sistema agropecuario como la roturación antiguos pastizales para convertirlos en tierras de cultivo y la introducción de ganado vacuno lechero así como la aparición de la leche envasada en el mercado que fue la auténtica puntilla que acabó con el peculiar sistema de explotación que hemos descrito.
En la actualidad, es totalmente imposible e impensable la existencia de estas pequeñas ganaderías en las propias casas por motivos sanitarios y de higiene pero tampoco la legislación vigente permite que el ganado de diversas explotaciones se mezcle a la hora de realizar el pastoreo.
También hay que contar con una serie de requisitos y documentación para poder tener animales y disponer de instalaciones adecuadas.
Todas estas medidas, dictadas desde los despachos están muy bien sobre el papel, pero desde aquí queremos hacer una pregunta al lector....
¿están bien estas medidas en el campo?
Fdo: Silvestre de la Calle García
Técnico Forestal.
Heres grande escribiendo
ResponderEliminarBuena. Explicación. Para. Los. Q. Nos. Dedicamos. A. Está. Profesion
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