domingo, 3 de marzo de 2024

LAS BODAS TRADICIONALES EN GUIJO DE SANTA BÁRBARA.

Guijo de Santa Bárbara es un pequeño pueblecito situado en el centro de la comarca de La Vera, al noreste de la provincia de Cáceres y en las estribaciones occidentales de la vertiente sur de la Sierra de Gredos, cuya economía ha girado siempre en torno a la ganadería y la agricultura y en el que en épocas pasadas, sus habitantes tenían pocos momentos para el ocio y la diversión, por lo que la celebración de una boda suponía todo un acontecimiento.

Boda de Ángela García de la Calle y Emilio García Calle.
(c) Alonso de la Calle Hidalgo.

Las bodas tradicionales de este municipio serrano, duraban varios días pero los fundamentales eran tres: la víspera, la boda y la tornaboda.
Pero antes del ansiado momento, los jóvenes contrayentes tenían que pasar varios años de noviazgo y preparando todo lo necesario para el gran día y para su vida futura. 
Veremos todo el proceso en este artículo.

Manuel Castañares Miranda y Obdulia Rodríguez Torralvo.

EL NOVIAZGO.
Los jóvenes de épocas pasadas eran mucho más maduros que actualmente pues desde los 6 ó 7 años las niñas ayudaban a sus madres con todas las tareas domésticas y los niños se ocupaban del ganado.
Naturalmente, con esa edad ni los niños ni sus padres pensaban en la boda aunque había padres y abuelos que ya empezaban a "echar cuentas" y medio en serio medio en broma decían a los niños que se tenían que casar cuando fuesen grandes con fulanita o con menganito....

Nicolasa Sánchez, Juan García y Alfonsa García.
Niños guijeños en 1928.
(c) Familia De la Calle.

Al terminar la escuela a los 14 años, si es que había podido ir, los jóvenes ya estaban absolutamente preparados para trabajar en casa y en el campo como cualquier adulto.
Era este el momento en el que los mozos empezaban a buscar novia, nunca al contrario puesto que eso estaba muy mal visto. Era el hombre el que tenía que dar el primer paso.

Nicolasa Sánchez, Juan García y Alfonsa García.
Mozos guijeños en 1938.

Muchas veces, los mozos eran demasiado tímidos y tardaban varios años en decidirse y tener el valor necesario para "empezar a hablar" con alguna moza. 
Los padres y abuelos sabían bien esto y durante 2 ó 3 años, estaban tranquillos aunque no hubiese noviazgo a la vista, pero cuando mozos y mozas pasaban de los 16 ó 17 años sin tener novia o novia, comenzaban las preocupaciones, sobre todo en el segundo caso.

Mozas guijeñas en 1945.
(c) Familia De la Calle.

Entonces, los padres y abuelos, aunque más bien las madres y abuelas, tomaban la iniciativa y aconsejaban a los mozos sobre las mozas más "aparentes", llegando incluso a hablar con las madres y abuelas de las mozas para que también fomentaran el acercamiento entre los muchachos.
En épocas antiguas, muchos matrimonios eran pactados por las familias pese a la oposición de los jóvenes, cosa que no era ni mucho menos exclusiva de Guijo de Santa Bárbara.

Vicenta García Díaz. 1945.
(c) Familia de la Calle.

Muchas veces, no era necesario el trámite anterior y, aprovechando algún día en el baile, el mozo bailaba con la moza y le decía que si quería que empezasen a hablar.
Las mozas solían mostrarse tímidas y reticentes al principio pero si el mozo era de su agrado, comenzaban a hablar.
Los mozos que sabían bailar solían tener cierta ventaja por lo que a veces se daba el caso de que las propias madres enseñaban a bailar a los hijos en casa para que cuando fuesen al baile, tuviesen unos conocimientos básicos.

Antonio Leandro de la Calle Jiménez. 1945.
(c) Familia De la Calle.

A partir de entonces, los jóvenes procuraban verse todos los días al caer la tarde pero evitando en lo posible que los padres, especialmente el de la moza, se enterasen.
Era muy habitual que se viesen en el lavadero o en la fuente, donde el mozo acudía al regresar del campo para que bebiese la caballería y donde la moza acudía para lavar los cántaros de la leche, los pañales de los hermanos pequeños o llenar el cántaro de agua porque la tinaja que había en casa para almacenar el preciado líquido estaba casi vacía, cosa esta última que a veces no era del todo cierta.

Fuente del Pueblo.
(c) Alonso de la Calle Hidalgo.

Así podían pasar semanas e incluso meses. 
El problema venía cuando el tiempo estaba malo y no podían verse en los lugares citados por lo que algunos mozos muy atrevidos, llegaban a ir a casa de la moza y hablaban con ella desde la calle mientras la moza se asomaba al portón o desde alguna ventana, pero hacer esto era una auténtica temeridad porque podía enterarse todo el mundo.

Puerta tradicional.
Casa de Antonia Vidal.
(c) Alonso de la Calle Hidalgo.

PEDIR LA ENTRÁ.
Llegaba un momento en el que el mozo y la moza estaban totalmente seguros de su amor y querían dar un paso más en su relación para que fuese algo público y no secreto.
Era entonces cuando el mozo se decidía a ir a casa de la novia para hablar con el padre y pedir la "entrá" que le permitía entrar en casa de la moza siempre y cuando estuviese alguien presente.
Normalmente, cuando esto ocurría y aunque los mozos lo habían intentado mantener en secreto, el padre ya lo sabía todo y los jóvenes estaban relativamente tranquilos porque si no había dicho nada al respecto, era señal de que aprobaría la relación.

Casas guijeñas.
(c) Alonso de la Calle Hidalgo.

Cuando el mozo iba a pedir la "entrá ",  lo hacía por la tarde-noche cuando el padre de la joven ya habría regresado del campo. 
El joven llegaba a la casa y pedía permiso para entrar, subiendo después hasta la cocina en la que solía estar reunida la familia para cenar. Todos sabían ya a lo que iba el mozo por lo que con una simple mirada del padre, abandonaban la estancia para que el padre, el mozo y como mucho la madre, hablasen.

Cocina guijeña tradicional.
(c) Alonso de la Calle Hidalgo.

Algunos mozos eran decididos y no tenían problema alguno para hablar con su futuro suegro pero a otros les costaba más aunque, por consejo de sus padres, abuelos, hermanos, amigos..., podían recurrir a ciertas frases, siendo la más famosa de todas:

"ya sabrá usted a lo que vengo"

Era entonces el turno del padre, que podía extenderse dando muchas explicaciones para terminar, salvo rarísimas excepciones, diciendo que sí pero siempre y cuando el mozo se comprometiese a hacer las cosas como Dios manda y lo que es más importante, respetando su autoridad en todo momento.

Recreación de la escena de pedir la "entrá".
(c) Alonso de la Calle Hidalgo.

En ocasiones, el padre argumentaba que eran demasiado jóvenes y que debían pensarlo bien, aconsejando al mozo que volviese una vez realizado el servicio militar, aunque esto ocurría pocas veces puesto que era precisamente una forma de "controlar" al mozo durante los 3 años que duraba el servicio militar obligatorio en épocas pasadas.

Juan García García. 
Melilla. 1949.
(c) Familia De la Calle.

Desde que el mozo pedía la "entrá" y el padre daba su permiso, el noviazgo era público a ojos de todos y el mozo podía ir todos los días a casa de la moza para visitarla, siendo invitado también a celebraciones familiares como bodas, bautizos, matanzas...colaborando en las tareas agropecuarias con su futuro suegro.
Además, el mozo y la moza ya podían hablar en público y salir a dar un paseo los domingos pero siempre por sitios concurridos.

Antonio Leandro de la Calle Jiménez y Visitación Hidalgo Burcio.1950.
(c) Familia De la Calle.

Durante los años de noviazgo, la moza aprovechaba para ir confeccionando poco a poco el ajuar para la boda, consistente en sábanas bordadas, mantelerías, colchas de ganchillo...
Por su parte, la madre o abuela del novio se encargaban de confeccionar la denominada "sábana buena" que era la que se colocaría la noche de la boda en la cama.

Manteles del ajuar de Vicenta García de la Calle.
(c) Alonso de la Calle Hidalgo.

PISO.
El problema venía cuando el mozo era forastero. Al enterarse los mozos del pueblo que pretendía a una moza del pueblo, lo que reducía las probabilidades de encontrar pareja para los mozos del pueblo, se procedía a cobrar el piso que no era más que la invitación a unos vinos en alguna taberna y posteriormente en algún bar del pueblo.
La mayoría de los mozos forasteros, pagaban el piso sin problema alguno pero si se oponían podía desatarse la furia de los mozos locales que no dudarían en hacerle todas las "perrerías" posibles hasta que pagase. Una de las "perrerías" más clásicas, era tirar al mozo al pilón.

Lavadero de Abajo.
(c) Alonso de la Calle Hidalgo.

LA BODA.
Tras hablar durante meses, pedir la "entrá" y oficializarse el noviazgo, además de cobrar el piso si el mozo era forastero, llegaba el momento de comenzar con los preparativos de la boda.

Los preparativos.
Pasado un tiempo prudencial y viendo que el noviazgo marchaba bien, llegaba el momento de fijar la fecha de la boda, pero esto no era algo que les correspondiese a los novios sino que era decidido por los padres.
Un noviazgo podía durante hasta 5 o 6 años puesto que la boda nunca se celebraba antes de que el mozo hubiese vuelto licenciado del Servicio Militar.

Juan García García.
(c) Familia de la Calle.

Si había hermanos y hermanas mayores, tenían que casarse antes y si la economía de los padres no era muy buena, había que esperar para que se recuperasen de una boda antes de celebrar otra.
Generalmente, llegado el momento de la boda, los mozos tenían como mínimo 23 años y las mozas al menos 18.

Marcelina de la Calle Vicente.
(c) Familia de la Calle.

Una tarde, se reunían las familias en casa de la novia para proceder a tratar todo lo relativo a la boda, llevando la familia del novio algún presente para la novia siendo habitual llevar las llamadas "roscas del preguntige", exquisitas rosquillas secas bañadas con merengue.

Cesto con "roscas del preguntige".
(c) Silvestre de la Calle García.

A la reunión sólo asistían los novios, los padres y si acaso los abuelos pero sólo los padres hablaban.
Lo primero era fijar la fecha aproximada de la boda para luego concretarla con el cura.
Las bodas siempre se celebraban en jueves, generalmente en las épocas en las que había menos trabajo en el campo y nunca durante la Cuaresma puesto que los novios no podrían ser velados hasta que pasase la Semana Santa.

Boda de Jesús Leal y Angustias Burcio.
Oficiada por el Rvdo. P. Ascensio Gorostidi Altuna.

Ese mismo día podía aprovecharse para leer la hijuela, documento en el que el padre de la novia especificaba todo lo que recibiría su hija al casarse, lo que en otros lugares solía conocerse como la dote.

Documento de la Hijuela de Josefa García Gonçalves. 1922.
(c) Familia de la Calle.

En la hijuela se incluían bienes de todo tipo desde casas, fincas y cabezas de ganado hasta muebles, ropa, joyas...
Generalmente, también se incluían todos los gastos de la boda aunque muchas veces eran pagados a medias por las dos familias aunque se consideraba todo un símbolo de prestigio que el padre de la novia pudiera correr con todos los gastos.

Una de las cosas más valiosas de la hijuela, eran las caballerías.
(c) Silvestre de la Calle García.

Tras todo esto, se hablaba con el cura el cual tenía que revisar en los libros del archivo parroquial para comprobar que los jóvenes estaban debidamente bautizados y ver qué grado de parentesco tenían pues si éste era cercano, necesitaría dispensa para poder casarse, algo muy frecuente en un pueblo como Guijo de Santa Bárbara que en los años 50 del pasado siglo alcanzó su máxima población pero rebasando levente los 1.000 habitantes.
La dispensa suponía un coste extra para los padres de los novios, siendo pagada generalmente por el padre de la novia.

Guijo de Santa Bárbara  a mediados del siglo XX.
(c) Familia De la Calle.

Cuando el cura decía que todo estaba conforme, se fijaba definitivamente la fecha de la boda y tres domingos antes se leían públicamente en la iglesia las amonestaciones para informar al pueblo y conocer si alguien tenía algún impedimento ya que desde la Iglesia no había nada que impidiese la celebración del matrimonio.

Iglesia Parroquial de Nuestra Señora del Socorro.
(c) Silvestre de la Calle García.

Esos días eran aprovechados por las madres y demás mujeres de la familia para preparar todo para la boda siendo fundamental la contratación de la cocinera o guisandera que se ocuparía de preparar la comida.
Hubo varias guisanderas a lo largo del tiempo, pero la más célebre fue sin lugar a dudas Benigna Burcio de la Calle (1904-1992) que fue guisandera entre 1937 y 1987.

Benigna Burcio de la Calle. 1985
(c) Alonso de la Calle Hidalgo.

Los novios se dedicaban estos días a invitar personalmente a la gente que asistiría a la boda.
En tiempos antiguos, sólo asistían a la boda los familiares cercanos y algunos amigos de los novios pero poco a poco se fue ampliando el número de invitados, asistiendo en ocasiones 300 ó 400 personas.
Cuando los novios iban a invitar a la gente, solían ir acompañados por algunos amigos que aprovechaban para colarse en las casas y gastar alguna broma o hacer algún "aliño" o fechoría.

Casa guijeña tradicional.
(c) Silvestre de la Calle Hidalgo.

Por fin, llegaban los días grandes: LA VÍSPERA, LA BODA Y LA TORNABODA.

La víspera.
Este día se realizaban fundamentalmente los preparativos para la comida de la boda.
Por la mañana temprano, el novio y otros hombres iban con varias caballerías en busca de la leña necesaria para hacer la comida y los dulces que se servirían en la boda.

Antonio Leandro de la Calle Jiménez con la burra cargada de leña.
(c) Alonso de la Calle Hidalgo.

A continuación, se mataban los animales cuya carne se serviría en la boda.
En tiempos antiguos cuando a las bodas asistían solamente los familiares más cercanos, se solía matar una cabra vieja o una machorra (cabra de 2 ó 3 años que no ha parido nunca) pero posteriormente cuando se comenzó a invitar a más gente a las bodas, se mataban tantas cabras, machorras e incluso chivarras (cabras jóvenes) como fuese necesario, a veces incluso 10 ó 12 animales.

Cabra Verata.
(c) Silvestre de la Calle García.

Guijo de Santa Bárbara siempre fue un pueblo cabrero, por lo que prácticamente todas las familias tenían cabras y si no era así, podía adquirirse fácilmente.
En caso de tenerlas, el padre de la novia señalaba unos meses antes las cabras o chivarras elegidas para ser sacrificadas, comenzando a darles un trato diferente e incluso dándoles algo de pienso como cereal, bellotas, castañas...
Si no las tenía el padre de la novia, podía aportarlas el padre del novio o podían comprarse a algún cabrero del pueblo o de pueblos vecinos.

Piara de cabras.
(c) Alonso de la Calle Hidalgo.

Con el paso del tiempo, debido al mayor número de invitados que asistían a las bodas, no era suficiente con matar 10 ó 12 cabras para la comida y como en el pueblo eran muy abundantes las vacas, se comenzaron a sacrificar terneros o chotos, matándose en ocasiones añojos ya cebados así como chotas machorras (estériles).

Choto Suizo (Frisón).
(c) Javier Bernal Corral.

Aunque en Guijo de Santa Bárbara siempre hubo vacas, nunca fueron tan numerosas como las cabras y los vaqueros tenían muy pocas vacas, por lo que sacrificar un choto era un gasto enorme que ni los vaqueros más ricos podían permitirse.
Sin embargo, a mediados del siglo XX el censo de vacas comenzó a aumentar cuando las vacas lecheras de raza Frisona, llamadas aquí Suizas, comenzaron a hacerse muy populares. Fue entonces cuando el sacrificio de chotos se convirtió en algo frecuente.

Vaca Suiza.
(c) Silvestre de la Calle García.

Los hombres sacrificaban, desollaban y despiezaban los animales, mientras que las mujeres iban a la garganta para lavar los vientres que serían aprovechados para tripas para embutidos y para hacer los exquisitos callos.

Camino de la garganta para lavar el vientre.
(c) Alonso de la Calle Hidalgo.

Ese día se preparaban también las migas, comenzando por "echarlas" o trocear el pan, tarea que solía reservarse a los hombres más mayores mientras las mujeres iban preparando el resto de ingredientes.
También se elaboraban las flores guijeñas, dulce frito similar a las flores o floretas de otros lugares pero que son completamente diferentes al tener una textura blanda y jugosa en lugar seca y sin bañarse en miel.

Benigna Burcio de la Calle haciendo flores.
(c) Alonso de la Calle Hidalgo.

Por la noche, se cenaban los callos de las cabras o del choto así como las morcillas frescas elaboradas con la sangre de los animales, acudiendo a esta cena la gente que había ayudado con los preparativos, la familia y los amigos de los novios.

Callos de cabra.
(c) Alonso de la Calle Hidalgo.

La boda.

Antiguamente las bodas se celebraban muy temprano, a eso de las 9 o las 10 de la mañana, para que después pudieran irse los hombres al ganado. Posteriormente, comenzaron a celebrarse en torno a las 12 del mediodía.
No obstante, si alguno de los contrayentes estaba de luto por la muerte reciente de algún familiar o si la novia estaba embarazada y el hecho era público, la boda se celebraban antes del amanecer, normalmente a los 5 ó 6 de la mañana para que no hubiese nadie por la calle.

Guijo de Santa Bárbara antes de amanecer.
(c) Alonso de la Calle Hidalgo.

Con tiempo suficiente, los novios se vestían cada uno en su respectiva casa.
Antiguamente, el traje utilizado en las bodas era el traje regional o tradicional utilizado en las festividades más destacadas aunque ciertas prendas como el pañuelo de la novia, se guardaban exclusivamente para la boda y pasaban de madres a hijas durante generaciones.

Novios con el traje regional.
 Ángela García de la Calle y Emilio García Calle.
(c) Alonso de la Calle Hidalgo.

Posteriormente, los hombres comenzaron a vestir trajes de pantalón, camisa y chaqueta mientras que las mujeres vestían sencillos vestidos negros.

Isabel Pobre Redondo y Simón Jiménez Jiménez.

Fue ya a comienzos de la década de 1960 cuando algunas novias comenzaron a utilizar vestidos blancos semejantes a los actuales aunque la costumbre no se generalizaría hasta bien entrada la década siguiente.

Vicenta García de la Calle.
(c) Familia de la Calle.

Hacia las 11 de la mañana, los invitados acudían a la casa del novio donde también iban los mozos y hombres encargados de realizar la ronda con las guitarras, botellas y almireces, acompañando al novio y a todos los invitados hasta la casa de la novia.
Desde los años 60 del siglo XX, la ronda fue sustituida por la charanga de los Hermanos de la Calle, también conocidos como "Los Senagüillas".

Felipe, Andrés, Justino y Ángel de la Calle Vicente.
(c) Familia de la Calle.

Desde la casa de la novia, todos los invitados se dirigían a la iglesia donde tenía lugar la Misa.
Los novios entraban acompañados por los padrinos que eran siempre los padrinos de bautismo del novio, salvo que fuesen ya muy mayores en cuyo caso eran sustituidos por algún hijo de los mismos.

El padrino y la novia.
Benjamín de la Calle Jiménez y Vicenta García de la Calle.
(c) Familia de la Calle.

Los novios, como dijimos antes y tal y como se reflejaba en los libros parroquiales, eran "casados y velados", consistiendo esta última acción en colocar un paño sobre los hombros del novio y sobre la cabeza de la novia, expresando así que la pareja quedaba unida como los animales que se uncen al yugo para arar y trabajar juntos.
Lamentablemente, esta bellísima costumbre, desapareció en los años 60 cuando las bodas comenzaron a celebrarse tal y como las conocemos hoy.

Boda de Alonso de la Calle Hidalgo y Vicenta García de la Calle.
Oficiada por el Rvdo. P. Pedro Ciprián Masa.

Ya casados y velados, los nuevos esposos y todos los invitados, salían de la iglesia para ir al lugar donde se celebraría el convite.
Al llegar, se servían las llamadas "migas de boda", que eran como las migas clásicas pero acompañadas por lomo y jamón fritos considerándose que más prestigiosas las bodas en las que se servía más jamón con las migas. También se servían las flores citadas anteriormente, buñuelos recién hechos por la guisandera y tazas de chocolate.

Comiendo las migas.
Boda de Alonso de la Calle Hidalgo y Vicenta García de la Calle.
(c) Familia de la Calle.

Hacia las 5 de la tarde, tenía lugar la comida. Solía servirse primero una sopa, después la carne de cabra o choto en salsa o caldereta acompañada de una ensalada y de postre arroz dulce (arroz con leche), natillas, flan...

Caldereta de cabra.
(c) Silvestre de la Calle García.

Después de la comida, tenía lugar el baile. En tiempos antiguos se cantaban y bailaban las jotas y rondeñas propias de la tierra pero desde los años 50 y 60 con la Orquesta de los Hermanos de la Calle, se introdujeron otros bailes como el pasodoble y por supuesto el clásico vals. 

Los músicos en el baile.
(c) Familia de la Calle.

Sobre las 9 de la noche, se servía la cena, consistente en patatas con carne de cabra o choto. Asistían los mismos comensales que a las migas y a la comida, además de los que por estar en el campo con el ganado no habían podido asistir a los actos diurnos.
Tras la cena, continuaba la fiesta y el baile introduciéndose ya bien entrado el siglo XX la costumbre de montar a los novios, que a menudo ni se habían podido cambiar de ropa, en uno o dos burros para pasearlos por el pueblo acompañados por la ronda o la charanga.

Novios montados en los burros.
Emilio García Calle y Ángela García de la Calle.
(c) Alonso de la Calle Hidalgo.

Al terminar este paseo con el burro, los novios trataban de irse a descansar sin ser vistos ya que se intentaba que los mozos no se enterasen del lugar en el que dormirían para evitar que les gastasen alguna broma que, en ocasiones, eran realmente pesadas tales como llenar la cama de sal o colgar bajo ella campanillos e incluso que algún mozo se escondiese debajo de la cama.

Habitación en una casa tradicional.
(c) Alonso de la Calle Hidalgo.

La tornaboda.
Al día siguiente, si los mozos no habían conseguido averiguar dónde habían pasado los novios la noche, recorrían las casas de todos los familiares hasta que los encontraban y obligaban a levantarse para que continuase la fiesta.
Al mediodía se servía como comida las sobras del día anterior y si todavía sobraba algo, por la noche se ofrecía la cena a los invitados.
Las mujeres aprovechaban para ayudar a la guisandera a fregar todos los cacharros que se habían utilizado para preparar la comida y para limpiar el lugar donde había tenido lugar el convite.

Migas de boda.
(c) Silvestre de la Calle García.

LAS BODAS PARA LA FAMILIA.
Aunque para los invitados la boda duraba tres días, para las familias de los novios duraba más de una semana ya que había que preparar muchísimas cosas, sobre todo en el caso de las mujeres, quienes tenían que ayudar a la guisandera a tener listos todos los cacharros y que además tenían que planchar y preparar toda la ropa.

Boda de Felipe de la Calle y Carmen Calle.
(c) Familia de la Calle.

VIDA DEL MATRIMONIO.
Rara vez el joven matrimonio podía independizarse tras la boda por lo que era habitual que se fuesen a vivir a casa de los padres, normalmente de la novia.
Permanecían así como criados, siendo mantenidos por los padres que les iban entregando poco a poco más cabezas de ganado hasta que lograban las necesarias para poder vivir.
En algunos casos, el joven matrimonio no abandonaba nunca la casa paterna heredándola con el paso del tiempo.

Joven cabrero.
(c) Alonso de la Calle Hidalgo.

Otras veces, los jóvenes vivían con los abuelos y de esa forma se encargaban de su cuidado, heredando la casa cuando aquellos fallecían.
Esto garantizaba que los abuelos no pasasen sus últimos días solos y además tenían la grandísima satisfacción de poder conocer y cuidar a sus bisnietos, sintiéndose útiles hasta el último momento.

Marceliana Jiménez Esteban.
(c) Alonso de la Calle Hidalgo.

Los recién casados solían darse prisa en "tener familia" aunque en tiempos antiguos se decía que no debía producirse el nacimiento del primer niño hasta pasados 9 meses y 9 días tras la boda, señal inequívoca de que los jóvenes habían hecho las cosas como Dios manda.
La gran mayoría de los matrimonios tenían muchos hijos, normalmente uno cada dos o tres años por lo que no eran infrecuentes los casos de matrimonios que a lo largo de su vida tenían 8, 10 ó más hijos aunque muchos morían siendo pequeños. Los casos de matrimonios sin hijos o con 1 ó 2 hijos solamente, eran sumamente raros.

Ángel de la Calle Jiménez y Justina Vicente Burcio con 9 de los 13 hijos que tuvieron.
(c) Familia de la Calle.

Los matrimonios eran para toda la vida siendo muchas las parejas que superaban los 30, 40, 50 y más años de matrimonio hasta que uno de los dos miembros de la pareja fallecía.

Marcelina de la Calle Vicente y Juan García García.
Estuvieron casados 57 años entre 1952 y 2009.
(c) Alonso de la Calle Hidalgo.

El matrimonio documentado más duradero de Guijo de Santa Bárbara fue el de Jesús Antero y Dominica Santos que estuvieron casados 73 años, seguidos por Antonio Leandro de la Calle Jiménez y Visitación Hidalgo Burcio que estuvieron casados 71 años entre 1951 y 2022.

Visitación Hidalgo Burcio y Antonio Leandro de la Calle.
12 de abril de 2021
(c) Silvestre de la Calle García.

LAS BODAS DE VIUDOS.
En épocas antiguas, debido a las peores condiciones sanitarias, era muy frecuente la muerte de personas jóvenes, especialmente mujeres que fallecían por complicaciones en el parto aunque también los hombres fallecían por causas muy diversas.
Se consideraba que una mujer viuda podía sacar adelante la casa y los hijos pero un hombre con niños pequeños no podía estar solo por lo que debía casarse pronto.

Gregoria Santos quedó viuda siendo muy joven y sacó adelante a su numerosa familia.
(c) Alonso de la Calle Hidalgo.

Si un hombre viudo se casaba con una mujer soltera, la boda podía celebrarse a los pocos meses de la boda pero la mujer viuda no podía contraer matrimonio hasta que hubiesen pasado 9 meses de la muerte de su anterior marido para asegurar la paternidad de los futuros hijos.

Fe Sánchez Moreno, viuda.
(c) Familia de la Calle.

Las bodas de los viudos y viudas solían ser más sencillas que las de los solteros y solteras, a menudo sin realizar convite o haciendo simplemente una comida familiar.
Lo peculiar de estas bodas eran las denominadas "cencerradas" o toque de campanillos en señal de protesta, algo que generalmente se tomaban muy mal los recién casados.

Macho capón con campanillo de gran tamaño o zumba.
(c) Juan Antonio Rodríguez Vidal.

SOLTEROS Y SOLTERAS.
Para los padres era especialmente preocupante que los hijos, especialmente los hombres, no se casasen pues eso supondría que cuando ellos fuesen viejos, no les podría cuidar adecuadamente y al morir ellos quedaría desamparado.
Muy pocos hombres se quedaban solteros aunque en el caso de las mujeres la soltería era algo más frecuente puesto que aunque no se casasen, podrían arreglárselas solas.

Sebastiana y Martina, ambas solteras.
(c) Alonso de la Calle Hidalgo.

EL TÍTULO DE "TÍO" Y "TÍA".
Tradicionalmente, los solteros y solteras eran llamados por su nombre, a menudo seguido por el mote como por ejemplo Sebastiana "La Chichenegra" o Martina "La Senagüillas", sin ser tratados nunca de usted.
Los casados y casadas recibían desde la boda el nombre de tío y tía seguido del nombre y a menudo del mote como por ejemplo tío Juan "El Peseta". Las mujeres, recibían generalmente el mote del marido como por ejemplo tía Marce "La Peseta". Asimismo, siempre se les trataba de usted.

Tío Juan "El Peseta".
(c) José García de la Calle.

A MODO DE EPÍLOGO.
Como podemos ver, las bodas eran un gran acontecimiento para todo el pueblo y para las familias, pero especialmente para los novios que desde ese momento comenzaban su vida en común.
Aunque Guijo de Santa Bárbara era un pueblo pequeño, cada año tenían lugar varias bodas pues todas las parejas jóvenes querían casarse cuanto antes para comenzar así a vivir juntos y tener pronto hijos.

Visitación Hidalgo Burcio y Antonio Leandro de la Calle Jiménez con sus hijos Inmaculada y Alonso. 1954.
(c) Familia de la Calle.

La boda era un recuerdo imborrable para los novios que jamás olvidarían ese día pero desde los años 50 comenzó a ser frecuente la realización de alguna fotografía el día de la boda o hacerse unos días después una fotografía de estudio para recordar siempre el momento, colocándola en un bonito cuadro en la sala de la casa.

Emilio del Río Esteban y Aurora Santos García.

Hoy en día, Guijo de Santa Bárbara es un pueblecito que no llega a los 400 habitantes por lo que la celebración de bodas es cada vez menos frecuente, pasando a veces varios años entre una boda y la siguiente. Además, las pocas que se celebran, ya no se hacen de la forma tradicional.

Guijo de Santa Bárbara.
(c) Silvestre de la Calle García.

DEDICATORIA.
Quiero dedicar este artículo a mis padres Alonso de la Calle Hidalgo y Vicenta García de la Calle quienes el 3 de marzo de 1979 celebraron una boda tradicional como la que se ha descrito aquí y que hoy, 3 de marzo de 2024 celebran su 45 aniversario.
Su colaboración ha sido decisiva para la realización de este artículo.

Mis padres el día de su boda.
3 de marzo de 1979.
(c) Familia de la Calle.

Fdo: Silvestre de la Calle García.
Cronista Oficial de la Villa de Guijo de Santa Bárbara.

4 comentarios:

  1. Guadalupe Ordóñez Tello4 de marzo de 2024, 15:56

    Enhorabuena por el artículo. Desde Hernán-Pérez mandamos un especial abrazo a tu padre Don Alonso, profesor del C.P Alfonso Arroyo y que sin duda dejó una impronta inolvidable para siempre entre todos sus alumnos y alumnas. Un gran profesor.

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