JOSE: DE CABRERILLO A MAESTRO ENTRE YEGUAS Y MUCHO MÁS

José García Prieto, Jose para los amigos, es natural y vecino de la pequeña localidad abulense de Angostura de Tormes, perteneciente al municipio de Zapardiel de la Ribera. 
Maestro rural de profesión, Jose es también ganadero y agricultor como lo fueron sus padres, de quienes aprendió a ser lo que es. Hijo de uno de los últimos cazadores y pescadores profesionales del Valle del Tormes, Jose dio sus primeros pasos literalmente entre cabras y aunque se fue a estudiar a Ávila y Salamanca, acabó regresando al pueblo que le vio nacer y haciendo su vida en él, donde tiene una pequeña ganadería formada por yeguas y gallinas y un pequeño huerto.

Jose y su yegua NOA.
(c) José García Prieto.

Hijo de uno de los más afamados cazadores y pescadores profesionales del valle del Tormes, Jose dio sus primeros pasos entre las cabras que tenían sus padres, para después estudiar en Ávila y Salamanca pero sin olvidar nunca sus raíces, volviendo al pueblo que le vio nacer y haciendo su vida en él.
Hace unos días nos contaba su historia de una forma tan sublime, desnudando sus sentimientos y poniendo su alma en su relato, que no nos atrevemos a cambiar ni un punto ni una coma de lo que nos dijo y que transcribimos a continuación:

"Hasta donde recuerdo, en mi casa siempre hubo animales. No muchos, pero los suficientes para inculcarme la pasión que, a día de hoy, tengo por ellos.
Mis padres siempre tuvieron entre 4 y 6 cabras para autoconsumo, 2 burras para realizar las labores del campo, unas cuantas gallinas y, en alguna ocasión, alguna vaca de temporada.

Yunta de burras arando.
(c) Silvestre de la Calle García.

Como teníamos prados y pocos animales, mi padre compraba en otoño 2 ó 3 vacas o novillos para que se comieran "el verde" de los prados y el heno y los vendía en primavera habiendo ganado hasta 5.000 pesetas limpias a cada uno.

Vaca Avileña-Negra Ibérica bociblanca.
(c) Silvestre de la Calle García.

Al igual que todos los vecinos del pueblo, mis padres hacían la matanza en el invierno. Yo era muy pequeño y ya no lo recuerdo, pero me contaban que los cerdos que tenían todos los vecinos, salían a pastar juntos y cada día tenía que ir un vecino según los cerdos de tuviera. Por la mañana, cada vecino llevaba su cerdo a un corral vecinal y cuando estaban ya todos los cerdos allí, los llevaban a pastar. A eso se le llamaba ir con la "porcá".
Aunque era muy pequeño, contaban mis padres y vecinos que yo conocía todos los cerdos y de quién era cada uno.

Cerdos en el campo.
(c) Javier Bernal Corral.

Lo que sí que recuerdo es que, siendo yo más mayor, varios hombres del pueblo iban a Barco y compraban el cerdo que más les gustaba, marcándolo con pintura con la inicial del nombre de cada uno. Los traían todos juntos en un camión y luego cada uno se llevaba el suyo a casa y ese mismo día o al siguiente, lo mataba. Todos los vecinos se ayudaban a matar y socarrar el cerdo y después cada uno deshacía el suyo en casa.

Curando la matanza.
(c) Silvestre de la Calle García.

Siempre hubo también un perro de caza que era uno más de la familia. A diferencia de como estaban los perros en los pueblos, el nuestro vivía en casa.

Jose con uno de los perros que siempre hubo en su casa.
(c) José García Prieto.

Mi padre se dedicó a la caza y a la pesca toda su vida e hizo de ello su modo de vida y el sustento de la familia debido a que las perdices y las truchas del Tormes eran muy apreciadas en todos los restaurantes de la provincia, siendo incluso productos de lujo que no todo el mundo podía permitirse pagar.

El padre de Jose con una trucha de 5,5 kilogramos.
(c) José García Prieto.

Nunca vivimos con grandes lujos, pero nunca nos faltó de nada. Mis padres siempre quisieron darnos estudios a mi hermana y a mí y se sacrificaron para conseguirlo. Siempre dijeron que nuestras carreras salieron del río y del monte.

Angostura, a orillas del río Tormes y rodeada de monte.
(c) José García Prieto.

Como ya dije,  siempre hubo cabras en mi casa y mi pasión por ellas era tal que, según me contaban, aprendí a ordeñar casi antes de a andar. Me despertaba temprano sin que me llamaran para ir a echarlas de comer y a ordeñarlas antes de ir a la escuela. Tenía un pucherillo pequeño de porcelana todo lleno de trozos saltados por los golpes que le daba y las veces que se me caía pero ¡era mi pucherillo! y cuando lo llenaba era el niño más feliz.

Pucherillo como el que utilizaba Jose para ordeñar.
(c) Silvestre de la Calle García.

Por las tardes, iba con mi vecino, el tío Adrián, que era casi como mi abuelo, a cerrar y atar sus vacas, a echarlas los nabos y las berzas y una lata de harina en el pesebre y a ordeñar a alguna que se dejaba, siempre con mi pucherillo.
Años más tarde, cambió las negras por 3 suizas y yo allí seguía yendo con él a ordeñarlas mientras los terneros, que habían estado atados a su pesebre, se soltaban para que mamaran.

Vaca Suiza.
(c) GANADERÍA LATUTU S.C.

Las cabras las teníamos en la "cabrá" del pueblo. Juntábamos 40 ó 50 cabras y según las que tuviera cada vecino, tantos días tenía que ir de cabrero. Siempre fue mi pasión ir de cabrero. Cuando era pequeño iba con mi padre, o con mi madre si era buen día de pesca, hasta que con 11 ó 12 años ya me dejaban ir solo. Los días que iba de cabrero, los disfrutaba como el mejor de los regalos.
Todavía recuerdo cuando me acostaba por la noche, cómo sonaban los changarros en mi cabeza después de haber estado todo el día escuchándolos.

Jose con las cabras en el campo.
(c) José García Prieto.

Pero terminé el colegio y mis padres decidieron que estaría mejor preparado si iba al instituto a Ávila y allí me llevaron. 
Pasaba la semana deseando que llegara el viernes para volver al pueblo y volver con mis cabras, hasta el punto de que le decía a mi padre que si le tocaba ir de cabrero entre semana, lo cambiara con algún vecino para que yo pudiera ir el fin de semana.

Jose dando leche a un chivo.
(c) José García Prieto.

Cuando tenía 14 años, me regaló mi padre mi primera yegua, una potra de 6 meses. La llamé Furia.
Recuerdo hasta el día que fuimos a por ella a Navalperal de Tormes, el 2 de noviembre. En Febrero compró otra potra, Chispa.
Así fue como comenzó mi pasión por las yeguas.

Jose con su primera yegua.
(c) José García Prieto.

Furia fue una yegua especial por ser la primera y porque de ella fui criando todas las que tuve hasta un total de 6 y un semental Bretón para cubrirlas que compramos en Tornavacas. La tuve hasta que cumplió 30 años y murió de vieja. Desde que empezó a parir a los tres años, no falló nunca, pariendo incluso el año que murió y criando unos de los mejores potros de la zona. 

El semental Bretón.
(c) José García Prieto.

También tuve una yegua negra que no venía de esa ralea. La compró mi padre con el dinero que le pagaron por un ciervo que tuvimos año y medio, Bambi, un cervatillo de días que me regaló un amigo de mi padre que se lo había encontrado enganchado en unos alambres en Candeleda. No se sostenía en pie porque estaba desnutrido y tenía heridas en las patas, pero le curamos y entre biberones y mamando de las cabras, le sacamos adelante y se convirtió en mi mascota y en la atracción de todo el pueblo.

Jose dando el biberón a BAMBI.
(c) José García Prieto.

Iba conmigo como un perrillo y el día que iba de cabrero me lo llevaba también aunque, en lugar de ir con las cabras mías con las que convivía en la cuadra, no se separaba de mí en todo el día.

BAMBI.
(c) José García Prieto.

Lo tuvimos hasta que tuvo año y medio cuando, con su primera berrea, empezó a mostrarse agresivo con mis padres, a pesar de que ellos le cuidaban de lunes a viernes, pero conmigo fue noble hasta el último día cuando partió hacia la finca de Jesús Gil Gil, el que fuera presidente del Atlético de Madrid y más tarde alcalde de Marbella. Esa mañana, hizo lo que no había hecho nunca que fue subirse encima como si supiera que se iba de mi lado. Vivió en la finca Valdeolivas donde estuvo como reproductor. hasta los 10 ó 12 años según me contaron.

Jose con BAMBI.
(c) José García Prieto.

La "cabrá" del pueblo desapareció y mi padre, muy a su pesar, tuvo que vender las 2 cabras que nos quedaban. Aunque han pasado muchos años, sigo teniendo la misma fijación por ellas e incluso todavía hay noches que sueño con ellas, aunque parezca raro.
Siempre que paso por un sitio donde haya cabras, paro y me quedo un rato mirándolas y recordando aquellos años.

Jose con sus cabras.
(c) José García Prieto.

Terminé el instituto y me fui a estudiar a Salamanca. Mi primera opción siempre fue veterinaria pero se me atragantó tanto la física y la química en bachiller, que pasé a la segunda opción que era filología inglesa. 

Carpeta de estudiante de Jose.
(c) José García Prieto.

Al terminar tenía dos opciones que eran quedarme en cualquier ciudad y buscar trabajo allí o volver al pueblo, a la vida que tanto me gustaba pero que "no tenía futuro".
Me arriesgué a la segunda ya que el pueblo me tiraba demasiado como para quedarme en la ciudad. Por ello me llamaron loco, pero es una locura de la que nunca me arrepentí ni me arrepentiré porque sé que mi sitio siempre estuvo aquí.

Angostura en invierno.
(c) José García Prieto.

Estuve años trabajando en la construcción, que era lo único en lo que había trabajo por aquí. Fueron años muy, muy felices. Tenía tiempo por las mañanas y por las tardes para estar con mis animales y por las noches daba clases particulares a los niños de los pueblos de alrededor.

Las yeguas pastando en la sierra.
(c) José García Prieto.

Me enteré que en una academia de Piedrahíta estaban buscando un profesor de inglés. Llevé mi currículum, hice una entrevista y  a la semana me llamaron para decirme que empezaba a trabajar después de las Navidades. Eran sólo unas horas por las tardes, así es que, durante año y medio, trabajé en la construcción por las mañanas y en la academia por las tardes. 
Pasado ese tiempo, la dueña de la academia me dijo que, por motivos personales, tenía que dejarlo por si me interesaba seguir con ello. Así fue como monté mi propia academia en zona rural, ofertando clases para niños de colegio, adolescentes de instituto, universitarios y grupos de mayores. Son ya 14 años y cada vez estoy más contento.

La academia.
(c) José García Prieto.

Indirectamente, la academia ha sido la culpable de uno de mis hobbies que poca gente conoce: mi afición por los cactus y las suculentas.
Empecé con el típico "cactus de ordenador" , pero las madres de los niños empezaron a regalarme por navidades y fin de curso cactus y más cactus y se han convertido en mi afición para los pocos ratos que tengo libres.

Cactus y suculentas.
(c) José García Prieto.

Mi afición por la agricultura se la debo también a mi padre, que siempre sembró dos huertos para la casa y para vender los productos. Desde pequeño iba a ayudarle y eso ha hecho que me guste tanto.
Por falta de tiempo, sólo siembro ya un huerto pequeño, pero de él recojo patatas, tomates, pimientos, cebollas, judías verdes, alubias secas, repollos, pepinos, calabacines y fruta de la que se da por la zona como manzanas, peras, melocotones, ciruelas y, últimamente, sandías y melones.
Un poco de todo y mucho de nada.

Regando el huerto.
(c) José García Prieto.

Respecto a mi pequeña ganadería actual, se empezó a forjar en 2016. En abril de ese año, tuve que sacrificar a una de mis yeguas favoritas, mi Lluvia, una potra que nació pía en negro pero que con los años se volvió torda como su madre y como su abuela Furia. 

LLUVIA cuando aún era potra.
(c) José García Prieto.

Se puso de parto la tarde-noche de un sábado y el potro venía mal. El veterinario no fue capaz de colocarlo y el único sitio donde se hacían cesáreas era en Ávila y no estaba de guardia ese fin de semana. Era una yegua de 10 años que no había fallado ningún año en los partos, siendo noble como todas las yeguas de la ralea de la que venía. Lo que pasó por mi cabeza cuando tuve que tomar aquella decisión, para mí se queda.

LLUVIA el día antes de ser sacrificada.
(c) José García Prieto.

Ese mismo año, en julio, compré a LUNA, mi P.R.E. actual, y de ella voy criando poco a poco mi pequeña ganadería. Ya tengo tres generaciones de ella y las que vendrá en el futuro. 

LUNA.
(c) José García Prieto.

La primera que crié de ella es NOA, que desde que nació supe que se quedaría conmigo. La primavera del año anterior al nacimiento de NOA, estuvo LUNA con un caballo todo el tiempo pero no se quedaba preñada pero el destino quiso que lo hiciese el día del aniversario de la muerte de mi madre por lo que no podía hacer otra cosa que quedármela y qué bien que hice porque es una yegua noble y cariñosa que, a diferencia de las demás, percibe mi estado de ánimo y así se comporta. 
Tiene 4 años recién cumplidos y lleva dos partos, este último una hembra, SIA, que también se quedará en casa.


Jose con NOA.
(c) José García Prieto.

Además, he conseguido volver a tener una yegua de la ralea de la primera que tuve con 14 años. La primavera pasada murió la última que me quedaba de aquella sangre. Ya tenía 29 años y en los últimos años que parió no me dio ninguna hembra para poder criarla. Suerte tuve de que unos años antes criase de ella un caballo el cual dejó un semental que, curiosamente, es el padre de la última yegua que compré en el mes de julio de este año, mi APACHE, una yegua pía de dos años que nació y se crió en la sierra sin que nadie la pusiera la mano encima pero que por suerte conserva los genes de aquella primera yegua que tuve y, adía de hoy, tiene la nobleza y la mansedumbre de ella, siendo la sexta generación de mi primera yegua.
Estoy muy feliz de poder continuar con la sangre de aquella yegua que hizo que tenga la pasión que tengo por ellas.

APACHE.
(c) José García Prieto.

También tengo mis gallinas para autoconsumo, unas pocas comunes, ocho Castellanas, seis de ellas puras junto con el gallo SULTÁN que también es Castellano puro. Este último gallo y las seis gallinas Castellanas puras han sido regalos de dos muy buenos amigos que saben bien lo que me gusta y nunca defraudan.

SULTÁN y las gallinas Castellanas.
(c) José García Prieto.

Están también mis favoritas que son las gallinas enanas o kikas. Y por supuesto está PERICO, el rey del gallinero, un gallo arrogante y altanero del que voy criando mis propias gallinas que son cruce de las comunes, las Castellanas y las kikas.

PERICO.
(c) José García Prieto.

Pero lo mejor que tengo es mi JOY, una perra de 8 añitos, que es mi fiel compañera desde que tenía 28 días. Es el animal más fiel, más noble y más inteligente ya que sólo le falta hablar aunque con mirarnos nos entendemos. Sabe perfectamente cuál es mi estado de ánimo y cada día, según sea, así actúa.

Jose y JOY.
(c) José García Prieto.

Resumiendo, puedo decir, bien alto y con mucho orgullo, que mis padres lo hicieron todo bien.
De mi madre aprendí los valores más importantes de la vida: la educación, la honestidad, la honradez y la sencillez. 
De mi padre aprendí todo lo que sé del ganado, de la agricultura y mi afición por la pesca y la naturaleza.

El padre de Jose con una trucha de más de 5 kilogramos.
(c) José García Prieto.

Siempre he tenido muy claro que volveré a tener los animales que tan felices me hicieron de niño y que me inculcaron mi pasión por ellos. No sé cuánto tiempo pasará, si serán meses o años pero sé que volveré a tener mis 4 ó 6 cabras y una vaca de autoconsumo, además de, por supuesto, mis yeguas que son mi gran pasión.

LUNA, NOA y SIA.
(c) José García Prieto.

Y así es mi vida, aburrida según algunos pero plena para mí haciendo lo que más me gusta y viviendo donde siempre quise vivir. Últimamente, cada vez que escucho una canción del grupo extremeño revelación, Sanguijuelas del Guadiana, me veo representado en lo que quieren transmitir, soy como una sanguijuela que se agarró fuerte al pueblo y revolé para volver a donde siempre quise estar".

Jose con SIA.
(c) José García Prieto.

A MODO DE EPÍLOGO.
Jose es todo un ejemplo a seguir. En una época en la que la gente marchaba del pueblo en busca de un futuro mejor, Jose decidió quedarse y llevar una vida similar a la que habían llevado sus padres, quienes sin lugar a dudas se sentirían orgullosos de ver a su hijo llevando una vida plena y feliz en el pueblo.

Jose y SIA.
(c) José García Prieto.

Aquel "loco" que pudiendo llevar una ¿buena vida? en la ciudad decidió volverse al pueblo, es ahora maestro en una academia propia en la que ayuda a multitud de niños y jóvenes de la zona, hijos a su vez de otros locos que no quisieron abandonar el pueblo, para quienes Jose, más que un maestro, es un amigo, apreciándolo como tal y manteniendo contacto con él muchos años después de haber pasado por su academia en la noble villa de Piedrahita donde fuese maestro también el gran defensor del medio rural D. José María Gabriel y Galán.

La academia de Jose.
(c) Jose García Prieto.

Jose da clases por las tardes pero por las mañanas dedica el tiempo a cultivar en su huerto verduras, hortalizas y frutas para el consumo doméstico. De esta forma, además de pasar el tiempo en plena naturaleza disfrutando del aire limpio y puro de Gredos, Jose sabe que los alimentos que consume son de gran calidad y además tiene la satisfacción inmensa de cultivarlos con sus propias manos.

Nada como un tomate de huerto.
(c) José García Prieto.

Las gallinas, como en ninguna casa de pueblo desde tiempo inmemorial y hasta nuestros días (no sabemos lo que pasará a partir de ahora...) no pueden faltar en casa de Jose, que se abastece de huevos y disfruta cada mañana del canto del gran PERICO que ahora tendrá que rivalizar con el altivo SULTÁN para repartirse el harán de cruzadas, Castellanas y kikas.

Corral tradicional.
(c) Jose García Prieto.

Abastecen las gallinas a Jose de exquisitos huevos de corral que junto con las patatas de su huerto son ingredientes básicos para elaborar la mejor tortilla de patatas, que no puede faltar en la merienda del vaquero que va a la sierra o de los amigos que pasan el día junto al Tormes. El mismo Jose nos recuerda aquellas tortillas que preparaba en el campo cuando los amigos se reunían hace ya algunos años.

Jose dando la vuelta a la tortilla en el aire.
(c) José García Prieto.

Pero Jose es lo que es por sus yeguas. LUNA, NOA y SIA que aún es apenas una potra, lo son todo para él pero sin lugar a dudas, APACHE es la yegua más especial de la ganadería pues al verla, en la mente de Jose se agolpan los recuerdos de FURIA y todo lo vivido en el pueblo a lo largo de estos años.

Jose y Apache.
(c) José García Prieto.

Yeguas improductivas, pensarán algunos, pero para un amante de los caballos no importan que las yeguas produzcan dinero o no porque no se tienen para eso. Además, esto no es del todo cierto puesto que este año LUNA ha sido madre de GOKU, un precioso potro que ha partido rumbo a una buena ganadería mientras que SIA permanecerá junto a su madre NOA, su abuela LUNA y APACHE en la yeguada de Jose.

GOKU.
(c) Jose García Prieto.

Realmente, en este epílogo acabamos de resumir lo que ha contado Jose en su relato pero hay mucho más que decir sobre él. Tal y como lo definen sus amigos, entre los que destacan esos que le han regalado a SULTÁN y sus compañeras, José es una de las mejores personas que uno puede encontrar. Siempre está dispuesto a ayudar a quien lo necesite ya sea a los vecinos más mayores del pueblo en tareas aparentemente tan insignificantes como colocar la bombona de butano como ayudar en el cuidado de las vacas durante unos días a un amigo de Cantabria porque, como él mismo dice al contar su vida, algún día volverá a tener cabras y vacas.

Jose ordeñando una vaca.
¿La madre de su futura vaca? Posiblemente...
(c) GANADERÍA LATATU S.C.

AGRADECIMIENTO Y NOTA FINAL DEL AUTOR.
Quiero dar las gracias a JOSE GARCÍA PRIETO por haber confiado en mí para contar su historia en este blog de EL CUADERNO DE SILVESTRE del que es fiel lector y colaborador desde hace varios meses destacando sin lugar a dudas su participación en el artículo titulado EL GALLO REPRODUCTOR y en el que aparece una espectacular foto del arrogante PERICO cumpliendo su función.
¡MUCHÍSIMAS GRACIAS, JOSE!

Perico.
(c) José García Prieto.

Fdo: Silvestre de la Calle García.
Técnico Forestal

Comentarios

Entradas populares