martes, 11 de junio de 2024

EL LOBO Y LOS GANADEROS.

El lobo es uno de los animales más emblemáticos de la fauna ibérica, europea y, podríamos decir que mundial, siendo comparable su importancia con la del león, el tigre o el oso.
Lleva miles de años conviviendo con distintas especies humanas y finalmente con nuestra propia especie, con la que su relación ha ido cambiando a lo largo del tiempo pasando de competir por los recursos a convertirse en un gran enemigo para las sociedades ganaderas de medio mundo.
Hoy en día es odiado por uno y amado por otros, pero antes de emitir un juicio de valor, es conveniente conocer ambas versiones.


Durante miles de años, humanos y lobos convivieron en Europa, Asia y América donde se encontraban en la cima de la cadena alimenticia aunque tenían que competir por el alimento con otras especies como grandes felinos como leones, tigres, felinos dientes de sable, con osos y con otros carnívoros.
La fauna del pleistoceno, periodo que comenzó hace unos 2,59 millones de años y terminó hace unos 11.700 años, la fauna mundial era verdaderamente rica y había recursos para todos.
Enormes manadas de bisontes de diversas especies, mamuts, mastodontes, antílopes diversos, cérvidos, équidos, caprinos...poblaban las inmensas llanuras y montañas.

Bisontes europeos.
Realmente son una especie "moderna".
(c) Silvestre de la Calle García.

Los primitivos cazadores paleolíticos temerían y admirarían al mismo tiempo al lobo, al ver que un animal sin manos ni armas podía cazar las mismas o parecidas presas que ellos valiéndose únicamente de su inteligencia y de sus grandes adaptaciones físicas.
Sabían que estaban ante un poderoso competidor pero, por otra parte, ¿Cómo podían combatirlo? Prácticamente de ninguna manera, no quedándoles más remedio que coexistir en un ambiente que, tras la última glaciación, estaba empezando a cambiar para todos.

Lobo.
(c) Leticia Pato Martín.

Hombres y lobos vieron como su hábitat cambiaba y las llanuras se iban convirtiendo en bosques viendo que al mismo tiempo, muchas presas se trasladaban al norte siguiendo el retroceso del hielo. Las que se quedaron y trataron de adaptarse a los nuevos ambientes, tuvieron problemas con el hombre que, en este caso, sí que contribuyó con la caza descontrolada a llevar a algunas especies al borde de la extinción algo poco evidente en Europa o Asia donde los hombres llevaban milenios viviendo pero sí en América y Australia donde eran unos "recién llegados".

Los équidos quedaron relegados a algunas estepas, montañas y desiertos del Viejo Mundo.
(c) Raquel Cayón Campuzano.

Pero fue precisamente en este momento donde hombres y lobos comprendieron que si unían sus fuerzas, podían convertirse en un binomio inseparable y poderoso. Fue así como el hombre domesticó al lobo, surgiendo el perro o....¿acaso fue el lobo el que se "autodomesticó" acercándose al hombre progresivamente?
Sea como fuere aquí comenzaron los conflictos con los lobos salvajes a los que el hombre intentaba ahuyentar de sus presas con la ayuda de los "lobos desertores".

Perros Loberos Cántabros.
Los primeros perros debieron ser muy similares.
(c) Ganadería Áurea y Juan Quintial.

En un momento dado y, sin que todavía se haya conseguido averiguar cómo, hace entre 10.000 y 12.000 años, cuando acababa el Pleistoceno y empezaba el Holoceno o época en la que actualmente nos encontramos, el Ser Humano cansado de perseguir animales y de recolectar frutos y raíces, decide hacerse ganadero y agricultor.
Lo primero fue relativamente fácil puesto que el hombre, ayudado por sus perros, no tenía más que seguir a las manadas de herbívoros salvajes por los pastizales hasta que poco a poco logró controlar completamente a algunas especies como las cabras, las vacas, las ovejas, los caballos, los burros, los cerdos...

Vacas Tudancas y Mastín.
Caloca (Cantabria)
(c) Carlos Fidel Vejo.

Los lobos vieron que los animales que habían cazado siempre, ahora eran controlados por los hombres pero ellos no entendían el concepto de la propiedad privada de los animales. 
Los lobos son animales inteligentes pero hasta ahí no podían llegar y si veían un gran número de ovejas, cabras, vacas pastando juntas, no dudaban en aprovechar la oportunidad y, si hombres y perros no estaban cerca, atacaban.
Si por el contrario, estaban cerca tanto hombres como perros, los lobos sí que se valían de su gran inteligencia y mientras unos miembros de la manada despistaban a los ganaderos y a los perros, los otros atacaban.

Rebaño de ovejas.
(c) Miguel Alba Vegas.

Y aquí sí que empezó la auténtica guerra entre el lobo y los ganaderos, guerra que se lleva librando miles de años y cuyo final está muy lejos.
Centrándonos en la península Ibérica, desde hace alrededor de 7000 años, la ganadería ha tenido una gran importancia constituyendo el principal pilar económico de los habitantes de zonas excesivamente secas y montañas con suelos pobres o poco aptos para la agricultura.

Cabras en Guijo de Santa Bárbara (Cáceres).
(c) Alonso de la Calle Hidalgo.

Tratando de obtener más y mejores pastos para sus ganados, los ganaderos talaron en parte o aclararon los bosques y limpiaron extensas zonas de matorral.
Esto fue catastrófico para los lobos pues, aunque son animales sumamente adaptables vieron reducidos los lugares apropiados para criar a sus cachorros y, por otro lado, vieron desaparecer o disminuir en número a sus presas tradicionales.
El hábitat complejo de los lobos con praderas, bosques, claros, roquedos... se vio intensamente modificado y los ciervos y corzos fueron sustituidos por las el ganado de los humanos



Rebaño de ovejas en la dehesa.
(c) Abel Pache Gómez.

Esto no dejaba más opciones a los lobos que alimentarse del ganado, contratacando los ganaderos con un arma poderosa: los perros.
Poco a poco, en distintas regiones del mundo, se fueron seleccionando perros de gran tamaño para ahuyentar al lobo pero también  a otros depredadores como osos, leones, leopardos...
En Molosia, en la actual Grecia, se seleccionaron unos perros enormes que en el I Milenio antes de Cristo se extendieron a todo el mundo dando lugar a los actuales Mastines.

Mastín.
Guisando (Ávila).
(c) Silvestre de la Calle García.

Durante siglos, el mastín ha sido y sigue siendo la principal arma de los ganaderos ibéricos para luchar contra el lobo y, ya en menor medida, contra el oso.
Estos perros no se limitan a ahuyentar con su potente y ronco ladrido al lobo sino que se atreven a perseguirlo y, si es necesario, lucharán contra él cuerpo a cuerpo.

Mastín.
Candeleda (Ávila).
(c) Alonso de la Calle Hidalgo.

Pero el lobo puede llegar a vencer al mastín en muchas ocasiones y por ello, los ganaderos tenían que proteger a sus perros mediante la colocación de carlancas, collares especiales de metal, cuero y mixtos que protegían la parte mas vulnerable del animal.

Carlancas.
El Barco de Ávila (Ávila).
(c) Óscar Martín.

Durante el día, los ganaderos o pastores asalariados permanecían con el ganado para vigilarlo y defenderlo del ataque de los lobos, siendo auxiliados en esta tarea por los perros.
La sola presencia del hombre y los ladridos de los perros, asustaban al lobo durante el día que, especialmente en zonas abiertas, no se atrevía a atacar, aunque en zonas de matorral, podía atacar al ganado prácticamente sin que el pastor y los perros se enterasen.

Carla Vejo con su perro y sus Tudancas.
Caloca (Cantabria)
(c) Carlos Fidel Vejo.

Las cosas cambiaban durante la noche, cuando la oscuridad se convertía en la mejor aliada del lobo siendo necesario que el pastor y los perros permaneciesen junto al ganado o que buscasen un refugio seguro para todos.
Unas veces, utilizaban diversas edificaciones para encerrar al ganado durante la noche, desde cuadras en la planta baja de sus propias viviendas a construcciones de distinto tipo y denominación pero a las que el lobo no podía acceder desde el exterior, pernoctando el ganadero en el interior del edificio junto al ganado o en un habitáculo contiguo.

Cabras en un corral.
Guijo de Santa Bárbara (Cáceres).
(c) Alonso de la Calle Hidalgo.

Otras veces, el ganado dormía al aire libre en cercados o rediles y el ganadero, a veces acompañado de toda la familia si los pastaderos se encontraban lejos del pueblo y si tenían ganado de aptitud lechera, pernoctaba en un sencillo chozo que podía estar construido enteramente con materia vegetal o con piedra o bien ser mixto con muros de piedra y techumbre vegetal. Estas edificaciones primitivas y sumamente sencillas, son absolutamente efectivas y poco o nada han cambiado desde el neolítico.

Choza pastoril.
Guijo de Santa Bárbara (Cáceres).
(c) Alonso de la Calle Hidalgo.

Otras veces, el ganadero dormía al raso o en sencillísimos refugios portátiles de paja o madera que recibían nombres diferentes según las regiones de uso: cabanos, cabañas, casetas, chozuelos, mamparas...
Mientras que los chozos eran relativamente sofisticados y permitían vivir a los pastores en ellos y hacer fuego para calentarse, estos refugios de material inflamable no permitían más que arroparse con una manta.

Chozuelo de madera o mampara.
El Torno (Cáceres)
(c) Alonso de la Calle Hidalgo.

Así pasaron los siglos sin que el hombre lograse combatir al lobo de manera efectiva pues ni los chuzos (especie de lanza), el uso de sofisticadas trampas como las loberas y corrales de lobos, los lazos o los cepos, o el expolio de las camadas entre otras muchas artimañas fuesen capaces de dar muerte a un elevado número de lobos aunque para fomentar su caza se premiaba en el siglo XVIII con 8 ducados a todo el que diese muerte a una loba y con 4 al que matase a un lobo, otorgándose también una gratificación por cada camada de lobeznos.

Corral de lobos.
La Garganta (Cáceres).
(c) José María Benítez Carroza.

Por todo ello, desde la Edad Media y hasta la actualidad en numerosos lugares de España, se confía en un poder superior, rezando el popular Responso o Responsorio de San Antonio de Padua, cuya festividad se celebra el 13 de junio.
No debe confundirse a este Santo nacido en Portugal y fallecido en Padua (Italia) en 1231 con San Antonio Abad, cuya festividad se celebra el 17 de enero y que es el patrono de los animales.

Imagen de San Antonio de Padua.
Guijo de Santa Bárbara (Cáceres).

El motivo por el que se considera a San Antonio de Padua protector contra el lobo y las enfermedades y males del ganado, se debe a que era un religioso franciscano discípulo del propio San Francisco de Asís, el cual mientras predicaba en la ciudad italiana de Gubbio pudo ver a sus habitantes aterrorizados por un temible lobo que devoraba al ganado y a las personas. San Francisco, acercándose al animal, lo llamó y dijo:
"Ven acá, hermano lobo; en nombre de Cristo te ordeno que no hagas daño ni a mí ni a nadie".
Desde ese momento, el lobo dejó de atacar a los habitantes de Gubbio y a su ganado.

San Francisco de Asís y el lobo de Gubbio.
(c) Silvestre de la Calle García.

Los ganaderos hispanos, al saber todo esto y muy pocos años después de la muerte de San Antonio, comenzaron a rezar con gran devoción el Responso o Responsorio para mantener al lobo alejado del ganado y para que también quedasen los animales libres de todo mal. Si un Santo nacido en Italia había protegido a los vecinos, ganados y ganaderos de Gubbio, con más motivo un Santo, discípulo del anterior y nacido en Portugal protegería al ganado de la península Ibérica.
Por razones de espacio, no incluimos aquí el responso, pero el lector que lo desee puede leerlo y rezarlo consultando el artículo dedicado a San Antonio (ver enlace al final).

Isabel López Arrabé con su yunta de bueyes.
Ermita de San Antonio de Navarredonda y Barajas (Ávila).
(c) Juan Manuel Yuste Apausa.

El lobo llevaba milenios o siglos escapando del hombre y de sus perros, de sus trampas, de sus primitivas cacerías e incluso del poder de la oración, pero en los últimos siglos empezó a enfrentarse a algo con lo que era especialmente difícil luchar: las armas de fuego.
Al principio, eran utilizadas sólo para la guerra o estaban en manos de los grandes señores y de los monarcas para los que la cacería era un gran e imprescindible pasatiempo incluso para el célebre Carlos III de España que, poco antes de morir, aseguró a un embajador extranjero haber cazado en su vida 539 lobos y 5.323 zorros, añadiendo: "Ya ve que mi diversión no es inútil para el país".
Poco a poco el pueblo llano comenzó a tener acceso a las armas y, por si fuera poco, desde el siglo XIX se extendió el uso de potentísimos venenos como la estricnina que acababa con todo animal que hubiese en el monte.

Lobo.
(c) Leticia Pato Martín.

En la segunda mitad del siglo XIX y durante el siglo XX, el lobo pasó de ser una especie abundantísima en toda Península a quedar relegado a una pequeña zona del cuadrante noroccidental de la misma ocupando el norte de Portugal, buena parte de Galicia, el norte de Castilla y León, el sur de Asturias y el oeste de Cantabria, encontrándose las mayores poblaciones en la Sierra de la Culebra (Zamora). 
En el resto de la Península quedaron solamente núcleos residuales que terminaron por desaparecer por la caza furtiva o por el cruzamiento con perros domésticos, quedando algún pequeño núcleo de dudosa pureza racial.

Lobo en libertad.
(c) Javier Bernal Corral.

Sin embargo, el lobo no desapareció, o al menos únicamente, por la caza indiscriminada como muchos piensan actualmente puesto que el hombre llevaba miles de años cazándolo y, aunque es cierto que con las armas de fuego esa caza se intensificó, el mayor problema para el lobo fue la alteración de su hábitat por el crecimiento urbanístico, la construcción de vías de comunicación, la roturación de bosques y montes para obtener terrenos de cultivo...
Por lo tanto, los culpables de la desaparición del lobo, no fueron únicamente los ganaderos sino la sociedad en general y el famoso a la par que necesario progreso.
Yeguada trashumante por una carretera.
(c) Hispano-Bretones Sur de Gredos.

Parecía que, entre unas cosas y otras, el poderoso lobo había perdido la batalla frente al hombre, pero no fue así pues en las zonas en las que el cánido consiguió seguir viviendo, las cosas continuaron como siempre.
Los ataques al ganado seguían siendo relativamente comunes pese a que los ganaderos mantenían mastines y otros perros de gran tamaño y realizando cacerías si era necesario para tratar de controlar la población de lobos.
Sin embargo, las razas ganaderas de estas zonas estaban acostumbradas a ver al lobo y huían o alertaban de su presencia a los perros y los ganaderos, reduciendo así el número de ataques. Además, el ganado mayor no tenía miedo y no dudaba en plantar cara a los lobos.

Vaca Casina.
Caloca (Cantabria)
(c) Carlos Fidel Vejo.

En estas zonas, además de ganado, hay poblaciones de herbívoros salvajes como ciervos, gamos, corzos, jabalíes, rebecos o cabras monteses que sirven también de alimento a los lobos por lo que los ataques se reparten aunque hay que admitir que el lobo es un cazador oportunista y para el que la caza de animales domésticos supone un menor esfuerzo y la posibilidad de obtener mayor cantidad de alimento.

Corzo.
(c) Miguel Alba Vegas.

Mientras que en el resto de España se prohibió la caza del lobo con el fin de preservar las escasas poblaciones que aún sobrevivían, al norte del río Duero la Administración permitió su caza controlada con el fin de mantener las poblaciones en límites estables y al mismo tiempo pagando indemnizaciones a los ganaderos que sufriesen ataques en sus explotaciones.
De esta forma, la convivencia entre lobos y ganaderos, aunque tensa, era mínimamente pacífica.

Caballos Hispano-Bretones.
(c) Raquel Cayón Campuzano.

El problema surgió cuando el lobo comenzó a extenderse paulatinamente hacia el sur y hacia el este, cruzando el río Duero y continuando poco a poco su expansión y aumentando consecuentemente los daños a la ganadería ya que en estas zonas había pocas presas salvajes.
Por si fuera poco, la prohibición de la caza del lobo se hizo extensiva a todo el territorio nacional lo que, unido al abandono del campo y el éxodo rural, ha favorecido aún más el avance del cánido cruzando esa mal llamada por muchos España vaciada.

Vacas en la Sierra de Gredos (Ávila).
Esta vuelve a ser una tierra de lobos.
(c) Silvestre de la Calle García.

Actualmente el lobo es muy abundante en la mitad norte de la Península y se va extendiendo cada vez más y colonizando, o mejor dicho recolonizando, nuevos territorios que ocupó hace unas décadas.
Con la llegada del lobo, comienzan los problemas al producirse ataques al ganado.
Son cada vez más comunes los ataques en Salamanca, Ávila, Segovia...y ya hay casos en Cáceres, Toledo y otras provincias.

Rebaño de ovejas Castellanas.
Martiago (Salamanca).
(c) Deme González Calvo.

Volvemos así al punto inicial de la partida y encontrar una solución es complicado pues mientras los ganaderos ven cómo el lobo hace peligrar su modo de vida, en el medio urbano se ve la situación de una manera completamente distinta al considerar al lobo como una especie de gran valor ecológico a la que hay que proteger de cualquier manera, llegando algunos a considerar que los ganaderos son los que han invadido el hábitat del lobo.

Vacas Tudancas en un puerto.
Caloca (Cantabria)
(c) Carlos Fidel Vejo.

Ciertamente, como ya dijimos al principio, hace alrededor de 7.000 los humanos que habitaban en la Península Ibérica fueron poco a poco abandonando la caza y la recolección para dedicarse a la ganadería y la agricultura.
Hombres y lobos llevaban miles de años coexistiendo pero ahora la convivencia iba a ser diferente.
Si no hubiésemos invadido, ni aquí ni en ningún lugar del mundo, el territorio de otros depredadores o de otros animales nosotros solos o con nuestros animales domésticos, ¿Qué seríamos hoy? 
La respuesta es simple: Seríamos monos.

Rebaño de Cabras Azpigorris.
Zaratamo (Bizkaia)
(c) Ibai Menoyo Aguirre.

Si, aún aceptando que invadimos el mundo hubiésemos seguido siendo cazadores-recolectores y no ganaderos y agricultores, difícilmente habríamos prosperado como especie.
La cría de ganado y el cultivo de plantas nos permitió tener seguro nuestro sustento y tener que trabajar mucho menos, teniendo tiempo libre para pensar y avanzar como sociedad.

De cazadores-recolectores a ganaderos y pensadores.
(c) Alonso de la Calle Hidalgo.

Es verdad que somos una especie bastante destructiva y que, muchas veces por desgracia, nos hemos llevado todo por delante con tal de conseguir nuestro beneficio, poniendo a algunas especies al borde de la extinción, especialmente si nuestros intereses se veían comprometidos.
El lobo, tuvo muy mala suerte, puesto que, al comenzar a alimentarse de los animales que con tanto esfuerzo criábamos para nuestro sustento, se convirtió en el objetivo de nuestros odios y tratamos de eliminarlo por todos los medios.

Lobo.
(c) Javier Bernal Corral.

No podemos bajo ningún concepto interpretar como malo o bueno lo que hicieron nuestros abuelos desde la perspectiva actual puesto que en otros tiempos, las cosas se veían de una manera distinta y si algo no servía y causaba daños, había que eliminarlo.
¿Qué pensarían nuestros abuelos si con un rebaño de 70 u 80 cabras tenían que mantener a 10 ó 12 criaturas y veían como cada día el lobo mataba alguna cabra o algún cabrito?

Cabrero con las cabras.
Guijo de Santa Bárbara (Cáceres).
(c) Alonso de la Calle Hidalgo.

Hoy en día, sabemos valorar la importancia de todas las especies y reconocer el puesto que ocupan en los ecosistemas y las cadenas tróficas.
El lobo, es una especie de gran valor medioambiental al ser un superdepredador que controla las poblaciones de herbívoros salvajes que pueden ocasionar daños al medio natural y a las actividades humanas como la agricultura o la ganadería aunque al mismo tiempo esas especies tienen a veces un valor económico para el ser humano al constituir la caza el medio de vida de muchas familias, aunque ese tema le abordaremos en otra ocasión.

Jabalíes.
(c) Silvestre de la Calle García.

Sin embargo, si el lobo actúa también como depredador del ganado hay que controlarlo para reducir el número de ataques y la consiguiente pérdida de rentabilidad de las explotaciones ganaderas, que precisamente no atraviesan por su mejor momento debido a multitud de factores a los que si además se suman los daños ocasionados por el lobo, tendrán muy difícil seguir existiendo.

Vacas Casinas.
Cantabria.
(c) Carlos Fidel Vejo.

Muchos son los que se atreven a decir que si el lobo ataca al ganado, especialmente al manejado de forma extensiva, es porque está mal cuidado y los ganaderos no se preocupan de sus animales.
El ganado extensivo pasa gran parte del tiempo libre en parcelas cercadas o amplios pastizales abiertos de zonas montañosas siendo vigilado diaria o periódicamente por los ganaderos que no pueden permanecer todo el día y toda la noche junto a los animales.

Vacas Pardas de Montaña en un puerto durante el verano.
(c) Ganadería Almirante.

Ya comentamos antes que antaño los ganaderos pasaban largas temporadas o todo el año durmiendo en chozos o rústicos abrigos junto al ganado careciendo de todo tipo de comodidades, algo normal en épocas pasadas pero impensable de nuestros días en estos tiempos en los que se aboga tanto por la conciliación familiar y laboral.
¿Acaso queremos que los hijos de los ganaderos vivan y crezcan alejados de sus padres como los de aquellos pastores del pasado que veían a su padre durante unas breves semanas al año y pasaban 10 u 11 meses sin volver a verlo?

Udane y Oinatz Menoyo Ealo con un chivo.
Zaratamo (Bizkaia)
(c) Ibai Menoyo Aguirre.

Tampoco se puede pretender que, si el ganado pasa el día en el monte con el ganado, lo encierre en naves o lo lleve al pueblo diariamente puesto que, en el primer caso rara vez hay naves en el propio terreno de pastoreo y el segundo puede haber decenas de kilómetros entre los pastizales y las instalaciones más cercanas.
Esto impediría la pervivencia de milenarios sistemas de explotación enormemente beneficios para el ganado, los ganaderos y el medio ambiente como la trashumancia. 
Mantener la cantidad de ganado necesario para abastecer las necesidades del mercado nos llevaría al tema de las famosas macrogranjas de las que, aunque sea algo totalmente opuesto a la ganadería extensiva, hablaremos algún día en este blog.

Caballos pastando.
(c) Hispano-Bretones Sur de Gredos.

El mantenimiento de mastines es una buena solución aunque el coste que supone mantener a estos perros, es realmente elevado y si los ganaderos no reciben ayudas, puede ser complicado mantener el número necesario de perros para defender al ganado.
También se debe comprender que estos perros son animales de trabajo y no mascotas de los ganaderos y la legislación no puede ser igual para unos y otros como muchos pretenden que sea.

Chispa y Erika.
Mastines cuidando las ovejas.
Brozas (Cáceres)
(c) Pilar Domínguez Castellano.

Es frecuente escuchar la frase de el ganado es de los ganaderos y el lobo es de todos, algo absolutamente cierto y que nos permite llegar a las únicas soluciones posibles a este problema: 

- Pago de indemnizaciones
- Caza controlada.

Todos entendemos perfectamente, o así debería ser, que si se tiene un animal y causa daños a las propiedades o los animales de otras personas, debemos satisfacer el daño económico que cause nuestro animal.
Por lo tanto, si el lobo es de todos y causa daños al ganado de los ganaderos, todos debemos hacernos cargo de ese daño y pagarlo. En este caso, la Administración pública es la que debe hacerse cargo de indemnizar, justamente y a la mayor brevedad, el daño causado por los lobos a los ganaderos.

Rebaño de ovejas.
Candeleda (Ávila).
(c) Jesús Carreras Delgado.

La caza controlada del lobo, hoy especie protegida, es absolutamente necesaria.
Hasta hace muy poco tiempo, el lobo era una especie protegida al sur del río Duero donde apenas había ejemplares mientras que el norte de dicho río, era una especie cinegética que se cazaba de manera absolutamente legal y controlada con el único fin de mantener estable la población, tal y como se llevaba haciendo siglos. La relación del lobo y los ganaderos en esta zona era tensa pero mínimamente estable.

Carla Vejo con una vaca Casina.
(c) Carlos Fidel Vejo.

Sin embargo, ante la presión social muchas Comunidades Autónomas, votaron para que se protegiese al lobo. Curiosamente, se trataba de Comunidades sin censo de lobos....
La caza del lobo se prohibió en toda España aumentando ostensiblemente la población del cánido y con ello los ataques al norte del Duero y produciéndose una progresiva expansión de individuos hacia el sur, donde ya había pequeñas poblaciones loberas y se estaban produciendo ataques.
Hoy en día, el lobo es muy abundante al norte del Sistema Central y sigue su expansión hacia el sur.

Yegua con su potrillo.
(c) Hispano-Bretones Sur de Gredos.

Los ataques al ganado al ganado extensivo son cada vez más comunes en toda España debiendo olvidarnos del Duero como límite puesto que se producen en Galicia, Asturias, Cantabria, Euskadi, toda Castilla y León, Extremadura...
Al afectar al ganado extensivo, en muchas ocasiones afectan a razas ganaderas autóctonas, la inmensa mayoría en peligro de extinción, cuya importancia va más allá del valor económico sino que tienen un importantísimo valor genético, histórico, cultural...

Vacas Blancas Cacereñas.
(c) David Bernaldo de Quirós Pablo.


En ocasiones, ciertas razas que no son autóctonas pero que están integradas ya en la ganadería española por llevar muchos años criándose y estar plenamente adaptadas a nuestros medios ganaderos, son explotadas de forma extensiva pero al haberse seleccionado en ambientes donde ya no hay lobos, carecen de miedo al cánido y de cualquier tipo de adaptación o capacidad de defensa frente a él.

Raza Limusina.
(c) Alonso de la Calle Hidalgo.

Al mismo tiempo, el lobo se encuentra con razas autóctonas que en otro tiempo convivieron con él pero que ahora no son capaces de distinguir un feroz lobo de un tierno perro y al verlo, no huyen hasta que es demasiado tarde.
Y mientras que bovinos, equinos e incluso caprinos tienen alguna posibilidad ante el lobo, el ganado ovino es muy sensible a los ataques y más aún teniendo en cuenta que nos encontramos en zonas con grandes fincas pero cercadas.
También hay una especie y raza, intensamente criada en las dehesas y que ya apenas se cría en extensivo en las áreas loberas norteñas pero que es sumamente apetecible y carece de toda defensa frente al lobo: el cerdo Ibérico y sus cruces.

Cerdos en la dehesa.
(c) Alonso de la Calle Hidalgo.

Además de los problemas con el ganado, tema central de este artículo, el lobo puede generar otro tipo de conflictos.
En primer lugar, puede ocasionar desequilibrios en el ecosistema, algo que, a primera vista puede parecer curioso teniendo en cuenta que en otro tiempo era precisamente el que se encargaba de esto de manera natural. Al desaparecer el lobo, ciertas especies proliferaron en exceso y pasaron a convertirse en una auténtica plaga que debió ser controlada mediante la caza.
Con la emigración y los cambios de usos del suelo, la caza de esas especies se convirtió en la única alternativa posible para la subsistencia de muchas familias por lo que la llegada del lobo pone en peligro su medio de vida como hablábamos antes.

Macho de cabra montés.
(c) Silvestre de la Calle García.

Hemos progresado mucho a nivel cultural y ya muchos de nosotros viven en grandes ciudades donde no se produce nada por lo que, para empezar, hay que llevar hasta allí los alimentos desde el campo y posteriormente eliminar todos los residuos generados.
Tanto para eso como para desplazarnos, utilizamos vías de comunicación como carreteras, autovías y vías férreas.
Para recorrer España, el lobo tiene que hacer frente a esto también. En primer lugar, muchos lobos ante la falta de alimento, se ven obligados a alimentarse de nuestros desechos arrojados en vertederos o de las ratas que en ellos habitan lo que supone un riesgo para su salud.
En las carreteras y los lobos, pueden sufrir y provocar accidentes con el consiguiente problema para ellos como para el ser humano.
Al acercarse a nuestros pueblos, el lobo puede conocer también unas presas sumamente atrayentes para él: nuestros perros y gatos.

Vacas cruzando un carretera.
Ramacastañas (Ávila).
(c) Silvestre de la Calle García.

Para evitar los problemas, muchos hablan de reubicar a los lobos en regiones donde no entren en contacto ni con el nombre ni con el ganado, algo verdaderamente complicado en España salvo en grandes espacios naturales protegidos en los que, ciertamente al principio, el lobo estaría en el paraíso pero de donde antes o después tendrían que salir y donde tendrían que entrar nuevos ejemplares para mantener la salud genética de la población por lo que no sería una solución porque los lobos se convertirían en "perros salvajes" controlados por el hombre.

Parque Nacional de Doñana (Huelva).
(c) Silvestre de la Calle García.

Debemos por lo tanto encontrar el término medio y satisfactorio para todos, garantizando la supervivencia del lobo pero al mismo tiempo la supervivencia de los ganaderos.
El lobo es una especie de gran valor ecológico que debe seguir ahí pero los ganaderos deben seguir también ahí porque gracias a ellos se mantiene la propia naturaleza y son los encargados de mantener vivos los pueblos y su cultura además de mantener a toda la sociedad pues sin agricultura y ganadería la mesa estará vacía.

Vacas Casinas en Potes (Cantabria)
(c) Miguel Alba Vegas.


NOTA FINAL DEL AUTOR.
Comprendo que este es un tema muy complicado y difícil de entender a veces pero hay que saber mirar al lobo desde los dos puntos de vista mencionados al comienzo del presente artículo.
En mi caso concreto, tengo que decir que soy nieto de ganaderos que con sus cabras, ovejas y vacas convivieron día a día con el lobo y les escuché muchas veces hablar de este animal y de los daños que causaba a la cabaña ganadera de todos los vecinos de mi pueblo, Guijo de Santa Bárbara (Cáceres), donde los últimos lobos aullaron a comienzos de la década de los 60 del pasado siglos pero que, posiblemente aparezcan nuevamente dentro de muy poco...

Mis abuelos.
Antonio Leandro de la Calle Jiménez y Juan García García.
(c) Alonso de la Calle Hidalgo.

Por lo que a mí respecta, soy Técnico de Grado Superior en Gestión y Organización de los Recursos Naturales y Paisajísticos y reconozco que el lobo es una especie de gran importancia en los ecosistemas ibéricos y que merece, como cualquier otra especie, ser conservada pero manteniendo siempre la población dentro de unos límites que permitan conjugar la conservación y el aprovechamiento de recursos naturales como la caza o los pastos por parte del ganado doméstico.

Cabras Veratas en pastoreo.
Al fondo, El Almanzor.
Candeleda (Ávila)
(c) Silvestre de la Calle García.

A todo esto se suma que, como escritor de EL CUADERNO DE SILVESTRE tengo relación y amistad con ganaderos de toda España, muchos de los cuales viven día a día en contacto con el lobo y saben perfectamente que la convivencia es muy difícil pues ven como día tras días pierden cabezas de ganado sin poder hacer nada, viendo en ocasiones al depredador pasear tranquilamente y a plena luz del día cerca de las naves en las que encierran a su ganado o en los prados y puertos donde los animales pastan.

Vacas Tudancas.
Caloca (Cantabria)
(c) Carlos Fidel Vejo.

Queridos lectores:
A mí siempre me gusta terminar cualquier artículo dedicado al lobo con una frase de Félix Rodríguez de la Fuente: QUE EL LOBO VIVA DONDE PUEDA Y DEBA VIVIR.
Todos tenemos derecho a vivir pero debemos buscar un término medio para que la convivencia sea mínimamente pacífica entre EL LOBO Y LOS GANADEROS.

Vaca Casina.
(c) Carlos Fidel Vejo.

Fdo: Silvestre de la Calle García.
Técnico Forestal.

Bibliografía y fuentes consultadas y recomendadas.
El lector que lo desee, puede encontrar multitud de libros, algunos muy buenos, sobre el lobo. Particularmente, recomiendo un libro que compré hace unas semanas y que me ha parecido sublime:
- Tallegón Sevillano, Javier (2021) CARQUEISA FLORIDA, LOBA PARIDA. 


ARTÍCULOS DE INTERÉS:
En EL CUADERNO DE SILVESTRE se han publicado varios artículos sobre el lobo, recomendando al lector que lo desee, consultar los siguientes:

EL LOBO. CAZA Y CONSERVACIÓN.

LOBOS, GANADEROS Y MASTINES.

EL PROTECTOR DEL GANADO (SAN ANTONIO DE PADUA).

2 comentarios:

  1. Tienes toda la razón, una de las razones, son los insecticidas, que se han cargado toda clase de insectos, estos a su vez era alimentos para roedores, saltamontes, aves, insectívoras, había una forma natural de subsistencia de toda fauna y flora; que dicho de paso, los insecticidas no defienden a las plantas, ellas crean defensas para defenderse de los depredadores.

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  2. La naturaleza tiene que estar en equilibrio, toda planta y animal (ya sea, insecto o microscópico) es necesario, no sabemos la desaparición de un insecto las causas que pueden acarrear

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