LA CABRA MONTÉS IBÉRICA
La cabra montés ibérica es uno de los grandes emblemas de nuestra fauna.
Mamífero de tamaño medio y gran dimorfismo sexual cuya característica más distintiva son los enormes cuernos de los machos, habitó antaño en todas las zonas montañosas de la península Ibérica y tras extinguirse en muchas de esas zonas, va poco a poco recuperando sus poblaciones de manera natural y gracias a la ayuda humana.
Cabra montés ibérica.
(c) Alonso de la Calle Hidalgo.
La cabra montés ibérica, conocida también popularmente como cabra montesa, cabra hispánica o simplemente como cabra montés, es un mamífero del orden de los artiodáctilos como los jabalíes o los ciervos, a la familia de los bóvidos como las vacas o los bisontes, y a la subfamilia de los caprinos como las cabras domésticas o las ovejas.
Se trata de un mamífero de tamaño medio con una longitud de cabeza y tronco de 110 a 150 cm más 12-13 cm de la cola y una alzada a la cruz que oscila entre los 60 y los 77 cm. El peso vivo varía entre los 30-45 kg de las hembras y los 80-90 de los machos, que pueden alcanzar hasta 110 kg.
La característica más significativa son los cuernos. En la hembra no suelen superar los 15-20 cm y están ligeramente curvados hacia atrás pero en el caso de los machos adquieren un gran desarrollo con una longitud superior a los 70 cm y pudiendo superar el metro y un grosor en la base que en ocasiones supera los 25 cm. Presentan formas diversas desde la típica lira de los machos de Gredos a los cuernos en arco y abiertos propios de los machos del Sur y Levante.
Los cuernos, permanentes como los de otros bóvidos, se encuentran divididos en secciones o medrones correspondientes a un año de vida ya que durante el invierno el crecimiento del cuerno se ralentiza para volver a crecer en primavera. De esta forma, puede conocerse la edad del animal y el estado fisiológico de cada año hasta el punto de poder establecer en el caso de las hembras los años en los que han parido y destetado cabritos.
La morfología del animal es la propia de un herbívoro adaptado a la marcha en terrenos escarpados.
El tercio anterior, especialmente en los machos, está mucho más desarrollado que el posterior. Las extremidades son relativamente cortas y fuertes, terminando en pezuñas muy duras que tienen en la parte inferior una especie de almohadillas que permiten el perfecto agarre cuando el animal transita por zonas rocosas de fuerte pendiente.
El pelaje de las hembras es de color pardo claro mientras que los machos presentan un pelaje de colorido más complejo con variación del color de fondo entre el pardo claro y el pardo rojizo y manchas negras en los flancos, el espinazo, las extremidades y la cabeza de extensión variable según la subespecie siendo el pelaje de verano más corto, fino y claro que el de invierno en el caso de los machos y variando poco en el caso de las hembras.
Vemos por lo tanto, que la cabra montés ibérica es un animal con un acusadísimo dimorfismo sexual al ser las hembras mucho más pequeñas, de cuernos más cortos y de pelaje más claro y simple que los machos.
La esperanza de vida oscila entre los 12-15 años de los machos y los 15-20 de las hembras, cifras que pueden superarse.
Estos animales apenas cuentan con enemigos naturales salvo el lobo en el caso de los adultos y el águila real en el caso de los cabritos.
Sufren sin embargo ciertas enfermedades como la sarna que pueden llegar a diezmar las poblaciones.
Al habitar en zonas montañosas y de clima hostil, pueden sufrir accidentes como caídas mortales o ser víctimas del frío en el caso de los cabritos y de las avalanchas en años de mucha nieve.
Científicamente hablando, la cabra montés ibérica es conocida como Capra pyrenaica habiéndose descrito 4 subespecies, 2 de ellas extinguidas, aunque esto genera cierta controversia entre los zoólogos.
Dichas subespecies son, eran en el caso de las extintas, las siguientes:
- Capra pyrenaica pyrenaica. Conocida popularmente como bucardo (derivado de la palabra buco o macho cabrío) habitaba en Los Pirineos franceses y españoles aunque en el siglo XIX ya únicamente sobrevivía en la vertiente española, extinguiéndose en el Parque Nacional de Ordesa en el año 2000. Años más tarde, se consiguió clonar a esta subespecie, naciendo un cabritillo que falleció a los pocos minutos de nacer, por lo que el bucardo se "desextinguió" para volver a extinguirse...
Se caracterizaba por su gran tamaño y fortaleza, pelaje muy oscuro en el caso de los machos, pardo en las hembras, y cuernos grandes, gruesos y en forma de lira.
- Capra pyrenaica lusitanica. Conocida como mueyu (al parecer por el sonido emitido por los machos) habitaba en la Cordillera Cantábrica, Macizo Galaico, Montes de León y zonas montañosas del norte de Portugal. El último ejemplar del que se tiene constancia murió en la Serra de Gerês, en Portugal, en 1892.
Se caracterizaba por su gran alzada, pelaje pardo sin apenas manchas en los machos y pardo en las hembras y cuernos cortos y poco curvados.
- Capra pyrenaica hispanica. Habita en las zonas montañosas del sur y levante peninsular desde Cádiz a Cataluña.
Se caracteriza por su tamaño ligeramente menor, pelaje pardo rojizo con manchas negras en la parte baja del tronco, el espinazo y las extremidades y pardo en las hembras, y cuernos de tamaño grande y bastante curvados en formas típicamente arqueadas o extendidas.
- Capra pyrenaica victoriae. Es la cabra montés típica de la Sierra de Gredos aunque en otro tiempo habitó todas las montañas centrales de la península Ibérica desde la Sierra de la Estrella por el oeste hasta las montañas del sur de Soria por el este. Actualmente está ampliamente extendida gracias a las repoblaciones cinegéticas.
Se caracteriza por su tamaño medio a grande, pelaje pardo con manchas negras que a veces dan lugar a ejemplares muy oscuros en el caso de los machos y pardo en las hembras.
La cabra montés ibérica habita en regiones montañosas generalmente por encima del límite arbóreo aunque si no es molestada y no siente presión humana, puede vivir en todo tipo de ambientes desde zonas boscosas de montaña con claros y roquedos hasta acantilados a la orilla del mar.
En invierno, suelen ocupar las zonas de media y baja montaña mientras que en verano ascienden a los pastizales más altos en busca de comida, agua y refugio frente a los insectos.
La alimentación de la especie es totalmente herbívora alimentándose de pastos y ramoneando los distintos arbustos e incluso árboles de las zonas en las que habita, aprovechando también frutos como la bellota de los encinares y robledales montanos. Siente especial predilección por los brotes tiernos de arbustos como el piorno, la escoba o el brezo y por la vaina de piornos y escobas.
El comportamiento de la cabra montés ibérica es similar al de otros bóvidos sociales formando grandes rebaños de machos adultos por un lado y hembras con las crías del año y machos jóvenes de hasta 2-3 años de edad por otro. Los machos viejos ocasionalmente son solitarios.
Machos adultos.
(c) Alonso de la Calle Hidalgo.
Los rebaños únicamente se unen en la época de celo que tiene lugar entre septiembre-octubre en las sierras del sur peninsular y noviembre-diciembre en las del centro y norte.
Los machos adultos entablan grandes luchas por el control de las hembras en celo aunque estas espectaculares peleas no suelen tener consecuencias mortales.
El apareamiento o cubrición es sumamente rápido pero nunca se producirá hasta que la hembra lo permita esperando a veces el macho pacientemente durante horas sin separarse de la hembra lo que hace que durante varias semanas estos animales apenas coman y bajen ostensiblemente de peso por lo que es importante una buena alimentación previa de cara a este periodo.
Pasada la época de celo, machos y hembras retoman su vida separada hasta la siguiente época de celo.
Tras alrededor de 5 meses de gestación, las hembras se apartan del rebaño para parir. Generalmente nace un sólo cabrito aunque ocasionalmente se producen partos dobles especialmente cuando las cabras son ya adultas y están bien alimentadas.
Cabra con su cabrito recién nacido.
(c) Alonso de la Calle Hidalgo.
Los cabritos son capaces de seguir a la madre a los pocos minutos de nacer y a los pocos días ya corren velozmente, incorporándose madre e hijo al rebaño.
Aunque muy ágiles desde los primeros días de vida, los cabritos no se alejan mucho de sus madres ya que pueden ser presa fácil de depredadores como el águila real.
La alimentación de los cabritos se base en la leche materna durante 5-6 meses aunque ya a las pocas semanas son capaces de ingerir alimento sólido. Las hembras permanecerán toda la vida en el rebaño familiar mientras que los machos se separarán al cumplir los 2 ó 3 años.
La distribución de la cabra montés ibérica abarcaba en el pasado, como ya dijimos, casi todas las montañas ibéricas pero la caza indiscriminada, ciertas enfermedades como la sarna y la alteración de su hábitat llevaron a la especie al borde de la extinción. Durante siglos, la cabra montés ibérica fue cazada por su carne, su piel e incluso por los bezoares o cálculos de su estómago y por la sangre y ciertas vísceras, considerándose los primeros un valioso amuleto contra toda clase de males y las sangre y vísceras como eficaces remedios para diversas enfermedades.
Ya a principios del siglo XX se comenzaron a crear espacios protegidos como el Coto Real de Gredos o el Parque Nacional de Ordesa para tratar de preservar las poblaciones de la especie. En Gredos, donde se decía que en 1905 no quedaban más de una docena de individuos, la especie se salvó en el transcurso de pocos años pero en Ordesa, la mala gestión llevada a cabo ocasionó la extinción del mítico bucardo.
Desde los años 70 del siglo XX, se han realizado numerosas reintroducciones y hoy la cabra montés habita en numerosas sierras del sur peninsular, Gredos, Batuecas, La Pedriza, Beceite, Riaño, Montes do Invernadeiro, Pirineos... por lo que puede decirse que la especie está totalmente fuera de peligro.
Está catalogada especie cinegética siendo considerados los grandes machos como uno de los trofeos más valiosos del mundo. Su caza, realizada mediante la modalidad de rececho, es una de las más duras y difíciles que existen dado el carácter esquivo de la especie y el hábitat montañoso en el que vive.
La caza de la especie está estrictamente controlada y regulada, cazándose sólo los ejemplares más viejos o enfermos y respetando a los ejemplares jóvenes para que puedan reproducirse y perpetuar así la especie.
Macho adulto.
(c) Alonso de la Calle Hidalgo.
Pero el valor de la cabra montés ibérica va mucho más allá del de ser una simple pieza cinegética puesto que constituye un auténtico tesoro de nuestra fauna tanto del punto de vista genético como biológico al ser una especie herbívora de montaña que es capaz de habitar en regiones donde otros animales no pueden hacerlo contribuyendo así al control de la vegetación además de formar parte de la cadena trófica y también embelleciendo aún más el paisaje de esas montañas en las que habita.
Por tanto, la cabra montés ibérica es un auténtico tesoro que debemos conservar entre todos para que nuestras montañas no pierdan nunca a uno de sus más altivos habitantes.
Macho adulto.
(c) Alonso de la Calle Hidalgo.
Es preciso señalar antes de finalizar este artículo, que la cabra montés ibérica no es el antepasado de las cabras domésticas (Capra hircus) la cual deriva de la cabra de bezoar (Capra aegagrus) que aún habita en las montañas del suroeste de Asia. No obstante, al ser especies el mismo género pueden llegar a hibridarse aunque no es habitual.
El autor con una chiva posiblemente híbrida de cabra doméstica y macho montés ibérico.
(c) Alonso de la Calle Hidalgo.
Nota final del autor.
Puede interesar a los lectores consultar el artículo que lleva por título LA CABRA MONTÉS DE GREDOS, que fue publicado en este mismo blog el 24 de febrero de 2021 siendo uno de los primeros artículos y uno de los que ha recibido mayor número de visualizaciones hasta la fecha.
Fdo: Silvestre de la Calle García.
Técnico forestal.
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