miércoles, 10 de febrero de 2021

EL LOBO. CAZA Y CONSERVACIÓN

El lobo ibérico es una de las especies más emblemáticas de la fauna ibérica y europea.
Amado por unos y odiado por otros, entorno a él surgen multitud de disputas pues mientras que unos quieren protegerlo a toda costa sin reparar el daños que puede ocasionar, otros le consideran una alimaña a la que se debe exterminar por todos los medios.
Trataremos aquí de explicar la situación del lobo.

Lobo ibérico.
(C)Leticia Pato Martín.

El lobo (Canis lupus) es un mamífero carnívoro perteneciente a la familia de los cánidos, a la que también pertenecen el perro doméstico o el zorro. De tamaño mediano, aunque variable dependiendo del sexo y de la subespecie, su área de distribución natural abarcaba toda Europa, gran parte de Asia y toda América del Norte, estando presente en una amplia variedad de ecosistemas, desde las tierras heladas del norte a los desiertos de Arabia. Actualmente ha desaparecido de buena parte de su área de distribución debido a la actividad humana.
En España, habita la subespecie ibérica, conocida científicamente como Canis lupus signatus, nombre debido a las listas negras que presenta en las patas anteriores. El lobo ibérico presenta un tamaño medio dentro de la especie. Rara vez supera el macho los 50 kilogramos, mientras que la hembra no llega a los 40.



Hasta el siglo XIX, se le encontraba por toda la Península pero poco a poco su población fue quedando relegada al noroeste de España y al norte de Portugal, con poblaciones aisladas en otras sierras ibéricas. Sin embargo, actualmente se encuentra en plena expansión y se extiende rápidamente hacia el sur y el este de la Península.
El lobo es un carnívoro especializado en cazar mamíferos de mediano y gran tamaño aunque si escasean estos animales, no duda en alimentarse de pequeños mamíferos como conejos y ratones e incluso de insectos. También aprovecha los frutos de diversos árboles y arbustos, así como la carroña y los desperdicios humanos en los basureros.
En zonas con importante cabaña ganadera, los animales domésticos constituyen parte muy importante de su dieta, lo que genera grandes pérdidas económicas y consiguientes problemas entre quienes quieren proteger al lobo a toda costa y el ganadero que trata de sobrevivir con lo que produce su ganado.





Analicemos esta situación detenidamente.
La relación del Hombre con el lobo, se remonta miles de años atrás. Durante mucho tiempo, ambas especies competían por el hábitat y por la caza. El Hombre se dio pronto cuenta de que podía aprovechar las dotes cazadoras del lobo esperando que éste cazase las presas para luego ahuyentarle y aprovechar la presa cazada.
Poco a poco, el Hombre fue compartiendo la presa con el lobo y ambos resultaban beneficiados. El Hombre protegía a una manada de lobos de los demás depredadores y compartía con él las presas cazadas entre ambos. Ese fue el germen que dio como resultado la domesticación paulatina del lobo y la aparición del perro doméstico.
Con el paso de los milenios, el hombre fue domesticando diversos herbívoros que constituían presas habituales del lobo y otros animales como leones o leopardos. Ahora, los perros tenían que defender a estos animales domésticos del ataque de sus predecesores los lobos salvajes. Comienza así, una relación de persecución del lobo que dura hasta nuestros días.

Ovejas pastando en la montaña protegidas por el perro.
(C Miguel Alba.

Durante siglos, los ganaderos se valían para defender a los animales del ataque del lobo de grandes perros como los mastines, provistos de collares especiales de hierro denominados "carlancas". Aún así, los rebaños debían estar permanentemente vigilados por el pastor.
En la época de la Mesta, cuando la ganadería española trashumante estaba en su máximo apogeo, lobos y osos atacaban con frecuencia a los rebaños de valiosas ovejas Merinas, ocasionando grandes pérdidas. Para ello, se tenían mastines, considerándose que eran necesarios 5 ó 6 mastines para proteger un rebaño de 1000-1200 ovejas que eran los usuales en la época. Los mastines no son perros fáciles de mantener. Comían 1 kilo diario de pan de centeno remojado en leche o suero y además se les daba "chicharro", desperdicio obtenido en las seberías donde se derretían el sebo y la manteca para su posterior aprovechamiento culinario e industrial. 

    La Mesta desapareció en 1836 pero la ganadería siguió adelante aunque sufriendo siempre constantes ataques. Por ello, durante la segunda mitad del siglo XIX y la primera del XX, se llevó a cabo una sistemática eliminación del lobo de muchos territorios. Esto trajo consigo una mejora de las condiciones de vida tanto para el ganado que no sufría ni los ataques del lobo ni el continuo estrés por tener que estar siempre alerta, como para el ganadero que ya no tenía que estar permanentemente con el ganado en el campo día y noche.
Hasta ese momento, las explotaciones ganaderas de todas las especies domésticas ibéricas, eran de pequeño tamaño dado que el ganado tenía que ser vigilado de día y encerrado de noche. No se podían muchas veces construir corrales para alojar al ganado durante la noche o no se podían realizar largos recorridos entre los pastaderos y los pueblos, lo que obligaba al ganadero a dormir junto al ganado en rústicos albergues como chozas, "chozuelos" (chozos portátiles) o mamparas (especie de caseta de madera portátil). La vida del ganadero era muy dura porque tenía que vivir alejado de su mujer y de sus hijos. 
Pero al desaparecer el lobo y aparecer las cercas de alambre en muchas fincas, el ganado podía permanecer solo y ser vigilado con menos frecuencia, lo que facilitaba y rentabilizaba su explotación. Además, se podían tener más animales y por lo tanto los ingresos eran mayores.

Había que pasar muchas noches durmiendo en la mampara al lado del rebaño para protegerlo del lobo.
(C) Alonso de la Calle Hidalgo.

Llegamos así a la situación actual. España es un país con una gran riqueza ganadera y en el que aún tienen gran importancia la ganadería extensiva y trashumante, poniendo en valor amplias zonas de nuestros montes que, de otro modo, no tendrían aprovechamiento alguno. 
El lobo ha seguido habitando en el cuadrante noroccidental de la Península manteniendo la mejor población de la especie en Europa occidental. Dado que es un superdepredador que apenas tiene enemigos naturales, desde hace varias décadas, su población se ha controlado mediante la caza realizada de manera absolutamente controlada. Asimismo, se pagaban indemnizaciones al ganadero que perdía animales por ataques de los lobos. Hasta aquí todo iba más o menos bien.

Al norte del río Duero,  la caza del lobo ha sido legal y permitía controlar a la especie aunque poco a poco y debido al masivo éxodo rural y al abandono de la actividad ganadera en muchas zonas por la falta de competitividad de las explotaciones y del bajo precio percibido por el ganadero al comercializar sus productos, extensas zonas de monte han ido quedando abandonadas y el lobo ha ido poco a poco extendiéndose hacia el sur. En el centro de Castilla y León, hay muchísimo ganado pero permanece en su mayor parte estabulado o semiestabulado, lo que facilita su manejo y dificulta al lobo depredar sobre él.
Sin embargo, el sur de Castilla y León cuenta con un importantísimo censo de ganado extensivo que en provincias como Ávila o Salamanca es la base de la economía de gran número de municipios y permite subsistir a muchísimas familias. La aparición del lobo en estas zonas tras casi medio siglo de ausencia, está causando verdaderos estragos.
El aumento de población lobera en zonas del norte, como por ejemplo en los Picos de Europa, también está causando grandes pérdidas en la ganadería extensiva.

¿Cuál es la solución entonces para intentar conservar al lobo en estas regiones ganaderas? 

Se trata de un asunto muy complejo que, en la mayoría de los casos, es prácticamente inviable.

En primer lugar, haya mucho o poco ganado en una zona, si se producen ataques de lobos, los ganaderos tienen que recibir indemnizaciones a la mayor brevedad y estudiarse realmente la cantidad que debe percibir el ganadero. Lo que cuenta no es el valor monetario del animal en el momento de la muerte, sino lo que el ganadero hubiese obtenido con el animal si se trata de una res joven a lo largo de su vida futura.
No es lo mismo perder una novilla de 2 años que una vaca de 10 años. En el primer caso, el ganadero se queda sin un animal que aún no ha producido pero que ya ha generado una serie de gastos de mantenimiento que no se amortizarán y se perderá la posibilidad de recibir beneficios de ese animal durante 10 ó 12 años de vida productiva. En el segundo caso, aunque a ese animal le quede ya poco por producir, el ganadero pierde una parte importante de su vida.

 
Ternera parcialmente devorada por los lobos. Perder un animal tan joven supone poco dinero pero ya no se sabrá cuál hubiese sido su rendimiento en sus 14 ó 15 años de vida.
(C) Foto: Juan Manuel Yuste.

Además de los ataques directos que terminen en muerte, deben valorarse las situaciones que genera un ataque en el resto de los animales: estrés, golpes o fracturas al correr para huir, abortos, merma de la producción lechera....

En áreas donde el lobo ha desaparecido hace décadas, el ganado ha perdido el miedo a este animal. Cuando las vacas o las ovejas ven un lobo, piensan que es un simple perro y no huyen lo que hace que cuando empiece el ataque, ya la huida sea imposible.
Además, el ganado mayor permanece largas temporadas en libertad vigilado periódicamente por los ganaderos que no están todo el tiempo con el ganado.
Las ovejas y cabras suelen ir acompañadas por el pastor pero cuando se trata de grandes rebaños que van pastando extendidos, es muy difícil poder controlar a todo el ganado. Sin embargo, en muchas zonas de España, existen rebaños de caprino extensivo que no son sometidos a ordeño y que tradicionalmente se mantenían libres, cosa que ya no puede hacerse ante el aumento de la población de lobos.

Argumentan algunos que la solución sería construir naves y albergues para encerrar al ganado durante la noche pero esto no siempre es posible porque en la mayoría de los casos, el ganadero no utiliza pastos propios sino arrendados. El ganadero no dispone en muchas ocasiones del suficiente dinero para la construcción de tales infraestructuras.
El ganado no puede encerrarse sobre cualquier tipo de suelo. Necesita una buena cama de paja o de otra materia, que hay que adquirir generalmente fuera de la explotación e incrementa los costes de producción y el trabajo al tener que renovarla cada cierto tiempo y tener que sacar el estiércol generado en la nave.
Además, muchas veces el ganadero intenta construir una nave y se encuentra con un sinfín de trabas burocráticas.

En el caso de ovejas y cabras, es relativamente fácil encerrarlas en naves cada noche pero en el caso de vacas y caballos, la cosa se complica grandemente sobre todo cuando en verano permanecen en pastizales de altura situados a varios kilómetros de los pueblos.

Hay que tener en cuenta que la estabulación nocturna de ciertas razas como el Toro de Lidia, es absolutamente imposible y lo mismo puede decirse de otras razas de cría extensiva.

El mastín, ciertamente es una gran ayuda para defender al ganado del lobo pero es necesario mantener varios ejemplares juntos para que sean verdaderamente eficaces. Hay que tener en cuenta que los mastines no generan ningún beneficio económico y que su mantenimiento es bastante costoso dado su gran tamaño.

El mastín español es un excelente perro para defender al ganado de los lobos, pero su gran tamaño hace que no sea barato de mantener. Además, se les suele castrar para que en época de celo no abandonen el rebaño por lo que ya su "producción" económica es absolutamente nula.
(C) Alonso de la Calle Hidalgo.


Coincide además, que el lobo habita con mayor intensidad en zonas montañosas donde se han refugiado también ciertas razas autóctonas en grave peligro de extinción que se han visto obligadas a sobrevivir en esas zonas inhóspitas ante el avance de razas más especializadas y productivas que han ido ocupando las zonas bajas.
Dichas razas, se explotan de manera plenamente extensiva para que su rentabilidad sea al menos aceptable y si la población de lobos aumenta y tiene que modificarse el sistema de explotación, muchas ganaderías desaparecerán por falta de rentabilidad ante el aumento de costes.

Se habla también del tema de poder dejar los cadáveres del ganado en el campo para que el lobo y otros carnívoros puedan alimentarse. Siempre que los animales no mueran de enfermedad infecciosa, sería una buena medida que en parte paliaría el problema aunque no del todo.

Como vemos, combinar la ganadería extensiva con la conservación del lobo es complicada. Si aún así quiere intentarse, la Administración debe implicarse seriamente y realizar estudios detallados en el campo y no desde un despacho sin tener en cuenta la opinión del ganadero.

Por supuesto, debe valorarse la cantidad máxima de lobos que pueden vivir en una zona determinada sin causar excesivos daños al ganadero y sin suponer un peligro para el tráfico en las carreteras. Y para regular eso, el único método efectivo es la caza controlada.

Si se prohíbe la caza controlada del lobo para que esté presente pero no llegue a desaparecer, el ganadero ante el aumento desmesurado de la población de lobos y el consiguiente aumento de ataques, se tomará la justicia por su mano y volveremos a los tiempos de la caza furtiva, las trampas y los venenos que acababan con todos los carnívoros y rapaces de la zona por lo que el supuesto "remedio" sería peor que la enfermedad.

Donde hay lobos, cabras y ovejas están en constante peligro. No se las puede dejar solas en el campo pero ¿y si hay que viajar para realizar trámites burocráticos o realizar cualquier otra tarea en la explotación? ¿Se deja al ganado cerrado comiendo pienso?
(C)  Miguel Alba.


No podemos pretender que los ganaderos de hoy lleven la penosa vida que tuvieron que llevar nuestros abuelos. Escribo esto con pleno conocimiento de causa pues mis abuelos Juan García García (1927-2012) y Antonio Leandro de la Calle Jiménez (n.1924) fueron ganaderos de caprino, ovino y vacuno y sufrieron no pocas pérdidas a causa del lobo, teniendo que dormir muchas noches en el campo y en la sierra junto al ganado mientras sus mujeres y sus hijos estaban en el pueblo.

Otros muchos ganaderos de Guijo de Santa Bárbara contaban los ataques sufridos por el lobo. 
Tío Crisantos Sánchez Vicente "El Zorrita" (1908-2010) contaba numerosas anécdotas que le ocurrieron con los lobos cuando era cabrero. Desde niño, con 8 ó 9 años, había estado en la sierra guardando cabras y sabía muy bien lo que eran los ataques de los lobos. Durante el verano, cuando los cachorros ya empezaban a cazar con los padres y además en la época en la que las cabras dormían al raso en los majales de la sierra, era cuando tenían lugar los mayores ataques y ni de noche podía estar uno tranquilo porque los lobos se acercaban a los majales y había que salir de la choza para espantarlos.

Tío Primitivo Torralvo García "Pivo" (1927-2020) conocía bien los ataques de los lobos. Aseguraba este viejo cabrero que no hay animal más listo que el lobo y que sabía bien la época del año en la que era más fácil atacar a las piaras, como por ejemplo cuando empezaban a salir las chivas al campo con las cabras adultas y aún no conocían el peligro que suponía el lobo. No se podía quitar el ojo a las cabras por si se veía algo raro, señal de que el lobo estaba cerca. Por ello no se podían tener muchas cabras para controlarlas bien y eso hacía que se sacase poco dinero de ellas por lo que la vida era muy dura.


Tía Nicolasa Sánchez García (1922-2012) contaba que animal que se quedaba en la sierra por la noche, animal que acababa en la boca del lobo. Hasta en los prados de las zonas bajas podía atacar el lobo en el invierno. Las cabras y las ovejas eran las que más ataques sufrían pero las vacas y las bestias no se libraban. No se podía vivir tranquilos con los lobos en la sierra.
¿Acaso podemos pretender esto cuando se lucha tanto actualmente por la conciliación entre vida laboral y familiar? ¿O tendrán los ganaderos que contratar varios pastores y establecer turnos de 8 horas para la constante vigilancia del ganado? ¿Qué margen de beneficios le quedaría entonces al pequeño ganadero que posee 50 vacas o un centenar de cabras?

La vida del cabrero en las tierras donde había lobos, era muy dura. En la foto, las cabras de Jacinto Torralvo en la choza de La Nava. Guijo de Santa Bárbara.
(C) Alonso de la Calle Hidalgo.

Todo lo dicho hasta ahora, es extensible a las fincas cinegéticas y a las Reservas de Caza donde se mantienen especies de gran valor natural y cinegético como la cabra montés o el rebeco. Estos espacios, muchas veces conjugan la actividad cinegética con la ganadería.
Si en ellos se quiere conservar al lobo, debe mantenerse como una especie cinegética más sujeta a un aprovechamiento cinegético que permita su control para que el resto de especies no resulten afectadas y tampoco el ganadero sufra continuas pérdidas.
Aunque esto es complicado de conseguir, en España hay zonas como la Sierra de la Culebra (Zamora) donde se compaginan la caza, la ganadería extensiva y la conservación del lobo que, eso sí, hasta ahora era también especie cinegética y su población se veía controlada adecuadamente para que el sistema funcionase.


Leyendo esto que hasta ahora he escrito, muchos pensaréis que estoy en contra del lobo. Pues no. 
Defiendo plenamente ambas medidas: La conservación del lobo y la caza del lobo.

El lobo es una especie de gran valor ecológico y medioambiental que merece ser conservada para el futuro pero no a cualquier precio ni en cualquier zona.
Contamos en España con amplísimas zonas prácticamente despobladas y en las que la ganadería ha desaparecido totalmente. Vienen a coincidir estas áreas con los grandes Parques Nacionales, salvo excepciones, pues algunos de estos espacios tienen una importante cabaña ganadera como Picos de Europa.
Es precisamente en esas regiones que ya cuentan con figuras de protección o que aún no cuentan con ellas pero deberían tenerlas, en las que se deben llevar a cabo medidas para la conservación o reintroducción tanto del lobo como de sus presas naturales. 
Este tipo de proyecto, conocido en inglés como Rewilding, consiste en devolver las características naturales a una zona determinada, realizando mejoras de hábitat, repoblaciones forestales con especies autóctonas, reintroducción de especies animales extinguidas...
Una vez conseguido esto, la actividad del Hombre en esas regiones ha de ser mínima. El lobo controlaría la población de herbívoros salvajes y de esa forma toda la cadena trófica estaría compensada.

Lobo en Cabárceno.
(C)Leticia Pato Martín.

Podríamos hablar en este caso de la creación de "safaris" que ocupasen grandes áreas infrautilizadas de nuestros montes. En dichos "safaris" podría llegar a compatibilizarse la conservación de las especies con la caza controlada de todas las especies cinegéticas que habitasen en la zona, incluso el lobo, destinando los beneficios a la mejora del ecosistema y a la conservación de las mismas especies, aunque lo deseable en tales casos sería la nula intervención del Hombre para que los mecanismos naturales regulasen las poblaciones de los distintos animales.

Lo ideal es que se tratase de áreas amplias con muchas hectáreas de superficie para que los animales pudiesen llevar una vida lo más acorde posible con el estado salvaje. Deberían ser áreas cercadas para evitar daños por parte de los animales que las habitasen a terrenos vecinos aunque cuando se tratase de áreas muy alejadas de zonas de aprovechamiento humano, podría estar abiertas pero con el suficiente control para garantizar la seguridad de los animales que viven en ellas como del ganado y los cultivos cercanos.

Proyectos de este tipo ya se están llevando a cabo en ciertas zonas de España y están dando muy buen resultado. Se han creado por ejemplo extensas áreas donde junto a bisontes, "uros" (toros salvajes "prehistóricos") y caballos de przewalski (caballo salvaje), se está pensando introducir además al lobo de forma que se consiga un entorno "natural" reproduciendo en buena medida lo que fue en el pasado.
En esas áreas, el lobo no causa daño alguno y además puede generar ingresos extra al atraer al turismo, lo que permite fijar población en los pueblos cercanos al ser necesaria la creación de puestos de trabajo e infraestructuras en los "safaris" y en la necesidad de poner en marcha alojamientos turísticos y restaurantes para cubrir las necesidades de los turistas, así como la creación de museos y Centros de Interpretación, tiendas de productos típicos y recuerdos y un largo etcétera.

Aún así, se debería vigilar a los lobos y establecer el censo máximo que se puede mantener en cada una de esas áreas en función de la superficie, la cantidad de presas y otros muchos factores.
En caso de superar ese límite, se deberían realizar medidas de control mediante caza selectiva o reubicación para que no abandonasen esas áreas y ocupasen zonas ganaderas.

Así, en las grandes áreas ganaderas, el ganado permanecería seguro mientras que el lobo haría lo propio en estas áreas protegidas.

Con ello, todo el mundo contento.

Imagen que recrea la vida de otros tiempos. No podemos permitir que esto se tenga que repetir. El ganado y el lobo tienen el mismo derecho a vivir pero es mejor que cada uno lo haga en su sitio.
(C)Alonso de la Calle Hidalgo.

Como podéis ver defiendo ambas posturas pero con unas condiciones mínimas, siendo indispensable en todo momento que la ganadería extensiva tradicional no sufra daños.
No es mi intención generar con este artículo polémicas, sino dar mi opinión sobre el tema y animar a que todos opinéis sobre ello.

Fdo: Silvestre de la Calle García.
Técnico forestal.

1 comentario:

  1. maravilloso articulo Silvestre, pero estoy de un pesimismo respecto a esta ¨ley de abolición¨ de la caza del lobo... que me temo que va a ser la puntilla para la ganaderia de nuestro pueblo...

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