domingo, 12 de marzo de 2023

TÍO ANTONIO Y TÍA JOSEFA: GANADEROS, MOLINEROS Y PANADEROS.

Tío Antonio y tía Josefa eran un matrimonio muy emprendedor de Guijo de Santa Bárbara (Cáceres), donde nacieron, vivieron y murieron en el siglo XIX.
Han pasado a la posteridad como "Los Abuelos Viejos", debido a su gran longevidad vital y matrimonial, puesto que él falleció en 1898 a los 88 años y ella en 1896 a los 84, después de 67 largos años de feliz y fructífero matrimonio.
Dedicados fundamentalmente a la ganadería y la agricultura, fueron también propietarios de un molino y una casa-horno o panadería.


La historia común de Antonio Jiménez García (1810-1898) y Josefa Lorencia Santos García (1812-1896) comenzó el 12 de marzo de 1829 cuando contrajeron matrimonio en la Parroquia de Santa Bárbara, actualmente de Nuestra Señora del Socorro, de Guijo de Santa Bárbara.
La ceremonia fue oficiada por el Rvdo. P. Fray Pedro Merchán Vidal, cura ecónomo de la citada parroquia y religioso franciscano del Convento de Santo Domingo de Guzmán de Jarandilla de la Vera, siendo testigo del enlace el sacristán D. José García de Aguilar y Domínguez.

Parroquia de Nuestra Señora del Socorro.
Guijo de Santa Bárbara (Cáceres)
(c) Silvestre de la Calle García.

Era poco usual que dos jóvenes guijeños de aquella época se casasen siendo tan jóvenes, pero la situación atravesada por las familias de Antonio y Josefa motivó la prontitud del enlace.
Antonio era huérfano de padre desde los 12 años y había tenido que hacerse cargo de sus cuatro hermanos y de su madre hasta que ésta contrajo nuevas nupcias en 1826, momento en el que él pasó a hacer cargo de su abuela paterna María Teresa Ovejero Gómez. Antonio era ya a sus 19 años ganadero y trabajaba además como escribiente y secretario municipal por lo que estaba suficientemente preparado para formar su propia familia.

Antonio Jiménez García.
Retrato pintado por Francisco Martín Rivera.

Josefa era la cuarta de 12 hermanos y la mayor de las hermanas. Aunque sus padres no vivían en la pobreza pues disponían de bastantes tierras y ganado, alimentar a tantas bocas era algo realmente complicado por lo que el matrimonio y la consiguiente independencia de una hija suponía un desahogo para la familia y más en este caso puesto que Antonio tenía una posición económica relativamente saneada teniendo en cuenta los estándares de la época.

Josefa Lorencia Santos García.
Retrato pintado por Francisco Martín Rivera.

En Guijo de Santa Bárbara, cuando hombres y mujeres se casaban, pasaban a ser tratados de usted y se les daba el "título" de tío y tía, aunque biológicamente no lo fuesen, seguido del nombre o más habitualmente del mote o apodo.
Esto no ocurría por ejemplo con los solteros, que eran tratados de tú y no se les otorgaba el mencionado "título".

Tío Antonio y tía Josefa en el huerto de su casa.
Guijo de Santa Bárbara. 1870.
(c) Colección Familia De la Calle.

Tío Antonio y tía Josefa se establecieron de manera independiente tras su matrimonio, recibiendo de la abuela María la finca denominada "La Viruela", de 79 áreas de superficie, algo más de 3 huebras que es la medida que se utilizaba entonces en Guijo, y que se encontraba muy cerca del pueblo de Guijo de Santa Bárbara en el lugar que actualmente ocupa la Casa de la Cultura del municipio.
Se trataba de una magnífica finca con olivos, parras y mucho terreno para cultivar patatas, hortalizas, verduras y cereales tanto en secano como en regadío pues la finca se regaba con el cauce de El Toril.

Uvas y patatas.
(c) Alonso de la Calle Hidalgo.

En aquel momento, la principal riqueza del joven matrimonio eran las cabras.
Se trataba de un pequeño rebaño o hatajo de unas 80 hembras reproductoras más los machos y las chivas de renuevo, de lo que entonces se denominaba "cabra del país" y cuyas características eran prácticamente las mismas que las de la actual raza Verata: cabras de perfil ligeramente cóncavo o recto, de proporciones recogidas, de tamaño mediano y cuernos en forma de espiral alargada o de arco.

Cabrero con cabras Veratas.
(c) Alonso de la Calle Hidalgo.

Las cabras proporcionaban leche para la elaboración de queso que se vendía fresco así como cabritos que se vendían a los carniceros locales con 1 ó 2 meses. La venta de queso y cabritos, complementada con la venta de cabras viejas para carne, constituía la principal fuente de ingresos de tío Antonio y tía Josefa.

Cabrito mamando.
(c) Alonso de la Calle Hidalgo.

Además, tenían algunas vacas para labrar la tierra, caballerías para carga y para trillar el cereal, cebaban cerdos para la matanza y tenían gallinas para abastecerse de huevos y pollos.
Los terneros, potros y muletos (mulos pequeños), se vendían al destete generalmente en la feria de El Barco de Ávila (Ávila) o bien se recriaban para venderlos ya más crecidos como novillos para yunta y eralas para reproducción en el caso de los bovinos y los potros y muletos ya con 15 meses para comenzar su doma.

Yunta de vacas con el arado romano.
(c) Alonso de la Calle Hidalgo.

Tío Antonio y tía Josefa no tardaron en tener hijos. El 13 de junio de 1831 nació su primogénito Antonio Modesto al que siguieron 9 hijos más: Rufina (1933), Casimira (1835), Trinidad (1838), María Asunción Micaela (1840), Felipa (1842), Manuel (1845), Víctor (1847), Anacleta Elvira (1850) y Decoroso Valentín que fue ya el tardión o hijo inesperado al nacer en 1856.
A excepción de Rufina y Decoroso, que murieron antes de cumplir un mes de vida, el resto de los hijos de tío Antonio y tía Josefa llegaron a la edad adulta, contrayendo matrimonio todos ellos si bien Casimira, Manuel y Anacleta Elvira fallecieron antes que sus padres, la primera tras haber tenido también 10 hijos y los segundos sin sucesión.

Antonio Modesto Jiménez Santos.
Retrato pintado por Francisco Martín Rivera.

Tío Antonio y tía Josefa, prosperaron mucho a lo largo de los años como ganaderos y labradores, llegando a tener una importante posición en el pueblo.
No en vano, en 1833 y cuando contaba con tal sólo 23 años, tío Antonio fue nombrado alcalde de Guijo de Santa Bárbara, siendo hasta la fecha el guijeño más joven que ha ostentado este cargo.

Ayuntamiento viejo de Guijo de Santa Bárbara.
(c) Alonso de la Calle Hidalgo.

A lo largo de varias décadas, el matrimonio compró numerosas propiedades como la Huerta del Monge en 1838 (Guijo de Santa Bárbara), El Convento en 1843 (Jarandilla de la Vera), Dehesa del Centenillo en 1843 (Talayuela), Baldío de Jaranda en 1859 (Guijo de Santa Bárbara), Las Barcas en 1861 (Talayuela) y Dehesa de Torreseca en 1869 (Cuacos).

Baldío de Jaranda.
Guijo de Santa Bárbara (Cáceres).
(c) Alonso de la Calle Hidalgo.

En su mayoría, se trataba de fincas dedicadas a pastos para su propio ganado, arrendando los pastos sobrantes a otros ganaderos y obteniendo así un beneficio económico importante.
Sus vacas y las caballerías cerriles, es decir, aquellas no dedicadas al trabajo, pasaban buena parte del año pastando en la dehesa boyal de Guijo de Santa Bárbara y en el Baldío de Jaranda, incluso antes de que tío Antonio lo comprase, pero en primavera eran trasladadas a las dehesas del Centenillo y Torreseca.

Vacas en la dehesa.
(c) Alonso de la Calle Hidalgo.

Las cabras y posteriormente las ovejas que también tuvieron, así como el ganado dedicado a la labranza y la carga, pastaban todo el año en el término municipal de Guijo de Santa Bárbara, tanto en la expresada dehesa boyal como el Baldío, aunque durante breves periodos bajaban a la fincas de La Viruela y del Convento para abonar la tierra debido a que estas propiedades se destinaban fundamentalmente a la agricultura.

Ovejas en la sierra.
(c) Alonso de la Calle Hidalgo.

Por su parte, la finca de Las Barcas, se destinaba al cultivo de pimiento para pimentón, comercializando tío Antonio este producto junto con el vino y el aceite en El Barco de Ávila y pueblos circundantes donde tenía numerosos contactos debido a que su difunto bisabuelo José García-Ovejero de la Calle era natural de Palacios y su tía Manuela Canalejo era de la localidad de Lancharejo.

Pimentón.
(c) Alonso de la Calle Hidalgo.

De esta forma, tío Antonio y tía Josefa podían mantener sobradamente a su numerosa familia pues producían casi todos los alimentos necesarios: leche, queso, carne y embutidos, patatas, legumbres, verduras y hortalizas, fruta...
Sin embargo, como para cualquier familia de la época tanto de Guijo de Santa Bárbara como de cualquier otro pueblo de España, el alimento básico era el pan.
Este alimento se consumía como acompañamiento de otros pero también era el ingrediente básico para preparar renombrados platos como las variadas sopas (de patatas, de tomate, de cachuela, de cocido, canas...) o las riquísimas migas.

Sopas de patatas.
(c) Alonso de la Calle Hidalgo.

Tío Antonio y tía Josefa producían su propio pan a partir de la harina que ellos mismos obtenían de los cereales que cultivaban.
Sembraban maíz, cebada, centeno y trigo que se destinaban tanto a la alimentación del ganado como a la alimentación humana.
Los dos primeros servían exclusivamente para la alimentación de los animales, que consumían el grano de forma directa o transformado en pienso, que no era otra cosa que harina molida gruesamente.
El centeno y el trigo se utilizaban tanto como pienso como para la alimentación humana una vez molidos y transformados en harina fina.

Desgranando maíz.
(c) Alonso de la Calle Hidalgo.

Hasta bien entrado el siglo XIX, el pan consumido en Guijo era fundamentalmente de centeno debido a que el trigo, por necesitar mejores suelos y una temperatura más elevada para desarrollarse, apenas se cultivaba y quienes querían abastecerse de este cereal tenían que acudir a comprarlo a los mercados semanales de El Barco de Ávila.
Raras veces se elaboraba pan puro de trigo, siendo más habitual mezclar la harina de trigo con la de centeno en la misma proporción o añadiendo el doble de centeno que de trigo si la harina de este segundo cereal era comprada.

Cociendo pan en un horno tradicional.
(c) Alonso de la Calle Hidalgo.

Para la obtención tanto de la harina fina como del pienso, era necesario moler el grano en los molinos hidráulicos situados junto a los cursos de agua. En Guijo de Santa Bárbara hubo tres molinos en tiempos pasados:

- Molino de Buenos Ajos.
- Molino de El Malagón.
- Molino de La Prensa de Abajo.

Ruinas del molino de Buenos Ajos.
(c) Alonso de la Calle Hidalgo.

Del primero apenas quedan restos y no se conservan testimonios escritos ni orales de su utilización y del tercero no fue construido hasta finales del siglo XIX.
En la época de tío Antonio y tía Josefa, y hasta bien entrado el siglo XX, el molino utilizado por los guijeños era el de El Malagón, que aún se conserva en buen estado aunque ya no es utilizado para su fin original.
A él acudía tío Antonio o alguno de sus hijos con los burros cargados con los costales de cereal para, una vez realizada la molienda, regresar al pueblo no sin antes satisfacer el pago correspondiente al molinero por su trabajo. Este pago se realizaba en especie y recibía el nombre de maquila, consistente en una determinada cantidad de harina que variaba en función del cereal y de si se molía para harina o para pienso.

Molino de El Malagón.
(c) Alonso de la Calle Hidalgo.

Con la harina ya en casa, Josefa elaboraba el pan, una labor verdaderamente ardua.
Primero, la harina debía ser cernida para eliminar la cascarilla o salvado que serviría como alimento al ganado, para mezclar luego en una artesa de madera la harina con la recentadura, parte de la masa reservada de la anterior hornada, y con el agua y la sal, amasando todo bien y dejando reposar la masa para después pasarla un mínimo de cuatro veces por el torno o máquina de masar y proceder luego a la elaboración de las piezas de pan que, tras un reposo previo se cocían en el horno de leña.
Casi todas las casas guijeñas tenían un pequeño horno en el desván o en el huerto donde se cocía el pan para el consumo familiar cada 15 días y también exquisitos dulces como mantecados y perrunillas con motivo de algunas festividades y celebraciones familiares.

Horno tradicional en el desván.
Casa de tía Antonia Vidal Santos.
Guijo de Santa Bárbara (Cáceres)
(c) Alonso de la Calle Hidalgo.

Durante muchos años, tío Antonio y tía Josefa siguieron este sistema para producir su propia harina pero se daban perfecta cuenta de que al cabo del año se perdían muchas fanegas por el pago de la maquila. 
La solución estaba clara:
Tener un molino propio.
La suerte hizo que tío Antonio se enterase de la venta de un magnífico molino harinero en el paraje de El Pozo del Rey, a orillas del río Tiétar en el término municipal de Valverde y muy cerca de sus propiedades de El Centenillo y Las Barcas.
En 1868, cuando contaba ya con 58 años que era una edad muy avanzada para la época y justo al terminar su carrera política como diputado provincial de Cáceres por el partido judicial de Jarandilla, tío Antonio compró el citado molino a Fabriciano García, vecino de Valverde.

Molino de El Pozo del Rey.
Valverde de la Vera (Cáceres).
(c) Alonso de la Calle Hidalgo.

Se trataba de un molino de 42 metros cuadrados de superficie, de dos muelas o piedras, con una zúa o dique de piedra para la conducción del agua que daba impulso a las muelas y dos casetas de 55 metros cuadrados para vivienda del molinero. Además, en la zúa había dos cañales para la pesca.
En molino lindaba al sur, este y oeste con el río Tiétar y al norte con la dehesa de La Riverilla. 
De esta forma, tío Antonio y tía Josefa pasaron de ser ganaderos y labradores a ser también molineros.
El molino funcionaba con el sistema descrito anteriormente. Los dueños contrataron a un molinero que se encargaba de moler el cereal y cobrar la maquila correspondiente, que era dividida a partes iguales entre el molinero y los dueños o amos del molino.

Molino harinero.
(c) Alonso de la Calle Hidalgo.

Disponían así tío Antonio y tía Josefa de una cantidad enorme de harina fina y de pienso para sus animales, superando claramente lo que necesitaban.
Para solucionar el sobrante de pienso, la solución fue sencilla puesto que con tener más ganado se terminaba el problema y a la vez se obtenía un beneficio mayor.
Más bestias para vender potros y muletos en las ferias, más cochinos para matar y vender los embutidos o más cochinas para criar y vender los cochinillos y más gallinas para vender huevos y pollos. 
El molino hizo que el patrimonio ganadero de tío Antonio y tía Josefa no parase de aumentar.

Cochina con sus cochinillos.
(c) Javier Bernal Corral.

La harina fina sirvió para que tío Antonio y tía Josefa decidiesen montar un próspero negocio en Guijo de Santa Bárbara: una casa-horno o panadería.
Construyeron este edificio junto a la casa en la que vivían, en la Calle del Monge, actualmente del Monje, y frente a la fuente del mismo nombre.
Se trataba de un edificio de 83 metros cuadrados de superficie que lindaba por la derecha con la casa de tío Antonio y tía Josefa y por la izquierda con la casa de José de la Calle García, contando además con un huerto en la parte posterior.


Casa-horno (izquierda) y vivienda (derecha) de tío Antonio y tía Josefa.
(c) Silvestre de la Calle García.

Josefa se encargaba de la administración del horno pero ya era bastante mayor y no tenía la fuerza necesaria para realizar las labores de amasado y cocción del pan. Por su parte, Antonio tenía que estar pendiente del ganado y no podía ir a recoger diariamente la leña para el horno cosa que sus hijos, por estar ya casados o estudiando, no podían hacer tampoco.
Contrataron entonces una hornera que se ocupaba de todo lo relacionado con el proceso de elaboración del pan. Por realizar su trabajo, la hornera cobraba en especie consistiendo el pago en un determinado número de panes de cada hornada. Después, Josefa se encargaba de la venta del pan.

Una hornera cociendo el pan en el horno tradicional.
(c) Alonso de la Calle Hidalgo.

Además, se ofrecía en este horno la posibilidad de que varios días a la semana, las mujeres que lo deseasen, pudiesen acudir a cocer el pan que elaboraban en sus casas, pagando por cada tablero de pan llevado a cocer y que solía contener 12-15 panes, un par de libras de masa, siendo una para la hornera y otra para Josefa.
En el horno cabían unos 80 panes por lo que se cocía a la vez el pan de varias mujeres que para diferenciar los suyos, los marcaban con un sello de madera conocido como pinta.

Pinta para marcar el pan.
(c) Silvestre de la Calle García.

De esta forma, tío Antonio y tía Josefa, que aunque ya iban viejos seguían estando plenamente activos, vivieron sus últimas décadas de vida como ganaderos, molineros y panaderos.
Aunque repartieron casas, fincas y ganados entre sus hijos y nietos, donando incluso algunas propiedades al Pueblo para que se construyesen la carretera Guijo-Jarandilla y la Escuela, edificio cuya construcción fue pagada por ellos, así como 4 acciones de las 45 que componían en el Baldío de Jaranda a la Parroquia, conservaron hasta su fallecimiento el molino del Pozo y la casa-horno.

Antiguas escuelas. 1920.
Construidas en 1878 en una propiedad de tío Antonio y tía Josefa.
(c) Colección Familia De la Calle.

Tía Josefa falleció el 5 de abril de 1896 a los 84 años y tío Antonio falleció el 23 de enero de 1898 a los 88 años de edad.
Ambos fueron enterrados en la ermita de Nuestra Señora de las Angustias que ellos mismos habían mandado construir.
Cuando tía Josefa murió, tío Antonio y ella llevaban casados 67 años en los que, pese a haber tenido que hacer frente a numerosas dificultades como la muerte de 5 de sus 10 hijos y la muerte de algunos nietos, fueron muy felices y supieron aumentar el patrimonio familiar.

Ermita de Nuestra Señora de las Angustias. 1894.
(c) Colección Familia De la Calle.

Tiempo antes de morir, cuando ya veían que les quedaba poco tiempo, redactaron su testamento. En el presente artículo nos interesa fundamentalmente lo que ocurrió con dos bienes: el Molino del Pozo del Rey y la Casa-horno.
El Molino fue dividido en 162 acciones repartidas entre los distintos herederos permaneciendo proindiviso hasta que con el paso del tiempo tomaron la decisión de venderlo.
La casa-horno pasó a ser propiedad de Modesta Esteban Jiménez, nieta de Antonio y Josefa que se la vendió poco tiempo después a su prima Josefa Esteban Jiménez, la cual mantuvo el negocio de la panadería de sus abuelos durante casi 30 años.

Josefa Esteban Jiménez. 1950.
(c) Colección Familia De la Calle.

Precisamente el que Josefa Esteban Jiménez fuese panadera en el horno que había sido de sus abuelos, motivo el cambio de nombre de la fuente que manaba y mana frente al mismo.
Esta mujer estaba continuamente saliendo a la fuente para coger agua con los cántaros y hacer el pan y fregar todos los cacharros utilizados en el horno por lo que la gente empezó a decir:

- Esto en vez de la Fuente del Monge parece ya LA FUENTE DE TÍA JOSEFA.

Y aunque la casa-horno cerró sus puertas hace casi 100 años, la fuente sigue manando frente al antiguo edificio y todos los guijeños la conocen con el nombre de la vieja propietaria del horno fallecida  el día de Nochebuena de 1951.


Visitación Hidalgo llenando el cántaro en la Fuente de Tía Josefa.
(c) Alonso de la Calle Hidalgo.

No podemos terminar este artículo sin reseñar que Felipa Jiménez Santos, hija de tío Antonio y tía Josefa, además de ser maestra, construyó en Guijo de Santa Bárbara junto a su esposo Quintín Moreno Poblador en 1885, el magnífico edificio conocido como La Prensa de Abajo que además de almazara para la producción de aceite de oliva, era una minicentral hidroeléctrica o fábrica de la luz, además de ser molino de pienso, molino de harina y panadería.

Quintín Moreno y Felipa Jiménez frente a La Prensa de Abajo. 1885.
(c) Colección Familia De la Calle.

También María Asunción Micaela Jiménez Santos, otra de las hijas del matrimonio protagonista de este artículo, fue panadera durante la segunda mitad del siglo XIX, heredando posteriormente el negocio su hija Francisca Jiménez Jiménez. Este horno, denominado de Los Perales, se encontraba al lado de la iglesia parroquial de Guijo de Santa Bárbara.

Guijo de Santa Bárbara. 1970.
Arriba a la derecha el pueblo y abajo a la izquierda La Prensa de Abajo.
(c) Alonso de la Calle Hidalgo.

Hoy en día, los descendientes de tío Antonio y tía Josefa se encuentran repartidos por toda España y el mundo, dedicándose a los más diversos oficios. 
Aún son numerosos los miembros de la familia que residen en Guijo de Santa Bárbara pero ya no se dedican a los oficios de molineros y panaderos. Muchos de ellos siguen sin embargo siendo ganaderos de vacas y cabras. Cuando los cencerros o campanillos de estos animales resuenan en el campo guijeño, recuerdan el pasado ganadero de sus propietarios.

Teodoro Jiménez, descendiente de tío Antonio y tía Josefa, con sus cabras.
(c) Alonso de la Calle Hidalgo.

Sirva este artículo de homenaje a tío Antonio y tía Josefa, "Los Abuelos Viejos", personajes trascendentales en la historia de Guijo de Santa Bárbara y un ejemplo a seguir para cualquier persona y especialmente para todos sus descendientes.
Ejemplo de lucha y de superación, basando su vida en la fidelidad conyugal. Pasaron de ser humildes cabreros a acomodados GANADEROS, MOLINEROS Y PANADEROS pero sin olvidar jamás de dónde venían, motivo por el cual Antonio quiso que en su epitafio pusiese que fue algún tiempo pastor.

Tía Josefa y tío Antonio en 1890.
(c) Colección Familia De la Calle.


Enlaces de interés:

- UN PASTOR ENTRE REINAS Y PAPAS.

- FUE ALGÚN TIEMPO PASTOR.

- EL GANADO DEL ABUELO VIEJO.


Fdo: Silvestre de la Calle García.

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