EL REGADÍO TRADICIONAL
Se entiende por agricultura de regadío aquella en la que para permitir y garantizar el correcto desarrollo de los cultivos se realiza un riego artificial de los cultivos en contraposición a la agricultura de secano en la que las plantas sólo reciben el agua procedente de las precipitaciones naturales.
Mucho se ha avanzado en los sistemas de regadío, pero en algunos lugares se sigue realizando de forma tradicional.
Nos servirá de ejemplo en este artículo el caso de Guijo de Santa Bárbara (Cáceres), pueblecito situado a 876 metros de altitud en la comarca cacereña de La Vera y en las estribaciones de la vertiente sur de la Sierra de Gredos.
- INTRODUCCIÓN.
La economía de Guijo de Santa Bárbara gira en torno a la ganadería y la agricultura.
Actualmente, la ganadería se haya centrado en el ganado bovino de aptitud cárnica mientras que la agricultura destaca por el cultivo del castaño, el cerezo, el olivo, la higuera, el arándano, la frambuesa...
Cuenta Guijo de Santa Bárbara con un clima de montaña que contrasta con el del resto de Extremadura debido al gran nivel de precipitaciones anuales que superan los 1000 mm anuales, llegando algunos años a rondar los 2000 mm, lo cual asegura el suministro de agua tanto para el regadío como para el abastecimiento del pueblo que, pese a contar con agua corriente desde hace décadas tiene repartidas por todo el casco urbano multitud de magníficas fuentes.
Fuente de Tía Josefa.
(c) Alonso de la Calle Hidalgo.
Es además un recurso turístico de primer orden al contar con varios charcos que en verano son excelentes lugares de baño como el famoso Charco del Trabuquete.
Antonio Leandro de la Calle Jiménez pescando en El Trabuquete.
(c) Alonso de la Calle Hidalgo.
- EVOLUCIÓN DEL REGADÍO.
Tradicionalmente, Guijo de Santa Bárbara fue esencialmente un pueblo ganadero, constituyendo la agricultura un complemento.
La especie ganadera dominante era la cabra, por adaptarse a la perfección a las condiciones orográficas y climatológicas de estas agrestes montañas, constituyendo la venta de queso y cabritos las principales fuentes de ingresos de los cabreros.
Piara de cabras en la sierra de Guijo.
(c) Alonso de la Calle Hidalgo.
La agricultura practicada por aquellos cabreros se basaba en el cultivo del castaño y de los cereales de secano de ciclo largo, fundamentalmente centeno y en menor medida cebada, siendo el cultivo del trigo de escasa importancia.
Estos cultivos no recibían más aporte de agua que el procedente de las precipitaciones naturales que se concentraban durante los meses de otoño y primavera, siendo más escasas en invierno y prácticamente nulas en verano.
Castañas.
(c) Alonso de la Calle Hidalgo.
Los castaños podían cultivarse en cualquier sitio, aunque hubiese una pendiente bastante acentuada, ya que no requerían laboreo alguno, pero para cultivar cereales se necesitaban terrenos relativamente llanos para facilitar la labranza de la tierra con yuntas de vacas y bestias (equinos) y para facilitar la siega.
Aunque ocasionalmente se sembraba centeno en los collados y zonas mínimamente llanas de la sierra, fue preciso aumentar la superficie de cultivo en las laderas construyendo terrazas, conocidas en castellano como bancales y denominadas naves en Guijo de Santa Bárbara.
Las naves de El Helechar.
(c) Alonso de la Calle Hidalgo.
A juzgar por los datos conservados en el Archivo de la Parroquia de Nuestra Señora del Socorro, hasta mediados del siglo XVIII la agricultura de regadío era poco más que desconocida en Guijo de Santa Bárbara pues en aquella época se menciona como únicos cultivos de la localidad el castaño y el centeno.
Precisamente una epidemia conocida como tinta del castaño y que terminó prácticamente con todos los castaños de la zona, hizo que se comenzasen a introducir nuevos cultivos llegados de América como la patata y las alubias (conocidas en Guijo como granos), que ya a finales del siglo XVIII tenían gran importancia en el municipio.
Visitación Hidalgo Burcio y Antonio Leandro de la Calle Jiménez cosechando patatas.
(c) Alonso de la Calle Hidalgo.
Las patatas y las alubias necesitan mucho riego por lo que los labradores tuvieron que adaptarse a los nuevos cultivos y mejorar o crear nuevas estructuras para el regadío.
Antonio Leandro de la Calle Jiménez regando las patatas.
(c) Alonso de la Calle Hidalgo.
Además, un constante aumento del censo de ganado bovino y la introducción del ganado lechero, motivaron también el aumento de superficie de prados artificiales que tenían que ser regados con gran frecuencia para producir hierba abundante que sirviese de pasto al ganado y también para poder segarla y almacenar heno.
Vacas en un prado.
(c) Alonso de la Calle Hidalgo.
Actualmente, los prados destinados a la siega de heno o al pastoreo ocupan gran parte de las tierras regadas de Guijo de Santa Bárbara pero también se cultivan patatas y hortalizas para el consumo familiar, maíz para el ganado y arbustos frutales (arándano, frambuesa, grosella...)
- CONDUCCIÓN DEL AGUA.
Para poder regar, el agua debe ser conducida desde los cursos naturales de agua hasta las fincas o almacenarse el agua de fuentes y manantiales naturales en balsas artificiales de riego, conocidas en Guijo de Santa Bárbara como charcos.
El principal curso de agua de Guijo de Santa Bárbara es la Garganta Jaranda, que nace por debajo de la Portilla de Jaranda y cruza casi todo el término municipal de Norte a Sur.
Todas las agua del municipio afluyen a la citada Garganta.
Portilla y Garganta de Jaranda.
(c) Alonso de la Calle Hidalgo.
Desde la Garganta y los cursos de agua que a ella afluyen, conocidos como arroyos o gargantillas, se coge el agua para regar mediante acequias de pequeño caudal o "regueras" y otras de mayor tamaño conocidas como "cauces".
Las primeras suelen utilizarse para regar poca superficie de tierra. El agua entre en ellas directamente desde la Garganta Jaranda o sus afluentes siendo a menudo toda una hazaña realizar su trazado pues hay que hacer muros para salvar los desniveles y tallar canales en la dura roca granítica.
Para conducir el agua hasta las citadas acequias, se construyen pequeños diques o represas en el propio curso de agua para desviar ésta hasta el cauce. Estos diques, son conocidos popularmente como "cogeeros" o "pesqueras", dado que forman charcos que son el hábitat idóneo para las truchas.
Tradicionalmente, las "pesqueras" estaban hechas con piedras y terrones (céspedes) pero hoy en día, a menudo se refuerzan con plásticos o se hacen directamente pequeños muros de cemento.
Es preciso decir que estas represas no cortan por completo el agua de la garganta o gargantilla permitiendo que sigua fluyendo una parte o incluso toda el agua destapando parte de la pesquera.
Desde las "pesqueras" el agua entra en los cauces para ser conducida hasta las fincas de regadío situadas a varias decenas o centenares de metros del curso de agua e incluso a varios kilómetros.
Inicialmente, los cauces eran sencillos canales de piedras y tierra apisonada siguiendo aproximadamente las curvas de nivel a lo largo de la ladera aunque con una leve inclinación conforme avanzaban para evitar la excesiva acumulación de sedimentos.
Reguera tradicional.
(c) Alonso de la Calle Hidalgo.
Con el paso del tiempo, los cauces se modernizaron añadiendo en las partes más vulnerables o peligrosas ladrillos, cemento, bloques de hormigón o colocando directamente tuberías de pvc.
Esto facilita su mantenimiento y limpieza periódica para retirar los sedimentos acumulados.
Limpieza de un cauce.
(c) Alonso de la Calle Hidalgo.
En Guijo existen numerosas "regueras" que llevan el agua directamente desde los cursos de agua a las fincas colindantes y algunos cauces menores que recorren escasas distancias, pero existen tres cauces de gran renombre por la superficie que riegan:
- Cauce de El Toril.
- Cauce de Buenos Ajos.
- Cauce de San Francisco.
1. Cauce de El Toril:
Desde la parte alta de la Gargantilla Jarandilleja, conocida en ese tramo como del Toril, parte este cauce que hoy en día está principalmente dedicado al riego de prados pero que en otro tiempo regaba gran cantidad de huertos y tierras destinadas al cultivo de patatas.
La "pesquera" de este cauce se encuentra el paraje que le da nombre, en la Garganta Jaranda.
Riega una gran superficie de terrenos dedicados a prados, huertos y tierras dedicadas a todo tipo de cultivos entre los que destacaron en otro tiempo las frambuesas y el tabaco.
Emilio Jiménez y Ángel de la Calle cargando tabaco en las bestias.
(c) Alonso de la Calle Hidalgo.
Pero la importancia de este cauce iba más allá pues servía para conducir el agua hasta dos importantes molinos.
A escasos metros de la "pesquera" se encuentran las ruinas del antiquísimo molino de Buenos Ajos.
Ruinas del Molino de Buenos Ajos.
(c) Alonso de la Calle Hidalgo.
Más adelante, se encontraba la que sin lugar a dudas fue la más exitosa de las empresas guijeñas: La Prensa de Abajo.
Este maravilloso edificio, hoy en ruinas, fue edificado en 1885 por D. Quintín Moreno Poblador, secretario y maestro de Guijo, y su esposa Felipa Jiménez Santos, también maestra.
Era molino harinero, molino de pienso, prensa de aceite o almazara, panadería y "fábrica de la luz" (minicentral hidroeléctrica).
Inauguración de La Prensa de Abajo. 1885.
(c) Colección Familia De la Calle.
Al contrario que los dos anteriores, este cauce no recibe el nombre del paraje en el que se encuentra la "pesquera", en la garganta Jaranda un poco más arriba del Charco de Pulguillas, sino del lugar en el que termina: el mítico convento franciscano de Santo Domingo de Guzmán, conocido popularmente como "Convento de San Francisco" y cuyas ruinas, puesto que fue abandonado en 1835, se encuentran en término de Jarandilla de la Vera.
Ruinas del Convento franciscano de Santo Domingo de Guzmán.
(c) Alonso de la Calle Hidalgo.
Riega tierras tanto de la zona más baja del término de Guijo como del término de Jarandilla. Prados, huertas y cultivos diversos reciben el agua de este cauce, además de olivares en los que antaño también se sembraban diversos productos.
Terrenos regados por el Cauce de San Francisco.
(c) Alonso de la Calle Hidalgo.
Como el de Buenos Ajos, este cauce daba también impulso a un molino harinero que funcionó hasta bien entrado el siglo XX: El molino del Malagón.
Una vez descritos los principales cauces que llevan el agua a las fincas, veamos la distribución del agua entre ellas.
Al llegar a las fincas, el agua puede entrar directamente desde el cauce o ser conducida a través de otras acequias más pequeñas conocidas como "regueras", similares a los cauces.
En ocasiones, estas regueras tienen que superar desniveles. Si el agua circula hacia abajo, no hay mayor complicación porque la gravedad hace todo el trabajo, pero si el agua tiene que atravesar una pequeña vaguada hay que recurrir a soluciones sofisticadas como la construcción de pequeños "acueductos".
En ocasiones, las "regueras" y cauces eran cruzados por caminos por lo que para que personas y animales pudiesen cruzar sin necesidad de mojarse, se construían pequeños puentes con grandes losas de piedra conocidos como "puentecillas".
Cuando el agua tiene que pasar por una finca para regar las que están más abajo, el dueño no puede oponerse y debe dejar el paso libre a los labradores que de forma consuetudinaria o tradicional tengan derecho de riego por allí.
Reguera a través de una finca.
El Guindal.
(c) Alonso de la Calle Hidalgo.
Respecto a los charcos antes mencionados, se trata de balsas artificiales que se construyen generalmente en aquellas fincas situadas lejos de cursos de agua permanentes o de gran caudal, en fincas situadas a gran altitud o en aquellas que disponen de alguna fuente o manantial que el labrador sabe que nunca falla.
Puede tratarse de pequeños charcos de propiedad particular o de grandes dimensiones, teniendo en este último caso derecho a regar muchos labradores.
Se construyen generalmente en la parte más elevada posible de la finca con un muro bastante ancho de piedras y tierra apisonada para que el agua no se filtre y para el empuje del agua al estar lleno el charco no destroce los muros.
En la parte más alta, el charco cuenta con un aliviadero o "rebosaero" para que, una vez lleno, el agua sobrante escape controladamente y no caiga con todo el borde o "acirate" del charco poniendo en peligro la integridad del muro.
Detalle del muro del charco de la imagen anterior.
(c) Alonso de la Calle Hidalgo.
El fondo del charco suele ser de tierra apisonada sobre la que paulatinamente se van acumulando sedimentos, especialmente si el charco recibe agua desde alguna reguera o arroyo cercanos. Ello obliga a la limpieza periódica para evitar que el charco se "acenague" y se llene de plantas acuáticas como las eneas.
Charco "acenagao".
(c) Alonso de la Calle Hidalgo.
En el fondo del charco y cerca de la pared se encuentra el "bocín", consistente en una lancha de piedra de grandes proporciones que tiene en su centro un orificio circular en el que se inserta un palo grueso para tapar el charco y permitir así que se llene.
Otras veces, se practican orificios a distintas alturas en las paredes del charco que se tapan con un saco o similar para destapar y utilizar sólo parte del agua del charco.
Cuando se quiere regar, se retira el palo y el agua sale por el bocín que desemboca directamente en un canal o "reguera" situado justo debajo.
Al terminar de regar, se coloca el palo y de esa forma el charco queda listo para volver a llenarse.
Antonio Leandro de la Calle Jiménez destapando un charco.
Charco de Abajo del Risco la Guija.
(c) Alonso de la Calle Hidalgo.
La modernidad ha llegado también a los charcos y hoy se construyen con hormigón y se colocan llaves de paso para facilitar la operación del riego.
En ocasiones, desde los propios charcos se colocan mangueras de gran tamaño conocidas popularmente como "gomas" para evitar así el costoso mantenimiento de los cauces y regueras.
- SISTEMAS DE REGADÍO.
A la hora de regar, el sistema varía en función del cultivo pues no se riegan del mismo modo los prados que los huertos u otros cultivos.
Veamos ambos sistemas.
- Riego de prados.
Los prados son aquellas fincas cercadas de propiedad particular que se destinan a pastizal del ganado o la siega de heno para almacenarlo y alimentar al ganado en invierno.
Los prados pueden ser relativamente llanos o establecerse en antiguas zonas de naves que ya no se cultivan, pero en otras ocasiones presentan un accidentado relieve, siendo auténticas cuestas o barreras que dificultan las labores de riego y siega y que se dejan para que paste el ganado a menudo regando lo menos posible.
Durante buena parte del año, la hierba de los prados crece de manera natural gracias a las lluvias, pero si se quiere acelerar el proceso y sobre todo si se quiere segar una o dos veces a lo largo del verano, el riego es imprescindible para favorecer el crecimiento de la hierba.
Familia Jiménez-De la Calle recogiendo heno.
(c) Alonso de la Calle Hidalgo.
Para comenzar a regar un prado, lo primero era realizar las "regueras" que, una vez hechas, duran para siempre aunque deben ser remarcadas o "aclaradas" cada año debido a que el pisoteo del ganado vacuno las deja casi borradas a veces al ser poco profundas.
Primeramente, se traza una reguera principal en la parte superior del prado que recibe el nombre de "madre" y desde la cual surgen otras regueras secundarias llamadas "verteeros".
Regueras en un prado.
El Risco La Guija.
(c) Alonso de la Calle Hidalgo.
Para regar, el agua circula por la "madre" y después se van abriendo y cerrando con la azada los "verteeros". Se comienza por el primero de ellos y cuando el agua llega hasta el límite del prado, se cierra y se destapa el siguiente.
Si hay mucha agua, pueden destaparse a la vez varios "verteeros" simultáneamente.
Carlos Jiménez Hidalgo regando un prado.
El Risco La Guija.
(c) Alonso de la Calle Hidalgo.
Mientras se riega el prado, se aprovecha para revisar que no haya "jurreras" ni "topineras", agujeros generados por los roedores y topos al cavar sus madrigueras y por los que puede escaparse el agua llegando a veces en prados de fuerte pendiente a provocar poco a poco la aparición de hoyos o "trubancos" en los que una vaca o caballería puede lesionarse gravemente una pata. A veces, pueden transformarse en auténticas "barranqueras".
Se aprovecha también para esparcir los excrementos dejados por el ganado y que sirven como valioso abono.
José Miguel Jiménez Díaz regando un prado.
El Risco La Guija.
(c) Alonso de la Calle Hidalgo.
Este sistema en el que el agua discurre en abundancia por el prado sin hacerlo por canales o surcos, recibe el nombre técnico de riego a manta aunque en Guijo se denomina "regar a prao" siendo relativamente fácil de llevar a cabo.
Hoy en día, para facilitar el trabajo, muchos prados se riegan por aspersión.
Los cultivos no pueden regarse del mismo modo que los prados puesto que el agua ocasionaría demasiada erosión y podría arrancar las plantas, especialmente cuando aún son pequeñas y no están bien desarrolladas.
Por ello, se optaban sembrar o plantar en surcos para realizar el riego de manera adecuada.
Antonio Leandro de la Calle Jiménez regando a surco.
El Risco La Guija.
(c) Alonso de la Calle Hidalgo.
Antes de plantar o sembrar, el agricultor debe preparar la tierra adecuadamente. La primera operación a realizar es el arado, lo cual se llevaba a cabo tradicionalmente con animales y actualmente mayoritariamente con maquinarias adecuadas a cada finca (motocultores o tractores).
José Miguel Jiménez Díaz arando con un caballo.
El Cuesto.
(c) Alonso de la Calle Hidalgo.
Seguidamente, hay que trazar los surcos con la anchura, profundidad y pendiente adecuadas para que una vez sembradas o plantadas las diversas plantas, puedan regarse adecuadamente.
Los surcos pueden realizarse con arado tirado por un animal, con maquinaria o con azada.
José Miguel Jiménez Díaz haciendo los surcos con el caballo.
El Corregidor.
(c) Alonso de la Calle Hidalgo.
Antonio Leandro de la Calle Jiménez sembrando patatas.
El Risco La Guija.
(c) Alonso de la Calle Hidalgo.
A la hora de regar, se sigue un sistema similar al descrito para regar los prados.
Se traza la "madre" en la parte superior de la finca y a partir de la misma van haciéndose los "verteeros" desde los que surgen las "regueras" quedando la finca dividida en secciones conocidas como "canteros" o "cuarteles" para facilitar el riego.
Desde las "regueras" puede regarse surco por surco o uniendo varios realizando una pequeña apertura en el lomo del surco para que el agua pase al siguiente.
Antonio Leandro de la Calle Jiménez regando las pimenteras.
El Risco La Guija.
(c) Alonso de la Calle Hidalgo.
- Riego en la sierra.
Aunque lo hayamos dejado para el final, posiblemente estemos ante el sistema de regadío más antiguo de Guijo de Santa Bárbara pues, como ya dijimos, este ha sido un pueblo esencialmente ganadero y los pastos de la sierra eran vitales para la supervivencia del ganado.
La sierra de Guijo estuvo conformada a lo largo del tiempo por dos grandes fincas conocidas como Baldío de Jaranda y Dehesa Boyal, la primera perteneciente a la Comunidad de Pueblos de Plasencia y la segunda a los vecinos o Propios de Guijo. Sin embargo, con la Desamortización de Madoz ambas fincas pasaron a ser propiedad del Estado.
La primera fue subastada y adquirida en 1859 por Antonio Jiménez García (1810-1898) y la segunda fue dividida en cinco lotes (Los Guatechos, Las Umbrías, La Lanchuela, Las Arguijuelas y El Cuchillar) siendo subastadas y adquiridas las tres primeras por José García de Aguilar y Domínguez (1797-1867) y las otras dos por Antonio Modesto Jiménez Santos (1831 - 1901).
Finca de La Lanchuela.
(c) Alonso de la Calle Hidalgo.
Vacas camino de la Sierra cruzando la Garganta Jaranda.
Puente de La Máquina.
(c) Alonso de la Calle Hidalgo.
Durante el resto del año, sólo las cabras, algunas vacas y algunos caballos pastan en la sierra, trasladándose el ganado a las dehesas de las zonas bajas hasta el verano.
Sin embargo, para garantizar la abundancia de pasto durante el verano, en primavera se riega distintas zonas de la sierra mediante las clásicas "regueras" que conducen el agua desde los arroyos a las zonas libres de vegetación y piedras en las que crecen abundantes y suculentos pastos de cervuno, planta herbácea muy nutritiva para el ganado.
Caballos en Collao Alto.
(c) Alonso de la Calle Hidalgo.
Sin embargo, para garantizar la abundancia de pasto durante el verano, en primavera se riega distintas zonas de la sierra mediante las clásicas "regueras" que conducen el agua desde los arroyos a las zonas libres de vegetación y piedras en las que crecen abundantes y suculentos pastos de cervuno, planta herbácea muy nutritiva para el ganado.
Reguera de Collao Alto o del Refugio.
(c) Alonso de la Calle Hidalgo.
Cada primavera se "aclaran" o limpian las "regueras" que han sido borradas por el pisoteo del ganado. Cuadrillas de ganaderos se encargan de realizar esta importante labor provistos de azadas para eliminar los sedimentos de las "regueras", remarcar su recorrido y llevar el agua hasta las zonas deseadas.
Estas "regueras" suelen ser muy sencillas y están simplemente cavadas someramente en la tierra aunque en ocasiones se colocan piedras en el fondo y en las paredes para garantizar su conservación, especialmente en aquellas zonas con más pendiente o por donde circula más agua.
Arroyo del Sorbellano (izda) del que parte la Reguera del Refugio (dcha).
(c) Alonso de la Calle Hidalgo.
- ORGANIZACIÓN DEL REGADÍO.
Desde tiempos antiquísimos, el uso del agua para el riego, tanto de la Garganta Jaranda y las diferentes gargantillas como de los charcos pertenecientes a varios regantes, estaba rigurosamente regulado por leyes no escritas pero que todo el mundo aceptaba aunque ocasionalmente se producían algunas disputas que llegaban a ser verdaderamente violentas con los regantes de otros pueblos cercanos.
En el caso de Guijo de Santa Bárbara, había una auténtica "guerra" con los regantes de Jarandilla de la Vera por el uso de las aguas de la Garganta Jaranda y la Gargantilla Jarandilleja, llamada en Jarandilla Garganta del Cristo.
En 1844, D. Antonio Jiménez García (1810-1898), conocido popularmente como "El Agüelo Viejo", reunió a vecinos de ambos pueblos para redactar un acuerdo de aprovechamiento de aguas y pastos satisfactorio para ambos municipios.
Sorprendentemente, gran parte de las medidas recogidas en ese acuerdo, siguen vigentes aún hoy en día.
Antonio Jiménez García.
Retrato pintado por Francisco Martín Rivera.
Algunas veces tocaba regar de día, pero otras tocaba hacerlo de noche a la luz de las lamparillas de aceite.
Lamparilla.
(c) Silvestre de la Calle García.
Hoy en día existe una Comunidad de Regantes que controla y gestiona el uso y reparto del agua entre las diferentes parcelas estando todo reflejado por escrito para evitar posibles problemas ya que la palabra de hoy no es como la de antaño....
Pese al uso de mangueras y aspersores, los antiguos sistemas de regadío siguen vigentes y se sigue realizando la limpieza periódica de los cauces, que se pregona mediante bando para que acudan todos los regantes a limpiar o "aclarar" el cauce correspondiente desde el cogeero del mismo debido para ello cada regante ir provisto de su azada.
- EPÍLOGO.
La ganadería y la agricultura han tenido, tienen y ojalá tengan siempre una gran importancia para los guijeños pero estas actividades no serían posibles como hoy las conocemos sin el regadío tradicional puesto que seguiríamos viviendo únicamente de las cabras, los castañas y en el centeno que, aunque no estaría mal, no nos permanecería tener unas producciones tan diversificadas.
Vacas en un prado.
La Huerta.
(c) Alonso de la Calle Hidalgo.
Sirva este artículo para dar a conocer esta antiquísima práctica y sea un homenaje para los regantes tradicionales de ayer, de hoy y de mañana.
Antonio Leandro de la Calle Jiménez con la azada al hombro.
El Risco La Guija.
(c) Alonso de la Calle Hidalgo.
- NOTA FINAL DEL AUTOR.
Habrá observado el lector que en muchas fotografías aparece Antonio de la Calle Jiménez (1924-2022) que era mi abuelo paterno.
El motivo de ello no es meramente sentimental sino porque mi abuelo fue, además de cartero rural de Guijo durante 39 años, agricultor, ganadero y pescador, conociendo a la perfección todos los secretos del manejo del agua.
A él va dedicado en gran medida este artículo.
ENLACES DE INTERÉS:
- LAS FUENTES DEL PUEBLO.
- LA PATATA EN GUIJO DE SANTA BÁRBARA.
Fdo: Silvestre de la Calle García.
Técnico forestal.
Excelente artículo.
ResponderEliminarMuchas gracias
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