Hace unos años cuando veíamos El Tiempo en cualquier cadena de televisión y escuchábamos decir que se aproximaba una DANA (Depresión Aislada en Niveles Altos), no sabíamos bien de qué se trataba aunque cuando escuchábamos que no era ni más ni menos que la GOTA FRÍA de siempre, ya entendíamos que iban a producirse lluvias torrenciales en el Levante peninsular, algo relativamente frecuente en determinadas épocas del año pero fundamentalmente en otoño.
Pero ¿Qué relación puede tener un fenómeno meteorológico como este con las cabras? Será lo que tratemos de explicar en este artículo.
Cabras Blancas Celtibéricas pastando junto al mar.
Cabo de Gata (Almería).
(c) Santiago Álvarez Bartolomé.
Por desgracia, todos tenemos muy presentes las terribles inundaciones que tuvieron lugar en Valencia y localidades cercanas así como en otros puntos del Levante el 29 de octubre de 2024, ocasionando la muerte de 227 personas (219 en la Comunidad Valenciana, 7 en Castilla-La Mancha y 1 en Andalucía).
Vimos también los lamentables intentos de buscar responsables y culpables entre los políticos mientras contemplamos también como la solidaridad del pueblo se volcaba en ayudar a los más afectados por el desastre sin importarles nada más.
Posiblemente, nadie en esos días, o al menos muy pocas personas pensaron lo siguiente esos días: SI HUBIESE MÁS CABRAS, ESTO NO HUBIERA PASADO.
Cabras Blancas Celtibéricas.
(c) José Bustos/ Ganadería La Celtiberia.
Las lluvias torrenciales ocasionaban el crecimiento rápido y desmesurado de los cursos de agua que discurrían por los barrancos prácticamente secos durante el resto del año. Los habitantes de la zona conocían esto perfectamente y edificaban sus viviendas a una distancia prudencial de los barrancos.
Tras unos días, las aguas volvían a su cauce sin haber ocasionado prácticamente daños puesto que por los barrancos únicamente había bajado una gran cantidad de agua. ¡Ahí es donde entraban las cabras!
En todas las zonas secas y poco aptas para el aprovechamiento agrícola y en las zonas montañosas del Sur y Levante Español (Andalucía, Murcia, Comunidad Valenciana y Cataluña) habitaban grandes rebaños de cabras pertenecientes al denominado Tronco Blanco del que es experto conocedor D. Santiago Álvarez Bartolomé, habiendo publicado interesantes estudios en revistas especializadas sobre este singular tipo de caprinos llegados a la península Ibérica posiblemente con los comerciantes griegos en el I Milenio antes de Cristo.
Dicho grupo de cabras se divide oficialmente en el momento actual en tres razas conocidas como Blanca Andaluza o Serrana, Blanca Celtibérica y Blanca de Rasquera, siendo precisamente la segunda la que pobló siempre las zonas más inhóspitas del Levante peninsular así como gran parte del Sistema Ibérico hasta Soria.
Cabra Blanca Celtibérica.
(c) José Bustos/ Ganadería La Celtiberia.
Estas cabras, criadas fundamentalmente para la producción de carne de gran calidad aunque también eran sometidas a ordeño, se criaban de forma extensiva aprovechando la vegetación natural de las zonas en las que vivían, alimentándose de forma especial durante los meses veraniegos de la hierba y las hojas de los arbustos que crecían en los barrancos prácticamente secos pero que aún conservaban algo de humedad, especialmente en las partes más altas de las montañas. De esta forma, contribuían a la limpieza de dichos barrancos evitando que cuando se produjesen las lluvias, hubiese arrastres de vegetación que pudiera causar daños aguas abajo.
Cabras ramoneando.
(c) José Bustos/ Ganadería La Celtiberia.
Sin embargo, ya desde el siglo XVIII aunque con mayor intensidad en el siglo XIX y especialmente en la primera mitad del siglo XX, en España se llevó a cabo una nefasta política forestal considerando que todos aquellos terrenos desarbolados que no podían ser aprovechados para la agricultura, debían ser repoblados con especies forestales de crecimiento rápido como coníferas en las zonas más secas y chopos y eucaliptos en las más húmedas y lluviosas.
Pinar de repoblación de pino resinero.
(c) Silvestre de la Calle García.
Se consideraba que realizar estas plantaciones generaría puestos de trabajo durante muchos años al tener que preparar la tierra, plantar y cuidar los árboles que, en pocos años, producirían madera para la producción de papel, el aprovechamiento maderero o la producción de resina.
Pino en resinación.
(c) Silvestre de la Calle García.
Para que el arbolado pudiese crecer, las cabras tenían que ser retiradas de los terrenos repoblados, prohibiendo terminantemente su pastoreo hasta que los árboles fuesen lo suficientemente grandes para que las voraces cabras no pudieran dañarlos.
Hoy en día cuando se realizan repoblaciones forestales, se colocan protectores para que el ganado y la fauna salvaje no dañen a los árboles jóvenes pero en épocas pasadas, esta práctica no se llevaba a cabo y la única opción posible era prohibir el pastoreo durante unos años aunque no se daban alternativas a los ganaderos para mantener sus animales durante ese tiempo.
Cabras de raza Blanca Celtibérica.
(c) Santiago Álvarez Bartolomé.
Los cabreros, que en su mayoría eran gente humilde sin apenas tierras de cultivo en la mayoría de los casos, dependían enteramente de sus cabras, por lo que en tono un tanto despectivo se solía decir que la cabra era la vaca del pobre. Ahora, la cabra era considerada la destructora de los bosques por lo que los cabreros se vieron obligados a trasladarse a zonas aún más inhóspitas que las que ya ocupaba o a vender, mejor dicho malvender, sus cabras para trasladarse a las ciudades.
Cabras Blancas Celtibéricas.
(c) Santiago Álvarez Bartolomé.
Así, de un censo nacional de 6.349.000 cabras en 1940, se pasó a 2.599.000 cabras en 1962, lo que supuso un descenso superior al 60% del censo inicial.
Es muy cierto que no sólo contribuyó a esto la política forestal antes mencionada sino que el éxodo rural, la conversión de terrenos de pastoreo en regadíos, la expansión del vacuno de aptitud lechera que sustituyó a la cabra como principal y casi única abastecedora de este producto o la creciente aparición de granjas industriales dedicadas a la crianza de cerdos y pollos que hicieron que su carne fuese mucho más barata y apreciada que la de cabra.
La suma de todos estos factores contribuyó poderosamente a la desaparición de la cabra en muchas zonas y a la disminución del número de rebaños y cabezas en otras.
Semental de raza Blanca Celtibérica.
(c) Santiago Álvarez Bartolomé.
Todo esto provocó que tanto los terrenos reforestados como los que se habían mantenido intactos en las zonas más altas y/o pobres, comenzasen a ser invadidos paulatinamente por la vegetación arbustiva y arbórea formando densos terrenos de matorral.
Así, en zonas secas aumentaba el riesgo de producirse incendios forestales de gran magnitud provocados por causas naturales o humanas mientras que la vegetación que invadía los cursos de agua, podía ser arrastrada en las crecidas provocadas por las lluvias torrenciales, originando daños importantes aguas abajo.
Tras varios incendios o riadas consecutivos, el suelo perdía poco a poco su capa superficial y la erosión provocaba efectos aún peores.
Cabras Blancas Celtibéricas en pastoreo.
(c) Santiago Álvarez Bartolomé.
Curso de agua durante una crecida.
(c) Alonso de la Calle Hidalgo.
Hoy en día, en España contamos con un censo 2.293.470 cabezas de ganado caprino siendo las comunidades autónomas con mayor censo Andalucía (851.592 cabezas), Castilla-La Mancha (320.253 cabezas) y Extremadura (220.043 cabezas) mientras que las que menor censo de ganado caprino tienen son La Rioja (8.943 cabezas), Baleares (12.8111 cabezas) y Navarra (15.195 cabezas).
Como estamos hablando mucho de la Comunidad Valenciana y de las DANAS, señalamos que esta Comunidad cuenta con un censo de 64.925 cabezas.
Cabras Blancas Celtibéricas.
(c) Santiago Álvarez Bartolomé.
Como podemos ver, de más de 6 millones de cabras hace 80 años, hemos pasado a poco más de 2 millones y las perspectivas, lamentablemente, no son muy halagüeñas debido a la cada vez menor rentabilidad de las explotaciones debido al estancamiento e incluso bajada de los precios que el cabrero recibe por sus productos en origen (leche y/o cabritos) y el creciente aumento de los costes de producción, unido a las continuas trabas burocráticas y a la propia dureza del oficio del cabrero extensivo lo que hace que para maximizar producciones y facilitar el manejo cada vez haya más explotaciones de ganado caprino en zonas bajas y en régimen intensivo o semintensivo en detrimento de las explotaciones extensivas en zonas altas o de suelos pobres que son en las que las cabras son el único ganado que puede criarse satisfactoriamente.
Cabras Blancas Celtibéricas.
(c) Santiago Álvarez Bartolomé.
Estamos a tiempo de revertir la situación actual volviendo la mirada a la que puede ser una de las mayores aliadas del ser humano en la gestión forestal: la cabra.
Cabras Blancas Celtibéricas.
Cabo de Gata (Almería).
(c) Santiago Álvarez Bartolomé.
Nota final del autor.
Quiero dedicar este artículo a D. SANTIAGO ÁLVAREZ BARTOLOMÉ, uno de los mayores expertos en razas autóctonas de la península Ibérica, fiel lector y gran colaborador de EL CUADERNO DE SILVESTRE.
Por supuesto, también quiero dedicar este artículo a la memoria de los fallecidos en las inundaciones provocadas por la DANA del pasado mes de octubre y a todos los damnificados por la misma.
Fdo: Silvestre de la Calle García.
Técnico Forestal.
Enhorabuena Silver!!! Me parece genial que te hayas acordado de las víctimas de la DANA....
ResponderEliminarMuchísimas gracias.
EliminarY el culpable de todos y cada uno de los problemas expuestos es el mismo, el maravilloso Estado español
ResponderEliminarEn parte sí, pero también los consumidores tenemos nuestra parte de culpa.
EliminarClaro, somos responsables por permitirlo
EliminarSí. Por no preocuparnos del origen de los alimentos que consumimos y darnos igual que el cabrito que hay en nuestra mesa sea hijo de cabras que pastan en el monte o que están estabuladas.
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