ENTRE SUIZAS Y TABACO. HOMENAJE A ÁNGEL DE LA CALLE VICENTE "CANICHE".

Hablar de la ganadería y la agricultura en Guijo de Santa Bárbara (Cáceres) durante la segunda mitad del siglo XX y primeros años del siglo XXI, es hablar de ÁNGEL DE LA CALLE VICENTE (n. 26 de septiembre 1938).
Pero en los pueblos, es más común conocer a la gente por el apodo o mote que fue ser familiar o propio. Nuestro protagonista de hoy ha sido conocido siempre como CANICHE.


Caniche es, lo que se llama en El Guijo, un auténtico "rejeteje" (pequeño e inquieto pajarillo conocido en castellano como herrerillo) o, como en otros sitios dice, un rabo de lagartija.
Ha sido siempre un hombre muy alegre, trabajador y sumamente activo que, según todos los que conocieron a ambos, es igual que su padre Ángel de la Calle Jiménez, conocido como Tío Angelillo "El Senagüillas".

Caniche.
17 de septiembre de 2023.

Ángel de la Calle Vicente nació el 26 de septiembre de 1938 en el seno de una numerosa familia de ganaderos y agricultores.
Sus padres Ángel de la Calle Jiménez (1896-1975) y Justina Vicente Burcio (1902-1971) se había casado en 1920 y ya habían tenido 9 hijos:
Martina (1921-1923), Martina (1924-2023), Daniel (1926-1926), Daniel (n.1927), Marcelina (1930-2009), Andrés (n.1931), Custodia (1931-1933), Felisa (n. 1935) y Justino (1936-2011).
De esta forma, Ángel era ya el décimo hijo nacido y el séptimo de los que sobrevivieron.
A Ángel le siguieron Felipe (n.1940), Jesús (1942-2020) y Agapito (n. 1948).

Familia de la Calle Vicente. 1942
De izquierda a derecha y de arriba a abajo:
Martina, Andrés, Marcelina y Daniel
Justino, Justina con Jesús en brazos, ÁNGEL, Ángel (padre) con Felipe y Felisa.
(c) Colección Familia De la Calle.

Ángel y Justina eran cabreros y vaqueros además de tener un próspero negocio hostelero que contaba con bar, sala de café, salón de baile, cine y fábrica de gaseosas.
Unas 60-70 cabras componían el rebaño, piara como se dice en Guijo, de la familia. Se trataba de cabras de la raza entonces conocida como "del país" y cuyas características eran similares a la de la actual cabra Verata: cabras de perfil cefálico recto o subcóncavo, tamaño mediano a pequeño y proporciones acortadas. Presentaban coloraciones muy variables con predominio de las oscuras y ambos sexos presentaban grandes cuernos en forma de espiral alargada y más rara vez en forma de arco.
Se criaban para la producción de carne y leche.

Cabras Veratas.
(c) Alonso de la Calle Hidalgo.

Las vacas eran de raza Frisona, conocidas en Guijo al igual que en muchas zonas del centro y sur peninsular como Suizas.
Se trata de vacas de perfil ligeramente cóncavo, tamaño medio a grande y morfología alargada, con escasa masa y hueso proporcionado, si bien en épocas pasadas eran animales más pequeños y de formas más recogidas, dando un aspecto más potente. La coloración está formada por manchas blancas y negras o rojas de extensión muy variable. Aunque ambos sexos presentan cuernos poco desarrollados, es habitual suprimirlos.
La principal aptitud es la producción lechera.

Vaca Suiza.
(c) Pilar Domínguez Castellano.

Estas vacas, originarias de los Países Bajos, y no de Suiza como mucha gente piensa, fueron introducidas en España a mediados del siglo XIX pero a Guijo de Santa Bárbara no llegaron hasta unos años de nacer nuestro protagonista de hoy, siendo precisamente Ángel de la Calle Jiménez, el padre de Caniche, el propietario de la primera pareja de vacas vacas suizas que hubo en el pueblo.

Vaca Suiza.
(c) Silvestre de la Calle García.

En Guijo de Santa Bárbara los niños empezaban a trabajar en el campo con 6-7 años aunque asistían también a la escuela.
Caniche fue uno de esos niños que tuvieron que trabajar en el campo y el ganado pues aunque tenían un cabrero contratado, muchos días le tocaba ir a por la leche con las bestias hasta el corral de El Toril o llevar y recoger a las vacas de los prados.
Con el fin de que pudiese ir al colegio, Ángel y Justina organizaban perfectamente a sus hijos de forma que los que eran de edades similares como Ángel y Felipe, se alternaban en el cuidado de las cabras y las vacas para poder asistir a la escuela con cierta regularidad.

Corral de El Toril
(c) Alonso de la Calle Hidalgo.

Sin embargo, las cabras de Ángel y Justina fueron vendidas a finales de 1951 pues siempre había dicho que si el hijo o hija que se casase primero no quería quedarse con las cabras, las venderían y se quedarían sólo con el negocio hostelero y las vacas.
En 1952, Marcelina contrajo matrimonio con Juan García García (1927-2012), borreguero y tabaco. Al tener borregas (ovejas), no podían quedarse con las cabras y por eso fueron vendidas.

Marcelina de la Calle Vicente. 1951.
(c) Colección Familia De la Calle.

Caniche y sus hermanos fueron creciendo durante las décadas de los 40 y 50 convirtiéndose en buenos mozos vestidos impecablemente gracias a que su hermana Martina, que era soltera y seguía viviendo en la gran casa familiar, lavaba y planchaba con gran cuidado pantalones y camisas y mantenía en perfecto estado los zapatos.

Martina de la Calle Vicente.
(c) Colección Familia De la Calle.

En el baile, se encargaba de la música tío Jacinto "El Pintamonas", sacristán del pueblo y compadre de Ángel, que tocaba con un rústico organillo.
Ángel, al tanto de los avances que había en los bailes de pueblos cercanos, decidió forman una orquesta de categoría con sus hijos.
Felipe tocaba la batería mientras que Andrés y Ángel tocaban el saxofón. Justino por su parte, fue el más virtuoso de todos los hermanos pues además de tocar con maestría el saxofón, tocaba también el acordeón, el laúd...y hasta el armonio de la iglesia puesto que fue sacristán después del tío Pintamonas.
La ORQUESTA DE LA CALLE que empezó a tocar en el salón de baile familiar que posteriormente fue propiedad de Justino, acabó siendo una renombrada charanga que animó las fiestas guijeñas y de los pueblos de La Vera hasta comienzos del presente siglo.

Felipe, Andrés, Justino y Ángel. 1959.
(c) Colección Familia de la Calle.

Ángel de la Calle Vicente contrajo matrimonio el 9 de abril de 1964 con Antonia Santos Vaquero (n. 6 de Abril de 1944) de Guijo de Santa Bárbara con quien tuvo dos hijos llamados José Antonio (n. 28 de enero de 1965) y Olga (8 de febrero de 1970)

Ángel y Antonia con los padrinos de su boda Visitación Hidalgo y Antonio Leandro de la Calle.
9 de abril de 1962.
(c) Colección Familia De la Calle.

Desde ese momento, Caniche tuvo que empezar a trabajar para mantener a su nueva familia y pese a estar en plena época en la que muchos emigraban del pueblo en busca de una vida mejor en Madrid, País Vasco, Francia...decidió quedarse y mantenerse fiel a la tradición de sus antepasados siendo ganadero y agricultor hasta su jubilación en 2003, sin abandonar la actividad hasta hoy aunque ya de forma diferente.

Caniche entre el tabaco.
(c) Alonso de la Calle Hidalgo.

Caniche fue ganadero como sus hermanos Marcelina, Justino, Felipe y Jesús, dedicándose enteramente al ganado vacuno de raza Suiza.
Como la inmensa mayoría de los ganaderos guijeños dedicados al vacuno lechero, incluyendo a su propio padre, nunca tuvo muchas vacas.
En Guijo, las ganaderías de vacas lecheras contaban con una media de 4-6 reproductoras más los animales de reposición y algún añojo de cebo que actuaba como semental. Las explotaciones de más de 10 reproductoras eran raras y las que superaban la veintena, excepcionales.

Vaca Suiza.
(c) Alonso de la Calle Hidalgo.

La principal producción de estas vacas era la leche. Los terneros se vendían a los pocos días o semanas de nacer, dejándose únicamente alguna ternera para reponer las vacas viejas que se iban vendiendo y ocasionalmente algún ternero para venderlo ya como añojo y que de esa forma pudiera ser utilizado como semental.
El ordeño se realizaba de forma manual dos veces al día: por la mañana antes de que las vacas fuesen llevadas a los prados y por la tarde cuando regresaban al corral.
Vacas suizas en un prado.
(c) Alonso de la Calle Hidalgo.

En los años 80, Caniche y otros ganaderos se pusieron de acuerdo para llevar la electricidad hasta sus explotaciones e instalar ordeñadoras mecánicas.
La leche producida por las vacas de Caniche, como la de las demás vacas del pueblo, era entregada a la industria salvo una pequeña parte que se destinaba a la venta directa en casa.

Caniche ordeñando a mano a su última vaca en 2004.
(c) Alonso de la Calle Hidalgo.

Como agricultor, Caniche se dedicó fundamentalmente al cultivo del tabaco aunque también cultivo frambuesas y por supuesto el huerto o vergel para el consumo familiar de verduras y hortalizas.
Además de eso sembraba panizos (maíz) para los animales.

Caniche trabajando.
(c) Alonso de la Calle Hidalgo.

El tabaco que cultivaba Caniche era de tipo negro. Se trata de un cultivo que requiere muchísimo trabajo desde que la pequeña semilla se siembra en las eras o desde que las plantas son trasplantadas de las eras a las fincas hasta que estaban listas para su corte y acarreo a los secaderos donde una vez secas se deshojaban.

Regando los surcos para poner el tabaco.
(c) Alonso de la Calle Hidalgo.

Una vez plantado, el tabaco debía binarse primero con la azada y después pasando el cultivador, un apero arrastrado por una caballería.
También había que regarlo con frecuencia pues al ser una planta de clima tropical requiere mucha humedad y temperaturas relativamente elevadas.
Cuando crece la flor, es preciso cortarla para que la planta termine de desarrollarse correctamente.

Caniche cortando la flor del tabaco.
(c) Alonso de la Calle Hidalgo.

Cuando el tabaco comienza a amarillear, se corta la planta entera y se lleva a los secaderos, locales donde el tabaco permanecerá bajo techo pero con una buena ventilación que habrá que controlar diariamente durante varias semanas para que la planta se seque correctamente.
Había varias formas para colgar el tabaco consistiendo la más antigua en atar la planta por la base con una correa obtenida de la corteza fresca de las mimbres.

Caniche y su consuegra Juana atando el tabaco con las correas.
(c) Alonso de la Calle Hidalgo.

Una vez atada la tabaquera, se colgaba de los cuartones del techo del secadero que tenían clavadas pequeñas púas.
Este sistema, bastante engorroso, sería sustituido posteriormente por el atado con cuerdas y finalmente con el clavado de una pequeña púa en cada tabaquera que se colgaba en líneas de alambre que atravesaban el propio secadero.

Caniche colgando tabaco.
(c) Alonso de la Calle Hidalgo.

Cuando el tabaco estaba completamente seco, se deshojaba y se enfardaba para que quedase listo para enviarlo al centro de fermentación.
Aunque daba mucho trabajo, el cultivo de tabaco negro generaba importantes ingresos a los agricultores guijeños que con eso y lo que sacaban de las vacas suizas, vivían y sacaban adelante a sus familias.

Caniche y su consuegro Emilio enfardando el tabaco.
(c) Alonso de la Calle Hidalgo.

Caniche nunca tuvo coche ni utilizó maquinaria moderna para las tareas de su explotación agropecuaria a excepción de la ordeñadora para ordeñar las vacas. 
Para realizar diferentes labores del campo siempre utilizó bestias, tanto cuando era joven como después de jubilarse cuando siguió trabajando en el campo para entretenerse.
Aunque tuvo mulos y burros, prefirió siempre los primeros y todos los guijeños le recuerdan con el mulo que tuvo durante muchísimos años.

Caniche con su mulo.
(c) Silvestre de la Calle García.

Utilizaba el mulo para subir la leche desde su finca de La Fuentefría, en la que tenía las vacas, hasta el pueblo todos los días. También lo utilizaba para arar la tierra, acarrear el estiércol o rastrear las olivas.
Esta última tarea consistía en recorrer los olivares con el mulo que llevaba enganchado un apero de madera conocido como "rastra" sobre el que se colocaban piedras para que pesase más. El objetivo de hacer esto era mantener limpios los olivares sin necesidad de realizar costosos tratamientos fitosanitarios o desbrozarlos, de forma que el suelo estuviese limpio a la hora de cosechar las aceitunas.

Caniche rastreando las olivas con el mulo.
(c) Alonso de la Calle Hidalgo.

A finales de primavera y comienzos del verano, la tarea más importante que realizaba Caniche con su mulo, era pasar el cultivador (especie de arado) al tabaco para mantener los surcos limpios de hierba, permitiendo el correcto desarrollo de la planta, y al mismo tiempo subir la tierra que caía al fondo del surco, protegiendo así la raíz de las pequeñas tabaqueras.
Esto podía realizarse con una azada, pero era tremendamente trabajoso y si se disponía de un mulo, era mejor utilizarlo.

Pasando el cultivador al tabaco con el mulo.
(c) Alonso de la Calle Hidalgo.

Cuando empezaba a hacer calor, tenía lugar la siega de los prados para almacenar el heno necesario para alimentar a las vacas durante el invierno cuando la hierba no crecía lo suficiente. La hierba se segaba con la guadaña y se dejaba secar durante 2 ó 3 días, dándole la vuelta con horcas para que se secase de forma homogénea. Una vez seco, se llevaba hasta los corrales con los mulos.
Pero a veces, cuando se tenía poco ganado y la hierba crecía mucho, también se segaba y transportaba fresca a los corrales para dársela a los animales en el pesebre y que no la pateasen en el prado.

Caniche con el mulo cargado de hierba.
(c) Alonso de la Calle Hidalgo.

Llegado el momento de la cosecha del tabaco, cuando las plantas comenzaban a amarillear a finales de agosto o principios de septiembre, se cortaban para ser llevadas a los secaderos.
Para acarrear el tabaco a menudo por estrechas callejas y caminos por los que era imposible circular con coches o sacarlo desde aquellas fincas que tenían difícil acceso, era imprescindible el uso del mulo.

Caniche y su consuegro Emilio (al fondo) cargando tabaco en las bestias.
(c) Alonso de la Calle Hidalgo.

En otoño e invierno, cuando había poco trabajo en el campo, se aprovechaba para realizar otros trabajos con los mulos como por ejemplo arrastrar madera.
Una vez cortados los árboles, se retiraban las ramas y se enganchaban con una cadena para ser arrastrados con el mulo. 

Caniche arrastrando madera con su mulo.
(c) Alonso de la Calle Hidalgo.

Todavía queda algún mulo en Guijo de Santa Bárbara pero el mulo de Caniche siempre será recordado por haber sido una de las últimas bestias utilizadas diariamente para el trabajo.
Cuando Caniche se jubiló en 2003, el mulo ya era bastante viejo pero aún lo mantuvo varios años más hasta que tuvo que sacrificarlo por su avanzada edad.
Quien esto escribe, puede dar fe que fue uno de los días más duros de la vida de Caniche.

El mulo de Caniche.
(c) Silvestre de la Calle García.

Pero jubilado y sin mulo, Caniche no podía estar porque seguía siendo un hombre muy activo así es que se decidió a comprar una burra.
Durante varios años tuvo una preciosa burra Zamorana que utilizaba para realizar los mismos trabajos que hasta entonces había realizado con el mulo y para ayudar a su yerno Miguel y su hija Olga, que son vaqueros, con labores como la recogida del heno.

Caniche arrastrando heno con su burra.
(c) Alonso de la Calle Hidalgo.

Tuvo después un burro blanco de gran tamaño y bastante recio con el que era complicado trabajar pero aún así lo hacía. 
Era habitual ver a Caniche con su burro bien atado y al que tenía colocados dos "perrillos" en el cabezón para dominarle mejor, realizando trabajos como el acarreo del estiércol.

Caniche acarreando estiércol con el burro.
(c) Olga de la Calle Santos.

A la hora de realizar todos los trabajos del campo, Caniche ha contado con la inestimable ayuda de su esposa Toñi. Cualquier mujer del medio rural ha trabajado siempre mucho al tener que hacerse cargo de la casa, del cuidado de los hijos y de los abuelos y de ayudar en las labores del campo cuando era necesario.
Pero Toñi realizaba muchas tareas sola y a diario. Cuando Caniche tenía que ir con la charanga a tocar en las fiestas de los pueblos vecinos, Toñi se encargaba del ordeño de las suizas y de subir la leche al pueblo.

Toñi deshojando tabaco.
(c) Alonso de la Calle Hidalgo.

Para trabajar tan duramente como lo han hecho Caniche y Toñi y para mantener a la familia, es imprescindible comer bien. Además de contar con la leche de sus vacas, los huevos de sus gallinas y lo que cultivaban en su huerto, Caniche y Toñi hacían todos los años una buena matanza, comprando para ello un cerdo o cochino que engordaban desde pequeño o que compraban ya cebado en los últimos años.
Los preparativos de la matanza comenzaban con el pelado, picado y cocido de la calabaza para elaborar las tradicionales morcillas.

Caniche y Toñi pelando y picando la calabaza para las morcillas.
(c) Alonso de la Calle Hidalgo.

La matanza en casa de Caniche era una auténtica fiesta como en cualquier casa del medio rural español y a ella asistían sus hijos y nietos, sus hermanos, sobrinos, amigos...
Todo terminaba cuando con gran satisfacción Caniche colgaba los chorizos y las morcillas a secar en la cocina de lumbre de su casa.

Caniche con la matanza ya colgada.
(c) Alonso de la Calle Hidalgo.

Hoy en día, Caniche ya no tiene vacas ni bestias y tampoco cultiva tabaco, pero sigue cultivando su huerto para tener verduras para el consumo familiar y tiene unas cuantas gallinas.
A sus 85 años, ya lleva una vida más tranquila en compañía de su esposa Toñi, de sus hijos José Antonio y Olga y de sus nietos Raquel, Sergio, Miguel y Saray.

Ángel y Toñi.
(c) Olga de la Calle Santos.

Ángel de la Calle Vicente, Caniche, es uno de esos sabios de nuestros pueblos que han sabido mantener vivas la cultura y tradiciones que heredaron de sus antepasados y de transmitirla a las generaciones futuras justamente en el momento más complicado de la historia pues cuando muchos decidieron abandonar el campo y cambiar de vida, él decidió quedarse en el pueblo y demostró que se podía sacar adelante a una familia tal y como lo habían hecho sus antepasados.
Los guijeños tenemos la suerte de poder disfrutar todavía de él y de sus muchas anécdotas y vivencias.

Ángel de la Calle Vicente, CANICHE.
(c) Alonso de la Calle Hidalgo.

NOTA FINAL DEL AUTOR.
Se preguntarán muchos lectores qué vínculo me une a Caniche para escribir este artículo.
Ángel de la Calle Vicente era uno de los hermanos de mi abuela materna Marcelina de la Calle Vicente. Mis abuelos Juan y Marcelina siempre estuvieron muy unidos a mis tío Caniche y Toñi motivo por el cual en mi familia seguimos manteniendo una muy buena relación con él.
Quiero que este artículo sea un sencillo pero sincero homenaje para mi tío que este año cumple 85 años.

Con mi tío Caniche.
17 de septiembre de 2023.

ENLACES DE INTERÉS:

- LOS SENAGÜILLAS: UNA FAMILIA GANADERA.


- LA VACA SUIZA.


- EL TABACO EN GUIJO DE SANTA BÁRBARA.


- LA MATANZA.

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