lunes, 2 de septiembre de 2024

LOS INCENDIOS FORESTALES

Cada año, especialmente durante el periodo estival y conforme avanza el verano y el terreno se reseca por la ausencia de lluvias, se producen en España terribles incendios forestales que calcinan miles de hectáreas de nuestros montes ocasionando grandes pérdidas naturales, económicas y hasta personales.
En ocasiones, estos incendios pueden ocasionarse por causas naturales como lleva ocurriendo desde hace millones de años pero, por desgracia, muchas veces son provocados por el animal más poderoso y a la vez destructivo de la Tierra: El Hombre.

Incendio en la provincia de Ávila.
(c) Miguel Alba Vegas.

La causa natural más frecuente, podríamos decir que prácticamente la única, para provocar un incendio en nuestras latitudes, es el impacto de algún rayo durante las tormentas eléctricas, siendo especialmente peligrosas para esto las tormentas de verano o tormentas secas en las que no llueve por lo que el suelo no se humedece y en caso de producirse el impacto, el pasto o la madera pueden arder con inmensa rapidez.

Tormenta eléctrica.
(c) Alonso de la Calle Hidalgo.

Pero, como decíamos en la introducción, muchos de estos incendios son provocados directa o indirectamente por el Hombre.
Los motivos que llevan a algunas personas a provocar incendios en nuestros montes son muy diversos y pueden ser provocados por cualquier persona aunque a la hora de buscar culpables, lo más rápido y sencillo es culpar a aquellos que están siempre en el monte o en sus inmediaciones: ganaderos, agricultores, cazadores...

Cabrero en el monte.
(c) Alonso de la Calle Hidalgo.

Analicemos la influencia de estos "supuestos culpables" de los incendios forestales.
En épocas pasadas, cuando los ganaderos, perfectos conocedores de los montes que habitaban, podían gestionarlos por sí mismos sin necesidad de recurrir a la Administración Pública, que por otra parte podríamos decir que era inexistente, realizaban quemas controladas con el fin de mantener aclarados los montes y pastizales y controlar el excesivo crecimiento del matorral.

Cabras pastando en una zona de matorral.
Guisando (Ávila).
(c) Silvestre de la Calle García.

Dichas quemas se realizaban CON CONOCIMIENTO, esto es, analizando el estado del suelo, las condiciones meteorológicas, la dirección del viento e infinidad de factores que los ganaderos conocían perfectamente.
El momento óptimo para realizarlas era tras las primeras lluvias otoñales cuando el suelo estaba cargado de humedad y no se producían arrastres del mismo hacia los cursos de agua. 
Naturalmente, estas quemas se realizaban alejadas de bosques y núcleos de población y retirando al ganado de ellas, por lo que solían realizarse en otoño cuando el ganado bajaba del monte.
Una vez realizada la quema y tras asegurarse que el fuego estaba totalmente extinguido, el terreno se acotaba durante un tiempo para que el ganado no pastase y permitiese la regeneración del suelo.

Vacas Tudancas en el puerto.
Caloca (Cantabria).
(c) Carlos Fidel Vejo.

En los montes donde pastaban cabras, estas medidas eran menos necesarias ya que estos animales se alimentan fundamentalmente de matorrales, contribuyendo así al aclarado de los terrenos que son aprovechados por otras especies como vacas y caballos que consumen las hierbas más altas y bastas respectivamente y ovejas que consumen la más corta y fina.
No obstante, en ocasiones era necesaria también la quema de terrenos habitados por cabras.

Cabras Azpigorri comiendo zarzas.
Zaratamo (Bizkaia)
(c) Ibai Menoyo Aguirre.

Unos meses después de realizar la quema y gracias a los nutrientes aportados por la ceniza y a las lluvias, el pasto volvía a crecer con gran vigor, permitiendo al ganado alimentarse y a la vez fertilizar el suelo con sus deyecciones contribuyendo a mejorarlo año tras año.
Si con el paso de los años el matorral volvía a crecer en exceso, se repetía el proceso descrito.

Vacas Avileñas pastando.
Navarredonda de Gredos (Ávila)
(c) Juan Manuel Yuste Apausa.

También es preciso mencionar las rozas y quemas de ciertos terrenos del monte para la siembra de cereales como el centeno, realizadas a menudo de forma mancomunada por los vecinos de un pueblo o aldea, cultivando el terreno durante uno o más años y dejando que luego el terreno dedicado a pastizal para el ganado con el fin de que se regenerase.

Sembrado de centeno.
San Martín de la Vega del Alberche (Ávila)
(c) Silvestre de la Calle García.

Los animales salvajes se beneficiaban de los terrenos aclarados tras las quemas controladas realizadas por los ganaderos y agricultores para fomentar el crecimiento de los pastos o para obtener terrenos de cultivo que, como hemos dicho, posteriormente se convertirían también en pastizales y cuando estos crecían, una gran variedad de especies desde conejos y perdices hasta ciervos o cabras monteses, acudían en busca del pasto y las semillas de las plantas que allí crecían, pudiendo ser abatidos fácilmente aunque en el pasado la caza constituía una actividad secundaria respecto a la ganadería y los cazadores solían ser principalmente ganaderos que aprovechaban un recurso natural, renovable y sostenible como es la caza.

Corza pastando.
(c) Alonso de la Calle Hidalgo.

Al permanecer los terrenos libres de matorral gracias al pastoreo y a las quemas controladas realizadas de manera periódica, los incendios forestales no se producían o su magnitud era mínima afectando rara vez a áreas boscosas o periurbanas, las cuales se mantenían también en buen estado gracias a la limpieza del bosque por la recogida de leña y al adecuado mantenimiento de las parcelas de cultivo que bordeaban los pueblos.
Si se producía un incendio, generalmente por causas naturales, podía ser fácilmente sofocado por los propios vecinos de los pueblos con los medios que tenían a su alcance.

Huerto tradicional.
El Gasco, Nuñomoral (Cáceres)
(c) Silvestre de la Calle García.

Actualmente, es la Administración Pública mediante la contratación de bomberos forestales, la que se ocupa de la extinción de los incendios forestales y de la prevención de los mismos realizando labores de limpieza y mantenimiento del monte mediante desbroces y otras actuaciones.
Estas actividades son importantísimas tanto para el monte como para la población rural pues generan gran cantidad de puestos de trabajo permitiendo la fijación de población y por lo tanto el mantenimiento de los propios pueblos y de su cultura, tradiciones y forma de vida.

Pinar libre de maleza.
Hoyocasero (Ávila)
(c) Silvestre de la Calle García.

Las medidas tomadas son bastante eficaces y, de hecho, si no se realizasen acciones centradas en la limpieza del monte, los incendios que se produjesen por causas naturales, serían muy virulentos.
El verdadero problema viene cuando cualquier persona, sea quien sea, provoca intencionadamente un incendio forestal con objetivos que no vienen al caso, ocasionando grandes pérdidas naturales y económicas ocasionando enormes gastos a la Administración pública para extinguir el incendio.

Caballos cerca de un incendio.
(c) Miguel Alba Vegas.

Pongamos un ejemplo de la forma en que un incendio forestal provocado puede causar terribles pérdidas a un ganadero.
El pasado año, Cantabria sufrió numerosos incendios forestales, algunos de gran magnitud y en su mayoría intencionados. 
Un incendio con varios focos diferentes, lo que indica claramente que fue provocado, afectó a Peña Cabarga donde, en la zona de Sobremazas, Isaac Díaz Granel mantenía en régimen extensivo 14 vacas, 7 becerros, 24 cabras, 6 caballos y 3 potros, además de mantener en una finca cercana a dicho monte 3 ponis y 2 burros.

Cabras pastando.
(c) Isaac Díaz Granel.

Aunque no todo el monte sucumbió bajo las llamas, numerosos sectores quedaron reducidos a cenizas prohibiendo el pastoreo del ganado en dichas zonas para favorecer la regeneración del suelo y de la vegetación, resultando los ganaderos de la zona los principales afectados ya que, aunque no se prohibió el pastoreo en aquellas áreas del monte que no se quemaron, al permanecer el ganado libre, sería imposible controlarlo a no ser que los ganaderos permaneciesen las 24 horas del día pendientes del ganado, cosa a todas luces imposible en estos tiempos.
La única solución para los ganaderos fue vender el ganado o mantenerlo en sus fincas particulares alimentándolo con piensos y forrajes, algo inviable para muchos ganaderos.

Caballos Monchinos.
(c) Isaac Díaz Granel.

Como vemos, no se puede culpar a la gente que vive en/o del monte de provocar estos incendios porque ellos son los principales perjudicados.
Lógicamente, no se puede generalizar en ningún aspecto de esta vida y siempre habrá excepciones y ganaderos, cazadores y demás pueden provocar incendios, pero muchos son los que aprovechan la situación y esa creencia popular para provocar incendios con intereses o motivos diversos y culpar a los ganaderos, cazadores y demás profesionales relacionados con el monte.

Cabrero con sus cabras.
(c) Alonso de la Calle Hidalgo.

En cualquier caso, los incendios forestales son una auténtica catástrofe pero todos podemos colaborar para evitarlos. ¿Cómo puede ser esto?
Los consumidores podemos contribuir a mantener el monte en buen estado adquiriendo productos obtenidos a partir del ganado manejado de forma extensiva. De esta forma se garantiza además la fijación de población en el medio rural y se evita el abandono de nuestros montes que, si no fuese por el ganado, se convertirían en impenetrables bosques que son más susceptibles de ser pasto de las llamas.

Vaca Casina.
(c) Carlos Fidel Vejo.

Vacas, ovejas, equinos, cerdos y sobre todo cabras, actúan como auténticos bomberos forestales al alimentarse del pasto y los arbustos, cumpliendo una labor de desbroce que ahorra cientos de miles de euros a la Administración pública.
Naturalmente, se debe estudiar cuidadosamente la cantidad de ganado o carga ganadera que puede mantener un determinado monte en función de su superficie y características pues el sobrepastoreo puede convertir un bosque en un desierto.

Rebaño de cabras.
(c) Alonso de la Calle Hidalgo.

Cuando realicemos excursiones para disfrutar del monte, deberemos ser especialmente cuidadosos con nuestras acciones y no hacer fuego ni otras actividades que puedan provocar un incendio.
Es cierto que muchos montes son públicos y por lo tanto son de todos pero, precisamente por eso, debemos cuidarlos aún más y si el monte en el que nos encontremos es de propiedad particular, deberemos ser todavía más cuidadosos.

Paseando por la sierra.
(c) Daiana Martín Delgado.

La Administración Pública puede contribuir en primer lugar facilitando la vida a los ganaderos de extensivo sobre todo en lo relativo a los cada vez más exigentes trámites burocráticos y concediendo ayudas para el mantenimiento y la conservación de razas autóctonas adaptadas al pastoreo extensivo que, como dijimos antes, actúan como verdaderos bomberos.
Al mismo tiempo, la Administración puede y debe formar y contratar personal especializado en la extinción y sobre todo en la realización de labores de prevención de incendios.

Cabras pastando.
(c) Isaac Díaz Granel.

Si todos colaboramos y ponemos un poco de nuestra parte, conseguiremos que no se vean imágenes como la que abre este artículo y podremos disfrutar de nuestros montes llenos de vida silvestre y de ganado.

La belleza de los montes de Cantabria.
(c) Carlos Fidel Vejo.

Nota final del autor.
Hace un tiempo, Isaac Díaz Granel, ganadero mencionado en este artículo, asiduo lector y gran colaborador del blog, me propuso escribir un artículo sobre el tema de los incendios para dar visibilidad a esos ganaderos que, como se dice en mi tierra, "sin comerlo ni beberlo" se ven entre la espada y la pared cuando tiene lugar un incendio en un monte en el que pasta su ganado, como le ocurrió a este ganadero que ha colaborado conmigo en artículos como el de Las Gallinas de Cantabria, Euskal Artzain Txakurra y muchos otros.

Gallinas Pedresas.
(c) Isaac Díaz Granel.

También me decidí a escribir este artículo porque hace sólo unos días se produjo un incendio provocado por algún desaprensivo en el entorno del Castro del Collado del Freíllo o Castro Celta del Raso como popularmente le conocen los vecinos de este paraje cercano al núcleo de población de El Raso en el término municipal de Candeleda (Ávila).
El incendio a calcinado terrenos de gran valor ecológico, natural y paisajístico, no siendo realmente más grave de lo que ha sido gracias a que la zona se mantiene mínimamente limpia gracias al pastoreo de cabras, aunque como dijimos hace años en un artículo titulado HACE FALTA MÁS GANADO, serían necesarias más cabezas de ganado en nuestros montes para mantenerlos limpios pero para eso, todos tenemos que poner de nuestra parte.

Cabras junto al "Castro Celta" de El Raso.
(c) Alonso de la Calle Hidalgo.

Quizás, lo más significativo de este incendio del Raso haya sido la destrucción de parte del milenario patrimonio histórico del Castro, donde se han quemado en parte las cabañas, chozas o casas reconstruidas hace años para que los visitantes pudieran ver cómo vivían hace 2.200 años los vettones, habitantes de esta zona. Una de las casas, albergaba un pequeño museo.

Casa del Castro del Raso.
(c) Alonso de la Calle Hidalgo.

Esto nos sirve de ejemplo también para ver el peligro que suponen los incendios forestales para la población humana puesto que pueden afectar a todo tipo de infraestructuras, parcelas próximas a los pueblos e incluso a las propias poblaciones. Por ello, es importante mantener en buen estado los montes y terrenos circundantes a los pueblos, algo que por ejemplo en Extremadura se está llevando a cabo gracias al proyecto MOSAICO, del que hablaremos en otra ocasión.

Cabras en pastoreo.
Guijo de Santa Bárbara (Cáceres).
(c) Silvestre de la Calle García.

Fdo: Silvestre de la Calle García.
Técnico Forestal.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

CENTENARIO DEL NACIMIENTO DE ANTONIO LEANDRO DE LA CALLE JIMÉNEZ.

Antonio Leandro de la Calle Jiménez nació el 13 de septiembre de 1924 en Guijo de Santa Bárbara y falleció en el Hospital Campo Arañuelo de ...