LOS ABUELOS EN EL MEDIO RURAL
Los abuelos han tenido una gran importancia en todas las sociedades y en el medio rural de la península Ibérica esto no ha sido una excepción sino que, precisamente en un ambiente así, el papel de los abuelos ha sido aún más trascendental al ser los encargados de mantener viva la cultura tradicional transmitiéndola oralmente a las siguientes generaciones, motivo por el cual eran queridos y respetados tanto por la familia como por todo el pueblo, escuchando con atención y poniendo en práctica sus sabios consejos pues, como dijo el insigne poeta José María Gabriel y Galán, DEL VIEJO EL CONSEJO.
Valeriana Díaz de la Hoz con sus cabras.
Judes (Soria)
(c) Colección Santiago Álvarez Bartolomé.
Quien haya vivido en un pequeño pueblo y haya tenido la suerte de conocer a alguno o a todos sus abuelos e incluso a algún bisabuelo o tatarabuelo, guardará gratos recuerdos de ellos y, posiblemente, se identificará con la fotografía con la que abrimos este artículo y en la que vemos a Valeriana Díaz de la Hoz (1880-1962) con sus cabras en la localidad soriana de Judes acompañada por dos niños que bien podrían ser sus nietos.
Imágenes como esta, que evocan a esos abuelos de épocas pasadas, pueden verse aún hoy en muchos pueblos de España.
Lamentablemente, las cosas han cambiado un poco y según argumentan muchos abuelos actuales de avanzada edad, "esto se debe a la llegada de la televisión a la sala y del butano a la cocina" ya que durante miles de años, los abuelos transmitieron gran parte de su sabiduría junto a la lumbre que primero calentaba e iluminaba las cuevas donde habitaban los cazadores y recolectores hace decenas de miles de años, después las cabañas y chozas de los pastores y agricultores del neolítico y finalmente las cocinas de las viejas casas de nuestros pueblos y aldeas.
Antonio Leandro de la Calle Jiménez y Visitación Hidalgo Burcio junto a la lumbre.
Guijo de Santa Bárbara (Cáceres).
(c) Alonso de la Calle Hidalgo.
Pero no nos quedemos con lo malo, ya que aún con televisión y otras nuevas tecnologías y sin lumbre en las cocinas, los abuelos siguen transmitiendo su sabiduría a los nietos tanto en casa como en el campo, contándoles historias de épocas pasadas que sirven para que los jóvenes de hoy, puedan combinar o conjugar la tecnología actual con los milenarios conocimientos prácticos transmitidos de generación en generación.
Alejandro Torralvo Gutiérrez, joven cabrero de Guijo de Santa Bárbara (Cáceres) junto a su abuelo Primitivo Torralvo García.
Tradición y modernidad perfectamente unidas.
Veamos como era la vida de los abuelos en épocas pasadas para hablar después de los diversos cambios acaecidos hasta el momento actual.
Hace unas décadas, ser abuelo era todo un privilegio dado que la vida era muy dura, la esperanza de vida mucho menor que la actual y la mortalidad a edades tempranas era verdaderamente elevada, especialmente en el caso de las mujeres que, en muchos pueblos donde no había asistencia médica, morían por complicaciones en el parto.
Como contrapartida, el intervalo intergeneracional era mucho más bajo que hoy y frecuentemente, los primeros nietos llegaban pronto pero para eso, había que casarse, tener hijos y que estos se casasen.
Explicamos todo esto con detalle en una magnífica entrada del blog titulada LAS BODAS TRADICIONALES que el lector puede consultar si así lo desea.
Boda de Ángela García y Emilio García.
Guijo de Santa Bárbara (Cáceres)
(c) Alonso de la Calle Hidalgo.
Teniendo en cuenta que la mayoría de las mujeres se casaban entre los 18 y los 24 años y los hombres con algunos años más, los primeros nietos solían tenerse entre los 40 y los 50 años, no sorprendiendo que algunas mujeres fuesen abuelas por primera vez antes de los 40 años.
A esa edad, las abuelas eran perfectamente fértiles y no era infrecuente teniendo en cuenta lo numerosas que eran las familias, que muchas veces algunas de aquellas "abuelas jóvenes" fuesen madres al mismo tiempo que lo eran sus hijas y nueras e incluso que hubiese sobrinos cuyos tíos fuesen menores que ellos, cumpliendo de esta forma el dicho tan gracioso y popular de "éramos pocos y parió la abuela".
Justina Vicente Burcio y Ángel de la Calle Jiménez con 9 de sus 13 hijos.
Guijo de Santa Bárbara (Cáceres). 1942.
(c) Familia de la Calle.
Aquellos hombres y mujeres que eran abuelos a edades relativamente tempranas, no podían disfrutar mucho de los nietos, puesto que tenían que seguir trabajando para mantener a sus hijos aún solteros que seguían viviendo con ellos y que, como ya dijimos, en muchos casos eran de corta edad.
De esta forma, el abuelo tenía que seguir trabajando en el campo, con el ganado o en diversos oficios (cartero, carnicero, panadero, carpintero, albañil...), saliendo de casa al amanecer y regresando al anochecer, lo que le impedía ver a sus nietos salvo en momentos muy puntuales. Procuraba pasar por casa de sus hijos para ver a los niños, pero muchas veces ya los encontraba durmiendo.
Paulino Gargantilla Serrano ordeñando una cabra.
Tornavacas (Cáceres)
(c) Alonso de la Calle Hidalgo.
La abuela, salvo que tuviese que ir al campo a ayudar a su esposo en momentos muy puntuales y siempre y cuando no hubiese algún hijo o hija que pudiera hacerlo, se quedaba en casa realizando las labores domésticas y cuidando a sus propios hijos pequeños.
Por si tuvieran poco trabajo, las abuelas jóvenes solían tener a su cargo a sus padres y/o suegros.
No obstante, al estar en el pueblo y aunque las labores domésticas eran sumamente arduas si las comparamos con la forma actual de realizarlas, la abuela podía acercarse a casa de sus hijos para visitar a los nietos o recibir en casa la visita de las hijas y nueras acompañadas de sus retoños.
Visitación Hidalgo Burcio lavando la ropa en el pilón.
Guijo de Santa Bárbara (Cáceres)
(c) Alonso de la Calle Hidalgo.
Pero muchas abuelas, aún teniendo muchos hijos en casa todavía, ayudaban a sus hijas y nueras con el cuidado de los nietos, especialmente si se tenían que ir al campo a ayudar a sus maridos, quedándose los niños en la casa de la abuela y conviviendo con sus tíos, que podían ser incluso más jóvenes que ellos, y con sus primos, criándose todos como si fuesen hermanos y estableciéndose un vínculo especial entre ellos.
Familia de Los Senagüillas.
Guijo de Santa Bárbara (Cáceres).
(c) Familia De la Calle.
Cuando los nietos iban ya más grandecillos, los niños iban al campo para ayudar a sus abuelos y las niñas ayudaban en casa a las abuelas.
En muchos casos, tal ayuda no era necesaria pero era una forma muy eficaz de que los niños aprendiesen los oficios que desempeñarían cuando fuesen adultos. Esto se estuvo haciendo hasta que la sociedad empezó a cambiar considerando que los niños deberían aspirar a una "vida mejor" que la de sus padres y abuelos aunque eso supusiese romper con la milenaria cultura tradicional.
Silvestre de la Calle García ayudando a su abuelo Antonio Leandro de la Calle Jiménez a hacer un ameal.
Guijo de Santa Bárbara (Cáceres).
(c) Alonso de la Calle Hidalgo.
Así, los niños iban aprendiendo labores relacionadas con el pastoreo, el cultivo de la tierra, la siega...mientras que las niñas aprendían las labores domésticas.
Pensemos que en la sociedad rural de hace unas décadas, no se concebía el mundo de otra manera.
Los nietos continuaban ayudando a sus abuelos año tras año hasta que, sin darse cuenta ni unos ni otros, aquella ayuda se había convertido en algo imprescindible.
El problema venía cuando los jóvenes varones se marchaban a hacer la Mili y las jóvenes se casaban teniendo que cubrir su puesto otro nieto aunque para este momento, los abuelos ya empezaban a entrar en una etapa diferente.
Abuelo y nieto con las cabras.
Guijo de Santa Bárbara (Cáceres).
Los niños que iban a la escuela a diario, solían comer y merendar regularmente en casa de los abuelos puesto que sus madres marchaban a veces al campo y no volvían hasta por la tarde.
No cocinaba la abuela en tales casos platos excepcionales para la comida, puesto que solía haber cocido para toda la gente que comía en la casa, pero si estaban los nietos, se preparaba un cocido con mayor esmero e incluso, si daba tiempo, se hacía algún postre o dulce para la merienda, siendo muchas las abuelas que preparaban mantequilla con la nata de la leche para dársela a sus nietos por la tarde.
Sin embargo, había determinados días del año en los que toda la familia se reunían para trabajar en casa de la abuela como por ejemplo el día de la matanza o simplemente para cenar todos juntos como ocurría en Nochebuena, preparando la abuela para tales ocasiones los mejores manjares y pensando siempre en los niños más pequeños. Eran días en los que se comían pollo, patatas fritas, flanes, natillas, arroz con leche...que aunque hacían las delicias de los mayores porque se comían en contadísimas ocasiones, eran aún más apreciados por los pequeños.
Caldereta de cabrito con patatas fritas.
Comida de fiesta en casa de la abuela.
(c) Silvestre de la Calle Hidalgo.
Hay que mencionar aquí a aquellos nietos que, viviendo en la ciudad, pasaban las vacaciones en el pueblo con los abuelos.
Para ellos, las atenciones aumentaban porque los abuelos no podían verlos con tanta frecuencia y el poder tenerlos en casa unos días, era motivo de inmensa alegría.
Justina Vicente y Ángel de la Calle con sus nietos Ángel, Fernando y Antonia.
Guijo de Santa Bárbara (Cáceres)
(c) Familia De la Calle.
Se consideraba que a esa edad, los hombres podían trabajar poco en el campo o con el ganado, limitándose a cultivar algún pequeño huertecillo y a mantener algunos animales para el consumo doméstico.
Para ese momento, todos o casi todos los hijos del matrimonio ya se habrían casado y abandonado la casa familiar pero siguiendo una ancestral y sabia costumbre, los abuelos habían ido reduciendo poco a poco su patrimonio otorgando mediante la denominada HIJUELA algunas fincas, cabezas de ganado e incluso alguna casa, a los hijos que se casaban facilitando así su independencia y reduciendo el trabajo al perder mano de obra en la casa.
Primitivo Torralvo García con una cabra.
Guijo de Santa Bárbara (Cáceres)
(c) Familia Torralvo.
Las abuelas continuaban haciendo las labores domésticas básicas como hacer la cama, hacer la comida, fregar los cacharros...pero ya eran ayudadas por las hijas y nietas para tareas pesadas o complicadas como llevar el agua desde la fuente, lavar la ropa, fregar los suelos de la casa de rodillas y con el cepillo...
Fregando el suelo en casa de la abuela.
Guijo de Santa Bárbara (Cáceres).
(c) Alonso de la Calle Hidalgo.
Mientras la abuela estuviese mínimamente bien para hacer las labores básicas, ella y el abuelo seguían viviendo en su propia casa, recibiendo la visita diaria de hijos y nietos para comprobar que todo marchaba bien. A menudo, algunos nietos se iban a dormir a casa de los abuelos para hacerles compañía y avisar a la familia de cualquier eventualidad.
Si el abuelo moría y la abuela estaba bien, ésta seguía viviendo en su casa sola o acompañada por algún nieto si era miedosa, pero si ocurría lo contrario, el abuelo no se quedaba nunca solo, trasladándose a vivir "a meses" o por temporadas a casa de sus hijos a no ser que hubiese alguna nieta que se hiciese cargo de él en la propia casa.
Antonio Leandro de la Calle Jiménez y Visitación Hidalgo Burcio.
Guijo de Santa Bárbara (Cáceres)
(c) Alonso de la Calle Hidalgo.
Pasados los 75 u 80 años, era impensable que los abuelos trabajasen en el campo puesto que, tras décadas de duro trabajo y penalidades, sus cuerpos ya no tenían fuerzas.
Llegaba el momento del merecido descanso aunque, al no existir hasta bien entrado el siglo XX pensiones de jubilación, debían ser ayudados por los hijos.
Por las mañanas, los abuelos salían a pasear por el pueblo y se sentaban a tomar el sol y a conversar con otros abuelos y con la gente que pasaba en algún poyo situado en la plaza, cerca de la fuente, cerca de la iglesia....lugares muy concurridos y donde había entretenimiento.
Por la tarde, iban a la taberna a tomarse un chato de vino.
Modesto de la Calle Jiménez paseando por la calle.
Guijo de Santa Bárbara (Cáceres)
(c) Familia De la Calle.
Precisamente cuando estaban paseando o sentados tomando el sol en los poyos, los abuelos coincidían con el cura del pueblo, del que siempre eran grandes amigos.
Siempre sintieron los sacerdotes un gran respeto por los abuelos y por las abuelas de los pueblos pues, según la tradición, San Joaquín y Santa Ana, cuya festividad se celebra el 26 de julio, fueron los padres de la Bienaventurada Virgen María y por lo tanto, abuelos del Señor y si Dios quiso tener abuelos en la tierra, es porque son algo muy importante.
Así, si el cura no veía a alguno de los abuelos en su poyo habitual, sabía que algo pasaba y acudía a su casa para interesarse por él, algo que hacía también si, como luego veremos, la abuela no acudía a Misa o al Rosario.
Don Francisco Torres Ruiz, párroco de Guijo de Santa Bárbara, visitando a Antonio Leandro de la Calle Jiménez de 95 años y a Visitación Hidalgo Burcio de 90 años.
Guijo de Santa Bárbara (Cáceres)
(c) Alonso de la Calle Hidalgo.
Las abuelas, aunque fuesen ya muy viejas, seguían haciendo las cosillas de casa y nunca salían a pasear sin motivo como los abuelos, dedicando su tiempo libre a realizar labores de costura como punto, ganchillo o encaje de bolillos si las manos y la vista se lo permitían.
Marceliana Jiménez Esteban haciendo punto.
Guijo de Santa Bárbara (Cáceres)
(c) Alonso de la Calle Hidalgo.
Por las tardes, las abuelas solían salirse a la calle y sentarse en los poyos con las vecinas o con otras mujeres de la familia continuando con sus labores de costura y aprovechando para comentar la actualidad del pueblo. A veces, las agujas se movían menos que las lenguas pero....¿acaso no merecían las abuelas un rato de risas y esparcimiento después de una vida de trabajo.
Abuela Justina, abuela Angelines, abuela Asun, abuela Marcelina, abuela Benigna y abuela Dolores.
Se habían olvidado los cestos de la labor...
Guijo de Santa Bárbara (Cáceres)
(c) Familia De la Calle.
Era difícil que las abuelas abandonasen su casa aunque ya no pudiesen hacer las tareas básicas y procuraban por todos los medios no irse "a meses" con sus hijos intentando que alguna nieta ya mayor, en muchas ocasiones casada, se fuese a vivir con su familia si ya la tenía, a casa de la abuela y es que con más de 80 años, tanto las abuelas como los abuelos ascendían un escalón vital más convirtiéndose en bisabuelos, si bien algunos lo eran incluso antes de cumplir los 70, algo bastante habitual en el caso de las mujeres pues analizando las cifras del comienzo del presente artículo, veremos que una mujer podía ser madre a los 20, abuela a los 40 y bisabuela a los 60 aunque no siempre la cosa iba tan deprisa pues para eso tenía que darse la circunstancia de que todas fuesen mujeres y se casasen muy pronto.
Gregoria Santos Pérez, pasados ya los 90 años.
Guijo de Santa Bárbara (Cáceres).
(c) Alonso de la Calle Hidalgo.
La llegada de los bisnietos convertía a los abuelos en "abuelos viejos" pues cuando las madres mandaban a los niños a un recado a casa de los abuelos, ellos preguntaban:
- ¿De qué abuelos?
- De los abuelos viejos.
Era relativamente fácil que, aquellos hombres y especialmente mujeres que se casaban muy jóvenes, conociesen a algunos bisnietos llegando a disfrutar de ellos durante muchísimos años y, aunque ya era algo absolutamente excepcional, algunos bisabuelos asistían a la boda de sus bisnietos.
Antonio Jiménez García (78 años) y Josefa Santos García (80 años).
A su muerte con 84 y 88 años respectivamente, ella conoció a 24 bisnietos y él a 28.
Guijo de Santa Bárbara (Cáceres)
(c) Familia De la Calle.
Con 90 ó 95 años, edad a la que no llegaba mucha gente dadas las duras condiciones de vida motivadas por el duro trabajo en el campo, las deficientes medidas sanitarias, el tremendo desgaste generado por los embarazos, partos y lactancias en el caso de las mujeres y un largo etcétera, los abuelos o mejor dicho ya bisabuelos, podían llegar a ser tatarabuelos, algo que les causaba una inmensa alegría.
Gregoria Santos Pérez el día de su 100º cumpleaños.
Madre, abuela, bisabuela y tatarabuela.
Guijo de Santa Bárbara (Cáceres). 1988.
Hemos relatado, de una manera bastante generalizada, la vida de los abuelos de hace unas décadas, pero en ocasiones no era todo tan fácil.
Muchas abuelos veían morir a sus hijos cuando aún eran jóvenes y entonces tenían que hacerse cargo de ellos como si fuesen sus propios padres.
Esto era algo más común de lo que parece hasta bien entrado el siglo XX cuando los partos tenían lugar en las casas y a menudo sin asistencia médica y en unas condiciones higiénicas que no eran las más adecuadas. A eso había que sumar enfermedades e infecciones causadas por los más diversos motivos.
Nicolasa Sánchez, Juan y Alfonsa García García.
Niños huérfanos criados por sus abuelas.
Guijo de Santa Bárbara. 1928.
(c) Familia De la Calle.
Estos abuelos que se veían obligados a ejercer de padres, tenían si cabe mucho más mérito que otros abuelos, pues cuando ya tenían edad de descansar y trabajar poco, tenían que volver a llevar una vida como la que tuvieron a los 20 años aunque ya sin el vigor de la juventud, pero sacaban fuerzas de donde hiciese falta para criar a sus nietos hasta que fuesen adultos. Ya habría tiempo para descansar.
Vicenta García Díaz.
Una de esas abuelas que tuvieron que ejercer de madres.
Guijo de Santa Bárbara (Cáceres).
(c) Familia De la Calle.
Algunas personas de nuestros pueblos, no llegaban a conocer a sus nietos por morir precozmente o, si los conocían, disfrutaban muy pocos años de ellos, existiendo también abuelos cuya maltrecha salud les impedía también pasar tiempo con sus nietos.
Otros, aún casándose, no tenían hijos y por lo tanto no podían ser abuelos, a no ser que adoptasen algún hijo, algo no muy frecuente, que les diese nietos, queriendo a unos y otros como si fuesen de su sangre.
Finalmente, había personas que permanecían solteras toda la vida pero que en su vejez, eran consideradas como abuelos por los hijos de sus sobrinos.
Martina de la Calle Vicente (de verde) rodeada de parte de su gran familia.
Sin tener hijos, fue considerada como madre, abuela y bisabuela por sus sobrinos.
Guijo de Santa Bárbara (Cáceres).
(c) Familia De la Calle.
Hoy en día, las cosas han cambiado bastante.
Para empezar, la gente no suele casarse ni tener hijos tan pronto puesto que antes quieren estudiar, tener un trabajo estable, una casa y disfrutar de la vida, expresión esta última un tanto curiosa como si los niños fuesen una condena pero en fin...
Pero lo más importante en el medio rural es que los abuelos y abuelas trabajan en el campo o en otros oficios y en casa hasta su jubilación, disfrutando de los nietos cuando el trabajo se lo permite.
En muchos casos, por no decir en la mayoría, las abuelas compaginan el trabajo en el campo o fuera de casa con el trabajo doméstico siendo capaces de hacerse cargo también de los nietos si sus padres trabajan.
Áurea Quintial con su nieto Neizan en brazos y su hijo Juan.
Para abuela Áurea primero está su nieto Neizan, después sus vacas Pasiegas y después...ya veremos.
Para Neizan, lo primero en el mundo es...."abu Auri"
Riaño (Cantabria)
(c) Ganadería Áurea y Juan Quintial.
No hay cosa que más guste a los abuelos en esta etapa de su vida que ser "ayudados" por sus nietos, que a lo mejor "desayudan" más que otra cosa pero el abuelo los consiente todo aquello que jamás consintió a sus hijos...
Las pensiones de jubilación y la posibilidad de ahorrar dinero durante toda la vida, permite a muchos abuelos llevar una vida tranquila y sosegada después de los 65 años, pero en el medio rural sigue siendo frecuente que los abuelos se mantengan activos y que también ayuden a sus hijos e incluso a sus nietos con las tareas agropecuarias, mientras que las abuelas siguen haciendo las tareas domésticas hasta edades muy avanzadas.
Juan Manuel Yuste Apausa con el carro cargado de heno mientras el abuelo Manolo revisa que todo esté en orden.
Navarredonda de Gredos (Ávila).
(c) Silvestre de la Calle García.
Siguen los abuelos alegrándose muchísimo cuando reúnen a toda la familia en su casa para celebrar cumpleaños, el día de la fiesta del pueblo, en Nochebuena....
El abuelo saca el mejor vino de su bodega y corta el jamón mientras la abuela, perfecta conocedora de los gustos de la familia prepara los platos que más gustan a todos e incluso en ocasiones prepara varias cosas para que los comensales, especialmente los más jóvenes, puedan elegir.
Visitación Hidalgo Burcio haciendo rosquillas para sus nietos.
Guijo de Santa Bárbara (Cáceres)
(c) Alonso de la Calle Hidalgo.
El valor económico de estos productos es muy reducido pero su calidad es inigualable y sobre todo los abuelos se los dan a sus nietos con una gran alegría al sentirse útiles.
Cesta de huevos en casa de la abuela.
Guijo de Santa Bárbara (Cáceres)
(c) Alonso de la Calle Hidalgo.
Y continúan las abuelas siendo decisivas para mantener la cultura tradicional, siendo imprescindibles sus conocimientos en tareas como la matanza, puesto que son ellas las que conservan las recetas de los embutidos heredadas de sus abuelas. El día de la matanza, sigue siendo uno de los días del año en el que las abuelas son las reinas y señoras de la familia.
Justa Leal, Mercedes Vicente y Avelina Jiménez elaborando morcillas con el resto de la familia.
Guijo de Santa Bárbara (Cáceres).
(c) Alonso de la Calle Hidalgo.
Los abuelos siguen manteniendo viva la cultura tradicional pero en aspectos relacionados con la agricultura, la ganadería, la elaboración del vino...
Muchas veces, sus conocimientos y consejos son más acertados que los que aparecen en los libros, por lo que conviene hacerles casos pues ya dijimos en la introducción que.... del viejo, el consejo.
Antonio Leandro de la Calle Jiménez (90 años) pisando la uva.
Guijo de Santa Bárbara (Cáceres)
(c) Alonso de la Calle Hidalgo.
Llegar por sorpresa a casa de los abuelos, no es ningún problema porque rápido corta el abuelo un plato de jamón y de embutido y la abuela fríe unos huevos y unas patatas y en un momento está lista la comida pero si se avisa a la abuela con tiempo, preparará su mejor receta para agasajar a los nietos como ese arroz que sólo ella sabe hacer o como esas tortillas de patatas que por mucho que las madres intenten hacerla igual, no lo conseguirán...¿El secreto? Hay que ser...¡abuela!
Visitación Hidalgo Burcio, de 94 años, prepara la comida para sus nietos.
24 de julio de 2024.
Guijo de Santa Bárbara (Cáceres)
La vida ha cambiado mucho y con los grandes avances en el campo de la medicina, los abuelos viven hoy en día mucho más y en mejores condiciones que en épocas pasadas, lo que les permite disfrutar de sus nietos y viceversa durante muchos años e incluso décadas.
Aunque el intervalo intergeneracional haya aumentado bastante, al haberlo hecho también la longevidad, es frecuente que muchos abuelos conozcan a algunos bisnietos y aquellos que rebasan el umbral de los 100 años de vida, frecuentemente llegan a conocer también a los tataranietos.
Visitación Hidalgo Burcio (94 años) con sus nietos Rocío (34 años), Álvaro (36 años), Jara (39 años), Pablo (21 años), Marcos (21 años), Luis (24 años) y Silvestre (35 años), su nieto político Eduard y su bisnieto Héctor (hijo de Jara y Eduardo) de 3 años
Guijo de Santa Bárbara (Cáceres).
24 de julio de 2024.
(c)Alonso de la Calle Hidalgo.
Como decíamos al comienzo de este artículo, las cosas han cambiado bastante en las últimas décadas, al principio en los pueblos grandes y posteriormente también en los pequeños conforme las nuevas tecnologías se han ido extendiendo en manos de los años algo que no es malo en absoluto pero que debe ser adecuadamente gestionado por los padres de los niños para que estos no sean esclavos de las tecnologías y sigan jugando en las calles, en el campo y sobre todo para que se sigan sentando junto a los abuelos para escuchar sus historias.
Abuela Conchita tiene mucho que contar a sus hijos, nietos y bisnietos...
Su vida en Guadalupe (Cáceres) o en Huesca, da para mucho.
Angüés (Huesca).
A veces, cuando aún son muy pequeños, es cierto que es cada vez más difícil que los niños, después de pasar la mañana en el colegio y la tarde realizando el sinfín de actividades a las que están apuntados (fútbol, piano, pintura, baile...) puedan pasar tiempo con los abuelos y escuchen sus enseñanzas.
La adolescencia es un periodo aún peor puesto que durante la famosa "edad del pavo", la mayoría de los jóvenes no se escuchan ni a sí mismos...
Pero algunos empiezan a esa edad a darse cuenta que los abuelos van mayores y que su sabiduría puede perderse en cualquier momento por lo que pasan con ellos todo el tiempo posible.
Alejandro Torralvo con su padre Florián Torralvo y su abuelo Primitivo Torralvo.
3 generaciones de cabreros.
Guijo de Santa Bárbara (Cáceres).
Nos cuenta su experiencia Alejandro Torralvo Gutiérrez, de 25 años, joven cabrero de Guijo de Santa Bárbara (Cáceres):
"Yo he tenido la suerte de poder pasar mucho tiempo con mi abuelo Pivo porque murió en 2020 cuando yo tenía 22 años, pero desde chico estuve siempre con él y pudo ver como yo terminaba haciéndome cargo de las cabras de mi padre, que las había heredado de él.
Desde los 10 ó 12 años yo iba en verano con las cabras por la sierra y mi abuelo siempre me daba consejos de los sitios por los que debía llevarlas. En el corral, me ayudaba con los chivos, a ordeñar o a lo que hiciera falta y mientras hacía estas cosas me contaba muchas historias de antes.
Muchas cosas se pueden aprender hoy en los libros o en internet pero otras muchas sólo se aprenden escuchando a los mayores. Yo ahora mismo, cuando hago alguna cosa con las cabras siempre pienso, ¿Cómo lo haría mi abuelo?
Alejandro Torralvo con dos cabritos.
Guijo de Santa Bárbara (Cáceres)
(c) Alonso de la Calle Hidalgo.
Pero los abuelos no sólo son maestros para sus hijos nietos, bisnietos e incluso tataranietos, sino que pueden enseñar mucho a toda la sociedad y de esto son bien conscientes los Ayuntamientos, Asociaciones Culturales, Colegios...que organizan diversas actividades como fiestas y recreaciones de oficios antiguos, siendo los abuelos en la mayoría de los casos, los encargados de explicar a los jóvenes cómo se realizaban los mencionados trabajos.
Tal vez pueda pensarse que estos abuelos, muchos de ellos sin formación académica, no serán capaces de explicar correctamente estas cosas, pero esto es el mayor error de la Historia de la Humanidad, puesto que los abuelos contarán lo que vivieron y lo harán con sus palabras, de forma que serán entendidos por todos.
Manuel Yuste García.
Subida del Puerto del Pico con los carros. 2016
(c) Silvestre de la Calle García.
NOTA FINAL DEL AUTOR.
Cuando nací en 1988 tuve la inmensa suerte de que viviesen mis cuatro abuelos y una de mis bisabuelas, Benigna Burcio de la Calle (1904-1988).
Lógicamente poco, por no decir nada, recuerdo de mi bisabuela a la que dediqué un artículo en base a lo que de ella me han contado mis abuelos y mis padres. El lector que lo desee puede consultar dicho artículo en el siguiente enlace:
Mi bisabuela Benigna haciendo flores.
(c) Alonso de la Calle Hidalgo.
Mis abuelos maternos, Juan García García (1927-2012) y Marcelina de la Calle Vicente (1930-2009) vivían en la Calle La Mata nº 16 de Guijo de Santa Bárbara.
Mi abuelo era ganadero y agricultor y, aunque se jubiló en 1992, siguió con estas actividades hasta que, por enfermedad, tuvo que dejarlo en 2000.
Pasé mucho tiempo con él y por ello le dediqué un artículo que puede consultarse en el siguiente enlace:
Mi abuelo Juan.
(c) Alonso de la Calle Hidalgo.
Mi abuela Marce, aunque algo delicada de salud, era una de esas abuelas luchadoras que, aunque con muchísimo esfuerzo por haber sufrido un ictus hacía muchos años, realizaba todas las tareas de casa sin necesitar prácticamente ayuda.
Ella y mi abuelo fueron totalmente independientes hasta que en 2000 y por diversas circunstancias tuvieron que trasladarse a vivir "a meses" con los hijos.
También dediqué un interesante artículo a mi abuela:
Mi abuela Marce.
(c) Alonso de la Calle Hidalgo.
Mis abuelos paternos Antonio Leandro de la Calle Jiménez (1924-2022) y Visitación Hidalgo Burcio (n. 1929), vivían en la Calle del Monje nº 23, donde mi abuela sigue viviendo aún en día.
Mi abuelo trabajaba como cartero rural, aunque se jubiló al año siguiente de nacer yo. Había sido ganadero pero había tenido que vender sus vacas unos años antes y sólo tenía un burro y se dedicó hasta los 90 años a trabajar diariamente en el huerto. Mantuvo casi hasta el último momento una salud de hierro y una memoria prodigiosa.
Cuando falleció hace casi dos años, le dediqué un artículo aunque también durante su vida, le mencioné en varios artículos:
Mi abuelo Antonio Leandro de la Calle Jiménez.
(c) Alonso de la Calle Hidalgo.
Mi abuela Visitación Hidalgo Burcio, nacida el 14 de diciembre de 1929, vive sola en su casa siendo absolutamente independiente. A sus casi 95 años, se levanta, desayuna, hace la cama y las cosas de casa, reza el Rosario, sale de paseo, va a comprar, se hace su comida a su gusto, pasa la tarde leyendo o va a visitar a algunas mujeres de la familia que no pueden salir de casa...y, los domingos, no falta a Misa donde cuando corresponde, se sienta, se levanta o se PONE DE RODILLAS...
Por supuesto que le dediqué en su día también un artículo:
Visitación Hidalgo Burcio.
(c) Alonso de la Calle Hidalgo.
Actualmente, procuro pasar todo el tiempo posible con mi abuela, algo que os recomiendo a todos los lectores.
A mi abuela le encanta contar historias de su infancia en Navalmoral de la Mata durante la Guerra, su vida posterior en nuestro pueblo, la trashumancia hasta la dehesa con las cabras de sus padres cruzando el río Tiétar en una barca, los años de novios con mi abuelo, el comienzo de su vida de casados y sus años en "aquella casa donde éramos tan felicitos"...
La verdad es que todos mis abuelos, que tenían en común el haberse criado en el medio rural y muy vinculados a sus abuelos, me contaron multitud de historias sobre su propia vida pero también de sus padres, de sus abuelos y hasta de sus bisabuelos y tatarabuelos a los que a lo mejor ni ellos mismos conocieron pero de los que oyeron hablar mucho a sus padres o abuelos.
¿De qué otro forma podría yo hoy hablar en EL CUADERNO DE SILVESTRE del Abuelo Viejo (1810-1898), abuelo Cipriano (1864-1927), abuela Josefa (1869-1951), abuela Alfonsa (1879-1904), abuelo Daniel y abuela Martina (1879-1905) e incluso de algunos abuelos como la abuela Úrsula que murió ¡en 1862 a los 80 años edad! y de la que mi abuelo Juan y mi tía Nicolasa hablaban como si hubiesen conocido porque había oído hablar de ella a sus abuelos y bisabuelos.
Si aún viven todos o algunos de vuestros abuelos, no les dejéis solos y acompañarles hasta el final.
Escuchad con atención sus historias, aunque las repitan mil veces, pero disfrutad de ellos todo lo que podáis porque, aunque parezca que ellos no lo hacen si su cabeza ya va fallando, disfrutan en su corazón aunque no puedan expresarlo.
Y si ya no tenéis abuelos y recordáis todas las historias que os contaron, escribirlas para que un día las puedan leer vuestros nietos o, si ya los tenéis, contarles vuestras historias.
Nicolasa Sánchez García con su hija Modesta y su bisnieto Gabriel.
Guijo de Santa Bárbara (Cáceres)
(c) Silvestre de la Calle García.
Quiero que este artículo sea un homenaje para todos los abuelos y abuelas pero, como se suele decir, cada cuál arrima el ascua a su sardina así es que quiero dedicárselo especialmente a mi abuela Visitación Hidalgo Burcio.
Con mi abuela Visitación Hidalgo Burcio.
24 de abril de 2024.
(c) Rocío de la Calle Hidalgo.
Nota: El día 26 de julio, festividad de San Joaquín y Santa Ana, nos olvidéis de felicitar a vuestros abuelos. Yo, sin duda alguna, felicitaré a la mía mientras pueda.
Fdo: Silvestre de la Calle García.
Cronista Oficial de la Villa de Guijo de Santa Bárbara.
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