LOS LAVADEROS

Los lavaderos tuvieron una gran importancia en el medio rural pues a ellos acudían las mujeres siempre que tenían que lavar alguna prenda de ropa. Además, eran un centro de reunión donde las mujeres, además de lavar, tenían la oportunidad de pasar tiempo y socializar con otras mujeres, haciendo así más llevadero su durísimo día a día.

Visitación Hidalgo Burcio lavando en El Lavadero de Arriba.
Guijo de Santa Bárbara (Cáceres)
(c) Alonso de la Calle Hidalgo.

En tiempos antiguos, lavar la ropa era una tarea verdaderamente penosa por lo que se realizaba con menor frecuencia que en la actualidad aunque ciertas prendas como los pañales de tela de los niños debían lavarse a diario y en ocasiones varias veces mientras que la ropa y las sábanas se lavaban una vez a la semana, llevándose en grandes cestos hasta el lugar donde se fuesen a lavar.

Visitación Hidalgo Burcio con el cesto de la ropa.
Guijo de Santa Bárbara (Cáceres)
(c) Alonso de la Calle Hidalgo.

Para lavar la ropa, además de agua, se necesitaba jabón que se hacía en casa hirviendo grasas animales y aceites que ya no podían utilizarse para cocinar junto con agua y sosa caústica que, en tiempos remotos, era sustituida por ceniza de madera. La mezcla resultante debía hervirse durante horas en grandes calderos manteniendo el fuego constante y removiendo sin parar con un palo siempre en el mismo sentido para que la mezcla no se cortase. Cuando adquiría una consistencia pastosa y el palo se quedaba de pie en el centro del caldero, el jabón estaba listo y podía echarse en grandes cajones que hacían la función de molde.

Antonio Leandro de la Calle Jiménez y Visitación Hidalgo Burcio haciendo jabón.
Guijo de Santa Bárbara (Cáceres)
(c) Alonso de la Calle Hidalgo.

Cuando el jabón se había endurecido un poco pero no estaba extremadamente duro, se dividía en porciones cortándolo con cuchillos de gran tamaño o alambres. El tamaño de las porciones variaba según el gusto de quienes lo elaboraban, pero normalmente se procuraba que fuesen de tamaño pequeño para que pudiesen ser sujetadas con facilidad a la hora de lavar la ropa, aunque este jabón se destinaba también a fregar cacharros de cocina y a la higiene personal.

Visitación Hidalgo Burcio y Antonio Leandro de la Calle Jiménez cortando el jabón.
En Guijo de Santa Bárbara, las porciones de jabón reciben el nombre de "retazos".
Guijo de Santa Bárbara (Cáceres)
(c) Alonso de la Calle Hidalgo.

El jabón se dejaba endurecer completamente y reposar durante algún tiempo para luego ya utilizarlo. Se almacenaba en cajones colocados en lugares altos para protegerlo de las ratas y ratones así como de la humedad del suelo.
Normalmente, el jabón se elaboraba una vez al año conservando durante ese tiempo las grasas y aceites destinados a su elaboración en pucheros de barro.

Visitación Hidalgo Burcio cogiendo un retazo de jabón.
Guijo de Santa Bárbara (Cáceres)
(c) Alonso de la Calle Hidalgo.

Con el jabón ya listo, las mujeres podían lavar la ropa cuando fuese necesario. 
Durante mucho tiempo, no fue habitual contar con lavaderos públicos en los pueblos y mucho menos con lavaderos particulares en las casas, por lo que las mujeres tenían que desplazarse hasta el río o arroyo más cercanos y lavar allí la ropa, tarea que resultaba especialmente penosa en los fríos días invernales.

Visitación Hidalgo Burcio lavando en la garganta Jaranda.
Guijo de Santa Bárbara (Cáceres)
(c) Alonso de la Calle Hidalgo.

Sólo en contadas ocasiones, se disponía de pequeñas pilas de piedra en los corrales de las casas o en huertos próximos a las mismas, donde poder lavar la ropa. A menudo había que llenar la pila con agua de algún pozo o fuente para lavar la ropa y luego vaciarla y volverla a llenar con agua limpia para aclararla pero otras veces, las pilas se colocaban junto a pequeñas fuentes que permitían el flujo constante del agua, facilitando grandemente el trabajo.

Visitación Hidalgo Burcio lavando en una pila arrodillada en la tajuela.
Guijo de Santa Bárbara (Cáceres)
(c) Alonso de la Calle Hidalgo.

Con el paso del tiempo, en la mayoría de los pueblos, se construyeron lavaderos con el fin de facilitar la ardua tarea del lavado de la ropa a las mujeres.
Solían constar de uno o varios pilones o pilares y algunas pilas más pequeñas que permitían lavar la ropa en unos y aclararla una o varias veces en otros o bien lavar simultáneamente a varias mujeres a la vez.

Lavadero de El Llano.
Guijo de Santa Bárbara (Cáceres)
(c) Alonso de la Calle Hidalgo.

Estos lavaderos se convertían así en centro de reunión donde las mujeres, mientras lavaban la ropa, conversaban sobre su día a día y también sobre el día a día de otras mujeres del pueblo que no había podido acudir a lavar ese día, siendo conscientes las asistentes a tan singular tertulia que si ellas mismas faltaban al día siguiente, serían a buen seguro las protagonistas de la conversación salvo que hubiese algo más jugoso de lo que hablar...

Eloisa Pobre, Segunda Vergara y Tini Jiménez lavando en el Pilón de Tía Rosa.
Guijo de Santa Bárbara (Cáceres)
(c) Alonso de la Calle Hidalgo.

Cada mañana era frecuente ver por las calles de los pueblos a las mujeres camino del lavadero con la ropa sucia en grandes cestos de mimbre o regresando a casa con la ropa ya limpia y a menudo seca, para proceder a su planchado.

Visitación Hidalgo Burcio volviendo del lavadero.
Guijo de Santa Bárbara (Cáceres).
(c) Alonso de la Calle Hidalgo.

La gente solía cambiarse de ropa el domingo para ir a Misa por lo que era el lunes el día en el que más ropa se lavaba. Si había que cambiar las sábanas de alguna cama de la casa, se solía hacer otro día.
No obstante, las mujeres que tenían muchos niños, tenían que lavar diariamente numerosos pañales y en ocasiones también sábanas algo que ocurría con relativa frecuencia si vivían también personas mayores en las casas.

Familia de los Senaguillas.
Guijo de Santa Bárbara (Cáceres) 1942.
(c) Colección Familia De la Calle.

En ocasiones, los lavaderos llegaban a ser verdaderamente grandes y sofisticados, estando debidamente techados para que las mujeres pudiesen ir a lavar aunque estuviese lloviendo y contando con paredes para protegerlas de los vientos dominantes.

Lavadero de Monasterio de la Sierra (Burgos)
(c) Isabel López Arrabé.

Los lavaderos cubiertos eran especialmente importantes en zonas frías donde los inviernos eran muy crudos y donde las nevadas y heladas hacían muchas veces imposible el lavar al aire libre.

Lavadero techado en Barajas (Ávila).
(c) Isabel López Arrabé.

Aunque su objetivo primordial era lavar la ropa, los lavaderos cumplían otra importante función en los pueblos ganaderos, especialmente en época invernal cuando se realizaban las tradicionales matanzas de cerdos pues a ellos acudían las mujeres para lavar las tripas de los cerdos y utilizarlas posteriormente para embutir.

Neni García de la Calle y Toñi Santos Vaquero lavando las tripas.
Lavadero de Abajo de Guijo de Santa Bárbara (Cáceres).
(c) Alonso de la Calle Hidalgo.

Para este último menester no se utilizaba cualquier lavadero dada la suciedad y malos olores que se generaban sino que se reservaban lavaderos o arroyos debidamente acondicionados a las afueras de los pueblos.

Junto a la fragua y el potro de herrar, lavaban las tripas en Navarredonda de Gredos (Ávila)
(c) Isabel López Arrabé.

Con la llegada de las modernas lavadoras, los lavaderos dejaron poco a poco de utilizarse aunque en muchos pueblos se conservaron por su gran valor etnográfico y por constituir auténticos monumentos.

Lavadero en Santo Domingo de Silos (Burgos)
(c) Isabel López Arrabé.

Los lavaderos de algunos pueblos españoles son verdaderamente icónicos como el de Santillana del Mar (Cantabria), una de las villas más turísticas de nuestro país.

Lavadero de Santilla del Mar (Cantabria)
(c) Isabel López Arrabé.

No sólo en España se conservan lavaderos como sencillos pero importantes monumentos de los pequeños pueblos rurales sino que en países vecinos como Francia se encontramos espectaculares ejemplos de lavaderos en localidades como Azkain (Pirineos Atlánticos) donde hay un curioso lavadero dentro un arroyo, contando con unos curiosos tubos donde se metían las mujeres para no mojarse mientras lavaban la ropa.

Lavadero en Azkain (Pirineos Atlánticos, Francia)
(c) Isabel López Arrabé.

Conserva esta misma localidad otro antiquísimo lavadero cubierto de gran valor arquitectónico y belleza que constituye un auténtico tesoro patrimonial que merece ser visitado.

Lavadero en Azkain (Pirineos Atlánticos, Francia)
(c) Isabel López Arrabé.

En todos los pueblos hay multitud de anécdotas y curiosidades alrededor de los lavaderos. Ya que EL CUADERNO DE SILVESTRE es un blog dedicado a la ganadería y la cultura tradicional, contaremos una graciosa anécdota ocurrida hace más de un siglo en Guijo de Santa Bárbara (Cáceres) y que nos fue relatada por Antonio Leandro de la Calle Jiménez (1924-2022).

Antonio Leandro de la Calle Jiménez.
Guijo de Santa Bárbara (Cáceres)
(c) Rosa María Rodríguez Leal.

"Mi abuelo Cipriano Jiménez Pérez cerraba en invierno las vacas en una casilla que tenía en El Llano. Las tenía atadas a las pesebres y las echaba heno para comer pero tenía que llevarlas todos los días por la mañana y por la tarde a beber al pilón del Llano donde casi siempre había mujeres lavando. Eran vacas mansas y algunas estaban domadas para trabajar pero tenía una que se llamaba Serrana y era algo recia así es que cuando la soltaba decía a las mujeres que hubiese en el pilón: "¡Que va la Serrana!"
Las mujeres salían corriendo y se subían más arriba porque tenían miedo a la vaca. Cuando bebía y se bajaba a la casilla, las mujeres volvían al pilón.

Vaca beciblanca como era la Serrana.
(c) Juan Manuel Yuste Apausa.

Las mujeres se quejaban de que mi abuelo soltase las vacas cuando estaban lavando pero él lo hacía igual porque decía que como era el juez, nadie le iba a llevar preso.
Varias veces decía que iba la Serrana y no la soltaba por lo que las mujeres se enfadaban con él porque a las otras vacas no las tenían miedo. Pero una vez soltó a la Serrana y dijo: "Estaros tranquilas que es la Cachorra" pero a la que había soltado era la Serrana y al llegar hizo el amago de tirarse a las mujeres que como no tuvieron tiempo para correr, se metieron dentro del pilón dando voces mientras que mi abuelo se reía desde la puerta de la casilla".

Fuente y lavadero de El Llano.
Guijo de Santa Bárbara (Cáceres)
(c) Alonso de la Calle Hidalgo.

Mucho hemos hablado de lavaderos y mujeres pero ¿y los hombres?
En condiciones normales, el lavado de la ropa, como tantas y tantas labores domésticas, estaba a cargo de las mujeres. Los hombres se dedicaban a trabajar en el campo y a cuidar del ganado pero no a lavar salvo en el caso de los pastores trashumantes que pasaban largas temporadas lejos de la familia y que, al no quedarles más remedio, tenían que hacer todas las labores domésticas como nos relataba Máximo Rellán Hernández de San Martín de La Vega del Alberche, quién en cierta ocasión, demostró en una fiesta de recreación de oficios antiguos cómo lavaba la ropa cuando estaba en Extremadura con las vacas.

Maxi lavando en el Río Alberche.
San Martín de la Vega del Alberche (Ávila)
(c) Silvestre de la Calle Hidalgo.

A MODO DE EPÍLOGO.
Como vemos, los lavaderos tuvieron una gran importancia en el medio rural, "facilitando" a las mujeres la dura tarea de lavar la ropa. Hoy en día, apenas se utilizan salvo por nostalgia o con motivo de la celebración de alguna fiesta dedicada a la recreación de oficios antiguos pero constituyen una parte esencial del patrimonio etnográfico de nuestros pueblos.

Lavadero de Villar de Ciervos (Zamora)
(c) Isabel López Arrabé.

DEDICATORIA.
El presente artículo está dedicado a Isabel López Arrabé, vecina de Barajas (Ávila), gran lectora y colaboradora de EL CUADERNO DE SILVESTRE. El otro día, junto a las murallas de la ciudad de Ávila donde ambos acudimos con motivo de la 49 Edición de la Feria de Ávila, volvimos a hablar de este tema y me decidí a escribir el artículo.

El autor con Isabel López Arrabé.

No puedo terminar el artículo sin decir que Isabel López Arrabé está realizando un grandísimo trabajo junto a su esposo Juan Manuel Yuste Apausa pues ambos son titulares de la ganadería LAS BARDINAS T.C. dedicada a la cría de ganado vacuno selecto de raza Avileña-Negra Ibérica de la variedad Bardina.

Avileña-Negra Ibérica variedad Bardina.
(c) Ganadería Las Bardinas T.C.

NOTA FINAL DEL AUTOR.
Recomiendo al lector interesado que consulte uno de los primeros artículos publicados en EL CUADERNO DE SILVESTRE y que lleva por título LAS FUENTES DEL PUEBLO, en el cual se habla de las fuentes y lavaderos de la localidad cacereña de Guijo de Santa Bárbara

Visitación Hidalgo cogiendo agua en la Fuente de Tía Josefa.
Guijo de Santa Bárbara (Cáceres)
(c) Alonso de la Calle Hidalgo.

Fdo: Silvestre de la Calle García.
Cronista Oficial de la Villa de Guijo de Santa Bárbara (Cáceres).

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