lunes, 7 de marzo de 2022

A LAS MUJERES DE NUESTROS PUEBLOS

Si la mujer ha sido importante en cualquier sociedad, mucho más lo ha sido en el medio rural, donde además de encargarse de las tareas domésticas colaboraba activamente con el hombre en los trabajos más duros del campo.
Hoy en día, son muchas las mujeres que siguen haciendo esto e incluso son muchas las que dirigen las explotaciones agropecuarias además de tener algún trabajo complementario y encargarse del hogar.
Sin lugar a dudas, las mujeres son parte fundamental para el desarrollo de nuestros pueblos.

María Isabel Sánchez Vadillo.
Cabrera de El Raso (Ávila).

EL TRABAJO DOMÉSTICO.
Tradicionalmente, se consideraba que el trabajo en casa era algo propio de la mujer y no se consideraba una profesión especial, por lo que en los documentos oficiales, a la hora de indicar la profesión de la mujer se ponía "sin profesión especial".
Era el caso de Josefa Santos García (1812-1896), quien durante gran parte del siglo XIX trabajó en su casa, siendo además panadera.

Antonio Jiménez García y su esposa Josefa Santos García.
Guijo de Santa Bárbara (Cáceres) 1870.
Mientras Antonio lee las anotaciones de la explotación ganadera familiar, Josefa hace ganchillo.
(c) Colección Familia De la Calle.

Sólo si la mujer era maestra o algo similar, en sus documentos pondrían la profesión. Es el caso de doña Felipa Jiménez Santos (1840-18913), "profesora de instrucción primaria" en Guijo de Santa Bárbara en 1878 y 1913.
Sin embargo, además de eso, Felipa era empresaria al ser propietaria de un molino harinero, un molino de piensos, una prensa o almazara, una panadería y una "fábrica de la luz" o minicentral hidroeléctrica.

Felipa Jiménez Santos en la inauguración de su gran empresa en 1885.
Guijo de Santa Bárbara (Cáceres).
(c) Colección Familia De la Calle.

Con el paso del tiempo, las mujeres que trabajaban en casa, en el campo o en algo relacionado con estas actividades, vieron como en sus documentos figuraba como profesión "sus labores". Este es el caso de mujeres como Josefa Esteban Jiménez (1869-1951) quien además de trabajar en casa, fue ganadera y labradora y también panadera durante décadas.

Josefa Esteban Jiménez haciendo punto. 1940
Guijo de Santa Bárbara (Cáceres).
(c) Colección Familia De la Calle.

Veamos ahora el día a día de una mujer de pueblo.
Nada más levantarse, la mujer tenía que encender la lumbre pues durante todo el día era preciso tenerla encendida para calentarse, cocinar, calentar agua e iluminar la cocina si el día estaba nublado o si ya era de noche y había que seguir haciendo cosas.

María Antonia Rodríguez con la lumbre preparada para hacer la comida.
Guijo de Santa Bárbara (Cáceres).
(c) Alonso de la Calle Hidalgo.

En las casas no había agua corriente, por lo que las mujeres tenían que ir a buscarla a la fuente, al pozo o al río según las costumbres del pueblo. No se podía estar continuamente yendo a por agua por lo que se iba 1 ó 2 veces al día con grandes cántaros para acumular el agua en casa en una tinaja donde se conservase fresca.


Visitación Hidalgo va a por agua a la Fuente de Tía Josefa.
Guijo de Santa Bárbara.
(c) Alonso de la Calle Hidalgo.

El agua que se conservaba en la tinaja, se utilizaba para cocinar, fregar, hacer la limpieza....
Para beber se prefería el agua lo más fresca posible, por lo que antes de comer se iba a la fuente con el botijo o barril.

Pilar Trancón va con el barril a la fuente.
Guijo de Santa Bárbara.
(c) Alonso de la Calle Hidalgo.

Uno de los trabajos más duros para las mujeres era el lavado de la ropa. En el pasado había que ir al lavadero o al río más cercano para realizar esta tarea. Si se tenía suerte y se disponía de fuente o pilón propio en el huerto de casa, la labor era más sencilla.
Pero para lavar la ropa era fundamental tener jabón y comprarlo algo complicado pues era un producto muy caro. Por ello, las mujeres lo hacían en casa aprovechando el aceite usado y todo tipo de desperdicios grasos que debidamente mezclados con sosa caústica comprada en el comercio y agua, daban lugar a una pasta homogénea que una vez cocida y enfriada daba lugar al jabón.
En épocas muy antiguas, el jabón se hacía con lejía casera elaborada con agua y ceniza.



Visitación Hidalgo Burcio elabora y corta el jabón con la ayuda de su marido Antonio para luego ponerlo a secar y seleccionar los trozos o retazos más adecuados para lavar la ropa.
Guijo de Santa Bárbara (Cáceres).
(c) Alonso de la Calle Hidalgo.

Teniendo listo el jabón para todo el año, ya podían las mujeres coger un trozo o retazo cuando era necesario, meter toda la ropa en un cesto e ir al lavadero más cercano si no era mucha la ropa que debían lavar.


Visitación Hidalgo Burcio camino del Lavadero de Arriba.
Guijo de Santa Bárbara. (Cáceres)
(c) Alonso de la Calle Hidalgo.

Si había mucha ropa que lavar o si en el pueblo no había lavadero, las mujeres iban al río más cercano.
Por ejemplo, Guijo de Santa Bárbara, pueblo que nos está sirviendo de modelo en este artículo, cuenta con tres magníficos lavaderos con grandes pilones pero cuando las mujeres tenían que lavar gran cantidad de sábanas, iban a la garganta Jaranda, río de montaña que discurre cerca de la localidad.



Visita Hidalgo Burcio lavando en la Garganta Jaranda acompañada de su marido Antonio.
Guijo de Santa Bárbara (Cáceres).
(c) Alonso de la Calle Hidalgo.

Además de la ropa normal y de las sábanas, también había que lavar por lo menos una vez al año la lana utilizada para rellenar los colchones. Se vaciaba el colchón y la lana se echaba en cestos para lavarla en el lavadero o en el río.
Con el paso del tiempo, la lana iba perdiendo volumen y eran necesario meter un poco más cada año.

Jacinta Santos secando la lana en el balcón.
Guijo de Santa Bárbara (Cáceres)
(c) Alonso de la Calle Hidalgo.

Tarea fundamental que había que hacer a diario, era barrer la puerta. Por las calles pasaban las caballerías, las cabras y los cerdos cuando salían por la mañana de sus cuadras y cuando regresaban al atardecer mientras que las gallinas estaban todo el día sueltas por la calle. Lógicamente, los animales hacían sus necesidades en la calle y podían pisarse en un descuido y meter suciedad en casa.
Por ello, por la mañana temprano, las mujeres barrían siempre la puerta y, en muchos casos, recogían los "cagajones" de las caballerías para utilizarlos como abono.

Jacinta barriendo la puerta en Guijo de Santa Bárbara (Cáceres)
(c) Alonso de la Calle Hidalgo.

En casa, la limpieza se realizaba también a diario barriendo "lo más gordo" pero de vez en cuando los suelos de tablas de madera había que fregarlos con cepillo y sosa para que las tablas estuviesen "blanquitas".
Las paredes interiores, y a veces también las exteriores, se recovaban con cal blanca que debía ser aplicada todos los años porque siempre se caía algo de las paredes y terminaba manchando los suelos.


Segunda Vergara fregando el suelo de tablas.
Guijo de Santa Bárbara (Cáceres)
(c) Alonso de la Calle Hidalgo.

Por supuesto, otra tarea importante era la cocina. Las mujeres se encargaban de preparar el desayuno a primera hora de la mañana y en muchas ocasiones, a media mañana iban a llevar el almuerzo a los hombres al campo, regresando para hacer la comida para ellas y los niños cuando saliesen de la escuela.
Por la noche, tenían que preparar la cena, procurando que sobrase algo para el día siguiente para el desayuno o el almuerzo y así estar más desenreadas.

Visita Hidalgo machando ajos en el mortero.
Guijo de Santa Bárbara (Cáceres)
(c) Alonso de la Calle Hidalgo.

Dentro de las tareas de cocina, una de las principales era la elaboración del famoso café de puchero. Aunque podían cocerse directamente los granos en agua, era mejor molerlos en el molinillo de café para luego cocer ese café molido en el puchero y colarlo con un colador de tela.

Visitación Hidalgo muele el café en el molinillo.
Guijo de Santa Bárbara (Cáceres)
(c) Alonso de la Calle Hidalgo.

En épocas pasadas, muchas eran las mujeres que hacían el pan en casa. Podían cocerlo en sus propios hornos de leña o bien llevarlo a cocer a hornos particulares donde se pagaba con 1 ó 2 panes del total de los que se llevaban a cocer.
La tarea de elaborar el pan era verdaderamente laboriosa, por lo que se hacía solamente una vez a la semana o cada quince días, conservando el pan en cestos de mimbre. El día que se aprovechaba para hacer dulces como mantecados y perrunillas.
En algunos pueblos existían también hornos comunales.

Mariqui Rodríguez cociendo pan en su horno.
Guijo de Santa Bárbara (Cáceres).
(c) Alonso de la Calle Hidalgo.

A todos estos quehaceres cotidianos, había que sumar el cuidado de la numerosa prole. Muchos matrimonios tenían 6 ó 7 hijos que se llevaban 2 años o menos entre ellos, por lo que muchas veces las mujeres estaban embarazadas, tenían un niño de pocos meses y varios aún pequeños que no podían ayudar mucho.
Además de eso, a veces los abuelos podían valerse por si mismos y había que atenderles en sus casas o cuidarlos "a meses" entre todos los hijos.

Familias con la de Justina Vicente y Ángel de la Calle eran frecuentes en el pasado.
Guijo de Santa Bárbara (Cáceres). 1942.
(c) Colección Familia De la Calle.

EL TRABAJO DE COSTURA.
Aunque en cierta medida puede incluirse dentro del apartado anterior puesto que muchas veces las mujeres arreglaban o hacían prendas y trabajos para casa, otras veces era un auténtico trabajo por el que las mujeres recibían un beneficio económico al realizar encargos para la venta.

Las hermanas Braulia y Sofía Castañares.
Guijo de Santa Bárbara (Cáceres).
(c) Alonso de la Calle Hidalgo.

Catalina Barrios.
Guijo de Santa Bárbara (Cáceres).
(c) Alonso de la Calle Hidalgo.

Plácida Hernández y Francisca Jiménez.
Guijo de Santa Bárbara (Cáceres).
(c) Alonso de la Calle Hidalgo.

Marceliana Jiménez.
Guijo de Santa Bárbara (Cáceres).
(c) Alonso de la Calle Hidalgo.

Visitación Hidalgo.
Guijo de Santa Bárbara (Cáceres).
(c) Alonso de la Calle Hidalgo.

TRABAJOS GANADEROS.
Las mujeres ganaderas sumaban a todos los trabajos domésticos, el trabajo con el ganado que, en este caso, difería poco o nada del de los hombres.
En las casas ganaderas, mujeres y hombres realizaban por igual tareas como el ordeño de las cabras o de las vacas.

Julia Cuesta ordeñando una cabra.
Tornavacas (Cáceres).
Julia y su marido Paulino tenían entre 950 y 1000 cabras lecheras que ordeñaban a mano.
(c) Colección Julia Cuesta.

Puri Castañares Vidal ordeñando una cabra en Guijo de Santa Bárbara (Cáceres).
Puri ha sido una de las últimas mujeres guijeñas en ordeñar las cabras como se hacía de toda la vida.
(c) Colección Puri Castañares Vidal.

Realizado el ordeño de las cabras o las vacas, las mujeres cargaban la leche en los burros o caballos y la llevaban al pueblo para hacer el queso pero si estaban en la sierra pasando el verano, lo hacía allí y luego lo bajaban a vender al pueblo.

Benigna Blázquez Garro haciendo el queso en Guisando (Ávila)
(c) Alonso de la Calle Hidalgo.

En los pueblos de la Sierra de Gredos, la venta de queso fresco de cabra constituía la principal fuente de ingresos de numerosas familias.
Por ello, las mujeres llevaban un control exhaustivo de la cantidades de leche obtenida, de quesos elaborados y comercializados y del dinero recaudado, encargándose de administrar ese dinero para pagar los gastos de las cabras, al cabrero o pastor en caso de tenerle y para hacer frente a los gastos cotidianos de la casa.
Algunos lo apuntaban en algún cuaderno, pero la inmensa mayoría lo controlaban de memoria.

Felisa Jiménez haciendo el queso en Guijo de Santa Bárbara (Cáceres).
(c) Colección Felisa Jiménez.

El careo o pastoreo del ganado, era "cosa de hombres" encargándose de ello los varones de la casa desde que tenían 6 ó 7 años y hasta que ya no podían hacerlo por motivos de vejez.
Sin embargo, en las casas donde había pocos varones, las mujeres hacían también esta labor.

Tía Juana, célebre cabrera de Navalosa (Ávila).
(c) Alonso de la Calle Hidalgo.

Maribel Sánchez Vadillo con sus cabras en El Raso (Ávila).
(c) Silvestre de la Calle García.

Enara Menoyo Aguirre con sus cabras.
Zaratamo (Bizkaia)

Con las vacas de leche, ocurría lo mismo. Las mujeres ayudaban en el ordeño y cuidado de dichos animales y en ocasiones, cuando la familia se dedicaba a otras actividades y sólo tenía 1 ó 2 vacas para el abastecimiento de leche, la mujer se encargaba plenamente de su cuidado así como de la transformación de la leche en queso y mantequilla para el consumo familiar.

Pilar Domínguez con su vaca Sofía en Brozas (Cáceres).
(c) Pilar Domínguez Castellano.

En el caso de las vacas de carne y aunque solían ser los hombres los que se encargaban de ellas, también las mujeres colaboraban en su cuidado, especialmente en los meses invernales cuando se las estabulaba en las cuadras y había que echarlas de comer, llevarlas a beber al pilón y limpiar las cuadras.

Isabel López Arrabé da de comer a sus vacas en Barajas de Gredos (Ávila)
(c) Juan Manuel Yuste Apausa.

Reseñable es el trabajo ganadero realizado por las mujeres ganaderas de pueblos trashumantes en épocas pasadas. A menudo, al llegar el invierno, los hombres abandonaban el pueblo para marchar con sus ovejas, vacas o cabras a las dehesas de invierno y en el pueblo sólo quedaban las mujeres, los niños y los ancianos.
Tenían que ocuparse entonces las mujeres del ganado que se quedaba en el pueblo como las caballerías o vacas de trabajo y las cabras para el abastecimiento de leche para la familia o para la elaboración de queso para la venta.

Feli Marina da de comer a sus cabras en Navacepeda de Tormes (Ávila)
(c) Silvestre de la Calle García.

Para sobrevivir al duro invierno de muchas zonas, el ganado necesita heno y paja para alimentarse. La siega del heno, era llevada a cabo por los hombres pero la recogida era una de las tareas en las que tenían que colaborar todos los miembros de la casa, incluyendo a las mujeres.

Feli Marina recoge el heno junto a su hermano Jesús y a su primo Víctor.
Navacepeda de Tormes (Ávila).
(c) Alonso de la Calle Hidalgo.

En todos los pueblos, las mujeres se hacían cargo de las gallinas y los cerdos. Se encargaban de su alimentación y de la limpieza de los gallineros y zahúrdas. 
En el caso de las gallinas, las mujeres se encargaban de recoger y vender los huevos, otra fuente de ingresos extra para la familia que se suele pasar por alto pero que en ocasiones aportaba numerosos beneficios.
Cerdos y gallinas se alimentaban básicamente de cereales cultivados en las fincas de la familia como por ejemplo el maíz, que tras ser cosechado, se dejaba secar para luego desgranarlo y conservarlo en tinajas de barro o en arcones de madera para protegerlo de los ratones y tenerlo siempre listo para echárselo a los animales.

Visitación Hidalgo ayudada por su marido Antonio, desgrana las mazorcas de maíz o panizos para alimentar a las gallinas.
Guijo de Santa Bárbara (Cáceres).
(c) Alonso de la Calle Hidalgo.

El cuidado de los cerdos, puede parecer algo de escasa importancia pero la supervivencia de la familia dependía directamente de ello pues el cerdo se engordaba pacientemente para realizar en invierno la tradicional matanza de la que se obtenía gran parte de los alimentos para el año siguiente e incluso de productos para la venta que eran un ingreso importante para no pocas familias que, en ocasiones se dedicaban incluso a la cría de cerdos para vendérselos a otros ganaderos.
Y la matanza SÍ QUE ERA ALGO EXCLUSIVO DE LAS MUJERES. Los hombres de la casa "ni pinchaban ni cortaban" a la hora de tomar decisiones sobre la matanza. Jamás se atrevía un hombre a llevar la contraria en cuestiones matanceras a una mujer.
No vamos a detallar aquí todos los trabajos de la matanza pues en este mismo blog hemos dedicado varios artículos al tema. (Ver enlaces al final de este artículo).

Neni de la Calle y Toñi Santos lavando el vientre del cochino.
Guijo de Santa Bárbara (Cáceres).
(c) Alonso de la Calle Hidalgo.

TRABAJOS AGRÍCOLAS.
Al igual que en el caso de la ganadería, las mujeres trabajaban también mucho en la agricultura. El trabajo del día a día como regar y estar pendiente de los cultivos, solía ser una labor del hombre pues como ya hemos visto, las mujeres tenían mucho que hacer en casa.
No obstante, si los maridos se dedicaban al ganado, las mujeres tenían que encargarse de gran parte de los trabajos agrícolas.

Obdulia Rodríguez Torralvo, de Guijo de Santa Bárbara, sembrando cebollinos en su huerto de Valverde de La Vera.
(c) Henrycepea del Guijo.

Algunos trabajos especialmente duros como el arado de la tierra o la siega del heno y del cereal, eran labores asociadas a los hombres aunque había excepciones.
Es el caso de Alfonsa García García (1924-1981) una mujer de Guijo de Santa Bárbara (Cáceres) que araba, trillaba, segaba y hacía todo tipo de labores agrícolas con más eficacia que algunos hombres. Por ejemplo, a la hora de segar el centeno y la cebada con la hoz, no había hombre que segase tan rápido y bien como Alfonsa.

Alfonsa García García.
(c) Colección Familia De la Calle.

A veces, cuando había que arar con un animal recio o con una yunta poco domada, la mujer ayudaba al marido bien dirigiendo a los animales o bien llevando el arado.
Sin embargo, en algunas zonas de España donde los hombres se dedicaban a la arriería o al pastoreo trashumante permaneciendo largas temporadas fuera del pueblo, las mujeres se encargaban del arado de los campos con las yuntas o parejas de bueyes, vacas o caballerías.

Isabel López Arrabé ayuda a su marido Juan Manuel a arar con la yunta de vacas.
Barajas de Gredos (Ávila).
(c) Silvestre de la Calle García.

En los trabajos relacionados con cultivos como el tabaco, las labores llevadas a cabo por las mujeres eran decisivas desde la plantación al "enfardado" de las hojas secas de tabaco como podemos ver en la siguiente secuencia de fotografías, en las que vemos a Juani Díaz, una de las últimas tabaqueras de Guijo de Santa Bárbara (Cáceres).

Juani Díaz poniendo tabaco.
(c) Alonso de la Calle Hidalgo.

Juani Díaz "estoñando" el tabaco.
(c) Alonso de la Calle Hidalgo.

Juani Díaz y su consuegro Ángel de la Calle colgando el tabaco recién cortado para que se seque.
(c) Alonso de la Calle Hidalgo.

Juani Díaz deshojando el tabaco seco.
(c) Alonso de la Calle Hidalgo.

Para el colgado del tabaco, se necesitaba un paso previo, consistente en la preparación de las correas para atarlo por la base y colgarlo de una punta o púa clavada en los cuartones del secadero.
Estas correas se obtenían al pelar las mimbres.

Visitación Hidalgo y su marido Antonio pelando mimbres.
Guijo de Santa Bárbara (Cáceres).
(c) Alonso de la Calle Hidalgo.

Hubo un tiempo en el que en pueblos como Guijo de Santa Bárbara (Cáceres), el cultivo de mimbres tuvo una gran importancia. Era sencillo y no precisaba grandes cuidados. Una vez al año, las mimbres se cortaban y se pelaban para que quedasen listas para la venta y para la fabricación de cestos.
Cuando había que pelar muchas, se reunían grandes grupos de mujeres para realizar esta tarea.

Cuadrilla de mujeres pelando mimbres en Guijo de Santa Bárbara (Cáceres) en los años 80.
(c) Alonso de la Calle Hidalgo.

Con las mimbres, se hacían cestas y cestos para todo tipo de usos, pero fundamentalmente para recoger las cosechas en el campo, desde las aceitunas a las patatas. Se recogían los productos en las cestas pequeñas y luego se echaban en sacos o en cestos grandes para transportarlos a lomos de las caballerías.
Estas labores de recolección eran propias de las mujeres.

Visitación Hidalgo recogiendo las patatas del hoyo en una cesta.
(c) Alonso de la Calle Hidalgo.

Visitación Hidalgo y su marido Antonio recogiendo aceitunas para aceite.
(c) Alonso de la Calle Hidalgo.

Visitación Hidalgo cogiendo aceitunas "pa agua".
Estas aceitunas verdes se consumen en fresco tras haberlas quitado el sabor amargo con agua corriente o con sosa.
(c) Alonso de la Calle Hidalgo.

Como vimos al hablar del lavado de la ropa, los cestos eran imprescindibles para ir echando en ellos toda la ropa sucia de la casa y llevarla luego al lavadero, para regresar después con ella ya limpia y lista para el planchado.

Visitación Hidalgo con el cesto de ropa limpia sobre la cabeza apoyado en la "rodilla".
(c) Alonso de la Calle Hidalgo.

Muchos productos agrícolas, podían ser comercializados directamente o fácilmente almacenados hasta su venta o consumo como por ejemplo las patatas, pero otros tenían que ser sometidos a diversas operaciones. Es el caso de los pimientos colorados que, una vez recogidos de la pimentera, tenían que ser enristrados y secados para conservarlos durante todo el año.
No debe confundirse el pimiento seco enristrado que es secado al sol, con el pimiento secado al humo que se utiliza para elaborar el célebre pimentón ahumado de La Vera (Cáceres), Aldeanueva del Camino (Cáceres) o Candeleda (Ávila).

Visita Hidalgo y su marido Antonio haciendo las "riestras" de pimientos en Guijo de Santa Bárbara (Cáceres).
(c) Alonso de la Calle Hidalgo.

También otros productos eran sometidos a diversas operaciones como el secado de frutas, el embotellado de tomates y verduras y la elaboración de mermeladas y licores. Es el caso del célebre licor de gloria que goza de gran fama en Guijo de Santa Bárbara (Cáceres) y cuya elaboración era tarea de las mujeres. Un sencillo licor elaborado con mosto de uva y aguardiente pero que tiene "mucha ciencia" para que salga bueno.

Visitación Hidalgo embotellando el licor de Gloria en una bodega de Guijo de Santa Bárbara (Cáceres)
(c) Alonso de la Calle Hidalgo.

TRABAJO DE LA MUJER FUERA DE CASA.
Antiguamente era muy raro que una mujer casada del medio rural, trabajase fuera de casa.
Solamente las solteras solían servir en casa de gente rica y algunas como dijimos al principio de este artículo estudiaban magisterio o algo similar, dejando de trabajar cuando se casaban salvo que el marido se lo permitiese.
Sin embargo, siempre hubo excepciones y en ocasiones ciertos trabajos podían compaginarse bien con la casa y el campo.
Era el caso de las guisanderas o cocineras profesionales.

Benigna Burcio de la Calle.
La más famosa de las guisanderas del siglo XX en Guijo de Santa Bárbara (Cáceres).
(c) Alonso de la Calle Hidalgo.

Cualquier mujer sabía cocinar magníficamente bien y en ocasiones para numerosos comensales dado que las familias eran muy numerosas, pero preparar una comida para una boda a la que asistían decenas de personas o para alguna fiesta del pueblo, era "harina de otro costal".
En muchos pueblos, había mujeres expertas que se ocupaban de tales menesteres, siendo contratadas por ejemplo para hacer las comidas de las bodas por la familia de los novios.
La cocinera o guisandera se encargaba de todo y al final del evento, cobraba por su trabajo.
Aún hoy, quedan algunas guisanderas especializadas en elaborar dulces aunque cada vez es más común que cuando tiene lugar un evento, colaboren todas las mujeres de la familia.
Este fue el caso de Benigna Burcio de la Calle.



Haciendo flores, dulce típico de Guijo de Santa Bárbara (Cáceres).
(c) Alonso de la Calle Hidalgo.

Con el paso del tiempo, las mujeres comenzaron a trabajar fuera de casa en los oficios más diversos, como por ejemplo en Correos. Es el caso de Manuela García Jara, natural de Madrigal de la Vera (Cáceres) pero cartera en Oropesa (Toledo) durante 27 años.

Manuela García Jara.
Conocida como "El Almirez de La Vera" por tocar maravillosamente este instrumento musical.
(c) Alonso de la Calle Hidalgo.


UNA MIRADA AL PASADO. LAS VIEJAS DE NUESTROS PUEBLOS.

Sí, queridos lectores de EL CUADERNO DE SILVESTRE, digo VIEJAS y no ancianas ni mujeres mayores pues el lema de este blog desde el principio es precisamente el título de un poema del gran José María Gabriel y Galán: DEL VIEJO EL CONSEJO.
Mucho de lo que he relatado hasta ahora, se lo he oído contar a las viejas de nuestros pueblos. Viejas como mis abuelas Visitación Hidalgo Burcio, de 92 años y a la que se puede ver en diversas fotografías de este artículo, y a mi abuela Marcelina de la Calle Vicente (1930-2009).

Mi abuela Marcelina de la Calle Vicente.
(c) Alonso de la Calle Hidalgo.

También a mis tías Nicolasa Sánchez García (1922-2012) y a mi tía Martina de la Calle Vicente, de 97 años, las he oído hablar una y mil veces de todo lo que aquí se cuenta.
En el caso de mi tía Nicolasa, todas las tareas del mundo ganadero y agrícola, desde la elaboración y venta del queso en una casa donde había más de 500 cabras, 30 ó 40 cochinos entre grandes y chicos y 60 ó 70 gallinas, además de dedicarse al cultivo del tabaco, del castaño, la patata y el centeno.

Nicolasa Sánchez García.
(c) Alonso de la Calle Hidalgo.

Mi tía Martina, la mayor de 10 hermanos, me contaba lo que suponía en los años 30 y 40 vivir en una casa con un montón de niños recién nacidos o muy pequeños porque había que estar todo el día lavando ropa y pañales en el pilón aunque el agua estuviese "helaíta" o el trabajo que suponía cuando eran ya mocillos tenerles la ropa y los zapatos en perfecto estado para los domingos.
* Nota: Fallecida el 3 de enero de 2023 a los 98 años.

Martina de la Calle Vicente.
(c) María García de la Calle.

Historias similares podrían contarse de otras mujeres guijeñas como tía Gregoria Santos (1888-1989), panadera de profesión que quedando viuda tuvo que sacar adelante a toda su familia en plena posguerra.
No conocí personalmente a tía Gregoria porque yo apenas tenía unos meses cuando esta centenaria mujer falleció, pero sí que conocí y traté bastante con alguno de sus hijos, especialmente con tío Evaristo y he tenido y tengo muy buena relación con algunos de sus nietos como Placi, Gabriel, Puri.... o con su bisnieto Acisclo que ya estaba casado y tenía hijas cuando murió la abuela Gregoria.
Todos coinciden al hablar de una mujer enérgica, luchadora y trabajadora.

Gregoria Santos Pérez. 1985.
(c) Alonso de la Calle Hidalgo.

Pueblos como Madrigal de La Vera (Cáceres) han luchado para mantener los conocimientos de esas viejas de pueblo realizando hace unos años un encuentro de cabreros de la Sierra de Gredos en el que antiguas cabreras como tía Felisa o tía Pola contaron sus vivencias a todos los asistentes. Relatos de una vida dura, pero feliz y muy larga, pues tía Pola superó los 100 años con una salud física y mental absolutamente impresionantes.

Felisa Pérez González, nacida en Talaveruela pero vecina de Madrigal.
(c) Alonso de la Calle Hidalgo.

Tía Pola celebrando su centésimo cumpleaños.
(c) Alonso de la Calle Hidalgo.


En Madrigal de la Vera tuve la inmensa suerte de compartir largos ratos con otra gran mujer: Rosa Gómez Chozas
Recuerdo las historias que me contó de su vida como cabrera desde que se casó y hasta los años 60 y recuerdo cuando ya con casi 90 años, estaba en la finca de El Burreño con su hijo Vicente escogiendo higos con una gran habilidad mientras contaba historias de su vida.

Rosa Gómez Chozas.
(c) Alonso de la Calle Hidalgo.

Por último, reseñar a otra de las grandes mujeres con las que he compartido interesantes charlas. Doña Benigna Blázquez Garro, cabrera de Guisando (Ávila), a quien también dediqué un artículo en su día como una de las últimas cabreras de la Sierra de Gredos.
Fue una mujer muy luchadora que hasta el final de su vida estuvo con las cabras de su hijo y haciendo queso. 

Benigna Blázquez Garro haciendo el queso en su choza de La Lancha, Guisando (Ávila).
(c) Alonso de la Calle Hidalgo.

LA MUJER EN EL MEDIO RURAL HOY EN DÍA.

Las mujeres de nuestros pueblos siguen siendo grandísimas trabajadoras. Además de trabajar en casa, en el campo y con el ganado, trabajan también fuera de casa. 
Veamos algunos ejemplos.

- MARÍA ISABEL SÁNCHEZ VADILLO. El Raso, Candeleda (Ávila).
María Isabel Sánchez Vadillo es todo un ejemplo de mujer trabajadora. Nacida y criada entre cabras, por circunstancias de la vida trabajó durante mucho tiempo en otros sectores y con otros ganados pero finalmente, volvió a ser cabrera, profesión que habían tenido sus padres y abuelos.
Con gran ilusión, Maribel, conocida como "La Cabrera de Gredos" montó una magnífica explotación de cabras de raza Verata.

Maribel Sánchez Vadillo con su morral y su cuerna.
(c) Alonso de la Calle Hidalgo.

Una explotación con tecnología de vanguardia cuyos principales productos son la leche, el cabrito (que Maribel vende on-line) y los jabones artesanales de leche de cabra.
El tesón de Maribel fue reconocido incluso en el extranjero recibiendo en Bruselas en 2014 el Premio a la Innovación para mujeres rurales.

Maribel ordeñando a sus cabras.
(c) Alonso de la Calle Hidalgo.

Maribel se propuso como meta llegar a la cifra de 715 cabras para superar a doña Vicenta García Díaz, ganadera de Guijo de Santa Bárbara que en 1936 tuvo 714 cabras Veratas. Por supuesto, lo consiguió.

Vicenta García Díaz.
Viuda que en 1936 fue propietaria de 714 cabras en Jerte y Guijo de Santa Bárbara (Cáceres)
(c) Colección Familia De la Calle.

Maribel redujo posteriormente la piara porque tantas cabras dan muchísimo trabajo y actualmente, como ella misma dice, tiene "200 y el pico" de las que se encarga ella sola.
Además de eso, Maribel trabaja en la hostelería pero todos los días sale de careo con sus cabras.
* Nota: En 2023 ante diversos problemas personales y también debido a la difícil situación del sector ganadero, Maribel tuvo que vender sus cabras aunque como ella misma dice "sigo y seguiré siendo cabrera de corazón". Su gran sacrificio, ilusión y dedicación al mundo de las cabras, merecen ser siempre recordados.

Maribel Sánchez Vadillo.
La Cabrera de Gredos.
(c) Alonso de la Calle Hidalgo.

- CARMEN GONZÁLEZ FRAILE. Madrigal de la Vera (Cáceres).
Carmen es una mujer alegre como pocas y también pluriempleada, aunque cuando le preguntan por su profesión, no duda en decir que antes de nada es cabrera e hija de cabreros y a mucha honra.
Carmen regenta un bar en Madrigal de la Vera junto a su marido Urbano, pero además de eso tiene una magnífica piara de unas 30 cabras de cuyo cuidado se encarga ella.
* Nota: La difícil situación del sector y más para los ganaderos que mantienen pequeñas explotaciones, obligó a Carmen a vender sus cabras, aunque ella sigue siendo cabrera de pura cepa.

Carmen González Fraile.
CABRERA Y A MUCHA HONRA.
(c) Alonso de la Calle Hidalgo.

- OLGA DE LA CALLE SANTOS. Guijo de Santa Bárbara (Cáceres).
Olga de la Calle Santos es otro ejemplo de mujer rural y trabajadora como pocas. Además de las tareas propias de la casa, Olga trabaja en la farmacia de Guijo de Santa Bárbara. Junto con su marido José Miguel, es propietaria de una buena piara de vacas trashumantes de aptitud cárnica.

Olga de la Calle Santos con sus vacas en Guijo de Santa Bárbara (Cáceres).

Durante el invierno y la primavera, las vacas de Olga pastan en las dehesas del Campo Arañuelo a donde baja su marido por las mañanas para echarlas de comer y vigilar que todo vaya bien. Pero cuando hay que hacer alguna tarea especial como el saneamiento, Olga baja a ayudar.
Pero en el pueblo, siempre se quedan algunas vacas y es normal ver a Olga por las tardes yendo a las fincas con su coche para sacar a las vacas a los prados o encerrarlas en los corrales para que pasen la noche.
Llegada la trashumancia, Olga se monta en su caballo y recorre el cordel con las vacas.

Olga montada en su caballo.

- AÚREA QUINTIAL ORTIZ. Riaño, Solórzano (Cantabria).
Áurea Quintial Ortiz es un gran ejemplo de mujer del medio rural, trabajadora y luchadora incansable.
Nacida y criada entre vacas, Áurea se propuso un gran reto. Conseguir que la vaca Pasiega, la única raza bovina autóctona de la Península Ibérica especializada en la producción lechera, fuese reconocida oficialmente como raza. No fue trabajo suyo exclusivamente, pero sí que tuvo mucho que ver en ello.

El autor junto a Áurea Quintial Ortiz.
(c) Alonso de la Calle Hidalgo.

Áurea ha sido durante muchos años titular de la explotación de vacas de raza Pasiega que hoy dirige su hijo Juan. Ella sola se ocupaba de una treintena de vacas mantenidas a pasto y productora de una leche de calidad inigualable.
A día de hoy, aunque por motivos que no vienen al caso Áurea no es la titular oficial de la explotación, sigue "a pie de cuadra" aconsejando en todo momento a su hijo Juan y defendiendo la raza Pasiega.

Vaca Pasiega.
(c) Ganadería de Áurea y Juan Quintial.

- TERESA CALLEJO FERNÁNDEZ. San Vicente del Monte, Valdáliga (Cantabria).
Teresa Callejo Fernández es un claro ejemplo de la importancia que tiene la mujer en el medio rural, motivo por el cual recibió el PREMIO "MUJER 2019" otorgado por la Federación de la Mujer Rural.

El autor junto a Teresa Callejo Fernández.
(c) Alonso de la Calle Hidalgo.

Propietaria de una ganadería compuesta por casi 150 vacas, la mayoría de la famosa raza Tudanca, autóctona de Cantabria, y de una buena manada de yeguas, Teresa es una mujer muy trabajadora que dirige su explotación sin prácticamente ayuda.
Durante gran parte del año, las vacas pastan en el monte pero en invierno Teresa las amarra en las cuadras a la antigua usanza.

Teresa Fernández Callejo con una vaca Tudanca.
(c) Miguel Alba Vegas.

*Nota: Cuando se publicó por primera vez este artículo en octubre de 2021, Teresa Callejo Fernández era una de las principales ganaderas de Cantabria pero lamentablemente falleció el 28 de diciembre de 2022 a los 42 años de edad.
Sin embargo, sigue presente en el recuerdo de todos los ganaderos de Cantabria y  en el de aquellos que tuvimos la suerte de conocer a una mujer tan excepcional.

Hasta siempre Tere...
(c) Miguel Alba Vegas.

LA IMPORTANCIA DE LA MUJER EN LA CONSERVACIÓN DE LA CULTURA RURAL.

Las mujeres se han preocupado mucho de mantener vivas las tradiciones. En muchos pueblos así como en los colegios, se organizan todos los años fiestas y semanas culturales en las que se muestra a la gente los oficios antiguos y sin lugar a dudas, muchas de las encargadas de representar esos oficios, son mujeres pues ellas han seguido conservando muchos de los trabajos heredados de sus abuelas.
Es lo que podemos ver en las siguientes escenas de una semana cultural en el colegio de Jarandilla de La Vera.





Mujeres realizando diversos oficios antiguos en el colegio de Jarandilla.
(c) Alonso de la Calle Hidalgo.

A MODO DE EPÍLOGO.
Como vemos, la mujer ha tenido siempre un papel fundamental en la economía y la cultura rural.
Por ello, en EL CUADERNO DE SILVESTRE, queremos rendir un homenaje a todas las mujeres y en especial a las mujeres de nuestros pueblos.

Fdo: Silvestre de la Calle García.

*Nota: Actualizado el 29 de julio de 2024, festividad de Santa Marta de Betania, patrona de las cocineras y amas de casa.

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