ALEJANDRO, UN JOVEN CABRERO.
Alejandro Torralvo Gutiérrez (n.1998) es un joven cabrero de la localidad de Guijo de Santa Bárbara, situada en el centro de la comarca de La Vera, al noreste de la provincia de Cáceres y en las estribaciones meridionales de la vertiente sur de la Sierra de Gredos, zona de origen de la raza caprina Verata.
Ha sabido conjugar como pocos la sabiduría popular de los viejos cabreros heredada de su abuelo Primitivo y de su padre Florián y adaptarla a los tiempos modernos.
Sin duda alguna, Primitivo Torralvo García (1927-2020), que llevaba ese nombre por haber nacido el día 27 de noviembre, festividad de San Primitivo, fue el gran maestro de su nieto Alejandro.
Conocido por todos los guijeños como TÍO PIVO, Primitivo Torralvo fue uno de los últimos grandes cabreros tradicionales y al que le tocó vivir una época especialmente dura en la que mucha gente vendía las cabras y abandonaban las tierras de cultivo para marchar a las grandes ciudades españolas o al extranjero en busca de lo que decían que era una vida mejor.
Sin embargo, él se quedó y gracias a las cabras logró sacar a su familia adelante.
Tío Pivo.
(c) Alonso de la Calle Hidalgo.
Tío Pivo era el menor de los hijos de Tío Jacinto "Virola" y de tía Dolores: Fermina, Vicenta, Gregoria y Primitivo.
Como muchos guijeños, tío Jacinto y tía Dolores eran cabreros y desde niño, cuando contaba con tan sólo 7 u 8 años, tío Pivo tuvo que cuidar en la sierra las cabras de su padre, algo muy habitual y que se repetía en todas las familias cabreras de la época pues mientras el padre trabajaba en el campo y la madre realizaba las tareas domésticas, los niños tenían que hacerse cargo de los animales.
Tío Pivo contrajo matrimonio con Flora Sánchez Vaquero con la que tuvo tres hijos llamados Florián, Jacinto y Ángel, a los que sacó adelante gracias a las cabras tal y como él mismo decía con gran orgullo. Mal no lo haría cuando sus hijos siguieron con el oficio hasta su jubilación en el caso de Florián y Jacinto o aún en la actualidad en el caso de Ángel.
El sistema de manejo llevado a cabo por tío Pivo con sus cabras, era el extensivo tradicional.
Durante buena parte del año, las cabras pastaban en las zonas bajas y medias de la sierra, encerrándose por la noche en los tradicionales corrales, construcciones con muros de piedra y tejado de madera y tejas barro.
En verano, con el fin de aprovechar los pastos más frescos de las zonas altas de la sierra, se trasladaba allí a las cabras pero para no tener que realizar largos desplazamientos con ellas, toda la familia se trasladaba con ellas.
Pimesaíllo.
(c) Alonso de la Calle Hidalgo.
Choza de El Galayo.
(c) Alonso de la Calle Hidalgo.
En la quesera se mantenían los quesos frescos hasta se bajaban a vender una vez por semana al pueblo, aprovechando el viaje para subirse pan y otros comestibles.
Quesera de El Galayo.
(c) Alonso de la Calle Hidalgo.
Cabras bajando de la Sierra.
(c) Alejandro Torralvo Gutiérrez.
Las principales producciones de las cabras en la época de tío Pivo eran el queso y los cabritos.
El queso se elaboraba de manera totalmente artesanal durante todo el año tanto en casa como en la sierra. Leche fresca, cuajo de cabrito y sal eran sus únicos ingredientes.
La leche se dejaba enfriar, se añadía el cuajo, se dejaba reposar, se apuraba para separar el suero de la cuajada y se echaba esta en los cinchos (moldes circulares de madera) para apretarla y echarle sal. A las pocas horas, ya podía comerse pero para venderlo había que esperar unos días con el fin de que perdiese el suero.
Queso fresco de cabra recién hecho.
(c) Alonso de la Calle Hidalgo.
Durante décadas, y aunque en Guijo de Santa Bárbara había excelentes queseras, el queso de tía Flora fue considerado por muchísima gente como el mejor y el más exquisito de todos por ser muy mantecoso.
El queso era vendido por cada cabrera en su propia casa, generalmente a una clientela fija que acudía cuando lo necesitaba.
Quesos frescos entre helechos para bajarlos de la sierra.
(c) Alonso de la Calle Hidalgo.
Los cabritos se vendían como lechales. Tradicionalmente, las cabras parían a finales del invierno o principios de la primavera y los cabritos se vendían con 1 ó 2 meses directamente a los vecinos o a carniceros del pueblo y de la zona pero poco a poco se fue modificando esta tendencia para realizar una paridera "temprana" en octubre o noviembre con el fin de vender los cabritos en fechas próximas a la Navidad.
En los años 80 del pasado siglo tomó la gran decisión de adquirir la finca "Santonuncio", propiedad de Juan García García y Nicolasa Sánchez García.
Se trata de una finca de bastante extensión, con abundante agua, situada en un paraje extraordinario para que las cabras pastasen en la parte baja y media de la sierra y que contaba por entonces con un magnífico corral de grandes dimensiones.
Corral de Santonuncio.
Al fondo, Guijo de Santa Bárbara.
(c) Alonso de la Calle Hidalgo.
La finca había pertenecido durante décadas a Vicenta García Díaz, conocida como Tía Vicenta "La Jambrina", mujer luchadora y emprendedora que tras muchos años dedica a la cría de cabras y al cultivo de centeno y castaños, se dedicó a la cría de ovejas y al cultivo de tabaco.
Para ello, construyó a finales de la década de 1940 el corral de Santonuncio cuya planta inferior servía como alojamiento a las ovejas y la superior como almacén de aperos agrícolas, almacén de heno y secadero de tabaco.
Vicenta García Díaz.
"Tía Jambrina".
(c) Familia De la Calle.
Para ello, tío Pivo, que solía contar con una piara de un ciento de cabras, tuvo que vender algunas y el día que "tomó posesión" de Santonuncio, sólo tenía 70 cabras grandes.
Cabras en el interior del corral de Santonuncio.
(c) Alonso de la Calle Hidalgo.
Jacinto Torralvo con sus cabras.
(c) Alonso de la Calle Hidalgo.
Tío Pivo y sus hijos fueron poco a poco aumentando la piara y adaptando las instalaciones de la finca, construyendo nuevos corrales anexos a los ya asistentes y en los que en algún momento llegaron a albergar más de 500 cabras.
Sin embargo, los cambios ocurridos en el sector ganadero en general y caprino en particular, les obligaron a abandonar el sistema tradicional de explotación pasando a mantener todo el año las cabras en las zonas bajas con el fin de poder ordeñarlas y entregar la leche a la industria quesera al no poder ya hacer el queso de manera artesanal en casa.
Cabras en el interior de uno de los nuevos corrales.
(c) Alonso de la Calle Hidalgo.
Florián Torralvo.
El cambio más sustancial fue la construcción y puesta en marcha de una magnífica sala de ordeño mecánico que les ahorró mucho trabajo y permitió mejorar mucho sus condiciones de vida.
Cabras esperando junto a la sala de ordeño.
(c) Alonso de la Calle Hidalgo.
Tras estudiar primero en el Colegio Público Santa Bárbara de Guijo de Santa Bárbara y posteriormente en el IES Jaranda de Jarandilla de La Vera, Alejandro estudió un Ciclo Formativo de Grado Medio relacionado con el sector forestal en el mencionado instituto, pero al haber vivido toda su vida entre cabras y coincidiendo con la cercana jubilación de su padre, decidió que su vida eran las cabras.
Florián, Alejandro y Tío Pivo.
2017
(c) Alonso de la Calle Hidalgo.
Se trataba de cabras mestizas de lo más diverso debido al sistema de cruzamiento con sementales lecheros seguido durante varias décadas, dando como resultado buenas cabras lecheras, adaptadas a la montaña y de "pelo" (color) sumamente diverso.
La primera decisión que tomó Alejandro, fue recuperar la raza Verata retirando todos los machos mestizos o de otras razas y comprando machos de raza Verata.
También dejó de criar aquellas chivas que no fuesen hijas de madre y padre Veratos con el fin de evitar que siguiesen criando y retirando paulatinamente las cabras no Veratas cuando ya eran viejas.
Alejandro con un macho verato.
(c) Alonso de la Calle Hidalgo.
Tío Pivo con las cabras. 2017.
(c) Alonso de la Calle Hidalgo.
Pero la cada nunca se rompió y tuvo que volver a unirse sino que entre tío Pivo y Alejandro, ha estado siempre Florín que es el mejor representante de esos cabreros que cuando eran jóvenes allá por los años 70 y 80, en lugar de dejar el ganado para estudiar o dedicarse a actividades más lucrativas y menos sacrificadas, decidieron seguir con el oficio de cabrero.
Florín y Alejandro ajustando los campanillos a las cabras.
(c) Alonso de la Calle Hidalgo.
Como todos los jóvenes de su tiempo, Alejandro ha crecido ya en un mundo marcado por las nuevas tecnologías: ordenadores, teléfonos móviles con diferentes aplicaciones, conexión a internet, redes sociales ...
Esto le ha permitido relacionarse con cabreros de muchos lugares de España y compartir así experiencias y conocimientos diversos que Alejandro ha sabido conjugar a la perfección con los que le transmitieron su padre y su abuelo.
Hoy en día, aún siguiendo un sistema de explotación extensivo y tradicional aunque no del mismo modo que el que llevaba su abuelo, Alejandro controla a sus cabras mediante dispositivos GPS para tenerlas localizadas en todo momento.
Cabra con collar GPS.
(c) Alejandro Torralvo Gutiérrez.
Pero nadie mejor que Alejandro nos puede explicar el sistema de manejo seguido por sus cabras:
"Mis cabras llevan un manejo extensivo, saliendo todos los días al campo pero comiendo pienso y paja en el corral siempre que lo necesitan o cuando el tiempo está malo.
Las cabras aguantan muy bien el calor y el frío, pero la lluvia no les gusta. En invierno salen del corral todos los días, pero si el tiempo está malo no andan mucho y prefieren quedarse cerca.
Las cabras de Alejandro en la nieve.
(c) Alejandro Torralvo.
También en primavera les gusta mucho pastar en el monte roble porque comen el renuevo de los árboles y si llueve un poco y calienta el sol, sale una hierba muy fina que les encanta.
Cabras en la garganta.
(c) Alejandro Torralvo.
Cabras en la sierra.
(c) Alonso de la Calle Hidalgo.
Cabras en el robledal.
(c) Alejandro Torralvo.
Cabras en la cercanía del corral.
(c) Alejandro Torralvo.
Después me vuelvo a la finca, limpio la ordeñadora y los corrales, avío a algunas cabras que no han podido salir y cuando termino, me voy en busca de las cabras y estoy con ellas hasta por la tarde cuando vuelven al corral.
Cabras entrando en el corral.
(c) Alonso de la Calle Hidalgo.
No tengo todas las cabras en la misma piara todo el año. Hago por lo menos dos hatajos o lotes según la época en la que paren: las tempranas y las tardías. Además de eso, a veces hay otra piara más en la que están las jorras, las chivarras y los machos.
Yo hago dos parideras como se ha solido hacer aquí siempre: la temprana en octubre y noviembre y la tardía a finales del invierno o principios de la primavera.
Cabra recién parida.
(c) Alonso de la Calle Hidalgo.
Los chivos tempranos se venden mejor que los tardíos. Se venden cuando tienen más o menos un mes o mes y medio, antes de Navidades que es cuando mejor precio hay. En esta paridera paren casi todas las cabras grandes.
En la paridera tardía, paren menos cabras. Algunas cabras grandes que no se quedaron preñadas y las chivarras. Los chivos tardíos suelen tener peor venta pero es necesario hacer dos parideras para poder vender leche a la quesería todo el año.
Cabritos.
(c) Alonso de la Calle Hidalgo.
Cuando se quitan los cabritos, se empieza a ordeñar a las cabras. Dan leche durante varios meses aunque cuando se quedan preñadas van dando cada vez menos. Hay veces que se secan o "ajugan" solas pero si no, conviene que se sequen por lo menos dos meses antes de parir para que descansen un poco.
Cabras de Alejandro.
(c) Alonso de la Calle Hidalgo.
En invierno y primavera todas las cabras están en Santonuncio porque las que no están dando leche, están a punto de parir. Así las puedo atender bien a todas.
En verano, las que no se ordeñan las llevo a un majal de la sierra en el sitio de El Coronito y allí están hasta que van a empezar a parir. Algunas no vuelven a Santonuncio hasta el mes de diciembre.
Cabras en El Coronito.
(c) Alonso de la Calle Hidalgo.
Además de las cabras, también tengo vacas. Realmente tanto las cabras como las vacas las tengo "a medias" con mi tío Ángel porque así lo tenían mi padre y él pero yo realmente soy cabrero porque me encargo más bien de las cabras. Me gustan las vacas porque también me he criado entre ellas, pero no tanto como las cabras.
Las vacas las tenemos en dehesas fuera del pueblo aunque en verano traemos algunas a la sierra y también tenemos algunas aquí todo el año que es de las que yo me encargo.
Vaca en Santonuncio.
(c) Silvestre de la Calle García.
Tenemos también algunas yeguas y caballos. Antes se utilizaban para cargar y para trabajar, pero ya los tenemos más por capricho y para criar potros que se venden bastante bien.
Y esta es la vida del cabrero. Mucha gente se sorprende de que alguien tan joven quiera seguir este oficio porque es muy duro. Siempre lo ha sido y hoy lo sigue siendo porque hay que hacer muchos papeleos, saneamientos y demás para tener todo en regla y este año además con la sequía, los precios bajos del producto, los precios elevados de los piensos y demás, ha sido un año especialmente duro.
Yo siempre digo que hago esto porque me gusta y por eso, aunque sea duro, disfruto de ello.
Desde chico lo he vivido y me gustaría seguir llevando esta vida.
Alejandro con un cabrito.
(c) Silvestre de la Calle García.
Los cabreros no somos bichos raros. Yo de vez en cuando salgo con los amigos en el pueblo o voy a otros pueblos como cualquier joven de mi edad.
Me siento orgulloso con lo que hago y me alegra que mucha gente lo valore. Ahora mismo estoy saliendo muchos días en el programa EL CAMPO ES VIDA de Canal Extremadura y en el pueblo se valora mucho mi trabajo y en 2022 me dieron el PREMIO VIRIATO por conservar y difundir la cultura guijeña.
Alejandro con sus cabras.
(c) Alonso de la Calle Hidalgo.
Siempre digo que para ser un buen cabrero, hay que tener buenos maestros y yo he tenido y tengo todavía a mi padre, del que he aprendido y sigo aprendiendo mucho, pero el que más marcó mi vida como cabrero fue mi abuelo Pivo. Me siento muy orgulloso de que pudiera ver cómo ya me empezaba a hacer cargo de la ganadería familiar y aunque no esté siempre me voy a acordar de él porque pasé muy buenos momentos a su lado.
Tuve la suerte de conocer bien y de pasar buenos ratos con tío Pivo en Santonuncio.
Era un hombre sencillo pero un auténtico sabio de esos que siempre hubo en nuestros pueblos y de los que debemos aprender tanto.
Tengo muy buena relación con diversos miembros de la familia Torralvo y muchas veces recuerdo con algunos de ellos, como su sobrina Obdulia Rodríguez Torralvo, que también fue cabrera durante muchísimos años, anécdotas vividas con tío Pivo.
Tío Pivo y su sobrina Obdulia.
(c) Familia Torralvo.
Quiero que este artículo sea un homenaje a la memoria de tío Pivo, pero sobre todo que sea un homenaje a Alejandro Torralvo Gutiérrez, gran amigo y colaborador de EL CUADERNO DE SILVESTRE.
Alejandro Torralvo y Silvestre de la Calle.
(c) Alonso de la Calle Hidalgo.
Fdo: Silvestre de la Calle García.
Técnico Forestal.
Cronista oficial de Guijo de Santa Bárbara.
ENLACES DE INTERÉS:
- LAS CABRAS DE TÍO PIVO.
- PREMIO VIRIATO.
Muy bien,como siempre👏👏
ResponderEliminarMuchísimas gracias.
EliminarMaravilloso artículo como siempre, y un fortísimo saludo a Alejandro y a ti por la labor que realizais
ResponderEliminarMuchísimas gracias
EliminarPrecioso !me trae recuerdos de mi infancia,silvestre eres un campeón.
ResponderEliminarPrecioso reportaje ...me halaga k hagas in
ResponderEliminarMuchas gracias
EliminarPrecioso reportaje..me halaga k hagas hincapié, en redactar la vida dura y sacrificada ,k es ser cabrer@,y k la gente valore todo ,el trabajo k hay detrás.
ResponderEliminarOrgullosa de ser cabrera y k haya relevo en este sector tan discriminado x la sociedad ,,que somos gente ya actualizada e integrada en la sociedad cn una bonita profesión..tuve la gran suerte de conocer a Tío Pivo ,y a la familia Torralvo .
Enhorabuena Alejandro ..ánimo y fuerzas !!!!!
Ánimo Silvestre,sigue difundiendo la cultura de nuestros pueblos para que los jóvenes lo conozcan 👍👍👍
ResponderEliminarMuchísimas gracias
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