VACA, VINO, CASTAÑAS Y CENTENO: LAS ORDENANZAS DE LA COFRADÍA DE SANTA BÁRBARA. 1762.
Guijo de Santa Bárbara es un pequeño pueblecito situado en el centro de la comarca de la Vera, al noreste de la provincia de Cáceres y en las estribaciones occidentales de la vertiente sur de la Sierra de Gredos.
Este pueblo que basa su economía en la ganadería y la agricultura, recibe su nombre de Santa Bárbara virgen y mártir, a la que los vecinos de la localidad veneran al menos desde 1560 existiendo una Pontificia Cofradía desde 1580 y cuyas Ordenanzas fueron redactadas en 1762.
Este pueblo que basa su economía en la ganadería y la agricultura, recibe su nombre de Santa Bárbara virgen y mártir, a la que los vecinos de la localidad veneran al menos desde 1560 existiendo una Pontificia Cofradía desde 1580 y cuyas Ordenanzas fueron redactadas en 1762.
En dicho documento se mencionan curiosos detalles sobre la ganadería y la agricultura de la localidad en aquella época.
La tradición oral cuenta que en 1560 se produjo en una casa de lo que por entonces era una pequeña aldea o barrio de la Villa de Jarandilla, un incendio a causa del impacto de un rayo. Todos los moradores de la vivienda lograron salir de ella, a excepción de dos niños pequeños que quedaron atrapados.
La familia comenzó a rezar con gran fervor para que Santa Bárbara, abogada contra las tempestades, sofocase el incendio y salvase a los niños.
Cuando desaparecieron las llamas, la casa estaba reducida a escombros, pero entre ellos encontraron con vida a los dos pequeños.
Sobre el solar de la casa derruida, se construyó una ermita dedicada a Santa Bárbara y, al menos desde 1580, se celebra en la localidad la fiesta en honor a la gloriosa y esclarecida Santa Bárbara virgen y mártir.
La ermita fue erigida en parroquia en 1674, construyéndose posteriormente en el mismo solar la iglesia parroquial de Santa Bárbara, que actualmente recibe el nombre de Parroquia de Nuestra Señora del Socorro.
La Cofradía cuenta desde 1725 con una Bula Pontificia otorgada por el Papa Benedicto XIII en la que se regulan determinados aspectos relacionados con la devoción a la Santa y concediendo a sus devotos el singular privilegio de contar con cinco jubileos anuales los días 4 de diciembre, 25 de diciembre, 6 de enero, 25 de marzo y 8 de septiembre.
Sin embargo, el Cabildo de la Cofradía, decidió que era necesario regular aspectos como la admisión de los cofrades y sus obligaciones, los derechos del sacerdote y del sacristán, la organización de la fiesta y otros aspectos aparentemente más sencillos pero que eran de vital importancia para épocas futuras.
Por ello en 1762 se redactaron y aprobaron las Ordenanzas de la Cofradía.
El mayor gasto con el que contaba anualmente la Pontificia Cofradía era la compra de la vaca de Santa Bárbara.
Según se recoge en las propias Ordenanzas, existía la costumbre inmemorial de comprar una vaca para sacrificarla con motivo de la fiesta para repartir su carne a razón de 4 libras (1 libra = 0,460 kilogramos) para cada cofrade, quienes también recibían media azumbre (1 azumbre = 2 litros) de vino.
La carne sobrante, la mitad del vientre, los despojos y la piel de la vaca, quedaban a disposición del Cabildo para que, con el importe de su venta, sufragase el resto de gastos de la fiesta, guardando el dinero sobrante para el año siguiente.
Hoy en día, nos puede parecer curioso que el Cabildo y los cofrades tuviesen tanto interés en comprar una vaca para repartir su carne, sobre todo teniendo en cuenta que solía tratarse de una vaca vieja, pero en aquella época el consumo de carne se reducía a los embutidos y el tocino salado obtenidos de la matanza del cerdo, siendo la carne de cabra la única que se comía fresca de manera habitual y si la economía de las familias lo permitía.
Por eso, el poder hacer un cocido el día de Santa Bárbara constituía para los cofrades y sus familias un gran lujo y además acompañándolo con un buen vino de pitarra que en aquella época apenas se producía en el pueblo.
Pero la Cofradía, como se dice en las Ordenanzas, carecía de predios o fincas y de caudales suficientes por lo que al ser sumamente pobre, cada cofrade debía entregar anualmente media fanega (1 fanega = 46 kilogramos) de castaña verde injerta de buena calidad.
Las castañas eran, junto al queso de cabra, una de las principales producciones del pueblo recogiéndose frescas o verdes para proceder luego a su secado y transformarlas así en castañas pilongas o blancas para proceder a su venta, siendo necesarias 3 fanegas de castañas verdes para obtener una de blancas.
Pero una grave enfermedad conocida como tinta del castaño estaba asolando los castañares guijeños desde hacía varios años por lo que el Cabildo ya vio que era necesario expresar en las ordenanzas que quien no dispusiese de castañas, podía abonar 4 reales o su equivalente en grano de centeno.
Este cereal se cultivaba con gran éxito en todo el término municipal pero especialmente en las fincas situadas a mayor altitud y con suelos pobres, secos y pedregosos.
El Cabildo vendía las castañas y el centeno y utilizaba el dinero entregado por aquellos cofrades que deseaban o no podían hacer el pago exigido en especie, para costear los gastos de la fiesta y la compra de la vaca, pero como no solía ser suficiente, los cofrades entregaban otra fanega de castaña verde injerta para que así pudiera comprarse la vaca.
La costumbre de pagar con castañas y centeno anualmente por pertenecer a la Pontificia Cofradía de Santa Bárbara y la de aportar otra media fanega de castañas verdes injertas, se conservó durante décadas pero en 1865 el Cabildo de la Cofradía se reunió para decidir si se seguía o no adelante con la tradición de comprar y repartir la carne de la vaca y el vino entre los cofrades puesto que sólo la compra de la vaca puesto que ese año se compró la vaca más cara de la historia, pagando al ganadero Francisco Jiménez Ovejero la cantidad desorbitada de 975 reales.
No obstante, aún se compraron vacas en 1866 y 1867 a Santiago de la Calle Castañares por 900 reales y a Cándido García de Aguilar y Martín por 770 reales respectivamente.
A partir de entonces, el dinero obtenido se destinó enteramente a costear gastos como las velas de cera utilizadas durante las fiestas para iluminar la iglesia, pagar al sacerdote y al sacristán por sus servicios y costear el alojamiento y la manutención del tamborilero.
La fiesta seguiría evolucionando paulatinamente hasta llegar a celebrarse tal y como la conocemos hoy en día, pero de eso hablaremos en otra ocasión.
Desde EL CUADERNO DE SILVESTRE deseamos a todos los vecinos de Guijo de Santa Bárbara en general y a los devotos de la gloriosa Santa Bárbara virgen y mártir unas felices fiestas esperando que este artículo les sirva para conocer un poco más sobre las fiestas y la devoción a nuestra patrona.
Fdo: Silvestre de la Calle García.
Cronista oficial de la Villa de Guijo de Santa Bárbara.
Sacristán de la Parroquia de Nuestra Señora del Socorro.
Cofrade de la Pontificia Cofradía de Santa Bárbara.
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