LAS CABRAS DE ABEL
Abel Pache Gómez (n.1986) es un esquilador e importante ganadero de la localidad pacense de La Codosera, aunque todos sus animales se encuentra en la finca Valdeborracho, en el término municipal de Alburquerque.
Junto a las ovejas Merinas blancas y negras que constituyen el pilar fundamental de su economía, Abel cría también cerdos de tipo Ibérico, aves de corral, conejos y, por supuesto, cabras que serán las protagonistas del presente artículo.
Abel con una cabra y dos cabritos.
(c) Abel Pache Gómez.
Antes de hablar de las cabras que posee Abel en su finca, las cuales no son unas cabras cualquiera, hablaremos un poco de la importancia de la cabra en Extremadura.
Desde tiempo inmemorial, la cabra ha sido fundamental para el sustento de la población extremeña, ya fuese en las zonas de sierra donde existían grandes rebaños o piaras manejadas a menudo en régimen trashumante o trasterminante o en las zonas bajas donde formaba rebaños independientes o pequeños lotes en los rebaños de ovejas. A menudo, era criada por gente humilde y con pocos recursos, por lo que era conocida como "la vaca del pobre".
Las principales producciones del ganado caprino extremeño fueron siempre la carne de cabrito, chivo y cabra y la producción de leche con la que se han elaborado tradicionalmente exquisitos quesos.
Cabra con dos cabritos recién nacidos.
(c) Abel Pache Gómez.
Cuando tan sólo tenía 12 años, compró su primera cabra la cual era muy peculiar por ser una cabra "de orejas chicas".
En el ganado ovino y sobre todo en el caprino, nacen en ocasiones animales con orejas de tamaño más pequeño de lo habitual, llegando a ser en ocasiones atróficas y presentando sólo un pequeño pliegue de piel que protege el orificio del oído. Conocidas con diversos nombres locales como "muesas" o "musgañas", algunos ganaderos mantienen este tipo de animales.
Cabra de orejas chicas.
(c) Abel Pache Gómez.
En principio, la ganadería era un hobby o afición para Abel, que ya con 12 años trabajaba durante el verano por las noches cargando pollos en las granjas de La Codosera o recogiendo diversos productos como tomates o judías en el campo hasta que con 14 años se sacó el carnet de moto y empezó a trabajar con su abuelo en la finca cobrando 50.000 pesetas al mes mientras que al mismo tiempo trabajaba en fincas cercanas arreglando alambradas o preparando guarros para la montanera.
Abel con los guarros en la dehesa.
(c) Abel Pache Gómez.
En su tiempo libre, se ocupaba de las cabras. Poco a poco comenzó a criar más y más cabras hasta que llegó a tener un rebaño de unas 65 cabezas. Como no disponía de un lugar adecuado para encerrarlas, pidió permiso para llevarlas a la finca en la que estaba trabajando y posteriormente las tuvo en una finca que le dejaron.
Abel con las cabras.
(c) Abel Pache Gómez.
El principal problema de tener un rebaño pequeño de cabras en esa zona, además de la falta de instalaciones adecuadas, era la dificultad para la comercialización de los productos.
Los cabritos únicamente tenían salida en fechas próximas a la Navidad pues durante el resto del año su precio era realmente bajo mientras que la leche, era difícil comercializarla dado el pequeño volumen de producción en una zona alejada de las grandes rutas comerciales de leche. Esto obligó a Abel a vender la mayor parte de sus animales.
Cabras de Abel.
(c) Abel Pache Gómez.
En algún momento, Abel llegó a vender casi todas las cabras, quedándose únicamente con 3 cabezas que se negó a vender porque así fue como empezó su carrera como ganadero.
Puede parecernos curioso que un ganadero mantenga tres cabras pero eso fue lo más habitual en el medio rural extremeño y español donde muchas familias tenían entre 1 y 3 cabras, como mucho 5, para abastecerse de leche y cabritos.
Tres cabras en una cuadra.
(c) Abel Pache Gómez.
Cuando alguna de las 3 cabras paría un cabrito, Abel lo vendía pero si nacía una chiva, le daba pena venderla y la criaba por lo que, cuando quiso darse cuenta, nuevamente tenía ya alrededor de 30 cabezas, algo que entenderán muy bien los cabreros que lean esto porque siempre que nace una chiva se dice "esta hay que dejarla porque es muy bonita", "esta hay que dejarla porque es hija de la Fulana y nieta de la Mengana y será una buena cabra", "esta hay que dejarla porque no tengo ninguna hija de su madre y y ya va vieja"...
Al final, como decía Tío Paulino, mítico cabrero del Valle del Jerte, todas las chivas deberían morirse de viejas en casa.
Cabras de Abel.
(c) Abel Pache Gómez.
Así siguió Abel hasta que su abuelo se jubiló y se quedó con parte de la finca, pensando en comprarla toda para volver a hacer una sola finca como en tiempos pasados. Con el tiempo compró un lote de 60 corderas de raza Merina Negra y actualmente tiene un total de 325 ovejas de las cuales 130 son Negras y el resto Blancas.
Abel con sus ovejas.
(c) Abel Pache Gómez.
Junto a las ovejas, Abel tiene 17 ó 18 cabras. Muchos pensarán que es un "engorro" mantener tan reducido número de cabras junto a las ovejas pero lo cierto es que es fundamental y es algo que ya tenían muy claro desde la Edad Media los grandes ganaderos de ovino trashumante, pues cuando realizaban el contrato o ajuste con los pastores, les otorgaban un determinado número de cabras de escusa sabiendo la gran importancia que tenían.
Cabras de Abel.
(c) Abel Pache Gómez.
Como se dijo anteriormente, las cabras eran fundamentales para la producción y abastecimiento de leche y carne para los pastores trashumantes pero su utilidad principal era la cría de corderos huérfanos, mellizos o rechazados por sus madres. Igual que hacían los pastores asalariados trashumantes del pasado, ganaderos libres de nuestros días como Abel, siguen fieles a las antiguas pero eficaces prácticas de manejo.
Como es lógico, para dar leche una cabra tiene que parir y para eso tiene que quedarse preñada. Abel mantiene siempre con sus cabras 1 ó 2 machos cabríos con el fin de que cubran a las cabras para que éstas queden preñadas y tras 5 meses de gestación tenga lugar la paridera o nacimiento de los cabritos. Si están bien cuidadas, las cabras suelen parir dos cabritillos que durante las primeras semanas se vida se alimentan de leche.
Cabra amamantando a sus cabritos.
(c) Abel Pache Gómez.
Cuando alcanzan el peso ideal para ser destetados, Abel vende los cabritos a una cooperativa, facilitando así grandemente su salida comercial.
Al criarse con leche materna y al salir las cabras diariamente a pastar al campo, la calidad de la carne de estos cabritos es realmente excepcional con un sabor exquisito que hace que sean un gran manjar.
Abel con cuatro cabritos.
(c) Abel Pache Gómez.
Tras el destete, si coincide con la época de paridera de las ovejas, Abel aprovecha para que las cabras críen a todos aquellos corderos que hayan quedado huérfanos, que hayan sido rechazados por sus madres lo cual es relativamente frecuente en el caso de las hembras primerizas o a los corderos mellizos cuyas madres no producen suficiente leche para los dos.
Cabra amamantando a un cordero.
(c) Abel Pache Gómez.
Generalmente, las cabras amamantan sin problema alguno a los corderos y los adoptan como si fuesen sus propios hijos. Muchos son los ganaderos que afirman que los corderos criados por cabras crecen más sanos y fuertes que aquellos que son criados por sus propias madres. Esto no debe sorprendernos dada la mayor producción lechera de las cabras y la gran digestibilidad de su leche.
Cabra amamantando dos corderos.
(c) Abel Pache Gómez.
Antes de utilizar las cabras como nodrizas de corderos, Abel los criaba utilizando biberones. Esto exigía un enorme trabajo puesto que había que preparar varias veces al día los biberones de leche tibia y dárselos a los corderos como mínimo durante un mes.
Abel dando el biberón a un cordero.
(c) Abel Pache Gómez
Otra solución que probó Abel, fue la compra de algunas ovejas lecheras pero pudo comprobar que eran más débiles y delicadas que las autóctonas y que a menudo daban problemas por su gran ubre.
Ovejas lecheras.
(c) Abel Pache Gómez.
Alguna vez, cuando un cordero se moría, Abel recurría al ahijado a la antigua usanza, desollando el cordero muerto y colocando la piel a modo de abrigo o chaleco a un cordero huérfano, mellizo o rechazado para que fuese criado por la oveja que había perdido a su cría y que engañada por el olor de la piel y su propio estiércol, aceptaba al cordero como suyo.
Cordero con la piel de otro para ser ahijado.
(c) Abel Pache Gómez.
Todas estas operaciones exigen mucho tiempo por lo que lo mejor es contar con un hatajo de buenas cabras como las de Abel para que se hagan cargo de los corderos que lo necesiten. Al mismo tiempo, estas cabras pastan en aquellos lugares de la finca donde las ovejas no pueden hacerlo, aprovechando así los peores pastos.
Las cabras de Abel.
(c) Abel Pache Gómez.
Cuando no hay corderos para amamantar, Abel ordeña a las cabras para destinar la leche al consumo familiar tanto en fresco como transformada en queso, continuando así con la milenaria costumbre extremeña y del medio rural español en general que comentábamos anteriormente.
Ni que decir tiene que la calidad y el sabor de esta leche absolutamente natural puede compararse con la leche que se compra en cualquier tienda o supermercado.
Para alojar a las cabras, Abel dispone de una cuadra o majada y poder mantenerlas así separadas de las ovejas.
En ella, Abel dispone de comederos para alimentar convenientemente a las cabras pues, aunque éstas pastan todos los días en el campo, necesitan recibir un suplemento alimentario en las épocas de mayores necesidades (gestación y lactación) o cuando el campo no dispone de suficiente alimento para garantizar la producción lechera.
Abel se esmera en mantener limpia esta cuadra distribuyendo a menudo paja para que las cabras tengan buena cama y extrayendo periódicamente el estiércol.
Su pequeño rebaño está integrado por cabras mestizas, buscando animales rústicos, sobrios y resistentes, perfectamente adaptados al terreno en el que viven y al mismo tiempo siendo funcionales y productivos sin necesidad de recibir unos cuidados extremos.
Cabra con sus dos cabritillos recién nacidos en el campo.
(c) Abel Pache Gómez.
Al no ser ganado de raza cuya selección morfológica debe ser muy estricta por tener que ajustarse a un prototipo racial establecido, Abel deja como futuras reproductoras las cabritas que más le gustan por su pelaje, su morfología, su historial familiar o simplemente por puro capricho.
Sin embargo, a lo que Abel sigue siendo plenamente fiel, es al mantenimiento de cabras "de orejas chichas" como aquella primera cabra con la que se convirtió en ganadero hace 25 años.
Estas cabras son morfológica y productivamente idénticas a las demás. Simplemente, por una mutación genética y un gen recesivo tienen orejas de tamaño pequeñísimo o prácticamente inexistentes, dándoles un aspecto verdaderamente curioso para aquellas personas poco acostumbradas.
Cabra con orejas normales (izda.) y con "orejas chicas" (dcha.)
(c) Abel Pache Gómez.
A juicio de la mayoría de ganaderos que crían estas cabras, incluyendo entre ellos al propio Abel, el principal problema que presentan estas cabras es la colocación de los crotales identificativos, ya que cuando el pabellón auditivo es muy pequeño, es muy complicado colocarlos. Afortunadamente, gracias a los microchips, este problema puede solucionarse fácilmente.
Ganaderos que mantienen vivas ancestrales prácticas ganaderas como la realización de la señal de oreja, también encuentran grandes dificultades para hacerla.
Curiosamente, en Estados Unidos es muy famosa la raza Lamancha seleccionada a partir de cabras españolas, posiblemente de raza Murciana-Granadina cruzada posteriormente con otras razas lecheras europeas, que carece totalmente de orejas.
Sin embargo, en España no hay actualmente ninguna raza en la que esta característica sea generalizada aunque aparece con cierta frecuencia en cabras del tronco Alpino-Pirenaico o fuertemente influenciadas por éste como la Murciana-Granadina o la Verata.
Cabra de "orejas chicas".
(c) Abel Pache Gómez.
El nacimiento de estas cabras es un absoluto capricho genético. En ocasiones, cabras con orejas normales que realizan un parto gemelar, dan a luz una cría con orejas normales y otra de "orejas chicas" mientras que una cabra de "orejas chichas" puede parir crías con orejas normales.
Cabra con dos cabritos.
(c) Abel Pache Gómez.
Existe la creencia popular y en reiteradas ocasiones ha sido comprobada, que los machos de orejas chicas transmiten esa genética a sus hijas, las cuales pueden nacer con orejas normales pero tener crías de orejas chicas. Abel procura mantener machos de orejas chicas aunque no siempre son fáciles de conseguir.
Extraordinario macho de "orejas chicas".
(c) Abel Pache Gómez.
Abel confía en el azar, dejando que los machos de "orejas chicas" cubran a las cabras esperando que tras los correspondientes cinco meses de gestación, nazcan cabritos, a poder ser cabritas, con "orejas chicas" para perpetuar esta característica tan singular.
Cabra de "orejas chicas" con sus cabritos.
(c) Abel Pache Gómez.
Aunque sean las ovejas la base económica de la explotación ganadera de Abel, las cabras ocupan y ocuparán siempre un lugar muy importante en la vida de este joven ganadero extremeño que nos demuestra que esa famosa España Vaciada que tanto les gusta llamar a muchos, está muy llena y muy viva de gente luchadora como Abel, que cada día disfruta viendo a sus cabras y escuchando el alegre sonido de sus cencerros.
Las cabras de Abel.
(c) Abel Pache Gómez.
No quiero, ni puedo terminar este artículo sin agradecer su gran ayuda a ABEL PACHE GÓMEZ, que desde hace tiempo es un gran amigo y un gran colaborador de EL CUADERNO DE SILVESTRE. Pocos ganaderos habrá tan trabajadores y luchadores como Abel, quien además de hacerse cargo del ganado y de la casa cuida con gran esmero a su padre. Además es una de las personas más alegres y bromistas que he conocido pero sin dejar de ser un gran profesional de la ganadería.
¡Muchas gracias, amigo!
Fdo: Silvestre de la Calle García.
Técnico Forestal.
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