ANTONIO. DE PASTOR A DIPUTADO.
Antonio Jiménez García (1810-1898), conocido popularmente como El Abuelo Viejo, fue sin lugar a dudas el personaje más importante de la historia de Guijo de Santa Bárbara, población en la que nació, vivió y murió pero de la que salió en muchas ocasiones para luchar por mejorar la vida de sus vecinos y sus descendientes.
Descendiente de una familia de pastor, Antonio fue escribiente, secretario municipal, alcalde y diputado provincial pero sin olvidar jamás de dónde venía.
Ciertamente, y como veremos a lo largo de este artículo, Antonio no tuvo una vida fácil y aunque consiguió llegar muy lejos y ser un pastor entre reinas y papas, tuvo que esforzarse y luchar mucho para alcanzar un puesto relevante en la sociedad de la época donde era verdaderamente difícil que un humilde pastor de un pequeño pueblo extremeño, llegase a tener una impresionante carrera política, aunque nunca vivió de ello sino que hasta su muerte, siguió siendo labrador y ganadero.
Antonio Jiménez García, hijo primogénito de Alonso Jiménez Ovejero y de Francisca García Jiménez, nació en lo que por entonces era Guijo de Jarandilla, una pequeña aldea o barrio perteneciente a la villa de Jarandilla.
Vino al mundo en la casa de sus padres, situada en la Calle del Lavadero. Lamentablemente no se conoce el día exacto de su nacimiento por faltar en el archivo parroquial el libro nº 2 de bautizados (1739-1835).
Casa natal de Antonio Jiménez García.
Calle Lavadero.
Guijo de Santa Bárbara (Cáceres)
(c) Alonso de la Calle Hidalgo.
Alonso y su esposa, como la inmensa mayoría de vecinos del pueblo, eran ganaderos y labradores, dedicándose fundamentalmente a la cría de ganado caprino y al cultivo del castaño, el centeno y la patata.
Desde la más tierna infancia, Antonio tuvo que ayudar a sus padres al ser el mayor de los hermanos aunque pasaba gran parte del tiempo con su abuela María Teresa Ovejero Gómez (1759-1831) que ya por entonces era viuda y que marcaría en gran medida la personalidad de su nieto a lo largo de la vida de éste.
Piara de cabras.
(c) Silvestre de la Calle García.
Cuando Antonio tenía tan sólo 6 años vivió uno de lo momentos más trascendentales de la historia del pueblo, cuando el 27 de agosto de 1816 el barrio de El Guijo de Jarandilla pasó a ser una villa independiente con el nombre de Villa de Guijo de Santa Bárbara, colocándose la horca y el rollo o picota. La primera se colocó en el Huerto de la Olivilla mientras que la picota o rollo como era denominado por los guijeños, se colocó junto a la casa-horno de María Ovejero, la abuela de Antonio.
Antonio ayudaba a su padre en las tareas del campo. Al principio, se ocupaba de las tareas más sencillas como ordeñar las cabras, cargar los cántaros de leche en el burro para llevarlos al pueblo y regresar luego con ellos al corral, sacar de careo a las chivas con alguna cabra vieja...
Con 7 u 8 años ya se encargaba de ir a la sierra con las cabras cuando su padre tenía que arar con la yunta o hacer alguna tarea más pesada en la finca que poseían en el paraje de La Viruela.
Hoy nos puede parecer una locura que un niño de 7 u 8 años fuese de careo con las cabras en una sierra llena de lobos y teniendo que soportar las inclemencias meteorológicas pero, durante siglos, eso fue lo habitual.
Aunque en el pueblo, por ser villa independiente había maestro de primeras letras, Antonio nunca pudo ir a la escuela.
Cabras en la sierra.
(c) Silvestre de la Calle García.
En 1821, Alonso Jiménez Ovejero, padre de Antonio, falleció. Esto supuso un duro golpe para la familia pues ahora era el jovencísimo Antonio, un simple zagalillo, el encargado de sacar adelante a su madre y a sus hermanos, además de cuidar de su abuela que ya era bastante mayor.
Tenía que hacer cargo de las cabras y de las fincas para que en casa no faltase la comida y para sacar, si era posible, algo de dinero para comprar aquellas cosas que no podían producir pero que eran necesarias.
Cabrero con las cabras.
(c) Alonso de la Calle Hidalgo.
Antonio quería progresar en la vida. Se sentía muy orgulloso de ser pastor y nunca dejaría de serlo, pero quería aprender a leer, a escribir y a manejar las cuatro reglas aritméticas.
Para ello, pidió ayuda al Fray Pedro Merchán Vidal, religioso franciscano del convento de Santo Domingo de Guzmán de Jarandilla de la Vera. El religioso, que se encargaba de la por entonces Parroquia de Santa Bárbara, accedió encantado a la propuesta de Antonio y cada noche, a la luz del candil, el joven pastor recibía clases dándose cuenta pronto el fraile que estaba ante un auténtico prodigio pues el alumno era verdaderamente aventajado.
Podría haber seguido Antonio la carrera religiosa pero la situación familiar impendía esa opción, por lo que muy pronto comenzó a trabajar como escribiente en el Ayuntamiento, ya que por aquel entonces el alcalde, en la mayoría de los casos no sabía leer ni escribir realizando todas las tareas el secretario. Decidieron nombrar a Antonio secretario municipal por falta de éste y con tan sólo 23 años fue elegido alcalde.
Por aquel entonces, Antonio ya había contraído matrimonio puesto que se casó el 12 de marzo de 1829 con Josefa Lorencia Santos García con quien tuvo un total de 10 hijos llamados Antonio Modesto, Rufina, Casimira, Trinidad, María Asunción Micaela, Felipa, Manuel, Víctor, Decoroso Valentín y Anacleta Elvira, muriendo la tercera y el noveno siendo muy pequeños y Manuel y Anacleta Elvira ya cuando estaban casados pero antes que sus padres.
Josefa Lorencia Santos García.
Retrato pintado por Francisco Martín Rivera.
Ser alcalde en un pequeño pueblo, no era un lujo sino que sólo servía para quebrarse la cabeza una y miel veces, pero los vecinos habían decidido confiar en Antonio y él no les defraudaría.
La principal fuente de ingresos y prácticamente la única con la que contaba el Ayuntamiento era el importe obtenido del arriendo de pastos de la Dehesa Boyal que ocupaba buena parte del término municipal, a excepción de la más alta que se encontraba ocupada por el Baldío de Jaranda, perteneciente a la Comunidad de Pueblos de Plasencia, y la parte más baja que estaba ocupada por las pequeñas parcelas de cultivo propiedad de los vecinos del pueblo.
Vacas en la Dehesa Boyal.
(c) Alonso de la Calle Hidalgo.
En la época en la que Antonio fue alcalde, Guijo vivió su máximo esplendor. La agricultura y sobre todo la ganadería, permitían a sus vecinos mantener a sus familias holgadamente y obtener dinero para adquirir otros productos e incluso para ahorrar y poder así mejorar sus vidas de cara al futuro.
El queso de cabra y las castañas constituían desde tiempo inmemorial los principales productos exportados por los guijeños a pueblos vecinos e incluso a regiones más alejadas, realizando el transporte a lomos de caballerías o bestias de carga, fundamentalmente mulos.
En 1836 un asunto de importancia nacional, comenzó a preocupar a los vecinos del pueblo y especialmente a Antonio: las Desamortizaciones.
Ciertamente, se procedió en esa fecha a desamortizar y sacar a subasta en esa fecha únicamente fincas y propiedades pertenecientes a la Iglesia que, en Guijo de Santa Bárbara, eran más bien escasas. El propio Antonio adquirió en 1838 la Huerta del Monge (monge = musgo) situada en lo que entonces eran las afueras de Guijo y en 1843 adquirió la finca de El Convento, situada en Jarandilla de la Vera y que había pertenecido al desaparecido convento franciscano de Santo Domingo de Guzmán.
Último terreno en ser cultivado en La Huerta del Monge.
(c) Silvestre de la Calle García.
Antonio empezó a temer que se hiciese lo mismo con los bienes de propiedad municipal pero por el momento parecía que no iba a ser así.
Como el Ayuntamiento disponía de dinero, en 1841 Antonio decidió emprender una obra de gran importancia: la construcción del edificio del ayuntamiento.
Hasta entonces, las gestiones municipales se llevaban a cabo en casa del alcalde dado que el pueblo carecía de infraestructuras necesarias, por lo que Antonio decidió ceder el solar de la casa-horno que había pertenecido a su abuela y construir allí el ayuntamiento.
Se trataba de un sencillo edificio de planta baja y principal con un amplio soportal. En la planta baja se encontraban el calabozo o cárcel y el matadero o carnicería municipal que anualmente salía a subasta, mientras que en la planta superior se encontraban el salón de sesiones y una vivienda para el secretario y su familia.
El edificio, aunque relativamente pequeño, tardó varios años en construirse pues según el denominado Manuscrito del Seminario escrito hacia 1845, aún no se había terminado.
En 1844, siendo ya alcalde Santiago de la Calle Castañares, procurador síndico Eugenio Jiménez Ovejero y regidores Antonio Jiménez García y Pedro de Arriba, se aprobó un acuerdo importantísimo para la historia del pueblo: El Acuerdo de Aguas y Pastos.
Antonio tuvo un papel decisivo en la redacción del acuerdo pues era uno de los principales ganaderos y labradores de Guijo y poseía la finca de El Convento, citada anteriormente, que se regaba con los cauces de Buenos Ajos y San Francisco.
Al ser un gran conocedor de las costumbres locales, contar con numerosos contactos y ser un hombre templado y acostumbrado a las negociaciones puesto que se dedicaba a la compraventa de ganado y tierras, Antonio supone poner paz en un conflicto que llevaba décadas sin resolverse.
Regando el vergel.
(c) Alonso de la Calle Hidalgo.
Pero el momento en el que Antonio y el resto de vecinos de Guijo de Santa Bárbara pasaron más miedo, llegó en 1855 cuando tuvo lugar la desamortización de Madoz en la que fueron desamortizados todos los terrenos de propiedad comunal como la Dehesa Boyal de Guijo y el Baldío de Jaranda.
Si algún forastero adquiría esos terrenos que ahora habían salido a la venta, los guijeños perderían los pastos para alimentar a su ganado durante el verano y no les quedaría más remedio que emigrar.
Antonio fue el que dio el primer paso para evitar esto y en 1859 compró por la gran suma de 45.100 reales el denominado Baldío de Jaranda, de unas 975 hectáreas de superficie. Realizada la compra, lo dividió en 45 acciones, reservándose 4 para él y cediendo las 41 restantes a vecinos del pueblo.
Pimesaíllo, en El Baldío de Jaranda.
(c) Alonso de la Calle Hidalgo.
Esta gran gesta fue repetida unos años más tarde por José García de Aguilar y Domínguez, que adquirió tres de los cinco lotes en los que se había dividido la Dehesa Boyal (Los Guatechos, Las Umbrías y La Lanchuela). Antonio Modesto Jiménez Santos, hijo de Antonio y yerno de José, compró los dos lotes que faltaban (Las Arguijuelas y El Cuchillar) y decidió fusionarlos con los de su suegro para recuperar así la antigua Dehesa Boyal, dividiéndola en 222 acciones que cedieron a vecinos del pueblo.
La gran gesta de Antonio, que llevaba décadas preocupándose por mejorar la vida de los guijeños, llegó a oídos de la Reina Isabel II, quien en 1864 le otorgó el título de Caballero de la Real y Distinguida Orden de Carlos III, título nobiliario menor y no hereditario que no conllevaba beneficios económicos aunque según se cuenta, permitía a quien lo ostentase ser caballero cubierto ante el Rey, esto es, poder tener el sombrero puesto en presencia del rey o la reina.
Ya a comienzos de 1864, viendo sus grandes conocimientos y contactos y la facilidad para desenvolverse en el mundo de la política, Antonio fue elegido Diputado Provincial de Cáceres por el Partido Judicial de Jarandilla.
Esto para Antonio era más una contrariedad que otra cosa puesto que él prefería vivir tranquilo en su pueblo gestionando el ganado y fincas que allí tenía, sus fincas de Jarandilla de la Vera, las dehesas y terrenos de regadío que poseía en Talayuela o el molino harinero que poseía en Valverde de la Vera, siendo además propietario en Guijo de una tahona o casa-horno gestionado fundamentalmente por su esposa Josefa.
Molino del Pozo del Rey, propiedad de Antonio.
Valverde de la Vera (Cáceres).
(c) Alonso de la Calle Hidalgo.
El 2 de enero de 1864 Antonio y otros cuatro diputados fueron incluidos en la Comisión de Hacienda, cargo que mantuvo hasta su retirada de la vida política activa en 1866.
Dos temas preocuparon especialmente a Antonio durante sus años como Diputado: la alfabetización y la mejora de las vías de comunicación.
Conocía perfectamente estas dos realidades porque él mismo las había vivido y, en el segundo caso, las seguía viviendo como labrador y ganadero que recorría los caminos extremeños.
Transportando aceite a lomos de un burro por un camino tradicional.
Guijo de Santa Bárbara (Cáceres)
(c) Alonso de la Calle Hidalgo.
En la mayoría de pueblos de Extremadura, un elevado porcentaje de la población era analfabeta aunque en muchos casos si sabían firmar ya figuraban como personas que sabían leer y escribir.
Los pueblos no disponían de locales dignos para la enseñanza y muchas veces los maestros, que además estaban muy mal pagados, daban clase a los niños en edificios alquilados por el ayuntamiento que no reunían las mínimas condiciones para acoger a los alumnos.
Los varones abandonaban muy pronto la escuela por tener que ayudar a sus padres con el ganado o en el campo, aprendiendo a leer y a escribir si con suerte el maestro daba escuela por las noches o si el cura de la localidad, preocupado por la instrucción civil y religiosa de los niños hacía lo propio en la casa parroquial como ocurrió en el caso de Antonio. Muchos jóvenes, no aprenderían a leer hasta que realizasen el servicio militar y esto no en todos los casos.
Guardando las cabras.
(c) Alonso de la Calle Hidalgo.
Más difícil lo tenían las mujeres, puesto que muchas niñas ni siquiera iban a la escuela ya que desde niñas tenían que ayudar a sus madres con las tareas domésticas, a cuidar a sus hermanos e incluso a ayudar a sus padres y hermanos en ciertas tareas agrícolas. Según se decía, lo importante es que una mujer fuese una buena mujer de su casa.
Fregando el suelo.
(c) Alonso de la Calle Hidalgo.
En la sesión del 4 de enero de 1864, Antonio intervino proponiendo mejoras para el Hospital Provincial, los establecimientos de beneficTencia y la creación de una Escuela Normal de Magisterio para la formación de maestros.
En la sesión del 19 de febrero de 1865 propuso que se solicitase la inspección de Escuelas Públicas de Instrucción Primaria, Escuelas de Maestros y bibliotecas pues como él mismo dijo:
"la educación primaria es la base de todo".
También solicitó en la sesión anteriormente citada la aprobación de concesiones de 4.000, 3.500 y 3.000 reales según la población de cada Partido Judicial para que el Inspector visitase las escuelas en enero, mayo y septiembre.
Para Antonio, la formación de maestros y maestras tenía especial importancia pues su propia hija Felipa fue profesora de instrucción primaria.
Felipa Jiménez Santos y su esposo Quintín Moreno Poblador.
Profesores de instrucción primaria.
(c) Familia De la Calle.
Aunque durante esos años Antonio no consiguió que se construyese una escuela en Guijo de Santa Bárbara porque suponía una gran inversión por parte de la diputación para un pueblecito de apenas 400 habitantes en aquel entonces, siguió luchando durante años para conseguir ese objetivo y en 1880 se inauguraron las antiguas Escuelas de Guijo de Santa Bárbara cuya historia detallamos en el artículo LA ESCUELA DEL PASTOR que el lector interesado puede consultar.
Respecto a las vías de comunicación, Antonio conocía y sufría a diario el estado, mejor dicho mal estado de las mismas.
La Vera, como otras comarcas del resto de Extremadura, eran extraordinariamente ricas desde el punto de vista agropecuario pero para que los distintos productos llegasen desde las zonas de producción a los mercados de las grandes ciudades, tenían que utilizarse los carros tirados por bueyes o mulas allí donde era posible su uso o bien emplear caballerías de cargo donde la orografía sólo permitía el tránsito de personas y animales por tortuosos caminos de herradura.
Transportando una carga en un burro por un camino de herradura.
(c) Silvestre de la Calle García.
En la sesión del 3 de enero de 1864, Antonio intervino junto a otros diputados para solicitar un presupuesto de mejora de caminos vecinales para unir los distintos municipios extremeños.
Pero Antonio, perfectamente informado de los avances tecnológicos de la época, quiso ir mucho más allá de la mejora de caminos para el tránsito de caballerías y carruajes, solicitando en la sesión del 20 de septiembre de 1865 que:
Lo antes posible se construya la vía férrea en la comarca de La Vera para dar salida a la riqueza agrícola y ganadera de la misma."
Pese a ser una región enormemente rica La Vera se encontraba comunicada con el mundo exterior únicamente por tortuosos caminos de herradura por los que en la mayoría de los casos era imposible el tránsito de carros para el transporte de mercancías y carruajes para el desplazamiento de viajeros forzando a realizar el transporte de mercancías y personas a lomo de bestias.
Los distintos productos agrícolas como vino, aceite, patatas, pimentón, frutas, queso...tenían que ser transportados por arrieros con sus recuas de mulas, encontrándose para salir hacia el Campo Arañuelo, comarca a la que pertenece Navalmoral de la Mata, el problema de vadear el río Tiétar que, cuando iba crecido, tenía que cruzarse en barcas que hacían peligroso el viaje.
Peor era cruzar desde La Vera al Valle del Jerte o al importante mercado agropecuario de El Barco de Ávila pues había que atravesar altas sierras por estrechas e inseguras trochas.
Camino de Castilla que comunica Guijo de Santa Bárbara y El Barco de Ávila.
(c) Alonso de la Calle Hidalgo.
Antonio, sufría como ya hemos dicho, el problema de los caminos a la hora de comercializar el vino, el aceite, el pimentón, las patatas, el queso, los embutidos y jamones, el ganado vivo...teniendo que recorrer los citados caminos pero además encontraba dificultades para salir del pueblo cuando tenía que ir a Cáceres a las sesiones de la Diputación pues tenía que trasladar sus pertenencias en un baúl de viaje cargado en caballería porque era prácticamente imposible que un carro subiese al Guijo. Llegaba hasta Jarandilla con la caballería y allí cogía un carro para ir hasta Navalmoral y desde allí hasta Cáceres.
Baúl de viaje de Antonio.
(c) Alonso de la Calle Hidalgo.
En la Diputación, Antonio contaba a sus compañeros que tenía que bajar descalzo desde Guijo a Jarandilla para no embarrarse las botas o los zapatos, motivo por el que fue apodado El Diputado de los Pies Descalzos. Además de eso, les explicaba que en tales condiciones era imposible transitar con pantalones porque se llenaría también de barro, motivo por el cual él vestía calzones de paño y medias de lana cubiertas en invierno con calzas de piel. Al llegar a Jarandilla cambiaba esa indumentaria por el pantalón que ya se iba adoptando en toda España. Sus compañeros le llamaban también por ello El Diputado de los Calzones.
Emilio García, descendiente de Antonio, con calzón y medias.
(c) Alonso de la Calle Hidalgo.
Como le ocurrió con el tema de la Escuela, tampoco consiguió que su pequeño pueblo tuviese entonces una carretera digna, pero ya retirado de la política siguió luchando para conseguir una carretera que comunicase Guijo con Jarandilla permitiendo el tráfico de carros y coches de caballos e incluso facilitando el desplazamiento de los vecinos a lomos de sus caballerías. En 1885 se inauguró oficialmente dicha vía de comunicación gracias a las gestiones llevadas a cabo por Antonio durante décadas.
Antonio Leandro de la Calle Jiménez, cartero rural y descendiente de Antonio.
Carretera Jarandilla-Guijo.
(c) Alonso de la Calle Hidalgo.
Cuando en 1866 Antonio dejó la política, se retiró a su pueblo y continuó con la vida que había llevado siempre. Sus hijos ya iban contrayendo matrimonio poco a poco y cuando alguno lo hacía, Antonio le entregaba alguna finca, unas cuantas cabezas de ganado, algo de dinero y, si era posible, una casa o solar para construirla.
Él siguió siendo ganadero, concretamente pastor de ovejas, manteniendo un rebaño de unas 100 reproductoras.
Ovejas.
(c) Abel Pache Gómez.
Corral de Las Dueñas.
(c) Alonso de la Calle Hidalgo.
Poco a poco Antonio fue retirándose de la actividad agropecuaria y dedicándose a realizar obras benéficas de carácter social y religioso, sacando siempre tiempo para pasarlo junto a su esposa en el huerto de la casa familiar donde mientras ella se dedicaba a labores de costura, él leía los periódicos o algún libro de su interés.
Antonio y su esposa Josefa en el huerto.
(c) Famillia De la Calle.
Parecería que lo que hiciera ya este viejo pastor no sería importante ni llegaría a oídos de personas importantes pero lo cierto es que el mismísimo Papa León XIII en 1894, tuvo noticias de la existencia de un hombre sencillo de una pequeña aldea española que había pasado décadas tratando de mejorar la vida de sus vecinos y que había colaborado activamente con la Iglesia, por lo que le otorgó una indulgencia plenaria perpetua para el perdón de sus pecados y de sus descendientes hasta la cuarta generación.
Indulgencia Plenaria de Antonio.
(c) Familia De la Calle.
El tiempo pasaba y tanto Antonio como su esposa Josefa, dos años menor que él, se hacían viejos. Ella falleció el 5 de abril de 1896 a los 84 años mientras que él falleció el 23 de enero de 1898 a los 88 años, edades verdaderamente avanzadas para la época y especialmente para Josefa que había dado a luz 10 hijos.
Antonio y Josefa. 1890.
(c) Familia De la Calle.
Antonio Jiménez García, el humilde pastor que llegó a ser diputado, jamás olvidó de dónde venía pues, de hecho, al retirarse de la política continuó con su vida pastoril.
Su vida es sin lugar a dudas un ejemplo a seguir para todos nosotros al demostrarnos que con esfuerzo se puede llegar muy lejos y es un ejemplo de humildad que debería servir a muchos políticos de hoy...
Cronista Oficial de la Villa de Guijo de Santa Bárbara.
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