LAS CABRAS DE TÍO ESTEBAN "EL CANIJA".

Esteban García Castañares (1873-1952), más conocido como El Canija, fue uno de los cabreros más importantes de la localidad de Guijo de Santa Bárbara (Cáceres) en la primera mitad del siglo XX. Además de cabrero, fue militar, estando destinado en Filipinas cuando aquellos territorios eran españoles y regresando después al pueblo que le vio nacer, donde vivió casi hasta el final de sus día cuando se trasladó a Jarandilla de la Vera (Cáceres) para poder ser cuidado por su hija.

Bien pudiera ser tío Esteban con dos cabras.
(c) Alonso de la Calle Hidalgo.

Esteban nació el 26 de diciembre de 1873, festividad de San Esteban Protomártir, siendo el primogénito de los hijos del matrimonio formado por Antonio García Leal, de 37 años y pastor de profesión y Juliana Castañares Vasco, de 21 años y dedicada "a las ocupaciones propias de su sexo".
En total, el matrimonio tuvo 9 hijos: Esteban, Felipe, Casimira, Francisca, Julián, Eustaquia, Anastasia, Faustino y Gregoria.

Cabrero con las cabras.
(c) Alonso de la Calle Hidalgo.

Cuando Juliana falleció en 1897 a los 45 años de edad debido a una parálisis cardiaca, sólo habían sobrevivido hasta ese momento Esteban, Francisca, Faustino y Gregoria, falleciendo el tercero de ellos en 1903 a los 10 años de edad a causa de una apendicitis aguda.
El resto de hijos de Antonio y Juliana fallecieron con edades muy variables: Felipe falleció en 1880 con 1 año de edad a causa de un catarro, Casimira en 1881 con 10 días de edad a causa de una colitis, Julián en 1884 a los 2 años de edad a causa del sarampión, Eustaquia en 1894 a los 9 años a causa de tisis pulmonar y Anastasia en 1896 a los 7 años a causa de hipertrofia del corazón.
A todos estos hijos hay que sumar a Víctor García Castañares, nacido el 12 de abril de 1862, fruto del primer matrimonio de Antonio con Luciana Castañares Gómez, con quien tuvo otros tres hijos más llamados Cándido, Bernardino y María Guadalupe, los cuales murieron siendo niños.

Iglesia de Nuestra Señora del Socorro.
Guijo de Santa Bárbara (Cáceres)
(c) Silvestre de la Calle García.

Como vemos, sobrevivir a la infancia era complicado para los niños guijeños, como para los de toda España en aquella época debido a las precarias condiciones sanitarias y más en el caso de una familia tan humilde como la de Antonio y Juliana.

Ermita de Nuestra Señora de las Angustias y entrada al cementerio.
(c) Silvestre de la Calle García.

La familia dependía enteramente de su hatajo o piara de cabras y de alguna pequeña finca dedicada al cultivo de castaños, centeno y patatas que ni siquiera alcanzaban para cubrir las necesidades familiares por lo que con el dinero obtenido de la venta del queso, de algunos cabritos y de las cabras carniceras, Antonio y Juliana lograban ir sacando adelante a sus hijos.
El de Antonio y Juliana unos de los principales hatajos o piaras de cabras que había en el pueblo, pues tenían entre 70 y 80 cabras adultas, más las chivas y los machos sumando en total alrededor de un centenar de animales.

Piara de cabras.
(c) Alonso de la Calle Hidalgo.

Cuando Esteban creció, decidió marchar del pueblo para hacer carrera en el mundo militar, siendo destinado a Manila (Filipinas) donde residió varios años.
Esteban, que no había podido ir a la escuela, aprendió a leer, a escribir y muchas cosas más, demostrando que era una persona con una capacidad excepcional para los estudios.

Soldado español de finales del siglo XIX.
(c) Dibujo de Francisco Martín Rivera.

Durante su estancia en Filipinas, escribía con gran regularidad a su familia pero, como supo años más tarde, las cartas jamás llegaron.
Sin embargo, la familia siempre confió en que Esteban siguiese con vida, especialmente su madre que se negaba a considerar que su hijo mayor hubiese perdido la vida como otros muchos de sus hijos.

Cartero en las calles de Guijo de Santa Bárbara.
(c) Alonso de la Calle Hidalgo.

Al poco tiempo de llegar a Filipinas, Esteban cocinó para sus compañeros una exquisita caldereta de cabra que les permitió cambiar el menú basado fundamentalmente en arroz y que ya les tenía a todos aburridos. Un capitán probó el guiso y quedó encantando, diciendo a Esteban:
- García, será usted el cocinero. No se preocupe de nada más.

Caldereta de cabra.
(c) Alonso de la Calle Hidalgo.

Entabló el capitán, que había sido también cabrero en su pueblo natal, amistad con Esteban y un día le dijo:
- García, siendo usted del Guijo de Santa Bárbara como me ha dicho, sabrá quién fue Viriato.
- Sí, señor - dijo Esteban-. Fue un capitán que luchó contra los romanos y que nació en mi pueblo. He oído a los más viejos del pueblo que lo contó uno de Jarandilla en un libro pero en mi pueblo nadie lo ha leído.
- Pues así es, García. Está usted muy bien informado.

Busto de Viriato.
Guijo de Santa Bárbara (Cáceres)
(c) Silvestre de la Calle García.

Cuando las cosas empezaron a complicarse en Filipinas, muchos fueron los militares y civiles que regresaron a la Península, entre ellos Esteban, que regresó en 1897.
Al llegar al pueblo, la primera persona a la que vio fue a su prima Quintina, de la que luego hablaremos, que estaba barriendo la puerta de sus amos Andrés de la Calle García y Marcelina Jiménez Pobre.
Quintina abrazó a su primo y le dijo:
- No te pares conmigo y corre a ver a tu madre.

Barriendo la puerta.
(c) Alonso de la Calle Hidalgo.

Esteban fue a su casa y pudo ver a sus padres y conocer a algunos de sus hermanos pero, lamentablemente, Juliana estaba muy delicada de salud y falleció a los pocos días aunque al menos pudo morir en paz abrazando a su hijo mayor.
El Guijo seguía más o menos como cuando Esteban marchó y su padre, pese a tener ya 60 años, aún seguía siendo cabrero aunque ya le costaba muchísimo hacerse cargo del ganado.
Esteban comenzó a hacerse cargo nuevamente del hatajo de cabras y de las fincas para que su padre y sus hermanos Francisca, que aún era soltera, y Faustino y Gregoria que aún eran niños, pudiesen vivir.

Guijo de Santa Bárbara en 1900.
(c) Acuarela de Francisco Martín Rivera.

Como era natural, Esteban pasaba ya de 25 años y tenía que echarse novia cuanto antes. Y así fue. En 1897 comenzó su noviazgo con Alfonsa Gonçalves Castañares, nacida el 13 de agosto de 1879, conocida como La Portuguesa, hija de Manuel Gonçalves Silva, natural de Braga (Portugal), y de Antonia Castañares Paz. Este matrimonio, cabreros de profesión, eran muy famosos en Guijo por su otra hija, Anastasia, conocida por todos como Nicasia, fue la mejor quesera de todo el pueblo durante varias décadas. 

Queso recién hecho.
(c) Alonso de la Calle Hidalgo.

El 18 de agosto de 1900 contrajeron matrimonio Esteban y Alfonsa en la iglesia parroquial de Nuestra Señora del Socorro de Guijo de Santa Bárbara (Cáceres).
Como no podía ser de otra forma, la boda fue sumamente sencilla y sólo asistieron los familiares más cercanos.
El matrimonio fijó su residencia en una casa que Alfonsa heredó de sus padres en la Calle Viriato.

Casa de Esteban y Alfonsa (Izda.)
(c) Acuarela de Félix Perancho Castañares.

Esteban y Alfonsa siguieron siendo cabreros, manejando su piara de cabras de forma extensiva. Durante la mayor parte del año, los animales pastaban en la sierra durante el día y dormían en el corral de la finca de La Cerquilla durante la noche.

Entrada al corral de La Cerquilla.
(c) Silvestre de la Calle García.

Era una finca bastante grande donde además de corral y un matón o bosque de robles para el aprovechamiento de la leña, la hoja seca y las bellotas, había varios bancales o naves de regadío destinados al cultivo de verduras, hortalizas y legumbres par el consumo familiar y algunas plantas forrajeras para el ganado.
También había una cochinera o zahúrda para el cerdo de la matanza y un pequeño gallinero pero lo más importante un sequero de castañas, puesto que en la finca había varios castaños, cuya planta baja estaba habilitada como viviendo contando con una cocina y dos alcobas mientras que la planta superior era utilizada como secadero de castañas, almacén y dormitorio extra.

Vista de La Cerquilla.
(c) Silvestre de la Calle García.

Esteban y Alfonsa pasaban allí la mayor parte del año y sólo acudían al pueblo una vez a la semana para vender el queso y comprar lo que les hiciese falta.
En invierno, una vez realizada y curada la matanza, se trasladaban durante los meses más fríos a la casa que tenían en el pueblo para así soportar mejor los rigores invernales.

Cocina tradicional en una casa guijeña.
(c) Alonso de la Calle Hidalgo.

En ocasiones, las cabras se quedaban algunas semanas en La Cerquilla y Esteban iba diariamente a cuidarlas, acompañado por su hermano Faustino que se encargaba de ayudarle hasta el momento de su temprana muerte. Después de eso, su padre o algún otro miembro de la familia, acompañaban a Esteban para llevar los cántaros de leche desde La Cerquilla al pueblo aunque, como luego veremos, en invierno las cabras de Esteban apenas daban leche.

Ordeñando una cabra en un cantarillo.
(c) Alonso de la Calle Hidalgo.

Avanzado el invierno, una vez cosechadas las aceitunas, las cabras eran trasladadas temporalmente a un corral situado en el paraje de Las Escoronillas. El objetivo de este traslado era llevar a las cabras a los olivares que el propio Esteban tenía o a los de otros vecinos que no tenían ganado con el fin de aprovechar el ramo o ramón procedente de la poda de las olivas así como la hierba que crecía en el suelo.

Recogiendo aceitunas.
(c) Alonso de la Calle Hidalgo.

Las cabras solían permanecer en este corral hasta finales de la primavera con el objetivo de respetar la denominada Raya o zona acotada para el pastoreo aunque a veces, Esteban regresaba con ellas a la Cerquilla en abril o mayo y procuraba que pastasen respetando en todo momento la Raya evitando así la correspondiente multa o pena por parte del guarda de la Dehesa Sierra de Jaranda.

Placa del guarda.
(c) Alonso de la Calle Hidalgo.

Llegada la primavera, Esteban y Alfonsa se establecían en La Cerquilla donde permanecían hasta el invierno, bajando al pueblo únicamente Alfonsa una vez a la semana para vender el queso y comprar el pan para la semana y alguna otra cosa que necesitase aunque eran prácticamente autosuficientes como la mayoría de familias guijeñas de la época.

Plaza de Guijo de Santa Bárbara.
(c) Familia De la Calle.

El matrimonio no tardó en tener descendencia, siendo su primogénita Nicasa, nacida el 1 de septiembre de 1901 y a la que siguió a el 9 de abril de 1903 Anastasia Santa María. Finalmente, el 21 de noviembre de 1904, nació Josefa, la tercera y última hija de Esteban y Josefa.

Niña guijeña.
(c) Familia De la Calle García.

Una gran desgracia marcó para siempre la vida de Esteban. El parto en el que Alfonsa había alumbrado a Josefa fue sumamente sencillo y a las pocas horas, Alfonsa ya estaba realizando los quehaceres domésticos con las debidas precauciones. Su cuñada Francisca se ofreció a ayudarla para ir a por el agua a la fuente y realizar las tareas más pesadas como lavar la ropa en el pilón.

Lavando en el pilón.
(c) Alonso de la Calle Hidalgo.

4 días después del parto, llamó a la puerta de Esteban y Alfonsa un pobre que pedía algo para comer. Alfonsa, desde la ventana de la cocina, le dijo que esperase un momento. 
Cogió un trozo de pan y cuando iba a bajar la escalera, se dio la vuelta para decir a Nicasia que sujetase a Anastasia, que estaba empezando a andar, para que no se cayese. En ese momento, Alfonsa se mareó, se desplomó y se cayó rondando por las empinadas escaleras de la casa, dándose un fuerte golpe en la cabeza y muriendo en el acto.
Don José González Castro, médico del pueblo, certificó que Alfonsa había sufrido una embolia cerebral y que eso le provocó la caída y la muerte.

José González Castro, médico de Guijo.
(c) Familia De la Calle García.

Todo el pueblo lloró aquella terrible desgracia ocurrida el 26 de noviembre de 1904, cuando fallecía una joven de 25 años dejando 3 niñas huérfanas.
En la humilde casa de la familia, se realizó el velatorio. Esteban no se separaba del cuerpo sin vida de su esposa mientras miraba a sus tres hijas acurrucadas en una cama.
Alfonsa fue enterrada y Esteban no tuvo más remedio que continuar adelante con su vida porque las cabras tenían que ser atendidas de cualquier manera.

Esteban tenía que seguir con las cabras.
(c) Alonso de la Calle Hidalgo.

Quintina Castañares García, la prima de Esteban antes mencionada, había estado sirviendo durante años en casa de Andrés de la Calle García de Aguilar "El Magüillo" y de su primera esposa Marcelina Jiménez Pobre, continuando después trabajando en la casa con Andrés y su segunda esposa Eugenia Martín Mateos, dejó su trabajo para marcharse a casa de su primo y hacerse cargo de la casa y cuidar a las niñas ayuda en todo momento por su hermana Ramona, que era viuda.
Mientras que Quintina ayudaba a Esteban con las cabras y en el campo, Ramona se hacía cargo de Nicasia, Anastasia y Josefa.

Haciendo la comida en la cocina.
(c) Alonso de la Calle Hidalgo.

Pero por muy primos que fuesen Quintina, Ramona y Esteban, al ser las primeras hijas de Miguel y Escolástica, esta última hermana del padre de Esteban, no estaba bien visto que dos mujeres, una soltera y la otra viuda, viviesen con un hombre viudo, por lo que el 21 de mayo de 1905 Esteban y Quintina contrajeron matrimonio tras recibir la correspondiente dispensa eclesiástica por ser primos hermanos.
Aunque desde ese momento fueron marido y mujer ante los ojos de Dios y de los hombres, Esteban y Quintina vivieron siempre como primos puesto que Esteban juró no olvidar jamás a Alfonsa.
El casarse Esteban tras haber vivido una gran desgracia, no le libró de la consabida cencerrada en la que, a modo de protesta, los hombres del pueblo tocaban los campanillos a la puerta del nuevo matrimonio.

Tocando los campanillos.
(c) Alonso de la Calle Hidalgo.

Quintina se convirtió en una auténtica madre para Nicasa, Anastasia Santa María y Josefa, si bien la segunda de ellas falleció el 11 de julio de 1906 a los 3 años de edad debido a una bronquitis pulmonar.
Como dijimos anteriormente, Quintina ayudaba a Esteban con el ordeño de las cabras, la limpieza del corral y la elaboración del queso, encargándose también del huerto al tener que irse Esteban de careo con las cabras.

Quesos recién hechos.
(c) Alonso de la Calle Hidalgo.

Cuando Nicasia tuvo 8 o 9 años, empezó a acompañar a su padre con las cabras y poco a poco ella se fue haciendo cargo del careo para que Esteban pudiera hacerse cargo de las fincas. 
Nicasia obedecía las órdenes de su padre y de su tía Quintina pero nunca le gustaron las cabras y con el tiempo llegó a aborrecer la vida de cabrera.

Cabras en el campo.
(c) Silvestre de la Calle García.

Cuando Josefa tenía tan sólo 6 o 7 años y viendo que su hermana siempre estaba enfadada por tener que ir de careo con las cabras, empezó a ofrecerse para ir con las cabras. Lamentablemente, Josefa, que era una niña encantadora y risueña, tenía una salud bastante débil y su padre y su tía se negaron siempre a que fuese con las cabras. Sin embargo, les ayudaba muchísimo con el ordeño, la limpieza del corral, el cuidado de los chivos y cualquier otra tarea que le encomendasen, realizándola siempre con disposición y alegría.
Cuando su padre y ella estaban juntos, pasaban el rato cantando coplas y romances aunque estuviesen trabajando duramente.

Cabras en el interior de un corral.
(c) Alonso de la Calle Hidalgo.

Aunque la infancia y juventud fueron verdaderamente duras para Esteban, se sentía feliz al ver a sus hijas creciendo y contando en todo momento con la gran ayuda de Quintina y de Ramona que seguía viviendo con ellos. 
La familia seguía viviendo como siempre. Durante el invierno vivían en la casa del pueblo y el resto del año en La Cerquilla, cuidando en todo momento de su piara de cabras.

La casilla de La Cerquilla.
(c) Alonso de la Calle Hidalgo.

Nicasia se casó pronto y se marchó a vivir a Jarandilla de la Vera. 
La marcha de su hija mayor provocaba sentimientos encontrados en Esteban, que estaba triste por su marcha y contento al mismo tiempo porque su hija por fin podría hacer su vida y vivir lejos de las cabras que tanto odio, algo que no ocurriría nunca con Josefa que vivió siempre en Guijo de Santa Bárbara con su padre y sintiéndose muy orgullosa de ser cabrera.

Guijo de Santa Bárbara.
(c) Familia De la Calle García.

Josefa se convirtió en una joven guapísima. Era baja de estatura, regordeta, morena de piel y con una melena negra y rizada que cautivaba a todos los mozos del pueblo. Al haber sido una niña de salud débil, su padre y sus tías la habían protegido siempre mucho, quizás en exceso, y no era lo que en la época se decía "una buena mujer de su casa" pero pocas mujeres había en el pueblo que entendiesen tanto de cabras y fuesen tan trabajadoras, motivo por el cual no tuvo problema para encontrar novio. 
En 1919, cuando tenía apenas 15 años, comenzó su noviazgo con Anastasio García García "El Peseta", hijo de Juan García Hernández y de Vicenta García Díaz "La Jamabrina", 9 años y 11 meses mayor que ella.

Anastasio García García.
(c) Familia De la Calle.

El 30 de diciembre de 1922, Anastasio y Josefa contrajeron matrimonio en la iglesia parroquial de Nuestra Señora del Socorro de Guijo de Santa Bárbara.
Días antes del enlace, los padres de ambos contrayentes y la abuela del novio, se reunieron en casa de Esteban para redactar la hijuela de la novia, en la que el padre entregaba a su hija una serie de bienes, desde ganado a casas y fincas, para que el matrimonio pudiera independizarse sin problema aunque durante el primer año tenían derecho a vivir en la casa paterna.
En la hijuela de Josefa, destacaban en primer lugar VEINTE CABRAS A TREINTA PESETAS cada una.

Cabra Verata.
(c) Silvestre de la Calle García.

Además de las cabras, Esteban entregó a su hija una yegua, la mitad de la casa en la que él mismo vivía, la mitad de las fincas y todo tipo de muebles, ropa, utensilios de cocina...
Como cosa curiosísima, no recibida por ninguna joven guijeña a lo largo de la historia con motivo de su boda, Esteban entregó a su hija UN MUNDO (bola del mundo) valorado en 24 pesetas, casi tanto como una cabra, algo apreciadísimo para él y que nunca nadie en la familia supo dónde había sido comprada por Esteban.

Hoja de la hijuela de Josefa.
(c) Alonso de la Calle Hidalgo.

Tras la boda, celebrada como decimos en el invierno de 1922, y que fue muy sencilla dada la posición humilde de los contrayentes, Josefa y su esposo Anastasio se ofrecieron temporalmente en casa de los padres de éste, aunque pasado el invierno y como tenían las cabras con las de Esteban, se trasladaron a vivir a La Cerquilla.

Boda tradicional en Guijo de Santa Bárbara.
(c) Alonso de la Calle Hidalgo.

Pronto, Josefa y Anastasio tuvieron a su primera hija, llamada Alfonsa en memoria de la madre de Josefa, naciendo esta niña el 9 de marzo de 1924. A ella la siguió Juan el 12 de mayo de 1927 y finalmente Visitación el 23 de octubre de 1929.
Cuando tenían sólo a Alfonsa y a Juan,  Josefa y Anastasio no tuvieron problemas para vivir en La Cerquillla, ocupando por la noche una de las alcobas de la casilla mientras que Esteban y Quintina ocupaban la otra y Ramona dormía en la cocina.

Alfonsa (dcha.), Juan (centro) y Nicolasa (izda), esta última prima de ambos.
(c) Familia De la Calle García.

Sin embargo, al nacer Visitación, decidieron trasladarse al pueblo y vivir en una casa que Anastasio había heredado de sus padres y donde ya habían pasado los inviernos desde 1923. 
La casa se encontraba a apenas unos metros de la de Esteban y Quintina, en la Calle Viriato.
Poco vivieron en ella Josefa y su esposo, pues el 19 de enero de 1930 falleció la pequeña Visitación y tuvieron que tomar una decisión drástica que marcaría sus vidas para siempre.

Casa de Josefa y Esteban.
(c) Alonso de la Calle Hidalgo.

Justo en aquella época, la madre de Anastasio, que se había quedado viuda en 1927, decidió comprar cabras, necesitando ayuda para su cuidado. Como Esteban, que ya tenía en aquel momento 56 años, necesitaba ayuda para hacerse cargo de las cabras, Josefa y su esposo tomaron una decisión insólita y poco común en la época. Decidieron separarse y vivir cada uno en la casa de sus padres. Anastasio y Juan se trasladaron a vivir a casa de Vicenta y Josefa y Alfonsa a casa de Esteban.

Piara de cabras.
(c) Silvestre de la Calle García.

La decisión nunca fue entendida por la gente del pueblo, porque era algo nunca visto, siendo continuas las críticas que enfurecían por encima de todos a Quintina.
Ciertamente, Esteban tenía 56 años y su consuegra un año menos por lo que eran viejos para trabajar solos pero aún demasiado jóvenes para estar al cargo de los hijos y se daba la circunstancia de que Anastasio no tenía más hermanos puesto que su única hermana ya había fallecido y Josefa era la única hija de Esteban que vivía en el pueblo y por nada del mundo podía dejar solo a su padre. 
Anastasio tampoco podía dejar sola a su madre que estaba a punto de cumplir 55 años.

Vicenta, madre de Anastasio.
(c) Familia De la Calle.

Tal vez lo más sencillo podría haber sido que Esteban y su consuegra Vicenta hubiesen tenido sus cabras a medias y que hubiesen repartido a partes iguales los beneficios pero sus cabras, pese a pertenecer a la denominada raza del país que era muy semejante a la actual cabra Verata, eran de diferente pelo y hechura puesto que Esteban criaba con suma selección y capricho cabras revolás.

Cabra revolás.
(c) Alonso de la Calle Hidalgo.

Estas cabras, muy abundantes en el pasado y que muchos cabreros, entre los que se encontraba el propio Esteban serían las más antiguas de todas por su parecido con las cabras salvajes, presentan un pelaje rojizo de intensidad variable desde el casi rubio al caoba con degradaciones negras en la cara, el espinazo y las extremidades, pudiendo afectar también a la parte inferior del tronco. El hocico y las orejas suelen ser de color blanco, denominándose en la zona a las cabras que presentan estas últimas características, independientemente de su color, como oriscanas.

Cabra revolá.
(c) Alonso de la Calle Hidalgo.

Si nacía en la piara alguna chiva de otro color o pelo, Esteban la vendía para carne a no ser que fuese hija de alguna de las mejores cabras. También prestaba bastante atención a los cuernos, prefiriendo cabras cornivanas o con cuernos pequeños en forma de arco a cabras machunas, con grandes cuernos en forma de espiral alargada y más semejantes a los machos.

Cabra revolá con su cabrita carrilera oriscana.
(c) Alonso de la Calle Hidalgo.

Esteban siguió con su piara de cabras realizando un manejo similar al que había realizado durante toda su vida pero con una pequeña diferencia y es que las cabras permanecían ya todo el año en La Cerquilla y en invierno Esteban y Quintina iban diariamente desde el pueblo para atenderlas, regresando al atardecer al pueblo. Al llegar la primavera, toda la familia se trasladaba a La Cerquilla.

El cabrero en el campo.
(c) Alonso de la Calle Hidalgo.

Esteban organizaba el calendario de la explotación de la siguiente manera.
Entre marzo y abril tenía lugar la paridera de las cabras lo que se conoce como paridera tardía en contraposición a la paridera temprana que tenía y tiene lugar en otoño.

Cabrito recién nacido.
(c) Alonso de la Calle Hidalgo.

Esteban hacía esto, que realmente era lo que habían hecho siempre sus antepasados y todos los cabreros guijeños hasta pocos años antes, por dos motivos.
En primer lugar, lo hacía para evitar tener un gran número de cabras en ordeño durante los meses de invierno en los que la familia residía en el pueblo. De esa forma, no había que llevar tanta cantidad de leche hasta el pueblo.
Ya por entonces, muchos cabreros trataban de que sus cabras pariesen en otoño para vender los cabritos en Navidad pero esto podía llegar a ser contraproducente porque si el mes de enero era muy lluvioso, la producción lechera de las cabras descendía rápidamente. Ya se sabe que Agua de enero llena el cubo del vaquero y vacía el del cabrero.

Camino para ir del pueblo a La Cerquilla.
(c) Alonso de la Calle Hidalgo.

En segundo lugar, al parir a finales del invierno, había más hierba en el campo para alimentar a las cabras y los cabritos no se veían tan afectados por el frío aunque en las primaveras excesivamente lluviosas y cuando las cabras daban mucha leche por comer mucho pasto, los cabritos sufrían graves problemas gastrointestinales que podían ocasionarles la muerte aunque Esteban era un cabrero muy experimentado y tenía sus trucos para evitar esto.

Cabritos.
(c) Alonso de la Calle Hidalgo.

Cada cabra paría un solo cabrito, siendo bastante raro que pariesen dos y realmente extraordinario que pariesen tres. Muchos cabreros, entre ellos Esteban, consideraban que las cabras que tenían mellizos no era recomendable criarlas porque solían tener problemas a la hora del parto y los cabritos mellizos tardaban más en criarse.

Cabrito mamando.
(c) Alonso de la Calle Hidalgo.

Cuando tenían entre 1 y 2 meses, Esteban empezaba a vender los cabritos a los carniceros de Guijo e incluso a vecinos particulares, comenzando siempre a vender los machos y terminando con las hembras. De esta forma se aseguraba que si no podía vender todas las hembras para carne, podía recriarlas y venderlas como chivas para vida o quedárselas y quitar las peores cabras aunque no fuesen excesivamente viejas.

Camino del pueblo con los cabritos en las alforjas.
(c) Alonso de la Calle Hidalgo.

A la hora de vender los cabritos, chivas para vida y cabras carniceras, Esteban confiaba siempre en el criterio de su hija Josefa la cual, de hecho, era la que cerraba los tratos, algo curioso en la época. 
Sin embargo, todo el mundo respetaba a Josefa porque sabían que no había en el pueblo al mismo tiempo mujer tan sincera y al mismo tiempo a la que menos se la podía engañar.
Conocedores de lo estricto que era Esteban para seleccionar las cabras, muchos vecinos acudían para comprar cabras con el objetivo de tener cabras caseras, pues en ocasiones Esteban ponía a la venta cabras relativamente jóvenes y productivas simplemente porque no le gustaban.

Gancho de la carnicería municipal.
(c) Silvestre de la Calle Hidalgo.

Conforme se iban vendiendo los cabritos, se empezaba a ordeñar a las cabras que producían leche hasta bien avanzado el otoño. En aquella época, las cabras no daban tanta leche como actualmente, considerándose que una cabra que producían alrededor de un cuarto de litro de leche al día era una cabra buena, la que producía medio litro de leche o un cuartillo (cabras cuartilleras) era cabra muy buena y la que producía más de un litro era una cabra extraordinaria.

Ordeñando una cabra.
(c) Alonso de la Calle Hidalgo.

La leche no se comercializaba en fresco, sino que se transformaba en queso que se vendía fresco una vez a la semana, llevándolo en el caso de Esteban al pueblo desde La Cerquilla.
De la venta del queso se encargaba Quintina, que tenía una serie de clientas fijas entre las que estaban la hija, las nueras y las nietas de sus antiguos amos.
Había algunas mujeres en el pueblo con la mítica tía Justa La Calvota que hacían mejor queso de Quintina, pero ésta tampoco lo hacía malo.

Quesos colocados en una caja con helechos para llevarlos a vender.
(c) Alonso de la Calle Hidalgo.

Con el suero sobrante de la elaboración del queso, Quintina criaba un cochino para la matanza.
El cochino estaba en una cochinera o zahúrda cerca de la casilla de La Cerquilla y allí le echaba Quintina en un camellón de madera el suero, el brebajo (mezcla de patatas cocidas y centeno cocido), las sobras de la comida y, en el otoño, las bellotas que recogían en el matón de la propia finca y en los robledales cercanos.
El cochino era importante porque su tocino y los embutidos constituían parte fundamental de la dieta familiar mientras que los jamones se destinaban a la venta, a menudo para comprar el cochinillo para la siguiente matanza.

Cochino.
(c) Abel Pache Gómez.

Al lado de la zahúrda, estaba también el gallinero. Las gallinas pasaban el día sueltas, ocasionando a veces grandes daños en el huerto, por lo que había que vigilarlas.
Como nota curiosa, diremos que Quintina sabía predecir el tiempo con días de antelación en función del comportamiento de sus gallinas.
Las gallinas se alimentaban de hierba, panizos (maíz), sobras de la comida, pan duro ablandado con suero...
Los huevos eran destinados al consumo familiar y a la venta.

Gallo y gallinas.
(c) Javier Bernal Corral.

Pero continuemos con el manejo de la piara de cabras.
Esteban, al contrario que hacían otros cabreros, no enmandilaba a los machos para evitar que cubriesen a las cabras, sino que los mantenía separados de estas en un apartado en el corral y los sacaba a pastar separados de ellas.
El 15 de mayo soltaba un macho y un chivarro con la piara de cabras por si las más fuertes salía en celo y se cubrían para parir como tempranas en otoño y así vender algún cabrito en Navidad, época en la que los cabritos siempre eran más caros. El macho y el chivarro volvían a ser separados de las cabras el 15 de julio.

Macho.
(c) Alonso de la Calle Hidalgo.

A lo largo del año, Esteban iba variando el recorrido o careo de la piara para aprovechar mejor los pastos y demás recursos naturales como la flor del berezo, los perigallos u hojas frescas de las matas de roble, la flor y vainilla de las escobas, piornos y carabones, el cervuno, las bellotas de los chaparros y robles...

Cabras comiendo flor de carabón.
(c) Juan Antonio Rodríguez Vidal.

Desde que en 1930 Josefa y Anastasio tomaron la decisión de vivir cada uno con su familia, Alfonsa acompañaba diariamente a su abuelo en el careo diciéndole siempre que en los días más fríos o lluviosos, se quedase en la casilla a la lumbre para encargarse ella de las cabras. También hacía esto cuando las cabras tenían que recorrer grandes distancias.
Muchos días, Alfonsa y su hermano Juan quedaban para comer juntos mientras guardaban sus piaras. Tenían fijado como punto medio de sus careos el paraje de La Nava. Aunque vivían separados y discutían muchas veces, Alfonsa y Juan se querían mucho. Como decían en la familia "no pueden estar ni juntos ni separados".

Nicolasa, Juan y Alfonsa.
(c) Familia De la Calle.

En los días en los que se quedaba en La Cerquilla y no había que hacer muchas cosas en el corral o en el huerto, Esteban se sentaba junto a la lumbre y se dedicaba a fabricar cuernas, recipientes de cuerno de vaca y corcho utilizados para beber y para ordeñar las cabras.
Consiguió en cierta ocasión una cabeza (dos cuernos) de buey Retinto. Los cuernos de esta raza, además de por su tamaño, se caracterizan por su color blanco que se vuelve marfil con el tiempo y el uso, dando como resultado unas bellísimas cuernas.

Cuerna fabricada por Esteban.
(c) Silvestre de la Calle García.

En otoño, siempre el día 15 de octubre, Esteban soltaba con las cabras dos o tres machos y algún chivarro, diferentes a los que había soltado en primavera, para que se cubriesen casi todas las cabras. Los machos permanecían con las cabras hasta mediados de diciembre.

Macho.
(c) Alejandro Torralvo Gutiérrez.

Para finales de año, pocas cabras estaban dando leche, por lo que se cumplía plenamente el objetivo de Esteban y así la familia podía regresar al pueblo para pasar el invierno, aunque antes de esto tenía lugar uno de los acontecimientos más importantes del año: la matanza.

Cochino.
(c) Javier Bernal Corral.

Si cualquier matanza era una fiesta, la de Esteban lo era aún más. Familiares y amigos, entre los que no faltaban los familiares de los antiguos amos de Quintina, acudían a la matanza en La Cerquilla para colaborar en las diferentes tareas y para pasar un gran día. 

Colgando los embutidos.
(c) Alonso de la Calle Hidalgo.

El momento más esperado era El Pique entre Esteban y su hija Josefa. Ambos tenían una voz realmente prodigiosa y colocándose el uno frente al otro, ella con los brazos en jarra, iban cantando coplas en tono burlón y gracioso metiéndose ella con los hombres y él con las mujeres. Al terminar la copla, daban una vuelta sobre sí mismos mientras la gente aplaudía y reía. El Pique terminaba con una copla amorosa cantada por ambos. Quienes contemplaron aquellos piques hablaban de algo realmente imposible de describir con palabras.
Como era una casa humilde, los instrumentos utilizados para acompañar el canto, eran almireces, botellas, tapaderas de los pucheros, el caldero o la sartén tocada con una vieja llave. A veces, los invitados a la matanza llevaban una guitarra, un rabel o una botella de anís y el pique y los bailes posteriores quedaban más lucidos.

Almirez.
(c) Silvestre de la Calle García.

Esteban era un hombre muy aficionado a la música tradicional y en un cuaderno con pastas de color verde que guardaba con sumo cuidado envuelto en un paño blanco en un pequeño arca de madera con su correspondiente cerradura, tenía escritos multitud de cantares o coplas, romances, refranes e incluso historias de su vida. 
Lamentablemente, ese cuaderno no se conserva pero muchos recuerdan aquellas noches de invierno en las que Esteban se sentaba junto a la lumbre en su casa del pueblo y recitaba romances tan populares como La loba parda, El Conde Olinos...
Esta afición fue heredada por su hija Josefa.

Pudiera ser tío Esteban en la cocina.
(c) Alonso de la Calle Hidalgo.

El 14 de septiembre de 1938 cuando Esteban tenía 64 años camino de 65 y Josefa 33 camino de 34, ésta falleció debido a un problema de corazón que llevaba años dificultando su ya maltrecha salud.
El propio Esteban, que ya en aquel momento había enterrado a sus padres, a su esposa, su hija Anastasia Santa María con 3 años y a su nieta Visitación con apenas unos meses, dijo:
"Me han arrancado el corazón. Se me ha ido lo que más quería".

Traseras de la iglesia.
Por esta calle fue Esteban a despedir a su hija.
(c) Silvestre de la Calle García.

Muchos, incluso la propia Quintina y más gente de la familia, pensaron que Esteban no superaría aquella desgracia, pero su nieta Alfonsa le apoyó desde el primer momento sin dejarle nunca solo y su nieto Juan lo visitaba prácticamente a diario.
Esteban comprendió que tenía que seguir adelante y durante bastantes años continuó con las cabras decidiendo que sólo las vendería cuando se casase Alfonsa si ella decidía no seguir con ellas.

Viejo cabrero con las cabras.
(c) Alonso de la Calle Hidalgo.

Esteban, su esposa Quintina y su nieta Alfonsa, puesto que Ramona también falleció en 1938 a los 80 años de edad, continuaron con su vida habitual en La Cerquilla que seguía viviendo su día grande cuando tenía lugar la matanza y donde cada año eran recibidos con inmensa alegría algunos nietos o bisnietos de Andrés y Marcelina, los antiguos amos de Quintina, como nos recuerda Aurora Santos García, bisnieta del citado matrimonio y que se iba de vez en cuando una semana con la abuela Quintina.

Casilla de La Cerquilla
(c) Alonso de la Calle Hidalgo.

Cuando Alfonsa iba a casarse en 1944 iba a casarse, Esteban decidió vender las cabras. Lo comentó un día de invierno en la cocina de la casa del pueblo, encontrándose allí por casualidad Nicasia la hija de Esteban, la cual hizo a su padre y a su sobrina Alfonsa una de las peores jugadas inimaginables, pues cuando estos iban al día siguiente camino de La Cerquilla para atender a las cabras, vieron que dos hombres bajaban por el camino con toda la piara.
Esteban les dijo:
- ¿Qué hacen ustedes con mis cabras?
- Suyas ya no son - Dijo uno de los hombres -. La señora Nicasia nos las ha vendido y ya se las hemos pagado.

Piara de cabras.
(c) Alonso de la Calle Hidalgo.

Nada pudo hacer Esteban que, acompañado por su esposa y sus nietos Juan y Alfonsa, bajó a Jarandilla para pedir explicaciones a su hija, la cual sacó un fajo de billetes del bolsillo, contó la mitad y entregó el dinero a su padre diciéndole:
- Ahí tiene usted. Si las cabras eran suyas y las iba a vender, antes o después el dinero iba a ser para mí y para mis sobrinos, así es que adelantemos líos y ya está. A partir de ahora, lo que usted necesite, se lo daremos a medias, así es que también se lo puede decir usted al padre de los muchachos.

Juan García García, nieto de Esteban.
(c) Familia De la Calle García.

Esteban y su esposa Quintina vivieron en su casa hasta el 27 de abril de 1947, fecha en la que falleció Quintina. Después Esteban vivió solo hasta 1952 cuando su salud comenzó a resentirse bastante y su hija Nicasia decidió llevárselo a Jarandilla.
Alfonsa y Juan se negaron a que su abuelo marchase del pueblo pero Nicasia se lo llevó a la fuerza.
Finalmente el día 12 de mayo de 1952 falleció en Jarandilla de la Vera, siendo enterrado en el cementerio de dicha localidad, lejos del lugar donde él había dicho siempre que quería descansar: en el cementerio del Guijo junto a sus antepasados y sus otras dos hijas.

Cabrero guijeño.
(c) Alonso de la Calle Hidalgo.

Así terminó la historia de un humilde cabrero guijeño que tras haber recorrido medio mundo, regresó a su pueblo, se casó y crio a su familia gracias a las cabras como habían hecho todos su antepasados.
La ganadera guijeña Nicolasa Sánchez García (1922-2012), una de las personas que más trató a Esteban por ser sobrina carnal de Anastasio y por lo tanto de Josefa, lo definía así hace años:
"Era un hombre muy bueno con todo el mundo y que siempre recibía con gran alegría a toda la gente que iba a La Cerquilla. Aunque le había pasado muchas cosas malas en la vida, era un hombre alegre y le gustaba mucho cantar y contar historias de antes."

Nicolasa Sánchez García.
(c) Alonso de la Calle Hidalgo.

Sin embargo, quien más conoció y más detalles nos dio de Esteban, fue su nieto Juan García García (1927-2012):
"Mi abuelo Esteban era un hombre alto y más bien delgado, con el pelo rizado y muy blanco. Era muy trabajador y muy alegre aunque no tuvo una vida fácil. Le gustaba mucho cantar y se sabía muchos romances. Además era un hombre que sabía leer y escribir muy bien y al que le gustaba mucho la geografía desde que fue militar en Filipinas.
Era un gran cabrero y un hombre muy trabajador. Se sentía muy orgulloso de ser cabrero y sé que le hubiera gustado que mi hermana y yo hubiésemos seguido con las cabras pero la vida es como es y yo soy vaquero.
Se llevaba bien con todo el mundo. Mi abuela Quintina tenía mucho más genio pero también era muy buena y aunque yo no era su nieto de sangre, me quería como si lo fuera y con mi madre se portó siempre como si fuera su hija".

Juan García García.
(c) Alonso de la Calle Hidalgo.

NOTA FINAL DEL AUTOR.
Esteban García Castañares fue sin lugar a dudas un gran ganadero cuya historia merece ser conocida y yo, como Cronista Oficial de Guijo de Santa Bárbara, me he propuesto darla a conocer y rescatar del pasado la memoria de alguien muy especial para mí pues, aunque no lo conocí, era mi tatarabuelo ya que soy bisnieto de Josefa García Gonçalves, nieto de Juan García García e hijo de Vicenta García de la Calle.
Como no tengo ninguna foto de mi bisabuela ni de mis tatarabuelos y sus cabras, he recurrido a la ayuda de mi buen amigo ALEJANDRO TORRALVO GUTIÉRREZ que entre sus 300 cabras Veratas aún tiene algunas magníficas cabras revolás con las que ayer mismo me fotografié para, de alguna manera, recuperar la imagen de mi abuelo Esteban.

ESTEBAN GARCÍA CASTAÑARES.
¿Por qué no?
(c) Alonso de la Calle Hidalgo.

DEDICATORIA.

Quiero dedicar este artículo a la memoria de mi tía abuela Alfonsa García García (1924-1981), a quien tampoco pude conocer pero de la que me han hablado mucho, que fue la persona que más convivió con el abuelo Esteban durante sus últimos años de vida.
Al igual que el abuelo Esteban, mi tía fue una mujer que no tuvo una infancia nada fácil teniendo que trabajar mucho con las cabras y en el campo y posteriormente, una vez casada, hacerse cargo de la casa, de sus hijos y del trabajo en el campo con la diferencia de ser la única mujer del pueblo que realizaba absolutamente las mismas tareas que un hombre como arar, trillar, regar, cortar tabaco, segar con la hoz la cebada y el centeno... tarea esta última a la que no la ganaban ni siquiera los hombres más expertos. Finalmente, como tantos y tantos guijeños, se vio obligada a emigrar con su marido y sus hijos al País Vasco en busca de una vida mejor pero conservando en su memoria los recuerdos del abuelo Esteban.
A ella le dedico este artículo aunque ya no pueda leerlo.

Mi tía Alfonsa García García.

Fdo: Silvestre de la Calle García.
Cronista Oficial de la Villa de Guijo de Santa Bárbara.

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