LAS GALLINAS DE TÍA MARCE

Marcelina de la Calle Vicente (1930-2009), conocida como tía Marce "La Senagüilla" o como tía Marce "La Peseta" por estar casada tío Juan "El Peseta" fue una mujer de Guijo de Santa Bárbara (Cáceres) dedicada a sus labores, como entonces se decía, algo que incluía hacer todos los oficios de casa y ayudar en el campo cuando era necesario. Entre sus principales tareas, estaba el cuidado de las gallinas.

Gallo y gallinas.
(c) Carlos Sánchez Burdiel.

Antes de comenzar tratar sobre de las gallinas de tía Marce, es preciso señalar que en Guijo de Santa Bárbara estas aves fueron realmente abundantes e importantísimas para la subsistencia de las familias pues abastecían a sus propietarios de huevos y ocasionalmente carne además de proporcionar ingresos extras procedentes de la venta de huevos y pollos, mejorando así la economía familiar.

Gallo y gallinas.
(c) Javier Bernal Corral.

Como ya dijo D. José González Castro a finales del siglo XIX en su obra Estudio clínico de la epidemia de fiebre tifoidea precedido de la topografía médica de la Villa, las gallinas eran abundantes y existían bastantes variedades entre las que destacaron siempre las negras y las empedradas, introduciéndose posteriormente las coloradas y blancas. 

Gallinas empedradas.
(c) Javier Bernal Corral.

Tía Marce nació en el seno de una importante familia ganadera. Era hija de Ángel de la Calle Jiménez "El Senagüillas" (1896-1975) y Justina Vicente Burcio "La Galleguina"" (1902-1971), siendo la quinta de trece hermanos de los que vivieron diez hasta la edad adulta.

Familia de los Senagüillas.
Arriba, de izquierda a derecha: Martina, Andrés, MARCE y Daniel.
Centro: Justina y Ángel.
Abajo de izquierda a derecha: Justino, Jesús, Ángel, Felipe y Felisa.
(c) Familia de la Calle.

Ángel y Justina era un matrimonio muy emprendedor. Eran cabreros pero también regentaban un bar, una sala de café, un baile y una fábrica de gaseosas.
Además de las 60 ó 70 cabras "del país" que componían su extraordinario hatajo, tenían varias bestias para el trabajo en el campo, engordaban un par de cochinos para la matanza y tenían numerosas gallinas.

Gallo y gallinas.
(c) Javier Bernal Corral.

Tía Marce, encargada de la cocina de la casa desde niña, recordaba cómo preparaba los rellenos para el cocido con miga de pan y huevo para freírlos luego en aceite y cocerlos seguidamente en el caldo, disimulando de esa forma la escasez de carne. Pero los domingos y días de fiesta, en la casa se freía una docena o docena y media de huevos para comer, acompañados de patatas fritas.

Huevos fritos con patatas y chorizo.
(c) Silvestre de la Calle García.

Las gallinas pasaban la noche en un gallinero construido en la cuadra de la propia casa, saliendo de día a la calle para poder corretear libremente, entrando y saliendo por la gatera (orificio en la parte inferior de la puerta para permitir el paso de los gatos) cuando era necesario y especialmente cuando querían poner los huevos en el seguro nidal.

Puerta con la gatera.
(c) Silvestre de la Calle García.

Las gallinas podían permanecer sueltas en la calle sin problema, ya que en aquella época no había coches. Además, para evitar confusiones, cada mujer del pueblo colocaba lazos distintivos en las alas de sus gallinas.
No sería hasta muchos años más tarde cuando las autoridades civiles locales obligarían a todas las mujeres a tener sus gallinas encerradas en granjas (se explicará más adelante el significado de esta palabra).

Gallinas en la calle.
(c) Alexis Hernández Llorente.

En 1952 tía Marce contrajo matrimonio con Juan García García (1927-2012) hijo de Anastasio García García "El Peseta" (1896-1974) y nieto de Vicenta García Díaz "La Jambrina" (1874-1955), importantes agricultores dedicados al cultivo del castaño, de cereales de secano, de patatas y de tabaco así como ganaderos dedicados a la cría de borregas (ovejas). Por supuesto, tenían también mulos y yeguas para el trabajo, dedicando también estas últimas a la cría de muletos para venderlos en la Feria del Barco de ÁvilaComo todas las familias, engordaban cochinos para la matanza e incluso en los años 30 y 40 se habían dedicado a su cría y comercialización en vivo y a la elaboración de embutidos y curación de jamones para la venta (ver: los cochinos de tío Peseta)

De izda. a dcha. Juan, Anastasio y Vicenta.
(c) Familia de la Calle García.

En casa de tía Vicenta "La Jambrina" nunca habían faltado las gallinas para el abastecimiento familiar y para la comercialización a gran escala de huevos y pollos, llegando a tener en algún momento más de 80 gallinas adultas en producción, entre las que destacaban unas bellísimas gallinas piñanas blancas y negras que había traído de la localidad de Valdelacasa de Tajo y que eran muy similares cuando no idénticas a las actuales gallinas Pintarazadas.

Gallo y gallinas piañanos.
(c) Javier Bernal Corral.

Al principio, tío Marce y tío Juan se instalaron a vivir en una casa situada al final de la Calle de La Mata y que era propiedad de la abuela Vicenta. Era una casa grande, totalmente amueblada y equipada, contando con una magnífica cuadra para las caballerías, los cochinos y las gallinas.

Tío Juan con sus yegua acarreando tabaco.
(c) Alonso de la Calle Hidalgo.

El único problema de aquella casa es que estaba bastante alejada del centro del pueblo y de la fuente, algo importante en aquella época en la que las casas carecían de agua corriente. Además, como ya se explicó en el artículo titulado LA MAMPARA, publicado en este mismo blog, tía Marce era muy miedosa y cuando se quedaba sola por las noches en la casa, tenía que irse su amiga Sebastiana para acompañarla.

Mampara.
(c) Silvestre de la Calle García.

Ya cuando se casaron, tía Marce y tío Juan recibieron, como era costumbre en el pueblo y así se reflejaba en las hijuelas, media docena de gallinas, un cochino para la matanza y la posibilidad de utilizar las caballerías de la familia si era necesario. La abuela Vicenta se encargaba de mantener las caballerías pero el cochino y las gallinas tenían que ser mantenidos por sus nuevos propietarios.

Gallinas comiendo hierba.
(c) Javier Bernal Corral.

Inicialmente, tía Marce mantuvo en su casa las gallinas con el sistema tradicional del pueblo. Durante la noche, las encerraba en un gallinero en la cuadra y por la mañana las soltaba para que saliesen a la calle, dándolas primero de comer y dejando la gatera abierta para que las gallinas pudiesen entrar a poner y volviesen a salir de nuevo. 

Huevos.
(c) Javier Bernal Corral.

Posteriormente, tía Marce y tío Juan se trasladaron con su hijo José a una nueva casa, también propiedad de la abuela Vicenta, situada en la Calle La Mata pero más cerca del centro del pueblo. La casa, aunque más pequeña que la anterior, contaba con un pequeño huerto anexo donde había un gallinero.
Los gallineros eran pequeñas casillas rectangulares de escasa altura con muros de piedra seca y tejados a una o dos aguas constituidos por un armazón vigas y cuartones de madera sobre el que se colocaban las tejas. Tenían una pequeña puerta de acceso y podían tener alguna ventana. Con el tiempo, se les adosó un pequeño corral de malla metálica y pasaron a conocerse como "granjas".

Un gallinero guijeño tradicional.
(c) Alonso de la Calle Hidalgo.

Tía Marce manejaba sus gallinas como el resto de mujeres del pueblo.
Solía tener 10 ó 12 y un gallo para poder criar pollos cada primavera cuando alguna gallina se ponía "cuecla". En ese momento, se escogían 10 ó 12 huevos y se colocaban en un cesto con paja para que la gallina los engorase o incubase durante tres semanas para que naciesen los pollitos. 

Gallina con pollitos.
(c) Alexis Hernández Llorente.

Como cualquier otra criadora, tía Marce quería que naciesen más pollas que pollos pues el objetivo de la crianza era ir renovando las gallinas viejas, cuya carne se destinaba a dar sabor al cocido en días especiales, ya que durante los días de diario el cocido se hacía únicamente con garbanzos, tocino, carne de cabra y, con suerte, una morcilla de verano. También esos días especiales en los que la gallina daba sustancia al cocido, se echaba un exquisito lagarto ocelado.

Cocido.
(c) Silvestre de la Calle García.

Como era imposible saber el sexo de los pollitos al nacer, tía Marce los criaba todos con gran esmero y cariño hasta que cuando tenían unas semanas, ya se veía si eran pollos o pollas. Consideraba tía Marce como éxito que de 12 huevos puesto a incubar, naciesen 8-10 pollitos y que de esos fuesen 2-4 pollos y el resto pollas aunque algunos años la cosa variaba y nacían sólo 5 ó 6 pollos de los que 4 eran machos aunque podía ocurrir también que naciesen 10 y fuesen 8 ó 9 hembras....Nunca se sabía.

Pollos en proceso de crecimiento.
(c) Javier Bernal Corral.

Cuando ya se diferenciaban bien los pollos de las pollas, las segundas se reservaban todas para reponer gallinas viejas mientras que los pollos se empezaban a vender, reservando el mejor de todos para renovar el gallo y alguno más para matarlo con motivo de alguna fiesta especial. Tía Marce, por ejemplo, reservaba siempre un pollo para la cena de Nochebuena. Hoy nos puede parecer raro comer pollo en una noche tan señalada, pero nada tenían que ver aquellos pollos de antaño con los que comemos hoy.

Gallo.
(c) Javier Bernal Corral.

Sin embargo, el motivo principal por el que tía Marce tenía las gallinas, era por su producción de huevos los cuales se destinaban tanto al consumo familiar como a la venta. Tía Marce aprovechaba que todos los días acudían a su casa las veceras o clientas fijas para comprar la leche de sus vacas, para ofrecerlas también huevos y otros productos del campo. Como muchas tenían gallinas, eran pocas las que compraban huevos pero con el paso de los años, cuando mucha gente empezó a considerar que las gallinas eran un engorro o que tras irse a la ciudad pasaban temporadas en el pueblo, acudían a casa de tía Marce para comprar huevos.

Cesta de huevos.
(c) Silvestre de la Calle García.

Respecto a la alimentación de las gallinas, tía Marce las echaba sobras de la comida, pan duro remojado con agua e incluso con suero sobrante de la elaboración del queso, cebada y panizos (maíz) cultivados en casa, hierba fresca, verduras y frutas estropeadas...
Al estar sueltas al principio y en la granja después, siempre podían escarbar en la tierra buscando insectos e invertebrados como las lombrices. 

Gallo y gallinas.
(c) Javier Bernal Corral.

Por aquel entonces, tía Marce seguía criando el mismo tipo de gallinas que la abuela Vicenta les regaló cuando se casaron. Aunque eran gallinas más bien pequeñas, eran buenas ponedoras y muy resistentes, pudiendo poner durante 3 ó 4 años e incluso más aunque no pusiesen tantos huevos como las actuales.
Al principio, aunque estaban en el gallinero del huerto, podían salir hasta la calle sin ningún problema pero con el tiempo, tuvieron que permanecer encerradas en la ya mencionada "granja".

Gallinas en una granja.
(c) Alonso de la Calle Hidalgo.

Ya por entonces, en los años 60, tía Marce y tío Juan habían vendido las borregas u ovejas y habían comprado vacas suizas. Tenían estas vacas en la finca de La Huerta, donde habían construido un corral que poco a poco fueron ampliando puesto que servía también como secadero de tabaco. Aprovechando una de las últimas obras de ampliación del edificio, construyeron un gallinero con su correspondiente granja y decidieron trasladar allí las gallinas, ya que aprovecharon el solar en el que se ubicaba el huerto para construir una casa en la que hicieron una cuadra para los cerdos, los terneros y la yegua. 
Desde entonces, las gallinas estuvieron allí hasta el año 2000.

Gallinas en una granja.
(c) Silvestre de la Calle García.

Al llevar las gallinas a la finca, Tía Marce dejó de tener gallo porque se consideraba que los gallos en las fincas atraían a las zorras, guarduños, ginetos y demás bichos con su canto y había que mantener a las gallinas a salvo de estos depredadores.
Aún así, en más de una ocasión las gallinas de tía Marce fueron atacadas por la zorra. Siempre se recordará en el pueblo cuando en la primavera de 1999 una pareja de zorros mató en pleno día un total de 18 gallinas de tía Marce.

Zorra.
(c) Miguel Alba Vegas.

A partir de los años 70, apareció la figura del pollero que con su camión llegaba al pueblo casi todas las semanas durante la primavera vendiendo pollitas ponedoras, pollos y otras aves lo que aceleraba y facilitaba el proceso de cría. También este hombre, traía gallinas de nuevas razas más ponedoras.

Pollitas.
(c) Abel Pache Gómez.

Durante más de 20 años, tía Marce estuvo bastante delicada de salud y no podía hacerse cargo de las gallinas que eran cuidadas por tío Juan, pero ella seguía encargándose de vender los huevos, constituyendo un ingreso extra de vital importancia para la modesta economía familiar.
En el año 2000, por enfermedad de su marido, tuvieron que vender las vacas y las gallinas pero hasta el final de su vida el 1 de octubre de 2009, recordó con nostalgia aquellos tiempos que nos relató en no pocas ocasiones.

Las últimas vacas de Tía Marce.
(c) Alonso de la Calle Hidalgo.

Pocos días antes del aniversario de su muerte, queremos recordar esta historia porque, aunque tía Marce no conoció EL CUADERNO DE SILVESTRE, las historias que ella contó al autor, han sido y serán clave para escribir no pocos artículos y es que tía Marce, además de una excelente criadora de gallinas, fue una gran abuela para quien esto escribe.

Abuela Marce.
(c) Alonso de la Calle Hidalgo.

Fdo: Silvestre de la Calle García.
Cronista Oficial de la Villa de Guijo de Santa Bárbara.

Comentarios

Entradas populares